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martes, 7 de mayo de 2013

FRANCISCO "JORNADA DE LOS JÓVENES CONFIRMADOS" EVENTOS AÑOS DE LA FE. DURANTE EL AÑO DE LA FE PLAZA SAN PEDRO 27/04/2013 -28/04/2013. JORNADA DE LAS HERMANDADES Y DE LA PIEDAD POPULAR (3-5 mayo)

EVENTOS DEL AÑO DE LA FE.



“CRUZAR EL UMBRAL DE LA FE”



Carta del cardenal Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires por el Año de la Fe
(1 de octubre de 2012)

A los sacerdotes, consagrados, consagradas y fieles laicos de la arquidiócesis

Queridos hermanos: 

Entre las experiencias más fuertes de las últimas décadas está la de encontrar puertas cerradas. La creciente inseguridad fue llevando, poco a poco, a trabar puertas, poner medios de vigilancia, cámaras de seguridad, desconfiar del extraño que llama a nuestra puerta. Sin embargo, todavía en algunos pueblos hay puertas que están abiertas. La puerta cerrada es todo un símbolo de este hoy. Es algo más que un simple dato sociológico; es una realidad existencial que va marcando un estilo de vida, un modo de pararse frente a la realidad, frente a los otros, frente al futuro. La puerta cerrada de mi casa, que es el lugar de mi intimidad, de mis sueños, mis esperanzas y sufrimientos así como de mis alegrías, está cerrada para los otros. Y no se trata sólo de mi casa material, es también el recinto de mi vida, mi corazón. Son cada vez menos los que pueden atravesar ese umbral. La seguridad de unas puertas blindadas custodia la inseguridad de una vida que se hace más frágil y menos permeable a las riquezas de la vida y del amor de los demás.

La imagen de una puerta abierta ha sido siempre el símbolo de luz, amistad, alegría, libertad, confianza. ¡Cuánto necesitamos recuperarlas! La puerta cerrada nos daña, nos anquilosa, nos separa.

Iniciamos el Año de la fe y paradójicamente la imagen que propone el Papa es la de la puerta, una puerta que hay que cruzar para poder encontrar lo que tanto nos falta. La Iglesia, a través de la voz y el corazón de Pastor de Benedicto XVI, nos invita a cruzar el umbral, a dar un paso de decisión interna y libre: animarnos a entrar a una nueva vida.

La puerta de la fe nos remite a los Hechos de los Apóstoles: “Al llegar, reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe” (Hechos 14,27). Dios siempre toma la iniciativa y no quiere que nadie quede excluido. Dios llama a la puerta de nuestros corazones: Mira, estoy a la puerta y llamo, si alguno escucha mi voz y abre la puerta entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo (Ap. 3, 20). La fe es una gracia, un regalo de Dios. “La fe sólo crece y se fortalece creyendo; en un abandono continuo en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios”

Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida mientras avanzamos delante de tantas puertas que hoy en día se nos abren, muchas de ellas puertas falsas, puertas que invitan de manera muy atractiva pero mentirosa a tomar camino, que prometen una felicidad vacía, narcisista y con fecha de vencimiento; puertas que nos llevan a encrucijadas en las que, cualquiera sea la opción que sigamos, provocarán a corto o largo plazo angustia y desconcierto, puertas autorreferenciales que se agotan en sí mismas y sin garantía de futuro. Mientras las puertas de las casas están cerradas, las puertas de los shoppings están siempre abiertas. Se atraviesa la puerta de la fe, se cruza ese umbral, cuando la Palabra de Dios es anunciada y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Una gracia que lleva un nombre concreto, y ese nombre es Jesús. Jesús es la puerta. (Juan 10:9) “Él, y Él solo, es, y siempre será, la puerta. Nadie va al Padre sino por Él. (Jn. 14.6)” Si no hay Cristo, no hay camino a Dios. Como puerta nos abre el camino a Dios y como Buen Pastor es el Único que cuida de nosotros al costo de su propia vida.

