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FRANCISCO:
"DONDE HAY MENTIRA NO HAY AMOR".
AUDIENCIA GENERAL 14-11-2018.
Texto completo de la Catequesis del Santo
Padre
Queridos hermanos y
hermanas, buenos días.
En la catequesis de
hoy abordaremos la Octava Palabra del Decálogo: «No darás falso testimonio
contra tu prójimo».
Este mandamiento
-dice el Catecismo- «prohíbe falsear la verdad en las relaciones con el
prójimo» (n. 2464). Vivir de comunicaciones que no son auténticas es grave
porque impide las relaciones y, por lo tanto impide el amor. Donde hay mentira
no hay amor, no puede haber amor. Y cuando hablamos de comunicación entre
personas, no nos referimos solo a las palabras, sino también a los gestos, a
las actitudes, incluso a los silencios y las ausencias. Una persona habla con
todo lo que es y lo que hace. Todos nosotros estamos en comunicación siempre.
Todos vivimos comunicándonos y estamos constantemente en equilibrio entre la
verdad y la falsedad.
¿Pero qué significa
decir la verdad? ¿Significa ser sinceros? ¿O exactos? En realidad, esto no es
suficiente, porque uno puede equivocarse sinceramente, o puede ser preciso en
los detalle, pero no captar el significado del todo. A veces nos justificamos
diciendo: “¡Pero yo he dicho lo que sentía!” Sí, pero has absolutizado tu punto
de vista. O: “¡He dicho solamente la verdad!”. Tal vez, pero has revelado
algunos hechos personales o confidenciales. ¡Cuántos chismes destruyen la
comunión por inoportunidad o falta de delicadeza! Más aun, los chismes matan, y
esto lo ha dicho el apóstol Santiago en su Carta. El chismoso, la chismosa son
gente que mata: mata a los demás, porque la lengua mata como un cuchillo.
¡Tened cuidado! Un chismoso o una chismosa es un terrorista porque con su
lengua tira una bomba y se va tranquilo, pero lo que esa bomba que ha tirado
destruye la fama de los demás.
No lo olvidéis:
chismorrear es matar. Pero entonces, ¿Qué es la verdad? Esta es la pregunta de
Pilatos, precisamente cuando Jesús, delante de él, cumplía el octavo
mandamiento (cf. Jn 18, 38). De hecho, las palabras «No darás falso testimonio
contra tu prójimo» pertenecen al lenguaje jurídico. Los evangelios culminan en
el relato de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús; y esta es la historia
de un proceso, de la ejecución de la sentencia y de una consecuencia inaudita.
Interrogado por
Pilatos Jesús dice: «Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo para
dar testimonio de la verdad» (Jn 18, 37). Y este “testimonio” Jesús lo da con
su pasión y su muerte. El evangelista Marcos narra que “Al ver el centurión,
que estaba frente a él, que había expirado de esa manera, dijo: ¡Verdaderamente
este hombre era Hijo de Dios!” (15.39). Sí, porque era coherente, fue
coherente: con su forma de morir, Jesús manifiesta al Padre, su amor
misericordioso y fiel.
La verdad encuentra
su plena realización en la misma persona de Jesús (cf. Jn 14, 6), en su forma
de vivir y morir, fruto de su relación con el Padre. Esta existencia de hijos
de Dios, Él, resucitado, nos la otorga también a nosotros enviando al Espíritu
Santo, que es Espíritu de verdad, que da testimonio a nuestros corazones de que
Dios es nuestro Padre (cf. Rom 8, 16).
En cada una de sus
acciones, el hombre, las personas afirman o niegan esta verdad. Desde las
pequeñas situaciones cotidianas hasta las decisiones más exigentes. Pero es
siempre la misma lógica: la que los padres y los abuelos nos enseñan cuando nos
dicen que no digamos mentiras.
Preguntémonos: ¿qué
verdad atestiguan las obras de nosotros, los cristianos, nuestras palabras y
nuestras decisiones? Cada uno puede preguntarse: ¿Yo soy un testigo de la
verdad o soy más o menos un mentiroso disfrazado de verdadero? Que se lo
pregunte cada uno. Los cristianos no somos hombres y mujeres excepcionales.
Somos, sin embargo, hijos del Padre celestial, que es bueno y no nos
decepciona, y pone en sus corazones el amor por sus hermanos. Esta verdad no se
dice tanto con los discursos, es una forma de existir , un modo de vivir, y se
ve en cada acto (cf. St 2, 18). Este hombre es un hombre verdadero, esta mujer
es una mujer verdadera: se nota. Pero ¿por qué, si no abre la boca? Pero se
comporta como verdadero, como verdadera. Dice la verdad, actúa con la verdad.
Una hermosa manera de vivir para nosotros.
La verdad es la
maravillosa revelación de Dios, de su rostro de Padre, es su amor ilimitado.
Esta verdad corresponde a la razón humana, pero la supera infinitamente, porque
es un don que ha descendido a la tierra y se ha encarnado en Cristo crucificado
y resucitado; se hace visible gracias a aquellos que le pertenecen y muestran
sus mismas actitudes. No dirás falso testimonio significa vivir como un hijo de
Dios, que nunca, nunca se desmiente, nunca dice mentiras; vivir como hijos de
Dios, dejando emerger en cada acto la gran verdad: que Dios es Padre y podemos
fiarnos de Él. Yo me fio de Dios: esta es la gran verdad. De nuestra confianza
en Dios, que es Padre y me ama, nos ama nace mi verdad y el ser veraz y no
mentiroso.
Click para ver Audiencia.
JMP+
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