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miércoles, 17 de octubre de 2012

AMÉRICA LATINA: INAUGURACIÓN DEL CENTRO PARA LA NUEVA EVANGELIZACIÓN




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AMÉRICA LATINA: INAUGURACIÓN DEL

CENTRO PARA LA NUEVA EVANGELIZACIÓN 07/25/2012 L'Osservatore Romano




CON LA ALEGRÍA DE LOS PRIMEROS MISIONEROS

07/25/2012 L'Osservatore Romano     +

Se inauguró ayer, martes 24, en Colombia, Bogotá, El Observatorio de la nueva evangelización en América Latina. La ceremonia, en Roma participaron a través de teleconferencia, el arzobispo Rino Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización. Se llevó a cabo en la reunión de los directores de departamento obispos del Consejo Episcopal Latinoamericano.  

Sobre el tema de la nueva evangelización se publica una intervención del Arzobispo Secretario de la Congregación del Vaticano. El Papa Juan Pablo II en su encíclica se refiere a la importancia y la urgencia del mandato misionero, comienza con una afirmación contundente: "La misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, aún lejos de ser una realidad "(Redemptoris missio, 1). 

No sólo todavía hay millones de hombres y mujeres que no conocen el mensaje del Evangelio, sino también muchos de los que han sido bautizados no se identifican con el mensaje de la Iglesia, o no viven una vida coherente con su fe. 

De ahí el llamamiento urgente que la Iglesia no sólo lleva a cabo la misión de "ir y hacer discípulos" (Mateo, 28, 19), sino también la necesidad de tomar
 en cuenta los desafíos de la contingencia actual. 

La actividad que  pretende llevar a cabo la nueva evangelización es, por tanto, dar una respuesta a la difícil situación de la Iglesia, en la que muchos bautizados están alejados de la Iglesia.

Y para ello, Benedicto XVI ha querido dar gran impulso, colocándolo en la parte superior de la agenda del ministerio de la Iglesia entera. 

José Octavio Ruiz Arenas






NUEVA EVANGELIZACION Y AMERICA LATINA- 

MONS.RINO FISICHELLA


(Conferencia a los Embajadores de América Latina ante la Santa Sede) Roma, 21 de junio de 2012

S.E.R. Mons. Rino Fisichella Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización




El interés que la institución del Pontificio Consejo ha suscitado en el mundo es verdaderamente extraordinario, y la expectativa creada manifiesta, una vez más, la intuición “profética” de Benedicto XVI. 

Utilizo intencionalmente el término “profético”, con toda la fuerza de su connotación teológica: en efecto, aspira ante todo a hacer reflexionar sobre el presente de la vida de la Iglesia. 

El tiempo que vivimos nos exige una mirada llena de realismo, para comprender la responsabilidad que cada uno tiene que asumir. Al mismo tiempo, “profético” significa mirar el futuro con grandeza de alma, para que no nos encuentre desprevenidos ni pasivos, sino capaces de una reacción libre, consecuencia de una fe vigilante y atenta. 

 La decisión de Benedicto XVI de instituir el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización se hizo pública durante la celebración de las Primeras Vísperas de la Solemnidad de los santos Pedro y Pablo. 

En la basílica de San Pablo Extra Muros, durante la homilía el Santo Padre manifestó: “he decidido crear un nuevo organismo, en la forma de «Consejo pontificio», con la tarea principal de promover una renovada evangelización en los países donde ya resonó el primer anuncio de la fe y están presentes Iglesias de antigua fundación, pero que están viviendo una progresiva secularización de la sociedad y una especie de «eclipse del sentido de Dios», que constituyen un desafío a encontrar medios adecuados para volver a proponer la perenne verdad del Evangelio de Cristo”.

El nacimiento oficial del nuevo Dicasterio, con la carta Apostólica Ubicumque et semper, corresponde al 21 de septiembre de 2010, fiesta litúrgica de San Mateo apóstol y evangelista. 

La elección es simbólica y  posee un significado claro: la nueva evangelización está en continuidad con el mandato de Cristo de enviar a sus apostóles por el mundo entero, y este mandato encuentra en el Evangelio su punto fundamental. 
El Papa quiere infundir nueva fuerza al espíritu misionero de la Iglesia, especialmente en aquellos lugares donde la fe parece debilitarse cada vez más, acosada por las consecuencias del secularismo.



SIGNIFICADO TEOLÓGICO Y PASTORAL DE LA NUEVA EVANGELIZACION POR LOS LAICOS
S.E.R. Mons. Rino Fisichella
  Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización

Que la expresión “nueva evangelización” pueda aparecer como una fórmula abstracta no es, en efecto, un riesgo peregrino. Para evitarlo, es necesario clarificarla, otorgándole contenidos que permitan captar su sentido y finalidad.

Dos expresiones me parecen útiles para aportar mayor claridad.

La primera indica el contenido, mientras que la segunda, la metodología.
La “nueva evangelización” toma fuerza del texto de la carta a los Hebreos: “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre” (Hb. 13,8).

No hay ninguna posibilidad de cambio ni modificación.

El contenido del anuncio permanece idéntico como el primer día de nuestro arribo a la fe.

Resulta interesante prestar atención al contexto inmediato del texto, para entrar mejor en el mérito de la cuestión.

El autor se muestra particularmente interesado en la cohesión de la comunidad y dice: “Recordad a vuestros superiores, que os han anunciado la Palabra de Dios, considerando atentamente el desenlace de su vida, imitad su fe” (v. 7).

A diferencia de los numerosos textos de las Cartas donde aparece frecuentemente el término “sacerdote” (presbyteroi) o también “obispo” (episkopoi), aquí, en cambio, encontramos el raro caso de hegoumenoi es decir, “superiores”, aquellos de quienes Jesús, utilizando el mismo término en el Evangelio, dice que deben “servir” mientras esperan su retorno (cf. Lc. 22,26).

El horizonte que se abre puede ayudar a reflexionar. A los discípulos que discuten acerca de quién es el más grande, Jesús responde que el que gobierna debe ser como el que sirve.

Viniendo a nuestros días, esto significa que, en un momento como el nuestro, a menudo confuso y tendiente al predominio del poder, es necesario reafirmar el primado de un verdadero servicio, que los creyentes estamos llamados a desarrollar. 

Esto no nos enorgullece ni nos hace mejores que los otros; sólo nos hace tomar conciencia de la responsabilidad que tenemos.

El texto de la carta, sin embargo, va más allá y muestra que la primera tarea reconocida a estos “superiores” es que han anunciado la palabra de Dios.

Justamente la predicación ha permitido la escucha y ésta ha llevado a la fe (cf. Rom 10,14), y por ende, a la construcción de la comunidad cristiana.
Como se vé, el anuncio resulta ser el primer deber del ministerio que los cristianos están llamados a ejercer; no se puede renunciar a él sin empobrecer la responsabilidad bautismal. 

El autor sacro, en fin, agrega un dato para nada secundario, sobre todo si se considera, de nuevo, el momento histórico actual: el estilo de vida del creyente lleva a imitar la fe. 

La carta a los Hebreos no deja dudas: la eficacia del ministerio no se agota en la predicación; ésta debe hacerse visible, testimoniarse para permitir la credibilidad.

En la unión de estos componentes -de los que no se puede separar la acción litúrgica, tan importante en la enseñanza de esta carta- se configura la lógica de la fe. Prescindir de estos aspectos o separarlos, anularía el contenido de la evangelización y de la misma fe.

En fin, creer no es la adhesión a un teorema, sino compromiso de vida que llega hasta la entrega de sí mismo, porque se ha encontrado a Jesucristo en una comunidad viva, que lo anuncia de manera creíble.

Llegados aquí, después de haber visto el contexto, el pasaje central permite dar un paso más. El versículo especifica en qué consiste el núcleo de la fe recibida por la predicación del apóstol: la persona de Jesucristo.

La expresión utilizada por el autor es perentoria: “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre”. No deja lugar a ninguna vacilación ni neutralidad.
En los tres adverbios se atestigua la solidez de la revelación de Jesús; él es la “piedra angular” (Mt. 21,42), la “roca” (Mt. 7,24-25), el fundamento sobre el cual construir la propia vida. Lo fué “ayer”, en el momento en que se ha creído en él; lo es “hoy”, cuando se anuncia su Palabra y se celebra el misterio de su muerte y resurrección, y lo será “para siempre” hasta el fin de los tiempos. En una palabra, Cristo es siempre el mismo.

Por otra parte, la Carta agrega algo más en el versículo siguiente: “No os dejéis desviar por doctrinas diversas y extrañas, porque es bueno que el corazón permanezca fortalecido por la gracia” (v. 9). 

Pareciera que el autor sagrado estuviese viendo más allá de su propio tiempo –ciertamente no menos fácil que el nuestro- y mirando al futuro de los creyentes, cuando distintas filosofías e ideologías atentarán contra la estabilidad e integridad de la fe. Nada nuevo desde este punto de vista.

Un recorrido por las cartas del Nuevo Testamento no hace más que confirmar la misma preocupación. Pablo, la mayoría de las veces, invita a no dejarse sacudir por vientos de doctrina (Ef. 4,14), a no seguir las prescripciones y doctrinas de los hombres (Col. 2,22), incluso pone en guardia contra las “doctrinas diabólicas” (1 Tim. 4,1) y contra quienes predican un Evangelio distinto del suyo (Gal. 1,7-9).

No se queda atrás Pedro, que habla de “falsos profetas” (2 Pe. 2,1), mientras que Juan agrega también “muchos seductores” (2 Jn 2,7). Tal vez, la advertencia que requiere mayor vigilancia en nuestros días es propiamente ésta. 

La seducción de predicadores que sin espesor intelectual tocan las cuerdas de los sentimientos, ofreciendo utopías que prometen sueños de felicidad, pero que provocan una mayor soledad. La voz de las sirenas no pertenece a tiempos pasados, sino al nuestro. Taparse los oídos parecería facilitar las cosas, pero dejaría todo en una mera ilusión. Tener la fuerza de Ulises y permanecer atado al mástil es de pocos, y sin embargo es el camino para superar Escila y Caribdis.

No se puede hacer nueva evangelización sin nuevos evangelizadores. No es una tautología, sino una evidencia, que sin embargo, no puede darse por supuesta.

En la carta de San Pablo a los Romanos está escrito: “todo el que invoque el nombre del Señor será salvado. Pero, ¿cómo podrán invocarlo sin haber primero creído en él? ¿y cómo podrán creer sin haber escuchado hablar de él? ¿y cómo escucharán sin alguien que lo anuncie? ¿y cómo lo anunciarán si no son enviados? Como está escrito: ¡qué hermosos son los piés de quienes traen la buena noticia!” (Rom. 10,13-15).

Como puede verse, el apóstol subraya la relación entre la necesidad de invocar al Señor, tener fe, y ser enviado para anunciarlo, de modo que todos puedan creer.

El fundamento de esta misión es la llamada; ella se extiende de la invocación a la misión, porque reconoce que Jesús es el Señor de todo y de todos.

Por tanto, ser evangelizador es una vocación para que todos puedan escuchar el Evangelio de Jesús, creer en él e invocarlo. Vocación que nace el mismo día del bautismo, y llama a cada creyente en Cristo a testimoniar creíblemente la bella noticia contenida en su enseñanza.

Ser enviado es, por tanto, intrínseco a la vocación bautismal; para cada cristiano esto significa asumir en primera persona una responsabilidad que no admite delegación alguna.

El anuncio del Evangelio no puede ser delegado; reclama, en cambio, la conciencia propia del creyente de hacerse portador de Cristo donde quiera que vaya.

Existen testimonios de esta convicción incluso en los escritos más antiguos; el obispo de Jerusalén san Cirilo decía en sus catequesis: “Habiendo recibido su cuerpo y su sangre nos transformamos en portadores de Cristo”. 

El cristiano es, entonces, por su propia naturaleza cristóforo, y sólo así alcanza a comprender las significativas palabras del Señor: “Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mi, porque soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt. 11,29-30). El yugo que menciona Jesús no es otro que la invitación a convertirse en discípulos suyos y a compartir su misma vida; es decir, invitación a tomar parte en su misión salvífica.

Sumamente particular es el rol que compete a los laicos. 

Con este término incluyo toda la compleja y diferenciada realidad eclesial de bautizados llamados a vivir la experiencia de la fe en parroquias, asociaciones, movimientos y en la increíble galaxia constituida por acción del Espíritu, que constantemente opera en favor de la misión de la Iglesia de Cristo, y que no se deja limitar por nada.

Después de la articulada enseñanza del Concilio Vaticano II, los obispos retomaron el argumento para describir la vocación y misión de los laicos en la vida de la Iglesia.

El documento Christifideles laici (1988) constituye un verdadero patrimonio de teología y espiritualidad para comprender el rol insustituible que mujeres y hombres laicos poseen en este particular momento de la historia.

La constitución del Concilio sobre la Iglesia, Lumen gentium, posee una clave interpretativa del todo original y determinante para comprender el aporte de los laicos a la nueva evangelización. Se lee: “Los laicos están especialmente llamados a hacer presente y operante a la Iglesia en aquellos lugares y circunstancias en que sólo puede llegar a ser sal de la tierra a través de ellos” (LG 33).

Justamente la expresión “sólo a través de ellos” debería provocar una seria reflexión sobre el aporte original que los laicos están llamados a realizar. Con otras palabras, es obvio que algunos ambientes no pueden ser alcanzados sino por laicos y laicas que con su vida profesional están en condiciones de dar testimonio de la fe. 

Su presencia en estos ambientes es insustituible y sólo ellos son capaces de realizar aquella primera forma de humanización que a menudo es preludio necesario para hablar de Jesucristo.

El documento del Sínodo parece ofrecer una explicación al respecto. Insertando el tema de la nueva evangelización en relación con la acción de los laicos dice: “Enteros países y naciones, en los que en un tiempo la religión y la vida cristiana fueron florecientes y capaces de dar origen a comunidades de fe viva y operativa, están ahora sometidos a dura prueba e incluso alguna que otra vez son radicalmente transformados por el continuo difundirse del indiferentismo, del secularismo y del ateísmo

Se trata, en concreto, de países y naciones del llamado Primer Mundo, en el que el bienestar económico y el consumismo —si bien entremezclado con espantosas situaciones de pobreza y miseria— inspiran y sostienen una existencia vivida «como si no hubiera Dios». 

Ahora bien, el indiferentismo religioso y la total irrelevancia práctica de Dios para resolver los problemas, incluso graves, de la vida, no son menos preocupantes y desoladores que el ateísmo declarado. Y también la fe cristiana —aunque sobrevive en algunas manifestaciones tradicionales y ceremoniales— tiende a ser arrancada de cuajo de los momentos más significativos de la existencia humana, como son los momentos del nacer, del sufrir y del morir. 

De ahí proviene el afianzarse de interrogantes y de grandes enigmas, que, al quedar sin respuesta, exponen al hombre contemporáneo a inconsolables decepciones, o a la tentación de suprimir la misma vida humana que plantea esos problemas.

En cambio, en otras regiones o naciones todavía se conservan muy vivas las tradiciones de piedad y de religiosidad popular cristiana; pero este patrimonio moral y espiritual corre hoy el riesgo de ser desperdigado bajo el impacto de múltiples procesos, entre los que destacan la secularización y la difusión de las sectas.

Sólo una nueva evangelización puede asegurar el crecimiento de una fe límpida y profunda, capaz de hacer de estas tradiciones una fuerza de auténtica libertad.

Ciertamente urge en todas partes rehacer el entramado cristiano de la sociedad humana. Pero la condición es que se rehaga la cristiana trabazón de las mismas comunidades eclesiales que viven en estos países o naciones. 
Los fieles laicos —debido a su participación en el oficio profético de Cristo— están plenamente implicados en esta tarea de la Iglesia.

En concreto, les corresponde testificar cómo la fe cristiana —más o menos conscientemente percibida e invocada por todos— constituye la única respuesta plenamente válida a los problemas y expectativas que la vida plantea a cada hombre y a cada sociedad.

Esto será posible si los fieles laicos saben superar en ellos mismos la fractura entre el Evangelio y la vida, recomponiendo en su vida familiar cotidiana, en el trabajo y en la sociedad, esa unidad de vida que en el Evangelio encuentra inspiración y fuerza para realizarse en plenitud” (CL 34).

En otras palabras, el camino de la nueva evangelización debe dar espacio al mundo laical con todas sus articulaciones y con la complejidad de sus actividades, para que los lugares que sólo ellos pueden alcanzar sean provocados por su presencia positiva.

Es obvio que su acción será tanto más eficaz en la medida en que pertenezcan a una comunidad que los anima a la misión, los sostiene en las dificultades y permanece como punto de referencia donde poder relatar las maravillas que el Señor cumple por medio de su apostolado.

Permítaseme, en este contexto, dedicar algunas palabras en particular a las mujeres laicas. Las mujeres tienen un rol determinante en la vida de la Iglesia y su servicio de genuina evangelización no sólo debe ser reconocido, sino sobre todo, sostenido y promovido. Como recordaba el apóstol: “el marido incrédulo se santifica por la mujer creyente y la mujer incrédula será santificada por el marido creyente” (1 Cor. 7,14-15).

La nueva evangelización tendrá eficacia en la medida en que la mujer asuma este servicio con todo su ser. No se hace retórica frente a este empeño cuando se vé su valiosa presencia en la vida de nuestras comunidades.

Sin ellas sería imposible tener una catequesis de preparación para los niños de primera comunión. Ellas tienen el lenguaje y la atención necesaria que les permite hacerse comprender. La acción pastoral en la preparación de las madres para el bautismo de sus hijos... Cuando llaman a la casa donde vive una familia para llevar la bella noticia de Jesús resucitado, su presencia trae seguridad y hace que las puertas se abran de par en par.

Que ninguno de nosotros tenga celos por los roles y ministerios que les pertenecen de modo especial y que sólo por medio de ellas logran la debida eficacia. Juan Pablo II, en su carta a las mujeres decía: “A este respecto, quiero manifestar una particular gratitud a las mujeres comprometidas en los más diversos sectores de la actividad educativa, fuera de la familia: asilos, escuelas, universidades, instituciones asistenciales, parroquias, asociaciones y movimientos [...]

En este cometido manifiestan una forma de maternidad afectiva, cultural y espiritual, de un valor verdaderamente inestimable, por la influencia que tiene en el desarrollo de la persona y en el futuro de la sociedad. ¿Cómo no recordar aquí el testimonio de tantas mujeres católicas y de tantas Congregaciones religiosas femeninas que, en los diversos continentes, han hecho de la educación, especialmente de los niños y de las niñas, su principal servicio? Cómo no mirar con gratitud a todas las mujeres que han trabajado y siguen trabajando en el campo de la salud, no sólo en el ámbito de las instituciones sanitarias mejor organizadas, sino a menudo en circunstancias muy precarias, en los Países más pobres del mundo, dando un testimonio de disponibilidad que a veces roza el martirio?” (Carta a las mujeres, 9).

Como puede verse, la presencia del laicado es determinante para la nueva evangelización, y no tomar conciencia de esto le quitaría eficacia al proceso de nueva evangelización.

Estamos frente al gran desafío que compete a la Iglesia en este momento histórico. Permitir que los cristianos recuperen la propia identidad y el sentido de pertenencia a la Iglesia.

Esto sucederá en la medida en que se comprenda la necesidad de insertarse en el camino bimilenario de la Iglesia y de su acción pastoral. Un primer elemento es la formación.

Comprende a todos, sin excluir a nadie.

La formación permite recuperar el patrimonio de fe y cultura que poseemos y que debemos transmitir a las generaciones futuras. Esto supone nuestra capacidad de entrar en la cultura, de conocerla y comprenderla pero también de transformarla a la luz del Evangelio. 

La nuestra nunca podrá ser una presencia pasiva frente al desarrollo de la cultura en todas sus manifestaciones. 

La presencia del cristiano es “siembra” y “fermento”; esto comporta una presencia activa en los ámbitos de la cultura sin ceder a una fuerte tendencia que se impone como “control del lenguaje”, al punto de impedir nuestras manifestaciones. 

La formación toca al gran ámbito de la catequesis y alcanza también a la preparación de los futuros presbíteros y a la predicación de los sacerdotes. 

Sólo con una sinergia que parte del Obispo, primer evangelizador, que se extiende al unum presbyterium, un solo presbiterio, que con él comparte la cura pastoral y reúne en torno a sí al entero pueblo de Dios, permitirá realizar una sólida acción evangelizadora.

Un lazo súmamente particular relaciona la nueva evangelización con la liturgia, que es la acción principal mediante la cual la Iglesia expresa su misma vida.

Desde los orígenes, ésta estuvo caracterizada por la acción litúrgica. Lo que la comunidad predicaba, anunciando el evangelio de la salvación, después lo hacía presente y vivo en la oración litúrgica. 

La salvación, por tanto, no era sólo un anuncio hecho por hombres voluntariosos, sino sobre todo acción que el mismo Espíritu realizaba por la presencia de Cristo en medio a la comunidad creyente. Separar estos dos momentos equivaldría a no comprender la Iglesia.

La liturgia es linfa vital para su anuncio y éste, una vez realizado, retorna a la liturgia para su cumplimiento eficaz. La lex credendi y la lex orandi configuran una unidad total, donde es difícil encontrar el término de una y el comienzo de la otra.

Por tanto, la nueva evangelización deberá hacer de la liturgia su espacio vital para que tenga pleno significado el anuncio realizado. Hay que pensar no sólo en la oportunidad pastoral, sino en el valor significativo que poseen algunas celebraciones.

Del bautismo al funeral, todos advierten cuánta potencialidad tienen estos ritos para comunicar un mensaje que de otro modo no sería escuchado. ¡Cuántos “indiferentes” a la religión participan en estas celebraciones y cuántas personas a menudo en busca de una genuina espiritualidad están presentes! 

En estas circunstancias, la palabra del sacerdote debería ser capaz de provocar la pregunta por el sentido de la vida, a partir del sacramento y de los signos que lo expresan.

La celebración no es un rito extraño a la vida cotidiana del hombre, sino que va dirigida a sus interrogantes, que esperan una respuesta a menudo buscada en vano en otra parte. 

En la celebración de la eucaristía, la predicación y los signos están plenos de significados que van más allá de la persona del sacerdote. Aquí, de hecho, el vínculo con la acción del Espíritu permite verificar que los corazones se transforman y con su gracia son plasmados y se disponen a recibir el momento de la salvación.

La importancia del vínculo entre la nueva evangelización y la liturgia, y entre ésta y la acción del Espíritu Santo, provoca en el creyente una reflexión sobre la propia responsabilidad y sobre el testimonio que estamos llamados a manifestar con nuestro estilo de vida.

En particular, nosotros sacerdotes deberíamos reflexionar sobre una cuestión de extrema importancia, como es la de la homilía
.
El rol que ésta desempeña en el anuncio, la comprensión del misterio y la vida cotidiana es tan evidente que no deja escapatorias. 

Descuidar la preparación de la homilía, o peor aún, improvisarla, es una ofensa que en primer lugar se realiza a la Palabra de Dios, y además, una humillación a los fieles. 

El tiempo dedicado a la preparación de la homilía no es tiempo perdido, sino condición para ejercitar el ministerio de modo fiel, coherente y eficaz. 

También de esta manera realizamos un verdadero servicio de formación al laicado, dejando en cuántos nos escuchan el deseo de conocer siempre más la Palabra de Dios y los contenidos de la fe.

Por último, un espacio particular de la nueva evangelización es sin dudas el ámbito de la caridad

Entrar en este horizonte equivale a focalizar los múltiples signos concretos que incansablemente la Iglesia sigue presentando al mundo. 

Obedientes a la acción del Espíritu Santo, hombres y mujeres en el curso de estos dos mil años han individuado diferentes lugares en el intento de hacer visible y actual la palabra del Señor: “a los pobres los tendréis siempre con vosotros” (Jn 12,8). 

La forma verbal acompañada del adverbio “siempre” subraya que la Iglesia no puede descuidar una atención del todo especial al testimonio de la caridad.

Aquí se juega su credibilidad en lo que constituye el corazón mismo de su anuncio: el amor.

Benedicto XVI con su primera encíclica Deus caritas est, ha mostrado con claridad el significado original del amor cristiano, su origen, su desarrollo, su peculiaridad y los riesgos de los que precaverse. La caridad, por lo pronto, se la vive.

En la circularidad que existe entre la fe y el amor es posible verificar la relación genuina con el Señor. 

En la fe, se comprende cómo Dios ama; en la caridad se hace evidente como los cristianos son fieles a su palabra.

En un período como el nuestro, caracterizado a menudo por el encierro del individuo en sí mismo sin ninguna posibilidad de relación, donde se prefiere delegar en lugar de participar, la responsabilidad compromete a un testimonio que sabe hacerse cargo del hermano más necesitado.

Después de todo, ésta es nuestra historia. A partir de la Palabra del Señor nos hemos empecinado en privilegiar todo lo que el mundo rechaza, considerándolo inútil o poco eficiente.

El enfermo crónico, el moribundo, el marginado, el discapacitado y todo lo que representa para el mundo ausencia de futuro y de esperanza encuentran el empeño de los cristianos.

Abundan ejemplos que atestiguan la santidad de hombres y mujeres que han hecho de este programa el concreto anuncio del evangelio de Jesucristo, y de este modo han dado inicio a una auténtica revolución cultural.

Toda coartada cede ante esta santidad; la utopía deja paso a la credibilidad; la pasión por la verdad y la libertad encuentran su síntesis en el amor ofrecido sin pedir nada a cambio.

En este horizonte se hace consistente también el signo del voluntariado, como verdadero anuncio cristiano de quienes son capaces de relativizar todo absoluto que no considere seriamente la dignidad de la persona.

En una época en que pareciera que todo se puede comprar, deberían multiplicarse los signos que manifiestan que el amor y la solidaridad no tienen otro precio que el sacrificio personal. Estos testimonios enseñan que la vida personal encuentra su plena realización sólo cuando se pone en el horizonte de la gratuidad.

Pocos días antes de ser elegido Papa, en Subiaco, Benedicto XVI había dictado una conferencia sobre la situación de Europa. 

En su lúcido análisis del momento presente, pronunció estas palabras que constituyen un programa para los nuevos evangelizadores: “En este momento de la historia tenemos necesidad de hombres que, a través de una fe iluminada y vivida, hagan creíble a Dios en este mundo...necesitamos hombres que tengan la mirada dirigida hacia Dios, aprendiendo de El la verdadera humanidad. Necesitamos hombres cuyo intelecto esté iluminado por Dios y a quienes Dios abra el corazón, de modo que su intelecto pueda hablar al intelecto de los otros y cuyo corazón pueda abrir el corazón de los otros. Solamente a través de hombres tocados por Dios, Dios podrá retornar junto a los hombres”.

La nueva evangelización por tanto, parte desde aquí: de la credibilidad de nuestra vida y de la convicción de que la gracia actúa y transforma hasta convertir el corazón. Un camino que todavía hoy compromete a los cristianos después de dos mil años de historia. 


Lunes, 23 Julio 2012 20:03

LA RED DE NUEVA EVANGELIZACIÓN

PROYECTO MISIONERO Y PASTORAL

INICIATIVA DE LOS OBISPOS DIOCESANOS DE COLOMBIA

SINE – SISTEMA INTEGRAL DE NUEVA EVANGELIZACIÓN





La Red de Nueva Evangelización es un proyecto misionero y pastoral, de origen eclesiástico, constituida de acuerdo a las disposiciones canónica y a la legislación colombiana, para colaborar en la misión evangelizadora de la Iglesia.

La Red de Nueva Evangelización, se ha iniciado en Colombia oficialmente desde el año 2005; pero su origen se presentó en 1996, cuando Monseñor Fabio Suescún M.  Obispo de Pereira se encontró con el SINE,  y esta experiencia comenzó a difundirse a otras Jurisdicciones Eclesiásticas de manera paulatina.

La Red de Nueva Evangelización nace por iniciativa de un grupo de Obispos diocesanos deseosos de apoyarse mutuamente en el proceso de Nueva Evangelización en sus respectivas Iglesias particulares y es constituida formalmente como Fundación eclesiástica.

Tiene como finalidad apoyar la obra evangelizadora que viene adelantando la Iglesia Católica, a través de las diversas jurisdicciones eclesiásticas que lo requieran, prestando servicios de animación y formación, y favoreciendo la comunicación y el intercambio de experiencias entre los agentes de pastoral.

Al comienzo, solamente iniciaron esta experiencia cuatro Jurisdicciones, entre ellas Pereira, Manizales,  Medellín, Villavicencio.  En el año 2005, ya hacían parte de la Red de Nueva Evangelización 18 Jurisdicciones Eclesiásticas. Actualmente, son 42 Jurisdicciones las que han  acogido esta propuesta pastoral apoyada en la líneas rectoras del Sistema Integral de Nueva Evangelización (SINE).

El SINE, no es una organización, ni un movimiento, ni asociación, ni es simplemente un método. El SINE, es un SISTEMA o DISEÑO PASTORAL PARA PARROQUIAS. Un diseño pastoral, básico e integral, orgánico e integrador, que pretende transformar la parroquia. De ser estación de servicios religiosos, sólo sacramentalista, a ser parroquia misionera: comunidad evangelizadora.

La Red de Nueva Evangelización, desde el SINE, quiere fortalecer los Planes de Pastoral Diocesanos, por ende, privilegiar la Parroquia como Comunidad Evangelizadora.


PARROQUIA:

Estructura fundamental y primera para la misión pastoral de la Iglesia, lugar por excelencia, en comunión Diocesana, donde se vive la vida cristiana y se cumple primariamente la misión de la Iglesia.


COMUNIDAD:

Siendo una verdadera comunión de comunidades. Un cuerpo eclesial donde se construye la comunidad en diversos niveles.


EVANGELIZADORA:

Cumpliendo así la misión esencial de la Iglesia; evangelizando y catequizando; misionera y discipuladora.

Teniendo como base una ECLESIOLOGÍA DE COMUNIÓN: Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo; Pueblo Sacerdotal, todo él, apostólico y ministerial. Parroquia donde se quiere cumplir integralmente toda la misión de la Iglesia, en todas sus dimensiones, organizada y planificadamente.

Nota esencial del SINE, Es la INTEGRALIDAD, entendida en tres niveles:

a.Ir a todos (buscando y queriendo llegar real y efectivamente a todos).

b.Involucrados todos (los ya evangelizados en los diversos campos apostólicos).

c.Darles todo (los elementos básicos de la vida cristiana y todas las dimensiones de la vida de la Iglesia).
Estas dimensiones que participan de la misión misma de Cristo Sacerdote, Profeta y Rey. Dimensiones con integración y complementariedad recíproca en los cuatro fundamentales ministerios:


PALABRA

(Proceso evangelizador en todas sus etapas, comenzando con el cimiento kerigmático y continuando con una formación catequética).


COMUNIÓN

(formando pequeñas comunidades, en el sector y en toda la parroquia, llegando a ser comunión de comunidades).


SACRAMENTOS

(fuente y cumbre de la vida cristiana y eclesial, como celebración  con participación consciente, viva.
La Red de Nueva Evangelización que cimentada en el SINE, ofrece para los diversos planes pastorales, una serie de elementos esenciales que posibilita mediante procesos una transformación social y de sus estructuras,  en el que el Evangelio es encarnado a través de:


1. TESTIMONIO DE VIDA: Radiante, gozoso, contagioso, individual y corporativo, testimonio de la comunidad eclesial
.
2. TESTIFICACIÓN DE PALABRA: Comunicación de la experiencia personal del encuentro vivo con Jesucristo, su Salvación y Vida Nueva.

3. SALIDA MISIONERA: Llegar a todos y cada uno de los miembros de las familias del territorio parroquial, como Misiones Kerigmáticas intensivas y Visiteo Integral Permanente casa por casa, puerta a puerta.

4. KERIGMA EXPLÍCITO Y COMPLETO: En retiros de evangelización fundamental, el Kerigma como Primer Anuncio que lleva a la experiencia de un encuentro vivo con Cristo viviendo explícitamente todas las metas: Conversión inicial, Adhesión a Jesús, consagración a Jesús como Señor y recibir la efusión del Espíritu Santo.

5. COMUNIDADES: La comunidad  es una vida, no una reunión, las reuniones son expresión de vida, desde allí construyen la comunidad. A partir de la convicción  de que la Iglesia es comunión y que se debe expresar en todo nivel.

6. CATEQUESIS: Profundizando en la doctrina cristiana con enseñanza sistemática, programada y completa en sus diversas modalidades.

7. SACRAMENTOS: Vida litúrgica, de oración y vivencia de la Eucaristía como fuente, centro y cumbre de la vida cristiana y eclesial.

8. PASTORAL SOCIAL: Coordinación y animación  de las fuerzas de la parroquia que trabajan en la promoción humana y asistencial de lo social.

9. INVOLUCRAMIENTO APOSTÓLICO: El campo propio e inmediato de los seglares para su compromiso apostólico es el mundo amplio de lo social, l política, la economía, la educación, las ciencias y las artes, los medios de comunicación, el trabajo y la familia.

10. SECTORES Y MINISTERIOS: En el sector se lleva el 95% del plan parroquial excepto los sacramentos, con una descentralización del templo se cumple cada elemento y paso de la misión y de la pastoral, los destinatarios son todos: familias y personas. En la línea del modelo del SINE se han establecido ministerios de actividades esenciales, permanentes y sistemáticas en la parroquia.

La Red de Nueva Evangelización lleva a cabo lo anterior desde diversos programas de formación como son los Institutos de formación organizados en 11 niveles, capacitación, Retiros, Asambleas Diocesanas, Encuentros, Congresos de Evangelización, Encuentro de Obispos y Vicarios de Pastoral dando como resultado:

1. posibilitar que se asuma la vocación misionera tanto en la Diócesis, como en cada una de las parroquias.

2. Permitir que se posibilite un encuentro personal con Cristo, que ha conducido a una conversión personal y pastoral; ello tanto para los laicos como para los ministros ordenados.

3. Hacer de la parroquia casa y escuela de comunión, con comunidades evangelizadas y evangelizadoras.

4. Lograr que las Diócesis y las parroquias,  en su dimensión  ministerial (Ministerios y Sectores),  asuman su compromiso apostólico, desde los diversos carismas que favorecen una Iglesia renovada y capaz de transformar la sociedad con los valores del Reino de Dios.

5- Formar discípulos y proyectar apóstoles

Se cuenta con un material (Textos y Audiovisuales) que acompañan este proceso, el cual es revisado y aprobado por el Equipo Teológico Pastoral.
Para conocer más sobre la Red de Nueva Evangelizadora se puede ingresar a http://www.rednuevaevangelizacion.com/





EL PAPA DESIGNÓ A MONS. AGUER 

MIEMBRO DEL PROXIMO SINODO

    Mons. Héctor Aguer

Martes 18 Sep 2012 |

Buenos Aires (AICA): Con el tema “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”, tendrá lugar en el Vaticano, durante los días del 7 al 28 de octubre próximo, la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Además de los prelados que participarán en representación de los distintos episcopados del mundo, y que fueron oportunamente elegidos por sus pares, ahora el papa Benedicto XVI acaba de nombrar a otros 36 Padres sinodales para el próximo Sínodo: 12 cardenales, 20 arzobispos y obispos, y 4 sacerdotes. Entre los nombrados está monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata y otros 7 latinoamericanos.

Con el tema “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”, tendrá lugar en el Vaticano, durante los días del 7 al 28 de octubre próximo, la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos.

Además de los prelados que participarán en representación de los distintos episcopados del mundo, y que fueron oportunamente elegidos por sus pares, ahora el papa Benedicto XVI nombró otros 36 Padres sinodales para este próximo Sínodo: 12 cardenales, 20 arzobispos y obispos, entre los cuales a monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata y 7 latinoamericanos, y 4 sacerdotes.

Los cardenales son: Angelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio; Joachim Meisner, arzobispo de Colonia (Alemania); Vinko Pulji, arzobispo de Sarajevo-Vrhbosna (Bosnia-Herzegovina); Polycarp Pengo, arzobispo de Dar-es-Salaam (Tanzania) y Presidente del Symposium de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SCEAM); Christoph Schönborn OP, arzobispo de Viena (Austria); George Pell, arzobispo de Sydney (Australia); Josip Bozani, arzobispo de Zagreb (Croacia); Péter Erdo, arzobispo de Esztergom-Budapest (Hungría), y Presidente del Consilium de las Conferencias Episcopales Europea (CCEE); Agostino Vallini, Vicario General de Su Santidad para la diócesis de Roma; Lluis Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona (España); André Vingt-Trois, arzobispo de París (Francia); Oswald Gracias, arzobispo de Bombay (India), y secretario general de la Federación de Conferencias Episcopales de Asia (FABC).

Lo arzobispos son: Francesco Moraglia, Patriarca de Venecia (Italia); John Olorunfemi Onaiyekan, arzobispo de Abuja (Nigeria); Héctor Rubén Aguer, arzobispo de La Plata (Argentina); Antonio Arregui Yarza, arzobispo de Guayaquil (Ecuador) y Presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana; John Atcherley Dew, arzobispo de Wellington (Nueva Zelanda) y Presidente de la Federación de las Conferencias de Obispos Católicos de Oceanía (FCBCO); José Octavio Ruiz Arenas, arzobispo emérito de Villavicencio (Colombia) y Secretario del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización; José Horacio Gómez, arzobispo de Los Ángeles (Estados Unidos); Carlos Aguiar Retes, arzobispo de Tlalnepantla (México) y Presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (C.E.L.AM.); Bernard Longley, arzobispo de Birmingham (Gran Bretaña); Ricardo Antonio Tobón Restrepo, arzobispo de Medellín (Colombia); Luis Antonio G. Tagle, arzobispo de Manila (Filipinas); y Filippo Santoro, arzobispo de Taranto (Italia).

Los obispos son: Javier Echevarría Rodríguez, Prelado de la Prelatura personal del Opus Dei; Dominique Rey, obispo de Fréjus-Toulon (Francia); Menghesteab Tesfamariam MCCJ, Eparca de Asmara (Eritrea); Benedito Beni Dos Santos, obispo de Lorena (Brasil); Santiago Jaime Silva Retamales, obispo auxiliar de Valparaíso (Chile), y Secretario General del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM); Luigi Negri, obispo de San Marino-Montefeltro (Italia); Alberto Francisco María Sanguinetti Montero, obispo de Canelones (Uruguay); y Enrico Dal Covolo, SDB, Rector Magnífico de la Pontificia Universidad Lateranense de Roma.

Además los padres Julián Carrón, Presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación; Renato Salvatore MI, Superior General de los Clérigos Regulares Ministros de los Enfermos (Camilos); Heinrich Walter, Superior General de los Padres de Schönstatt; y Jose Panthaplamthottiyil, CMI, Prior General de los Carmelitas de la Bienaventurada Virgen María Inmaculada.

Delegados del episcopado argentino
Los obispos argentinos elegidos para participar en el Sínodo de octubre próximo son: monseñor Jorge Eduardo Lozano, obispo de Gualeguaychú; monseñor Carlos María Franzini, obispo de Rafaela; y monseñor Virginio Domingo Bressanelli SCJ, obispo de Neuquén; suplente, monseñor Eduardo Eliseo Martín, obispo de Villa de la Concepción del Río Cuarto.+



HACIA UNA NUEVA EVANGELIZACIÓN APORTES DESDE AMERICA LATINA Y EL CARIBE


S.E.R. Santiago Silva Retamales
Obispo Auxiliar de Valparaíso, Chile
Secretario General del CELAM




El Consejo Episcopal Latinoamericano - CELAM publicó un libro en torno a la Nueva Evangelización con motivo de la reunión preparatoria de Obispos y delegados de las Conferencias Episcopales de América Latina y el Caribe que se realizó en la sede de la Conferencia Episcopal de Colombia, con los Obispos Sinodales latinoamericanos que van a participar en el mes de octubre en Roma, “HACIA UNA NUEVA EVANGELIZACIÓN, Aportes desde América Latina y El Caribe”. El Secretario General S.E.R. Santiago Silva Retamales, hace la presentación de este libro.

El Santo Padre Benedicto XVI nos sorprendió gratamente con la convocatoria a la XIII Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos, sobre un tema de mucha actualidad y urgencia en la Iglesia: “La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana”. 

Ya antes el Papa había creado un nuevo Consejo Pontificio dedicado a la promoción de la Nueva Evangelización, destacando la necesidad de llegar hasta los más alejados.

El tema es además muy oportuno en el contexto de la celebración de los 50 años del Concilio Vaticano II, que marcó de manera decisiva la vida de la Iglesia en América Latina y El Caribe, como se puede ver muy bien expresado en la realización y puesta en práctica de las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano. 

Estamos también celebrando el Año de la Fe a los veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica.

El Consejo Episcopal Latinoamericano - CELAM, como es su deber, se ha unido a esta convocatoria del Santo Padre, dentro de un espíritu de comunión y colaboración con las Iglesias locales, propiciando un espacio de encuentro para la preparación de los Obispos latinoamericanos y caribeños que van a participar en el próximo Sínodo.

En esta iniciativa que se realizó en Bogotá los días 27 a 30 de Julio último nos acompañó Monseñor Nikola Eterović, Secretario General del Sínodo de los Obispos. Su presencia fraterna, estimulante e iluminadora fue muy importante para crear un clima de comunión episcopal y de profunda espiritualidad.