Jesús es la puerta y llama a nuestra puerta para que lo dejemos atravesar el umbral de nuestra vida. No tengan miedo… abran de par en par las puertas a Cristo nos decía el Beato Juan Pablo II al inicio de su pontificado. Abrir las puertas del corazón como lo hicieron los discípulos de Emaús, pidiéndole que se quedecon nosotros para que podamos traspasar las puertas de la fe y el mismo Señor nos lleve a comprender las razones por las que se cree, para después salir a anunciarlo. La fe supone decidirse a estar con el Señor para vivir con él y compartirlo con los hermanos.

Damos gracias a Dios por esta oportunidad de valorar nuestra vida de hijos de Dios, por este camino de fe que empezó en nuestra vida con las aguas del bautismo, el inagotable y fecundo rocío que nos hace hijos de Dios y miembros hermanos en la Iglesia. La meta, el destino o fin es el encuentro con Dios con quien ya hemos entrado en comunión y que quiere restaurarnos, purificarnos, elevarnos, santificarnos, y darnos la felicidad que anhela nuestro corazón.

Queremos dar gracias a Dios porque sembró en el corazón de nuestra Iglesia Arquidiocesana el deseo de contagiar y dar a manos abiertas este don del Bautismo. Este es el fruto de un largo camino iniciado con la pregunta ¿Cómo ser Iglesia en Buenos Aires? transitado por el camino del Estado de Asamblea para enraizarse en el Estado de Misión como opción pastoral permanente.

Iniciar este año de la fe es una nueva llamada a ahondar en nuestra vida esa fe recibida. Profesar la fe con la boca implica vivirla en el corazón y mostrarla con las obras: un testimonio y un compromiso público. El discípulo de Cristo, hijo de la Iglesia, no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. Desafío importante y fuerte para cada día, persuadidos de que el que comenzó en ustedes la buena obra la perfeccionará hasta el día, de Jesucristo. (Fil.1:6) Mirando nuestra realidad, como discípulos misioneros, nos preguntamos: ¿a qué nos desafía cruzar el umbral de la fe?

Cruzar el umbral de la fe nos desafía a descubrir que si bien hoy parece que reina la muerte en sus variadas formas y que la historia se rige por la ley del más fuerte o astuto y si el odio y la ambición funcionan como motores de tantas luchas humanas, también estamos absolutamente convencidos de que esa triste realidad puede cambiar y debe cambiar, decididamente porque “si Dios está con nosotros ¿quién podrá contra nosotros? (Rom. 8:31,37)

Cruzar el umbral de la fe supone no sentir vergüenza de tener un corazón de niño que, porque todavía cree en los imposibles, puede vivir en la esperanza: lo único capaz de dar sentido y transformar la historia. Es pedir sin cesar, orar sin desfallecer y adorar para que se nos transfigure la mirada.

Cruzar el umbral de la fe nos lleva a implorar para cada uno “los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (Flp. 2, 5) experimentando así una manera nueva de pensar, de comunicarnos, de mirarnos, de respetarnos, de estar en familia, de plantearnos el futuro, de vivir el amor, y la vocación.

Cruzar el umbral de la fe es actuar, confiar en la fuerza del Espíritu Santo presente en la Iglesia y que también se manifiesta en los signos de los tiempos, es acompañar el constante movimiento de la vida y de la historia sin caer en el derrotismo paralizante de que todo tiempo pasado fue mejor; es urgencia por pensar de nuevo, aportar de nuevo, crear de nuevo, amasando la vida con “la nueva levadura de la justicia y la santidad”. (1 Cor 5:8)

Cruzar el umbral de la fe implica tener ojos de asombro y un corazón no perezosamente acostumbrado, capaz de reconocer que cada vez que una mujer da a luz se sigue apostando a la vida y al futuro, que cuando cuidamos la inocencia de los chicos garantizamos la verdad de un mañana y cuando mimamos la vida entregada de un anciano hacemos un acto de justicia y acariciamos nuestras raíces.

