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sábado, 19 de noviembre de 2016

JUBILEO DE LOS POBRES

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JUBILEO DE LOS POBRES


AUDIENCIA DEL PAPA CON MOTIVO DEL PEREGRINAJE DE LAS PERSONAS EXCLUIDAS


Qué sueña un pobre –

 2016-11-11 L’Osservatore Romano


 

Los pobres enseñan al mundo la solidaridad y recuerdan que no es necesario perder jamás la capacidad de soñar. Lo dijo el Papa Francisco dirigiéndose a los miles de personas socialmente excluidas que el viernes por la mañana, 11 de noviembre, participaron en la peregrinación jubilar en el Aula Pablo VI. Promovido por la asociación francesa Hermano, el encuentro estuvo marcado por los testimonios de dos pobres, que ofrecieron al Pontífice la ocasión para una reflexión – pronunciada espontáneamente– nacida a partir de dos palabras clave: la pasión y el sueño.

 

Para Francisco, cuando las personas no consiguen apasionarse se vuelven interiormente más miserables. Por esta razón invitó a no dejar de soñar y a cultivar siempre el deseo de que el mundo pueda cambiar. Por lo demás, recordó el Papa, la pobreza se sitúa en el corazón del Evangelio. Y sólo quien es consciente de no tener mucho, puede continuar mirando a lo alto y soñar.

 

A las personas excluidas el Pontífice deseó que fueran hombres y mujeres con pasión y sueños, pidiéndoles que enseñasen a todos a soñar a partir del mensaje evangélico. Es ahí donde está encerrada la dignidad de todo ser humano, en particular de quien está obligado a vivir en la indigencia: se puede ser pobres, afirmó Francisco, pero nunca explotados o esclavos, porque esto significaría perder la dignidad.

 

En la escuela de los marginados también se aprende la solidaridad, es decir –explicó el Papa– la fuerza de tender la mano a quien vive en una situación de dificultad más grande. Una actitud que da alegría interior y paz. Esa paz que, según el Pontífice, hoy está amenazada a nivel planetario por la guerra, la pobreza más grande que sufre el mundo. No por casualidad, las raíces de los conflictos son siempre un deseo de conquista, de expansión, de enriquecimiento. Por eso es necesario que cada religión se haga artífice y mensajera de paz. Francisco lo reiteró con fuerza antes de concluir el encuentro, pidiendo perdón a los pobres por todas las veces que los cristianos han preferido volver la cara ante la situación de pobreza.

 

“Sueñen que el mundo puede cambiar”: dijo el Papa a las personas sin hogar

2016-11-11 Radio Vaticana

 

(RV).- A una semana de la clausura del Jubileo de la Misericordia el Papa Francisco recibió enaudiencia en la mañana de este viernes, en el Aula Pablo VI en el Vaticano, a miles de personas que han vivido o que viven en la calle procedentes de toda Europa, en el día de la memoria de San Martín de Tours, célebre por haber dado la mitad de su capa a un mendigo cuando era aún pagano y soldado del Imperio Romano.

 

La audiencia del Santo Padre forma parte de la celebración del Jubileo de las personas socialmente excluidas, que concluirá el domingo por la mañana, 13 de noviembre, con unaMisa presidida por el Pontífice en la Basílica de San Pedro y en la que participarán casi  cinco mil personas sin techo, procedentes de 22 países.

 

El evento, organizado por la asociación “Fratello” (“hermano”) y por la Comunidad de San Egidio, se articula en tres días de encuentro y prevé asimismo una vigilia de oración, el sábado 12 por la tarde, presidida por el cardenal Philippe Barbarin, arzobispo de Lione, en la Basilica de San Juan Extramuros. La vigilia será precedida por una breve peregrinación hacia la Puerta Santa de la Basílica Ostiense.

 

El Jubileo de las personas sin hogar es una de las últimas citas antes del cierre de la Puerta Santa de la Basílica Vaticana, que tendrá lugar el domingo 20 de noviembre. 

