GRAN EVENTO EN EL
AÑO DE LA FE:
"JORNADA MARIANA"
12/10/2013 - 13/10/2013
CIUDAD DEL VATICANO
- PLAZA DE SAN PEDRO
(ESTADO DE LA CIUDAD
DEL VATICANO)
“Dichosa
tú porque has creído”
SÁBADO 12 DE
OCTUBRE
7.30 a.m. –
12.00 m. Peregrinación a la Tumba del
Apóstol Pedro
9.00 a.m. –
12.00 m. Adoración eucarística y
celebración del sacramento de la reconciliación en algunas iglesias cercanas a
la Basílica de San Pedro
5.00 p.m. Plaza San Pedro. Acogida de la estatua original de
la Virgen de Fátima por parte del Papa Francisco
Catequesis
mariana
Desde las
7.00 p.m. Estadía de la estatua de la
Virgen de Fátima en el Santuario romano del Divino Amor e inicio del momento de
oración “Con María, más allá de la noche”*, el cual está organizado
en dos momentos especiales:
a) Recitación
del Santo Rosario en unión con algunos santuarios marianos del mundo (ore
7:00 p.m.)
b) Vigilia
de oración (Desde las 10.00 p.m.)
DOMINGO 13 DE
OCTUBRE
8.00 a.m. Llegada a la
Plaza San Pedro
10.00 a.m. Recitación del Santo Rosario
10.30
a.m. Santa Misa presidida por el
Papa Francisco
* Este
momento está organizado por el Vicariato de Roma y es patrocinado por el
Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización.
PRESENTACIÓN DE LA JORNADA
MARIANA
Ciudad del Vaticano, 11 octubre 2013 (VIS).- Esta mañana,
en la Oficina de Prensa de la Santa Sede, se ha presentado el gran evento del
Año de la Fe "Jornada Mariana",
que tendrá lugar en Roma los días 12 y 13 de octubre. Han participado el
arzobispo Rino Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción
del la Nueva Evangelización; el arzobispo José Octavio Ruiz Arenas, y monseñor
Graham Bell, respectivamente Secretario y Subsecretario del mismo dicasterio.
En su intervención, monseñor
Fisichella ha destacado que al inicio del Año de la Fe se decidió que sería
decisivo, en el curso del mismo, recorrer la historia de nuestro credo y para
ello Benedicto XVI puso en primer lugar la figura de María que representa para
los creyentes la primera respuesta de fe, plena y total, con la que nos
abandonamos totalmente a Dios.
Para ello, el sábado 12 de octubre llegará a
Roma la estatua original de la Virgen de Fátima. El prelado ha enfatizado la
importancia del evento recordando que "la estatua no sale nunca de su
santuario, solo en eventos excepcionales y extraordinarios. La última vez fue
en el Gran Jubileo de 2000 cuando el beato Juan Pablo II, el 13 de mayo,
realizó el acto de consagración a la Virgen. Se ha elegido la fecha del 13 de
octubre porque recuerda la última aparición de la Virgen a los tres pastorcitos
en 1917".
La Virgen de Fátima llegará el sábado al aeropuerto
romano de Fiumicino y se dirigirá al Vaticano donde realizará una pequeña
procesión interna. La estatua hará una parada en la capilla de las estancias
donde reside Benedicto XVI para que el Papa emérito pueda rezar ante ella.
Desde allí se dirigirá a Santa Marta donde la estará esperando el Papa
Francisco.
Como ya es tradición en estos eventos, desde el sábado
por la mañana, habrá una peregrinación a la tumba de San Pedro y por la tarde,
la plaza se abrirá a los peregrinos a las 14.30 horas.
De las 15 a las 16, se
reflexionará en común sobre el significado de la jornada y a las 16 comenzará
la procesión de la Virgen por la plaza - monseñor Fisichella ha pedido a los
peregrinos que saluden a la Virgen con pañuelos blancos-, y a las 17 el Papa
Francisco acogerá la estatua a la entrada de la basílica.
Al finalizar la
oración en la Plaza de San Pedro la estatua será transportada al santuario del
Divino Amor para una vigilia de oración durante toda la noche.
El domingo por
la mañana, la Virgen volverá a la Plaza del Vaticano, repetirá la procesión y a
partir de las 9.30 el Papa celebrará la Santa Misa. Al finalizar, el Pontífice
realizará el acto de consagración a la Virgen y rezará el Ángelus junto a los
peregrinos presentes.
Se espera que en el evento participen más de 150.000
peregrinos de todo el mundo con unas 48 representaciones internacionales.
“LA DEVOCIÓN MARIANA DE LOS
PAPAS”
2013-10-12 Radio Vaticana
(RV).- El
Papa Pío XII es el Papa que ha dedicado a María más cartas encíclicas: 8
cartas. Papa Pacelli fue el primer Pontífice que consagró el mundo al Corazón
Inmaculado de María, el 31 de octubre de 1942, después de repetidos pedidos de
la misma Virgen, que se aparecía varias veces en Fátima, en Portugal, desde el
13 de mayo de 1917. “A usted, al Vuestro Corazón Inmaculado, yo como
padre común de la gran familia cristiana, como Vicario de aquellos a quien le
fue dado todo el poder en el cielo y en la tierra – estas son las palabras de
Pío XII- en estas horas trágicas de la historia humana, confiamos, consignamos,
consagramos no sólo la Santa Iglesia… también el mundo entero, lacerado por las
discordias, quemado por incendios de odio, víctima de su misma iniquidad”.
Se debe a Pío XI, en 1930, el reconocimiento oficial de la aparición en la
ciudad portuguesa y el culto a la Virgen de Fátima.
La devoción a María de Juan
XXIII se revela en el “Diario del alma”, el diario personal di Angelo Roncalli-
que durante cuatro decenios anotaba los pensamientos y reflexiones espirituales
en su propio cuaderno- donde emerge la constante confianza a la Virgen.