Cruzar el umbral de la fe es el trabajo vivido con dignidad y vocación de servicio, con la abnegación del que vuelve una y otra vez a empezar sin aflojarle a la vida, como si todo lo ya hecho fuera sólo un paso en el camino hacia el reino, plenitud de vida. Es la silenciosa espera después de la siembra cotidiana, contemplar el fruto recogido dando gracias al Señor porque es bueno y pidiendo que no abandone la obra de sus manos. (Sal 137)

Cruzar el umbral de la fe exige luchar por la libertad y la convivencia aunque el entorno claudique, en la certeza de que el Señor nos pide practicar el derecho, amar la bondad, y caminar humildemente con nuestro Dios. (Miqueas 6:8)

Cruzar el umbral de la fe entraña la permanente conversión de nuestras actitudes, los modos y los tonos con los que vivimos; reformular y no emparchar o barnizar, dar la nueva forma que imprime Jesucristo a aquello que es tocado por su mano y su evangelio de vida, animarnos a hacer algo inédito por la sociedad y por la Iglesia; porque “El que está en Cristo es una nueva criatura”. (2 Cor 5,17-21)

Cruzar el umbral de la fe nos lleva a perdonar y saber arrancar una sonrisa, es acercarse a todo aquel que vive en la periferia existencial y llamarlo por su nombre, es cuidar las fragilidades de los más débiles y sostener sus rodillas vacilantes con la certeza de que lo que hacemos por el más pequeño de nuestros hermanos al mismo Jesús lo estamos haciendo. (Mt. 25, 40)

Cruzar el umbral de la fe supone celebrar la vida, dejarnos transformar porque nos hemos hecho uno con Jesús en la mesa de la eucaristía celebrada en comunidad, y de allí estar con las manos y el corazón ocupados trabajando en el gran proyecto del Reino: todo lo demás nos será dado por añadidura. (Mt. 6.33)

Cruzar el umbral de la fe es vivir en el espíritu del Concilio y de Aparecida, Iglesia de puertas abiertas no sólo para recibir sino fundamentalmente para salir y llenar de evangelio la calle y la vida de los hombres de nuestros tiempo.

Cruzar el umbral de la fe para nuestra Iglesia Arquidiocesana, supone sentirnos confirmados en la Misión de ser una Iglesia que vive, reza y trabaja en clave misionera.

Cruzar el umbral de la fe es, en definitiva, aceptar la novedad de la vida del Resucitado en nuestra pobre carne para hacerla signo de la vida nueva.

Meditando todas estas cosas miremos a María, que Ella, la Virgen Madre, nos acompañe en este cruzar el umbral de la fe y traiga sobre nuestra Iglesia en Buenos Aires el Espíritu Santo, como en Nazaret, para que igual que ella adoremos al Señor y salgamos a anunciar las maravillas que ha hecho en nosotros.


Card. Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires
1 de octubre de 2012. Fiesta de Santa Teresita del Niño Jesús




Monseñor Fisichella presenta dos nuevos eventos del Año de la Fe




Esta mañana en la Oficina de Prensa de la Santa Sede ha tenido lugar la presentación de dos nuevos eventos del Año de la Fe:

la Jornada de los jóvenes confirmados o que se preparan a la Confirmación (27-28 abril) y la Jornada de las Cofradías y de la Piedad Popular (3-5 mayo). Han intervenido el obispo Rino Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización y Mons. Graham Bell, subsecretario del mismo dicasterio.

El obispo Fisichella ha explicado que el denominador común de los acontecimientos que tendrán lugar en Roma con el Santo Padre será “el de evidenciar la peregrinación a la tumba de Pedro. Por eso el día anterior se propondrá a los participantes una procesión simbólica desde el obelisco de la Plaza de San Pedro hasta la tumba del apóstol donde se rezará el Credo. Durante el recorrido habrá una breve catequesis para recordar el significado de los lugares en que nos encontramos y su valor histórico para la fe”.