El encuentro procuró “interiorizar la historia, naturaleza y dinámica de los Sínodos de los Obispos para que, compartiendo nuestras experiencias, desafíos y esperanzas sobre la Nueva Evangelización, nos preparemos, en un ambiente de oración y diálogo fraterno, a una fecunda participación en el Sínodo al que hemos sido convocados”, como rezaba el objetivo general.

En el encuentro se compartió en oración y fraternidad la vida ministerial y lo que significa la participación como “padre sinodal”; se reflexionó acerca del caminar sinodal de la Iglesia (historia, naturaleza, frutos); se compartieron los principales aportes que las Conferencias Episcopales de América Latina han hecho al Sínodo sobre la NE con base en los Lineamenta; y se profundizó en la dinámica y el contenido del próximo sínodo de Obispos, con base en el Instrumentum Laboris, con miras a la preparación de una participación propositiva en el mismo.

En este volumen de la Colección Documentos CELAM compartimos las reflexiones que se hicieron en el encuentro mencionado, además de otros aportes que nos parecen significativos en este caminar sinodal.

Esperamos que sea un instrumento de reflexión no solamente para los Padres Sinodales que participan por parte de América Latina y El Caribe, sino para todos los amables lectores que están comprometidos en la obra evangelizadora de la Iglesia.

ÍNDICE

PRESENTACIÓN



HOMILÍA DE S.E. MONS. NIKOLA ETEROVIĆ, SECRETARIO GENERAL DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS.

CONFERENCIAS

- SÍNODO DE LOS OBISPOS - UNA MIRADA HISTÓRICO-TEOLÓGICA.
S.E. Mons. Nikola Eterović, Secretario General del Sínodo de los Obispos.

- LA METODOLOGÍA SINODAL Y EL INSTRUMENTUM LABORIS DE LA XIII ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS.
S.E. Mons. Nikola Eterović, Secretario General del Sínodo de los Obispos.

- EVANGELIZAR COMO JESÚS, PARA TRANSMITIR LA FE CRISTIANA.
S.E. Mons. Santiago Silva Retamales, Obispo Auxiliar de Valparaíso, Chile y Secretario General del Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM.

- FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS Y PASTORALES DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN.

Padre Alvaro Cadavid Duque
- NUEVA EVANGELIZACIÓN: HACIA UNA RENOVADA FIDELIDAD A CRISTO.

S.E. Mons. Octavio Ruiz Arenas, Arzobispo emérito de Villavicencio y Secretario del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización

OTROS APORTES

- EN LA IGLESIA ESTÁ SOPLANDO EL VIENTO DEL SUR
América Latina: un nuevo Pentecostés para una nueva evangelización Diálogo teológico - pastoral con el Instrumentum Laboris del Sínodo 2012.
Padre Carlos María Galli - Buenos Aires – Argentina





LIBRO SOBRE LOS DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN EN AMÉRICA LATINA


PONTIFICIA COMISIÓN PARA LA AMÉRICA LATINA

10/03/2012


Ciudad del Vaticano, 10 de marzo de 2012 (VIS) - La Pontificia Comisión para América Latina ha publicado recientemente un trabajo titulado "Reflexiones sobre la Nueva Evangelización en América Latina: desafíos y prioridades". El libro, de 130 páginas, es el resultado de una jornada de estudio organizada por la comisión que tuvo lugar el 11 de noviembre de 2011. 

El libro comienza con una introducción por el cardenal Marc Ouellet, PSS, prefecto de la Congregación para los Obispos, e incluye el texto de tres conferencias pronunciadas en el transcurso de la jornada de estudio: "Nueva Evangelización a la luz del Magisterio pontificio" por el arzobispo Salvatore Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, "De la Evangelización de Jesucristo para la Misión Continental como nuevo Evangelización "por Mons. Santiago Jaime Silva Retamales, secretario del Consejo Episcopal Latinoamericano, y" Nueva Evangelización en América Latina hoy: desafíos y prioridades "por Guzmán Carriquiry Lecour, secretario de la Pontificia Comisión para América Latina. A continuación aparece una lista de cuarenta y una recomendaciones para la nueva evangelización en el continente americano. 

Los trabajos se enviarán a todos los miembros y consejeros de la comisión, a los obispos de América Latina y de los prefectos y presidentes de los diversos dicasterios y oficinas de la Curia romana. 

Un comunicado de la comisión pontificia que acompaña a los estados actuales de publicación que el libro contiene "una serie de aportaciones útiles para que" la nueva evangelización ", que ha sido repetidamente invocado por Juan Pablo II y de Benedicto XVI, y que ... encontró una respuesta significativa en la "misión continental" lanzada durante la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y el Caribe celebrada en 2007 en Aparecida, Brasil. Esa misión está en proceso de ser cumplida ". 

El libro también "tiene como objetivo contribuir a las numerosas discusiones y reflexiones que se están produciendo en vista de la próxima Asamblea General del Sínodo de los Obispos en octubre, ... y al año siguiente de la fe".



EL PAPA PIDE UNA URGENTE NUEVA EVANGELIZACION EN AMERICA LATINA



El cardenal Jorge Bergoglio y Mons. Héctor Aguer, dos de los participantes de la Plenaria de la Pontificia Comisión para América Latina (CAL)

En la mañana del sábado 20 de enero el Papa Benedicto XVI recibió en Audiencia a los participantes (unos 40) de la Asamblea Plenaria de la Pontificia Comisión para América Latina (CAL) -entre los cuales se hallaban dos prelados argentinos: el cardenal Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, y monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata- a quienes les recordó la importancia de que los fieles de América Latina vivan una fe sólida arraigada en el corazón y alimentada por la oración y los sacramentos.

En su discurso, el primero que dirige a América Latina como región, el Papa hizo referencia a la próxima V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe –en la que también tendrán voz y voto obispos de los Estados Unidos, Canadá, España y Portugal-, que ha convocado e inaugurará personalmente en Aparecida el 13 de mayo.

Explicó que "en continuidad con las cuatro reuniones anteriores, ésta está llamada a dar un renovado impulso a la Evangelización en esa región del mundo eminentemente católica, en la que vive una gran parte de la comunidad de los creyentes", para lo cual "es preciso proclamar íntegro el Mensaje de la Salvación, que llegue a impregnar las raíces de la cultura y se encarne en el momento histórico latinoamericano actual, para responder mejor a sus necesidades y legítimas aspiraciones".

Hizo también un llamado a "reconocer y defender siempre la dignidad de cada ser humano como criterio fundamental de los proyectos sociales, culturales y económicos, que ayuden a construir la historia según el designio de Dios".

Los desafíos actuales de América Latina “son enormes”, como enumeró el Papa: cambio cultural generado por los medios de comunicación, flujos migratorios y sus repercusiones familiares y religiosas, interrogantes sobre cómo deben asumir los pueblos su memoria histórica y su futuro democrático, secularización, globalización, pobreza, violencia y narcotráfico, entre otros.

“Ante todo ello, se ve la necesidad urgente de una nueva Evangelización, que nos impulse a profundizar en los valores de nuestra fe, para que sean savia y configuren la identidad de esos amados pueblos que un día recibieron la luz del Evangelio», exhortó el Santo Padre.

"La V Conferencia ha de fomentar que todo cristiano se convierta en un verdadero discípulo de Jesucristo, enviado por Él como apóstol, y como decía Juan Pablo II, 'no de re-evangelización sino de una evangelización nueva. Nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión', a fin de que la Buena Noticia arraigue en la vida y en la conciencia de todos los hombres y mujeres de América Latina", dijo también el Pontífice.

Más adelante destacó que "para el futuro de la Iglesia en Latinoamérica y el Caribe es importante que los cristianos profundicen y asuman el estilo de vida propio de los discípulos de Jesús: sencillo y alegre, con una fe sólida arraigada en lo más íntimo de su corazón y alimentada por la oración y los sacramentos. 

La fe cristiana se nutre sobre todo de la celebración dominical de la Eucaristía, en la cual se realiza un encuentro comunitario, único y especial con Cristo, con su vida y su palabra".

No dudó en alertar de la “vital labor” de obispos, sacerdotes y agentes de pastoral “cuando en la vida de las comunidades se produce un sentimiento como de orfandad respecto a Dios Padre”. 

Pues “cuando la fe no se alimenta de la oración y meditación de la Palabra divina; cuando la vida sacramental languidece, entonces prosperan las sectas y los nuevos grupos pseudoreligiosos que provocan el alejamiento de la Iglesia por parte de muchos católicos”, recalcó.

La clave de la familia 

     Es “en la familia, en la comunidad parroquial y diocesana” donde el verdadero discípulo crece y madura –recordó el Papa- y se convierte en misionero “cuando anuncia la persona de Cristo y su Evangelio en todos los ambientes”.

     En efecto, “en el hogar se custodia el patrimonio de la fe -confirmó-; en él los hijos reciben el don de la vida, se sienten amados tal como son y aprenden los valores que les ayudarán a vivir como hijos de Dios”.


     Igualmente, “la familia, acogiendo el don de la vida, se convierte en el ambiente propicio para responder al don de la vocación, especialmente ahora en que se siente tanto la necesidad de que el Señor envíe obreros a su mies”, reconoció Benedicto XVI ante la Pontificia Comisión para América Latina.

     Al finalizar, el Papa pidió a María, "modelo de madre en la Sagrada Familia y Madre de la Iglesia, Estrella de la Evangelización", que "guíe con su intercesión maternal a las comunidades eclesiales de Latinoamérica y el Caribe, y asista a los participantes en la V Conferencia para que encuentren los caminos más apropiados a fin de que aquellos pueblos tengan vida en Cristo y construyan, en el llamado 'Continente de la esperanza', un futuro digno para todo hombre y mujer".+



AMERICA-CHILE.

“LA IGLESIA CATÓLICA FLORECERÁ EN LA MEDIDA QUE NUESTRA FE SE CONVIERTA EN OBRAS CONCRETAS EN FAVOR DE LOS DEMAS”
ARZOBISPO  CHOMALI POR EL AÑO DE LA FE


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    Mons. Fernando Chomali

Concepción (Agencia Fides) – En vista de la inminente apertura del Año de la Fe proclamado por el Papa Benedicto XVI, el Arzobispo de Concepción, Monseñor Fernando Chomali, insta a la población chilena a vivirlo en los diferentes sectores de la vida social y pastoral. 

“Ninguna parroquia, ninguna capilla, ninguna familia, ningún colegio, ninguna universidad, ni pastoral alguna, ha de quedarse fuera de esta invitación que se presenta luminosa y llena de esperanza en medio de tanta oscuridad y desesperanza” se lee en una nota del Arzobispo enviada a la Agencia Fides. 

“Sin duda que esta invitación nos renovará a todos en nuestro empeño y nos dará más luces para continuar trabajando en la tarea evangelizadora que se nos ha encomendado”. “La fe – continúa Mons. Chomali - da un horizonte absolutamente nuevo a nuestra vida y a nuestro quehacer. La fe se presenta como un don y también como una tarea. 

El Papa, nos invita a profundizar en lo que creemos mediante la lectura asidua de la Biblia y el estudio constante del Concilio Vaticano II, que cumple 50 años y el estupendo Catecismo de la Iglesia Católica que cumple 25 años, es una invitación para todos y cada uno de los católicos en un contexto muy adecuado, la 'Misión Joven’. 

Es más los jóvenes son buscadores incansables de sentido para sus vidas y ese sentido está dado por Jesús. Desde El brotará toda vida nueva.” “Desde la fe el Papa nos invita a comprometernos a una vida centrada en los demás. 

La Iglesia católica florecerá en la medida que nuestra fe se haga carne en obras concretas en favor de los demás” pone de manifiesto el Arzobispo. “Salir al encuentro del otro anunciando la Palabra, anunciando a Jesucristo, dando a conocer su enseñanza de salvación y de fraternidad y sirviendo a los demás, especialmente si necesitados, nos sitúa en el camino trazado por el mismo Señor” concluye Mons. Chomali. (AP) (6/10/2012 Agencia Fides)


     

LA MISIÓN DE LOS OBSERVATORIOS PASTORALES EN EL CONTEXTO DE UNA NUEVA EVANGELIZACIÓN


En la Casa de Espiritualidad Pedro Legaria de Bogotá, del 1 al 4 de agosto de 2012, convocados por el Observatorio Pastoral-OBSEPAL y presididos por Monseñor Santiago Silva Retamales, Secretario General del CELAM, sean reunido los responsables de diversos observatorios pastorales y centros de estudio vinculados a las Conferencias Episcopales y a algunas Universidades Católicas de los países andinos (Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia). 

Entre los invitados especiales estuvo Monseñor Octavio Ruiz Arenas, Secretario del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización; y la Doctora Alicia Casermeiro, Directora del Observatorio para la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina. 

Las jornadas de reflexión se enmarcan en la serie de encuentros que el Observatorio Pastoral del CELAM ha querido promover con el fin de profundizar y potenciar la identidad y labor de los observatorios pastorales en las distintas regiones de América Latina y del Caribe.

De modo especial, el contexto que ha determinado la dinámica de este encuentro es la creciente preocupación de la Iglesia universal por la Nueva Evangelización. 

Somos conscientes que acontecimientos tales como la creación de un dicasterio pontificio para promoverla, la celebración del 50o aniversario del Concilio Vaticano II y la proclamación del Año de la Fe son signos que marcan el escenario de la acción pastoral y se entrelazan con el espíritu de la Misión Continental que viene animando la vida de las comunidades eclesiales desde la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano realizada en Aparecida. 

Por esto, teniendo en cuenta los desafíos de la realidad socio-cultural, económica, política y religiosa, se ha querido compartir las experiencias de los observatorios pastorales con el fin de examinar su misión y proponer los modos en que ellos pueden contribuir a fortalecer los procesos eclesiales con miras a una Nueva Evangelización en el Continente. 

En archivo anexo encontrarán todo el documento fruto de la reflexión y análisis de estos días de encuentro.


LA HOMILIA DE MONS.BERGOGLIO EN LA 38 PEREGRINACIÓN JUVENIL  A LUJÁN




“MADRE ENSEÑANOS A TRABAJAR POR LA JUSTICIA”

   Imágen cabecera de la peregrinación

Domingo 7 de Octubre de 2012 | 13:05

"Le pedimos a la Virgen que nos enseñe a trabajar por la Justicia"
El arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, pronunció la homilía en el marco de la misa de la 38 peregrinación a Luján.

"Hoy, en la casa de nuestra madre le venimos a hacer un pedido: que nos enseñe a trabajar por la Justicia. ¿Saben ustedes a quién se le ocurrió hacer este pedido? A ustedes mismos. Sí, porque en las oraciones que escriben cuando visitan Luján fue apareciendo esta oración que hoy es el lema: 

Madre, enseñanos a trabajar por la justicia. 

Es un lema que late en el corazón de los peregrinos de la Virgen y que se ha hecho oración. 

Peregrinos que somos los hijos de esta querida patria nuestra. Luján es la Casa de todos los hijos de la Virgen y por eso estamos haciéndole este pedido: que nos enseñe a trabajar por la Justicia, y que nos enseñe a trabajar por ser personas justas en la vida.

"Posiblemente, este pedido, hecho aquí en Luján, haya surgido del corazón de tantos peregrinos después de haber sido recibidos y escuchados. 

Porque aquí en Luján, a cada peregrino se lo recibe y se lo escucha. Y ser recibidos y escuchados es un gran acto de justicia, y gracias a todo esto estamos en paz, rezando y nos brotan cosas muy sinceras en el corazón, ocuparnos más y mejor unos de otros. Esto ya es ser justos. 

Aquí en Luján aprendemos a ser personas justas, porque con el corazón sereno y perdonado, nos llenamos del amor de Dios, por eso la mirada es mucho más profunda. Es mirar la vida desde Dios, es mirar la vida con Dios, que es El justo, el gran Justo.
"Cuánto bien nos hace venir a Luján para aprender a ser buenos hijos, buenos hermanos, que se ocupan por el bien de los otros. 

Por eso aquí hacemos este pedido para todos nosotros, para toda nuestra Patria. Es el mejor lugar para hacerlo. 

Que aprendamos a trabajar todos por la justicia y para esto, que siempre tengamos el corazón abierto, el corazón grande que nos anime a hacer este pedido".

"Que a nadie le falte esa actitud del corazón, la de tener que aprender cada día a ser más justos en la vida. 

Que se nos enseñe dónde habrá que poner una mirada más abierta y disponible, menos egoísta o interesada, que se nos enseñe a que no hagamos la nuestra, a que no se diga de cada uno de nosotros: "Este hace la suya" sino hacer una mirada , una gran mirada que nos haga hermanos, que nos preocupemos siempre por los demás".

"¿Y cómo puede ayudar la Virgen a trabajar por la Justicia? Lo vamos a pensar juntos durante esta misa y mirándola a Ella, en la puerta de la Basílica o mirando la Basílica.

Ustedes vinieron en peregrinación ofreciendo sus vidas por los otros, rezando por tantos necesidades, las de ustedes o esas que les pidieron que trajeran en el corazón hasta aquí los amigos, los vecinos, los familiares...

Ya que vas a Luján, llevá una intención mía, pedile a la Virgen por esto...Al llegar al Santuario vivimos esto tan lindo de ser recibidos, y esto es lo que nos llena el corazón, nos da esperanza, y así es como podemos continuar la vida: con la bendición de Jesús y de su Madre".

"Y de esta manera, con Jesús y con su Madre, es como podemos trabajar por la Justicia. Porque cuando nos reconocemos hijos y hermanos, es cuando en nuestro corazón nace esa actitud generosa por la vida y es cuando buscamos lo mejor y más grande para los otros. Jesús en la Cruz nos entrega su vida y le pide a la Virgen que nos cuide".




EL PRESIDENTE DEL CELAM PIDIÓ DAR UN SALTO CUALITATIVO
MONS. CARLOS AGUIAR RETES

Martes 16 Oct 2012 | 11:48 am

   Mons. Carlos Aguiar Retes 

Ciudad del Vaticano (AICA): “Ha llegado el momento del salto cualitativo. Si se sigue haciendo solamente lo mismo de siempre no seremos fieles al mandato de Cristo, los sacerdotes deben superar un estatus de confort y no basta una pastoral de conservación sino que es necesario reforzar la propia identidad evitando irenismos, lo que será además un antídoto a las sectas. Y armonizar movimientos y parroquias para potenciar la evangelización, así como la formación en los seminarios”, son algunos de los puntos expuestos en una rueda de prensa por monseñor Carlos Aguiar Retes, arzobispo de Tlalnepantla, presidente de la Conferencia Episcopal Mexicana, y presidente del Consejo Episcopal Latino Americano (CELAM). 
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 “Ha llegado el momento del salto cualitativo. Si se sigue haciendo solamente lo mismo de siempre no seremos fieles al mandato de Cristo, los sacerdotes deben superar un estatus de confort y no basta una pastoral de conservación sino que es necesario reforzar la propia identidad evitando irenismos, lo que será además un antídoto a las sectas. Y armonizar movimientos y parroquias para potenciar la evangelización, así como la formación en los seminarios”, son algunos de los puntos expuestos en una rueda de prensa por monseñor Carlos Aguiar Retes, arzobispo de Tlalnepantla, presidente de la Conferencia Episcopal Mexicana, y presidente del Consejo Episcopal Latino Americano (CELAM).

El prelado mexicano resaltó que la V Conferencia de Aparecida fue un fruto generado por el Concilio Vaticano II y “el dinamismo pastoral de Aparecida nace por haber entendido tres factores: 

el cambio de época; 

una conversión no sólo personal sino pastoral y porque se busca una misión continental: tenemos que misionar, no individualmente sino en efectiva comunión eclesial. 

No de uno u otro sacerdote o movimiento, sino realizada en conjunto y en cuya cabeza está el Papa y para las Iglesias particulares están los obispos”. 

Para lograr la Misión Continental, el presidente del CELAM recordó que es necesario “salir del gris del pragmatismo y de la burocracia” y que en Aparecida hubo conciencia de que “si seguimos haciendo solamente lo mismo de siempre no seremos fieles al mandato de Cristo. O sea hay que hacer más y los sacerdotes deben salir más allá de su confort. Y justamente en Aparecida “se reivindica que no basta la pastoral de conservación”. 


La misión de las mujeres en América Latina


Monseñor Aguiar Retes resaltó la misión de las mujeres de América Latina en la Iglesia, ellas dan vida a la comunidad, como lo han indicado diversas intervenciones durante el sínodo.

El prelado añadió que en una reciente encuesta sobre la transmisión de la fe en América Latina y el Caribe registró que el 95% fue a través de la familia y la madre o sea la mujer. Resaltó también el rol femenino en el campo de la caridad, de la asistencia social y de la promoción de los más necesitados, para no hablar de los catequistas, cuyo 90% son mujeres.



Las sectas


Sobre el proselitismo de los nuevos cultos o movimientos sectarios, el arzobispo mexicano recordó que se contrarresta fortaleciendo la propia identidad católica y evitando una actitud irenista. En este sentido señaló un estudio realizado en el año 2000 de sociólogos de la Universidad Nacional de México en el cual preveían para 2010 que los católicos serían el 60% y para el 2050, menos del 40%. “A pesar del tsunami de la laicización hoy somos el 83%”, indicó.



Parroquia y movimientos


Monseñor Aguiar Retes habló sobre “armonizar el trabajo entre parroquia y movimientos” y para ello solicitó una planificación conjunta. Indicó que si un movimiento va a las puertas de la parroquia este crece y hace crecer a la misma. Sin olvidar que los movimientos -añadió el prelado- tienen la experiencia de mucho camino recorrido. Y el tercer paso es sumar fuerzas en torno a ciertos acontecimientos.

En ese sentido recordó cómo se especuló que el viaje de Benedicto XVI a México no iba a tener la respuesta que tuvo Juan Pablo II. Que una encuesta registró que antes del viaje de Benedicto XVI el 17% de la población se dijo identificada con él, y que después del mismo, gracias también a la sinergia de las comisiones varias, se registró el 86% de identificación.

“Que el sínodo coincida con el Año de la Fe es una gracia”, consideró el prelado, que consideró necesario “volver a replantear nuestra fe, pues no es lo mismo creer en Dios olvidando lo que nos reveló Cristo”
Sobre las reivindicaciones sociales existentes en Latinoamérica, recordó que es el continente en donde se registran mayores diferencias sociales, y consideró que “más que insistir sobre eso aunque es necesario, Aparecida indica que la condición de discípulos, el ser comunidad de comunidades, crea una conciencia que irá resolviendo desde esta sensibilidad las estructuras injustas”.



Formación sacerdotal


Formación de sacerdotes y seminarios menores, un tema que se trató varias veces en las intervenciones del sínodo. “En ese campo hay todo un reto, porque cuando los seminarios tienen muchos años de camino y cuentan con una disciplina es más difícil ordenarlos”. Por ello añadió el arzobispo, “fue un gran esfuerzo reorientar la formación sacerdotal”, la cual “cada vez más trata de ser integral”.
Precisó que en el seminario van mejor los jóvenes que hacen el descubrimiento de su vocación desde una experiencia de Iglesia, especialmente si son líderes entre los adolescentes, pues llegan comprometidos y entusiasmados.+




RELACIÓN SOBRE AMÉRICA DEL CARD. CARLOS AGUIAR RETES.
PRESIDENTE DEL CELAM-


Posted on 8 octubre, 2012 




Carlos AGUIAR RETES Arzobispo de Tlalnepantla (México)
Presidente de la Conferencia Episcopal
Presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM)

Lunes, 8 de octubre de 2012

El gran desafío: el cambio de época y la fractura cultural (1 Cfr. Instrumentum laboris para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo, n. 47.)

La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (2 Celebrada en Aparecida, Brasil en mayo de 2007.) se ubica a sí misma en la continuidad del Concilio Vaticano II (3 La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y Caribeño es un nuevo paso en el camino de la Iglesia, especialmente desde el Concilio Ecuménico Vaticano II.

Ella da continuidad y, a la vez, recapitula el camino de fidelidad, renovación y evangelización de la Iglesia latinoamericana al servicio de sus pueblos. Documento de Aparecida (DA) n. 9.), y hace un llamado a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia la misión de la Iglesia en las nuevas y desafiantes circunstancias latinoamericanas y mundiales (4 Cfr. DA, n. 11.). 

Considera necesario salir del gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia para recomenzar desde Cristo(5 Cfr. DA, n. 12.).
La Nueva Evangelización exige la Comunión Eclesial.

Para lograr la Nueva Evangelización y transmitir la fe a las nuevas generaciones la Iglesia debe plantearse con toda honestidad, un examen de conciencia sobre la manera de vivir la fe (6 La propuesta de un nuevo estilo de vida no es sólo para los Pastores, sino mas bien para todos los cristianos que viven en América. 

A todos se les pide que profundicen y asuman la auténtica espiritualidad cristiana. “En efecto, espiritualidad es un estilo o forma de vivir según las exigencias cristianas, la cual es “La vida en Cristo” y “en el Espíritu”, que se acepta por la fe, se expresa por el amor y, en esperanza, es conducida a la vida dentro de la comunidad eclesial”. 

Ecclesia in America (EIA), n. 29.). Es necesario examinar la vida eclesial (7 Cfr. Instrumentum laboris para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo, n. 95.) y el testimonio de ella en la sociedad actual (8 

La pastoral de la Iglesia no puede prescindir del contexto histórico donde viven sus miembros. Su vida acontece en contextos socioculturales bien concretos. 

Estas transformaciones sociales y culturales representan naturalmente nuevos desafíos para la Iglesia en su misión de construir el Reino de Dios. De allí nace la necesidad, en fidelidad al Espíritu Santo que la conduce, de una renovación eclesial, que implica reformas espirituales, pastorales y también institucionales. DA, n. 367.).

Ecclesia in America afirma: Ante un mundo roto y deseoso de unidad es necesario proclamar con gozo y fe firme que Dios es comunión, Padre, Hijo y Espíritu Santo, unidad en la distinción, el cual llama a todos los hombres a que participen de la misma comunión trinitaria … Esta comunión, existente en la Iglesia y esencial a su naturaleza, debe manifestarse a través de signos concretos (9 EIA, n. 33.).

Aunque indispensable no basta la organización institucional de la Iglesia (10 Gran parte de la humanidad de hoy no encuentra en la evangelización permanente de la Iglesia el Evangelio. 

La Nueva Evangelización, conferencia del cardenal Joseph Ratzinger durante el jubileo de los catequistas y profesores de Religión celebrado el 10 de diciembre de 2000 en Roma. L ‘Osservatore Romano”, 19 de enero de 2001 (NEJR).), es necesario el testimonio de una espiritualidad de la comunión (11 Cfr. Novo Millennia Ineunte (NMI), n. 43.) que sea perceptible en la vida eclesial; para ello, es menester la participación y la comunión de los distintos miembros de la Iglesia en los diferentes niveles y desde las propias responsabilidades (12 

La conversion pastoral requiere que las comunidades eclesiales sean comunidades de discípulos misioneros en torno a Jesucristo, Maestro y Pastor. De allí, nace la actitud de apertura, de diálogo y disponibilidad para promover la corresponsabilidad y participación efectiva de todos los fieles en la vida de las comunidades cristianas. 

Hoy, más que nunca, el testimonio de comunión eclesial y la santidad son una urgencia pastoral. DA, n. 368.), dando testimonio del arte de vivir (13 Por eso, hace falta una nueva evangelización. Si se desconoce el arte de vivir, todo lo demás ya no funciona. Pero ese arte no es objeto de la ciencia; sólo lo puede comunicar quien tiene la vida, el que es el Evangelio en persona. NE. JR.).

La toma de conciencia para generar la comunión eclesial arranca con la conversión pastoral (14 La conversión pastoral es la clave para una evangelización nueva en su ardor), entendida como la aceptación de la llegada del Reino de Dios y el compromiso de incorporarse como discípulo de Cristo para darlo a conocer en el Mundo (15 Mc 1,15.), compromiso que exige la conversión personal (16 

La conversion personal despierta la capacidad de someterla todo al servicio de la instauración del Reino de vida. Obispos, presbíteros, diaconos permanentes, consagrados y consagradas, laicos y laicas, estamos llamados a asumir una actitud de permanente conversión pastoral, que implica escuchar con atención y discernir “10 que el Espiritu esta diciendo a las Iglesias” (Ap 2,29) a traves de los signos de los tiempos en los que Dios se manifiesta. DA, n. 366.) permanente (17 

La conversión en esta tierra nunca es una meta plenamente alcanzada: en el camino que el discípulo está llamado a recorrer siguiendo a Jesús, la conversión es un empeño que abarca toda la vida. EIA, n. 28.)
.
El camino incipiente y esperanzador de la Nueva Evangelización en América.
La renovación pastoral en América, iniciada como respuesta al Concilio Vaticano II, ha dinamizado la vida interna de la Iglesia, se han multiplicado los agentes de pastoral, se ha intensificado la formación en la fe, ha crecido la participación y la comunión eucarística de los fieles en la misa dominical, son muchos y variados los aspectos positivos de la renovación pastoral de la Iglesia (18 Cfr. DA, n. 99); sin embargo dicho crecimiento no ha sido proporcional al crecimiento demográfico de nuestros pueblos, por ello se constata enormes sectores de católicos distantes y tibios en su identidad cató1ica, pero ciertamente creyentes (19 Cfr. DA, n. 100, a).).

La religiosidad sigue viva y es la gran reserva potencial de nuestros pueblos (20 Una característica peculiar de América es la existencia de una piedad popular profundamente enraizada en sus diversas naciones. 

Está presente en todos los niveles y sectores sociales, revistiendo una especial importancia como lugar de encuentro con Cristo para todos aquellos que con espíritu de pobreza y humildad de corazón buscan sinceramente a Dios (cf. Mt 11,25). EIA, n. 16.). 

Ella, cuando ha sido guiada por la Palabra de Dios (21 “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (in 14,6). Con estas palabras Jesús se presenta como el único camino que conduce a la santidad. Pero el conocimiento concreto de este itinerario se obtiene principalmente mediante la Palabra de Dios que la Iglesia anuncia con su predicación. EIA, n. 31.) logra disponer el corazón del creyente y descubrir a Cristo (22 Cfr. Instrumentum laboris para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo, n. 21. Anunciar a Dios es introducir en la relación con Dios: enseñar a orar. NE. JR.), dejándose seducir por el Señor de la Vida (23 

El encuentro con el Señor produce una profunda transformación de quienes no se cierran a El. El primer impulso que surge de esta transformación es comunicar a los demás la riqueza adquirida en la experiencia de este encuentro. EIA, n. 68.) y aceptando incorporarse con mayor conciencia a la Iglesia como miembro de una comunidad de discípulos misioneros, que practica una espiritualidad cristiana (24 

El seguimiento de Cristo tiene una meta mucho más elevada: identjficarse can Cristo, es decir, lIegar a la unión con Dios. NE.JR.), que permite la santificación de sus miembros por la comunión con Dios Padre en el Espíritu Santo (25 La santidad es la meta del camino de conversión, pues esta “no es fin en sf misma, sino proceso hacia Dios, que es santo. Ser santos es imitar a Dios y glorificar su nombre en las obras que realizamos en nuestra vida (cf. Mt 5,16)”.EIA, n. 30.).

Las pequeñas comunidades relacionadas entre sí van aprendiendo la conveniencia de la comunicación y comunión. 

La Parroquia se renueva manifestando un nuevo rostro de Iglesia que crece y se desarrolla con fuerza (26 Cfr. Instrumentum laboris para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo, nos. 80 y 107.), cuando la Parroquia se relaciona orgánicamente con las demás y juntas son conducidas como Diócesis bajo la guía de su Obispo (27 Una clave de renovación parroquial, especialmente urgente en las parroquias de las grandes ciudades, puede encontrarse quizás considerando la parroquia como comunidad de comunidades y de movimientos. EIA, n. 41.). Esta dinámica de comunión eclesial es más urgente e indispensable en las ciudades y en las grandes zonas urbanas de las metrópolis (28 Cfr. DA, n.517 y 518.).

La vida de la Iglesia expresada como comunidad de comunidades, en comunión y unidad, permite a cada cristiano descubrir que en el Siglo XXI es posible vivir como discípulo de Cristo en una comunidad de discípulos del Señor Jesús, y tomar conciencia como discípulo misionero de la urgente necesidad de dar testimonio creíble y confiable de la fe en el mundo actual (29 Anuncianda la conversión debemos ofrecer también una comunidad de vida, un espacio común del nuevo estilo de vida. 

No se puede evangelizar sólo con palabras. El Evangelio crea vida, crea comunidad de camino. Una conversión puramente individual no tiene consistencia. NE. JR.).

Los procesos pastorales de planeación diocesana van abriendo los espacios para la formación del discípulo misionero y la misión continental. 

La pastoral orgánica descrita en el Plan Diocesano de Pastoral va haciendo realidad lo indicado en NMI: En las Iglesias locales es donde se pueden establecer aquellas indicaciones programáticas concretas -objetivos y métodos de trabajo, de formación y valorización de los agentes y la búsqueda de los medios necesarios que permiten que el anuncio de Cristo llegue a las personas, modele las comunidades e incida profundamente mediante el testimonio de los valores evangélicos en la sociedad y en la cultura (30 NMI, n. 29.).

Por ello, me atrevo a expresar que la Nueva Evangelización, que se abre camino en América, parte. del encuentro con Cristo que la Iglesia ofrece alas fieles cristianos (31 

Jesucristo es la “buena nueva” de la salvación comunicada a los hombres de ayer, de hoy y de siempre; pero al mismo tiempo es también el. primer y supremo evangelizador. 

La Iglesia debe centrar su atención pastoral y su acción evangelizadora en Jesucristo crucificado y resucitado. “Todo lo que se proyecte en el campo eclesial ha de partir de Cristo y de su Evangelio “.EfA, n. 67.) y llega al descubrimiento y vivencia apasionada y comprometida de la vida discipular (32 

El anuncio de Dios lleva a la comunión can Dios en la comunión fraterna, fundada y vivificada por Cristo. NE.JR.), expresión de la espiritualidad de la comunión.

De esta manera la vida diocesana y parroquial se acerca a la vida familiar (33 Cfr. Instrumentum laboris para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo, nos. 110 -113.), Iglesia doméstica (34 Para que la familia cristiana sea verdaderamente “iglesia doméstica”, está llamada a ser el ámbito en que los padres transmiten la fe, pues ellos “deben ser para sus hijos los primeros predicadores de la fe, mediante la palabra y el ejemplo”. EIA, n. 46.), fortaleciéndose mutuamente, y ayudando a poner bases para afrontar la emergencia educativa de nuestro tiempo (35 Lineamenta para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo, n. 20.).

Los protagonistas de la Nueva Evangelización.
La influencia de la fe en la sociedad para que la levadura del Evangelio permee y le dé sentido y sabor a la vida humana, depende en gran parte de la acción de los laicos. 

Por ello EIA afirma que son principalmente ellos los protagonistas de la nueva evangelización: La renovación de la Iglesia en América no será posible sin la presencia activa de los laicos. Por eso, en gran parte, recae en ellos la responsabilidad del futuro de la Iglesia (36 EIA, n. 44.).

La vocación y misión propia y específica de los fieles laicos es la transformación de las estructuras temporales, para que la conducta social esté sustentada en los valores evangélicos (37 Cfr. Lumen gentium (LG), n. 31; EIA, n. 27.). De aquí deriva la importancia de la conciencia y formación laical para que acorde a su identidad, y de manera personal y comunitaria, exprese el testimonio de una vida coherente alas convicciones de fe en los propios ambientes de vida y laborales (38 

Los ámbitos en los que se realiza la vocación de los fieles laicos son dos. El primero, y más propio de su condición laical, es el de las realidades temporales, que están llamados a ordenar según la voluntad de Dios. 

En efecto, “con su peculiar modo de obrar, el Evangelio es llevado dentro de las estructuras del mundo y obrando en todas partes santamente consagran el mismo mundo a Dios”.

Gracias a los fieles laicos, “la presencia y la misión de la Iglesia en el mundo se realiza, de modo especial, en la diversidad de carismas y ministerios que posee el laicado

La secularidad es la nota característica y propia del laico y de su espiritualidad que lo lleva a actuar en la vida familiar, social, laboral, cultural y política, a cuya evangelización es llamado. EIA, n. 44.).

Por ello es indispensable disponer de instancias para la promoción de la vocación laical y para el acompañamiento en su formación y misión en el mundo (39 Cfr. lnstrumentum laboris para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo, n. 118.).

La Nueva Evangelización y el diálogo con el mundo y las religiones.
En pleno Concilio el Papa Paulo VI afirmó en su primera Encíclica: La Iglesia debe ir hacia el diálogo con el mundo en que le toca vivir. La Iglesia se hace palabra; la Iglesia se hace mensaje; la Iglesia se hace coloquio (40 Ecclesiam Suam (ES), n. 27.).

Hoy día, en un mundo cada vez más plural, el diálogo se abre camino en diferentes ámbitos, los temas que aborda el diálogo en América son entre otros: la Palabra de Dios, la Dignidad Humana, la Familia, la Vida, la Educación, la Ética, la Economía, el Desarrollo de los Pueblos, la Movilidad Humana y en particular las Migraciones, la Solidaridad, la Ecología, la Justicia y la Paz. 

En todos los temas la brújula es la Verdad (41 La fidelidad al hombre exige la fidelidad a la verdad, que es la única garantía de libertad (cf. in 8,32) y de la posibilidad de un desarrollo humano integral. Por eso la Iglesia la busca, la an uncia incansablemente y la reconoce allí donde se manifieste. Para la Iglesia, esta misión de verdad es irrenunciable. Caritas in Veritate, n.9.).

Las instituciones educativas (42 En el proyecto global de la nueva evangelización, el campo de la educación ocupa un lugar privilegiado.
Por ello, ha de alentarse la actividad de todos los docentes católicos, incluso de los que enseñan en escuelas no confesionales. 

Así mismo, dirijo un llamado urgente a los consagrados y consagradas para que no abandonen un campo tan importante para la nueva evangelización …. La familia es el primer espacio educativo de la persona. EIA, n. 71.), sociales y culturales han sido estratégicamente instancias propicias para promover, coordinar y articular la participación de los laicos en el mundo.

Puntos medulares de la Nueva Evangelización.
Principal desafío de la Nueva Evangelización.
Anunciar a Jesucristo con el lenguaje y las formas culturales de las nuevas tecnologías de la comunicación social (43 Cfr.lnstrumentum laboris para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo, nos. 59 – 62.).

El eje teológico pastoral de la Nueva Evangelización.
Asumir la misión de la Iglesia como la prolongación del dinamismo del misterio de la Encarnación (44 

En el misterio de la Encarnación están las bases para una antropología que es capaz de ir más allá de sus propios límites y contradicciones, moviéndose hacia Dios mismo, más aún, hacia la meta de la “divinización”, a través de la incorporación a Cristo del hombre redimido, admitido a la intimidad de la vida trinitaria. NMI, n. 23.) en el espíritu de la Gaudium et spes (45 Cfr. Gaudium et spes (GetSp), n. 1 y 4.) y según lo señalado en la NMI (46 MNI, n. 3.): 

Cada Iglesia local, congregada en torno al propio Obispo, en la escucha de la Palabra, en la comunión fraterna y en la “fracción del pan” (cf. Hch 2,42), está “verdaderamente presente y actúa la Iglesia de Cristo, una, santa, cató1ica y apostólica”. 

Es especialmente en la realidad concreta de cada Iglesia donde el misterio del único Pueblo de Dios asume aquella especial configuración que lo hace adecuado a todos los contextos y culturas. Este encarnarse de la Iglesia en el tiempo y en el espacio refleja, en definitiva, el movimiento mismo de la Encarnación.

Responsabilidad de los agentes de pastoral:

1. Conversión pastoral(47 Cfr.lnstrumentum laboris para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo, n. 88.) y cambio de mentalidad en el Clero, en la Vida Consagrada y en los agentes de pastoral, especialmente promovida por la conciencia de los actuales desafíos sociales y culturales (48 Vivimos un cambio de época, cuyo nivel más profundo es el cultural. Se desvanece la concepción integral del ser humano, su relación con el mundo y con Dios. DA, n. 44.), y acompañada por la asidua lectura y meditación de la Palabra de Dios (Lectio Divina) (49 Esta lectura de la Biblia, acompañada de la oración, se conoce en la tradición de la Iglesia con el nombre de Lectio divino, práctica que se ha de fomentar entre todos los cristianos. Para los presbíteros, debe constituir un elemento fundamental en la preparación de sus homilías, especialmente las dominicales. EIA, n.31.).

2. La preparación y celebración de la Eucaristía (50 La Eucaristía continúa siendo el centro vivo permanente en torno al cual se congrega toda la comunidad eclesial. Los diversos aspectos de este sacramento muestran su inagotable riqueza: es, al mismo tiempo, sacramento-sacrificio, sacramento-comunión, sacramento-presencia. La Eucaristía es el lugar privilegiado para el encuentro con Cristo vivo. EIA, n. 35.), de los todos servicios cultuales (51 Cfr. Instrumentum laboris para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo, n. 97.) y de las prácticas religiosas de la piedad popular para que sean espacios e instancias de encuentro con Jesucristo y con los hermanos (52 Cfr. EIA, n. 12.).