También
la protección de María, Juan XXIII ha confiado el Concilio Vaticano II, en el
día de la inauguración, el 11 octubre 1962, en la fiesta de María Madre de Dios
-hoy trasladada al 1 de enero- en recuerdo del día de la proclamación del dogma
de la Divina Maternidad de la Virgen, en 431, de parte del Concilio de Éfeso.
Promulgado la Constitución Dogmática Lumen Gentium el 21 noviembre de 1964,
Pablo VI ha declarado la Virgen María “Madre de la Iglesia” y el 2 de febrero
de 1974 ha firmado la exhortación apostólica Marialis Cultus, sobre la relación
entre la sagrada liturgia y el culto a la Virgen con consideraciones y
directivas para favorecer el desarrollo.
Para recordar la devoción de Juan
Pablo II a la Virgen basta citar el motu apostólico: Totus Tuus, además en los
27 años de pontificado, mostró esta devoción con gestos, palabras y documentos
oficiales, entre los cuales la Carta Encíclica Redemptoris Mater del 25 de
marzo 1987, sobre la Beata Virgen María en la vida de la Iglesia en camino, y
la carta apostólica sobre el Rosario del 16 octubre 2002.
En continuidad con su
predecesor, Benedicto XVI en cada audiencia, discurso y homilía ha siempre
confiado los fieles a María, y en diversos viajes apostólicos ha hecho visita a
los Santuarios Marianos.
El 24 de julio de este año en Brasil, en Aparecida,
Papa Francisco ha consagrado a María su Pontificado y el pasado 22 septiembre
así ha orado en Cagliari a la Virgen de Bonaria: “Tenemos necesidad de
su mirada de ternura, de su mirada materna que nos conoce mejor que cualquier
otro, de su mirada llena de compasión y de cuidado. María, hoy queremos
decirte: ¡Madre, danos tu mirada! Tu mirada nos lleva a Dios, tu mirada es un
don del Padre bueno, que nos espera en cada encrucijada de nuestro camino.”
(Luz Erika Limachi - RV)
(Luz Erika Limachi - RV)
LA ESTATUA DE LA VIRGEN DE
FÁTIMA, EN ROMA, PRESIDE LAS JORNADAS MARIANAS, EN EL AÑO DE LA FE
2013-10-12
Radio Vaticana
Efectivamente, no podía faltar en el Año de la Fe, un evento dedicado a la piedad mariana, que es lo caracteriza de manera particular las dos jornadas marianas de este sábado y domingo, con la presencia solemne de la estatua original de Nuestra Señora de Fátima. Mons, Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización, presentando ayer el evento dijo que es “un hecho insólito, porque la estatua de la Virgen de Fátima, de hecho, nunca abandona el santuario. Y sólo lo hace para eventos excepcionales y extraordinarios. La última vez que sucedió, fue durante el Gran Jubileo del año 2000, cuando el beato Juan Pablo II, el 13 de mayo, realizó el Acto de consagración a María.
Juan Pablo II era muy devoto a esta aparición de la Virgen a los tres pastorcillos de Fátima y quiso que la bala, con la que fue herido el 13 de mayo de 1981 en la Plaza de San Pedro, fuera incrustada en la corona que cubre la cabeza de la estatua de la Virgen de Fátima. El Papa Wojtyla vio en la protección de Nuestra Señora de Fátima, el día de su atentado, una intervención milagrosa de la Virgen en su vida y esto le marcó profundamente.
La elección de la Jornada mariana ha sido intencionalmente querida, el 13 de octubre, porque esta fecha recuerda la última aparición de la Virgen a los pastorcitos Jacinta, Francisco y Lucía en el año 1917. En esa ocasión, la Virgen les dijo que continuaran rezando siempre el Rosario todos los días. Un mensaje que vuelve en este Año de la fe, para que los cristianos retornen la oración mariana del rosario como una devoción diaria.
Las dos jornadas se llevarán a cabo como ya es tradicional en estos eventos. Este Sábado, 12 de octubre, ha tenido lugar por la mañana la peregrinación a la tumba de Pedro, y por la tarde la catequesis del Papa Francisco. Los actos en la plaza de san Pedro, con la bienvenida a los peregrinos, empezarán a partir de las tres de esta tarde. Habrá momentos de animación y de reflexión.
A las
cuatro de la tarde comenzará la procesión de la imagen de la Virgen a través de
los distintos sectores de la plaza. Se ha pedido que los peregrinos saluden,
como es tradición a la Virgen de Fátima, con pañuelos blancos al paso de la
estatua. Para dar un tono de solemnidad, la procesión será escoltada por la
Guardia Suiza y los gendarmes.
En el momento culminante de la procesión, a las 5.00, el Santo Padre acogerá a la Virgen, delante de la fachada de la basílica. Después del momento de oración, la estatua será transportará al Santuario del Divino Amor, en las afueras de Roma, donde tendrá lugar el rezo del Santo Rosario, en conexión con otros santuarios marianos. Seguirá una Vigilia de Oración, que se extenderá durante toda la noche, hasta la llegada de los peregrinos que tradicionalmente vienen al santuario, al amanecer.
El domingo por la mañana, la estatua de la Virgen volverá al Vaticano para repetir la procesión por la Plaza de San Pedro, a partir de las 09:30, a la que seguirá la Santa Misa presidida por el Papa Francisco. Al final el Obispo de Roma hará el acto de consagración a Nuestra Señora y concluirá con el rezo del Ángelus.
(ER RV)
LA VIRGEN MARÍA “CON OLOR A
OVEJA”
2013-10-12
Radio Vaticana
REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz
(RV).- (Audio)mp3 Si amigos, esta vez es la Virgen María de Nazaret la que tiene “olor a oveja”. No solo porque en Tierra Santa andaba entre pastores y ovejas, sino por que -fiel al espíritu de su hijo Jesús en su predilección por las más frágiles-, se hace ver entre los pobres, por ejemplo en Portugal por los niños Lucia, Jacinta y Francisco que pastoreaban sus ovejas. Son las famosas “apariciones” de Fátima.