El primer evento tendrá lugar los próximos 27 y 28 de abril y estará dedicado a todos los que hayan recibido o que recibirán durante el año, el sacramento de la Confirmación. Ya se han inscrito más de 70.000 jóvenes acompañados de sus catequistas y sacerdotes y esta presencia “evidencia el entusiasmo con la que se han sumado a la iniciativa y la gran participación que debemos esperar”.

Por primera vez, el Papa Francisco conferirá el sacramento de la Confirmación a 44 jóvenes de todo el mundo que representarán simbólicamente a toda la Iglesia en los cinco continentes. “Son jóvenes – ha dicho el obispo- que muestran el rostro de la Iglesia presente allí donde las personas viven y sufren, para dar a todos la esperanza y la certeza del futuro. Pero no sólo hay jóvenes ya que “no hay uniformidad sobre la edad en que recibir el sacramento y las edades oscilan entre los 11 y los 55 años”.

El segundo acontecimiento importante, al que hasta a la fecha ya se han apuntado más de 50.000 personas, se celebrará del 3 al 5 de mayo y se dedicará a la piedad popular. Las cofradías de los países donde la tradición es más fuerte, darán testimonio de las diferentes tradiciones locales como resultado de una religiosidad que se ha expresado a través de los siglos con iniciativas y obras de arte que duran hasta nuestros días. “El momento cumbre será la Santa Misa celebrada por el Papa el domingo a las 10,00 en la Plaza de San Pedro”.
“Se vivirá un momento de fe -ha concluido el prelado- que encuentra en la sencillez de las expresiones y de la piedad popular su matriz más arraigada en nuestra gente, que sin interrupción viven estos signos como recordatorio de la fe de las generaciones anteriores y como una tradición que se debe atestiguar con coraje y entusiasmo”.

Ciudad del Vaticano, 24 abril 2013 (VIS).-



EVENTOS AÑOS DE LA FE.


GRAN EVENTO EN EL AÑO DE LA FE
JORNADA DE LOS JÓVENES CONFIRMADOS DURANTE EL AÑO DE LA FE PLAZA SAN PEDRO

27/04/2013 10:00 AM - 28/04/2013 12:00 PM (SAVE TO CAL)
ESTADO DE LA CIUDAD DEL VATICANO - BASÍLICA DE SAN PIETRO  (ESTADO DE LA CIUDAD DEL VATICANO)




El día está dedicado a todos los niños y niñas que van a recibir el Sacramento de la Confirmación durante el Año de la fe. El Santo Padre conferirá el sacramento de la Confirmación a un pequeño grupo representativo de los jóvenes.



Datos de mapa ©2013 Google - Términos de uso



TEMA Y PROGRAMA

“SÓIS MIS TESTIGOS”


Sábado 27 de ABRIL

Desde la mañana y a lo largo de toda la jornada: Plaza San Pedro
Peregrinación a la tumba de Pedro; Professio fidei.
Los grupos de muchachos, a diversas horas, llegarán a la Plaza San Pedro donde serán acogidos por los catequistas. Después de una breve bienvenida, un catequista/voluntario iniciará la peregrinación con el grupo. Durante el recorrido, el catequista/voluntario irá yendo por etapas, mientras explica a los jóvenes lo que ven y ora con ellos. El recorrido de la peregrinación es el siguiente: Plaza San Pedro, Pietà de Miguel Ángel, Tumba de Juan Pablo II, Tumba de S. Pedro (Professio Fidei). A la salida los muchachos podrán dejar sus intenciones de oración, escribiéndolas sobre un grande rollo de papel, y recibirán breves textos de la Sagrada Escritura con las palabras de Pedro.


Domingo 28 de ABRIL

A las 10,00, Plaza San Pedro

Celebración eucarística conclusiva presidida por el Santo Padre.