 

“Les pido perdón por cada vez que los cristianos ante un pobre miramos hacia el otro lado”: con estas palabras se dirigió el Papa Francisco a las más de 20 delegaciones europeas de personas sin hogar que colmaron el Aula Pablo VI y escucharon con respeto sus palabras.

Después de escuchar atentamente los testimonios de dos participantes, el Santo Padre centró su reflexión en dos palabras: pasión y sueño.

 

“La pasión – explicó el Papa – que a veces nos hace sufrir, nos pone trabas … Y también la ‘buena pasión’, el apasionamiento por salir adelante. Y la pasión, nos lleva a soñar”. “Sueñen, - les pidió -, que el mundo puede cambiar, es una siembra que nace del corazón de ustedes”.  Asegurándoles que “la pobreza está en el corazón del Evangelio”, Francisco les explicó que “solamente aquel que siente la falta de algo mira hacia arriba y sueña”, en cambio dijo “el que tiene todo no puede soñar”. “¡Enséñennos, - les pidió -, a los que tenemos todo: techo, comida, a no estar satisfechos! Con sus sueños enséñennos a soñar desde donde están ustedes: desde el corazón del Evangelio”.

 

De los labios del Pontífice también la invitación a ser “artesanos de paz” y su consideración por la “dignidad” que los distingue: por su capacidad – explicó – de encontrar belleza en las cosas tristes y en situaciones de dificultad.

 

A continuación las palabras del Papa a las personas sin hogar:

(MCM-RV)

 

(from Vatican Radio)


JUBILEO EXTRAORDINARIO DE LA MISERICORDIA

 

 

DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS PARTICIPANTES EN EL JUBILEO DE LAS PERSONAS EXCLUIDAS SOCIALMENTE.

Aula Pablo VI
Viernes 11 de noviembre de 2016

 




















Gracias a Christian y a Roberto, y gracias a todos ustedes por venir aquí, por encontrarse, por encontrarme, por rezar por mí y, como dijo el Cardenal [Barbarin], también que sus manos sobre mi cabeza me den fuerza para seguir con mi misión en la oración de la imposición de las manos. ¡Muchas gracias!

 

Yo fui tomando nota de algunas palabras de los dos testimonios y, después, también de los gestos después de haberlos dado. Una cosa que Roberto decía es que, como seres humanos, nosotros no nos diferenciamos de los grandes del mundo, tenemos nuestras pasiones y nuestros sueños que tratamos de llevar adelante con pequeños pasos. La pasión y el sueño, dos palabras que pueden ayudar. La pasión que, a veces, nos hace sufrir, nos pone trabas internas, externas, la pasión de la enfermedad, las miles pasiones, pero también el apasionamiento por salir adelante, la buena pasión, y esa buena pasión nos lleva a soñar. Para mí un hombre o una mujer muy pobre, pero de una pobreza distinta a la de ustedes, es cuando ese hombre o esa mujer pierde la capacidad de soñar, pierde la capacidad de llevar una pasión adelante. ¡No dejen de soñar! El sueño de un pobre, de uno que no tiene techo, ¿cómo será? No sé, pero sueñen. Y sueñen que un día podrían venir a Roma, y el sueño se realizó. Sueñen que el mundo se puede cambiar, y esa es una siembra que nace del corazón de ustedes. Recordaba uno de los que habló al principio, Etienne Billemaine, una palabra mía, que yo uso mucho, que la pobreza está en el corazón del Evangelio. Solo aquel que siente que le falta algo mira arriba y sueña, el que tiene todo no puede soñar. La gente, los sencillos, seguían a Jesús, porque soñaban que él los iba a curar, los iba a librar, les iba a hacer bien, y lo seguían y él los liberaba. Hombres y mujeres con pasiones y sueños. Y esto es lo primero que les quería decir: enséñennos a todos los que tenemos techo, porque no nos falta la comida o la medicina, enséñennos a no estar satisfechos. Con sus sueños, enséñennos a soñar desde el Evangelio, donde están ustedes, desde el corazón del Evangelio.