La Madre de Dios y de la familia católica, después de su Asunción al cielo, continúa con su premurosa ternura con los más débiles; más cercana todavía de todos y de cada uno, porque desde el seno de Dios conoce mejor las necesidades y sufrimientos de sus hijos queridos. Así, María de Nazaret es coherente también hoy con su vocación evangelizadora, inseparable de su condición de Madre del Hijo de Dios, dado que después de responder que sí al anuncio del ángel, inmediatamente se puso en camino para ir a ayudar a su prima santa Isabel llevando a Jesús en su vientre.
La joven Madre virgen no puede separar su respuesta de amor a Dios, del amor por la gente, especialmente los desvalidos a quienes sigue llevando el amor de Jesús. Y esta vocación de María de Nazaret la convierte en madre de todos.
Creemos en su Asunción en cuerpo y alma al cielo, pero se deja ver aquí y allá, en el encuentro con sus hijos; entre aquellos que no tienen a quien recurrir, más que a la Madre de Jesús. No se queda encerrada, sale, está atenta, se presenta, intercede, consuela, ayuda.Y ahora, siguiendo la invitación de Papa Francisco a los sacerdotes y religiosos a ser “pastores con olor a oveja” y la invitación a todos los fieles a salir de la cueva del egoísmo para ir a la carne herida de Jesús en el hermano que sufre, la misma imagen original de nuestra Señora de Fátima que se venera en Portugal, se hizo peregrina hasta el santuario de San Pedro para recibir allí el acto de confianza de Papa Francisco y la veneración de los fieles.
Hoy vos y yo tenemos la posibilidad de quedarnos en la cueva del egoísmo, con nuestros problemitas o sumarnos a la veneración de aquella que nos puede ayudar a salir al que sufre más que nosotros. ¡Santa María Madre de Dios, Ruega por nosotros!
LA VIRGEN DE FÁTIMA EN LA
PLAZA DE SAN PEDRO
2013-10-12
L’Osservatore Romano
Ha llegado al Vaticano a
primera hora de la tarde de hoy, 12 de octubre, la estatua de la Virgen de
Fátima. La venerada imagen se coloca en la plaza de San Pedro para las
celebraciones de la jornada mariana, presididas por el Papa Francisco en el
marco de las iniciativas por el Año de la fe.
Avanzada la tarde está, de hecho,
programado un momento de oración y de catequesis con la participación de miles
de fieles, a lo que seguirá mañana por la mañana la celebración de la misa al
término de la cual el Santo Padre llevará a cabo el acto de entrega a la
Virgen.
Procedente del Santuario de Cova da Iría, la estatua ha sido llevada
hasta el aeropuerto romano de Fiumicino en un vuelo de línea de la compañía
portuguesa Tap procedente de Lisboa.
Al aterrizar se ha hecho cargo la
Aeronáutica militar italiana, que ha procedido a su traslado en helicóptero
hacia el Vaticano. Aquí ha tenido lugar una pequeña procesión de la imagen
mariana, deteniéndose en la capilla del monasterio Mater Ecclesiae, residencia
de Benedicto XVI, y en la Domus Sanctae Marthae, donde ha sido acogida por el
Papa Francisco.
El obispo de Roma recordó que "la fe de María da carne humana a Jesús". "María ha concebido a Jesús en la fe, y después en la carne, cuando ha dicho «sí» al anuncio que Dios le ha dirigido mediante el ángel. ¿Qué quiere decir esto? Que Dios no ha querido hacerse hombre ignorando nuestra libertad, ha querido pasar a través del libre consentimiento de María, de su «sí»", agregó el Papa en su catequesis afirmando que lo ha ocurrido en la Virgen Madre de manera única, también nos sucede a nosotros a nivel espiritual cuando acogemos la Palabra de Dios con corazón bueno y sincero y la ponemos en práctica.
Catequesis completa del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas
En este encuentro del Año de la fe dedicado a María, Madre de Cristo y de la Iglesia, Madre nuestra. Su imagen, traída desde Fátima, nos ayuda a sentir su presencia entre nosotros. Es una realidad: María siempre nos lleva a Jesús. Es una mujer de fe, una verdadera creyente. Podemos preguntarnos ¿Cómo es la fe de María?
1. El primer elemento de su fe es éste: La fe de María desata el nudo del pecado (cf. LG, 56). ¿Qué significa esto? Los Padres conciliares han tomado una expresión de san Ireneo que dice así: «El nudo de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María. Lo que ató la virgen Eva por su falta de fe, lo desató la Virgen María por su fe» (Adv. Haer., III, 22, 4).
El «nudo» de la desobediencia, el «nudo» de la incredulidad. Cuando un niño desobedece a su madre o a su padre, podríamos decir que se forma un pequeño «nudo». Esto sucede si el niño actúa dándose cuenta de lo que hace, especialmente si hay de por medio una mentira; en ese momento no se fía de la mamá o del papá. Vosotros sabéis, ¡Cuántas veces pasa esto! Entonces, la relación con los padres necesita ser limpiada de esta falta y, de hecho, se pide perdón para que haya de nuevo armonía y confianza.
2. Segundo elemento: la de fe de María da carne humana a Jesús. Dice el Concilio: «Por su fe y obediencia engendró en la tierra al Hijo mismo del Padre, ciertamente sin conocer varón, cubierta con la sombra del Espíritu Santo» (LG, 63).
Pero lo que ha ocurrido en la Virgen Madre de manera única, también nos sucede a nosotros a nivel espiritual cuando acogemos la Palabra de Dios con corazón bueno y sincero y la ponemos en práctica.
¿En qué sentido la fe de María ha sido un camino? En el sentido de que toda su vida fue un seguir a su Hijo: él -él, Jesús- es la vía, él es el camino.
"Enséñanos -ha dicho el Santo Padre- tu mismo amor de predilección por los pequeños y los pobres, por los marginados y los que sufren, por los pecadores y los que perdieron el corazón".
Hoy nos encontramos ante una de esas maravillas del Señor: ¡María! Una criatura humilde y débil como nosotros, elegida para ser Madre de Dios, Madre de su Creador.