Durante la celebración un grupo di jóvenes recibirá el Sacramento de la Confirmación.

De las 14,00 a las 15.30

Fiesta de los testimonios.

La "Fiesta de los testimonios" concluirá el encuentro mundial de los Confirmados con el Santo Padre.



La peregrinación de oración y la Fiesta se colocan recíprocamente como preparación y prosecución de la Eucaristía con el Santo Padre, que es – y debe permanecer así en la mente de los participantes – el momento central del evento. El ambiente que acompañará todo esto será de vivacidad y alegría, casi una “fiesta de la fe”, en la que están programadas: testimonios de jóvenes que han recibido el sacramento, testimonios de invitados especiales (del mundo del deporte, del espectáculo, de la ciencia, etc.), un acompañamiento musical y coreográfico, una comunicación visual.



JORNADA DE LOS JÓVENES CONFIRMADOS DURANTE EL AÑO DE LA FE PLAZA SAN PEDRO.

(RV).- (Con audio) Tal como estaba previsto, este V Domingo de Pascua, en el marco del Año de la Fe, el Papa Francisco confirió, por primera vez, el Sacramento de la Confirmación a cuarenta y cuatro fieles de todo el mundo en representación de toda la Iglesia en los cinco continentes. En su homilía de la misa celebrada a las diez de la mañana en la Plaza de San Pedro, ante 70 mil personas, el Obispo de Roma reflexionó sobre tres puntos: la novedad de Dios, las tribulaciones en la vida y la firmeza en el Señor.

De las novedades mundanas, que son todas provisionales, el Papa dijo que pasan y siempre se busca algo más. Mientras la novedad que Dios ofrece a nuestra vida es definitiva, y no sólo en el futuro, cuando estaremos con Él, sino también ahora, porque Dios está haciendo todo nuevo, el Espíritu Santo nos transforma verdaderamente y quiere transformar, contando con nosotros, el mundo en que vivimos. Por esta razón el Papa pidió que le abramos la puerta a Dios, que dejemos que Él nos guíe y que su acción continua nos haga hombres y mujeres nuevos, animados por su amor, que el Espíritu Santo nos concede.


En su segundo pensamiento el Santo Padre recordó que el camino de la Iglesia, y también nuestro camino cristiano personal, no son siempre fáciles, puesto que encontramos dificultades. Y dijo que a pesar de que seguir al Señor es un camino que encuentra muchos obstáculos, fuera de nosotros, en el mundo en el que vivimos que frecuentemente no nos comprende, y también dentro de nosotros, estas tribulaciones forman parte del camino para llegar a la gloria de Dios, como para Jesús, que ha sido glorificado en la Cruz.


En el último punto de su homilía Francisco invitó a quienes estaban a punto de recibir la Confirmación, y a todos, a permanecer estables en el camino de la fe con una firme esperanza en el Señor. Puesto que aquí está el secreto de nuestro camino. Él nos da el valor para caminar contra corriente.


Hacia el final de la celebración, dos jóvenes que recibieron la Confirmación de manos del Papa, un español y una italiana, dirigieron su saludo a Francisco. Escuchemos lo que dijo Santiago: 
 


Texto completo de la homilía del Santo Padre:

Permanecer estables en la fe con una firme esperanza en el Señor, Papa Francisco en su homilía



Queridos hermanos y hermanas,

Queridos hermanos que van a recibir el sacramento de la confirmación:

Quisiera proponerles tres simples y breves pensamientos sobre los que reflexionar.

1. En la segunda lectura hemos escuchado la hermosa visión de san Juan: un cielo nuevo y una tierra nueva y después la Ciudad Santa que desciende de Dios. Todo es nuevo, transformado en bien, en belleza, en verdad; no hay ya lamento, luto… Ésta es la acción del Espíritu Santo: nos a trae la novedad de Dios; viene a nosotros y hace nuevas todas las cosas, nos cambia. El Espíritu nos cambia. Y la visión de san Juan nos recuerda que estamos todos en camino hacia la Jerusalén del cielo, la novedad definitiva para nosotros, y para toda la realidad, el día feliz en el que podremos ver el rostro del Señor, ese rostro maravilloso del Señor Jesús, podremos estar con Él para siempre, en su amor.