3. Pastoral orgánica en participación y comunión en las Diócesis (53 La Diócesis, presidida por el Obispo, es el primer ámbito de la comunión y la misión. Ella debe impulsar y conducir una acción pastoral orgánica renovada y vigorosa, de manera que la variedad de carismas, ministerios, servicios y organizaciones se orienten en un mismo proyecto misionero para comunicar vida en el propio territorio. Este proyecto, que surge de un camino de variada participación, hace posible la pastoral orgánica, capaz de dar respuesta a los nuevos desafíos. DA, n. 169.) y en las Provincias Eclesiásticas (54 Cfr. EIA, n. 36 y 37.).


Responsabilidad de la comunidad de fieles:

1. Asumir el Catecismo de la Iglesia Católica y el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia como fundamento de la formación de los fieles (55 Ante los graves problemas de orden social que, con características diversas, existen en toda América, el católico sabe que puede encontrar en la doctrina social de la Iglesia la respuesta de la que partir para buscar soluciones concretas. Difundir esta doctrina constituye, pues, una verdadera prioridad pastoral. EIA, n. 54.).

2. Expresar la vida cristiana comunitaria en la vida discipular de pequeñas comunidades en participación y comunión (56 La vocación al discipulado misionero es con-vocación a la comunión en su Iglesia. No hay discipulado sin comunión … La fe nos libera del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión. Esto significa que una dimensión constitutiva del acontecimiento cristiano es la pertenencia a una comunidad concreta, en la que podamos vivir una experiencia permanente de discipulado y de comunión con los sucesores de los Apóstoles y con el Papa. OA, n. 156.).
3. Definir y programar los procesos de formación cristiana (57 Cfr. EIA, n. 34 y 69.) para pedagógicamente conducir alas fieles en los caminos mistagógicos que permiten al creyente entrar en la experiencia del Misterio de Dios (58 Cfr. NMI, n. 32-34.).

Responsabilidad de los laicos en el Mundo:

1. Asociarse y apoyarse para que en sus propios ámbitos de vida social influyan dando testimonio (59 Cfr. Instrumentum laboris para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo, n. 158.) activo y pasivo de las convicciones de fe y de su identidad católica (60 Por consiguiente, “los fieles laicos -por su participación en el oficio profético de Cristo- están plenamente implicados en esta tarea de la Iglesia”, y por ello deben sentirse llamados y enviados a proclamar la Buena Nueva del Reino. Las palabras de Jesús: “Id también vosotros a mi viña” (Mt 20, 4) deben considerarse dirigidas no sólo a los Apostoles, sino a todos los que desean ser verdaderos discípulos del Señor. EIA, n.66.).

2. Procurar el diálogo con las instituciones públicas y privadas para colaborar en la búsqueda del bien común y para generar una cultura (61 Mi predecesor Pablo VI, can sabia inspiración, consideraba que “la ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda alguna el drama de nuestro tiempo”. Por ello, los Padres sinodales han considerado justamente que “la nueva evangelización pide un esfuerzo lúcido, serio y ordenado para evangelizar la cultura “. EIA, n. 70.) fundamentada en la dignidad humana (62 Conviene recordar que el fundamento sobre el que se basan todos los derechos humanos es la dignidad de la persona. EIA, n. 57.).

3. Utilizar las nuevas tecnologías de comunicación para dar a conocer la vida y misión de la Iglesia y para el diálogo con el mundo (63 Es fundamental para la eficacia de la nueva evangelización un profundo conocimiento de la cultura actual, en la cual los medios de comunicación social tienen gran influencia. Es por tanto indispensable conocer y usar estos medios, tanto en sus formas tradicionales como en las más recientes introducidas por el progreso tecnológico. EIA, n. 72.).

4. Aprovechar las redes sociales para ofrecer el pensamiento católico y sus respuestas actuales a los desafíos culturales, especialmente con las nuevas generaciones (64 En realidad, son muchos los jóvenes americanos que buscan el sentido verdadero de su vida y que tienen sed de Dios … La sensación de frustración que experimentan … los hace abandonar frecuentemente la búsqueda de Dios. Ante esta situación tan compleja, “la Iglesia se compromete a mantener su opción pastoral y misionera por los jóvenes para que puedan hoy encontrar a Cristo vivo”. EIA, n. 47.).

La Conversión Pastoral se prolonga en la Misión Continental, compromiso asumido en Aparecida por el Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Por eso en América, la Nueva Evangelización se identifica con la Misión Continental.



INTERVENCIÓN DE MONS. HÉCTOR RUBÉN AGUER, ARZOBISPO DE LA PLATA




Quinta Congregación General

S. E. R. Mons. Héctor Rubén AGUER
Arzobispo de La Plata
(Argentina)

Miércoles, 10 de octubre de 2012

Entre las causas de la situación actual de la fe hay que considerar los errores teológicos y filosóficos que circulan en los centros académicos, seminarios y noviciados y que se divulgan mediante la predicación y la catequesis para confusión del pueblo de Dios.

La nueva evangelización requiere superar esos defectos que debilitan la certeza de la fe; para ello, cuidar que la formación de los agentes pastorales se ajuste al magisterio de la Iglesia.

Ante la emergencia de la cuestión antropológica, importa destacar la mediación de la filosofía, de una consideración metafísica de la persona que recoja y trascienda los válidos aportes científicos.

Desde allí, por vía de participación, se abre el acceso al fundamento absoluto, a Dios.

En el pensamiento cristiano se armonizan teocentrismo y centralidad del hombre, como alternativa al antropocentrismo radical que proponen algunas corrientes contemporáneas.

Se hace necesario desarrollar una nueva apologética, un discurso en favor de la fe cristiana, tanto de nivel académico cuanto catequístico-popular, que sea un itinerario propuesto a la inteligencia y al corazón de los hombres y las mujeres de hoy.



INTERVENCIÓN DE MONS. JORGE LOZANO EN EL SINODO DE LOS OBISPOS.
12 de octubre de 2012




"La Iglesia de América Latina vive y evangeliza en la región más desigual del planeta.

El Papa Benedicto XVI nos alentó a confirmar con nueva fuerza la opción por los pobres.

La brecha entre los más ricos y los más desfavorecidos es enorme e infranqueable, evocando la parábola del pobre Lázaro que se alimentaba de las migajas del suelo.

 Hay países en los cuales la mitad de los pobres son niños. En nuestro continente y en el mundo la pobreza no es un problema meramente económico o sociológico sino evangélico, religioso y moral.

Una mínima parte de la población mundial acapara para sí los bienes de la creación.

El consumismo derrochador y depredador está agotando los bienes de la creación. Los rostros de los pobres y excluidos son rostros sufrientes de Cristo.

En una cultura que pretende esconderlos, transformarlos en invisibles o naturalizar la pobreza, la fe nos alienta a ponerlos en el centro de nuestra atención pastoral.

No es posible pensar una nueva evangelización sin un anuncio de la liberación integral de todo lo que oprime al hombre, el pecado y sus consecuencias.

No puede haber una auténtica opción por los pobres sin un compromiso firme por la justicia y el cambio de las estructuras de pecado.

Nuestra cercanía con los pobres no sólo es necesaria para que nuestra predicación sea creíble sino también para que ella sea cristiana y no “una campana que resuena o un platillo que retiñe” (1 Cor 13,1).

Cualquier olvido o postergación de los pequeños y humildes hace que el mensaje deje de ser Buena Noticia para devenir en palabras vacías y melancólicas, carentes de vitalidad y esperanza.

Hace falta mirar a los pobres, convertimos a ellos para servir al Señor, a quien amamos."



PRESIDENTE DEL CELAM.
LOS CATÓLICOS TIENEN QUE ATREVERSE A REFLEJAR LOS VALORES DE LA IGLESIA.

11 de noviembre, 2012. (Romereports.com) El presidente de la Conferencia Episcopal Latinoamericana, Carlos Aguiar, recordó en Roma que la Iglesia debe salir al encuentro de las personas, también de las personas divorciadas, y no quedarse de brazos cruzados esperando a que vengan.



2012-11-11 08:00:00  



MONS. CARLOS AGUIAR
Presidente, CELAM

“Ayudar a que los valores del Evangelio, que son los valores de la promoción y formación humana, se hagan presentes en todos los campos de la sociedad”.

El arzobispo mexicano invitó a los cristianos a mostrar estos valores en todos los ámbitos de la sociedad, no sólo en las iglesias. Por eso propuso buscar iniciativas que ayuden a los laicos a transmitir estos valores en sus trabajos, que es donde pasan la mayor parte de su tiempo.

“En los ámbitos de comunicación, otros en los campos de los hospitales, los médicos, enfermeras. Otros en el ámbito de las leyes, los abogados, otros los políticos, economistas, empresarios, los trabajadores asalariados. La escuela, los profesores, tenemos que tener una presencia más dinámica”.

Carlos Aguiar reconoce que la Iglesia no lo tiene fácil. Dice que uno de los principales campos de trabajo es la ayuda a las familias. Y por supuesto, también a las personas divorciadas.

“La Iglesia debe recordar a todos los casados y vueltos a casar que no están fuera de la Iglesia. Son parte de la Iglesia. No están excomulgados. Viven una situación irregular, pero esto no les impide caminar en la fe”.

La mayoría de los latinoamericanos son católicos. Pero Aguiar advierte de que incluso en los países de mayoría católica hay graves problemas. Dice que es peligroso que la gente crea sólo por tradición o costumbre, y no por la fe y por una decisión meditada. Por eso, recomienda a los católicos a vivir el Año de la Fe como un reto personal




DOCUMENTO DE APARECIDA: PUNTO DE REFERENCIA EN EL SINODO.


Aparecida en italiano0001

Impresiona la frecuencia con que el documento de Aparecida – documento conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que tuvo lugar en Aparecida (Brasil), en mayo de 2007 – ha sido citado como referencia importante en el aula de los trabajos de la Asamblea general ordinaria del Sínodo mundial de Obispos. 

La gran mayoría de Padres sinodales provenientes de los más diversos países latinoamericanos han citado este documento. No se trata por cierto ni de casualidad ni de una estrategia eclesiástica pre-establecida. Es, esos sí, una demostración del muy profundo impacto que este documento ha tenido en la Iglesia de América Latina, cuyos Obispos lo han acogido con gratitud porque especialmente iluminante y orientador para la misión eclesial en las circunstancias actuales de nuestro continente.

Además, el tema de esa V Conferencia General – “...discípulos y misioneros de Jesucristo...” – está muy consonancia con el tema sinodal de la “nueva evangelización para la transmisión de la fe”, ofreciendo aportes muy importantes para el desarrollo de las reflexiones sinodales.

Precisamente por la atención que ha merecido este frecuente referencia, el Cardenal Marc Ouellet, en su calidad de Presidente de la Comisión Pontificia para América Latina, con el acuerdo gozoso del Presidente del CELAM, Mons. Carlos Aguiar, ha puesto a disposición de los Padres sinodales interesados la publicación de la traducción italiana del documento de Aparecida. 

Esta publicación ha sido emprendida por la Comisión Pontificia en el quinto aniversario de conmemoración de la Conferencia de Aparecida.





CONGRESO INTERNACIONAL 
“ECCLESIA IN AMERICA”

Tras las huellas de la EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POST-SINODAL ECCLESIA IN AMERICA, bajo la guía de NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE Madre de las Américas, Estrella de la Nueva Evangelización

912 diciembre de 2012

Iniciativa promovida y organizada por la Pontificia Comisión para América Latina y los Caballeros de Colón,con la colaboración del Instituto de Estudios Guadalupanos

OBJETIVOS

1. Conmemorar el 15º aniversario de la Asamblea Especial del Sínodo de Obispos para América, retomando la intuición profética de esta iniciativa pontificia para desarrollarla en clave de estrategia pastoral, misionera y cultural.

2. Profundizar algunos temas cruciales sobre la nueva evangelización en el continente americano, especialmente a la luz de las enseñanzas de la Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in America.

3. Ayudar a “redescubrir el camino de la fe”, confesándola “con plenitud y con renovada convicción, con confianza y esperanza”, a la luz del 50º aniversario del Concilio ecuménico Vaticano II y del 20º aniversario del Catecismo de la Iglesia Católica, como ha sido solicitado para el “Año de la Fe”, convocado por S.S. Benedicto XVI.

4. Favorecer relaciones de amistad, comunión y colaboración entre los fieles católicos de los países latinoamericanos, Estados Unidos y Canadá.
5. Promover el compartir experiencias y reflexiones de la Iglesia de Dios en América con la Curia Romana.

6. Manifestar la fidelidad y devoción que se profesa por el Sucesor de Pedro y por el magisterio pontificio en el continente americano.

7. Confiar todos estos objetivos y trabajos a Nuestra Señora de Guadalupe y pedir su potente intercesión para la Iglesia de Dios en el continente americano y para toda la Iglesia universal.


PROGRAMA

Domingo, 9 de diciembre

18.00 Celebración eucarística en la Capilla del Altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro. Oración de consagración a nuestra Señora de Guadalupe, en la Festividad de San  Juan Diego (ingreso al Vaticano por el Portón del Sant’Uffizio y a la Basílica por la puerta que se encuentra en frente a la “Domus Sanctae Marthae”).preside: Card. Marc Ouellet, Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina
Al final de la Celebración Eucarística, SU SANTIDAD BENDITO XVI SE HARÁ PRESENTE EN LA BASÍLICA y pronunciará un breve mensaje de saludo..
19.30 Recepción en el atrio del Aula Paulo VI.

Lunes, 10 de diciembre (Aula del Sínodo)

08.45 Laudes
09.00 Palabras de bienvenida e introducción (Card. Marc Ouellet)
09.15 Conferencia: “El acontecimiento guadalupano, en el origen de la evangelización del Nuevo Mundo americano”. (R.P. Eduardo Chávez, Director del Instituto de Estudios Guadalupanos)
10.15 Pausa café
10.45 Conferencia: “La Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in America: profecía,      enseñanzas y compromisos”. (Prof. Guzmán Carriquiry, Secretario de la Pontificia Comisión para América Latina)
12.00 Conferencia: “La Exhortación Apostólica Ecclesia in America, bajo la intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe, estrella de la nueva evangelización y madre de la civilización del amor”. (Prof. Carl Anderson, Caballero Supremo de los Caballeros de Colón)
12.45 Indicaciones sobre la organización para el trabajo en grupos.

15.30 Trabajo en grupos divididos según los siguientes temas (Aula Pablo VI):
1. “Una evangelización nueva. Nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión”:   significado, implicaciones y tareas en el continente americano (cfr. Ecclesia in America, nn. 2, 6, 66-74).
Presidencia: Card. Juan Sandoval Íñiguez, Arzobispo emérito de Guadalajara.
Introducción: S.E.R. Mons. Gérald Lacroix, Arzobispo de Québec
Lenguas utilizadas: español, portugués
2. “El encuentro de Jesús por medio de María”: experiencias de filiación y discipulado en los pueblos americanos (cfr.Ecclesia in America, nn. 8-13).
Presidencia: S.E.R. Mons. William Edward Lori, Arzobispo de Baltimore
Introducción: S.E.R. Mons. Samuel Joseph Aquila, Arzobispo de Denver
Lengua utilizada: inglés
3. ¿ Qué significa ser, para la Iglesia, sacramento de comunión y reconciliación a escala del continente americano ? (cfr.Ecclesia in America, nn. 33-45).
Presidencia: Card. Nicolás de Jesús López Rodríguez, Arzobispo de Santo Domingo
Introducción: Prof. Rodrigo Guerra, docente del Centro de Investigación Social Avanzada, miembro del equipo teológico-pastoral del CELAM
Lengua utilizada: español
4. Desafíos para la familia cristiana, la dignidad de la mujer y la esperanza de los jóvenes en el continente americano (cfr.Ecclesia in America, nn. 45-49).
Presidencia: Card. Thomas Christopher Collins, Arzobispo de Toronto
Introducción: Dra. Vicky Thorn, Directora Project Rachel
Lengua utilizada: inglés
5.¿ Qué dicen las Iglesias americanas, sobre “su amplia presencia en el campo de la educación” y, de modo especial, en el mundo universitario? (cfr. Ecclesia in America, n. 18, 71, 72).
Presidencia: S.E.R. Mons. Ricardo Ezzati Andrello, S.D.B., Arzobispo de Santiago de Chile
Introducción: Prof. Alfredo García Quesada, docente de la Universidad Católica San Pablo
Lengua utilizada: español
6. Unidad de los cristianos y reto de las sectas (cfr. Ecclesia in America, nn. 49, 73).
Presidencia: S.E.R. Mons. José María Arancedo, Arzobispo de Santa Fe, Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina.
Introducción: S.E.R. Mons. Thomas James Olmsted, Obispo de Phoenix
Lengua utilizada: español
7. Caridad y solidaridad desde un “amor preferencial por los pobres y marginados” (cfr. Ecclesia in America, nn. 52-60).
Presidencia: Card. Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, Arzobispo de Tegucigalpa
Introducción: Dra. Edelmira  Flores González, coordenadora del grupo latinoamericano de sociedades mariológicas
Lenguas utilizadas: inglés, español
8. Algunos graves y comunes problemas sociales: corrupción, drogas, carrera de armamentos, cultura de la muerte, situación de los indígenas y afroamericanos, problemática de los inmigrados (cfr. Ecclesia in America, nn. 60-65).
Presidencia: S.E.R. Mons. Leonardo Ulrich Steiner, O.F.M., Secretario General de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil
Introducción: S.E.R. Mons. James Anthony Tamayo, Obispo de Laredo
Lenguas utilizadas: español, portugués
NOTA: Cada grupo de trabajo será precedido por una introducción de 15 minutos y elige un Secretario encargado de recoger, sintetizar y exponer los aportes del grupo en la sesión plenaria.

18.00 Conclusión del trabajo de grupos.
18.15   conferencia: “El significado del Año de la Fe”. (S.E.R. Mons. Luis Francisco Ladaria, S.I., Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe

Martes, 11 de diciembre

08.45 Laudes
09.00 Presentación de los informes de los grupos de trabajo (Aula del Sínodo).
10.30 Pausa Café
11.30 Recitación del Santo Rosario en los jardines vaticanos delante de la escultura de Nuestra Señora de Guadalupe con San Juan Diego, intercalando los distintos misterios con la lectura de los textos del “Nican Mopohua”.
Presidencia:
S.E.R. Mons. Antonio Arregui Yarza, Arzobispo de Guayaquil
S.E.R. Mons. James Conley, Obispo de Lincoln
S.E.R. Mons. Juan Vicente Córdoba Villota, S.I., Obispo de Fontibón
16.00 Esplendor de belleza en la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe.  Investigaciones científicas sobre la “tilma”, junto con el canto de himnos guadalupanos. (Aula S. Pío X, Via della Conciliazione, 5). (Preside: R.P. Eduardo Chávez, Director del Instituto de Estudios Guadalupanos)

Miércoles, 12 de diciembre

10.00 Participación en la Audiencia pública de S.S. Benedicto XVI
15.30 Conferencia: “Escenarios y propuestas para la comunión y colaboración entre las Iglesias del continente americano y para la solidaridad entre sus pueblos” (Aula del Sínodo). (Card. Sean Patrick O’Malley, O.F.M. Cap., Arzobispo de Boston)
16.15 Debate. Intervenciones libres en reunión plenaria.
17.30 Síntesis conclusiva (Card. Marc Ouellet)
18.30 Solemne Celebración Eucarística en la Festividad de Nuestra Señora de Guadalupe (Iglesia de Santa Maria in Traspontina, via della Conciliazione) (Preside: Card. Marc Ouellet)
20.00 Recepción (Aula S. Pío X, Via della Conciliazione, 5)



CONGRESO INTERNACIONAL “ECCLESIA IN AMERICA”
ORACIÓN POR LAS FAMILIAS DE AMÉRICA.


(RV).- Este 4 de diciembre en la Sala de Prensa de la Santa Sede se presentó el Congreso Internacional “Ecclesia in America” sobre la Iglesia en el Continente Americano que se desarrollará en la Ciudad del Vaticano del 9 al 12 de diciembre, es decir, inicia en el segundo domingo de Adviento, fiesta de san Juan Diego Cuauhtlatoatzin, el fiel vidente de las apariciones de la Santísima Madre de Dios en el Tepeyac, (1474 – 1548), y finaliza el día en que la Iglesia celebra la fiesta litúrgica de la Virgen de Guadalupe, Patrona de las Américas. 

Este Congreso es promovido por la Pontificia Comisión para América Latina y por los Caballeros de Colón. En la presentación a la prensa de este encuentro que arroja luz sobre la actualidad de la vida de la Iglesia en el Continente Americano intervendrán el Card. Marc Ouellet, Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, el Profesor abogado Guzmán Carriquiry, Secretario de la Pontificia Comisión para América Latina; y el Dr. Carl Anderson, Caballero Supremo de los Caballeros de Colón.

La Exhortación Apostólica Postsinodal "Ecclesia in America", que da nombre a este encuentro, lleva la firma del Papa Juan Pablo II, y está fechada en Ciudad de México, el 22 de enero del año 1999, en el vigésimo primer año de su Pontificado. Está dirigida a los obispos, presbíteros y diáconos, a los consagrados y consagradas y a todos los fieles laicos sobre “el encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América”.

De la exhortación Apostólica del Beato Juan Pablo II, "Ecclesia in America" , citamos la
Oración a Jesucristo por las familias de América”, con el siguiente prefacio con el que el Papa concluye su documento, y que lleva el número 76:
Por tanto, invito a todos los católicos de América a tomar parte activa en las iniciativas evangelizadoras que el Espíritu Santo vaya suscitando a lo largo y ancho de este inmenso Continente, tan lleno de posibilidades y de esperanzas para el futuro. 

De modo especial invito a las familias católicas a ser « iglesias domésticas », donde se vive y se transmite a las nuevas generaciones la fe cristiana como un tesoro, y donde se ora en común. Si las familias católicas realizan en sí mismas el ideal al que están llamadas por voluntad de Dios, se convertirán en verdaderos focos de evangelización.

Al concluir esta Exhortación Apostólica, con la que he recogido las propuestas de los Padres sinodales, acojo gustoso su sugerencia de redactar una oración por las familias en América. Invito a cada uno, a las comunidades y grupos eclesiales, donde dos o más se reúnen en nombre del Señor, para que a través de la oración se refuerce el lazo espiritual de unión entre todos los católicos americanos. 

Que todos se unan a la súplica del Sucesor de Pedro, invocando a Jesucristo, « camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América »:

Señor Jesucristo, te agradecemos que el Evangelio del Amor del Padre,
con el que Tú viniste a salvar al mundo,haya sido proclamado ampliamente en América como don del Espíritu Santo que hace florecer nuestra alegría. 

Te damos gracias por la ofrenda de tu vida, que nos entregaste amándonos hasta el extremo, y nos hace hijos de Dios y hermanos entre nosotros.


Aumenta, Señor, nuestra fe y amor a ti, que estás presente
en tantos sagrarios del Continente.Concédenos ser fieles testigos de tu Resurrección ante las nuevas generaciones de América, para que conociéndote te sigan y encuentren en ti su paz y su alegría. Sólo así podrán sentirse hermanos de todos los hijos de Dios dispersos por el mundo.Tú, que al hacerte hombre quisiste ser miembro de una familia humana, enseña a las familias las virtudes que resplandecieron en la casa de Nazaret. 


Haz que permanezcan unidas, como Tú y el Padre sois Uno,
y sean vivo testimonio de amor, de justicia y solidaridad;
que sean escuela de respeto, de perdón y mutua ayuda,
para que el mundo crea; que sean fuente de vocaciones
al sacerdocio, a la vida consagrada y a las demás formas de intenso compromiso cristiano.


Protege a tu Iglesia y al Sucesor de Pedro, a quien Tú, Buen Pastor, has confiado la misión de apacentar todo tu rebaño. Haz que tu Iglesia florezca en América y multiplique sus frutos de santidad.Enséñanos a amar a tu Madre, María, como la amaste Tú. Danos fuerza para anunciar con valentía tu Palabra en la tarea de la nueva evangelización, para corroborar la esperanza en el mundo.


¡Nuestra Señora de Guadalupe, Madre de América, ruega por nosotros!


Patricia L. Jáuregui Romero – Radio Vaticano


GUADALUPANA PROTAGONISTA DEL CONGRESO “ECCLESIA IN AMERICA”


Este 12 de diciembre se celebra a la Virgen de Guadalupe. Foto: Notimex

11 de diciembre de 2012  10:47  actualizado el 12 de diciembre de 2012 a las 01:01

La Virgen de Guadalupe fue protagonista del congreso "Ecclesia in América", que reúne en el Vaticano a 250 participantes, quienes rezaron el rosario en español e inglés ante la escultura de La Guadalupana
Santa Sede.- 

La Virgen de Guadalupe fue hoy la protagonista del congreso "Ecclesia in América", que reúne en el Vaticano a 250 participantes, de ellos un centenar de personalidades de ese continente, que participaron en un rosario y asistieron a una charla sobre la imagen de la patrona de América.

Los participantes en el foro y varios cientos de fieles recitaron el rosario en los Jardines Vaticano, ante la escultura de Nuestra Señora de Guadalupe con el indio san Juan Diego.

El grupo escultórico fue colocado en los Jardines Vaticanos en 1939 y muestra una imagen de Juan Diego Cuauhtlatoatzin, el indio al que se apareció la virgen en 1531 y canonizado por Juan Pablo II durante su último viaje a México en 2002, con la tilma o manto, en la que está impresa la imagen de la Virgen Morena.

Del grupo forma también parte una imagen del arzobispo Juan de Zumárraga, arrodillado ante la imagen de la virgen.

Encabezados por el cardenal Marc Ouellet, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, los asistentes rezaron el rosario en español e inglés y escucharon meditaciones sobre Nuestra Señora de Guadalupe.

La plegaria estuvo inspirada en el Nicam Mopohua, primer documento que recoge los diálogos entre la virgen y Juan Diego en el cerro mexicano del Tepeyac.

En la ceremonia se destacó el importante papel que tuvieron las apariciones marianas al indio Juan Diego en la evangelización del continente americano.
Tras el rezo del ángelus, la cantante italiana Filippa Giordano, al piano, entonó el "Ave María y el himno "El Ángel del Cielo".

Después del rosario, los participantes en el congreso asistieron a un acto cultural y de devoción en el que se presentaron vídeos sobre la imagen de la virgen y se cantaron himnos guadalupanos.

Sobre la imagen de la virgen, el peruano afincado en México José Aste, de 81 años, un ingeniero que desde 1979 estudia con ordenadores y lentes de alta precisión los ojos de Nuestra Señora de Guadalupe, dijo hoy a Radio Vaticano que en las córneas ha descubierto trece pequeñas imágenes sobre escenas del milagro guadalupano.

Las mismas imágenes se ven en los dos ojos, precisó Aste, quien las ha dividido en dos escenas.

En una, que llama "antes de la estampación" al considerar que lo que se ve ocurrió antes de que la virgen quedara impresa en la tilma del indio, se la ve a ella, al obispo Zumárraga, a Juan Diego que extiende su manto para que quede impregnada la imagen, a un indígena y a una mujer negra esclava que trabajaba para Zumárraga.

En la otra escena aparecen una mujer que lleva un bebé a la espalda, el marido, otros dos niños y dos adultos.

"Ecclesia in América" concluye mañana con la asistencia de los participantes a la audiencia pública del papa.

Este congreso se celebra quince años después del Sínodo de Obispos para América, convocado por Juan Pablo II en 1997, y su objetivo es intensificar la unidad y cooperación entre las iglesias americanas para afrontar problemas y retos comunes.


DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI  A LOS PARTICIPANTES EN EL CONGRESO INTERNACIONAL
«TRAS LAS HUELLAS DE LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL "ECCLESIA IN AMERICA", BAJO LA GUÍA DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE , MADRE DE TODA AMÉRICA, ESTRELLA DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN», ORGANIZADO POR
LA PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMÉRICA LATINA
Y LOS CABALLEROS DE COLÓN
Basílica Vaticana
Domingo 9 de diciembre de 2012

El Papa Benedicto XVI, durante el congreso "Ecclesia in America" (la Iglesia en América), en la Basílica de San Pedro en el Vaticano. EFEEl Papa Benedicto XVI, con su secretario personal Georg Gaenswein (R), durante el congreso "Ecclesia in America" (la Iglesia en América), en la Basílica de San Pedro en el Vaticano. EFEEl Papa Benedicto XVI, durante el congreso "Ecclesia in America" (la Iglesia en América), en la Basílica de San Pedro en el Vaticano. EFE




Señores Cardenales,

Queridos Hermanos en el Episcopado y el Sacerdocio,
Apreciados Caballeros de Colón


Agradezco vivamente las palabras del Señor Cardenal Marc Ouellet, Presidente de la Comisión Pontificia para América Latina, y me alegra que, junto a los Caballeros de Colón, haya querido promover un Congreso internacional para ahondar en la consideración y proyección de la Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Americadel beato Juan Pablo II, y que recoge las aportaciones de la Asamblea especial del Sínodo de los Obispos para América. 

Saludo cordialmente a los Señores Cardenales, Obispos, sacerdotes y personas consagradas, así como a los numerosos laicos venidos para participar en esta importante iniciativa. Vuestros rostros me traen nuevamente a la mente y al corazón los latidos del Continente americano, tan presente en la plegaria del Papa, y cuya devoción a la Sede Apostólica he podido gratamente experimentar, no sólo durante mis visitas pastorales a algunos de sus países, sino cada vez que encuentro aquí a pastores y fieles de esas queridas tierras.

Mi venerado Predecesor, el beato Juan Pablo II, tuvo la clarividente intuición de incrementar las relaciones de cooperación entre las Iglesias particulares de toda América, del Norte, del Centro y del Sur, y, a la vez, suscitar una mayor solidaridad entre sus naciones. Hoy dichos propósitos merecen ser retomados con vistas a que el mensaje redentor de Cristo se ponga en práctica con mayor ahínco y produzca abundantes frutos de santidad y renovación eclesial.

El tema que guió las reflexiones de aquella Asamblea sinodal puede servir también de inspiración para los trabajos de estos días: "El encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América". En efecto, el amor al Señor Jesús y la potencia de su gracia han de arraigar cada vez más intensamente en el corazón de las personas, las familias y las comunidades cristianas de vuestras naciones, para que en éstas se avance con dinamismo por las sendas de la concordia y el justo progreso. 

Por eso, es un regalo de la Providencia que vuestro Congreso tenga lugar poco después de comenzar el Año de la fe y tras la Asamblea general del Sínodo de los Obispos dedicada a la nueva evangelización, pues vuestras deliberaciones contribuirán valiosamente a la ardua e imperiosa tarea de hacer resonar con claridad y audacia el Evangelio de Cristo.

La citada Exhortación apostólica apuntaba ya a retos y dificultades que en la hora actual siguen presentes con singulares y complejas características. En efecto, el secularismo y diferentes grupos religiosos se expanden por todas las latitudes, dando lugar a numerosas problemáticas. 

La educación y promoción de una cultura por la vida es una urgencia fundamental ante la difusión de una mentalidad que atenta contra la dignidad de la persona y no favorece ni tutela la institución matrimonial y familiar. ¿Cómo no preocuparse por las dolorosas situaciones de emigración, desarraigo o violencia, especialmente las causadas por la delincuencia organizada, el narcotráfico, la corrupción o el comercio de armamentos? ¿Y qué decir de las lacerantes desigualdades y las bolsas de pobreza provocadas por cuestionables medidas económicas, políticas y sociales?

Todas estas importantes cuestiones requieren un esmerado estudio. Sin embargo, más allá de su evaluación técnica, la Iglesia católica tiene la convicción de que la luz para una solución adecuada sólo puede provenir del encuentro con Jesucristo vivo que suscita actitudes y comportamientos cimentados en el amor y la verdad. Ésta es la fuerza decisiva para la transformación del Continente americano.

Queridos amigos, el amor de Cristo nos urge a dedicarnos sin reservas a proclamar su Nombre en todos los rincones de América, llevándolo con libertad y entusiasmo a los corazones de todos sus habitantes. No hay labor más apremiante ni benéfica que ésta. No hay servicio más grande que podamos prestar a nuestros hermanos. Ellos tienen sed de Dios. 

Por ello es preciso asumir este cometido con convicción y gozosa entrega, animando a los sacerdotes, a los diáconos, los consagrados y los agentes de pastoral a purificar y vigorizar cada vez más su vida interior a través del trato sincero con el Señor y la participación digna y asidua en los sacramentos. A esto ayudará una adecuada catequesis y una recta y constante formación doctrinal, con fidelidad total a la Palabra de Dios y al Magisterio de la Iglesia y buscando dar respuesta a los interrogantes y anhelos que anidan en el corazón del hombre. 

De este modo, el testimonio de vuestra fe será más elocuente e incisivo, y se acrecentará la unidad en el desempeño de vuestro apostolado. Un renovado espíritu misionero y el ardor y generosidad de vuestro compromiso serán una aportación insustituible que la Iglesia universal espera y necesita de la Iglesia en América.

Como modelo de disponibilidad a la gracia divina y de total solicitud por los demás, resplandece en ese Continente la figura de María Santísima, Estrella de la nueva evangelización, y a quien se invoca en toda América bajo el glorioso título de Nuestra Señora de Guadalupe. A la vez que encomiendo a su materna y amorosa protección este Congreso, imparto a sus organizadores y participantes la Bendición Apostólica, prenda de incesantes favores divinos.




PALABRAS DE BIENVENIDA E INTRODUCCIÓN AL CONGRESO
INTERNACIONAL “ECCLESIA IN AMERICA”

Card. Marc Ouellet
Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina

Comenzamos hoy los trabajos del Congreso internacional organizado
conjuntamente por la Pontificia Comisión para América Latina y los Caballeros deColón, con la colaboración del Instituto mexicano de Estudios Guadalupanos, que se realiza en el Vaticano del 9 al 12 del corriente mes y que tiene como tema central la Ecclesia in America.

No hemos podido tener mejor inauguración que la de  ayer con la celebración eucarística en la Basílica de San Pedro y la presencia y el mensaje que nos dirigió S.S. Benedicto XVI. 

Si nuestro Congreso tiene como objetivo el de intensificar los vínculos de comunión entre las Iglesias locales del continente americano, esa misma comunión encuentra su fuente y su cumbre en la Eucaristía y queda expresada y garantizada por la comunión afectiva y efectiva con el Sucesor de Pedro, Pastor universal, que es signo, testigo y constructor de la unidad de todos los fieles cristianos en la verdad y caridad. 

El mensaje del Papa será para nuestro Congreso referencia fundamental de iluminación y guía, de aliento y bendición para nuestros trabajos. 

“Ecclesia in America” es, como todos los sabemos, el título de la Exhortación
apostólica pos-sinodal, publicada por el Beato Juan Pablo II el 22 de enero de 1999, como fruto maduro de la Asamblea especial del Sínodo para América que concluía sus trabajos hace precisamente quince años. 

El tema escogido por este Papa para esta Asamblea sinodal y que sirvió de articulación para  la Exhortación apostólica possinodal fue: “El encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América”. Éste será también un eje direccional para nuestras reflexiones y trabajos.  2

Nos interesará especialmente en este Congreso retomar las intuiciones proféticasdel Beato Giovanni Paolo II y los contenidos fundamentales de la Exhortación Ecclesia in America, así como intensificar las relaciones de comunión y colaboración entre la Iglesia de Canadá y de Estados Unidos con las Iglesias de América Latina para afrontar problemas y desafíos comunes que se plantean a la misión de la Iglesia en el continente americano.

Para ello contamos con una participación de alto nivel. Agradezco, en primer lugar, a los Señores Cardenales del Norte, Centro y Sur del continente que nos honran con su presencia. 

Y nuestra gratitud abraza también a los numerosos Obispos de Canadá, Estados Unidos y casi todos los países de América Latina que han acogido positivamente nuestra invitación. 

Junto con todos Ustedes, nos acompañan Señores Cardenales y Obispos de diversos dicasterios de la Curia Roma y residentes en Roma, manifestando un vivo interés por nuestros trabajos, que nos alienta de modo muy especial. Nuestra gratitud se dirige también a los Superiores Religiosos y Superioras Religiosas, o sus Consejeros y Consejeras, norteamericanos o latinoamericanos, que enriquecerán nuestras reflexiones y proposiciones.

 Están también con nosotros delegados de movimientos y nuevas comunidades eclesiales, así como Rectores y delegados de los distintos Colegios pontificios de residencia sacerdotal que sirven a las Iglesias en América. Incluso muchas otras personas se han interesado por nuestro Congreso, acogiéndolas con todo afecto.

Last but not least, estamos honrados por la presencia de Embajadores y colaboradores del cuerpo diplomático de los diversos países del continente americano ante la Santa Sede. 

A todos, ¡muchas gracias!, esperando que las reflexiones y eventos de este Congreso les resulten espiritual,
cultural y pastoralmente estimulantes y que disfruten de su estancia en Roma y especialmente en el centro de la catolicidad.  3

No es ciertamente por casualidad que este Congreso  se realice en directa
conexión con dos grandes eventos contemporáneos de la catolicidad. Me refiero, en primer lugar, al “Año de la Fe” convocado por Su Santidad Benedicto XVI y recientemente inaugurado el 14 de octubre pasado. 

Nos sentimos algo orgullosos porque este Congreso es uno de los primeros grandes eventos en el curso de este año lleno de gracias y de responsabilidades. 

Nuestro Congreso quiere ponerse en estrecha sintonía con lo señalado por la Carta apostólica  Porta Fidei cuando plantea la exigencia de “redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo”. 

Consideramos esto como una urgida invitación, también  a las Iglesias en America, a “una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo” para “confesar la fe en plenitud y con renovada convicción, confianza y esperanza”. 

Al mismo tiempo, cómo no advertir que este Congreso tiene lugar poco tiempo después de realizada la Asamblea general del Sínodo mundial de Obispos que, en el mes de octubre pasado,tuvo como tema: “La nueva evangelización para la transmisión de la fe”. 

Sin duda, nos enriqueceremos con los trabajos y proposiciones sinodales y, en especial, con las extraordinarias homilías y alocuciones con las que el Santo Padre acompañó e iluminó los trabajos sinodales y con las que está guiando el camino del “Año de la Fe”. 

El precioso patrimonio de fe cristiana, che está en el origen del “Nuevo Mondo” americano y que anima la vida de sus pueblos, sometido a la erosición provocada por fuertes corrientes de secularización, y specialmente por una cultura global cada vez más lejana y hostil a la tradición cristiana, tiene necesidad de ser siempre renovado, reactualizado, revitalizado. 

El intercambio de dones y experiencias entre las Iglesias del continente americano puede ser muy enriquecedor en esta perspectiva.
Además, somos todos muy conscientes que en estos últimos quince años se han ido planteando e incrementando muchas realidades y  problemas comunes, a nivel inter-americano, que requieren mayor colaboración por parte de las Iglesias. Me limito sólo a citar la importantísima presencia de los “hispano” en Canadá y Estados Unidos, 4 la cuestión irresuelta y muchas veces dramática de  la inmigración, la espiral de violencias por lo general alimentada por las redes del narcotráfico y el aumento del consumo de drogas. 

Todos estamos preocupados por la contemporaneidad en todo el continente de agresiones a la cultura de la vida y a la institución del matrimonio y la familia. Más que nunca resulta fundamental una contribución auténticamente católica en la urgente responsabilidad educativa de las nuevas generaciones. 

Compartimos preocupaciones, aquí y allá, sobre la custodia de la libertad religiosa, que está en la base de todas las libertades, solidaria con todas ellas. ¿Y cómo no tener en cuenta que en nuestro continente conviven vastas realidades de pobreza, marginación y exclusión con áreas de opulencia, como desigualdades a veces estridentes y que claman al cielo?

Y todo ello se encuadra en el contexto de las actuales relaciones políticas, económicas y culturales entre Estados Unidos, Canadá y América Latina, que requieren un repensamiento en la búsqueda de mayor diálogo, de negociaciones más abiertas y respetuosas, de la construcción de condiciones de mayor solidaridad, paz, equidad y justicia en el continente.  

Para afrontar estos problemas a la luz de la misión de la Iglesia es fundamental que se viva en cada Iglesia local y en las relaciones entre todas ellas un profundo sentido de comunión y pertenencia. 

Este Congreso desea ser una viva experiencia de esa comunión, creando y fortaleciendo vínculos de amistad entre todos los participantes. Ojalá podamos concluir sus trabajos  compartiendo y proponiendo renovadas modalidades y caminos para que se irradie esa comunión eclesial en todo el continente americano, guiada y significada por sus  Obispos, en comunión inquebrantable con el Sucesor de Pedro.

Que este Congreso se realice en el Vaticano pone en resalto la solicitud universal de las Iglesias del continente, que representan más del 50% de católicos de todo el mundo, y por eso dispuestas a colaborar cada vez
más con el ministerio universal del Papa.  5

Hemos venido a Roma no sólo para escuchar óptimas conferencias ni para
limitarnos a reflexionar y discutir juntos, sino también para rezar juntos, para implorar la presencia del Espíritu Santo que, por la mediación de María Santísima, nos convierta en más fieles discípulos y testigos de  Cristo resucitado y haga más reconocible su Presencia en la vida de las personas, familias y pueblos del continente americano. 

Terminaremos este Congreso con otra celebración eucarística,
precisamente en la festividad de Nuestra Señora de  Guadalupe, invocación de la Santísima Virgen María como intercesora potente no  sólo para México, para toda América, sino también para la Iglesia universal. Por eso, este Congreso cuenta también con la fructuosa colaboración del Instituto Superior de Estudios Guadalupanos.

