23/11/2013 4:30 PM -
23/11/2013 5:30 PM
CIUDAD DEL VATICANO - BASÍLICA DE SAN PEDRO (CIUDAD DEL VATICANO)
CIUDAD DEL VATICANO - BASÍLICA DE SAN PEDRO (CIUDAD DEL VATICANO)
CATECÚMENOS: LISTOS PARA CRUZAR
LA PUERTA DE LA FE
LA PUERTA DE LA FE
Concluyendo
el Año de la fe, el Papa Francisco encontrará a quienes, de adultos, han
decidido convertirse en cristianos.
Este encuentro quiere ser un signo: el Año
de la fe termina pero continua para cada cristiano el compromiso de responder
cotidianamente al Señor Jesús que invita a ser sus discípulos, envía en el
mundo a anunciar el Evangelio y a testimoniar con la vida la alegría de la fe.
A este encuentro
están invitados todos los catecúmenos, con sus catequistas y con quienes, en
las comunidades cristianas, los acompañan en el itinerario de preparación a la
celebración de los Sacramentos de la iniciación Cristiana.
Programa de
la jornada:
14:30 hs. Encuentro
de todos los catecúmenos y sus acompañadores
16:30 hs.
Liturgia de la Palabra
Catequesis
del Papa Francisco a los Catecúmenos sobre el significado de la vida nueva en
Cristo y del discipulado partiendo del pasaje evangélico de Jn 1,35-42
Durante este momento, el Papa Francisco presidirá el Rito de Admisión al Catecumenado de algunos catecúmenos.
Para
participar a la Jornada de los Catecúmenos es necesario que las
Oficinas diocesanas competentes provean a inscribir sus catecúmenos y sus
catequistas o acompañadores, a través del correspondiente módulo de
inscripción.
Ulteriores
detalles sobre la jornada serán proporcionados directamente a las diócesis que
inscribirán los catecúmenos y a través del sitio www.annusfidei.va.
Enviar las
inscripciones a:
Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización
Tel. +39 06 698 695 00
Fax. +39 06 698 695 21
E-mail secretariat@annusfidei.va
Queridos catecúmenos,
Vienen de muchos países diferentes, de tradiciones culturales y experiencias diferentes. Y sin embargo, esta tarde sentimos de tener entre nosotros tantas cosas en común. Sobretodo tenemos una: el deseo de Dios.
Este deseo es evocado por las palabras del salmista: “Como la cierva busca corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo vendré y veré el rostro de Dios?”
El pasaje del Evangelio, cfr Jn 1,35-42, nos ha mostrado que Juan Bautista indica a Jesús, a sus discípulos, como el Cordero de Dios. Dos de ellos siguen al Maestro, y luego, a su vez, se convierten en “mediadores” que permiten a otros encontrar al Señor, conocerlo y seguirlo.
Hay tres momentos en este pasaje que llaman a la experiencia del catecumenado. En primer lugar, está la escucha. Los dos discípulos han escuchado el testimonio del Bautista. También ustedes, queridos catecúmenos, han escuchado a aquellos que les han hablado de Jesús y les han propuesto seguirlo, convirtiéndose en sus discípulos a través del Bautismo.
El segundo momento es el encuentro. Los dos discípulos encuentran al Maestro y permanecen con Él.
Andrés, en efecto, encuentra a su hermano Simón y lo conduce a Jesús. ¡Cuánto nos hace bien contemplar esta escena! Nos recuerda que Dios no nos ha creado para estar solos, cerrados en nosotros mismos, sino para poder encontrarlo a Él y para abrirnos al encuentro con los otros.
La última parte del pasaje es caminar. Los dos discípulos caminan hacia Jesús y luego hacen un trecho de camino junto a Él.
JMP+
Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización
Tel. +39 06 698 695 00
Fax. +39 06 698 695 21
E-mail secretariat@annusfidei.va
"TENEMOS EN COMÚN UNA
COSA: EL
DESEO DE DIOS",
EL PAPA A LOS CATECÚMENOS
(RV).- (Con
audio)mp3 En la tarde de este sábado en la Basílica Vaticana el Papa
Francisco presidió el Rito de admisión al Catecumenado. Participaron en el
encuentro 500 catecúmenos de 47 nacionalidades de los cinco continentes con sus
catequistas.
El evento de esta tarde se insertó de manera muy especial en el
ámbito del Año de la Fe, que será clausurado solemnemente por Francisco el
domingo 24, y que quiere ser un signo que esta iniciativa convocada por
Benedicto XVI termina, pero continúa si bien debe proseguir el empeño para cada
cristiano de responder cotidianamente al Señor Jesús que invita a ser sus
discípulos, envía al mundo a anunciar el Evangelio y a testimoniar con la vida
la alegría de la fe.
Esta tarde el Obispo de Roma pronunció una catequesis
sobre el significado de la vida nueva en Cristo y sobre el discipulado.
Queridos catecúmenos,
Este momento conclusivo del Año de la Fe, los encuentra
aquí reunidos, con sus catequistas y familiares, en representación también de
tantos otros hombres y mujeres que están cumpliendo, en diversas partes del
mundo, su mismo camino de fe.
Espiritualmente estamos todos unidos en este
momento.