Ven, la novedad de Dios no se asemeja a las novedades mundanas, que son provisorias, pasan y siempre se busca algo más. La novedad que Dios ofrece a nuestra vida es definitiva, y no sólo en el futuro, cuando estaremos con Él, sino también hoy: Dios está haciendo todo nuevo, el Espíritu Santo nos transforma verdaderamente y quiere transformar, contando con nosotros, el mundo en que vivimos. Abrámosle la puerta, dejemos que Él nos guíe, dejemos que la acción continua de Dios nos haga hombres y mujeres nuevos, animados por el amor de Dios, que el Espíritu Santo nos da. Qué hermoso si cada uno de ustedes noche, pudiera decir: hoy en la escuela, en casa, en el trabajo, guiado por Dios, he realizado un gesto de amor hacia un compañero, mis padres, un anciano. ¡Qué bello!


2. Un segundo pensamiento: en la primera lectura Pablo y Bernabé afirman que “hay que pasar muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios” (Hch 14, 22). El camino de la Iglesia, también nuestro camino cristiano personal, no son siempre fáciles, encontramos dificultades, tribulaciones. Seguir al Señor, dejar que su Espíritu transforme nuestras zonas de sombra, nuestros comportamientos que no son según Dios, y lave nuestros pecados, es un camino que encuentra muchos obstáculos, fuera de nosotros, en el mundo en el que vivimos que frecuentemente no nos comprende, y también dentro de nosotros, en nuestro corazón. Pero las dificultades, las tribulaciones, forman parte del camino para llegar a la gloria de Dios, como para Jesús, que ha sido glorificado en la Cruz; las encontraremos siempre en la vida. No nos desanimemos: tenemos la fuerza del Espíritu para vencer nuestras tribulaciones.

3. Y así llego al último punto. Es una invitación que dirijo a ustedes, los que se van a confirmar y a todos: permanezcan estables en el camino de la fe con una firme esperanza en el Señor. Aquí está el secreto de nuestro camino. Él nos da el valor para caminar contra corriente. Escuchen bien jóvenes: ir contra corriente. Esto hace bien al corazón, pero hace falta valor para ir contra corriente.

Y Él nos da esta fuerza. No hay dificultades, tribulaciones, incomprensiones que nos hagan temer si permanecemos unidos a Dios como los sarmientos están unidos a la vid, si no perdemos la amistad con Él, si le hacemos cada vez más espacio en nuestra vida. Esto también y sobre todo si nos sentimos pobres, débiles, pecadores, porque Dios da fuerza a nuestra debilidad, riqueza a nuestra pobreza, conversión y perdón a nuestro pecado. Es tan misericordioso el Señor que siempre si vamos a Él nos perdona. Confiemos en la acción de Dios. Con Él podemos hacer cosas grandes y nos hará sentir el gozo de ser sus discípulos, sus testigos. ¡Apuesten por los grandes ideales, por las cosas grandes, nosotros los cristianos no hemos sido elegidos por el Señor para las cosas pequeñas, vayan siempre más allá, hacia las cosas grandes, jóvenes, juéguense la vida por grandes ideales!
Novedad de Dios, tribulaciones en la vida, firmes en el Señor. Queridos amigos, abramos de par en par la puerta de nuestra vida a la novedad de Dios que nos concede el Espíritu Santo, para que nos transforme, nos fortalezca en las tribulaciones, refuerce nuestra unión con el Señor, nuestro permanecer firmes en Él: ésta es una verdadera alegría. 


Así sea. 