Recordemos, en fin, que el Beato Juan Pablo II presentó la Exhortación apostólicapos.sinodal  Ecclesia in America, depositándola a los pies de la imagen de NuestraSeñora de Guadalupe en su Santuario, en Ciudad de México. 

También nuestro Congreso confía sus propósitos, trabajos y conclusiones a la Patrona de las Américas,a la Estrella de la Nuova evangelización, a la Madre celeste de la civilización del amor.  

 Martes, 04 Diciembre 2012, 16.53




LAS CONFERENCIAS PRONUNCIADAS DURANTE EL CONGRESO INTERNACIONAL "ECCLESIA IN AMERICA"

LA VIRGEN DE GUADALUPE, ESTRELLA DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

CANÓNIGO DR. EDUARDO CHÁVEZ

Postulador de la causa de canonización de san Juan Diego y
Director General del Instituto Superior de Estudios Guadalupanos (ISEG)

Introducción

El Santo Padre, Juan Pablo II, afirmó que fue en México, a los pies de la Virgen de Guadalupe, cuando vislumbró la manera de realizar su Pontificado: “Visité –recuerda el Papa- el santuario de Guadalupe en enero de 1979, durante mi primera peregrinación apostólica. El viaje fue decidido como respuesta a la invitación apostólica en la Asamblea de la Conferencia de los obispos de América Latina (CELAM), en Puebla. Aquella peregrinación inspiró en cierto sentidos todos los siguientes años del pontificado.”

¿Qué tendría esta devoción para que, de manera evidente, fuera tan amada por el Papa?

¿Qué fue lo que vislumbró el Santo Padre para que además proclamara Fiesta Litúrgica de Nuestra Señora de Guadalupe para todo el Continente Americano, y declarara en aquella ocasión:
“La aparición de María al indio Juan Diego en la colina del Tepeyac, el año de 1531, tuvo una repercusión decisiva para la evangelización. Este influjo va más allá de los confines de la nación mexicana, alcanzando todo el Continente.”(2)

Y que además y de manera explícita el Santo Padre declarara: “América, que históricamente ha sido y es crisol de pueblos, ha reconocido «en el rostro mestizo de la Virgen del Tepeyac, [...] en Santa María de Guadalupe, [...] un gran ejemplo de evangelización perfectamente inculturada». Por eso, no sólo en el Centro y en el Sur, sino también en el Norte del Continente, la Virgen de Guadalupe es venerada como Reina de toda América.”(3)

 ¿Qué tendría esta Devoción, como decía, para que explícitamente el Santo Padre proclamara todo esto y más?

Como todo Acontecimiento Salvífico, el Guadalupano, si bien se verifica en un momento histórico y en un lugar determinado, trasciende fronteras, culturas, pueblos, costumbres, etc.; llega hasta lo más profundo del ser humano; además, toma en cuenta la participación precisamente de este ser humano, concreto e histórico, con sus defectos y virtudes, para que con su intervención fuera más allá de lo que la humana naturaleza permitiría. Una de las más claras manifestaciones de que en realidad se trata de un Acontecimiento Salvífico es la conversión del corazón, es el mover, en un verdadero arrepentimiento, al ser humano desde lo más profundo del alma, del espíritu y la razón, para encontrase con Dios, quien siempre es el primero en tomar esta iniciativa; haciendo realidad un cambio de vida pleno y total.

Veamos, aunque sean algunos pincelazos, los momentos más significativos de esta historia que influye decididamente en la evangelización de todo un Continente, como el mismo Santo Padre lo afirmó.
___________________
1.JUAN PABLO II, ¡Levantaos! ¡Vamos!, traducción Pedro Antonio Urbina Torella, Ed. Plaza Janés, México 2004, pp. 58-59.
2. JUAN  PABLO II, Ecclesia in America, México 22 de enero de 1999, Ed. Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1999, p. 20. El Santo Padre cita literalmente la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Santo Domingo a 12 de Octubre de 1992, 24. Véase también en AAS, 85 (1993) p. 826. El Santo Padre también menciona la declaración realizada por los obispos de los Estados Unidos de Norteamérica en: NATIONAL CONFERENCE OF CATHOLIC BISHOPS, Behold Your Mother Woman of Faith, Washington 1973, Nº 99: “In our own hemisphere we recall the apparition in 1531 of Our Lady of Guadalupe, «Queen of the Americas»."
3.JUAN PABLO II, Ecclesia in America, p. 20. 2

 
De la Reconquista a la Conquista

Mientras que en el centro de Europa el movimiento Protestante puso en crisis la relación con la Santa Sede, el pueblo español se manifestó enteramente católico, fiel a la Iglesia y defensor de Cristo, ya que, gracias a Él, había reconquistado su territorio y captaba como su misión histórica ser la punta de lanza de la Cristiandad para todos los pueblos. El pueblo español, siendo paladines de Cristo, pasó de la reconquista  a la conquista. Como afirmó Francisco Hernández de Gómara: “La mayor cosa después de la creación del mundo y la muerte del que lo crió, es el descubrimiento de las Indias [...] Nunca nación se extendió a tanto como la española sus costumbres, su lenguaje y armas, ni caminó tan lejos por mar y tierra, las armas a cuestas [...]

Comenzaron las conquistas de indios acabada la de moros, para que siempre guerreasen españoles contra infieles.”(4).

Por otra parte, y al otro lado de su mundo, se encontraban imperios inmensos: el “Tahuantisuyo” y el “Tlatocáyotl”, es decir, el imperio Inca y el imperio Azteca. La belicosidad y su profunda religiosidad eran las características esenciales de estos pueblos, que los llevaron a conquistar casi todo lo que era su mundo.

Veinticinco años después del Descubrimiento de América, en 1517, Francisco Hernández de Córdova descubrió, oficialmente, tierras mexicanas; al siguiente año le siguió Juan de Grijalva; pero es hasta la llegada de Hernán Cortés, en 1519, cuando de una simple exploración se consumó una gran conquista.(5).

 A inicios del siglo XVI, el imperio Azteca era un conglomerado de, aproximadamente, 23 millones de súbditos de diferentes tribus,  muchas  de las cuales odiaban a los aztecas por sanguinarios, y esto obedecía a que los aztecas se consideraban llamados a preservar la vida del mundo, alimentándolo con los corazones y la sangre obtenidos por los prisioneros en las llamadas “guerras floridas”; prisioneros que eran sacrificados ritualmente, sacándoles sus corazones para ofrecerlos en alimento a sus dioses y, de esta manera, preservar el ciclo de la vida.

Los indígenas estaban convencidos, por su mentalidad religiosa, que se cumpliría una de las profecías más importantes y determinantes de su existencia; en síntesis esta profecía decía que un caudillo-dios, llamado “Quetzalcóatl” (“serpiente emplumada”), iba a regresar por el Oriente, y este líder bueno tenía, extrañamente, las mismas  características de los europeos: blanco y barbado, con extrañas naves que venían, precisamente, de Oriente; así que los indígenas estaban convencidos de que eran testigos de la realización de esta profecía.

En solo dos años, de 1519 a 1521, contra toda expectativa humana, los españoles conquistaron el imperio Azteca. Hernán Cortés, un hombre de armas, un tanto ilustrado y militarmente religioso, como era la época, con un carisma de liderazgo impresionante, usando su astucia y habilidad penetró hasta el propio corazón del imperio, aliándose con las tribus sometidas por los aztecas; bajo la confusión de la famosa profecía de la llegada del dios bueno “Quetzalcóatl”; aunado todo esto con las poderosas armas y los caballos desconocidos para los indígenas, lo cual fue clave para la conquista y, finalmente, las enfermedades, entre ellas la viruela, que mató a la mitad de la población indígena.

El drama que los indígenas padecieron en esta derrota y la caída de su Imperio, no fue sólo el desmoronamiento de su estructura militar, social, económica, política, etc., sino de toda su estructura religiosa, la cual sustentaba el sentido de toda su existencia. La tremenda depresión ante sus propios dioses fue un drama incomparable,  ya que el esperado dios bueno “Quetzalcóatl”, sólo sembró la ruina y la muerte; ya no habían más sacrificios humanos ni corazones que alimentaran a sus dioses y, sin embargo, el ciclo de la vida continuaba sin mayor problema; los astros estaban ahí cumpliendo sus funciones como si nada; se habían sacrificados a miles de seres humanos y ahora se daban cuenta que no había servido de nada, absolutamente de nada; entonces ¿todo había sido una burla infame de los dioses? La depresión fue tal que algunos indígenas optaron por suicidarse.(6).

 Mientras tanto, no eran pocos los españoles que también presentaban una crisis de conciencia, pues se cuestionaban hasta qué punto era de cristianos conquistar un territorio, el cual no les pertenecía, y hacer de su propiedad bienes ajenos y hasta esclavizar a sus propietarios; este cuestionamiento era fuertemente manifestado no sólo por los misioneros, sino por españoles de conciencia recta, incluso se llevó ante las aulas de las Universidades como la de Salamanca. La discusión sobre la justificación de una invasión y toma de bienes ajenos ocuparon agrias disputas; levándolas hasta el punto de poner en tela de juicio la racionalidad de los indígenas, pues si los indios no demostraban su humanidad, entonces se podía tomar de sus bienes, ya que no tendrían ningún derecho sobre ellos; y, además, su “adoración” a los ídolos los hacían “culpables”.

Sin pretender menospreciar o desmeritar la labor de estos santos varones, que en realidad eran de lo mejor que había producido una España, deudora de Jesucristo, defensora de su Iglesia y misionera militante; pero ¿qué era este puñado de inspirados misioneros ante los millones de ndígenas?, ante las distancias impresionantes, las lenguas desconocidas, las mentalidades y culturas tan distintas. Si bien, las conversiones se fueron dando, pero muy poco a poco ante este reto gigantesco. Fray Toribio Motolinia, además de  indicarnos que la gran labor de los franciscanos había dado como resultado cierta cantidad de bautizos entre los indígenas, no pudo negar que en los primeros años los indios permanecían reacios a convertirse al catolicismo: “Anduvieron –declaraba el misionero– los mexicanos  cinco años muy fríos”.(7).

 Además, era consciente de la insignificancia de sus recursos ante la enormidad del trabajo, sus terribles problemas y la inseguridad de que fueran sinceras las conversiones;(8).el temor de que la piedad india fuera idolatría larvada subsistió durante largo tiempo en todos los misioneros y llegó a ser para algunos, como fray Diego de Durán, una obsesión (9).

 Además, esto se unía a los problemas internos de los mismos españoles, que llegaron a ser tan ásperos que el primer obispo de México, fray Juan de Zumárraga, conciente de que no había ninguna salida ante los abusos de sus paisanos, en 1529 declaró al rey: “Asimismo me parece es bien informar a Vuestra Serenísima Majestad de lo que a la fecha en ésta pasa, porque es cosa de tanta calidad, porque si Dios no provee con remedio de su mano está la tierra en punto de perderse totalmente.”(10)

En este contexto histórico es cuando se produce uno de los eventos más importantes y evangelizadores, el llamado: Acontecimiento Guadalupano, iniciando una importante historia de la Salvación; el encuentro de la Virgen de Guadalupe con un indígena llamado Juan Diego,(11) quien fue canonizado por el papa Juan Pablo II el 31 de julio de 2002.(12)

 Se inicia una evangelización que lleva a una verdadera conversión.
Santa María de Guadalupe, Estrella de la Evangelización, aparecida del 9 al 12 de diciembre de 1531, apenas a diez años después de la conquista, retoma lo bueno de los indígenas y lo bueno de los españoles, dos culturas profundamente religiosas y profundamente distintas, en un choque violento y cruento; es ella, la Madre de Dios que se manifiesta como portadora del
Amor, sagrario inmaculado de Dios y, cuya voluntad  claramente la sabemos por medio de san Juan Diego, y esta era: que se le edificara un templo para dar en él ese Amor que es el Hijo de Dios a todo ser humano; templo que debería contar con la aprobación de la cabeza de la Iglesia, el obispo de México, que en aquel entonces, como decíamos, era el obispo fray Juan de  Zumárraga. Este mensaje se manifestó también con una imagen impresa en el manto o tilma de este indio humilde, Juan Diego. La imagen mestiza de esta Virgen Madre envuelta de sol con la luna bajo sus pies con manto tachonado de estrellas y cuyo mensaje y voluntad es la entrega del Amor maternal en un templo aprobado por la cabeza de la Iglesia. Una Virgen Madre que al mismo tiempo los españoles la conocían como una Purísima Concepción; y los indígenas como la Tonantzin”, que significa “nuestra Madrecita”.(13).

En este Acontecimiento salvífico se manifiesta, de  manera patente, la intervención de Dios en una evangelización conducida por María para una verdadera conversión, como se expresa en el trozo del Evangelio de san Juan (Jn 2, 5): cuando, en las bodas de Caná, María, la madre de Dios, dirige con firmeza al ser humano: “hagan todo lo que Él les diga”.

Esta es una maravillosa historia de donde surge la evangelización para todo el Continente Americano y más allá de sus fronteras, bajo la dirección y cauce de la Iglesia Católica.
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4.FRANCISCO LÓPEZ DE GÓMARA, Historia General de las Indias, Biblioteca Ayacucho, Caracas 1979, Dedicatoria, pp. 7-8. 
5.Cfr. FERNANDO BENÍTEZ, La ruta de Hernán Cortés, Ed. FCE, México 4.1974. También SILVIO ZAVALA, «Hernán Cortés ante la justificación de su conquista», en Revista de Historia Americana, 92 (1981), pp. 49-69. También en la obra escrita por un soldado del mismo Hernán Cortés: BERNAL DÍAZ DEL  CASTILLO, Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, Ca. 1560-1568, Ed. Porrúa (= Col. Biblioteca Porrúa Nos 6 y 7), México 1977, 2 Vols. 3
6.Cfr. MIGUEL LEÓN-PORTILLA, El reverso de la conquista, Ed. Joaquín Mortiz, México 1964. También del mismo autor MIGUEL LEÓN-PORTILLA, Visión de los vencidos, UNAM (= Col. Biblioteca del Estudiante Universitario N° 81), México 4 1969. 4
7. FRAY TORIBIO MOTOLINIA, Historia de los Indios, p. 78.
8. De hecho, algunos frailes misioneros, como Sahagún  y Durán, se dieron a la tarea de investigar, de manera meticulosa, la cultura india, para poder combatir mejor cualquier idolatría, que pudiera perjudicar a sus recién convertida grey: “El médico no puede acertadamente aplicar las medicinas al enfermo sin que primero conozca qué humor o de qué causas procede la enfermedad [...] para predicar contra estas cosas, y aun para saber si las hay, menester es saber cómo las usaban.” FRAY BERNARDINO DE SAHAGÚN, Historia General, p. 17. Esta fue la actitud general. Sin embargo, ciertamente hubo casos de excepción como Fray Jacobo de Testera, quien escribió: “a nosotros los religiosos, cuando entramos en esta tierra, no nos espantó ni desconfió su idolatría, mas habiendo compasión de su ceguedad, tuvimos muy gran confianza que todo aquello y mucho más harían en servicio de nuestro Dios, cuando lo conociesen”. Carta de fray Jacobo de Testera. Huejotzingo, el 6 de mayo de 1533, en Cartas de Indias, Madrid, 1877, p. 66.
9. Cfr. FRAY DIEGO DURÁN, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme, terminada en 1591, Ed. Porrúa (= Col. Biblioteca Porrúa Nos. 36 y 37), México 1967.
10. Carta de fray Juan de Zumárraga al rey de España, México a 27 de agosto a 1529, Archivo de Simancas, Bibl. Miss., III, 339, carta 13. Copia en Colección Muñoz, T. 78, f. 314v.
11.Cfr. FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, EDUARDO CHÁVEZ SÁNCHEZ Y JOSÉ LUIS GUERRERO ROSADO, El encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego, Ed. Porrúa, México 1999, 4 2002, 604 pp.
12. Una biografía de Juan Diego la publiqué en México: Cfr. EDUARDO CHÁVEZ SÁNCHEZ, Juan Diego. Una vida de Santidad que marcó la historia, Ed. Porrúa, México 2002, 228 pp. Este momento importante lo recuerda el Papa Juan Pablo II en su libro: JUAN PABLO II, ¡Levantaos! ¡Vamos!, traducción Pedro Antonio Urbina Torella, Ed. Plaza Janés, México 2004, p. 60. 5
13. Cfr. JOSÉ CASTILLO Y  PIÑA, Tonantzin Nuestra Madrecita la Virgen de Guadalupe, Imp. Manuel L. Sánchez, México 1945, 274 pp. También MIGUEL LEÓN-PORTILLA,  Tonantzin Guadalupe. Pensamiento náhuatl y mensaje cristiano en el “Nican Mopohua”, Eds. Colegio Nacional y FCE, México 2000, 202 pp


Historia de un encuentro salvífico

Juan Diego Cuauhtlatoatzin (14) fue el vidente en las Apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe, que tuvieron lugar del 9 al 12 de diciembre de 1531. A este importante evento se le conoce como el Acontecimiento Guadalupano.

Juan Diego, de la etnia indígena de los chichimecas, nació en torno al año 1474, en Cuauhtitlán, en el barrio de Tlayácac, región que pertenecía al reino de Texcoco; fue bautizado en torno a 1524,(15) por los primeros franciscanos que llegaron de España al territorio del antiguo Imperio Azteca, imperio que fue derrotado y conquistado en 1521. En el tiempo de las Apariciones, Juan Diego era un hombre maduro, como de unos 57 años de edad, y tenía apenas dos años de viudo ya que su mujer María Lucía había muerto en 1529.

Juan Diego era profundamente piadoso, acudía todos los sábados y domingos a Tlatelolco, un barrio de la Ciudad de México, donde aún no había convento, pero sí una llamada “doctrina”, donde se celebraba la Santa Misa y se conocían “las cosas de Dios que les enseñaban sus amados sacerdotes”; para esto, tenía que salir muy temprano del pueblo de Tulpetlac, que era donde en ese momento vivía, y caminar hacía el sur hasta bordear el cerro del Tepeyac.

El sábado 9 de diciembre de 1531 sería un día muy especial, pues al pasar a lo largo de la colina del Tepeyac, escuchó que provenía de ella un maravilloso canto y una dulce voz lo llamaba desde lo alto de la cumbre: “Juanito, Juan Dieguito”. Llegando a la cima, encontró a una hermosa Doncella que estaba ahí de pie, envuelta en un vestido reverberante como el sol. En este encuentro, el cual es narrado de una manera maravillosa en el llamado  Nican Mopohua ya se comprueba la madurez cristiana que tenía Juan Diego, pues antes de que Ella se presente, él la reconoce como Madre de Dios al decirle que va “a su casita de México Tlaltilolco a seguir las cosas divinas” que imparten “la imágenes de Nuestro Señor”,(16) o sea los sacerdotes españoles. A su vez,Ella se presenta como Madre de Dios en forma inconfundiblemente clara para cualquier indio mexicano, pues no sólo dice que es la “Madre del verdaderísimo Dios”, sino que repite la palabra “Dios” en náhuatl y en castellano: “Téotl Dios” y cita cuatro nombres inconfundibles para ellos: Ipalnemohuani = “Aquel por Quien se vive”, Tloque Nahuaque = “Dueño del cerca y del junto”, Teyocayani = “Creador de las personas” e Ilhuicahua Tlaltipaque = “Señor del Cielo y de la Tierra”.(17).

María se presenta de una manera clara y sencilla,nítida y transparente, con naturalidad y sencillez para los desconfiados españoles y para los desconcertados indígenas. La voluntad de la Inmaculada Virgen María de Guadalupe era el que se levantara un templo en aquel lugar para dar todo su amor a todo ser humano, por lo que le pide que sea su mensajero para llevar su voluntad al obispo.

Juan Diego se dirigió al obispo, fray Juan de Zumárraga, y después de una larga y paciente espera, el indio mensajero le comunicó todo lo que había admirado, contemplado y escuchado, y le dijo puntualmente el mensaje de la Señora del Cielo, la Madre de Dios, que le había enviado y cual era su voluntad que se le erija un templo para, desde ahí, dar todo su amor.

El Obispo escuchó al indio incrédulo de sus palabras, y reflexionando sobre este extraño mensaje.

 Juan Diego regresó al cerrillo ante la Señora del Cielo, y le expuso cómo había sido su encuentro con el jefe de la Iglesia en México. Juan Diego entendió que el obispo pensaba que le mentía o que fantaseaba, y con toda humildad le dijo a la Señora del Cielo que mejor enviara a algún noble o alguna persona importante ya que él era un hombre de campo, un simple cargador, una persona común sin importancia, y con toda sencillez le dijo: «Virgencita mía, Hija mía menor, Señora, Niña;por favor dispénsame: afligiré con pena tu rostro, tu corazón; iré a caer en tu enojo, en tu disgusto, Señora Dueña mía».”(18).

 La Reina del Cielo escuchó con ternura y bondad, y con firmeza le respondió al indio: “«Escucha, el más pequeño de mis hijos, ten por cierto que no son escasos mis servidores, mis mensajeros, a quien encargue que lleven mi aliento, mi palabra, para que efectúen mi voluntad; pero es necesario que tú, personalmente, vayas, ruegues, que por tu intercesión se realice, se lleve a efecto mi querer, mi voluntad. Y mucho te ruego, hijo mío el menor, y con rigor te mando, que otra vez vayas mañana a ver al Obispo. Y de mi parte hazle saber, hazle oír mi querer, mi voluntad, para que realice, haga mi templo que le pido. Y bien, de nuevo dile de qué modo yo, personalmente, la siempre Virgen Santa María, yo, que soy la Madre de Dios, te mando».”(19).   
                                             
Así que al día siguiente regresó ante el obispo para nuevamente darle el mensaje de la Virgen y el Obispo le pide una señal que confirme su mensaje. Juan Diego al regresar abatido a su casa se encuentra con que su tío se encuentra gravemente enfermo y ante la eminente muerte le pide a su sobrino que vaya a la Ciudad de México para que buscara un sacerdote para que le diera los últimos auxilios, así que el 12 de diciembre, muy de mañana Juan Diego corrió hacia el convento de los franciscanos en Tlatelolco, pero al acercarse al lugar donde se había encontrado con la hermosa Doncella, reflexionó con candidez, que era mejor desviar sus pasos por otro camino, rodeando el cerro del Tepeyac por la parte Oriente y, de esta manera, no entretenerse con Ella y poder llegar lo más pronto posible al convento de Tlatelolco, pensando que más tarde podría regresar ante la Señora del Cielo para cumplir con llevar la señal al Obispo.

 Pero María Santísima salió al encuentro de Juan Diego y le dijo: “«¿Qué pasa, el más pequeño de mis hijos? ¿A dónde vas, a dónde te diriges?»”.(20).

 El indio quedó sorprendido, confuso, temeroso y avergonzado, y le comunicó con turbación la pena que llevaba en el corazón: su tío estaba a punto de morir y tenía que ir por un sacerdote para que lo auxiliara. María Santísima escuchó la disculpa del indio con apacible semblante; comprendía, perfectamente, el momento de gran angustia, tristeza y preocupación que vivía Juan Diego; y es precisamente en este momento en donde la Madre de Dios le dirige unas de las más bellas palabras, las cuales penetraron hasta lo más profundo de su ser: “«Escucha, ponlo en tu corazón, Hijo mío el menor, que no es nada lo que te espantó, lo que te afligió; que no se perturbe tu rostro, tu corazón; no temas esta enfermedad ni ninguna otra enfermedad, ni cosa punzante aflictiva. ¿No estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?»”(21).

 Y la Señora del Cielo le aseguró: “«Que ninguna otra cosa te aflija, te perturbe; que no te apriete con pena la enfermedad de tu tío, porque de ella no morirá por ahora. Ten por cierto que ya está bueno».”(22).

Y efectivamente, en ese preciso momento, María Santísima se encontró con el tío Juan Bernardino dándole la salud, de esto se enteraría más tarde Juan Diego.

Juan Diego tuvo fe total en lo que le aseguraba María Santísima, la Reina del Cielo, así que consolado y decidido le suplicó inmediatamente que lo mandara a ver al Obispo, para llevarle la señal de comprobación, para que creyera en su mensaje.

La Virgen Santísima le mandó que subiera a la cumbre del cerrillo, en donde antes se habían encontrado; y le dijo: “«Allí verás que hay variadas flores: córtalas, reúnelas, ponlas todas juntas: luego baja aquí; tráelas aquí, a mi presencia».”(23).

Juan Diego inmediatamente subió al cerrillo, no obstante que sabía que en aquel lugar no habían flores, ya que era un lugar árido y lleno de peñascos, y sólo había abrojos, nopales, mezquites y espinos; además, estaba haciendo tanto  frío que helaba; pero cuando llegó a la cumbre, quedó admirado ante lo que tenía delante de él, un precioso vergel de hermosas flores variadas, frescas, llenas de rocío y difundiendo un olor suavísimo; y comenzó a cortar cuantas flores pudo abarcar en el regazo de su tilma. Inmediatamente bajó el cerro llevando su hermosa carga ante la Señora del Cielo.  María Santísima tomó en sus manos las flores colocándolas nuevamente en el hueco de la tilma de Juan Diego y le dijo: “«Mi hijito menor, estas diversas flores son la prueba, la señal que llevarás al Obispo; de mi parte le dirás que vea en ellas mi deseo, y que por ello realice mi querer, mi voluntad; y tú ..., tú que eres mi mensajero... en ti absolutamente se deposita la confianza.”(24).

Después de un largo tiempo de espera pudo estar delante del Obispo, y en cuanto lo oyó, comprendió que Juan Diego portaba la prueba para convencerlo, para poner en obra lo que solicitaba la Virgen por medio del humilde indio. Y en ese momento, Juan Diego entregó la señal de María Santísima extendiendo su tilma, cayendo en el suelo las preciosas flores; y se vio en ella, admirablemente pintada, la Imagen de María Santísima, como se ve el día de hoy, y se conserva en su sagrada casa. El Obispo Zumárraga, junto con su familia y la servidumbre que estaba en su entorno, sintieron una gran emoción, no podían creer lo que sus ojos contemplaban, una hermosísima Imagen de la Virgen, la Madre de Dios, la Señora del Cielo. La veneraron como cosa celestial. El Obispo “con llanto, con tristeza, le rogó, le pidió perdón por no haber realizado su voluntad, su venerable aliento, su venerable palabra.”(25).

 Además, el obispo confirmó también la salud del tío Juan Bernardino, quien declaró que en ese presido momento a él también se le había aparecido la Virgen, exactamente en la misma forma como la describía su sobrino, y que la hermosa Doncella le había dicho su nombre: “LA PERFECTA VIRGEN SANTA MARÍA DE GUADALUPE.” (26).

Desde ese momento Juan Diego proclamó el milagro y el mensaje de Nuestra Señora de Guadalupe, un mensaje que proclamaba la unidad, la armonía el inicio de una nueva vida.

Todos contemplaron con asombro la Sagrada Imagen. “Y absolutamente toda esta ciudad, sin faltar nadie, se estremeció cuando vino a ver,  a admirar su preciosa Imagen. Venían a reconocer su carácter divino. Venían a presentarle  sus plegarias. Mucho admiraron en qué  milagrosa manera se había aparecido puesto que absolutamente ningún hombre de la tierra pintó su amada Imagen.” (27).
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14. “Cuauhtlatoatzin”, nombre indígena de Juan Diego que significa “Águila que habla”. Cfr. CARLOS DE SIGÜENZA Y GÓNGORA,  Piedad Heroica de D. Fernando Cortés, Talleres de la Librería Religiosa, segunda edición de “La Semana Católica”, México 1898, p. 31. También: XAVIER ESCALADA, S. J., Ed. Enciclopedia Guadalupana, México 1997, T. V.
15. «Testimonio del P. Luis Berrera Tanco», en Informaciones Jurídicas de 1666, Traslado original del 14 de abril de 1666, AHBG, Ramo Historia, f. 158r; publicado el facsímile del Traslado Original en EDUARDO CHÁVEZ SÁNCHEZ, La Virgen de Guadalupe y Juan Diego en las Informaciones Jurídicas de 1666, Eds. BG, Imp. Ángel Servín, México 2002: “y habiéndose Bautizado [Juan Diego] en el año de mil y quinientos veinte y cuatro, que fue cuando vinieron los religiosos del Señor San Francisco (de cuya feligresía era) es constante haberse Bautizado de cuarenta y ocho años de edad.” 6
16.ANTONIO  VALERIANO,  Nican Mopohua, traducción del náhuatl al castellano del P. Mario Rojas Sánchez, Ed. Fundación La Peregrinación, México 1998, v. 24.
17.ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, v. 26.
18.ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, vv. 55-56.
19.ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, vv. 58-62. 7
20.ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, v. 107.
21.ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, vv. 118-119.
22.ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, v. 120.
23.ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, v. 126. 8
24.ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, v. 137-139.
25.ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, v. 187.
26.ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, v. 208.
27.ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, vv. 214-218. 9



La evangelización de Santa María de Guadalupe hace realidad una gran conversión

Inmediatamente el mensaje y la imagen de Santa María de Guadalupe fueron captados y entendidos de tal manera que se verificó una impresionante conversión en masa tanto de los indígenas como de los españoles; de tal forma que son los mismos misioneros quienes quedaron desconcertados ante estas conversiones y fueron estimulados a cumplir con su labor como instrumentos sacramentales de esta apoteótica conversión. 
Ciertamente, un signo concreto, claro y objetivo de la importancia del Acontecimiento Guadalupano fue la conversión de los indígenas, que a partir de este momento se cuentan por millares. Y esto se constata por medio de las fuentes históricas; por ejemplo: fray Toribio Motolinia, además de indicarnos que la gran labor de los franciscanos había dado como resultado cierta cantidad de bautizos a  indígenas, no pudo negar que en los primeros años los indios permanecían reacios a convertirse al catolicismo: “Anduvieron –declaraba el misionero– los mexicanos cinco años muy fríos”.(28). Además, era consciente de la insignificancia de sus recursos ante la enormidad del trabajo, sus terribles problemas y la inseguridad de que fueran sinceras las conversiones;(29) el temor de que la piedad india fuera idolatría larvada subsistió durante largo tiempo en todos los misioneros y llegó a ser para algunos, como fray Diego de Durán, una obsesión.(30).

Sin embargo, después de esos primeros años, Motolinia nos da noticia de las grandes cantidades de indígenas que pedían el bautismo, y que en aquel momento, inexplicablemente, se contaban por miles, como se lo había informado un confraterno, decía: “fray Juan de Perpiñán y fray Francisco de Valencia, los que cada uno de estos bautizó pasaron de cien mil; de los sesenta que al presente son en este año de 1536”;(31) Motolinia siguió haciendo cuentas de los miles y miles que se habían bautizado y llegó a la conclusión que en total en ese año de 1536: “serán –decía– hasta hoy día bautizados cerca de cinco millones”(32).

 Por su parte fray Juan de Torquemada en su obra Monarquía Indiana nos informa que “se bautizaban tantos mil en un día.”(33).

Los mismos frailes estaban sorprendidos de esta conversión masiva, otro misionero e historiador, fray Gerónimo de Mendieta señalaba: “Al principio comenzaron a ir de doscientos en doscientos, y de trescientos en trescientos, y siempre fueron creciendo y multiplicándose, hasta venir a millares; unos de dos jornadas, otros de tres, otros de cuatro, y de más lejos; cosa a los que lo veían de mucha admiración. Acudían chicos y grandes, viejos y viejas, sanos y enfermos.

Los bautizados viejos traían a sus hijos para que se los bautizasen, y los mozos bautizados a sus padres; el marido a la mujer, y la mujer al marido.”(34).

 Los indios se quedaban en los monasterios aprendiendo la doctrina, daban mil vueltas a las oraciones para aprenderlas de memoria en latín.
“Y al tiempo que los bautizaban, muchos recibían aquel sacramento con lágrimas ¿Quién podía atreverse a decir que estos venían sin fe, pues de tan lejos tierras venían con tanto trabajo, no los compeliendo nadie, a buscar el sacramento del bautismo?”(35).

Algunos indígenas, como decía Mendieta, hacían grandes esfuerzos para llegar al monasterio en donde les pudieran administrar el sacramento del bautismo; por ejemplo, para llegar al monasterio de Guacachula, los indígenas debían atravesar sierras y barrancos, casi sin comida. Esta afluencia de indígenas no se dio como un fenómeno pasajero, ya que continuaron llegando de lejanas tierras y con todas estas dificultades durante meses; continuaba Mendieta: “afirma un religioso siervo de Dios, que pasó por allí huésped, que en cinco días que allí estuvo bautizaron él y otro sacerdote por cuenta catorce mil y doscientos y tantos. Y aunque el trabajo no era poco (porque a todos ponía óleo y crisma), dice que sentía en lo interior un no sé qué de contento en bautizar aquellos más que a otros; porque su devoción y fervor de aquellos ponía al ministro espíritu y fuerzas para los consolar a todos, y para que ninguno se les fuese desconsolado. Y cierto fue cosa de notar y maravillar, ver el ferviente deseo que estos nuevos convertidos traían al bautismo, que no se leen cosas mayores en la primitiva Iglesia. Y no sabe hombre de qué se maravillar más, o de ver así venir a esta nueva gente, o de ver cómo Dios los traía. Aunque mejor diremos, que de ver cómo Dios los traía y recibía al gremio de su santa Iglesia. Después de bautizados, era cosa notable verlos ir tan consolados, regocijados y gozosos con sus hijuelos a cuestas, que parecía no caber en sí de placer.”(36).

Cuando esta conversión adquirió dimensión masiva, se reflexionó sobre la mejor manera de administrar el bautismo y se buscó una guía segura escribiendo al Papa para conocer las soluciones que se pudieran dar a este caso, y mientras llegaban las disposiciones de Roma, los frailes tuvieron que suspender momentáneamente los bautismos en gran masa; esto propició que los frailes vieran testimonios que les partían el corazón, la gente estaba ansiosa de tener el sacramento, con actitudes que conmovían y sorprendían a los misioneros, por ejemplo, el mismo Mendieta nos informa sobre estos indígenas a quienes no les importaban distancias, temporales, hambres, etc. con tal de tener el bautismo; y que, por supuesto, no les importaba esperar todo el tiempo que fuera necesario hasta conseguir su objetivo. Tanto en el convento de Guacachula como en el de Tlaxcala, se contaron cerca de 2,000 indígenas que pacientemente esperaban en los patios, y rogaban a cuanto misionero veían para que los bautizaran. Los misioneros fueron testigos de que, cuando se les despedía sin darles el sacramento, los indios volvían a sus casas, “llorando y quejándose, y diciendo mil lástimas, que eran para quebrar los corazones, aunque fueran de piedra.”(37).

Y lo mismo dígase de los indígenas que trataban de  confesarse: “Acaecía –decía Mendieta– por los caminos, montes y despoblados, seguir a los religiosos mil y dos mil indios y indias, sólo para confesarse, dejando desamparadas  sus casas y hacienda; y muchas de ellas mujeres preñadas, y tanto que algunas parían por los caminos, y casi todas cargadas con sus hijos a cuestas. Otros viejos y viejas que apenas se podían tener en pie con sus báculos, y hasta ciegos, se hacían llevar de quince y veinte leguas a buscar confesor. De los sanos muchos venían de treinta leguas, y otros acaecía andar de monasterio en monasterio más de ochenta leguas buscando quien confesase. Porque como en cada parte había tanto que hacer, no hallaban entrada.

Muchos de ellos llevaban sus mujeres e hijos y su comidilla, como si fueran de propósito a morar a otra parte. Y acaecía estarse un mes y dos meses esperando confesor, o lugar para confesarse.” (38).

Uno de los sacramentos que más dificultades había presentado para la aceptación indígena era el Matrimonio, ya que el dejar a sus mujeres y  tener sólo una, no era cosa fácil, en un esquema de familia que incluso en algunos lugares de México rige todavía. Los indígenas, pueblo entregado a la guerra y a los sacrificios humanos como parte de la armonía del cosmos, no podían imaginar el no tener muchos hijos, integrantes fundamentales de esta armonía sagrada. 

Por lo que, si bien ya era de sorprender la conversión en masa que se dio poco después del gran Acontecimiento Guadalupano, y sabiendo los misioneros la resistencia que ofrecían los indios al sacramento del matrimonio con una sola mujer; resulta aun más admirable que, precisamente después del Acontecimiento Guadalupano, éstos llegaran a pedir con gran fervor el matrimonio cristiano.

Fray Toribio Motolinia nos informa sobre este proceso de cambio. Después de muchos esfuerzos y fatigas, el primer matrimonio cristiano tuvo lugar el 14 de octubre de 1526, cuando se casaron ocho parejas, entre los que se encontraba don Hernando, hermano del señor de Texcoco; Motolinia alude a este primer matrimonio en la tierra del Anáhuac, señalando esta fecha como punto de referencia debido a que los matrimonios eran muy escasos, y nos informa también la razón de esto: “los señores tenían las más mujeres, no las querían dejar, ni ellos [los frailes misioneros] se las podían quitar, ni bastaba ruegos, ni sermones, ni otra cosa que con ellos se hiciese, para que dejadas todas se casasen con una sola en faz de la Iglesia; y respondían que también los españoles tenían muchas mujeres, y si les decíamos que las tenían para su servicio, decían que ellos también la tenían para lo mismo; y así aunque estos indios tenían muchas mujeres con quien según su costumbre eran casados, también las tenían por manera de granjería, porque las hacían a todas tejer y hacer mantas y otros oficios.” (39).

 Pero, en 1536 Motolinia comprueba y es testigo de que después de 1531 las cosas cambiaron radicalmente, continuaba: “ha placido a Nuestro Señor que de su voluntad de cinco a seis años a esta parte comenzaron algunos a dejar la muchedumbre de mujeres que tenían y a contentarse con una sola, casándose con ella como lo manda la Iglesia; y con los mozos que de nuevo se casan son ya tantos, que hinchan las iglesias, porque hay días de desposar cien pares; y días de doscientos y de trescientos y días de quinientos.”(40).

Por su parte Mendieta decía: “Y era mucho de ponderar la fe de los indios, que les acaecía a muchos haber dejado las mujeres legítimas, porque no les tenían amor, y andar revueltos con las mancebas a quienes estaban aficionados, y tener en ellas tres o cuatro hijos, y por cumplir lo que se les mandaba, dejaban éstas en quien tenían puesta su afición, e iban a buscar las otras, quince y veinte leguas, porque no les negasen el bautismo.” (41).

Los mismos misioneros estaban desconcertados de este radical cambio, de tantas y tantas sorpresivas conversiones; y trataban de razonar este fenómeno diciendo que, en parte, había sido resultado de su predicación y testimonio; como hemos dicho, no cabe duda que esto ciertamente influyó en las conversiones iniciales; sin embargo, la masiva conversión dejaba a los seráficos misioneros con admiración y con expresiones de asombro, como decía Mendieta: “fue cosa de notar y maravillar”, “de mucha admiración”.
El documento histórico llamado  Nican Motecpana también corrobora y confirma este cambio desde el corazón indígena, que se manifestó en la aceptación de la fe; a su modo y en estilo por esta importante fuente se nos dice que los indios: “sumidos en profundas tinieblas, todavía aman y servían a falsos diosecillos, obras manuales e imágenes de nuestro enemigo el demonio, aunque ya había llegado a sus oídos la fe, desde que oyeron que se apareció la Santa Madre de Nuestro Señor Jesucristo, y desde que vieron y admiraron su perfectísima imagen, que no tiene arte humano; con lo cual abrieron mucho los ojos, cual si de repente hubiera amanecido para ellos.” (42).

 Fue tal la conversión, que muchos de ellos tiraron, con sus propias manos, los antiguos ídolos: “Y luego (según los viejos dejaron pintado) algunos nobles, lo mismo que sus criados plebeyos, de buena voluntad echaron fuera de sus casas, arrojaron y esparcieron las imágenes del demonio y empezaron a creer y venerar  Nuestro Señor Jesucristo y su preciosa Madre.” (43).

Uno de los aspectos claves en esta conversión es que María viene a traernos a su Hijo Jesucristo; es decir, que la Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe es Cristocéntrica, ya que coloca a su Hijo en el lugar que le corresponde, en el centro de la Imagen, en la flor de cuatro pétalos, que para los indígenas representa el movimiento, la vida, el único Dios verdadero que es vida y da la vida: Ometéotl. La Doncella-Madre embarazada que espera a Jesucristo, que lo porta en su vientre, como el tesoro que nos ofrece. Esto  es confirmado también por el  Nican motecpana: “En lo que se realizó que no solamente vino a mostrarse la Reina del cielo, nuestra preciosa Madre de Guadalupe, para socorrer a los naturales en sus miserias mundanas, sino más bien, porque quiso darles su luz y auxilio, a fin de que conocieran al verdadero y único Dios y por él vieran y conocieran la vida del cielo.” (44).

 Del mismo modo, Ella no desprecia el trabajo de los misioneros, sino que lo asume en el trabajo evangelizador; se expresa en el Nican motecpana: “Para hacer esto, ella misma vino a introducir y fortalecer la fe, que ya habían comenzado a repartir los reverendos hijos de San Francisco.” (45).