Vienen de muchos países diferentes, de tradiciones culturales y experiencias diferentes. Y sin embargo, esta tarde sentimos de tener entre nosotros tantas cosas en común. Sobretodo tenemos una: el deseo de Dios.
Este deseo es evocado por las palabras del salmista: “Como la cierva busca corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo vendré y veré el rostro de Dios?”
¡Cuánto es
importante mantener vivo este deseo, este anhelo de encontrar al Señor y hacer
experiencia de Él, hacer experiencia de su amor, hacer experiencia de su
misericordia! Si viene a faltar la sed del Dios viviente, la fe corre el riesgo
de convertirse en rutinaria, corre el riesgo de apagarse, como un fuego que no
es reavivado. Corre el riesgo de volverse rancia, sin sentido.
El pasaje del Evangelio, cfr Jn 1,35-42, nos ha mostrado que Juan Bautista indica a Jesús, a sus discípulos, como el Cordero de Dios. Dos de ellos siguen al Maestro, y luego, a su vez, se convierten en “mediadores” que permiten a otros encontrar al Señor, conocerlo y seguirlo.
Hay tres momentos en este pasaje que llaman a la experiencia del catecumenado. En primer lugar, está la escucha. Los dos discípulos han escuchado el testimonio del Bautista. También ustedes, queridos catecúmenos, han escuchado a aquellos que les han hablado de Jesús y les han propuesto seguirlo, convirtiéndose en sus discípulos a través del Bautismo.
En el tumulto de tantas voces que
resuenan alrededor de nosotros y dentro de nosotros, ustedes han escuchado y
acogido la voz que les indicaba a Jesús como el único que puede dar pleno
sentido a nuestra vida.
El segundo momento es el encuentro. Los dos discípulos encuentran al Maestro y permanecen con Él.
Después de haberlo encontrado, advierten inmediatamente algo
nuevo en su corazón: la exigencia de transmitir su alegría también a los otros,
para que también ellos puedan encontrarlo.
Andrés, en efecto, encuentra a su hermano Simón y lo conduce a Jesús. ¡Cuánto nos hace bien contemplar esta escena! Nos recuerda que Dios no nos ha creado para estar solos, cerrados en nosotros mismos, sino para poder encontrarlo a Él y para abrirnos al encuentro con los otros.
Dios, en primer lugar, viene hacia
cada uno de nosotros. ¡Y esto es maravilloso, Él viene a nuestro encuentro! En
el Biblia Dios aparece siempre como aquel que toma la iniciativa del encuentro
con el hombre: es Él quien busca al hombre, y por lo general, lo busca
justamente mientras el hombre hace la experiencia amarga y trágica de
traicionar a Dios y huir de Él.
Dios no espera a buscarlo: ¡lo busca enseguida!
¡Es un buscador paciente nuestro Padre! Él nos precede y nos espera siempre. No
se cansa de esperarnos. No se aleja de nosotros, sino que tiene la paciencia de
esperar el momento oportuno para el encuentro con cada uno de nosotros. Y
cuando ocurre el encuentro, no es nunca un encuentro apresurado, porque Dios
desea permanecer por mucho tiempo con nosotros para sostenernos, para
consolarnos, para donarnos su alegría.
Dios se apresura para encontrarnos, pero nunca se apresura para dejarnos. Se
queda con nosotros. Como nosotros lo anhelamos a Él y lo deseamos, así también
Él tiene el deseo de estar con nosotros, porque nosotros le pertenecemos a Él,
somos “cosa” suya, somos sus criaturas. También Él, podemos decir, tiene sed de
nosotros, de encontrarnos. Nuestro Dios es un Dios sediento por nosotros. Este es
el corazón de Dios… ¡es bello sentir esto!
La última parte del pasaje es caminar. Los dos discípulos caminan hacia Jesús y luego hacen un trecho de camino junto a Él.
Es una enseñanza importante para
todos nosotros. La fe es un camino con Jesús…Recuerden siempre esto, la fe es
un camino con Jesús y es un camino que dura toda la vida. Al final estará.
Ciertamente, en algunos momentos de este camino nos sentimos cansados y
confundidos. Pero la fe nos da la certeza de la presencia constante de Jesús en
cada situación, también la más dolorosa o difícil de entender.
Estamos llamados
a caminar para entrar siempre más adentro del misterio del amor de Dios, que
nos sobrepasa y nos permite vivir con serenidad y esperanza.
Queridos catecúmenos, hoy ustedes inician el camino del catecumenado. Les deseo
recorrerlo con alegría, seguros del sostén de toda la Iglesia, que los mira con
mucha confianza.
María, la discípula perfecta, los acompaña: ¡Es bello sentirla
como nuestra Madre en la fe! Los invito a custodiar el entusiasmo del primer
momento que les hizo abrir los ojos a la luz de la fe; a recordar, como el
discípulo amado, el día, la hora en la cual por primera vez permanecieron con
Jesús, sintieron su mirada sobre ustedes.
No se olviden nunca esta mirada de
Jesús, sobre ti, sobre ti, sobre ti... ¡No se olviden nunca esa mirada, es una
mirada de amor! Y así estarán siempre seguros del amor fiel del Señor. Él es
fiel, estén seguros! ¡Él no los traicionará jamás!
(Traducción del
italiano: Griselda Mutual y Mariana Puebla – RV)
JMP+
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