(María Fernanda Bernasconi – RV)




Confirmaciones en San Pedro: El Papa invita a los jóvenes a vivir su fe a contracorriente

2013-04-29 13:27:49  





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JORNADA DE LAS HERMANDADES

Y DE LA PIEDAD POPULAR

(3-5 mayo)

AUTENCIDAD EVANGÉLICA, ECLESIALIDAD, MISIONARIEDAD: CARACTERISTICAS DE LAS HERMANDADES

Ciudad del Vaticano, 5 de mayo de 2013 (VIS).-Miles de personas, miembros de hermandades procedentes de Italia, Francia, España Irlanda, Malta , Polonia..han desfilado en medio de una lluvia incesante por la Via della Conciliazione, antes de concentrarse en la Plaza de San Pedro para asistir a la Misa presidida por el Santo Padre, con motivo de la peregrinación de las cofradías a Roma en el Año de la Fe.


MONS.RINO FISICHELLA SALUDO AL PAPA


“Aquí están representados - ha dicho el arzobispo Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, durante su saludo al Papa- diez siglos de historia que pocos conocen porqué está hecha de sencillos gestos cotidianos, grabados, sin embargo, en el corazón de las personas. Las Hermandades han sido expresión del fruto más genuino de la fe: la caridad hacia los pobres, los abandonados, los que sufren, los marginados”.

“¡Habéis tenido valor para venir con esta lluvia! - ha respondido el Obispo de Roma- El Señor os lo pague. 


Texto y audio de la Homilía de Papa Francisco 
VI Domingo de Pascua
5 de mayo de 2013


Queridos Hermanos y Hermanas

En el camino del Año de la Fe, me alegra celebrar esta Eucaristía dedicada de manera especial a las Hermandades, una realidad tradicional en la Iglesia que ha vivido en los últimos tiempos una renovación y un redescubrimiento. Saludo a todos con afecto, en especial a las Hermandades que han venido de diversas partes del mundo. Gracias por su presencia y su testimonio.

1. Hemos escuchado en el Evangelio un pasaje de los sermones de despedida de Jesús, que el evangelista Juan nos ha dejado en el contexto de la Última Cena. Jesús confía a los Apóstoles sus últimas recomendaciones antes de dejarlos, como un testamento espiritual. 

El texto de hoy insiste en que la fe cristiana está toda ella centrada en la relación con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Quien ama al Señor Jesús, acoge en sí a Él y al Padre, y gracias al Espíritu Santo acoge en su corazón y en su propia vida el Evangelio. Aquí se indica el centro del que todo debe iniciar, y al que todo debe conducir: amar a Dios, ser discípulos de Cristo viviendo el Evangelio. Dirigiéndose a ustedes, Benedicto XVI ha usado esta palabra: «evangelicidad»

Queridas Hermandades, la piedad popular, de la que son una manifestación importante, es un tesoro que tiene la Iglesia, y que los obispos latinoamericanos han definido de manera significativa como una espiritualidad, una mística, que es un «espacio de encuentro con Jesucristo». 

Acudan siempre a Cristo, fuente inagotable, refuercen su fe, cuidando la formación espiritual, la oración personal y comunitaria, la liturgia. A lo largo de los siglos, las Hermandades han sido fragua de santidad de muchos que han vivido con sencillez una relación intensa con el Señor. Caminen con decisión hacia la santidad; no se conformén con una vida cristiana mediocre, sino que su pertenencia sea un estímulo, ante todo para ustedes, para amar más a Jesucristo.

2. También el pasaje de los Hechos de los Apóstoles que hemos escuchado nos habla de lo que es esencial. En la Iglesia naciente fue necesario inmediatamente discernir lo que es esencial para ser cristianos, para seguir a Cristo, y lo que no lo es. Los Apóstoles y los ancianos tuvieron una reunión importante en Jerusalén, un primer «concilio» sobre este tema, a causa de los problemas que habían surgido después de que el Evangelio hubiera sido predicado a los gentiles, a los no judíos. 