El Acontecimiento Guadalupano no sólo convierte a los indígenas sino a los mismos españoles; uno de los ejemplos más explícitos de esto son los variados testimonios de los testigos en la llamada  Información de 1556; donde explícitamente se hace referencia a grandes peregrinaciones de españoles a la ermita del Tepeyac, de milagros, de conversiones y del gran amor a Santa María de Guadalupe logrando grandes conversiones no sólo de los indígenas sino también de españoles.(46).

 Dice el testimonio de Juan de Salazar que “la gran devoción que toda esta ciudad ha tomado a esta bendita Imagen, y los indios también, y cómo van descalzas señoras principales y muy regaladas, y a pie con sus bordones en las manos, a visitar y encomendar a nuestra Señora y de estos los naturales han recibido grande ejemplo y siguen lo mismo [...] muchas señoras de este pueblo y doncellas, así de calidad como de edad, iban descalzas y con sus bordones en las manos a la dicha ermita de nuestra Señora y que así este testigo lo ha visto, porque ha ido muchas veces a la dicha ermita, de que este testigo no poco se ha maravillado, por haber visto muchas viejas y doncellas ir a pie con sus bordones en las manos, en mucha cantidad a visitar la dicha Imagen”.(47) Y añade este mismo testigo que incluso llegó a tal punto la devoción que “ya no se platica otra cosa en la tierra, si no es ¿dónde queréis que vayamos? vamos a nuestra Señora de Guadalupe”.(48)

Otro testigo, el bachiller Francisco de Salazar juraba: “no solamente las personas que sin detrimento de su salud y sin vejación de su cuerpo pueden, van a pie; pero mujeres y hombres de edades mayores y enfermos, con esta devoción van a la dicha ermita”.(49).

En su testimonio, Juan de Masseguer nos dice: “Que  todo el pueblo a una tiene gran devoción en la dicha Imagen de Nuestra Señora de todo género de gente, nobles ciudadanos e indios”.(50).

Mientras que Alvar Gómez testificó: “que es verdad  que ha ido allá una vez, y que topó muchas señoras de calidad que iban a pie, y otras personas, hombres y mujeres de toda suerte, a la ida y a la venida, y que allá vio dar limosnas hartas, y que a su parecer que era con gran devoción, y que no vio cosa que le pareciese mal, sino para provocar a devoción de Nuestra Señora, y que a este testigo, viendo a los otros con tanta devoción, le provocaron más; y que le parece que es cosa que se debe favorecer y llevar adelante, especial que en esta tierra no hay otra devoción señalada, donde la gente haya tomado tanta devoción, y que con esta Santa devoción se estorban muchos de ir a las huertas, como era costumbre en esta tierra, y ahora se van allí donde no hay aparejos de huertas ni otros regalos ningunos, mas de estar delante de Nuestra Señora en contemplación y en devoción”.(51)

En palabras sencillas, el culto a la Virgen de Guadalupe se manifiesta como una verdadera evangelización; (52) los misioneros observaron que con el mensaje y la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe la esencia del Evangelio era entendido y movía de tal forma las almas que la conversión hacia Jesucristo era una manifestación patente de ello.

Ciertamente es sorprender este cambio, que tuvo su  origen en las profundidades del corazón y esta nueva actitud que revela una luz de esperanza, la cual permitió que se llevara a cabo la evangelización de un pueblo que estaba como tierra bien preparada para recibir el mensaje de la Salvación. De hecho, se inicia una devoción que nadie podrá detener, y que aun más se fue profundizando y extendiendo durante los  diversos periodos históricos que tuvieron lugar en México.
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28. FRAY TORIBIO MOTOLINIA, Historia de los Indios, p. 78.
29. De hecho, algunos frailes misioneros, como Sahagún  y Durán, se dieron a la tarea de investigar, de manera meticulosa, la cultura india, para poder combatir mejor cualquier idolatría, que pudiera perjudicar a sus recién convertida grey: “El médico no puede acertadamente aplicar las medicinas al enfermo sin que primero conozca qué humor o de qué causas procede la enfermedad [...] para predicar contra estas cosas, y aun para saber si las hay, menester es saber cómo las usaban.” FRAY BERNARDINO DE SAHAGÚN, Historia General, p. 17. Esta fue la actitud general. Sin embargo, ciertamente hubo casos de excepción como Fray Jacobo de Testera, quien escribió: “a nosotros los religiosos, cuando entramos en esta tierra, no nos espantó ni desconfió su idolatría, mas habiendo compasión de su ceguedad, tuvimos muy gran confianza que todo aquello y mucho más harían en servicio de nuestro Dios, cuando o conociesen”. Carta de fray Jacobo de Testera. Huejotzingo, el 6 de mayo de 1533, en Cartas de Indias, Madrid, 1877, p. 66.
30. Cfr. FRAY DIEGO DURÁN, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme, terminada en 1591, Ed. Porrúa (= Col. Biblioteca Porrúa Nos. 36 y 37), México 1967.
31. FRAY TORIBIO MOTOLINIA, Historia de los Indios, p. 85.
32. FRAY TORIBIO MOTOLINIA, Historia de los Indios, p. 85.
33. FRAY JUAN DE TORQUEMADA, Monarquía Indiana, Ed. Porrúa  (= Col. Biblioteca Porrúa No43), introducción de MIGUEL LEÓN-PORTILLA, México 5 1986, T. III, p. 140.
34. FRAY GERÓNIMO DE MENDIETA, Historia Eclesiástica, p. 276.
35. FRAY GERÓNIMO DE MENDIETA, Historia Eclesiástica, p. 276.10
36.FRAY GERÓNIMO DE MENDIETA, Historia Eclesiástica, p. 277.
37.FRAY GERÓNIMO DE MENDIETA, Historia Eclesiástica, p. 278.
38.FRAY GERÓNIMO DE MENDIETA, Historia Eclesiástica, pp. 282-283. 11
39.FRAY TORIBIO MOTOLINIA, Historia de los Indios, p. 98.
40.FRAY TORIBIO MOTOLINIA, Historia de los Indios, p. 98.
41.FRAY GERÓNIMO DE MENDIETA, Historia Eclesiástica, p. 300. 12
42.FERNANDO DE ALVA IXTLILXÓCHITL, Nican Motecpana, p. 307.
43.FERNANDO DE ALVA IXTLILXÓCHITL, Nican Motecpana, p. 307.
44.FERNANDO DE ALVA IXTLILXÓCHITL, Nican Motecpana, p. 307.
45.FERNANDO DE ALVA IXTLILXÓCHITL, Nican Motecpana, p. 307.
46.Cfr. Información de 1556 ordenada realizar por Alonso de Montúfar, arzobispo de México, en ERNESTO DE LA TORRE VILLAR Y RAMIRO NAVARRO DE ANDA, Testimonios Históricos Guadalupanos, Ed. FCE, México 1982. 13
47 «Testimonio de Juan de Salazar», en Información de 1556, p. 51.
48.«Testimonio de Juan de Salazar», en Información de 1556, p. 53.
49.«Testimonio de Francisco de Salazar», en Información de 1556, p. 59.
50.«Testimonio de Juan de Masseguer», en Información de 1556, p. 71.
51.«Testimonio de Alvar Gómez de León», en Información de 1556, p. 67.
52.Cfr. MARIANO CUEVAS, El culto Guadalupano del Tepeyac. Sus orígenes y sus críticos en el siglo XVI, Apéndice: La información de 1556 sobre el sermón del provincial franciscano Bustamante, Ed. Centro de Estudios Fray Bernardino de Sahagún, México 1978.


Modelo de Evangelización perfectamente inculturada

Cuando hablo de “cultura” me refiero a algo netamente humano y muy complejo, como expresó el cardenal Paul Poupard: la cultura es “la manera peculiar en que los hombres, en un determinado pueblo, cultivan su relación con la naturaleza, consigo mismos y con Dios, a fin de alcanzar un nivel verdadera y plenamente humano”.(53).

 La Conferencia del Episcopado Latinoamericano (CELAM) expresó en el Documento de Puebla de una manera elocuente lo que es la “inculturación” y que es lo que prácticamente el Acontecimiento Guadalupano marca la pauta, así lo expresan los obispos latinoamericanos: “En efecto, la fe transmitida por la Iglesia es vivida a partir de una cultura presupuesta, esto es, por creyentes «vinculados profundamente a una cultura y la construcción del Reino no puede por menos de tomar los elementos de la cultura y de las culturas humanas» (Cfr. EN 20). Por otra parte permanece válido, en el orden pastoral, el principio de encarnación formulado por san Ireneo: «Lo que no es asumido no es redimido». El principio general de encarnación se concreta en diversos criterios particulares: Las culturas no son terreno vacío, carente de auténticos valores.

La Evangelización de la Iglesia no es un proceso de destrucción, sino de consolidación y de fortalecimiento de dichos valores; una contribución al crecimiento de los «gérmenes del Verbo» presentes en las culturas (Cfr. GS 57d,f). (…) Todo esto implica que la Iglesia -obviamente la Iglesia particular-, se esmere en adaptarse, realizando el esfuerzo de un trasvasamiento del mensaje evangélico al lenguaje antropológico y a los símbolos de la cultura en la que se inserta
(Cfr. EN 53, 62, 63; GS 58a,b; DT 420-423) (…) De este modo, por la evangelización, la Iglesia busca que las culturas sean renovadas, elevadas y perfeccionadas por la presencia activa del Resucitado, centro de la historia, y de su Espíritu (EN 18, 20, 23; GS 58d; 61a).” (54).

 Es decir, que quienes queramos proclamar el Evangelio a gentes diversas de nosotros mismos, debemos hacer el esfuerzo al evangelizar a los gentiles: exponer y compartir nuestra Fe a partir de los conocimientos y sentimientos de los otros, no sólo de los nuestros, obteniendo así ambos un doble enriquecimiento, pues ninguno tendría que renunciar a sus propios valores y tradiciones para adoptar los del otro, sino uno y otro adoptar, asimilar y depurar los de los dos.

Y esta inculturación, este trasvasamiento, ocurrió cuando menos podía esperarse, cuando nuestra patria mestiza se debatía en atroces dolores de un parto que amenazaba culminar en aborto, como aconteció en otras partes, donde la población indígena quedó exterminada, pues no se veía posibilidad alguna de acuerdo entre pueblos tan diversos; cuando indios y españoles se veían con miedo y rencor, deformada su perspectiva por una total incomprensión mutua, ya que las culturas de ambos eran humanamente incompatibles. Los españoles estaban convencidos que se enfrentaban con Satanás en persona, de modo que  toda tolerancia equivaldría a una clara traición a Dios, y los indios estaban convencidos que su ineludible deber esa ser fieles a su raíz, a lo que siempre habían sido y, en especial, la versión del Evangelio que los misioneros les presentaban les resultaba insultante e inaceptable, Dios, a través de su Madre Santísima, supo resolver ese insoluble problema, sin desautorizar a sus enviados españoles, sin reprobar los valores indios, sin cambiar a ninguno de los protagonistas ni a sus conflictivas circunstancias.


Supo, en una palabra, confirmar la predicación de sus enviados inculturando su mensaje a la mente india. Y con esto no sólo obtuvo su conversión entusiastamente masiva e instantánea, sino que se aceptaran unos a otros tan efectivamente que nacimos ese pueblo nuevo, hijo y heredero de ambos: el pueblo mestizo que somos hoy México.

Este anhelo, que hoy por primera vez es sincero y universal, topa sin embargo con la miseria humana, ante la que se estrellan todos los esfuerzos, y vemos abortar cuantos intentos se hacen ya no digamos para que se reconcilien, sino simplemente dejen de matarse pueblos hermanos.
Y no sólo tenemos esa imagen, sino que dos pueblos, del todo diferentes, divididos por una incomprensión abismal, no sólo dejaron de masacrarse, sino que, al acoger el amor que les ofreció; Dios a través de su Madre Santísima, se aceptaron y fusionaron tan de veras que nació de ellos un pueblo heredero de las grandezas y miserias de los dos, pero genuinamente nuevo, síntesis y reconciliación de lo aparentemente irreconciliable, lo que el Santo Padre en persona definió como "un gran ejemplo de evangelización perfectamente inculturada." Que tiene, obviamente, que continuar tocando corazones para que se realice una verdadera conversión cada día.
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53.PAUL POUPARD, Intervención en la 7a. Congregación General, presente el Santo Padre, el 20 de noviembre de 1997, en JAVIER GARCÍA GONZÁLEZ, “Historia del Sínodo de América”, Ed. Nueva Evangelización, México 1999, p. 190.
54.Documento de Puebla, Nos. 400-401; 404; 407. 15


La Santa Sede reconoce a la Estrella de la Evangelización:  Santa María de Guadalupe  

La Santa Sede a lo largo de la historia confirmó la importante evangelización que se dio gracias al culto Guadalupano, veamos sólo algunas de las intervenciones más significativas.

Remontándonos al siglo XVI, podemos contemplar en el Archivo Secreto Vaticano, el documento más antiguo que se conoce en donde el papa Gregorio XIII, en 1573 (tan sólo 42 años después de la aparición), otorgó gracias especiales a la remota y humilde ermita de “Santa María de Guadalupe de Tepeaquilla in provincia messicana” según las modalidades acostumbradas, indulgencia plenaria y otras indulgencias.(55)
.
Si bien, muchos Pontífices otorgaron beneficios y gracias al Santuario Guadalupano de México, uno de los más importantes en este tema fue el papa Benedicto XIV, quien en 1754, concedió Misa y Oficio litúrgico a la Guadalupana. “La Congregación de Ritos hizo saber [...] que, examinados todos los documentos que había presentado, quedaba plenamente demostrada la verdad histórica de la Aparición [...] El 24 de Abril de 1754 dio la Congregación de Ritos el decreto con que aprobaba el Oficio y Misa propia en honor de la Virgen de Guadalupe; y mandaba que dicho Oficio se rezase el 12 de Diciembre con rito doble de primera clase y con Octava.” (56).

Pío XI en Carta Apostólica del 16 de julio de 1935 declaró a la Virgen de Guadalupe de México Patrona de las Islas Filipinas.(57).

En la época actual, tenemos varias intervenciones de los Sumos Pontífices, entre las más significativas están las palabras del papa Pío XII, quien el 12 de octubre de 1945 ofreció una Alocución transmitida por Radio, por el cincuentenario de la coronación pontificia de la Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe de México: “Y así sucedió –decía el Santo Padre–, al sonar la hora de Dios para las dilatadas regiones del Anáhuac. Acaban apenas de abrirse al mundo, cuando a las orillas del lago de Texcoco floreció el milagro. En la tilma del pobrecito Juan Diego –como refiere la tradición– pinceles que no eran de acá abajo dejaban pintada una imagen dulcísima, que la labor corrosiva de los siglos maravillosamente respetaría.”(58).

 El papa Juan XXIII, el 12 octubre de 1961, en la celebración del cincuentenario del Patronato de la Virgen de Guadalupe sobre toda América Latina, declaró: “«la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive», derrama su ternura y delicadeza maternal en la colina del Tepeyac, confiando al indio Juan Diego con su mensaje unas rosas que de su tilma caen, mientras en ésta queda aquel retrato suyo dulcísimo que manos humanas no pintan. Así quería Nuestra Señora continuar mostrando su oficio de Madre: Ella, con cara de mestiza entre el indio Juan Diego y el Obispo Zumárraga, como para simbolizar el beso de dos razas [...] Primero Madre y Patrona de México, luego de América y de Filipinas;(59). el sentido histórico de su mensaje iba cobrando así plenitud,  mientras abría sus brazos a todos los horizontes en un anhelo universal de amor.”(60).

El papa Pablo VI, en otro 12 de octubre pero del año 1970, en el 75º. Aniversario de la coronación pontificia de la Imagen, exclamó “La devoción a la Virgen Santísima de Guadalupe, tan profundamente enraizada en el alma de cada mexicano y tan íntimamente unida a más de cuatro siglos de vuestra historia patria, sigue conservando entre vosotros su vitalidad y su valor, y debe ser para todos una constante y particular exigencia de auténtica renovación cristiana”.(61).

Como decía al inicio de esta Conferencia, el papa Juan Pablo II siempre ha declarado la gran importancia del Acontecimiento Guadalupano, luz para la evangelización que ha dado frutos de salvación. Desde su primera visita pastoral a México, en 1979, Juan Pablo II fue directo y preciso al hablar sobre Santa María de Guadalupe como la Estrella que iluminó el camino de la evangelización; dijo el Santo Padre en aquella ocasión: “Nuestra Señora de Guadalupe, venerada en México y en todos los países como Madre de la Iglesia en América Latina, es para mí un motivo de alegría y una fuente de esperanza. «Estrella de la Evangelización», sea ella vuestra guía.”(62).

El Papa reafirmó la importancia del mensaje de Dios por medio de la Estrella de la Evangelización, María de Guadalupe, y su fiel, humilde y verdadero mensajero Juan Diego; momento histórico para la evangelización de los pueblos, “La aparición de María al indio Juan Diego –reafirmó el Santo Padre– en la colina del Tepeyac, el año de 1531, tuvo una repercusión decisiva para la evangelización. Este influjo va más allá de los confines de la nación mexicana, alcanzando todo el Continente.”(63).

El Santo Padre continuó expresando con gran fuerza la importancia del Acontecimiento Guadalupano comunicado por el Juan Diego y confirmó la evangelización que nos ha sido donada por Nuestra Madre, María de Guadalupe; “Y América, –declaró el Papa–  que históricamente ha sido y es crisol de pueblos, ha reconocido «en el rostro mestizo de la Virgen del Tepeyac, [...] en Santa María de Guadalupe, [...] un gran ejemplo de evangelización perfectamente inculturada». Por eso, no sólo en el Centro y en el Sur, sino también en el Norte del Continente, la Virgen de Guadalupe es venerada como Reina de toda América.”(64).
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55. En el Archivo Secreto Vaticano se conservan dos índices cronológicos, uno sobre las comisiones expedidas de 1569 a 1571, otro sobre los breves expedidos entre 1569 y 1575. Se registra las indulgencias pontificias a favor del Santuario de “Nuestra Señora de Guadalupe de Tepeaquilla in provincia mexicana”. Febrero, 1573. ASV, Secc. Brev. Lat. 81, p. 165.
56. [ESTEBAN ANTICOLI], La Virgen del Tepeyac, Patrona principal de la nación mexicana. Compendio HistóricoCrítico, por un sacerdote residente en esta arquidiócesis, Tip. de Ancira y Hno, Guadalajara, México, 1884, pp. 196 y 199.
57. PÍO  XI, Carta Apostólica: «B. V. Maria sub titulo de Guadalupa insularum Philippinarum coelestis Patrona declaratur», se declara a la Virgen de Guadalupe Patrona de las Islas Filipinas, Roma a 16 de julio de 1935, en AAS, XXVIII (1936) 2, pp. 63-64. 16
58. PÍO XII, «Alocución Radiomensaje», 12 de octubre de 1945, en AAS, XXXVII (1945) 10, pp. 265-266.
59. Nuestra Señora de Guadalupe es declarada Patrona de Filipinas el 16 de julio de 1935. Cfr. PÍO  XI, Carta Apostólica «B. V. Maria sub titulo de Guadalupa Insularum Philippinarum Coelestis Patrona Declaratur», en AAS, XXVIII (1936) 2, pp. 63-64.
60. JUAN  XXIII, «Ad christifideles qui ex ómnibus Americae nationibus Conventui Mariali secundo Mexici interfuerunt», por el 50° aniversario del, Roma a 12 de octubre de 1961, en AAS, LIII (1961) 12, pp. 685-687.
61. PABLO VI, «Mensaje Radiotelevisivo», 12 de octubre de 1970, en AAS, LXII (1970) 10, p. 681.
62.JUAN PABLO II, «Alocución», en AAS,  LXXI (1979) 3, p. 205. 17decisiva para la evangelización. Este influjo va más allá de los confines de la nación mexicana, alcanzando todo el Continente.”
63.JUAN PABLO II, Ecclesia in America, p. 20.
64. JUAN PABLO II, Ecclesia in America, p. 20.


A manera de conclusión

Por ello, es importante recalcar la importancia del Acontecimiento Guadalupano en la evangelización de todo un Continente y más allá de sus confines; a un mundo que tanto necesita de la unidad, de la paz, de la solidaridad y del amor, una verdadera conversión. Porque del hombre sencillo, humilde, de buena voluntad, lleno de ese amor de Dios que nos trae María en su regazo, pueden surgir las cosas más maravillosas a favor de una nueva humanidad.

Esto es lo que señala el mismo Santo Padre cuando con alegría y gratitud declaró:
“Volvamos a Guadalupe. En el año 2002 tuve la gracia de celebrar en aquel santuario la canonización de Juan Diego. Fue una estupenda ocasión para dar gracias a Dios. Juan Diego, después de haber recibido el mensaje cristiano, sin renunciar a su identidad indígena, descubrió la profunda verdad de la nueva humanidad, en la que todos estamos llamados a ser hijos de Dios en Cristo: «Te doy gracias, Padre [...], porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a las gentes sencillas» (Mt 11, 25). Y, en este misterio, María ha tenido un papel del todo singular.”(65).

Asimismo, desde el inicio de su pontificado, el papa Juan Pablo II nos ha expresado con gran fuerza: “no tengan miedo, no tengan miedo, abran las puertas a Cristo”. Por ello, quiero terminar con uno de los párrafos más bellos del diálogo entre la Virgen de Guadalupe y san Juan Diego, el cual nos anima para continuar con la misión evangelizadora que nos ha sido encomendada: “«Escucha, ponlo en tu corazón, Hijo mío el menor, que no es nada lo que te espantó, lo que te afligió; que no se perturbe tu rostro, tu corazón, no tengas miedo, [...] ¿No estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?»”(66).
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65. JUAN PABLO II, ¡Levantaos! ¡Vamos!, p. 60.
66. ANTONIO  VALERIANO,  Nican Mopohua, traducción del náhuatl al castellano del P. Mario Rojas Sánchez, Ed. Fundación La Peregrinación, México 1998, vv. 118-119.





LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POS-SINODAL “ECCLESIA IN AMERICA”
profecía, enseñanzas, compromisos

Dr. Guzmán M. Carriquiry Lecour
Secretario Comisión Pontificia para América Latina

Una iniciativa inédita   
    
     Hace quince años concluía la Asamblea especial del Sínodo de Obispos para América. La sorprendente iniciativa fue planteada por primer vez en el discurso pontificio de inauguración de la IV Conferencia General del Episcopado latinoamericano, en Santo Domingo, el 12 de octubre de 1992, en el cuadro de las celebraciones del V centenario de la evangelización del continente americano. Entonces, el Beato Juan Pablo II señalaba que “la Iglesia, ya a las puertas del tercer milenio cristiano y en unos tiempos en que han caído muchas barreras y fronteras ideológicas, siente como un deber ineludible unir espiritualmente aún más a todos los pueblos que forman este gran Continente y, a la vez, desde la misión religiosa que le es propia, impulsar un espíritu solidario entre todos ellos”.

     Se trataba de una iniciativa inédita, singular, que causó no poca sorpresa e incluso desconciertos. El documento final de aquella IV Conferencia General del Episcopado latinoamericano desarrolló el tema y la aspiración de la integración latinoamericana, reactualizando el ideal de la “Patria Grande” y de esa “unidad deseada”, prestando muy escasa atención al novedoso planteamiento del Papa en su discurso inaugural. Incluso habló sólo de una “sugerencia” del Papa. 

     Dos años más tarde, en la Carta apostólica Tertio Millennio Adveniente, del 10 de noviembre de 1994,  el Beato Juan Pablo II vuelve a retomar la iniciativa al anunciar una sucesión de sínodos “continentales” para tomarle el pulso a la Iglesia católica en el “camino de adviento” hacia el Gran Jubileo del 2000 y a su ingreso en el nuevo milenio. 

     Años después, el proceso de preparación del Sínodo americano no provocó una vasta movilización de energías, ni circulación intensa de ideas, ni grandes debates. Nada que se asemejara, ni de lejos, a la intensidad apasionada, crítica y fecunda, de la amplia participación que preparó la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en Puebla de los Angeles (1979) y, en menor medida, de Santo Domingo (1992). Hubo poco más que las requeridas y habituales contribuciones  de las Conferencias Episcopales nacionales y algunos aportes de instituciones católicas. El interés no superó las fronteras eclesiásticas. Escasa fue la atención prestada a niveles políticos, culturales, intelectuales y mediáticos. 

De la incomunicación al encuentro 
   
     Es que los antecedentes de relaciones entre las Iglesias de los países latinoamericanos y las Iglesias de Estados Unidos y Canadá eran más bien escasos, esporádicos, fragmentarios. Si puede afirmarse que hubo un origen común en la primera evangelización del “Nuevo Mundo”, desde mediados del siglo XVIII hasta los tiempos del Concilio Ecuménico Vaticano II hubo un largo período de incomunicación eclesiástica. Las sucesivas sesiones del Concilio Vaticano II fueron ocasión providencial para que los Obispos de las distintas naciones del continente se conocieran y, en algunos casos, estrecharan vínculos de amistad. Sólo desde 1969 se da comienzo a las reuniones episcopales inter-americanas, con algunos pocos delegados designados por el CELAM y por las Conferencias episcopales de Estados Unidos y Canadá. Desde 1971, con periodicidad trienal, que se ha ido espaciando en el tiempo, también se han ido reuniendo dirigentes de la  Conferencia Latinoamericana de Religiosos con las Conferencias nacionales de religiosos de los países norteamericanos. A ello habría que agregar la presencia significativa de sacerdotes, misioneros y cooperadores estadounidenses y canadienses en Iglesias de América Latina y a la irradiación de su experiencia latinoamericana una vez vueltos a sus países de origen. Canales de comunicación han sido también las ayudas económicas para América Latina de organismos eclesiásticos de Estados Unidos y Canadá. No faltó tampoco una cierta red de contactos en Canadá y Estados Unidos de exponentes de punta de la “teología de la liberación”.

Incluso durante la década del ’80, en ámbitos eclesiásticos norteamericanos se manifestó una mayor sensibilidad hacia las explosivas situaciones centroamericanas y por ayudar a la Iglesia en Cuba, lo que estrechó algo más las relaciones. En todo caso, se trataba de relaciones y vínculos sin la tradición e intensidad de la comunión y colaboración entre las Iglesias locales de América Latina, animadas por el CELAM y  ni siquiera entre éstas y las Iglesias de diferentes países europeos, sobre todo latinomediterráneos (aunque también con Alemania y Bélgica).

     Puede afirmarse que esta novedad de la Asamblea especial del Sínodo de los Obispos para América, celebrada en el Vaticano del 16 de noviembre al 12 de diciembre de 1997, asumió durante sus sesiones carácter exploratorio. Fue un valioso lugar de encuentros y diálogos, de vínculos de conocimiento y amistad entre Obispos de todo el continente, muchos de los cuales no se conocían entre sí. Trabajar juntos en  una perspectiva “continental”, de intercomunicación para la comunión, evangelización y cooperación, fue una experiencia significativa de aprendizaje. Su mayor fruto fue la Exhortación apostólica pos-sinodal  Ecclesia in America, publicada por el Beato Juan Pablo II el 22 de enero de 1999, como guía recapituladora de los trabajos sinodales, orientadora e incitadora para que 4las Iglesias del continente asumieran toda la responsabilidad que les compete recorriendo esa senda abierta de relaciones. El Consejo especial pos-sinodal del Secretariado del Sínodo para América dio continuidad a dichos frutos. 

Nuevos escenarios inter-americanos 

     Si no fue fácil poner a las Iglesias dentro de esta perspectiva de intercomunicación, los nuevos escenarios mundiales y americanos lo estaban requiriendo. Caído el muro de contraposición en la dialéctica Este-Oeste, según la perspectiva “geopolítica” del pontificado  de S.S. Juan Pablo II otros muros iban a caer en consecuencia. La construcción de un auténtico nuevo orden internacional – tema acuciante y lleno  de esperanza en comienzos de la década del ’90 – planteaba ahora la auspiciada caída del muro entre Norte y Sur a nivel mundial. Este desafío capital había irrumpido en la catolicidad desde la emergencia de las Iglesias del entonces  llamado “Tercer Mundo” o mundo “subdesarrollado”, y se planteaba en el magisterio pontificio desde los tiempos de las encíclicas Mater et Magistra(Juan XXIII, 1961),  Pacem in Terris (Juan XXIII, 1963) y, sobre todo, Populorum Progressio (Pablo VI, 1968). Estaba muy presente también en numerosos documentos y alocuciones en el pontificado del Beato Juan Pablo II. Pues bien, el continente americano resultaba ser, para este Papa, un lugar decisivo para ir afrontando esta grave cuestión, existiendo y conviviendo en él situaciones de desarrollo muy diversas y grandes asimetrías de poder y riqueza. No es casualidad que haya querido dar a la convocación del Sínodo de Obispos para América una acentuación especial con referencia a “los problemas de justicia y las relaciones económicas internacionales entre las naciones de América, teniendo en cuenta las enormes desigualdades entre Norte, Centro y Sur”.

     No hay que olvidar que desde comienzos de la década del ’90 se advierten cambios significativos en las relaciones  inter-americanas. La política exterior de las sucesivas administraciones norteamericanas se había caracterizado, en general, desde las primeras décadas del siglo XX, en la consideración de América Latina como su “patio trasero” y se reducía a la custodia de los intereses de sus empresas y a sus injerencias políticas y militares, también en el cuadro de su zona de seguridad según la dialéctica bipolar. La bien intencionada “Alianza para el Progreso” se había desinflado no apenas lanzada y dejaba el paso a la brutalidad de las armas.

Ello incubó en vastos sectores latinoamericanos sentimientos “antiyankees”, en la acusación obsesiva del imperialismo y la denuncia de su dependencia. El derrumbe del socialismo real y la crisis de crediblidad del marxismo-leninismo cambian los escenarios políticos e ideológicos. No puede olvidarse que el presidente George Bush (padre) lanza, el 27 de junio de 1990, la Iniciativa para las Américas y el presidente Bill Clinton, en 1994, el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), aunque hayan tenido carácter bastante efímero como propuestas y  no hayan faltado muchas críticas y rechazos. Comenzaban por entonces a cambiar las relaciones inter-americanas, aunque persistían las sospechas y resistencias latinoamericanas en las relaciones con Estados Unidos. Más allá de las responsabilidades objetivas, a veces muy graves, de la política norteamericana, cierta imaginería latinoamericana descargaba la pretensión de justificar sus propios límites, fracasos y frustraciones. Dentro de ese nuevo clima tuvo lugar la convocatoria y realización del Sínodo de Obispos para América, así como la publicación de la  Ecclesia in America, auspiciando una nueva solidaridad entre sus naciones para la construcción de relaciones más respetuosas, justas y equitativas.

El don mayor y los riesgos de su erosión 

    Por supuesto, no compete a la Iglesia concentrar su atención en cuestiones políticas y económicas ni pretender proponer soluciones en dichos ámbitos. El tema escogido por el Papa para esa Asamblea sinodal fue de jerarquizada y ordenada articulación, que marcaba claramente sus prioridades: “El encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América”. No en vano, la Asamblea sinodal y la Exhortación apostólica se colocan “dentro del marco de la nueva evangelización”. Las relaciones más intensas  de comunión y cooperación entre las Iglesias tiene como objetivo  fundamental la promoción de la “nueva evangelización” en todo el continente americano. En efecto, “el mayor don que América ha recibido del Señor – se lee en la Ecclesia in America, n. 14 -, es la fe, que ha ido forjando su identidad cristiana”. La tradición católica se fue transmitiendo sea en Canadá, que en Estados Unidos y en América Latina, por vías muy diversas y conforme a modalidades muy distintas de inculturación. Se puede afirmar que ella constituye un patrimonio de gran valor para la vida y la cultura de los pueblos de todo el continente. Sin embargo, sabemos bien que no se vive más de rentas de dicho patrimonio, pues éste ha ido sufriendo un intenso proceso de erosión. Por una parte, fuertes corrientes de secularismo recorren la red urbana de toda América, impactan especialmente en ciertos sectores políticos, intelectuales, empresariales y periodísticos y se difunden por doquier por efecto de la dominante cultura global de la sociedad del consumo y el espectáculo, con sus virus de relativismo y hedonismo. Masas de americanos, del Norte, del Centro y del Sur, viven como si Dios no existiese. Por otra parte, comunidades “evangélicas” y neo-pentecostales atraen migraciones de bautizados en la Iglesia católica, de muy escasa formación y prácticas cristianas, allí donde no son bien atendidos desde un 7punto de vista espiritual, pastoral y misionero. Se difunden también variadas sectas.  Y abundan fenómenos espirituales y literatura religiosa, de tendencias sincréticas, exotéricas, como complementos superficiales del materialismo reinante o píldoras reconstituyentes contra el “estrés” de la vida. 
    

Todos estos desafíos, aunque graves, no definen la misión de la Iglesia.
La cuestión crucial para la Iglesia, ayer, hoy y siempre, es la fidelidad a su Señor, o sea, el modo en que vive, confiesa, celebra, da testimonio y anuncia la fe en Jesucristo, el Verbo de Dios hecho carne, muerto por nuestros pecados y resucitado por el poder de Dios, que prolonga su presencia en todo tiempo y lugar mediante su Cuerpo, la Iglesia, la compañía de los apóstoles y discípulos, sacramento de unidad y salvación del género humano. En este sentido, los Obispos latinoamericanos tuvieron la libertad evangélica de incorporar en el documento conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en Aparecida (mayo de 2007),  unas duras palabras pronunciadas por el  entonces Cardenal Joseph Ratzinger en Guadalajara, en mayo de 1996, que habría que tener muy presentes: “la mayor amenaza (…) es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad”.   
         
Recomenzar desde Cristo 
    
     La cuestión prioritaria y fundamental es, pues, suscitar y renovar un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, tal como lo propone la Exhortación apostólica Ecclesia in America  y lo destaca luego la Encíclica Dives caritas est  de S.S. Benedicto XVI, cuando afirma que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o por una gran idea, sino por el encuentro con un Acontecimiento, con una Persona, que da nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (n. 1). Este encuentro con el Señor fue también el eje fundamental de todo el documento conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado latinoamericano en Aparecida (mayo de 2007). Este encuentro no puede nunca darse por descontado, sino experimentado siempre de nuevo. Todos estamos llamados a vivir la fe como nuevo inicio, como esa novedad sorprendente, esplendor de verdad y promesa de felicidad, que reenvía al acontecimiento que la hace posible y que continuamente la regenera. No es accidental que el pontificado de Juan Pablo II se haya inaugurado con la invitación a “abrir las puertas a Cristo” y se haya concluido con la invitación a “recomenzar desde Cristo”, a fijar la mirada sobre su rostro, descubriendo toda la densidad y belleza de su misterio presente, confiados mendicantes en su gracia. En efecto, no hay otra vía que la de “recomenzar desde Cristo”, para que  su Presencia sea percibida y encontrada, amada y seguida con la misma realidad, novedad y actualidad, con el mismo poder de persuasión y afecto, experimentados por sus primeros discípulos 2000 años ha o por los “juandiego” del “Nuevo Mundo” hace 500 años. Sólo en el estupor y fascinación de este encuentro, superior a todas las expectativas pero percibido y vivido como plena respuesta a los  anhelos de verdad y felicidad del “corazón” de toda persona, el cristianismo no se reduce a una lógica abstracta, sino que hace carne en propia existencia. Por ello, la primera y más sincera actitud humana y cristiana es pedir, invocar, como pobres pecadores suplicantes, que el misterio de Dios se manifiesta en la propia vida, que nos haga reconocer la presencia de Cristo, que suscite nuestro obediente fiat, como el de la Santísima Virgen María,  para acoger su designio de salvación para nuestra vida. Este encuentro, que adviene por medio de aquéllos que hacen transparente su Presencia, con toda su fuerza suave de atracción, se realiza plenamente en la participación a los sacramentos, que son los gestos con los cuales Jesucristo abraza y transforma la vida de los fieles; encuentro que se gusta, se profundiza y que impregna toda la vida por medio de la oración perseverante, en una disciplina de vida espiritual.
     La evangelización no es otra cosa que comunicar a los demás el don del encuentro con Cristo, que ha llenado la propia vida de alegría, verdad y esperanza. “Para que sea eficaz, el anuncio de la fe – dijo S.S. Benedicto XVI, el 13 de junio de 2012 en la Basílica de San Juan de Letrán – debe partir de un corazón que cree, que espera, que ama, un corazón que adora a Cristo y cree en la fuerza del Espíritu Santo”. Tal es la condición fundamental para el “redescubrimiento de la fe” al que nos invita el Santo Padre  en este “Año de la Fe” y para todo ardor e ímpetu de “nueva evangelización” en el continente americano.  
     
Santidad de ayer y de hoy 
   
     En esa perspectiva, no puede extrañar que la Exhortación apostólica Ecclesia in America  dedique algunas páginas a los santos, como los mejores frutos de la evangelización americana, como testigos irradiantes de su identidad cristiana, modelos heroicos de vida cristiana, compañía intercesora de quienes aún peregrinan por tierras del continente. ¡Cómo no recordar a lo largo de nuestra geografía americana, entre muchos otros, a santas místicas como Rosa de Lima, Mariana de Quito, Teresita de los Andes, santos obispos como Toribio de Mogrovejo, Guízar y Valencia, Luis Ceferino Moreau, santos misioneros como Luis Beltrán, Francisco Solano, José de Anchieta, Roque González, Junípero  Serra y Francisca Cabrini, santos indígenas como Juan Diego y Kateri  Tekakwitha, santos 10campeones de la caridad hacia los más pobres como Pedro Claver, Martín de Porres, Juan Macías, Alberto Hurtado Marianne Coppe y Catalina Drexel, a conversos santos como Elizabeth Ann Seton…. ¡Que sean todos ellos, y entre ellos muchos mártires de la primera  evangelización y de la persecución mexicana, patrimonio común para la comunión, la edificación y la devoción en las Iglesias de todo el continente americano. ¡Y cómo no invocar, con afecto filial, sobre todo, a la Santísima Virgen María, la primera y más perfecta discípula, la que se hizo reconocer en toda América como Nuestra Señora de Guadalupe, pedagoga de la fe y estrella de la evangelización! La emulación entre las Iglesias del continente tiene que estar dada  por los testimonios de santidad, de ayer pero también de la santidad de hoy a la que están llamados todos católicos americanos.
     
Camino de conversión
 
     Ese encuentro con Jesucristo vivo es “camino de conversión”, nos señala la Exhortación apostólica Ecclesia in America (nn. 26 y ss.) ¡Qué resonancia, responsabilidad y desafío tiene para las multitudes de bautizados en el continente aquélla invitación urgida del Evangelio: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca: convertíos y creed en la Buena Nueva” (Mc. 1,15); o aquéllas palabras de  la Epístola a los Romanos (3,11): “Es ya hora de levantaros del sueño, que la salvación está más cerca de nosotros de cuando abrazamos la fe”. ¡Cuántos son los cristianos que han sepultado su bautismo bajo una capa de indiferencia y olvido, cuánta confesión cristiana sin ninguna influencia en el entramado de la propia vida,  cuántas devociones sin encuentro con Cristo en los sacramentos,  con qué frecuencia predominan los “mix” arbitrarios de creencias sin referencia fiel al Credo, al Catecismo, a las enseñanzas doctrinales y morales de la Iglesia, cuánto abandono del sacramento de la reconciliación y superficialidad en la participación eucarística! La “conversión permamente” que la  Ecclesia in America urge a todos los americanos conduce a la vida nueva “en Cristo”, por gracia de su Espíritu, confiados en el amor misericordioso del Padre, para llegar a ser discípulos y testigos, reflejos de su Presencia, no obstante todos nuestros límites, opacidades y miserias. Incluso hasta llegar a exclamar, como el Apóstol: “ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal. 2.20). 

   Ese encuentro con Cristo ha de estar acompañado y proseguido con una catequesis “que debe ser presentada explícitamente en toda su amplitud y riqueza (cfr. Ecclesia in America n. 69). Hay mucha ignorancia religiosa, sobre todo entre las nuevas generaciones, y deficiencias de formación cristiana entre muchos fieles de nuestras Iglesias. No es exagerado destacar que aún estamos viviendo situaciones muy frecuentes de crisis de una auténtica educación católica, de una catequesis superficial, de dificultades notorias en la formación de personalidades sólidas y maduras en la fe, de adhesión más integral a las verdades propuestas por la Iglesia. Esto es particularmente grave porque el bombardeo de los medios de comunicación social incrementa la dificultad de darse referencias y juicios para una formación cristiana que sea unitaria, sistemática y fiel. Por ello, resulta fundamental repensar a fondo la formación cristiana de los fieles, sea la de la iniciación o reiniciación cristiana que la que conduce a la formación de personas maduras en su fe. Referencia fundamental al respecto es “Catecismo de la Iglesia católica”, ya indicada por la exhortación apostólica, cuyo vigésimo aniversario de promulgación se está ahora celebrando en el cuadro del “Año de la fe”. En el documento Porta Fidei se nos pide “confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza”.