Precisamente mirando a María a la luz de las lecturas que hemos escuchado, me gustaría reflexionar con ustedes sobre tres puntos: primero, Dios nos sorprende, segundo, Dios nos pide fidelidad, tercero, Dios es nuestra fuerza.
1. El primero: Dios nos sorprende. La historia de Naamán, jefe del ejército del rey de Aram, es llamativa: para curarse de la lepra se presenta ante el profeta de Dios, Eliseo, que no realiza ritos mágicos, ni le pide cosas extraordinarias, sino únicamente fiarse de Dios y lavarse en el agua del río; y no en uno de los grandes ríos de Damasco, sino en el pequeño Jordán.
Es un requerimiento que deja a Naamán perplejo, también sorprendido: ¿qué Dios es este que pide una cosa tan simple? Decide marcharse, pero después da el paso, se baña en el Jordán e inmediatamente queda curado. Dios nos sorprende; precisamente en la pobreza, en la debilidad, en la humildad es donde se manifiesta y nos da su amor que nos salva, nos cura y nos fortalece. Sólo pide que sigamos su palabra y nos fiemos de Él.
Ésta es también la experiencia de la Virgen María: ante el anuncio del Ángel, no oculta su asombro. Es el asombro de ver que Dios, para hacerse hombre, la ha elegido precisamente a Ella, una sencilla muchacha de Nazaret, que no vive en los palacios del poder y de la riqueza, que no ha hecho cosas extraordinarias, pero que está abierta a Dios, se fía de Él, aunque no lo comprenda del todo: “He aquí la esclava el Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).
2. En la lectura de San Pablo que hemos escuchado, el Apóstol se dirige a su discípulo Timoteo diciéndole: Acuérdate de Jesucristo, si perseveramos con Él, reinaremos con Él.
María ha dicho su “sí” a Dios, un “sí” que ha cambiado su humilde existencia de Nazaret, pero no ha sido el único, más bien ha sido el primero de otros muchos “sí” pronunciados en su corazón tanto en los momentos gozosos como en los dolorosos; todos estos “sí” culminaron en el pronunciado bajo la Cruz. Hoy, aquí hay muchas madres; piensen hasta qué punto ha llegado la fidelidad de María a Dios: hasta ver a su Hijo único en la Cruz. La mujer fiel, de pie, destruida dentro, pero fiel y fuerte.
Y yo me pregunto: ¿Soy un cristiano a ratos o soy siempre cristiano? La cultura de lo provisional, de lo relativo entra también en la vida de fe. Dios nos pide que le seamos fieles cada día, en las cosas ordinarias, y añade que, a pesar de que a veces no somos fieles, Él siempre es fiel y con su misericordia no se cansa de tendernos la mano para levantarnos, para animarnos a retomar el camino, a volver a Él y confesarle nuestra debilidad para que Él nos dé su fuerza. Es éste el camino definitivo, siempre con el Señor, también en nuestras debilidades, también en nuestros pecados. Jamás caminar sobre el camino de lo provisional. Esto sí mata. La fe es fidelidad definitiva, como aquella de María.
Miremos a María: después de la Anunciación, lo primero que hace es un gesto de caridad hacia su anciana pariente Isabel; y las primeras palabras que pronuncia son: “Proclama mi alma la grandeza del Señor”, o sea, un cántico de alabanza y de acción de gracias a Dios no sólo por lo que ha hecho en Ella, sino por lo que ha hecho en toda la historia de salvación. Todo es don suyo. Si nosotros podemos entender que todo es don de Dios, ¡cuánta felicidad hay en nuestro corazón!
Continuemos la Eucaristía invocando la intercesión de María para que nos ayude a dejarnos sorprender por Dios sin oponer resistencia, a ser hijos fieles cada día, a alabarlo y darle gracias porque Él es nuestra fuerza.
"LA FE DE MARÍA DA
CARNE HUMANA A JESÚS",
CATEQUESIS DEL PAPA
CATEQUESIS DEL PAPA
013-10-12
Radio Vaticana
(RV).- (Audio) Entre
miles de pañuelos blancos y rostros de amor a la Virgen, el Santo Padre acogió
a la imagen original de la Virgen de Fátima, en la plaza de San Pedro de Roma,
a las 5 de la tarde del sábado. La estatua llegó a la ciudad eterna este mediodía,
con motivo de las Jornadas Marianas que se celebran el fin de semana.
El obispo de Roma recordó que "la fe de María da carne humana a Jesús". "María ha concebido a Jesús en la fe, y después en la carne, cuando ha dicho «sí» al anuncio que Dios le ha dirigido mediante el ángel. ¿Qué quiere decir esto? Que Dios no ha querido hacerse hombre ignorando nuestra libertad, ha querido pasar a través del libre consentimiento de María, de su «sí»", agregó el Papa en su catequesis afirmando que lo ha ocurrido en la Virgen Madre de manera única, también nos sucede a nosotros a nivel espiritual cuando acogemos la Palabra de Dios con corazón bueno y sincero y la ponemos en práctica.
"Es como si Dios adquiriera carne en nosotros. Él viene a
habitar en nosotros, porque toma morada en aquellos que le aman y cumplen su
Palabra".
Vigilia de oración mariana: La Virgen puede deshacer los nudos de nuestra alma
Vigilia de oración mariana: La Virgen puede deshacer los nudos de nuestra alma
(clik para ver video)
Catequesis completa del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas
En este encuentro del Año de la fe dedicado a María, Madre de Cristo y de la Iglesia, Madre nuestra. Su imagen, traída desde Fátima, nos ayuda a sentir su presencia entre nosotros. Es una realidad: María siempre nos lleva a Jesús. Es una mujer de fe, una verdadera creyente. Podemos preguntarnos ¿Cómo es la fe de María?