 

Una segunda palabra —que no fue dicha sino que estaba en la actitud de los que hablaron y en la de ustedes, y que a mí me vino al corazón—, cuando Robert dijo en su lengua: «Et la vie devient si belle!». ¿Qué significa? Que la vida se nos hace hermosa, somos capaces de encontrarla bella en las peores situaciones, en las que ustedes viven. Eso significa dignidad, esa es la palabra que me vino. Capacidad de encontrar belleza, aun en las cosas más tristes y más sufridas, solamente lo puede hacer un hombre o una mujer que tiene dignidad. Pobre sí, arrastrado no, eso es dignidad. La misma dignidad que tuvo Jesús, que nació pobre, que vivió pobre, la misma dignidad que tiene la Palabra del Evangelio, la misma dignidad que tiene un hombre o una mujer que viven con su trabajo. Pobre sí, dominado no, explotado no. Yo sé que muchas veces ustedes se habrán encontrado con gente que quiso explotar vuestra pobreza, que quiso usufructuar de ella, pero sé también que este sentimiento de ver que la vida es bella, este sentimiento, esta dignidad los ha salvado de ser esclavos. Pobre sí, esclavo no. La pobreza está en el corazón del Evangelio para ser vivida. La esclavitud no está para ser vivida en el Evangelio sino para ser liberada.

 

Yo sé que para cada uno de ustedes —lo decía Robert— la vida a veces, muchas veces, se hace muy difícil. Él había dicho en su lengua: «La vie a été beaucoup plus difficile que pour moi, pour beaucoup des autres». Para muchos de los otros, vemos que la vida ha sido más difícil que para mí mismo, siempre vamos a encontrar más pobres que nosotros. Y eso también lo da la dignidad, saber ser solidario, saber ayudarse, saber dar la mano a quien está sufriendo más que yo. La capacidad de ser solidario es uno de los frutos que nos da la pobreza. Cuando hay mucha riqueza uno se olvida de ser solidario porque está acostumbrado a que no le falte nada. Cuando la pobreza te lleva a veces a sufrir te hace solidario y te hace extender la mano al que está pasando una situación más difícil que vos. Gracias por ese ejemplo que ustedes dan. Enseñen, enseñen solidaridad al mundo.

 

Me impresionó la insistencia del testimonio de Christian en la palabra paz. Una frase que habla de su paz interior: «J'ai trouvé la paix du Christ que j’ai cherché» —la primera vez que la nombra—. Después habla de la paz y la alegría que siente, que sintió cuando empezó a formar parte de la coral de Nantes. Y al final, me hace un llamado a mí. Me dice: «Vous qui connaissez le problème de la paix dans le monde, je vous demande de continuer votre action en faveur de la paix». La pobreza más grande es la guerra, es la pobreza que destruye, y escuchar esto de los labios de un hombre que ha sufrido pobreza material, pobreza de salud, es un llamado a trabajar por la paz. La paz que para nosotros los cristianos empezó en un establo de una familia marginada, la paz que Dios quiere para cada uno de sus hijos. Y ustedes, desde vuestra pobreza, desde vuestra situación, son, pueden ser artífices de paz. Las guerras se hacen entre ricos para tener más, para poseer más territorio, más poder, más dinero. Es muy triste cuando la guerra llega a hacerse entre los pobres, porque es una cosa rara, los pobres son desde su misma pobreza más proclives a ser artesanos de la paz. ¡Hagan paz! ¡Creen paz! ¡Den ejemplo de paz! Necesitamos paz en el mundo. Necesitamos paz en la Iglesia, todas las Iglesias necesitan paz, todas las religiones necesitan crecer en la paz, porque todas las religiones son mensajeras de paz, pero deben crecer en la paz. Ayuden cada una de ustedes en su propia religión. Esa paz que viene desde el sufrimiento, desde el corazón, buscando esa armonía que te da la dignidad.