      La catequesis es tarea fundamental para las parroquias y para las familias cristianas, que tienen que ser más alentadas y ayudadas en este propósito. La Exhortación apostólica pos-sinodal recuerda también que existe una vasta red de escuelas y Universidades católicas por todo el continente, cuyos frutos parecen en general exiguos en proporción a los recursos espirituales, humanos y materiales “invertidos”. Hay una “emergencia educativa”, también en la Iglesia, a la que no se responde suficientemente. Quince años después de la Asamblea del Sínodo para América urge repensar a fondo la pastoral educativa, alentar y sostener con los medios adecuados la identidad católica como hilo conductor de vida y estudios en los institutos de enseñanza, “invertir” nuevas fuerzas vivas en esa tarea y relanzar una nueva evangelización en las propias Universidades católicas. Y ello teniendo en cuenta que la presencia evangelizadora en las instituciones escolásticas no confesionales, sobre todo universitarias, forma parte más de la “missio ad gentes”, en tierras de frontera, que de la “nueva evangelización”. 
     
Camino de comunión
 
     El encuentro con Jesucristo vivo es también “camino de comunión”, se lee también la Exhortación apostólica pos-sinodal Ecclesia in America (nn. 33 y siguientes). Es camino de comunión trinitaria, eclesial y social. En la Iglesia, sacramento de unidad de nuestros pueblos dentro de la  dimensión católica de la comunión, ha de ser mucho más fuerte lo que nos une en la fe, esperanza y caridad de lo que nos separa en las diversidades, contradicciones y desgarramientos que se viven a nivel del continente. Por supuesto, no queremos una unidad indiferenciada e irénica a nivel continental, sino la que brota y se deriva de la comunión eclesial. La Iglesia cumple, por eso, una preciosa tarea reconciliadora. Sin embargo, para ello 13es necesario reconstruir y educar siempre el sensus ecclesiae, a la luz de la comunión vertical y horizontal que está en su propio ser. 

     Gracias a Dios, las Iglesias en el continente americano han ido dejando atrás la frecuencia de contestaciones, manipulaciones, crisis de comunión, que se arremolinaron en los tiempos huracanados de  la primera fase del pos-concilio, en la que críticas, experimentaciones y novedades cayeron bajo fuertes influjos de corrientes de hiper-politización e ideologización. No faltan aún, ni faltarán, tales crisis, porque el Príncipe de este mundo, el diablo, siembra la división. Es necesario, pues, que nuestras Iglesias sigan educando a un profundo y fiel sentido de pertenencia a su misterio de comunión, a su sacramentalidad, centrados en la fuente y vértice de esa comunión que es la Eucaristía. Y que ayuden a los fieles a experimentarlo en comunidades cristianas conformes al ser de la Iglesia, signos y reflejos de su misterio, casas y escuelas de comunión que abracen y sostengan la vida cristiana de todos los bautizados. También gracias a Dios, no falta, en general, salvo lamentables excepciones, un espíritu de comunión con los Obispos, ministros de la unidad en sus Iglesias particulares, y de éstos, junto a la devoción de los fieles, con el Sucesor de Pedro, testigo y garante de la unidad, en la verdad y caridad, de toda la Iglesia católica. Este Congreso es ocasión providencial para proclamar una vez más la inquebrantable y firme comunión afectiva y efectiva de las Iglesias del continente americano con el Sucesor de Pedro. 

     Desde tales premisas, la Exhortación apostólica pos-sinodal Ecclesia in America alienta signos concretos de esa comunión a nivel continental, como “la oración en común de unos por otros, el impulso a las relaciones entre las Conferencias Episcopales, los vínculos entre Obispo y Obispo, las relaciones de hermandad entre las diócesis y las parroquias y la mutua comunicación de agentes pastorales para acciones misionales específicas” (n. 33). En ese orden de sugerencias, la exhortación indica aún “fortalecer las reuniones interamericanas” promovidas por las Conferencias episcopales de diversas naciones y “crear comisiones específicas para temas comunes”. Más importante aún es enriquecer la recíproca comunión edificándose con los dones y experiencias de unas y otras Iglesias en el continente. Por ejemplo, los católicos latinoamericanos tienen mucho que aprender del profundo y concreto sentido de pertenencia de los católicos de Estados Unidos a su comunidad parroquial y diocesana, desde la alta participación litúrgica dominical hasta el sostén material de sus comunidades y obras. Los católicos de Estados Unidos y Canadá, por su parte, pueden enriquecerse mucho con el profundo sentido de trascendencia, de presencia del Misterio en la propia vida, que expresa la religiosidad popular de los latinoamericanos. Ante  el incremento impresionante de los hispanos en Estados Unidos y Canadá - la gran mayoría de ellos de confesión católica - se puede dar allí un laboratorio de encuentros e intercambios entre diversas formas de inculturación de la fe, incluso para dar lugar a una más completa síntesis católica.

       Sabemos bien que cuando entra en crisis la comunión, la Iglesia tiende a replegarse sobre sí, a ocuparse más de asuntos eclesiásticos que del testimonio al que está llamada a dar, a alimentar problematizaciones inhibitorias de energías evangelizadoras y solidarias en la vida de los pueblos. En cambio, si el encuentro con Jesucristo  vivo ha llenado de gratitud y alegría la propia vida, y la caridad rebosa en la comunión de sus discípulos y testigos, entonces el “corazón” urge por comunicar este don a todos, por amor a su vida y destino.
     
Caminos de solidaridad 
  
     El encuentro con Jesucristo vivo, en la comunión de la Iglesia, desata energías de solidaridad entre los pueblos. Esta es la perspectiva desde la que la Iglesia presta un servicio invalorable a la  vida pública de las naciones. Hay todavía mucha ignorancia y prejuicios que obstaculizan el incremento de sentimientos de fraternidad entre latinoamericanos y estadounidenses. La Iglesia cumple una función de verdad cuando educa la opinión pública norteamericana a superar una actitud de indiferencia, a veces mezclada de temores y rechazos, respecto de los latinoamericanos.
Hay que dejar atrás una “leyenda negra” anti-latinoamericana, que lo es también anti-católica, cuando se presenta a los latinoamericanos como afectos de pereza, violencia e ignorancia congénitas, que amenazan la convivencia en los Estados Unidos a través de la “invasión” de los hispanos. Por su parte, los latinoamericanos tienen que conocer más y mejor al pueblo norteamericano, su profundo sustrato religioso, su arraigado amor por la libertad, más allá de eslóganes superficiales o lentejuelas ideológicas que impiden comprender cabalmente su compleja realidad. Un cambio profundo de actitudes favorece, sin duda, la solidaridad para afrontar cuestiones comunes. 

     En verdad, hay cuestiones comunes que hoy plantean problemas y desafíos  mucho más graves que los de hace quince años. Paso revista sintética de algunos de ellos.

    El problema de la inmigración hispana, sobre todo a Estados Unidos, desata prejuicios, injusticias y violencias cuando no está bien afrontado. Es impresionante tener en cuenta los millares de centroamericanos que recorren toda la geografía mexicana, de sur a norte, hacia esa meta, sufriendo toda clase de vejaciones y violencias. En Estados Unidos se levantan no sólo  muros físicos, electrónicos y militares en la frontera con México – país con el que tiene pactado el “libre comercio” – sino que también se impone a menudo la separación de las familias de los hispanos inmigrados y la deportación a muchos hispanos “indocumentados” que viven desde hace mucho tiempo en el país, incluso nacidos en el mismo. Honra a la Conferencia Episcopal de Estados Unidos  haber siempre considerado a los hispanos, no como problema, sino  como aporte “providencial” para la vida nacional. Y son muy importantes las periódicas reuniones que sobre la inmigración reúnen a Obispos de las Conferencias de Estados Unidos y Canadá junto con las de México, Centroamérica y el Caribe, así como declaraciones bilaterales de las Conferencias de Estados Unidos y México. La Iglesia católica no puede desentenderse de la tarea de “humanizar” la cuestión migratoria, respetando la legítima legislación de los Estados al respecto, pero considerando a los inmigrantes con espíritu de caridad y servicio, atendiéndolos también desde un punto de vista pastoral y evangelizador.

   La violencia urbana es una realidad que está azotando la convivencia civil en muchas regiones del continente. Involucra especialmente a sectores juveniles. Ha adquirido una extensión, intensidad y crueldad impresionantes por obra de las redes del narcotráfico y del siempre creciente consumo de drogas. En general, ésta está vinculada al comercio y tráfico de armas y al blanqueo de capitales. El círculo vicioso entre oferta y demanda de drogas es muy difícil de romper. Las Iglesias del continente americano no sólo manifiestan su viva preocupación ante esta realidad, sino que están en primera fila en la atención y cura de  los drogadictos, en la condena de toda violencia y en la perseverancia de  un trabajo educativo que sólo puede rescatar a las personas y pacificar la convivencia civil.

     Existe contemporáneamente en todos los países  del continente  agresiones contra la vida y la institución matrimonial y familiar, sostenidas por fuertes poderes transnacionales, campañas mediáticas y lobbies locales, muchas veces estampadas en las legislaciones estatales. La custodia y promoción de una cultura de la vida y la defensa de la institución familiar son motivo urgente y necesario del compromiso de los cristianos, sea en la propia vida familiar que en su participación en la  vida pública de las naciones. La Iglesia tiene que jugar al respecto una fundamental tarea educativa para ayudar a que las familias sean comunidades de amor y de vida, fundadas en el matrimonio entre varón y mujer, conformes a su naturaleza y a la mejor tradición cultural de nuestros pueblos. 

     Vastos sectores de juventud en el continente quedan excluidos de la instrucción y del trabajo, sufren las descompensaciones afectivas de la desintegración familiar, están confusos y desconcertados ante el bombardeo incesante de la revolución de las comunicaciones, son como huérfanos sin padres y maestros, tentados por la violencia, el alcohol y las drogas, los placeres efímeros, los nuevos “opios del pueblo”. Afrontar la tarea de su verdadera educación es responsabilidad fundamental y urgente de nuestras Iglesias. La Jornada Mundial de los Jóvenes es ocasión providencial de evangelización de sectores significativos de las nuevas generaciones.

     ¡Y qué decir de los vastos mundos de pobreza e indigencia que existen por doquier en el continente americano, conviviendo con áreas de opulencia! Los rostros de los pobres, de los ancianos solos, de los enfermos sin cuidados, de  las mujeres abandonadas, de los inmigrantes y refugiados, de los desocupados, de los drogadictos, de las multitudes miserables de las periferias ciudadanas, de las comunidades indígenas, interpelan la caridad y solidaridad de los cristianos. Sufren lo que falta a la pasión de Cristo, que en ellos se hace presente. 

     Y esta anotación nos exige levantar la mirada  para considerar, en ámbitos más vastos, las relaciones económicas y políticas al interno del continente americano. Una auténtica solidaridad continental requiere pasar de la dialéctica de la sospecha, del rechazo y las acusaciones a una actitud de respeto, de diálogo y negociaciones, de sincera  búsqueda común de mayores condiciones de libertad y democracia, de justicia y equidad, para todos los americanos. 

     La Iglesia católica exige a los poderes públicos sólo condiciones de libertad – y la libertad religiosa está al origen y es solidaria de todas las libertades – para cumplir sus propia misión evangelizadora al servicio de las personas, las familias y los pueblos en el continente. Requiere de los laicos católicos una asimilación y propuesta creativa de la doctrina social de la Iglesia para promover nuevos modelos de desarrollo de las naciones.  
La Iglesia católica aprecia los nuevos caminos que se están abriendo de unidad de los cristianos en cuanto al testimonio evangélico y al servicio de caridad a las personas y a los pueblos, de los que  la Declaración de Manhattan, la acción de “Evangelicals and Catholics together” y la custodia común de la libertad religiosa y de la cultura “pro-life” son manifestaciones notorias en Estados Unidos, mientras crecen positivas experiencias de encuentro y colaboración en algunos países latinoamericanos. Ella confía también en la tradición y el ethos cristiano que están en el humus cultural de las naciones y que animan muchos hombres de recta conciencia y buena voluntad.  
   
Una solicitud apostólica universal 

     ¿Cómo no concluir con el dato ineludible de que más del 50% de los católicos de todo el mundo están en la “ecclesia in America”? Es un porcentaje destinado a crecer en las próximas décadas. Se trata, pues, no sólo de una gran responsabilidad respecto al destino de los pueblos y naciones en los que viven, sino de toda la catolicidad. De la Iglesia en América, de su misión evangelizadora, dependerá en  gran medida, al menos para las próximas décadas, el futuro de sus pueblos y, a la vez, de toda la Iglesia católica. Su solicitud apostólica tiene que alentar una ardorosa y nueva evangelización de los pueblos del  continente, que abra caminos de vida nueva para todos los americanos, creciendo a la vez la conciencia y el compromiso de su contribución en la missio ad gentes, en comunión, fidelidad y colaboración con el ministerio del Pastor universal.

     El Papa Juan Pablo II quiso poner la exhortación apostólica Ecclesia in America a los pies de la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe en su santuario de Ciudad de México y confiar a su poderosa intercesión la protección de los pueblos del continente y su nueva evangelización. A Ella confiemos hoy las intenciones del Papa, de nuestros Episcopados, de nuestros trabajos.

Dr. Guzmán M. Carriquiry Lecour
Secretario Comisión Pontificia para América Latina



LA IGLESIA EN AMÉRICA A LA LUZ DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE
ESTRELLA DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN Y MADRE DE LA CIVILIZACIÓN DEL AMOR-

Pro. Carl Anderson
Caballero Supremo de Caballeros de Colón.

10 de diciembre 2012.


UNA CUESTIÓN DE CAMINOS

El 12 de diciembre de 1531, el último día de las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe, cuando San Juan Diego tomó un camino diferente con el fin de encontrar un sacerdote para su tío moribundo, la Virgen le encontró en el desvío y plantea las siguientes preguntas: "Mi hijo menor, ¿que está pasando? ¿A dónde vas? ¿De dónde eres y diriges? "
Hoy, durante este Congreso, le pedimos las mismas preguntas: ¿Qué está pasando? Dónde estamos? ¿Hacia dónde vamos?
Al igual que la Nueva España a principios de los 16ª siglo, nosotros también enfrentamos en muchos aspectos, un gran choque de civilizaciones-en nuestro tiempo, se hace más preocupante por el acelerado proceso de globalización.

De Chile a Canadá, las grandes mayorías aún se consideran a sí mismos cristianos. Y sin embargo ... los países y culturas construidas sobre la fe cristiana muestran grandes fracasos de la caridad, la dignidad y la verdad; fracasos incompatibles con ser discípulos del Dios que es amor. No es simultáneamente una familiaridad con Cristo y la ignorancia de Cristo, que en muchos lugares se ha traducido en una caracterización errónea de Cristo y de la misión de la Iglesia.

La tierra a la que estamos llamados a evangelizar   en un sentido nuevo e importante: no es ni cristiana ni pre-Cristiana- es la primera vez en la historia una tierra frente a un horizonte que es post-cristiana.
Las personas que alguna vez conocieron a Cristo y lo siguieron tanto a nivel personal como cultural ahora en demasiadas maneras no lo reconocen, ya sea en el rostro de su Iglesia o en el rostro de los pobres.

¿A dónde vamos?

Al reflexionar sobre la situación de la Iglesia en América, algo que resuena en nosotros es la respuesta de Juan Diego a la Virgen: "Aunque me entristece, aunque voy a causar angustia en la cara y el corazón, Tengo que decirte ... que uno de tus siervos ... está muy enfermo. Una terrible enfermedad se ha apoderado de él, que lo hará seguramente morir pronto. "
Juan Diego habló de la plaga que estaba matando a su tío. Hoy nos enfrentamos a otra enfermedad, tan así como mortal. Y como Juan Diego, que es el cuidado de la familia humana, que nos trae hoy aquí. Esta intervención puede venir justo a tiempo. La sabiduría de la Iglesia en América es evidente.

ECCLESIA IN AMERICA

Ecclesia in America es el modelo para la nueva evangelización.
Al hablar de "América" ​​en lugar de "las Américas", la exhortación apostólica propone un sistema unificado un camino para todo nuestro hemisferio, no un continente o el otro no, uno u otro país, sino como un todo como una unidad. Esto es también en un sentido radical contracultural y uniforme. A pesar de la creciente globalización, ninguna otra institución presenta una visión única de todo el hemisferio para superar los problemas muy variados en cada país.

Aunque es consciente de y con ganas de rectificar las muchas enfermedades en los Estados Unidos, la exhortación apostólica no  comunica una visión política sino eclesial, no es una visión de sistemas, sino una visión de la humanidad que se encuentra con Cristo. En otras palabras, se presenta una visión de una evangelización "inculturada"   en la que nuestra diversidad es santificada y purificada en su comunión en la Iglesia, orientanda hacia Cristo y por lo tanto, también a nuestros hermanos.

Siguiendo a Cristo, quien describió su papel soberano como"testimonio de la Verdad", Ecclesia in America correctamente centra la evangelización católica en lo más importante:
"Al aceptar esta misión [de la nueva evangelización], todo el mundo debe tener en cuenta que el núcleo vital de la nueva evangelización debe ser un anuncio claro e inequívoco de la persona de Jesucristo, es decir, la predicación de su nombre, su enseñanza, su vida, su promesas y del Reino que Él nos ha conquistado a través de su misterio pascual ".

La verdad expresada en la nueva evangelización no cambia, sólo la forma en que se comunica al pueblo de Estados Unidos.
Recientemente, el Santo Padre presenta cómo debemos considerar el "contenido" de la nueva evangelización.

"En la catequesis permanente para el Año de la Fe, que ahora consideramos la cuestión de cómo vamos a hablar de Dios a nuestros contemporáneos, la comunicación de la fe cristiana se presenta como una respuesta a las aspiraciones más profundas del corazón humano. Esto significa que lo que el Dios de Jesucristo a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Se designa un tranquilo y humilde presenciar todos los días hasta el núcleo del mensaje evangélico. Esta es la Buena Noticia de Dios que es Amor, que se ha acercado a nosotros en Cristo Jesús hasta la cruz, y que en la Resurrección nos trae la esperanza y la promesa de la vida eterna.

 Jesús nos dio un ejemplo: por su amorosa preocupación por la gente pregunta, luchas y necesidades, los condujo al Padre. En la tarea de llevar a Dios a nuestros contemporáneos, las familias juegan un papel privilegiado, porque en ellas la vida de fe se vive diariamente en la alegría, el diálogo, el perdón y el amor.

Hace cinco siglos, nuestro hemisferio se dio el ejemplo perfecto de una evangelización inculturada cuando María se le apareció a San Juan Diego. Su mensaje de la reconciliación, la unidad y el amor dado a luz a la gran evangelización de todo un hemisferio. Por su sola presencia, Nuestra Señora de Guadalupe se convirtió en el modelo primero y grande de la unidad cristiana presentó a todos los pueblos y por encima de lo nacional y de la étnica y del partidismo. Como la Virgen mestiza del Tepeyac se llamaba a sí misma la madre compasiva de "toda las personas que conviven en esta tierra, y también de todos los otros linajes diferentes de los hombres ".

Y sin embargo, la "estrella de la nueva evangelización" es un evangelista como ningún otro. Ella no es, en el momento de encuentro con Juan Diego, la elaboración de su propia salvación. Ella es el par evangelista por excelencia, en parte porque ella entra en el mundo, por así decirlo, de la visión beatífica, un estado de suprema cercanía a Dios. Su ejemplo y  la maternidad continua de todos los pueblos es un camino seguro hoy en día para la nueva evangelización.


El encuentro con Cristo en las Américas: Cultura de Guerra, Cultura de la Muerte.

Una similitud entre la cultura de Nuestra Señora de Guadalupe entró, y nuestra cultura de hoy, es la expectativa de la guerra.

El Papa Benedicto XVI recordó a los obispos de los Estados Unidos a principios de este año, "En el corazón de cada cultura, ya sea percibida o no, es un consenso sobre la naturaleza de la realidad y del bien moral, y por lo tanto sobre las condiciones para el florecimiento humano. "(1)
El corazón de la cultura mesoamericana en el momento de las apariciones incluye una expectativa de la guerra y la necesidad distorsionada para el sacrificio. La Cultura azteca constantemente remite de nuevo a la desolación: "La guerra y la muerte marcó el tono de cada conferencia y ceremonia que acompañaría a los indígenas durante toda su vida. "(2).

 Al ser literal, su percepción de la realidad, articulado a través de su religión, hizo la guerra, la muerte y el sacrificio condiciones para el florecimiento humano. En esta visión del mundo la libertad de vivir se activa sólo por la guerra y la muerte.

La expectativa de la guerra y la necesidad de la muerte para algunos era el requisito previo al día de lo humano florecimiento de la cultura azteca.
Y sin embargo, hoy en día, a pesar de haber abandonado las premisas de la religión azteca hace mucho tiempo -la cultura contemporánea sigue siendo influenciada por las distorsiones similares en relación con los requisitos de recursos humanos floreciendo. No nos encontramos en la sociedad y en ciertas políticas públicas una suposición tácita de que ciertas muertes son condiciones para el florecimiento humano?

¿No vemos en nuestra cultura contemporánea, una cultura que, en palabras de Evangelium Vitae ", que se puede hablar en cierto sentido de una guerra de los poderosos contra los débiles?  "No vemos también con el Beato Juan Pablo II "una estructura de pecado" en una cultura que llega a la conclusión de que "una vida que exigiría mayor aceptación, amor y cuidado es tenida por inútil, o considerada como un peso insoportable, y se rechaza por lo tanto en una forma u otra. Y concluye que "una persona que, a causa de enfermedad, discapacidad o más simplemente, su misma presencia pone en discusión el bienestar y el estilo de vida de aquellos que son más favorecidos tiende a ser visto como un enemigo que hay que defenderse o a quien eliminar. " (3). 

Esta es la definición misma de una cultura de la muerte y el beato Juan Pablo II no dudó en decirnos así.(4)

 El encuentro con esta cultura es fundamental para la nueva evangelización, y es fundamental para la futuro del cristianismo en nuestro hemisferio.
Y, sin embargo - en Caritas in Veritate, el Papa Benedicto XVI nos recuerda que la semilla de la esperanza todavía existe en la vocación permanente, universal compartida por todas las personas. Él dijo: "Todos los hombres perciben el impulso interior de amar de auténtica; amor y verdad nunca los abandonan completamente, porque son la vocación que Dios puso en el corazón y la mente de cada persona humana. "Y debido a esto, es posible que podamos ser" compañeros de trabajo "con el Beato Juan Pablo II y el Papa Benedicto XVI al hablar sobre la posibilidad de una nueva cultura, una cultura que ellos llaman "la civilización del amor" y que el Beato Juan Pablo II reconoció en Ecclesia in America que es provocada por aquellos que son "capaces de amar con el amor de Dios."(5)

La civilización del amor no puede ser impuesta desde arriba o desde fuera de una particular histórica cultura. Este es el punto de partida para una auténtica evangelización, nueva inculturada. Y es precisamente ¿por qué tenemos que dirigir nuestra mirada siempre a Nuestra Señora de Guadalupe-Estrella de la Nueva Evangelización. Y esta es la razón por la que también se puede ver a Nuestra Señora de Guadalupe, en virtud de otro título, así, Madre de la  civilización del amor.

1.Benedicto XVI, Discurso a los Obispos de los Estados Unidos de América en su visita "ad limina", 19 de enero de 2012.
2.Pg. 56
3. Juan Pablo II, Evangelium Vitae, n. 12 (1995).
4.Ibid. 4
5.Ecclesia in America, n. 10.


María de Guadalupe como modelo para todos los cristianos

En Puebla, en 1979 el beato Juan Pablo II describió los tres pilares necesarios para "el presente y el futuro de la evangelización "Estos tres pilares son" la verdad acerca de Jesús el Salvador. "," la verdad sobre la Iglesia ", y" la verdad sobre el hombre y su dignidad ".(6).

Pero si queremos volver a esas tres verdades, el Papa Benedicto XVI ha señalado en el pasado, "es necesario remontarse a María".

Parece entonces imprescindible para profundizar nuestra reflexión de por qué llamamos a María bajo la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe "la estrella de la nueva evangelización." Hace quinientos años, Nuestra Señora de Guadalupe apareció a los pueblos indígenas de América como la proclamación perfectamente inculturada del Evangelio.

La joven que recibió la Palabra en el silencio y le permitió dar fruto en ella era lejos una  evangelizadora más eficaz que los predicadores que habían intentado convertir un continente vasto y nuevo.

Lo que necesitamos ahora, en este momento crítico en la historia, es un retorno radical a la fuente, que es el Señor, y el retorno no puede tener lugar sin algo parecido a lo que sucedió en los primeros comienzos de la proclamación de la Palabra y de lo que la Virgen de Guadalupe puntualizó.
En las representaciones icónicas muchos de Pentecostés, vemos a la Iglesia como lo fue, es, y debe continuamente llegar a ser. Vemos a la Iglesia en su realidad teológica, los apóstoles se reunieron alrededor de la Madre de Dios, a la espera del don del Espíritu, que permitirá a la Palabra de Dios para ser perfectamente inculturada no sólo en una lengua o en un continente, sino en todas las culturas y de los pueblos de la tierra.

María, el núcleo santa e inmaculada de la Iglesia creyente, nos enseña lo que significa recibir la Palabra de Dios, para contemplar, y que le permita dar fruto en nuestras vidas. En ella, vemos los medios para pedir y recibir el "inteligente", la transformación y la renovación de fuego que en las palabras de nuestro Santo Padre nos permite llegar a ser "luz en Dios."

María es la "estrella de la nueva evangelización", porque ella es el amor contemplativo, presencia compasiva, siempre fiel que permitió que la Iglesia llegue a existir no como una obra del hombre, sino como un don de Dios que es amor.

María conduce a Cristo, no a sí misma. El Beato Juan Pablo II describe las bodas de Caná: "la Madre de Cristo se presenta como portavoz de la voluntad del Hijo, indicadora de aquellas exigencias que se debe hacer para que el poder salvífico del Mesías se manifieste. "En esto ella camina en el espíritu de los profetas judíos, por así decirlo, en el que, como Juan el Bautista, señaló a las almas a "prepararen el camino del Señor, [y] enderecen sus senderos ".

Esta claridad de propósito de proclamar la persona de Jesucristo, es evidente una vez más en Nuestra Señora en la aparición guadalupana. Su petición inicial a San Juan Diego es la construcción de una iglesia en la que puede mostrar a su hijo a todas las personas. Ella dice que, según el Nican Mopohua: "Me gustaría mucho  construir mi casita sagrada aquí, en la que yo lo demuestre, me lo ensalzaré en hacer lo manifiesto, yo lo dedicaré a toda la gente en todo mi personal amor, Él que es mi mirada compasiva, a Él que es mi auxilio, él es mi salvación."

6.Juan Pablo II, Discurso al III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, 28 de enero de 1979. 5


Auténtica evangelización inculturada.

En Nuestra Señora de Guadalupe, los indígenas vieron un fiel reflejo de sí mismos y  al mismo tiempo una expresión perfecta de una nueva inculturación de la fe cristiana. Ella comunicaba las verdades eternas y universales en el lengüaje y las costumbres de los pueblos indígenas. Sus palabras, según consta en el Nican Mopohua, muestran también cómo se afirmó en las semillas de la verdad en aquellos elementos de su cultura y su historia: su aprecio por la verdad, la creencia en un creador y un maestro divino de los cielos y la tierra. Ella también --en un movimiento que subvierte las tendencias recientes para hablar sólo del "Cristo histórico"-- abandonó su identidad histórica propia, ella asumió la forma de la mestiza, hija de los habitantes, y habló en la lengua náhuatl con su rico lenguaje variado y formal.

La nueva evangelización, al igual que toda la evangelización, debe ser inculturada.

Vivir en el mundo sin ser del mundo "es una guía precisa de la verdadera inculturación. Incluye reconocer la verdad en las culturas, así como diferenciar entre la verdad y el idioma en el que la verdad que se comunica. Es decir: la inculturación de la comunicación y de la tradición, no una fusión de moral valores.

Vale la pena señalar que el Beato Juan Pablo II vio la importancia de la no-esencial religioso experiencias en la comunicación y alimentar la fe de los católicos americanos. Llamó a la piedad popular ", una forma de la inculturación de la fe católica. "Y él insistió en  “considerar prudentemente, que también puede proporcionar indicaciones válidas para una mayor inculturación del Evangelio ".

Una evangelización inculturada se dirige al individuo y pone de manifiesto la relevancia que como Papa Juan Pablo dijo en Ecclesia in America, "Jesucristo es ... la respuesta definitiva a la cuestión del sentido de la vida, y a los interrogantes fundamentales que asedian también hoy a tantos hombres y mujeres en el Continente americano".
Aquí me gustaría mencionar dos áreas específicas: el papel de los laicos y el testimonio de caridad.


El Papel de los Laicos.

La lectura de los signos de vida dentro de la Iglesia, creo que todos podemos reconocer que nuestro hemisferio está en un momento crucial en la historia. Al igual que la reforma interna de la 13ª siglo ocupado sobre todo por los Franciscanos y dominicos, cuya forma de vida constituye un retorno a los principios evangélicos, hoy Los católicos se ven llamados a la evangelización, que en sí mismo constituye un tipo de reforma de la forma que católicos viven.

Esta evangelización reconoce la contribución vital de los laicos. Esto no quiere conceder a los laicos una nueva misión, sino que despierta a los laicos en la misión de Bautismo - la vocación de santidad y de la vocación para evangelizar.

Es significativo que Juan Diego y su tío eran laicos. Su dedicación a la fe es evidente en Juan Diego iba a menudo a la capilla lejos de la instrucción, así como su insistencia en poner primero la salvación de su tío moribundo.
Los laicos también tenían un papel más importante en la evangelización después de las apariciones de Nuestra Señora. En la difusión palabra, de la aparición y de la fe que dio un encuentro con Dios compasivo, laicos y mujeres ayudaron  para la conversión de millones.

En nuestros días, un aspecto central de la labor de los laicos es su papel como guardianes de la familia cristiana y por tanto de la Iglesia doméstica.
Debido a la importancia central de la familia, no sólo en relación  a sus miembros individuales, sino también a la sociedad y la cultura, la nueva evangelización debe contener en su núcleo la recuperación de una  comprensión sacramental del matrimonio cristiano. Si la nueva evangelización ha de ser una proclamación encarnada de la belleza de Dios, que es comunión y de la Iglesia, que es el sacramento de la comunión, no puede pero tiene en su centro la iglesia doméstica. Esto es así no sólo porque la familia es el "lugar modelo" donde la fe se transmite a las nuevas generaciones, o donde se viven los valores cristianos.

Nuestra fe nos enseña que Dios es una unidad en la comunión, una Trinidad, que es el amor. Dios hizo un don irrevocable de sí mismo a nosotros en su Hijo Jesucristo, que es su pacto con su creación. Y porque el hombre está hecho a imagen de Dios, "es incomprensible para él, su vida está privada de sentido" sino se encuentra con este amor.(7).  

Millones de personas que todavía no han encontrado el amor de Dios necesita la familia cristiana  para ser un icono de  Dios que es comunión. Necesitan ver todos los elementos de la vida humana para encontrar plenitud en el Hijo de Dios hecho hombre. Tienen que ver a las familias que son verdaderas comunidades humanas, que de este modo pueden señalar a sus hermanos y hermanas creyentes a la belleza del Dios que es amor.

Esta es la razón por el Beato Juan Pablo II nos enseñó que la familia es esencialmente misionera. Su misión, que brota de su ser, precede a todas las actividades exteriores de la evangelización para que las familias cristianas puedan comprometerse. Toda esta actividad da frutos auténticos, evangélico cuando fluye desde el misión fundacional que sitúa a la familia fundada en el matrimonio sacramental en el corazón de la misión de la Iglesia.
En las palabras del beato Juan Pablo II, "la familia recibe la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor "- el amor que es un reflejo de la comunión trinitaria y acciones que en" Dios el amor por la humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia su esposa ".(8).

  Sólo cuando el cristiano se fortalece en esta su misión más básica preservar la familia  puede ocupar su lugar en el corazón de la tarea de la evangelización  de la Iglesia.

No podemos, en el cumplimiento de la misión de la nueva evangelización, proclamar "la verdad sobre el hombre y su dignidad "a menos que proclamemos  con valentía y convicción  la verdad sobre el matrimonio y la familia.

De lo que se acaba de decir, es obvio que el principal de estos bloques de construcción de la nueva evangelización es el llamado universal del Concilio Vaticano II a la santidad.(9).

 La llamada es verdaderamente universal, que abarca todos los estados de vida y todos los pueblos de la tierra. Me parece necesario hacer hincapié tanto en la presente convocatoria de Dios y nuestra respuesta a ella como algo fundamental para la Nueva Evangelización.(10).   y en esto vemos un ejemplo extraordinario en la vida de San Juan Diego.
                                                       
En el mensaje de Nuestra Señora de Guadalupe y en la vida de San Juan Diego es evidente que esta exigen una nueva asimilación y proclamación del Evangelio abarca la Iglesia en su conjunto, y cada pueblo y nación en la que está presente.

Lo que se necesita no es simplemente nuevas iniciativas pastorales a los que ya no abrazan Cristianismo, aunque tal extensión es de imperativo curso. La nueva evangelización debe ser más amplia y también más positiva en su alcance. Mientras que puede ser provocada por, no puede determinarse simplemente por la crisis de nuestra época.

Este impulso renovado de evangelización implica una reasignación fundamental de nuestra fe por la Iglesia entera, y una proclamación a fondo encarnado de ella a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Lo requiere lo que podríamos describir como un "radical" retorno a la Fuente -la vida renovada de la plenitud de la fe. En otras palabras, lo que se necesita es lo que vemos en la vida de San Juan Diego: un valiente testimonio de la santidad. Es de esta manera que el Beato Juan Pablo II afirmó en Christifedeles Laici, los laicos tienen un "papel esencial e insustituible" en la obra de la nueva evangelización.(11).

La santidad de vida formada y fortalecida por los sacramentos y vivida en la fidelidad total a la Iglesia y en el compromiso con Jesucristo es la única manera de reconstruir una identidad católica. Es el única manera de que la Iglesia puede dar un testimonio creíble, en sus instituciones y en cada uno de sus miembros, a un mundo mortalmente hambriento de la presencia del Dios vivo.

5.Ecclesia in America, n. 10.
6.Juan Pablo II, Discurso al III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, 28 de enero de 1979. 5
7.Juan Pablo II, Redemptor Hominis, n. 10 (1979).
8. Juan Pablo II, Familiaris Consortio, n. 17 (1981).
9.El Concilio Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen gentium, cap. 5 (1962). 7


La caridad que evangeliza.

Finalmente, el método que habla más fuerte de Cristo es el amor, en todas sus formas, empezando por la familia y se extiende a la preocupación más general, pero urgente, sin embargo, para aquellos que son pobres y que sufren.

El Hemisferio Occidental es un terreno fértil para la semilla de la caridad. Todos nuestros países están experimentando un cierto grado de confusión. Cristo mismo explicó: los pobres vamos a tener hasta el final de la mundo, y sus muchos tipos de pobreza que reconocemos. También existe la agitación silenciosa de complaciente olvido de los demás, de la obsesión con el materialismo, que los corazones ciegos de ver lo que el Dios de Jesucristo nos ha revelado: es decir, "nuestra grandeza como personas redimidas por el amor y la llama, en la Iglesia, para renovar la ciudad del hombre, por lo que puede convertirse en la ciudad de Dios. "Sólo mediante la construcción de una civilización del amor pueden los católicos ayudar a construir la auténtica solidaridad que se describe en Ecclesia in America.

Nuestra Señora de Guadalupe visión de futuro de la capilla se comunica el calor benéfico de la Iglesia -un calor benéfico que se llama a todos en la Iglesia de extender. Como el Santo Padre escribió en Deus Caritas Est, "La Iglesia es la familia de Dios en el mundo. En esta familia no debe haber nadie que sin las necesidades de la vida. "Y al mismo tiempo nos recuerda que" la caritas-agapé supera las fronteras de la Iglesia ".(12).

Más que nada, la vida sin Dios o la vida sin una comprensión auténtica de Dios, encuentra sufrimiento a la pregunta sin respuesta. La nueva evangelización necesita una renovada experiencia de sacrificio, ligada a la comprensión del sufrimiento redentor, así como la solidaridad del corazón con los que sufren. De esta manera también, la nueva evangelización nos llama a "una caridad que evangeliza".(13).
  
Cristo dijo que el mundo sabría que somos cristianos por la forma en que se aman. Debemos estar dispuestos a dejar que la caridad sea nuestra medida de la nueva evangelización. En el primer capítulo de Ecclesia in América, el Beato Juan Pablo II recordó las palabras de su predecesor en la clausura del Concilio Vaticano II Consejo: "en el rostro de cada ser humano, especialmente si se ha de lágrimas y sufrimientos, podemos y debemos reconocer el rostro de Cristo ".(14)

  Esta es una condición previa para una nueva evangelización. Pero tal vez se nos permite añadir que la nueva evangelización nos llama a una realización aún más: que todos los seres humanos siendo especialmente cuando está marcado por las lágrimas y el sufrimiento, debe ser capaz de ver el rostro de Cristo en el cuidado aquellos a los que ha llamado a seguirlo.

 Para terminar, permítanme una observación más sobre la nueva evangelización, en un momento de la globalización. El choque de las civilizaciones que se produjo en el continente americano entre los españoles y los nativos americanos en cierto modo puso de relieve los aspectos más negativos de cada cultura. El español fue testigo de los sacrificios humanos brutales de los aztecas, mientras que los aztecas fueron testigos de algunas de las autoridades españolas que se comportaron  brutalmente hacia ellos, e incluso amenazando al obispo Zumárraga. Fue en este contexto de conflicto cultural que la Virgen de Guadalupe se le apareció como una mestiza - la personificación de ambas culturas,y como una apelación a lo que era mejor en ambos.

 Esto fue lo que el Papa Juan Pablo II llamó en Ecclesia in America "perfectamente inculturada evangelización ". (11) Fue el primer paso hacia la unión de dos culturas diferentes bajo el manto de Nuestra Señora de Guadalupe y el Evangelio de su Hijo, Jesucristo. No sólo la Virgen de Guadalupe aparecen como una mezcla de las dos carreras, pero al hombre que se le apareció: Juan Diego, era un indígena humilde. Sin embargo, no basta con que se le apareció, ni siquiera que ella dejó su imagen. Para el trabajo de la evangelización y echar raíces en los Estados Unidos requiere que igual que Juan Diego - un indígena mexicano - el trabajo con el obispo Zumárraga – un Español para difundir su mensaje de amor y reconciliación.
 En cierto modo, no es de extrañar que la Virgen de Guadalupe reuniría a las culturas, mientras que lleva a la gente a su hijo. Desde los primeros días del cristianismo, e incluso durante la vida de Cristo, estaba claro que su mensaje de salvación no era sólo para un grupo, sino para todos los que estaban abiertos a ella. Donde quiera que puede haber llegado desde un principio, los primeros cristianos encontraron una unidad en Cristo que trasciende toda cultura y diferencias. Y Nuestra Señora de Guadalupe ha ayudado a su hijo a hacer lo mismo en Estados Unidos.

 A medida que trabajamos para una nueva evangelización, esta lección es importante. No podemos acercarnos a otra cultura desde un punto de vista relativista. No podemos decir que todos los aspectos de cada cultura es igual de bueno. Ni debemos ser desdeñoso de las culturas de formas diferentes a las nuestras o ver las diferencias como algo necesariamente negativo.

Es decir, se debe tener cuidado para evitar lo que el Papa Benedicto presentado como dos riesgos que resultan de la "La comercialización del aumento del intercambio cultural": 1) eclecticismo cultural, y 2) la nivelación cultural.

En ecleticismo cultural, grupos culturales "están superpuestas unas a otras, sustancialmente equivalentes e intercambiables ", a menudo con el efecto de que se mantengan por separado con ninguno auténtico diálogo ni integración. Se ve culturas relativista y por lo tanto elimina la necesidad aprender unos de otros, para escuchar la canción en particular de la verdad expresada en una cultura. El segundo peligro, nivelación cultural ", acepta indiscriminadamente tipos de conducta y modos de vida, perdiendo de vista la profunda importancia de la cultura ... y las tradiciones de los diversos pueblos, por el cual la persona se enfrenta a las cuestiones fundamentales de la vida. "

El resultado suele ser que una cultura es subsumida por otra, convirtiéndose en sordos a la propia historia y estan en silencio en el diálogo cultural. El Papa Benedicto XVI llega a la conclusión de que "¿Qué nivelación eclecticismo y culturales tienen en común  la separación de la cultura de la naturaleza humana. Así, las culturas ya no puede definir sí mismos en una naturaleza que las transciende [63], y el hombre termina por reducirse a un mero culturales estadística. Cuando esto ocurre, la humanidad corre nuevos riesgos de sometimiento y manipulación ".

 Como personas de fe, debemos trazar un rumbo diferente. Debemos aprovechar la oportunidad para encontrar la unidad cultural  a través de una identidad común religiosa y de sistema de valores. La verdad que la Iglesia tiene que ofrecer al mundo no entorpece la creación cultural, la cumple. Pero en la predicación a las culturas que no conocen a Cristo o han olvidado de él, el testimonio de Juan Diego es muy importante. En un contexto cultural en el que la Iglesia es vista como la predicación de "fuera" de la cultura, el testimonio de los laicos y de todos los cristianos dentro de la cultura es crítica. Este fue el testimonio de los primeros cristianos que despertaron su interés por el cristianismo en esta muy ciudad en lo que podríamos llamar la primera ola de evangelización. Este es el modelo que convierte al Continente americano entero. Y este es el modelo para la Nueva Evangelización, así, no sólo en América, sino en todo el mundo.
Ecclesia in America cierra con las palabras que encarnan acertadamente el significado de nuestra reunión de hoy:

"Enséñanos a amar a su Madre, María, ya que la amaba. Danos fuerza para anunciar su palabra con valor en la obra de la nueva evangelización, para que el mundo conozca una nueva esperanza. Nuestra Señora de Guadalupe, ruega por nosotros!