1. El primer elemento de su fe es éste: La fe de María desata el nudo del pecado (cf. LG, 56). ¿Qué significa esto? Los Padres conciliares han tomado una expresión de san Ireneo que dice así: «El nudo de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María. Lo que ató la virgen Eva por su falta de fe, lo desató la Virgen María por su fe» (Adv. Haer., III, 22, 4).
El «nudo» de la desobediencia, el «nudo» de la incredulidad. Cuando un niño desobedece a su madre o a su padre, podríamos decir que se forma un pequeño «nudo». Esto sucede si el niño actúa dándose cuenta de lo que hace, especialmente si hay de por medio una mentira; en ese momento no se fía de la mamá o del papá. Vosotros sabéis, ¡Cuántas veces pasa esto! Entonces, la relación con los padres necesita ser limpiada de esta falta y, de hecho, se pide perdón para que haya de nuevo armonía y confianza.
Algo parecido ocurre en
nuestras relaciones con Dios. Cuando no lo escuchamos, no seguimos su voluntad,
cometemos actos concretos en los que mostramos falta de confianza en él – y
esto es pecado –, se forma como un nudo en nuestra interioridad. Estos nudos
nos quitan la paz y la serenidad. Son peligrosos, porque varios nudos pueden
convertirse en una madeja, que siempre es más doloroso y más difícil de
deshacer.
Pero para la misericordia de Dios, lo sabemos, nada es imposible.
Hasta los nudos más enredados se deshacen con su gracia. Y María, que con su
«sí» ha abierto la puerta a Dios para deshacer el nudo de la antigua
desobediencia, es la madre que con paciencia y ternura nos lleva a Dios, para
que él desate los nudos de nuestra alma con su misericordia de Padre.
Cada uno
de nosotros tiene algunos y podemos preguntarnos dentro de nuestro corazón:
¿Cuáles son los nudos que hay en mi vida? Eh, Padre, ¡los míos no se pueden
aflojar!. Eh, ¡esto es una confusión!
Todos los nudos del corazón, todos los
nudos de la conciencia se pueden aflojar. ¿Pido a María que me ayude a tener
confianza, para aflojar, para en la misericordia de Dios para cambiar? Ella,
mujer de fe, seguro que nos dirá: "Ve adelante, ve donde el Señor: Él te
entiende".
Y ella lleva de la mano de María el abrazo del Padre, del Padre
de la misericordia.
2. Segundo elemento: la de fe de María da carne humana a Jesús. Dice el Concilio: «Por su fe y obediencia engendró en la tierra al Hijo mismo del Padre, ciertamente sin conocer varón, cubierta con la sombra del Espíritu Santo» (LG, 63).
Este es un punto sobre el que los Padres de la Iglesia han insistido
mucho: María ha concebido a Jesús en la fe, y después en la carne, cuando ha
dicho «sí» al anuncio que Dios le ha dirigido mediante el ángel. ¿Qué quiere
decir esto? Que Dios no ha querido hacerse hombre ignorando nuestra libertad,
ha querido pasar a través del libre consentimiento de María, através de su
«sí».Le ha preguntado: "¿Estás dispuesta a esto?". Y ella ha dicho:
"sí."
Pero lo que ha ocurrido en la Virgen Madre de manera única, también nos sucede a nosotros a nivel espiritual cuando acogemos la Palabra de Dios con corazón bueno y sincero y la ponemos en práctica.
Es como si Dios adquiriera carne en
nosotros. Él viene a habitar en nosotros, porque toma morada en aquellos que le
aman y cumplen su Palabra.No es fácil entender esto, pero sí, es fácil
escucharlo en el corazón. ¿Pensamos que la encarnación de Jesús es sólo algo
del pasado, que no nos concierne personalmente?
Creer en Jesús significa
ofrecerle nuestra carne, con la humildad y el valor de María, para que él pueda
seguir habitando en medio de los hombres; significa ofrecerle nuestras manos
para acariciar a los pequeños y a los pobres; nuestros pies para salir al
encuentro de los hermanos; nuestros brazos para sostener a quien es débil y
para trabajar en la viña del Señor; nuestra mente para pensar y hacer proyectos
a la luz del Evangelio; y, sobre todo, ofrecerle nuestro corazón para amar y
tomar decisiones según la voluntad de Dios.
Todo esto acontece gracias a la
acción del Espíritu Santo. Y así, somos los instrumentos de Dios porque Jesús
actúa en el mundo através de nosotros Dejémonos guiar por él.
3. Es el último elemento es la fe de María como camino: El Concilio afirma que
María «avanzó en la peregrinación de la fe» (LG, 58). Por eso ella nos precede
en esta peregrinación, nos acompaña, nos sostiene.
¿En qué sentido la fe de María ha sido un camino? En el sentido de que toda su vida fue un seguir a su Hijo: él -él, Jesús- es la vía, él es el camino.
Progresar en la fe, avanzar en esta peregrinación espiritual que es la fe, no
es sino seguir a Jesús; escucharlo y dejarse guiar por sus palabras; ver cómo
se comporta él y poner nuestros pies en sus huellas, tener sus mismos
sentimientos y actitudes.¿ Y cuales son los sentimientos y las actitudes de
Jesús? humildad, misericordia, cercanía, pero también un firme rechazo de la
hipocresía, de la doblez, de la idolatría.
La vía de Jesús es la del amor fiel hasta el final, hasta el sacrificio de la vida; es la vía de la cruz. Por eso, el camino de la fe pasa a través de la cruz, y María lo entendió desde el principio, cuando Herodes quiso matar a Jesús recién nacido.
Pero después, esta cruz se hizo más pesada, cuando Jesús fue rechazado: María siempre estaba con Jesús, seguía a Jesús en medio del pueblo, y escuchaba las conversaciones, las odiosidades de los que no querían al Señor.
La vía de Jesús es la del amor fiel hasta el final, hasta el sacrificio de la vida; es la vía de la cruz. Por eso, el camino de la fe pasa a través de la cruz, y María lo entendió desde el principio, cuando Herodes quiso matar a Jesús recién nacido.