 

Yo les agradezco que hayan venido a visitarme. Les agradezco los testimonios, y les pido perdón si alguna vez los ofendí por mi palabra o por no haber dicho las cosas que debía decir. Les pido perdón en nombre de los cristianos que no leen el Evangelio encontrando la pobreza en el centro. Les pido perdón por todas las veces que los cristianos delante de una persona pobre o de una situación pobre, miramos para otro lado. Perdón. El perdón de ustedes hacia hombres y mujeres de Iglesia, que no los quieren mirar o no los quisieron mirar, es agua bendita para nosotros, es limpieza para nosotros, es ayudarnos a volver a creer que en el corazón del Evangelio está la pobreza como gran mensaje; y que nosotros, los católicos, los cristianos, todos, tenemos que formar una Iglesia pobre para los pobres, y que todo hombre o mujer de cualquier religión tiene que ver en cada pobre el mensaje de Dios que se acerca y se hace pobre para acompañarnos en la vida.

 

Que Dios los bendiga a cada uno de ustedes, y es la oración que yo quiero hacer para ustedes, ahora. Ustedes quédense sentados como están, yo voy a hacer la oración.

 

Dios, Padre de todos nosotros, de cada uno de tus hijos, te pido que nos des fortaleza, que nos des alegría, que nos enseñes a soñar para mirar adelante, que nos enseñes a ser solidarios porque somos hermanos, y que nos ayudes a defender nuestra dignidad, tú eres el Padre de cada uno de nosotros. Bendícenos, Padre. Amén.

 

SANTA MISA DEL JUBILEO DE LOS POBRES

 

 


Papa: dar la espalda al pobre es darla a Dios, que nos interpela aún hoy

 

2016-11-13 Radio Vaticana

 


















































(RV).- Siguiendo a Jesús, la Iglesia «por derecho y deber evangélico» tiene la tarea de cuidar de la verdadera riqueza, que son los pobres, su verdadero tesoro, destacó el Papa Francisco, poniendo en guardia ante la grave e inaceptable cultura del descarte y la injusticia.

 

En su homilía, de la Misa para el Jubileo de las personas socialmente excluidas, el Obispo de Roma aseguró a estos queridos hermanos y hermanas que son ellos los «que nos ayudan a sintonizar con Dios…», que «no se queda en las apariencias, sino que pone sus ojos en el humilde y acongojado ( Is 66, 2), en tantos pobres Lázaros de hoy».

 

«El Señor nos interpela sobre el sentido de nuestra existencia»

 

Ante la «esclerosis espiritual» y «contradicción de nuestra época», que centra su interés en las cosas que hay que producir, en lugar de «las personas que hay que amar», el Sucesor de Pedro recordó que Jesús nos advierte que «incluso los reinos más poderosos, los edificios más sagrados, las cosas más estables del mundo, no durarán para siempre, tarde o temprano caerán». Para luego hacer hincapié en que el Señor no hace caso a los profetas de desgracias, a la frivolidad de los horóscopos y predicciones que generan temores». Nos invita a «distinguir lo que viene de Él y lo que viene del falso espíritu.

 

Con la importancia de «distinguir» la llamada que «Dios nos dirige cada día, del clamor de los que utilizan el nombre de Dios para asustar, alimentar divisiones y temores, el Papa recordó también que «Jesús invita con fuerza a no tener miedo ante las agitaciones de cada época… que afligen a sus discípulos».

 

«El amor no pasa nunca» (1 Cor 13,38)

 

Al coincidir esta celebración con el día en que «en las catedrales y santuarios de todo el mundo, se cierran las Puertas de la Misericordia», alentando a pedir «la gracia de no apartar los ojos de Dios que nos mira y del prójimo que nos cuestiona», el Papa invitó a renovar la esperanza en el Señor, sol de justicia para los pobres a los que Jesús promete el reino de los cielos.