10.Ecclesia in America, n. 33.
11.Juan Pablo II, Christifedeles laici, n. 7 (1988).
12.Benedicto XVI, Deus caritas est n. 25 (b) (2005). 8
13. Juan Pablo II, Ecclesia in Europa, n. 33 (2003).
14. Ecclesia in America, n º 12. 9


EL AÑO DE LA FE
+Luis F. Ladaria

Una mirada a la situación actual

Vivimos en un momento en el que, en muchas partes del mundo, se ha producido un creciente abandono de la fe y un alejamiento de la Iglesia y aun de Dios.

La situación es desde muchos puntos de vista dramática en muchos países y regiones de Europa, sobre todo en la Europa occidental, pero no ha dejado de afectar y sigue afectando a la América del Norte y también del Centro y del Sur. Es un creciente fenómeno de secularización, que elimina la trascendencia del horizonte vital de las personas, y trae como consecuencia graves problemas personales y sociales. Sabemos bien que la muerte de Dios es la muerte del hombre (cf. Gaudium et Spes, 20:  Juan Pablo II, Dominum et vivificantem 38). Ya en la encíclica Dives in misericordia, del lejano año 1980, el papa Juan Pablo II, siguiendo el concilio Vaticano II (cf. Gaudium et Spes 10) habla de una inquietud fundamental que asalta  al hombre contemporáneo, que no se resuelve con los medios provisionales que tenemos a nuestro alcance, sino que toca los problemas fundamentales de la existencia humana, vinculada con el sentido mismo del hombre y del mundo. Cuando se contempla la profunda situación de injusticia en que vive la humanidad, tanto dolor inocente, tanta desigualdad entre las naciones y entre las personas, no puede menos de entrar una sensación de desaliento y, en los casos positivos,  de remordimiento (Dives inmisericordia, 11).  Se ha hablado con frecuencia de una crisis del sentido. ¿Por qué?

Buscamos el porqué no solo de las cosas, sino del mundo, de la humanidad, de mí mismo. La inquietud e insatisfacción del hombre, que no ve sentido a la vida, está ligada en muchas ocasiones a una crisis de la fe. 

Efectivamente, nos podemos preguntar cual es el sentido del hombre y de la existencia si falta toda referencia al Trascendente. 

 En este contexto se coloca la llamada del Papa a este Año de la Fe que se pone en relación con diversos acontecimientos y situaciones eclesiales. Ante todo veamos el presente y el futuro inmediato: este Año de la Fe se coloca en concomitancia con el sínodo de la nueva evangelización que está a punto de celebrarse. El impulso de la nueva evangelización viene, como es bien sabido, de Juan Pablo II que habló de la necesidad de un nuevo movimiento evangelizador que no va a cambiar evidentemente los contenidos de la evangelización primera, pero que tiene que ser nueva en sus métodos, en sus expresiones, y (diría yo sobre todo) en su ardor. En esta misma línea se coloca la creación de un nuevo dicasterio romano, precisamente el Pontifici Consejo para la Nueva Evangelización, que nace de la preocupación por el abandono de la fe en los países de vieja cristiandad. 

El Papa Benedicto XVI ha hablado en ocasiones diversas de un cierto “analfabetismo” religioso. Para hacer frente a estos problemas se nos invita a dirigir  la mirada a dos acontecimientos fundamentales de la historia de la Iglesia en el siglo XX, no para hacer simplemente memoria del pasado sino para sacar luz y fuerzas para la tarea que nos espera: en primer lugar el concilio Vaticano II, inaugurado el 11 de octubre de 1962, de cuyo comienzo se cumplirán este año 50 años. La importancia del Concilio para la vida de la Iglesia en el siglo pasado y en el presente ha sido expresada  de diversos modos por todo el magisterio posterior. Merece la pena citar algunas afirmaciones del beato Juan Pablo II que me parecen especialmente significativas: «Podemos decir que en su rico magisterio el concilio Vaticano II contiene precisamente todo aquello “que el Espíritu dice a las Iglesias” (Ap 2,29; 3,6.13.22) en orden de la presente fase de la historia de la salvación» (Dominum et Vivificantem 26) (1).

. No se puede decir más en menos palabras y no hace falta multiplicar las citas ni los comentarios. El Concilio contiene o que el Espíritu Santo dice a las Iglesias en el concreto contexto histórico en que nos hallamos. Un segundo acontecimiento es la promulgación, el 11 de octubre de 1992, treinta años después de la apertura del Concilio, del Catecismo de la Iglesia Católica, del cual hablaremos más detenidamente mañana. Es un fruto del Concilio aunque no sea directo ni inmediato. De este evento se cumplen ahora veinte años. De ahí que el Papa Benedicto XVI haya querido juntar la conmemoración de estos dos eventos en este Año de la Fe que está por iniciar. Ya el Papa Pablo VI en 1967, casi inmediatamente después de la finalización del concilio Vaticano II convocó un año de la fe (entre 1968 y1969) para conmemorar el XIX centenario del martirio de los santos apóstoles Pedro y Pablo.

 El Papa anunció la celebración de este Año de la Fe el día 16 de octubre de 2011, durante la Santa Misa que celebró con los participantes en la plenaria del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización. Objetivo de este Año es dar un impulso renovado a toda la Iglesia para conducir a los hombres, del desierto en que muchas veces se encuentran, al lugar de la vida, a la amistad con Cristo que nos da la vida en plenitud.
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1.Ideas repetidas en Novo millenio ineunte, 57: «El Concilio [es] la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el s. XX. El él se nos ofrece una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que se abre» (cit. en PF 5). Benedicto XVI insiste en el mismo lugar, si entendemos el Concilio en una justa hermenéutica será una gran fuerza para la renovación de la Iglesia


La Carta Apostólica en forma de Motu proprio Porta Fidei. El principio fundamental la fe abierta a todos. 

 Aunque su aparición, como normalmente ocurre, tuvo lugar algunos días más tarde, con fecha del 11 de octubre de 2011, el Papa Benedicto XVI firmó la Carta apostólica en forma de Motu proprio, Porta fidei  con la cual se convoca el año de la fe. Todos Vds. disponen de un esquema de los contenidos fundamentales u una guía de lectura del texto. Por ello yo no lo voy repetir. Tomaré algunos puntos de referencia de la carta apostólica para profundizar  algunos aspectos que me parecen importantes. 

El Papa toma como punto de partida el texto de Hch 14,26, que dice así: «Al llegar [Pablo y Bernabé], reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos, y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe». La fe, decía el concilio de Trento, «es el principio de la salvación humana, fundamento y raíz de toda justificación, “sin la cual es imposible agradar a Dios” (Heb 11,6) y llegar a la comunión de sus hijos» (Decr. de iustificatione, cap. 8, DS 1532). 

Por ello, además de la directa inspiración bíblica, es muy adecuada la metáfora de la puerta para hablar de la fe, porque a través de ella se inicia un camino que consiste en dejarse transformar por la gracia, que comienza con el bautismo que nos hace hijos de Dios, y nos permite llamar a Dios Padre en virtud del Espíritu (cf. Rom 8,15-16; Gál 4,4-6), y concluye con el paso a la vida eterna que nos ha abierto Jesucristo con su resurrección, con la que nos hace partícipes de su misma vida, nos da la gloria misma que el Padre le ha dado (cf. Jn 17,22). El Santo Padre hace en seguida una alusión al misterio trinitario al que hace explícita referencia la fórmula bautismal: «…bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19).

Ser bautizados significa ser introducidos en la vida del Dios uno y trino. La puerta de la fe que se abre delante de nosotros nos coloca en comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, el Dios amor del que ya el Papa nos habla desde el comienzo de este motu proprio(2) y por tanto desde el comienzo de este Año de la Fe. El Dios en quien creemos es el Dios uno y trino que nos revela Jesús, que, a la vez que nos lo revela, nos introduce en su vida. El Padre que ha enviado a su Hijo, Jesús el Hijo que nos ha redimido, el Espíritu Santo, Espíritu del Padre y del Hijo, el don de Jesús muerto y resucitado y ascendido el cielo que nos lo manda de parte del Padre (cf. Jn 14,26; 15,26).

 El misterio de la Trinidad es el primero de los misterios de nuestra fe y el fundamento de todos los demás (CEC 234; 261). De Dios Padre, Hijo y Espíritu viene todo. Porque Él es en sí mismo eterno intercambio de amor puede amarnos a nosotros. El Año de la Fe no puede olvidar el misterio central de la fe cristiana, sino que lo tiene que tener siempre presente. En este Dios creemos, en él esperamos, a él nos confiamos. No olvidemos que, además de la fórmula bautismal, las antiguas interrogaciones bautismales, que seguimos practicando, tienen una estructura trinitaria. Y a partir de ellas se han desarrollado los Credos, el apostólico, el Niceno constantinopolitano, que, como es bien sabido, tienen una estructura trinitaria.

Tengamos bien presente que si ya en el primer número de Porta Fidei el Papa nos habla de la Trinidad, esto no es una coincidencia casual. El Dios de los cristianos, en su especificidad, el Dios en quien creemos, es el Dios uno y trino. El cristianismo no es un monoteísmo más. Este es un punto fundamental. 
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2.No olvidemos el título de su primera encíclica, Deus caritas est


Los contenidos de la fe y la aceptación personal de la misma

 Y después de haber comentado este número primero del motu propio, de tan rico contenido teológico, entraremos en una distinción fundamental a la que el Santo Padre hace alusión en su Carta. Comenzaremos con un texto de san Agustín (Trin.XIII 2,5): «Aliud suntea quae creduntur, aliud fides qua creduntur (una cosa son las cosas que se creen, otra la fe con la cual se creen)»(3). De este texto y otros semejantes  ha sacado la teología católica una distinción fundamental entre la fides quae creditur, las verdades que son creídas, y la fides qua creditur, la fe con la cual estas verdades son creídas. La verdad objetiva por una parte, y por otra la actitud subjetiva con la cual la aceptamos y hacemos nuestra. En los dos casos se habla de fe. Las dos cosas necesariamente se entrecruzan. 

El concilio Vaticano II, recogiendo y profundizando las perspectivas del concilio Vaticano I nos dice:  «A Dios que revela se le ha de prestar la obediencia de la fe (Rom 16,26; cf. Rom 1,5; 2 Cor 10,5-6), por la que el hombre se confía libre y totalmente a Dios, prestando “a Dios revelador el homenaje de su entendimiento y de su voluntad” (Vat. I, Const  Dei Filius, DH 3008) y asintiendo voluntariamente a la revelación hecha por Él. Para profesar esta fe es necesaria la gracia de Dios que previene y ayuda…». Dei Verbum 5. 

El Catecismo de la Iglesia Católica indica que la fe «es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo e inseparablemente el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado» (n. 150) Una cosa es la verdad que creemos y otra cosa es la fe con que creemos, dice san Agustín, y sin duda tiene razón. No es lo mismo el contenido de la revelación divina que la actitud con la cual nosotros la acogemos.

Pero las dos cosas están en relación: la adhesión personal y el asentimiento a las verdades son inseparables. El contenido de la revelación, según la mima constitución Dei Verbum 2, es Dios mismo y el misterio de su voluntad, por el cual los hombres, mediante Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen partícipes de la naturaleza divina (cf. DV 2). Y en DV 6 la idea se repite:  «Mediante la revelación divina quiso Dios manifestarse a sí mismo y los eternos decretos de su voluntad acerca de la salvación de los hombres, “para comunicarles los bienes divinos que superan totalmente la comprensión de la inteligencia humana” (conc. Vaticano I, const Dei Filius, DH 3005)».

 Queda entonces claro que la revelación no tiene como objeto cualquier contenido, sino Dios mismo y el misterio de la salvación que nos ofrece. Dios mismo es el objeto de nuestra esperanza, decía San Agustín. El contenido por tanto de la revelación no es algo que nos interese marginalmente, sino que es nuestra misma plenitud en Cristo. De ahí que nuestra acogida de la revelación solo pueda tener lugar en la obediencia de la fe, en el religioso obsequio de nuestra voluntad y de nuestra inteligencia, en la actitud de aceptación de los designios de Dios sobre nosotros. 

El conocimiento y la contemplación de los misterios de nuestra fe, resumidos en “Dios y nuestra salvación”  (fides quae) será cada vez más profundo si los acogemos con nuestro corazón abierto (fides qua). Y a la vez, nuestro corazón se abrirá más a Dios si nos acercamos más al misterio de su ser y de su  acción salvadora. Las dos dimensiones de la fe van necesariamente juntas, en su distinción. 

El Año de la Fe nos invita a un mejor conocimiento de los contenidos de la revelación y a una mayor acogida de Dios en quien creemos en nosotros. El Papa lo ha dicho expresamente en su motu proprio: «Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree es un compromiso que In ep. Joh. 6 (PL 35, 2007-2008). 5 todo creyente debe hacer propio, sobre todo en este Año» (PF 9). 

Y poco después  «Existe una unidad profunda entre el acto con el cual se cree y los contenidos a los que damos nuestro asentimiento» (PF 10).  A partir de la relación mutua entre estos dos aspectos, que se han de distinguir pero no separar, hay que entender las afirmaciones fundamentales del motu proprio. Todos tenemos que considerar como dirigida a nosotros la palabra de Jesús en el evangelio de Juan: «La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado» (Jn 6,29, citado en PF 3). Y comenta a continuación Benedicto XVI: «Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación».
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3.In ep. Joh. 6 (PL 35, 2007-2008).


La fe en Cristo, único salvador del mundo

 La renovación de la Iglesia en este Año de la Fe pasa por el testimonio de los creyentes. Cristo es el cordero sin mancha (Heb 7,26; cf. 2 Cor 5,21), pero la Iglesia, que es santa porque recibe del Espíritu la santidad, según el concilio Vaticano II  (LG 8), necesita de una continua purificación (sancta et semper purificanda). Con la continua conversión de los creyentes crecerá su testimonio (cf. n. 8). 

Se trata de una auténtica y renovada conversión al Señor, cualificado por el Santo Padre, como «único Salvador del mundo» (n. 6). El tema está solamente insinuado, pero vale la pena que lo desarrollemos brevemente. 

Hemos hecho referencia a la verdad fundamental de la fe, el Dios uno y trino, a la que el Papa alude en el n. 1. El misterio trinitario, el misterio de Dios en su vida más íntima, nos es conocido por la revelación de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, venido a este mundo para salvarnos.

Solo Dios nos puede revelar a Dios en profundidad, a Dios no lo ha visto nadie pero el Hijo unigénito nos lo ha revelado (cf. Jn 1,18). Sólo Dios nos puede dar a conocer a Dios. Decíamos que en la revelación Dios se da a  conocer a sí mismo. Esto acontece en Jesucristo el Hijo, visibile Patris Filius, como decía Ireneo(4)  ¿Pero cómo nos da a conocer Jesucristo a Dios? Decíamos que la revelación tiene como objeto a Dios y sus designios de salvación. Jesús nos da a conocer a Dios, con sus obras y sus palabras (Vaticano II,  Dei Verbum  4), en cuanto nos trae la salvación, en cuanto comunicándonos la vida divina con su cruz y su resurrección nos revela al Dios amor, Padre, Hijo y Espíritu. 

En el inmenso amor que él nos muestra, «los amó hasta el extremo» (Jn 13,1), se nos muestra el amor del Padre: «tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él» (Jn 3,16-17). En la fe aceptamos a nuestro Salvador, verdadero Dios y verdadero hombre, que con su muerte nos da la vida. Y lo aceptamos como único salvador del mundo. Este inciso es importante. Dios es el Dios de todos, y, consiguientemente, Cristo es el salvador de todos. Es especialmente importante en estos tiempos de pluralismo y de relativismo reafirmar este punto fundamental(5).

. Esta verdad esencial está relacionada íntimamente con nuestro testimonio cristiano y con la evangelización. ¿Qué  sentido tiene dar a conocer a Cristo si hay otros salvadores, si los hombres pueden llegar a Dios por otros caminos?

 Este punto, que hoy crea dificultades a muchos, es esencial en el contexto de la evangelización, sea la nueva sea la primera. Es el presupuesto de la misma. Hemos dicho que la estructura trinitaria de la profesión  de fe nos muestra la importancia central que el misterio de Dios uno y trino tiene para los cristianos. A la vez sabemos que estas profesiones de fe desarrollan especialmente su parte cristológica. Jesús vino al mundo «propter nos homines et propter nostram salutem, por nosotros los hombres y por nuestra salvación» (Credo nicenoconstantinopolitano, DH 150). 

Esto responde igualmente a la fundamental importancia de Jesús salvador, mediador único entre Dios y los hombres (cf. 1 Tim 2,5). No hay más plenitud humana que la participación en la vida de Dios mismo a la que tenemos acceso mediante Cristo en el Espíritu.
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4.Adv. Haer. IV 6,6.
5.Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Dominus Iesus. 6
       
Los tres puntos cardinales del Año de la Fe: la confesión, la celebración, el testimonio

 El Papa señala tres aspectos que deberán ser tenidos en cuenta especialmente por todos los católicos en este Año de la Fe: la confesión, la celebración, el testimonio (PF 9). Tratemos de reflexionar sobre cada uno de estos tres puntos.

1) La fe confesada   

Sin duda el Año de la Fe es un momento propicio para la confesión de la misma. Recordemos, como hace Benedicto XVI, que Pablo VI, en el Año de la Fe al que ya nos hemos referido, formuló un “Credo del Pueblo de Dios”.  Benedicto XVI nos exhorta a la confesión con una cita del importante texto di Rom 10,10. 

Citaremos nosotros también el versículo precedente, una de las profesiones de fe más antiguas que nos ofrece el Nuevo Testamento: «Porque si profesas con tus labios que Jesús es Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo.

Pues con el corazón se cree para alcanzar la justicia y con los labios se profesa para alcanzar la salvación» (Rom 10,9-10). El motivo de Jesús Señor, al cual nos tenemos que convertir, ha aparecido ya en nuestra exposición. Aquí, como en otros lugares del Nuevo Testamento (cf. Flp 2,11), el señorío de Jesús se une a su resurrección. En ella Jesús ha sido constituido Hijo de Dios en potencia (cf. Rom 1,4), Señor de vivos y muertos (Rom 14,9). 

 Pero esta confesión no es solamente un acto externo. Parte del corazón, de lo más íntimo de nuestro ser. La confesión con los labios no tiene sentido si no brota del corazón. Ahí debe empezar nuestra fe que, por supuesto, también tiene que confesarse con los labios. 

El Papa ve ejemplificado este recorrido interno que empieza con el corazón del hombre en Lidia, la vendedora de púrpura de la que nos hablan los Hechos de Apóstoles (16,14): «El Señor le abrió el corazón, para que aceptara lo que decía Pablo». Y comenta el Santo Padre: «San Lucas enseña que el conocimiento de los contenidos que se han de creer  no es suficiente si luego el corazón, autentico sagrario de la persona no es abierto por la gracia que permite tener 7 ojos para mirar con profundidad y comprender que lo que ha sido anunciado es la Palabra de Dios» (n. 10). El hombre tiene que abrirse a la acción del Espíritu para poder ser transformado  mediante la fe del corazón. La fe es una decisión de estar con el Señor, y este estar con él «nos lleva a comprender las razones por las que se cree»  (ib.). Benedicto XVI no desarrolla en este momento  este punto que solo insinúa.

Volveremos nosotros sobre él dentro de un instante.
 Esta confesión de fe, que debe comenzar con el corazón sin dejar de lado la inteligencia, a la vez que un acto libre y personal de cada creyente, es a la vez un acto eminentemente eclesial. 

El Papa se refiere aquí al Catecismo de la Iglesia Católica,, que en su número 167 hace ver la relación que existe entre estos dos aspectos inseparables: « “Yo creo”; es la fe de la Iglesia profesada personalmente por cada creyente, sobre todo en el momento del Bautismo. “Nosotros creemos” es la fe de la Iglesia confesada por los Obispos reunidos en concilio, o, más generalmente, por la asamblea litúrgica de los fieles. “Yo creo”: es también la Iglesia nuestra madre la que responde a Dios con su fe y nos enseña a decir “Yo creo”, “Nosotros creemos”» (PF 10). 

Efectivamente, el acto de fe es siempre personal, porque cada uno se entrega a Dios en la obediencia (ya hemos visto que la obediencia es la característica fundamental de la fe), y en el obsequio religioso del intelecto y de la voluntad. Nadie puede “creer” por mí, el acto de fe es un acto eminentemente personal que me compromete completamente. 

Nadie puede creer por mí, como nadie puede, p. ej., ser bautizado en mi lugar. Pero a la vez el acto de fe es un acto eclesial. En realidad cada uno acepta la fe que le es propuesta por la Iglesia y en la Iglesia. No tenemos una fe según el capricho de cada cual. La adhesión y la obediencia a Dios se concreta en la comunión con la Iglesia y en la Iglesia. 

El asenso personal se da a lo que la Iglesia nos presenta. El Santo Padre cita un texto esencial de san Agustín sobre la reditiosymboli, la entrega del Credo a los neófitos: «El símbolo del sacrosanto misterio que recibisteis todos a la vez y que hoy habéis recitado uno a uno, no es otra cosa que las palabras en las que se apoya sólidamente la fe de la Iglesia, nuestra madre, sobre la base inconmovible que es Cristo el Señor»(6)

La razón de esta dimensión eclesial es muy clara: la revelación no se dirige a cada uno de nosotros individualmente, sino que ha sido confiada a la Iglesia en su conjunto. Ella tiene un papel esencial en la transmisión de la revelación. El bautismo nos introduce en la Iglesia, que es la comunidad de los creyentes. Por ello nos dice Benedicto XVI: «El conocimiento de la fe introduce en la totalidad del misterio salvador revelado por Dios. 

El asentimiento que se presta implica por consiguiente que, cuando se cree, se acepta libremente todo el misterio de la fe, porque el garante de su verdad es Dios mismo, que se revela y nos permite conocer su misterio de amor» (n. 10). Nos indica el Papa que este conjunto de verdades que la Iglesia nos presenta se encuentra contenido en el Catecismo de la Iglesia Católica, instrumento precioso e indispensable. 

Dejo entre paréntesis este punto, porque es el objeto de nuestra otra exposición. Resumimos simplemente diciendo que la profesión de la fe, que nace del corazón y se pronuncia con los labios, ha de ser un momento esencial del Año de la Fe. Profesión de fe personal, sí, pero profesión de la fe de la Iglesia, garante de la divina revelación. Lo resumiría en esta fórmula: adhesión personal y libre a la fe de la Iglesia, que es la fe de los Apóstoles.
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6. S. Agustín, Sermo 215,1, cit. en Porta Fidei 9. 8


2) La fe celebrada

 La fe se vive en todos los momentos de la vida, pero de una manera especial en la celebración litúrgica. Por ello nos dice el Santo Padre que se debe intensificar la celebración de la fe, especialmente en la Eucaristía. «La liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza» (SC 7, citado en PF 9) (7). 

El Concilio precisa todavía en la misma constitución  Sacrosanctum Concilium: «De la liturgia, sobre todo de la eucaristía, mana hacia nosotros la gracia como de su fuente, y so obtiene con la máxima eficacia aquella santificación de los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios, a la cual las demás obras de la Iglesia tienden como a su fin» (SC 10). Sin la liturgia y los Sacramentos, nos dice Benedicto XVI, «la profesión de fe no tendría eficacia, porque faltaría la gracia que sostiene el testimonio de los cristianos» (PF 11). 

En la exhortación postsinodal  Sacramentum Caritatis se pone también de relieve la relación entre la fe y la eucaristía:  La eucaristía es, por excelencia, “misterio de la fe”: “es el compendio y el resumen de nuestra fe” (CEC 1327). La fe de la Iglesia es esencialmente fe eucarística y se alimenta de modo particular en la mesa de la Eucaristía. La fe y los sacramentos son dos aspectos complementarios de la vida eclesial. 

Suscitada por el anuncio de la Palabra de Dios, la fe se alimenta y crece en el encuentro de gracia con el Señor resucitado que se realiza en los Sacramentos […] Por eso el Sacramento del altar está siempre en el centro de la vida eclesial; «gracias a la eucaristía la Iglesia renace siempre de nuevo». Cuanto más viva es la fe eucarística en el Pueblo de Dios más profunda es su participación en la vida eclesial mediante la adhesión convencida a la misión que Cristo ha confiado a sus discípulos(8).

 Por otra parte sabemos bien que la profesión de fe se hace en el contexto de la celebración de los sacramentos. Por una parte en el momento del bautismo. Por otra en la eucaristía dominical, cuando uniendo el “yo creo” y el “nosotros creemos”, la fe de cada uno que es la fe de la Iglesia se profesa en el contexto de la proclamación de la Palabra y como respuesta a ésta, antes de hacer memoria viva, de representar el sacrificio de Jesús en la cruz. 7.Cf. SC 7 : «Toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia

 Sin duda nuestra profundización en los contenidos de nuestra fe y en nuestra adhesión a Dios que nos los revela nos hará participar más consciente y profundamente en la liturgia de la Iglesia y en particular en la eucaristía. Y viceversa, una más consciente celebración de los santos misterios ayudará a los fieles cristianos a crecer en la fe.
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7.Cf. SC 7: «Toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia». 
8.Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis, 1. 9


3) La fe testimoniada.

 Pasamos a este tercer punto enunciado por Benedicto XVI: «Al mismo tiempo esperamos que el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble» (PF 9). Este testimonio se articula en diversos aspectos que vale la pena recorrer: 

a) El testimonio de vida de los creyentes.

 Ocupa sin duda el primer lugar. Sin él los demás aspectos que recordaremos resultarían vanos: «La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la palabra de la verdad» (PF 9). 

Ningún aspecto o dimensión de la vida de los cristianos queda fuera de este deber de dar testimonio de la verdad. La vida de Cristo tiene que manifestarse en todo momento en nuestros cuerpos (cf. 2 Cor 4,10-11). Este es el primero y fundamental testimonio cristiano, el de la vida cotidiana en todos sus momentos y dimensiones, según el estado y la vocación de cada creyente.

b) Dar razón de nuestra esperanza

 El Papa alude en su Carta Apostólica a otro aspecto muy importante del testimonio: «comprender las razones por las que se cree» (PF 10). Esta comprensión, y no creo alejarme con esta interpretación de la mente del Papa, lleva a hacer partícipes a los otros de estas razones. Resuena aquí sin duda el texto fundamental de 1 Pe 3,15-16, que no se cita explícitamente: «…dispuestos siempre a dar explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza, pero con delicadeza y con respeto, teniendo buena conciencia…». Benedicto XVI alude en otros momentos a la necesidad de entender siempre mejor las razones por las que creemos. Se refiere a las personas que, sin haber recibido de Dios el don de la fe, buscan el sentido último y la verdad definitiva de su existencia. 

Esta búsqueda,  nos dice el Papa, es un “preámbulo” de la fe, porque conduce a Dios, ya que la misma razón humana lleva en sí la exigencia de buscar lo que vale y permanece para siempre (cf. PF 10) ¿No seremos capaces los creyentes de ayudar a estas personas a encontrar al Señor, siendo cada vez más conscientes de la razón (lógos) de nuestra esperanza, para que también los no creyentes se abran al Señor, al que no buscarían si Dios no hubiera ya venido a su encuentro? «Esta exigencia constituye una invitación permanente, inscrita indeleblemente en el corazón humano, a ponerse en camino para encontrar a Aquel que no buscaríamos si no hubiera ya venido» (PF 10).  

Todavía en otro momento alude Benedicto XVI a este peculiar testimonio. Es la convicción de los creyentes de que no puede haber oposición entre la fe y la ciencia, porque, por caminos distintos, tienden una y otra a la verdad (cf. n. 12) (9)

 ¿No es esta afirmación del Papa una invitación al buen testimonio que  pueden dar los científicos cristianos, mostrando que la fe no es un impedimento para la ciencia, sino una ayuda para que ésta se desarrolle al servicio del hombre y de su plenitud, y no al servicio de intereses no siempre nobles? 
   
El reciente magisterio de la Iglesia se ha ocupado de estos problemas en otras ocasiones. Recordaremos solamente un pasaje de la encíclica Fides et Ratio de Juan Pablo II: «[La fe] privada de la razón, ha subrayado el sentimiento, la experiencia, corriendo el riesgo de no ser una propuesta universal» (FR 48) (10).

. El testimonio de los cristianos, en la plena conciencia de la validez de las razones para creer, ha de ser universal, no puede conocer fronteras, ya que Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad y Cristo es el único salvador de todos (cf. 1 Tim 2,3-5). 

La universalidad del testimonio, accesible a todos porque coherente con la razón, es un tema no desarrollado, pero claramente insinuado en la carta apostólica Porta Fidei.
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9. En nota cita el Santo Padre a Juan Pablo II, encíclica Fides et Ratio, 31-32; 86-87.
10. Cf. también ib. 53. Benedicto XVI, Caritas in veritate, 56 : «La religión necesita siempre ser purificada por la razón, para mostrar su auténtico rostro humano»

c) El testimonio del amor 

Todavía tenemos que tratar de otro aspecto de este testimonio, en un cierto sentido el decisivo porque es el que da forma y contenido a todos los otros aspectos que podamos considerar: el testimonio de la caridad. 

De él habla Benedicto XVI en diferentes momentos. Nos recuerda la palabra de San Pablo en 1 Cor 13,13: «Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, pero la mayor de ellas es la caridad». Y nos recuerda también las palabras con que nos amonesta la carta de Santiago: «De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si  no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo la fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos de alimento diario y alguno de vosotros les dice “Id en paz, abrigaos y saciaos …” [… ] Así es también la fe, si no tiene obras, está muerta por dentro…» (St 2,14-18). (PF 14). 

Del creyente han de brotar espontáneamente las obras del amor como del buen árbol brotan espontáneamente los buenos frutos. La fe no se puede vivir separada de las otras virtudes teologales.

 Por ello nos recuerda el Santo Padre que la fe sin caridad no da fruto. Pero, ¿es necesaria la fe para la verdadera caridad?  Tal vez estaríamos tentados de decir que no. ¿Por qué debemos creer en Dios para amar a nuestro prójimo y al necesitado que encontramos en nuestro camino? No podemos dudar del sincero amor a los otros de muchas personas que no profesan nuestra fe. Pero debemos escuchar la advertencia del Santo Padre: «la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino» (PF 14). Ya san Pablo nos amonesta: «realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él, que  es la cabeza, Cristo» (Ef 4,15).

Solamente la fe cristiana, y en concreto el misterio de la encarnación, nos hace ver en profundidad la relación íntima que existe entre el amor de Dios y el amor del prójimo.

Gracias a la fe sabemos que en quien está solo o excluido se refleja el rostro de Cristo.

En virtud de este hecho muchos cristianos han dedicado y dedican sus vidas a los pobres o enfermos. El recuerdo de Mt 25,31-45 es fundamental en este contexto: «cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40; cf. Mt 25,45) (cf. PF 14).

 Pero todavía hace el Papa otro llamamiento a la caridad a partir de las palabras paulinas «Caritas Christi urget nos, nos apremia el amor de Cristo» (2 Cor 5,14). Es el amor apremiante de Cristo el que impulsa a la evangelización, a llevar el evangelio a todos los confines de la tierra, según el mandato del Señor resucitado. La evangelización viene del amor de Jesucristo por todos nosotros, y de este amor saca fuerza el compromiso de los creyentes: «También hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido a favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe. 

El compromiso misionero de los creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de su amor, que nunca puede faltar. La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo» (PF 7)(11).

. La Congregación para la Doctrina de la Fe concluye la Nota
con indicaciones pastorales para el Año de la Fe con estas palabras: «Las indicaciones aquí ofrecidas tienen el objetivo de invitar  a todos los miembros de la Iglesia a comprometerse para que este año sea una ocasión privilegiada para compartir lo más valioso que tiene el cristiano: Jesucristo, Redentor del hombre, Rey del universo, “iniciador y consumador de nuestra fe” (Heb12,2)». Solamente a partir del amor de Cristo que nos urge es posible emprender la tarea de la nueva evangelización en la que la Iglesia está empeñada, que no puede separarse del primer anuncio de Cristo a quienes no lo conocen. Juan Pablo II decía: «La misión renueva la Iglesia, da vigor a la fe y a la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones.  La fe se refuerza dándola. La nueva evangelización de los pueblos cristianos encontrará inspiración y sostén en el compromiso por la misión universal»(12).

 El testimonio cristiano al que el Año de la Fe nos llama tiene como vemos muchas facetas. Fundamental es, evidentemente, el testimonio de la propia vida, que implica a todos por igual. No podemos olvidar el deber de dar razón de la esperanza, del esfuerzo continuo por mostrar que la fe no se opone a la razón y al progreso humano, sino que les ayuda a seguir el recto camino al servicio del hombre. 

El testimonio de la caridad hacia los necesitados nos  coloca en el corazón de la vida cristiana. Pero quien no conoce a Cristo es también un “necesitado” de dar sentido a la vida, del conocimiento de la verdad que nos hace libres. El amor de Cristo nos apremia para que comuniquemos al mundo la verdad de la salvación.
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11.Señala todavía Benedicto XVI un poco después (PF 9): «Así la fe solo se fortalece creyendo, no hay otra posibilidad para poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in crescendo continuo, en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios».
12. Juan Pablo II, Redemptoris missio 2. 12

La historia de la fe

 El capítulo 11 de la carta a los Hebreos comienza  con una bien conocida definición de la fe: «La fe es fundamento de lo que se espera y garantía de lo que no se ve» (Heb 11,1). La fe nos da la seguridad de lo que todavía no tenemos, pero que ya anticipadamente poseemos. 

El autor de la carta pasa revista a continuación a los grandes personajes del Antiguo Testamento, que han vivido y obrado ya en la fe en Dios si haber conocido ni haber visto todavía a Jesús; no se explicita con claridad la relación que ésta fe sin duda alguna tiene con Cristo. 

Desfilan ante nuestros ojos los grandes personajes del Antiguo Testamento: Abel, Henoc, Noé, Abraham, Sara, Isaac, Jacob, José, Moisés, Rajab, los jueces de Israel. «Pero todos estos, aun acreditados por su fe, no consiguieron lo prometido, porque Dios tenía preparado algo mejor a favor nuestro, para que ellos no llegaran sin nosotros a la perfección» (Heb 11,39-40).

Todas estas figuras son, con todo, para el cristiano, «una nube ingente de testigos» para que con  más constancia corramos en la carrera que nos toca (Heb 12,1). Pero nuestra fe» (Heb 12,2). Este texto, que es el punto de llegada del cap. 11 de la carta a los Hebreos que nos habla de las ilustres figuras del Antiguo Testamento, es el punto de partida del n. 13 del  motu proprio Porta Fidei. Este número 13, dicho sea con todas las debidas distinciones, forma una especie de díptico con el citado capítulo de Hebreos.

El pasaje de Heb 12,2, podríamos decir, es como el  gozne que abre y cierra este díptico. En Cristo, que los justos vetero testamentarios no llegaron a ver pero que nosotros conocemos, tienen cumplimiento pleno los anhelos del corazón humano:

La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación [de Cristo], de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para transformarla con el poder de su resurrección. En él, muerto y resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos de fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de salvación (PF 13).

 Los ejemplos de fe que se iluminan a partir de Cristo son mencionados a continuación: se empieza con María, que por la fe acogió la palabra del ángel, dio a luz a Jesús manteniendo su virginidad, ha sido bienaventurada porque ha creído (cf. Lc 1,45), siguió al Señor en su peregrinación y hasta el Calvario y vivió también la resurrección (cf. PF 13). Sigue la mención de los apóstoles, que por la fe lo dejaron todo para seguir a su Maestro, creyeron en él y anunciaron a todo el mundo la alegría  de la resurrección, de la que habían sido testigos (cf. ib.). Por la fe los discípulos crearon la primera comunidad en torno a los apóstoles. Se mencionan a continuación los mártires, que han llegado al máximo don del amor perdonando a sus perseguidores; los que han consagrado la vida a Cristo para vivir en los consejos evangélicos, y finalmente los hombres y mujeres de toda condición cuyos nombres están escritos en el libro de la vida.

 La Iglesia de hoy, después de dos mil años, tiene presente esta nube de testigos, que se une y prolonga la que nos propone el cap. 11 de la carta a los Hebreos y continúa esta historia: «También nosotros vivimos por la fe, para el reconocimiento vivo del Señor Jesús, presente en nuestras vidas y  en la historia» (PF 13, final).

También nosotros vivimos por la fe. Podemos recordar la palabra de Pablo: «[En el Evangelio] se revela la justicia de Dios de fe en fe, como está escrito: El justo por la fe vivirá (Hab 2,4)» (Rom 1,17; cf. también Gál 3,11). No hay otro camino para conseguir la justificación. Alentados por esta nube de testigos del Antiguo y del Nuevo Testamento y fijos los ojos en Jesús, también nosotros tenemos que correr con constancia hacia la meta que nos ha sido propuesta. 

 
Final: buscar la fe

 Nos exhorta el Papa a “buscar la fe”, como san Pablo decía a su discípulo Timoteo: «Busca la justicia, la fe, el amor, la paz, junto con los que invocan al señor con corazón limpio» (2 Tm 2,22); y también: «Tú, en cambio, permanece en lo que aprendiste y creíste, consciente de quiénes lo aprendiste, y que desde niño conoces las Sagradas Letras: ellas pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús» (2 Tm 3,14-15). 

Estos dos pasajes, a los que Benedicto XVI alude en PF 15, nos pueden dar la pauta de nuestra participación en el Año de la Fe: por un lado debemos permanecer en la fe recibida, en lo que hemos aprendido y creído: «No es así como habéis aprendido a Cristo, si es que lo habéis oído a él y habéis sido  adoctrinados en él, conforme a la verdad que hay en Jesús» (Ef 4,20-21).

En otros pasajes del Nuevo Testamento se nos avisa  de no prestar oídos a falsas doctrinas, que son incluso enseñanzas de demonios (cf. 1 Tm 4,1), o prescripciones y enseñanzas humanas (cf. Col 2,22); que no nos dejemos sacudir por las olas o vientos de doctrinas (cf. Ef 4,14), o que no se crea en otro evangelio distinto del que ha sido predicado (cf. Gál 1,7-9). Por una parte por lo tanto tenemos que estar anclados y fundados en la fe que hemos recibido. Por otra parte se nos exhorta a “buscar la fe”.
Buscar la fe que ciertamente tenemos, pero en la que podemos siempre crecer.

También nosotros podemos decir al Señor: «Creo, pero ayuda a mi falta de fe» (Mc 9,24), o como los Apóstoles, «Auméntanos la fe» (Lc 17,5). Pablo habla del «progreso en la alegría y en la fe» de la comunidad de Filipos (Flp 1,25); expresa el deseo «que Cristo habite por la fe en vuestros corazones» (Ef 3,17), en un contexto en que se habla del crecimiento en la vida cristiana; dice a los corintios que nos les ha podido dar manjar sólido (cf. 1 Cor 2,1-2), y el tema se repite en la carta a los Hebreos: «Debiendo ser vosotros ser ya maestros, por razón del tiempo, seguís 14 necesitando que alguien os vuelva a enseñar los primeros rudimentos de los oráculos divinos; y estáis necesitados de leche, y no de alimento sólido» (Heb 5,12). Se puede crecer en la fe como en todas las virtudes y en todos los aspectos de la vida cristiana.

¿En qué sentido se puede crecer en la fe? 

 Se puede crecer de un modo que llamaríamos “extensivo” (13), es decir, un mejor conocimiento de las verdades de la fe, de la fides quae. Pero también puede haber un crecimiento “intensivo”, en la fides qua, un mayor aceptación interna de las verdades    y de Dios mismo, un mayor asenso y religioso obsequio a lo que Dios nos propone, una más perfecta “obediencia de la fe”. 

Como ya hemos señalado, los dos aspectos se pueden distinguir pero no separar. Desde antiguo se ha hablado del  credo ut intelligam e intelligo ut credam, de la mutua interacción de fe y conocimiento (14)

 La fe nos proporciona una íntima penetración en las verdades, se ha hablado en la historia del pensamiento cristiano de los “ojos de la fe”, lo cual por supuesto no significa que aquellas se hagan evidentes a la razón o que dejen de encerrar un misterio. Y a la vez, esta mayor comprensión lleva a un crecimiento en nuestra confianza y apertura a Dios y a la revelación de los misterios de salvación que en su bondad nos regala. 

El crecimiento en la  fides qua es ante todo un proceso personal, pero la dimensión eclesial está también en él bien presente, ya que este proceso tiene siempre lugar en relación con la participación en los sacramentos, especialmente en la eucaristía, y en la comunión con todos los creyentes. 