Pero después, esta cruz se hizo más pesada, cuando Jesús fue rechazado: María siempre estaba con Jesús, seguía a Jesús en medio del pueblo, y escuchaba las conversaciones, las odiosidades de los que no querían al Señor.
Y esta cruz, ¡ella la ha portado!
la fe de María afrontó entonces la incomprensión y el desprecio; y cuando llegó
la «hora» de Jesús, es decir la hora de la pasión: la fe de María fue entonces
la lamparilla encendida en la noche. Aquella llamas en plena noche. María veló
durante la noche del sábado santo. Su llama, pequeña pero clara, estuvo
encendida hasta el alba de la Resurrección; y cuando le llegó la noticia de que
el sepulcro estaba vacío, su corazón quedó henchido de la alegría de la fe, la
fe cristiana en la muerte y resurrección de Jesucristo.
Porque siempre la fe nos
porta a la alegría, y ella es la Madre de la alegría: ¡Qué nos enseña el andar
por este camino de la alegría! Este es el punto culminante -esta alegría, ¿eh?,
este encuentro de Jesús y de María. Pero, imaginemos como ha sucedido... este
encuentro es el punto culmen del camino de la fe de María y de toda la Iglesia.
¿Cómo es nuestra fe? La tenemos encendida, como María también en los momentos difíciles, aquellos momentos de oscuridad? ¿He escuchado la alegría de la fe?
¿Cómo es nuestra fe? La tenemos encendida, como María también en los momentos difíciles, aquellos momentos de oscuridad? ¿He escuchado la alegría de la fe?
Esta tarde, Madre, te damos gracias por tu fe y renovamos nuestra entrega a ti,
Madre de nuestra fe.
Texto del video mensaje del Papa (Audio):mp3
Queridos hermanos y hermanas
Saludo a todos los peregrinos que están en el Santuario del Divino Amor, y a los que se conectan desde los santuarios marianos de Lourdes, Nazaret, Luján, Vailankanni, Guadalupe, Akita, Nairobi, Benneux, Częstochowa y Marian Valley. Esta tarde me siento unido a todos ustedes en la recitación del Santo Rosario y en la Adoración Eucarística bajo la mirada de la Virgen María.
La mirada. ¡Qué importante es! ¡Cuántas cosas pueden decirse con una mirada! Afecto, aliento, compasión, amor, pero también reproche, envidia, soberbia, incluso odio. Con frecuencia, la mirada dice más que las palabras, o dice aquello que las palabras no pueden o no se atreven a decir.
¿A quién mira la Virgen María? Nos mira a todos, a cada uno de nosotros. Y, ¿cómo nos mira? Nos mira como Madre, con ternura, con misericordia, con amor. Así ha mirado al hijo Jesús en todos los momentos de su vida, gozosos, luminosos, dolorosos, gloriosos, como contemplamos en los Misterios del Santo Rosario, simplemente con amor.
Cuando estamos cansados, desanimados, abrumados por los problemas, volvámonos a María, sintamos su mirada que dice a nuestro corazón: “¡Animo, hijo, que yo te sostengo!” La Virgen nos conoce bien, es madre, sabe muy bien cuáles son nuestras alegrías y nuestras dificultades, nuestras esperanzas y nuestras desilusiones.
«Bienaventurada porque has creído». María es bienaventurada por su fe en Dios, por su fe, porque la mirada de su corazón ha estado siempre fija en Dios, en el Hijo de Dios que ha llevado en su seno y que ha contemplado en la cruz.
¡Oh María!, haznos sentir tu mirada de Madre, guíanos a tu Hijo, haz que no seamos cristianos «de escaparate», sino de los que saben «mancharse la manos» para construir con tu Hijo Jesús su Reino de amor, de alegría y de paz.
EL MUNDO BAJO LA MIRADA DE
MARÍA
2013-10-12
Radio Vaticana
(RV).- (Con
audio) La tarde del sábado los santuarios marianos de Lourdes, Nazaret, Luján,
Vailankanni, Guadalupe, Akita, Nairobi, Benneux, Częstochowa y Marian Valley se
unieron al Divino Amore de Roma para una gran Vigilia de Oración ante la
presencia solemne de la estatua original de Nuestra Señora de Fátima.
"María, haznos sentir tu mirada de Madre, guíanos a tu Hijo, haz que no
seamos cristianos 'de escaparate', sino de los que saben 'mancharse la manos'
para construir con tu Hijo Jesús su Reino de amor, de alegría y de paz",
fue la invocación del Papa Francisco en un videomensaje.
Texto del video mensaje del Papa (Audio):mp3
Queridos hermanos y hermanas
Saludo a todos los peregrinos que están en el Santuario del Divino Amor, y a los que se conectan desde los santuarios marianos de Lourdes, Nazaret, Luján, Vailankanni, Guadalupe, Akita, Nairobi, Benneux, Częstochowa y Marian Valley. Esta tarde me siento unido a todos ustedes en la recitación del Santo Rosario y en la Adoración Eucarística bajo la mirada de la Virgen María.
La mirada. ¡Qué importante es! ¡Cuántas cosas pueden decirse con una mirada! Afecto, aliento, compasión, amor, pero también reproche, envidia, soberbia, incluso odio. Con frecuencia, la mirada dice más que las palabras, o dice aquello que las palabras no pueden o no se atreven a decir.
¿A quién mira la Virgen María? Nos mira a todos, a cada uno de nosotros. Y, ¿cómo nos mira? Nos mira como Madre, con ternura, con misericordia, con amor. Así ha mirado al hijo Jesús en todos los momentos de su vida, gozosos, luminosos, dolorosos, gloriosos, como contemplamos en los Misterios del Santo Rosario, simplemente con amor.
Cuando estamos cansados, desanimados, abrumados por los problemas, volvámonos a María, sintamos su mirada que dice a nuestro corazón: “¡Animo, hijo, que yo te sostengo!” La Virgen nos conoce bien, es madre, sabe muy bien cuáles son nuestras alegrías y nuestras dificultades, nuestras esperanzas y nuestras desilusiones.