 

«Abramos nuestros ojos al prójimo, en especial al hermano olvidado y excluido», reiteró el Santo Padre, asegurando que «hacia allí apunta la lupa de la Iglesia».

 

Y deseando que «el Señor nos libre de dirigirla hacia nosotros. Que nos aparte de los oropeles que distraen, de los intereses y los privilegios, del aferrarse al poder y a la gloria, de la seducción del espíritu del mundo», recordó que nuestra Madre la Iglesia mira «a toda la humanidad que sufre y que llora; ésta le pertenece por derecho evangélico» (Pablo VI, Discurso de apertura de la segunda sesión del Concilio Vaticano II, 29 septiembre 1963). Por derecho y también por deber evangélico, porque nuestra tarea consiste en cuidar de la verdadera riqueza que son los pobres... Que el Señor nos conceda mirar sin miedo a lo que importa, dirigir el corazón a él y a nuestros verdaderos tesoros».

 

(CdM – RV)

 

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO




Texto completo de la homilía del Papa

 

Pero para vosotros «os iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas» (Ml 3,20). Las palabras del profeta Malaquías, que hemos escuchado en la primera lectura, iluminan la celebración de esta jornada jubilar. Se encuentran en la última página del último profeta del Antiguo Testamento y están dirigidas a aquellos que confían en el Señor, que ponen su esperanza en él, que ponen nuevamente su esperanza en él, eligiéndolo como el bien más alto de sus vidas y negándose a vivir sólo para sí mismos y su intereses personales. Para ellos, pobres de sí mismos pero ricos de Dios, amanecerá el sol de su justicia: ellos son los pobres en el espíritu, a los que Jesús promete el reino de los cielos (cf. Mt 5,3), y Dios, por medio del profeta Malaquías, llama mi «propiedad personal» (Ml 3,17). El profeta los contrapone a los arrogantes, a los que han puesto la seguridad de su vida en su autosuficiencia y en los bienes del mundo. La lectura de esta última página del Antiguo Testamento suscita preguntas que nos interrogan sobre el significado último de la vida: ¿En dónde busco mi seguridad? ¿En el Señor o en otras seguridades que no le gustan a Dios? ¿Hacia dónde se dirige mi vida, hacia dónde está orientado mi corazón? ¿Hacia el Señor de la vida o hacia las cosas que pasan y no llenan?

 

Preguntas similares se encuentran en el pasaje del Evangelio de hoy. Jesús está en Jerusalén para escribir la última y más importante página de su vida terrena: su muerte y resurrección. Está cerca del templo, «adornado de bellas piedras y ofrendas votivas» (Lc 21,5). La gente estaba hablando de la belleza exterior del templo, cuando Jesús dice: «Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra» (v. 6). Añade que habrá conflictos, hambre, convulsión en la tierra y en el cielo. Jesús no nos quiere asustar, sino advertirnos de que todo lo que vemos pasa inexorablemente. Incluso los reinos más poderosos, los edificios más sagrados y las cosas más estables del mundo, no duran para siempre; tarde o temprano caerán.

 

Ante estas afirmaciones, la gente inmediatamente plantea dos preguntas al Maestro: «¿Cuándo va a ser eso? Y ¿cuál será la señal de que todo eso está para suceder? (v. 7). Cuándo y cuál… Siempre nos mueve la curiosidad: se quiere saber cuándo y recibir señales. Pero esta curiosidad a Jesús no le gusta. Por el contrario, él nos insta a no dejarnos engañar por los predicadores apocalípticos. El que sigue a Jesús no hace caso a los profetas de desgracias, a la frivolidad de los horóscopos, a las predicaciones y a las predicciones que generan temores, distrayendo la atención de lo que sí importa. Entre las muchas voces que se oyen, el Señor nos invita a distinguir lo que viene de Él y lo que viene del falso espíritu. Es importante distinguir la llamada llena de sabiduría que Dios nos dirige cada día del clamor de los que utilizan el nombre de Dios para asustar, alimentar divisiones y temores.