Fue una ocasión providencial para comprender mejor qué es lo esencial, es decir, creer en Jesucristo, muerto y resucitado por nuestros pecados, y amarse unos a otros como Él nos ha amado. Pero noten cómo las dificultades no se superaron fuera, sino dentro de la Iglesia. Y aquí entra un segundo elemento que quisiera recordarles, como hizo Benedicto XVI: la «eclesialidad». 

La piedad popular es una senda que lleva a lo esencial si se vive en la Iglesia, en comunión profunda con sus Pastores. Queridos hermanos y hermanas, la Iglesia los quiere. Sean una presencia activa en la comunidad, como células vivas, piedras vivas. 

Los obispos latinoamericanos han dicho que la piedad popular, de la que ustedes son una expresión es « una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia» (Documento de Aparecida, 264). Amen a la Iglesia. Déjense guiar por ella. 

En las parroquias, en las diócesis, sean un verdadero pulmón de fe y de vida cristiana. Veo en esta plaza una gran variedad de colores y de signos. Así es la Iglesia: una gran riqueza y variedad de expresiones en las que todo se reconduce a la unidad, al encuentro con Cristo.

3. Quisiera añadir una tercera palabra que los debe caracterizar: «misionariedad». Tienen una misión específica e importante, que es mantener viva la relación entre la fe y las culturas de los pueblos a los que pertenecen, y lo hacen a través de la piedad popular. 

Cuando, por ejemplo, llevan en procesión el crucifijo con tanta veneración y tanto amor al Señor, no hacen únicamente un gesto externo; indican la centralidad del Misterio Pascual del Señor, de su Pasión, Muerte y Resurrección, que nos ha redimido; e indican, primero a ustedes mismos y también a la comunidad, que es necesario seguir a Cristo en el camino concreto de la vida para que nos transforme. 

Del mismo modo, cuando manifiestan la profunda devoción a la Virgen María, señalan al más alto logro de la existencia cristiana, a Aquella que por su fe y su obediencia a la voluntad de Dios, así como por la meditación de las palabras y las obras de Jesús, es la perfecta discípula del Señor (cf. Lumen gentium, 53). 

Esta fe, que nace de la escucha de la Palabra de Dios, ustedes la manifiestan en formas que incluyen los sentidos, los afectos, los símbolos de las diferentes culturas... Y, haciéndolo así, ayudan a transmitirla a la gente, especialmente a los sencillos, a los que Jesús llama en el Evangelio «los pequeños». En efecto, «el caminar juntos hacia los santuarios y el participar en otras manifestaciones de la piedad popular, también llevando a los hijos o invitando a otros, es en sí mismo un gesto evangelizador» (Documento de Aparecida, 264).

Sean también ustedes auténticos evangelizadores. Que sus iniciativas sean «puentes», senderos para llevar a Cristo, para caminar con Él. Y, con este espíritu, estén siempre atentos a la caridad. Cada cristiano y cada comunidad es misionera en la medida en que lleva y vive el Evangelio, y da testimonio del amor de Dios por todos, especialmente por quien se encuentra en dificultad. Sean misioneros del amor y de la ternura de Dios.

Autenticidad evangélica, eclesialidad, ardor misionero. Pidamos al Señor que oriente siempre nuestra mente y nuestro corazón hacia Él, como piedras vivas de la Iglesia, para que todas nuestras actividades, toda nuestra vida cristiana, sea un testimonio luminoso de su misericordia y de su amor. 

Así caminaremos hacia la meta de nuestra peregrinación terrena, hacia la Jerusalén del cielo. Allí ya no hay ningún templo: Dios mismo y el Cordero son su templo; y la luz del sol y la luna ceden su puesto a la gloria del Altísimo. 

Que así sea.



Misa con las Cofradías: El Papa recuerda la dimensión misionera de la piedad popular

2013-05-06 18:06:41   







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