Cuando sintamos el peso de nuestras debilidades, de nuestros
pecados, volvámonos a María, que dice a nuestro corazón: «!Levántate, acude a
mi Hijo Jesús!, en él encontrarás acogida, misericordia y nueva fuerza para
continuar el camino».
La mirada de María no se dirige solamente a nosotros. Al pie de la cruz, cuando Jesús le confía al Apóstol Juan, y con él a todos nosotros, diciendo: «Mujer, ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26), los ojos de María están fijos en Jesús. Y María nos dice, como en las Bodas de Caná: «Haced lo que él os diga» (Jn 2,5). María indica a Jesús, nos invita a dar testimonio de Jesús, nos guía siempre a su Hijo Jesús, porque sólo en él hay salvación, sólo él puede trasformar el agua de la soledad, de la dificultad, del pecado, en el vino del encuentro, de la alegría, del perdón. Sólo él.
La mirada de María no se dirige solamente a nosotros. Al pie de la cruz, cuando Jesús le confía al Apóstol Juan, y con él a todos nosotros, diciendo: «Mujer, ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26), los ojos de María están fijos en Jesús. Y María nos dice, como en las Bodas de Caná: «Haced lo que él os diga» (Jn 2,5). María indica a Jesús, nos invita a dar testimonio de Jesús, nos guía siempre a su Hijo Jesús, porque sólo en él hay salvación, sólo él puede trasformar el agua de la soledad, de la dificultad, del pecado, en el vino del encuentro, de la alegría, del perdón. Sólo él.
«Bienaventurada porque has creído». María es bienaventurada por su fe en Dios, por su fe, porque la mirada de su corazón ha estado siempre fija en Dios, en el Hijo de Dios que ha llevado en su seno y que ha contemplado en la cruz.
En la
Adoración del Santísimo Sacramento, María nos dice: «Mira a mi Hijo Jesús, ten
los ojos fijos en él, escúchalo, habla con él. Él te mira con amor. No tengas
miedo. Él te enseñará a seguirlo para dar testimonio de él en las grandes y
pequeñas obras de tu vida, en las relaciones de familia, en tu trabajo, en los
momentos de fiesta; te enseñará a salir de ti mismo, de ti misma, para mirar a
los demás con amor, como él, que te ha amado y te ama, no de palabra, sino con
obras».
¡Oh María!, haznos sentir tu mirada de Madre, guíanos a tu Hijo, haz que no seamos cristianos «de escaparate», sino de los que saben «mancharse la manos» para construir con tu Hijo Jesús su Reino de amor, de alegría y de paz.
"RESPONDER A DIOS COMO
MARÍA",
INVITACIÓN DEL PAPA FRANCISCO
CULMINANDO LAS JORNADAS MARIANAS
2013-10-13
Radio Vaticana
(RV).- (Con
audio) "Dios nos sorprende siempre". Los muchos "sí" de
María. El Año de la Fe en Roma vive con intensidad las jornadas marianas del
sábado y de hoy.
Este domingo por la mañana ante más de cien mil fieles y
peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro alrededor de la estatua de Nuestra
Señora de Fátima, el Papa Francisco presidió la Santa Misa. Fijando la mirada
en María, “criatura humilde y débil como nosotros, elegida para ser Madre de
Dios, Madre de su Creador”, el Obispo de Roma centró su homilía en tres puntos:
Dios nos sorprende, Dios nos pide fidelidad, Dios es nuestra fuerza.
El Papa
pidió la intercesión de María para que “nos ayude a dejarnos sorprender por
Dios sin oponer resistencia, a ser hijos fieles cada día, a alabarlo y darle gracias
porque Él es nuestra fuerza”. Al final de la Misa Francisco leyó el acto de
Consagración a Nuestra Señora de Fátima: "Nuestra Señora de Fátima, con
renovada gratitud por tu presencia materna, unimos nuestra voz a la de todas
las generaciones que te dicen beata". “Custodia nuestra vida en sus
brazos".
"Enséñanos -ha dicho el Santo Padre- tu mismo amor de predilección por los pequeños y los pobres, por los marginados y los que sufren, por los pecadores y los que perdieron el corazón".
“Reúnenos a todos bajo tu protección y
entréganos a tu amado Hijo, nuestro Señor Jesucristo".
El Papa en la Misa de la Jornada Mariana: "¿Soy un cristiano a ratos o soy siempre cristiano?"
(click para ver video)
Texto de la homilía del Papa (audio de la crónica radial del evento): mp3
En el Salmo hemos recitado: “Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas” (Sal97,1).
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Texto de la homilía del Papa (audio de la crónica radial del evento): mp3
En el Salmo hemos recitado: “Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas” (Sal97,1).
Hoy nos encontramos ante una de esas maravillas del Señor: ¡María! Una criatura humilde y débil como nosotros, elegida para ser Madre de Dios, Madre de su Creador.
Precisamente mirando a María a la luz de las lecturas que hemos escuchado, me gustaría reflexionar con ustedes sobre tres puntos: primero, Dios nos sorprende, segundo, Dios nos pide fidelidad, tercero, Dios es nuestra fuerza.
1. El primero: Dios nos sorprende. La historia de Naamán, jefe del ejército del rey de Aram, es llamativa: para curarse de la lepra se presenta ante el profeta de Dios, Eliseo, que no realiza ritos mágicos, ni le pide cosas extraordinarias, sino únicamente fiarse de Dios y lavarse en el agua del río; y no en uno de los grandes ríos de Damasco, sino en el pequeño Jordán.
Es un requerimiento que deja a Naamán perplejo, también sorprendido: ¿qué Dios es este que pide una cosa tan simple? Decide marcharse, pero después da el paso, se baña en el Jordán e inmediatamente queda curado. Dios nos sorprende; precisamente en la pobreza, en la debilidad, en la humildad es donde se manifiesta y nos da su amor que nos salva, nos cura y nos fortalece. Sólo pide que sigamos su palabra y nos fiemos de Él.