 

Jesús invita con fuerza a no tener miedo ante las agitaciones de cada época, ni siquiera ante las pruebas más severas e injustas que afligen a sus discípulos. Él pide que perseveren en el bien y pongan toda su confianza en Dios, que no defrauda: «Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá» (v. 18). Dios no se olvida de sus fieles, su valiosa propiedad, que somos nosotros.

 

Pero hoy nos interpela sobre el sentido de nuestra existencia. Usando una imagen, se podría decir que estas lecturas se presentan como un «tamiz» en medio de la corriente de nuestra vida: nos recuerdan que en este mundo casi todo pasa, como el agua que corre; pero hay cosas importantes que permanecen, como si fueran una piedra preciosa en un tamiz. ¿Qué es lo que queda?, ¿qué es lo que tiene valor en la vida?, ¿qué riquezas son las que no desaparecen? Sin duda, dos: El Señor y el prójimo. ¡ Estas dos riquezas no desvanecen! Éstos son los bienes más grandes, para amar. Todo lo demás ―el cielo, la tierra, las cosas más bellas, también esta Basílica― pasa; pero no debemos excluir de la vida a Dios y a los demás.

 

Sin embargo, precisamente hoy, cuando hablamos de exclusión, vienen rápido a la mente personas concretas; no cosas inútiles, sino personas valiosas. La persona humana, colocada por Dios en la cumbre de la creación, es a menudo descartada, porque se prefieren las cosas que pasan. Y esto es inaceptable, porque el hombre es el bien más valioso a los ojos de Dios. Y es grave que nos acostumbremos a este tipo de descarte; es para preocuparse, cuando se adormece la conciencia y no se presta atención al hermano que sufre junto a nosotros o a los graves problemas del mundo, que se convierten solamente en una cantinela ya oída en los titulares de los telediarios.

 

Hoy, queridos hermanos y hermanas, es vuestro Jubileo, y con vuestra presencia nos ayudáis a sintonizar con Dios, para ver lo que él ve: Él no se queda en las apariencias (cf. 1 S 16,7 ), sino que pone sus ojos «en el humilde y abatido» (Is 66.2), en tantos pobres Lázaros de hoy. Cuánto mal nos hace fingir que no nos damos cuenta de Lázaro que es excluido y rechazado (cf. Lc 16,19-21). Es darle la espalda a Dios. ¡Es darle la espalda a Dios!

 

Un síntoma de esclerosis espiritual es cuando el interés se centra en las cosas que hay que producir, en lugar de las personas que hay que amar. Así nace la trágica contradicción de nuestra época: cuanto más aumenta el progreso y las posibilidades, lo cual es bueno, tanto más aumentan las personas que no pueden acceder a ello. Es una gran injusticia que nos tiene que preocupar, mucho más que el saber cuándo y cómo será el fin del mundo. Porque no se puede estar tranquilo en casa mientras Lázaro yace postrado a la puerta; no hay paz en la casa del que está bien, cuando falta justicia en la casa de todos.

 

Hoy, en las catedrales y santuarios de todo el mundo, se cierran las Puertas de la Misericordia. Pidamos la gracia de no apartar los ojos de Dios que nos mira y del prójimo que nos cuestiona. Abramos nuestros ojos a Dios, purificando la mirada del corazón de las representaciones engañosas y temibles, del dios de la potencia y de los castigos, proyección del orgullo y el temor humano. Miremos con confianza al Dios de la misericordia, con la certeza de que «el amor no pasa nunca» (1 Co 13,8). Renovemos la esperanza en la vida verdadera a la que estamos llamados, la que no pasará y nos aguarda en comunión con el Señor y con los demás, en una alegría que durará para siempre, sin fin.

 

Y abramos nuestros ojos al prójimo, especialmente al hermano olvidado y excluido, al Lázaro postrado ante nuestra puerta. Hacia allí apunta la lupa de la Iglesia. Que el Señor nos libre de dirigirla hacia nosotros. Que nos aparte de los oropeles que distraen, de los intereses y los privilegios, del aferrarse al poder y a la gloria, de la seducción del espíritu del mundo. Nuestra Madre la Iglesia mira «a toda la humanidad que sufre y que llora; ésta le pertenece por derecho evangélico» (Pablo VI, Discurso de apertura de la segunda sesión del Concilio Vaticano II, 29 septiembre 1963). Por derecho y también por deber evangélico, porque nuestra tarea consiste en cuidar de la verdadera riqueza que son los pobres.

 

¡A la luz de estas reflexiones, Yo quisiera que hoy fuera la jornada de los pobres!

 

Nos lo recuerda una antigua tradición, que se refiere al santo mártir romano Lorenzo. Él, antes de sufrir un atroz martirio por amor al Señor, distribuyó los bienes de la comunidad a los pobres, a los que consideraba como los verdaderos tesoros de la Iglesia. Que el Señor nos conceda mirar sin miedo a lo que importa, dirigir el corazón a él y a nuestros verdaderos tesoros.

 

(from Vatican Radio)

La jornada de los pobres- En el jubileo de los excluidos el Papa recuerda que no hay paz cuando falta la justicia

 

2016-11-14

 

L’Osservatore Romano

 

«Querría que hoy fuera la “jornada de los pobres”»: lo deseó el Papa Francisco recordando la antigua tradición unida san Lorenzo, el cual antes de sufrir un atroz martirio por amor al Señor, «distribuyó los bienes» a los pobres, a los que consideraba los «verdaderos tesoros de la Iglesia». Y para lanzar esta provocación el Pontífice eligió la misa dominical del 13 de noviembre en la cual celebró, en la basílica vaticana, el Jubileo de los excluidos. Seis mil personas, llegadas desde 23 países del mundo, acompañadas y alojadas en Roma por las organizaciones de voluntariado que cuidan de ellos, participaron en el evento iniciado el viernes 11 con la audiencia en el Aula Pablo VI.

 

En la homilía el Papa tomó inspiración de las lecturas del 30º domingo del tiempo ordinario, el penúltimo del año litúrgico, acompañando los contenidos con la imágen de una «criba»: las cuales «nos recuerdan – explicó– que casi todo en este mundo pasa, como el agua que corre; pero hay realidades preciosas que permanecen». Dos en particular: «El Señor y el prójimo» que «son los bienes más grandes, para amar». También porque «todo lo demás –el cielo, la tierra, las cosas más bonitas, incluso esta Basílica– pasa».

 

De aquí la invitación «cuando se habla de exclusión» a pensar en «personas concretas», en un mundo en el cual «la persona humana colocada por Dios en la cumbre de la creación, es a menudo descartada.Y esto es inaceptable –denunció el pontífice– y es grave que nos acostumbremos a este tipo de descarte; es necesario preocuparse, cuando se anestesia la conciencia y no se presta atención al hermano que sufre junto a nosotros o a los problemas serios del mundo, que se convierten sólo en estribillos ya oídos en los titulares de los telediarios».

 

A continuación, dirigiéndose a los protagonistas de la celebración, Francisco les pidió una ayuda «para sintonizar con la misma frecuencia de Dios» y para ver los «pobres Lázaros de hoy. Cuánto mal nos hace –constató– fingir que no nos damos cuenta del Lázaro que es excluido y rechazado». Significa, repitió dos veces, «darle la espalda a Dios» revelando que estamos ante «un síntoma de esclerosis espiritual» del cual nace «la trágica contradicción de nuestra época: cuanto más aumentan el progreso y las posibilidades, lo cual es un bien, más aumentan los que no pueden acceder a ello. Es una gran injusticia –advirtió– que nos tiene que preocupar. Porque no se puede estar tranquilo en casa mientras Lázaro yace en la puerta; no hay paz en la casa del que está bien, cuando falta justicia en la casa de todos».