Ésta es también la experiencia de la Virgen María: ante el anuncio del Ángel, no oculta su asombro. Es el asombro de ver que Dios, para hacerse hombre, la ha elegido precisamente a Ella, una sencilla muchacha de Nazaret, que no vive en los palacios del poder y de la riqueza, que no ha hecho cosas extraordinarias, pero que está abierta a Dios, se fía de Él, aunque no lo comprenda del todo: “He aquí la esclava el Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).
Es su respuesta. Dios nos sorprende siempre, rompe nuestros esquemas, pone en
crisis nuestros proyectos, y nos dice: Fíate de mí, no tengas miedo, déjate
sorprender, sal de ti mismo y sígueme.
Preguntémonos hoy todos nosotros si tenemos miedo de lo que el Señor pudiera pedirnos o de lo que nos está pidiendo. ¿Me dejo sorprender por Dios, como hizo María, o me cierro en mis seguridades, seguridades materiales, seguridades intelectuales, seguridades ideológicas, seguirdades de mis proyectos? ¿Dejo entrar a Dios verdaderamente en mi vida? ¿Cómo le respondo?
Preguntémonos hoy todos nosotros si tenemos miedo de lo que el Señor pudiera pedirnos o de lo que nos está pidiendo. ¿Me dejo sorprender por Dios, como hizo María, o me cierro en mis seguridades, seguridades materiales, seguridades intelectuales, seguridades ideológicas, seguirdades de mis proyectos? ¿Dejo entrar a Dios verdaderamente en mi vida? ¿Cómo le respondo?
2. En la lectura de San Pablo que hemos escuchado, el Apóstol se dirige a su discípulo Timoteo diciéndole: Acuérdate de Jesucristo, si perseveramos con Él, reinaremos con Él.
Éste es el segundo punto: acordarse siempre de Cristo, la
memoria de Jesucristo, y esto es perseverar en la fe: Dios nos sorprende con su
amor, pero nos pide que le sigamos fielmente. Pensemos cuántas
veces nos hemos entusiasmado con una cosa, con un proyecto, con una tarea, pero
después, ante las primeras dificultades, hemos tirado la toalla. Y esto,
desgraciadamente, sucede también con nuestras opciones fundamentales, como el
matrimonio.
La dificultad de ser constantes, de ser fieles a las decisiones
tomadas, a los compromisos asumidos. A menudo es fácil decir “sí”, pero después
no se consigue repetir este “sí” cada día. No se consigue a ser fieles.
María ha dicho su “sí” a Dios, un “sí” que ha cambiado su humilde existencia de Nazaret, pero no ha sido el único, más bien ha sido el primero de otros muchos “sí” pronunciados en su corazón tanto en los momentos gozosos como en los dolorosos; todos estos “sí” culminaron en el pronunciado bajo la Cruz. Hoy, aquí hay muchas madres; piensen hasta qué punto ha llegado la fidelidad de María a Dios: hasta ver a su Hijo único en la Cruz. La mujer fiel, de pie, destruida dentro, pero fiel y fuerte.
Y yo me pregunto: ¿Soy un cristiano a ratos o soy siempre cristiano? La cultura de lo provisional, de lo relativo entra también en la vida de fe. Dios nos pide que le seamos fieles cada día, en las cosas ordinarias, y añade que, a pesar de que a veces no somos fieles, Él siempre es fiel y con su misericordia no se cansa de tendernos la mano para levantarnos, para animarnos a retomar el camino, a volver a Él y confesarle nuestra debilidad para que Él nos dé su fuerza. Es éste el camino definitivo, siempre con el Señor, también en nuestras debilidades, también en nuestros pecados. Jamás caminar sobre el camino de lo provisional. Esto sí mata. La fe es fidelidad definitiva, como aquella de María.
3. El último punto: Dios es nuestra fuerza. Pienso en los diez
leprosos del Evangelio curados por Jesús: salen a su encuentro, se detienen a
lo lejos y le dicen a gritos: “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros” (Lc
17,13). Están enfermos, necesitados de amor y de fuerza, y buscan a alguien que
los cure.
Y Jesús responde liberándolos a todos de su enfermedad. Llama la
atención, sin embargo, que solamente uno regrese alabando a Dios a grandes
gritos y dando gracias. Jesús mismo lo indica: diez han dado gritos para alcanzar
la curación y uno solo ha vuelto a dar gracias a Dios a gritos y reconocer que
en Él está nuestra fuerza. Saber agradecer, dar gloria a Dios por lo que hace
por nosotros.
Miremos a María: después de la Anunciación, lo primero que hace es un gesto de caridad hacia su anciana pariente Isabel; y las primeras palabras que pronuncia son: “Proclama mi alma la grandeza del Señor”, o sea, un cántico de alabanza y de acción de gracias a Dios no sólo por lo que ha hecho en Ella, sino por lo que ha hecho en toda la historia de salvación. Todo es don suyo. Si nosotros podemos entender que todo es don de Dios, ¡cuánta felicidad hay en nuestro corazón!
Todo es don suyo ¡Él es nuestra fuerza! ¡Decir gracias es tan fácil, y
sin embargo tan difícil! ¿Cuántas veces nos decimos gracias en la familia? Es
una de las palabras claves de la convivencia. "Permiso",
"disculpa", "gracias": si en una familia se dicen estas
tres palabras, la familia va adelante. "Permiso", "perdóname",
"gracias". ¿Cuántas veces decimos "gracias" en familia?
¿Cuántas veces damos las gracias a quien nos ayuda, se acerca a nosotros, nos
acompaña en la vida? ¡Muchas veces damos todo por descontado! Y así hacemos
también con Dios. Es fácil dirigirse al Señor para pedirle algo, pero ir a
agradecerle: "Uy, no me dan ganas".
Continuemos la Eucaristía invocando la intercesión de María para que nos ayude a dejarnos sorprender por Dios sin oponer resistencia, a ser hijos fieles cada día, a alabarlo y darle gracias porque Él es nuestra fuerza.
Amén.
JMP+
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