 

Para finalizar el Papa recordó que en las catedrales y en los santuarios de todo el mundo se cerraban las Puertas de la Misericordia para concluir el Jubileo extraordinario. «Abramos nuestros –fue su invocación– ante el hermano olvidado y excluido, ante Lázaro que yace delante de nuestra puerta. Ahí se fija la lupa de la Iglesia. Para esto hay que rezar al Señor para que nos aparte de los destellos que distraen, de los intereses y los privilegios, del aferrarse al poder y a la gloria, de la seducción del espíritu del mundo»

 

A continuación el Papa rezó el Ángelus con los fieles presentes en la Plaza de San Pedro, haciendo –con ocasión de la jornada de la acción de gracias celebrada por la Iglesia Italiana– un llamamiento para que «la madre tierra sea siempre cultivada de manera sostenible».

 

 

A los que ponen su esperanza en el Señor “los iluminará el sol de justicia”, explica Francisco

 


2016-11-17 Radio Vaticana

 

REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

 

En el Jubileo de los Excluidos, último del Año de la Misericordia, el Papa aseveró que las palabras del profeta Malaquías: los iluminará el sol de justicia, “están dirigidas a aquellos que confían en el Señor, que ponen su esperanza en él, eligiéndolo como el bien más alto de sus vidas y negándose a vivir sólo para sí mismos y su intereses personales. Para ellos, pobres de sí mismos pero ricos de Dios, amanecerá el sol de su justicia: ellos son los pobres en el espíritu, a los que Jesús promete el reino de los cielos (cf. Mt 5,3), y que Dios, por medio del profeta Malaquías, llama mi “propiedad personal” (Ml 3,17)”.

 

El Obispo de Roma dijo que el profeta “los contrapone a los arrogantes, a los que han puesto la seguridad de su vida en su autosuficiencia y en los bienes del mundo. La lectura de esta última página del Antiguo Testamento –dijo- suscita preguntas que nos interrogan sobre el significado último de la vida: ¿En dónde busco mi seguridad? ¿En el Señor o en otras seguridades que no le gustan a Dios? ¿Hacia dónde se dirige mi vida, hacia dónde está orientado mi corazón? ¿Hacia el Señor de la vida o hacia las cosas que pasan y no llenan?. 

@jesuitaGuillo 

 

(from Vatican Radio)

 

Papa Francisco: ¡Ignorar al pobre es despreciar a Dios!


19 mayo 2016

Parábola del hombre rico y del pobre Lázaro, en la catequesis de la audienciageneral, en la plaza de San…¡Ignorar al pobre es despreciar a Dios! Si yo no abro la puerta de mi corazón al pobre, aquella… Pedro ante los fieles presentes. Continuando con las catequesis sobre el tema de la misericordia…, el Papa ha recordado que Lázaro representa bien el grito silencioso de los pobres de todos los… pocos. Después de haber ignorado toda la vida al pobre que muere de hambre, el rico muere y se encuentra en el inf ...

 

 

Papa Francisco: el pobre me necesita

 

20 octubre 2016


Vivimos nos hace insensibles a las exigencias de los demás. Lo dijo el Papa en laaudiencia general…, recordó una de las obras de misericordia: dar de comer a loshambrientos y de beber a los sedientos… y señaló que las formas de caridad, lanzadas a menudo por los medios de comunicación son… importantes, pero no bastan. Hay quien huye de la mirada del pobre, pero la fe pide actuar de otra forma. La… fe sin obras está muerta: incapaz de hacer obras, caridad, amor. 

Siempre hay alguien que tiene...

 

+JMP


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