El crecimiento en el conocimiento de las verdades de la fe tiene también estos dos aspectos. Cada uno puede progresar en él mediante el estudio personal y la reflexión. Pero también hay un crecimiento y un progreso en el conocimiento de la Iglesia. El concilio Vaticano II se ha expresado en estos términos:

Esta Tradición, que deriva de los apóstoles, progresa en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo, puesto que va creciendo la comprensión de las cosas y de las palabras transmitidas, ya por la contemplación y el estudio de los creyentes, que las meditan en su corazón (cf. Lc 2,19.51); ya por la inteligencia íntima que experimentan de las cosas espirituales; ya por el anuncio de aquellos que con la sucesión del episcopado recibieron el carisma cierto de la verdad. Es decir, la Iglesia, en el decurso de los siglos, tiende constantemente a la plenitud de la verdad divina, hasta que en ella se cumplan las palabras de Dios» (DeiVerbum 8)

 Ya el concilio Vaticano I, citando a San Vicente de Lerins,(15)  había afirmado algo semejante: «Crezca, pues, y mucho e intensamente, la inteligencia, ciencia y sabiduría de todos y de cada uno, ora de cada hombre particular, ora de la Iglesia universal, de las edades y de los siglos; pero solamente en su propio género, es decir, en el mismo dogma, en el mismo sentido, en la misma sentencia» (DH 3020). 

 Este crecimiento en la fe, de cada uno de nosotros y de la Iglesia entera, puede y debe ser un fruto del Año de la Fe que está para empezar. Ésta es por otra parte una tarea que no encuentra nunca fin. Siempre podemos “buscar la fe”.

 Esta invitación, hecha originariamente a Timoteo, se nos dirige a cada uno de nosotros, para que no seamos “perezosos en la fe”. «Ella es compañera de vida, que nos permite distinguir con ojos siempre nuevos las  maravillas que Dios hace por nosotros. 

Tratando de percibir los signos de los tiempos en la historia actual, nos compromete a cada uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo. Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente al deseo de Dios y de la vida verdadera, la que no tiene fin» (PF 15). Por esto desea  el Santo Padre que «la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada» (2 Ts 3,1). En este Año de la Fe, nos recomienda, tenemos que hacer más fuerte nuestra relación a Cristo (cf. PF 15). No en vano nos decía Pablo que «nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo» (1 Cor 3,11). 

Benedicto XVI por su parte cita las palabras de la primera carta de Pedro: «Por eso os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro […] merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto amáis, y sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe, la salvación de vuestras almas» (Pe 1,6-9). 

La vida cristiana conoce a la vez la alegría y el sufrimiento, como los santos nos enseñan. Pero esta participación en los sufrimientos de Cristo es preludio de la participación en su resurrección. Con la certeza de que Jesús ha vencido el mal y la muerte nos encomendamos a él. La Iglesia permanece siempre como signo de la reconciliación definitiva con el Padre.

 El Señor resucitado ha dado a la Iglesia el Espíritu Santo, en el cual los cristianos llamamos a Dios “Padre” (cf. Rom 8,15; Gál 4,5) y a Cristo “Señor” (cf. 1 Cor 12,3). Que el Espíritu nos guíe a todos en este Año y nos introduzca y nos haga penetrar más, a cada uno de nosotros y a la Iglesia entera, en las profundidades de Dios (cf. 1 Cor 2,10-12) para que así podamos anunciar mejor a todos los hombres la fe salvadora en Cristo Jesús. 
________________________
13.Cf. sobre esta terminología. D. Hercsik, Der Glaube. Eine katholische Theologie des Glaubensaktes, Würzburg 2007, 331. 
14.A este doble movimiento dedica Juan Pablo II los capítulos 2 y 3 de su encíclica Fides et Ratio (nn. 16-23 y 24-35).
15.Commonitorium primum 23,3 (CCL 64, 177-178). 15


CONFERENCIA SOBRE LA COLABORACIÓN ENTRE LAS IGLESIAS DE LAS AMÉRICAS.

Card- Sean O’Malley, O.F.M. Cap.,
Arzobispo de Boston

12 Diciembre 20l2

El año en que entré en el seminario menor fue elegido Papa Juan XXIII. Nos quedamos asombrados de tener un Papa tan gordo. Pero pronto comenzamos a amar su humanidad, su calidez, su gentileza y su infalible sentido del humor. Corrieron muchas anécdotas sobre él. Mi favorita era una sobre Angelo Roncalli cuando era nuncio en París, tras la guerra, y decano del cuerpo diplomático. Al ser el nuncio tenía que asistir a muchas fiestas, celebraciones y banquetes formales. En una de ellas, Monseñor Roncalli estaba sentado frente a una señora joven que llevaba un vestido parisino muy corto de tela. Todos los asistentes tenían sus ojos fijos en el nuncio para ver su reacción. El santo Obispo alargó su mano hacia un frutero que había en la mesa, tomó una manzana y se la ofreció a la joven dama diciendo:  "Señora, Eva no se dio cuenta de que estaba desnuda, hasta que comió la manzana." 

Fue este mismo y maravilloso Juan XXIII,  con su gran corazón de pastor, quien reconoció las necesidades pastorales de los pueblos de Latinoamérica. Por esa razón, propuso que la Iglesia de Estados Unidos y el Canadá dieran el "diezmo", es decir, que enviaran una décima parte de sus sacerdotes y religiosos a trabajar en Latinoamérica. Su petición fue muy parecida a la del Papa Pio XII en Dona fide. Aunque yo era sólo un joven seminarista, sentía que el Santo Padre me estaba hablando a mí, y comencé a prepararme para el día en que pudiera ir a trabajar a Latinoamérica. En aquellos tiempos de Veterum Sapientia, teníamos latín hasta que se nos salía por las orejas, así que aprender español no era gran problema. Tras mi ordenación diaconal, recibí una carta de nuestro padre general en Roma pidiendo que, tras mi ordenación sacerdotal, fuera a la isla de Pascua, donde acompañaría a un capuchino alemán que había estado trabajando allí sólo por cuarenta años.

Estaba muy emocionado y comencé a estudiar rapanui, el lenguaje indio que se habla allí además del español. No obstante, antes de mi ordenación, el Cardenal O'Boyle, que era el Arzobispo de Washington, habló con mi provincial. El Cardenal le dijo al padre provincial que la arquidiócesis tenía sólo un sacerdote hispano hablante y que estaban llegando miles de refugiados de Centroamérica; así que insistió en que el Hermano Sean permaneciera en Washington para trabajar con su creciente población hispana. En este caso, los deseos del Cardenal prevalecieron sobre los del padre general. Me destinaron a Washington, donde me convertí en el director del Centro Católico Hispano, en el que tratábamos de cubrir las necesidades pastorales y materiales de miles de refugiados que huían de las guerras de America Central.  

Durante mi primera semana en el Centro Católico Hispano, tuve una experiencia que nunca olvidaré. Un campesino de El Salvador pidió ver al sacerdote. Se sentó frente a mí en mi despacho, me dio una carta y empezó a llorar como una Magdalena. Abrí la carta y la leí. Era de su esposa, que estaba en El Salvador y que le acusaba de haber abandonado a ella y a sus seis hijos. Decía que se habían estado muriendo de hambre durante los primeros seis meses mientras esperaban noticias de el y apoyo económico para su familia. Aquel hombre me dijo que había sido granjero en El Salvador, pero que con la guerra el cultivo se había hecho imposible. Así que pagó a un coyote para que le hiciera cruzar la frontera y le trajera a Washington, DC. Dijo que compartía una habitación con otros diez hombres de El Salvador que estaban en condiciones similares. Lavaba platos en dos restaurantes. Comía los restos de los platos sucios para no gastar dinero en comida.

Iba caminando al trabajo para no gastar dinero en transporte. Me dijo que cada semana ponía todo el dinero que había ganado en un sobre y se lo enviaba fielmente a su esposa, pero que hasta ahora, seis meses mas tarde, ella no había recibido ninguna de sus cartas. Le pregunté si había enviado cheques normales o giros postales. Me dijo que siempre lo enviaba en metálico.  Le pregunté si lo llevaba a la oficina de correos o a algún servicio privado. Me dijo: "No, Padre, simplemente pongo el dinero en un sobre con la dirección de mi esposa, con los sellos que me dijeron que necesitaba, y lo echo en ese buzón de correos azul de la esquina". Mirando por la ventana pude ver el buzón de correos azul. El problema era que no se trataba de un buzón de correos, sino que era un original cubo de basura. El triste episodio me hizo ver claro lo difícil que es ser un extranjero en tierra extraña, donde no hablas la lengua ni conoces las costumbres, donde todo es nuevo y diferente y donde todo el ambiente puede ser muy hostil. Ese hombre, como tantos otros emigrantes de Latinoamérica, estaba dispuesto a sufrir indignidades inimaginables para poder mantener a sus seres queridos. Porque en El Salvador, como en muchos otros países de America Latina, la mayoría del producto interior bruto viene del dinero que envía esta gente fregando platos, trabajando en fábricas donde se les explota, recogiendo tomates y, en general, trabajando muy duramente en los Estados Unidos por salarios muy bajos. 

Durante veinte años he trabajado en Washington con  los inmigrantes hispanos, la mayoría refugiados indocumentados de América Central. Otro  grupo grande e importante que componía nuestra comunidad era la gran cohorte de trabajadores domésticos que venían a Washington para  prestar servicio en las muchas embajadas ante la Casa Blanca y en las embajadas ante la Organización de los Estados Americanos, así como para trabajar en las casas de los empleados de las numerosas organizaciones internacionales que disfrutan de status diplomático en la capital de los Estados Unidos (Banco Mundial, Banco de Desarrollo Inter-Americano, Junta de Defensa Inter Americana y otras organizaciones internacionales diversas). Fue aquí en lo que primero experimenté algo parecido al tráfico de seres humanos, porque muchas de estas mujeres eran explotadas económica y sexualmente por empleadores  sin escrúpulos. Cuando cumplía con la desagradable tarea de enfrentar a estos diplomáticos, siempre me decían: "Padre, somos muy católicos" y "la tratamos como a un miembro de nuestra familia". Mi respuesta era siempre: "Me alegro de no ser un miembro de tu familia”. Entonces ellos me decían lo que pensaban de mis antepasados y me llamaban comunista. Así mi experiencia pastoral me mostró cuán dura es la vida del inmigrante.

La comunidad hispana continúa creciendo en Washington y hoy suma casi la mitad de la población católica de aquella arquidiócesis.  Tuve el privilegio de trabajar allí durante veinte años, lo que yo llamo la luna de miel de mi sacerdocio y mi vida como religioso.  La fe, la alegría, el sentido de celebración, la centralidad de la familia y la comunidad, el sentido de generosidad y sacrificio, la religiosidad popular y la piedad mariana enriquecieron ciertamente mi vida y mi vocación, y creo que también la vida de toda la arquidiócesis. Así que para mí el tema de esta conferencia no es algo extraño o abstracto, sino algo que siento apasionadamente. 
Al sur de la frontera hay un dicho: "Pobre Méjico, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos." Latinoamérica está cerca y continúa acercándose. Nuestra tarea es asegurarnos de que todos nos acercamos a Dios y unos a otros. (Una canción de inmigrantes irlandeses decía:  “Fui a Estados Unidos porque me dijeron que las calles estaban pavimentadas de oro… ¡pero no estaban pavimentadas y me tocaba a mí hacerlo!).

Desde el Concilio Vaticano II, cientos de sacerdotes y religiosos de los Estados Unidos han ido a trabajar para la Iglesia en Latinoamérica. Nunca fue el 10% que el buen Papa Juan pidió, pero fue un número significativo. Por otro lado, las diócesis de Estados Unidos recogieron los beneficios de los misioneros que regresaron, que pronto se convirtieron en la columna vertebral del ministerio hispano en Estados Unidos. Fue un resultado inesperado, pero muy importante, del plan de ayudar a la Iglesia en Latinoamérica.   

Hoy en día, el número de misioneros que regresan es muy inferior. El fenómeno nuevo es la llegada de sacerdotes y religiosos de Latinoamérica a Estados Unidos. México y Colombia son los países de Latinoamérica que envían mas. Hay hoy más de 500 sacerdotes mexicanos prestando servicio en los Estados Unidos, y más de 350 sacerdotes de Colombia. 
Muy pronto la mayoría de los católicos en Estados Unidos serán hispanos. Aunque casi la mitad de los católicos del país son hispanos, de los cuarenta y siete mil sacerdotes católicos que  hay en Estados Unidos, sólo dos mil setecientos son hispanos, muchos de los cuales como se dijo, llegaron de México, Colombia y España. 

Latinoamérica no sólo esta enviándonos muchos buenos sacerdotes, que tienden a ser mas jóvenes que la media del clero americano; sino que sus iglesias nos están también enviando muchos seminaristas, que están estudiando para servir en diócesis de Estados Unidos. México es el país que más seminaristas ha enviado, caso dos mil en los últimosdiez años. Colombia ha enviado unos mil seminaristas en los últimos diez años. Uno de las experiencias más interesantes es el seminario de Nuestra Señora de Guadalupe, cerca de la Ciudad  de México, que forma seminaristas mexicanos que serán ordenados en diócesis de Estados Unidos. El Cardenal Rivera, de México, y el Arzobispo Gómez, de Los Ángeles, han jugado un papel fundamentalpara establecer esta maravillosa institución. Yo tuve la oportunidad de visitarlo y tengo dos sacerdotes trabajando en Boston que fueron formados allí. 

De alguna forma, este Seminario es una buena respuesta al Seminario de Montezuma, en el Estado de New Mexico, que fue establecido por los obispos americanos para ayudar a la Iglesia de México durante las terribles décadas de persecución religiosa en ese país. EI Seminario funcionó durante treinta y cinco años, durante los que formó a tres mil estudiantes, de los cuales mil setecientos siete fueron ordenados sacerdotes, lo que representaba una quinta parte de los sacerdotes diocesanos de México en ese momento. Dieciséis de ellos se convertirían en obispos de México.
En pocos años, los católicos hispanos serán mayoría en la Iglesia Católica de los Estados Unidos.

Necesitamos desesperadamente ayuda para poder atenderles y estamos muy agradecidos a las diócesis y comunidades religiosas que con generosidad nos envían jóvenes agentes de  pastoral, llenos de entusiasmo.. 
Las conferencias de obispos deben trabajar unidas para establecer protocolos para la selección, formación y apoyo de estos sacerdotes y religiosos que vienen a trabajar a Canadá y a los Estados Unidos. El choque cultural es muy grande a veces, y un sacerdote se puede sentir muy solo y abrumado por su nuevo entorno. Lo mismo se puede decirde los seminaristas latinoamericanos que están siendo seleccionados para estudiar en vista del servicio en diócesis de los Estados Unidos o Canadá. Si no se cuida bien a estos sacerdotes y seminaristas, puede haber graves repercusiones en sus vocaciones y en las comunidades que han venido a servir. 

Necesitamos también buscar maneras de conectar las  iglesias que envían con las que reciben.

Aquellas diócesis que tengan un gran número de emigrantes viviendo en los Estados Unidos o Canadá, tienen que cultivar una relación con las diócesis que los han recibido. Debido a las pautas de emigración, la gente tiende a ir a los mismos sitios. En Boston tenemos miles y miles de brasileños de Minas Gerais. Cuando trabajaba en Washington, muchos de mis parroquianos venían de las mismas parroquias y ciudades de El Salvador, Nicaragua y Guatemala. Teníamos tantos de un mismo lugar, que a veces formaban equipos de futbol y les daban nombres como ciudad de Intipuca. Por una rara coincidencia, muchos de mis parroquianos en Washington, DC, venían de una aldea de El Salvador, llamada Chirilagua, donde el párroco era un sacerdote diocesano de la diócesis de Cleveland. Había sido el cura de mi parroquia, donde yo había crecido y acostumbraba a ayudarle en la Misa. Varios años después, compartíamos una parroquia flotante, la mitad de los parroquianos estaban en Chirilagua y la otra mitad en Columbia Road, en Washington, DC. Los catequistas llegaban con una carta de presentación, listos para prestar servicio a nuestra familia parroquial de Washington… hasta que la “Migra” los  devolviera a El Salvador. Cuando había alguna dificultad con las familias inmigrantes, era muy fácil para mí ponerme en contacto con el sacerdote y su comunidad de El Salvador. 

El documento Ecclesia in America habla a menudo de la necesidad de promover la amistad entre los católicos  del hemisferio. En la Última Cena, cuando Jesús lavó los pies de sus discípulos para darnos ejemplo a todos, nos dio el gran mandamiento: "Que nos amemos los unos alos otros como El nos ama". El amor y la unidad que deben caracterizar nuestra vida de discípulos ("en esto conocerán todos que ustedes son mis discípulos, si tienen amor unos por otros", dijo Jesús) son esenciales para la tarea de la evangelización. 

Ecclesia in America nos recuerda que el fruto de la conversión es la comunión y la solidaridad. El documento llama a "la solidaridad reciproca y a compartir los dones espirituales y los bienes materiales con los que Dios los ha bendecido, promoviendo en las personas una disponibilidad para trabajar donde se les necesite, tomando el Evangelio como punto de partida; hay que promover una cultura de solidaridad, capaz de inspirar iniciativas oportunas de ayuda a los pobres y marginados, especialmente los refugiados obligados a dejar sus pueblos y tierras para huir de la violencia” (n.52).  

Los obispos de las diócesis fronterizas entre México y los Estados Unidos se han reunido a menudo para hablar de los problemas de la emigración. Es esencial una seria y continua comunicación entre nuestras conferencias episcopales si queremos ser capaces de promover una legislación de inmigración justa y prestar servicio a la enorme multitud de emigrantes que cruzan nuestras fronteras cada ano. 

En nuestros países respectivos, los obispos y los líderes católicos deben ser las voces de los pobres y representar sus intereses ante los poderes de nuestros gobiernos. 

En el año 2000, cuando se realizaba en Roma la Jornada Mundial de la Juventud, estaba yo con el Cardenal Darío Castrillón contemplando las decenas  de millares de jóvenes de todo el mundo formando una gran fila serpenteante a través de la  puerta santa de la Basílica de San Pedro. El Cardenal comentó: "Todos visten igual" . Yo levante la vista y, para mi sorpresa, era verdad. Los jóvenes de África, Asia, Latinoamérica, Europa y los Estados Unidos y Canadá, todos ellos con deportivas, pantalones vaqueros azules, camisetas,  gorras de beisbol, mochilas. ¡Qué gran diferencia de cuando yo fui a Roma por primera vez  en l9ó3. En aquellos tiempos, una mirada superficial revelaba inmediatamente de qué lugar del mundo venían, a través de sus ropas, de su corte de pelo, de los zapatos y las gafas. La globalización se ha llevado por delante muchas diferencias regionales y culturales. Es a la vez un reto y una oportunidad.  

Ecclesia in America habla muy elocuentemente sobre la necesidad de hacerse eco del magisterio de las iglesias acerca del respeto incondicional y  dedicación total en cuanto a la vida humana, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural, y de resistir a la cultura de  muerte que promueve constantemente el aborto y la eutanasia. Para poder sostener las enseñanzas de la ley divina y la ley natural es esencial promover el conocimiento de la enseñanza social de la Iglesia y trabajar para que los valores de la vida y la familia sean reconocidos y defendidos en las costumbres sociales y en la ordenación jurídica. 

Nos enfrentamos todos a una secularización creciente de nuestras culturas, con su individualismo extremo que está erosionando los valores cristianos que han sido las bases de nuestros países. Ciertamente, una de las áreas donde tenemos que colaborar es en nuestros esfuerzos para promover el Evangelio de la vida y la familia, que es el 7 santuario de la vida.
 
Ante el secularismo de nuestra época, necesitamos una nueva apologética que responda a las preguntas que la gente se plantea actualmente. En Inglaterra, antes de la visita del Papa Benedicto a ese país, hubo un gran movimiento para sabotear completamente el acontecimiento. Un grupo de laicos católicos se reunió y ofreció tratar con la  prensa para contrarrestar dicha campaña.

Prepararon a hombres y mujeres con facilidad de palabra para responder a las preguntas y ataques que precedieron la visita papal. De todo esto surgió un grupo denominado "voces católicas", que ha realizado un trabajo extraordinario en la expresión la fe católica. Ellos personifican lo que es lanueva evangelización, llegando a aquéllos cuya fe cristiana se ha enfriado. 

En una de sus alocuciones a los obispos americanos, el Papa Benedicto dijo: "aquí vemos de nuevo la necesidad de un laicado católico comprometido, articulado y bien formado, dotado de un fuerte sentido crítico ante la cultura dominante y con el valor de enfrentarse a un secularismo reductor que trata de deslegitimar la participación de la Iglesia en el debate publico sobre temas que están determinando el futuro de la sociedad americana. La preparación de líderes laicos comprometidos y la presentación de una articulación convincente de la visión cristiana del hombre y de la sociedad sigue siendo una tarea primaria de la Iglesia en su país." 

Los Hechos de los Apóstoles cuentan como, bajo la inspiración del Espíritu Santo, la Iglesia ordenó a siete hombres de buena reputación para ser nuestros primeros diáconos permanentes. Estados Unidos es ahora el país con el mayor número de diáconos. Los diáconos y sus esposas aportan mucho a la vida pastoral de nuestra Iglesia. Según creo, muchos países de Latinoamérica no han hecho tanto por implementar la restauración del diaconado permanente porque, cuando esto se convirtió en una opción con el Concilio Vaticano II, muchos de estos países ya habían desarrollado una vocación muy definida de catequistas. 

En muchos países de Latinoamérica, los catequistas son los líderes parroquiales, con un fuerte sentido de identidad y una clara misión de servir a la gente. Ésta es ciertamente un área donde podemos aprender mucho unos de otros. En los Estados Unidos, nuestra experiencia del ministerio  de los diáconos permanentes es muy prometedora, pero no hemos configurado el tipo de vocación catequista que ha surgido en
Latinoamérica. 

Un intercambio recíproco de ideas, experiencias y programas de formación podría enriquecernos mutuamente.   Desde l967, ha habido reuniones de los obispos americanos de todo el hemisferio, donde han participado obispos, con su personal ejecutivo, representando a Canadá, Estados Unidos y el Consejo Episcopal latinoamericano (CELAM). Estos encuentros han sido un vehículo muy importante de comunicación y han hecho mucho para promover el espíritu de solidaridad y colaboración. 

Los obispos intercambiaron ideas sobre los tratados de libre comercio, emigración, tráfico de drogas, captación agresiva por parte de algunos grupos evangélicos y otros temas dentro de una amplia gama. Los encuentros ofrecieron oportunidades a los obispos de conocerse mutuamente y compartir experiencias e ideas sobre asuntos que preocupaban a todos. 

Por muchos motivos, la conferencia patrocinada por el Centro Nacional Católico de Bioética y por los Caballeros de Colón, que siempre tiene lugar en Dallas, Texas, es una de las mejores oportunidades para que se reúnan los obispos del hemisferio. Los Caballeros de Colón convocan a obispos de los países de El Caribe, México, Centroamérica, los Estados Unidos y Canadá para estudiar cuestiones teológicas y éticas de mucha importancia a las que se enfrenta la Iglesia en el mundo de hoy. No conozco ninguna otra reunión de obispos que haga más para promover la comunión entre los obispos del hemisferio. Tal vez se podría invitar cada año también  a algunos de Sudamérica.

Las Jornadas Mundiales de la Juventud son también una oportunidad “de oro” para reunir a los obispos y a los jóvenes del hemisferio en una maravillosa experiencia de la catolicidad de la Iglesia, reunida en torno al Santo Padre. Dentro de seis meses, muchos de nosotros estaremos en Rio de Janeiro junto con miles de jóvenes de nuestros países. Debemos aprender a promover oportunidades para que nuestros jóvenes puedan relacionarse unos con otros. El lenguaje es a menudo una barrera, pero la música y la celebración ayudan a transcender las barreras del lenguaje y de la cultura. Las Jomadas Mundiales de la Juventud proporcionan a nuestros jóvenes la oportunidad de experimentar la universalidad de la Iglesia, la familia de Cristo.

Históricamente, los pueblos de Norte, Centro y Sudamérica se han visto separados por el lenguaje y la geografía. Hoy la realidad es muy diferente. El mundo se ha hecho mas pequeño debido a los medios modernos de transporte y, en especial, al ciberespacio. Estos fenómenos modernos han reducido mucho la distancia que nos separa de nuestros vecinos del sur. Hubo además un tiempo en que el lenguaje era un obstáculo para la mayoría de la gente. No obstante, esto ha cambiado en cierto modo. Estados Unidos es el quinto país de hispano hablantes del mundo y  como dijo una vez el profesor Berlitz: "el lenguaje más hablado del planeta es el inglés chapurreado". La realidad es que millones de personas en Norteamérica hablan  español y millones de personas en Sudamérica hablan inglés. 

No es un secreto que en la última década la Iglesia de Estados Unidos y Canadá se ha visto sacudida par el escándalo de los abusos sexuales por parte del clero. En tres de las cuatro diócesis en que he servido como obispo, han surgido muy serios problemas que han causado incontables sufrimientos no sólo a las víctimas y a sus familias, sino a toda la comunidad eclesial. Los sacerdotes quedaron completamente desmoralizados y  desanimados. Los padres sentían enojo, desconfianza, dolorosamente decepcionados por su iglesia. Lo que salió a la luz es que, durante cuatro décadas, la Iglesia había estado improvisando al enfrentarse a los retos de los abusos sexuales. Lo que la crisis nos ha enseñado es que la protección de los niños debe ser una prioridad total para la Iglesia Católica. Mucho de nuestro ministerio implica tratar con niños y familias, así como comunicarles la fe. 

Es fundamental tener protocolos que nos permitan tratar las situaciones que surjan en casos de abusos sexuales. Si no se han implementado normas claras y racionales, cuando surja un incidente vamos a cometer muchos errores que causarán daños indecibles. 

La Santa Sede ha pedido a las conferencias episcopales de todo el mundo que desarrollen políticas de protección de los niños. Creo que la Iglesia de Estados Unidos podría enseñar mucho al respecto a nuestras iglesias hermanas del hemisferio. 

Hemos aprendido una dura lección, pero Dios saca bien del mal y creo que mucho bien puede salir de nuestras experiencias. La selección y la formación de los sacerdotes, seminaristas, religiosos, catequistas y todos aquéllos a quienes les confiamos nuestros preciosos hijos, es esencial. Necesitamos  también políticas claras y efectivas que la comunidad en pleno entienda. 

Quienes dejen de implementar políticas para la protección de los niños están poniendo una bomba de relojería bajo su lecho. Tarde o temprano estallará y habrá muchas fatalidades. 

En la Norteamérica de habla inglesa, así como en Sudamérica, hay escasez de católicos comprometidos en la vida política y en los medios de comunicación. Éstas son dos profesiones y ámbitos esenciales para los católicos comprometidos, si queremos tener éxito en evangelizar la cultura.

El Cardenal López Trujillo reunió en varias ocasiones a legisladores a favor de la vida. El problema que tenemos es que no hay suficientes legisladores a favor de la vida, aunque haya muchos políticos católicos en nuestros países que son legisladores.

Todos hemos visto el daño causado cuando los llamados políticos católicos apoyan el aborto, el matrimonio homosexual y la eutanasia. Algunos dicen que no tienen más remedio, porque no hacerlo supondría imponer sus creencias religiosas a los ciudadanos de sus países. Esto manda a los católicos el sutil mensaje de 10 que se puede ser un fiel católico sin defender el evangelio de la vida. Hay mucha ignorancia y mucha confusión en las mentes de la gente; hasta que no tengamos listo un laicado católico elocuente y bien formado, las cosas solo irán de mal en peor. En algunos casos, los llamados católicos “liberals” han tenido la tendencia de sumarse a la agenda social de la Iglesia en temas como justicia económica, derechos de los emigrantes, derechos de los trabajadores, temas relacionados con la mujer y la importancia de tener una vivienda digna, educación y cuidado sanitario. 

Los mismos católicos, sin embargo, no se preocupan de defender los derechos de los no nacidos, el matrimonio tradicional y las enseñanzas de la Iglesia sobre el final de la vida. Algunos de los denominados católicos tradicionales, por otra parte, hacen exactamente lo opuesto. Debemos convencer a nuestra gente de que el evangelio social de la Iglesia no es una cosa u otra, sino ambas.
 
El proceso de secularización esta mucho más avanzado en el norte de nuestro hemisferio, pero como dijo un buen amigo mío mexicano: "Cuando los gringos estornudan, nosotros pillamos la neumonía." El magnífico evangelio social de la Iglesia Católica, basado en la dignidad de la persona humana, hecha a imagen y semejanza de Dios  y llamada a una vida de santidad y comunión, es capaz de inspirar a los jóvenes de América para que acojan su herencia católica con un sentimiento de alegría y orgullo. Si fracasamos  en preparar líderes católicos, veremos la continua erosión de la libertad religiosa, de la justicia social y de la moral pública. 

El Papa Benedicto XVI describe esta situación, señalando que la sociedad está cerrando la puerta a la presencia de Dios y su luz está disminuyendo. 
El CELAM, juntamente con las conferencias episcopales de Norteamérica, debiera formar una comisión para estudiar y promover estrategias concretas parar preparar espiritual e intelectualmente a católicos comprometidos para la vocación de ser políticos católicos, que actúen como levadura en el servicio público. 

Para lograr esto se necesitan,  por ejemplo, retiros espirituales, seminarios, asociaciones profesionales, convenios internacionales, en una  formación permanente en el evangelio social de la Iglesia.

Los pocos católicos comprometidos que desempeñan cargos públicos muchas veces se sienten abandonados por sus obispos, al igual que los obispos nos sentimos abandonados por la generalidad de los políticos católicos. 
Lo mismo se puede decir de la presencia de católicos comprometidos en el importantísimo mundo de los medios de comunicación. Los medios tienen una influencia inmensa en la cultura popular, en la formación de la opinión pública y en el adoctrinamiento de los jóvenes en una cultura de consumismo e individualismo extremos. Los medios suelen trivializar la religión y presentar a la gente de fe que está a favor de la vida o del matrimonio como extremistas y fundamentalistas. 

El Cardenal Collins siempre dice que los humanistas seculares presentan historias y nosotros publicamos documentos que nadie lee. En nuestra reciente batalla en Massachusetts contra el suicidio asistido por médico, los expertos en comunicación que nos ayudaban decían: "Ellos tienen un eslogan, nosotros tenemos una narración; y es mucho mas fácil dar a la gente la melodía que la letra”.

Los medios de comunicación son el Areópago, con altares a muchos falsos dioses, pero nosotros tenemos que estar presentes para hablarles de la belleza del Dios desconocido, del Dios  olvidado que les ama inmensamente y que es la fuente de todo bien, belleza y verdad. 

De la misma forma que tenemos una urgente necesidad de preparar hombres y mujeres que aspiren a cargos públicos, debemos también trabajar unidos  para preparar católicos competentes y elocuentes que puedan presentar las enseñanzas de la Iglesia de una forma convincente y atractiva.

Nuestras conferencias de obispos, en colaboración con las universidades católicas, deberían ser capaces de desarrollar programas y seminarios que ayuden a formar un fuerte grupo de hombres y mujeres católicos que lleven la voz de la Iglesia a la plaza pública.  La Iglesia tiene que estar presente en el mundo de los medios de comunicación para evangelizar la cultura.

Además de colaborar en las áreas de protección de niños y en la formación de candidatos a cargos públicos y de líderes para el mundo de los medios de comunicación, creo que se puede hacer mucho para promover mayor comunión entre los católicos del hemisferio, invitando a cada diócesis a establecer puentes de amistad con una diócesis de otro país. En muchos lugares del mundo es muy común en grandes ciudades grandes y lugares que reciben a inmigrantes adoptar ciudades hermanas de sus naciones de origen y luego tratar de cultivar una relación especial entre sus respectivas  poblaciones. Podría ser para nosotros un modelo interesante para intentar construir un sentimiento de comunidad entre los pueblos católicos de America. 

Lo que estoy imaginando aquí no es tanto el emparejamiento para ofrecer apoyo económico, aunque creo que eso podría ser un resultado al establecer una relación especial entre dos diócesis.

Dos diócesis de este hemisferio que entablaran esta relación que yo llamo "puente de amistad", podrían tratar de establecer puntos de contacto entre los obispos de ambas diócesis, intercambiando visitas y experiencias. 

Además de eso, algunos miembros de estas diócesis podrían estar en contacto: me refiero a los miembros de consejos presbiterales, rectores y directores espirituales de seminarios, dirigentes de instituciones católicas de salud, ministros laicos, miembros de comunidades religiosas y de otras comunidades eclesiales, estudiantes de escuelas católicas, trabajadores de los campus universitarios, etc. 

Los medios de comunicación social, gracias a Skype y a portales de Internet, así como  en el intercambio de publicaciones, podrían promover un sentimiento de pertenencia a la Iglesia universal y ayudar a borrar las barreras culturales y lingüísticas que desaparecieron en el  primer Pentecostés. 

Creo que el testimonio mutuo dado por los católicos de diócesis hermanas enriquecería verdaderamente la fe de nuestra gente e incrementaría nuestra consciencia de ser parte de la misma familia, la familia de Jesús, la Iglesia Católica. 

Para José Vasconcelos América es el hogar de la "Raza Cósmica": una mezcla de europeos,  indígenas descendientes de asiáticos y  africanos.  Para nosotros la Raza Cósmica es el Pueblo nacido en la pila bautismal con todos los ruiseñores cantando, hijos e hijas de la Virgen Mestiza que escuchó las palabras de Jesús en la Cruz: "He aquí a tu hijo." Y ahora ella nos dice a nosotros:
"He aquí a tus hermanos, no son gemelos, pero sí, son hermanos, hijos de un solo Padre, una sola fe, un solo bautismo y una sola América”. 

No cabe duda de que sólo la Fe es capaz de superar las fronteras, las ideologías, el racismo, las divisiones de clase, las desigualdades económicas,  el individualismo extremo propagado por el secularismo.

Dios llamó a la puerta de la Humanidad y Maria en nuestro nombre la abrió.  Y ahora es ella, la Virgen de Tepeyac, la Madre de América, que nos ayudará a abrir la porta fidei, la puerta de la fe. 

La primera palabra de Marta en el Evangelio es su fiat, su sí a Dios. La última palabra de María que aparece en el Evangelio es: "Haced lo que El os diga" (mi lema episcopal). Con eso María nos está diciendo que juntos tenemos que decir sí a Dios y abrir esa puerta de par en par. 


MISA DE CLAUSURA DEL CONGRESO INTERNACIONAL ”ECCLESIA IN AMERICA” 

CARD. MARC OUTLLET

 Santa Maria in Traspontina

EccAmer-46

12 de diciembre 2012
  

“Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu seno!
¿Y cómo es que se viene a mí la madre de mi Señor?”

Queridos amigos,

El día en que María de Nazaret, recibió el anuncio del ángel Gabriel y consintió a su maternidad divina, la historia del mundo se volcó hacia el abismo de la gracia divina, mientras siguió desarrollándose como un tejido cotidiano de pequeños y grandes eventos.

El Evangelio nos dice que María fue deprisa a un pueblo de las montañas de Judea para visitar a su prima Isabel que, como sabía por revelación, estaba esperando un hijo. Desde el primer momento de su encuentro, el Espíritu Santo hizo estremecer de alegría a los niños y a sus madres. Isabel exclamó   “¡Bendita tú que has creído las palabras que te fueron dichas por el Señor!” María respondió con su canto de acción de gracias  que se ha convertido en el canto de fe cotidiano de la Iglesia: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava”.

Cuando Dios quiso abrir América al Evangelio, puso su mirada sobre un campesino pobre y humilde, Juan Diego, quien recibió, él también, una visitación y un mensaje del cielo. Atraído hacia la montaña por un canto celestial del cual ignoraba la fuente, vio una Dama noble, radiante, de inimaginable perfección, vestida de sol, según el relato del Nican Mopohua.

 Ella se presentó como la Madre del Dios verdadero y le pidió que fuera donde el Obispo para decirle que construyera una Capilla sobre el monte Tepeyac. Fueron necesarios tres intentos y tres milagros para convencer al Obispo: el milagro de las rosas de Castilla, que florecieron en invierno sobre la montaña, completamente fuera de temporada; el milagro de la tilma; y la curación milagrosa de Juan Bernardino, el tío de Juan Diego. Finalmente la gracia prevaleció sobre la prudencia episcopal y sobre la incredulidad humana, y la capilla fue construida con los resultados que conocemos.

Queridos amigos, los días benditos que hemos vivido se han desarrollado entre los dos misterios de la Anunciación y de la Visitación. Somos testigos de que el Pueblo de Dios que camina en América está diciendo “sí” a la llamada de este Año de la Fe. Hemos venido a toda prisa a este encuentro para reavivar el don de la fe que hemos recibido hace 500 años, y queremos ser testigos de ello en la unidad, ya que este don es la herencia más preciosa que une el Sur y el Norte de América desde sus orígenes.

 Hemos venido guiados por la Estrella de la primera y de la nueva evangelización: Nuestra Señora de Guadalupe, Emperatriz de las Américas, cuya fiesta litúrgica celebramos hoy. Como unos “Magos del Occidente”, creíamos conocer bien a esta noble Señora, pero los acontecimientos de este Congreso, las conferencias, las oraciones y los testimonios, nos han ayudado a redescubrirla. Por eso nuestra alma glorifica al Señor con Ella, porque Él ha mirado a los pobres, que somos nosotros, y por su intercesión materna nos ha tocado y renovado. Estamos listos para llevar el mensaje del Evangelio con nuevo ardor, con nuevos métodos y en un nuevo lenguaje.

Nunca repetiremos suficientemente que la aparición de la Virgen María a Juan Diego fue determinante para la transmisión de la fe a los pueblos de América. Esto marcó el momento de despegue de la evangelización. Esto permitió la reconciliación de los opositores y la penetración del Evangelio en el corazón y en la cultura de los nativos. También frenó el apetito de los conquistadores y aventureros. Bendito sea Dios por ese rostro de ternura y de misericordia que llevó a la gente de América a la adoración del único Salvador Jesucristo.

El canto de alabanza y acción de gracias que se eleva desde nuestros corazones al final de este Congreso es una muestra de que el Espíritu Santo nos ha tocado y nos insta a reemprender el camino tras la Madre del Amor Hermoso y de la santa Esperanza. Hemos recibido gracias insignes al lado de la tumba de los apóstoles Pedro y Pablo en este Año de la Fe; nos vamos más conscientes de nuestra dignidad de hijos de Dios, que nos hace gritar: “¡Abba! ¡Padre! ¡Venga tu reino!”

Fortificados y confirmados por la bendición del Sucesor de Pedro, vayamos hacia nuestros hermanos y hermanas; en el poder del Espíritu demos testimonio de la verdad del Evangelio y de la unidad de la Iglesia Católica que trasciende las fronteras de toda raza, cultura y condición social. El continente que ha crecido bajo el signo de Cristo Rey y bajo el cayado de Pedro debe transmitir y difundir su fe para ser fiel a sí mismo. Los pobres esperan ansiosamente este testimonio que debe pasar por la caridad sincera, la fraternidad y la solidaridad efectiva con los más desfavorecidos.

Que los bautizados de América se conviertan así en “discípulos misioneros” en el poder del Espíritu, Quien les envía hacia una Misión Continental que debe abrazar todo el continente. Que todos los bautizados se levanten y proclamen su fe con orgullo, en el respeto de la libertad de los demás, pero conscientes de que tienen que pasar la antorcha de la fe a las nuevas generaciones de la cultura digital. Que surja sobre todo un nuevo florecimiento de hombres santos y de mujeres santas para la Nueva Evangelización. La vocación a la santidad es para toda la Iglesia y no existe ningún obstáculo insuperable para la santidad, sea cual sea nuestro estado de vida. Basta un acto de fe del tamaño de un grano de mostaza para mover una montaña, nos dice el Evangelio.

 A finales del siglo XVII, la Iglesia canonizó a Santa Rosa de Lima, la primera americana indígena en subir a los altares. Cuenta la leyenda que cuando se le propuso al Papa beatificarla, él respondió que, aunque cayera una lluvia de rosas sobre el Vaticano, no creería en la santidad de una india. En seguida llovieron pétalos de rosa sobre Roma. En 1671, la canonización de Rosa de Lima, proclamada patrona de Perú, después de toda América del Sur, de la India y de las Filipinas, dio lugar a muy grandes solemnidades, no sólo en Lima y Roma, sino también en París (Véase la historia de los santos y de la santidad cristiana, Volumen 8, p. 251).

A mediados de octubre de este Año de la Fe, en pleno Sínodo sobre la Nueva Evangelización, celebramos con gran alegría la canonización de Kateri Tekakwhita, una joven nativa de América del Norte, que murió a los 24 años de edad y que tuvo que huir de su familia y de su tribu para mantener su pasión virginal por Cristo. Amada igualmente en Canadá y Estados Unidos, Santa Kateri ahora pertenece a la Iglesia universal y por lo tanto se convierte en una figura mediadora para la reconciliación de los pueblos y la recepción del Evangelio.

Que estas dos hijas privilegiadas de Nuestra Señora de Guadalupe se den la mano desde lo alto del cielo, no sólo para unir el Norte y el Sur del continente americano, sino para irradiar la fe católica en el mundo entero. Una muchedumbre de otros santos y santas nos precede en el camino del Evangelio en América; invoquémosles de un solo corazón para que su pasión de amor, la pasión por Cristo, siga conquistando a las almas sedientas de esperanza y de liberación.

Los muchos males sociales que aquejan a América reclaman de parte de los discípulos de Cristo un tratamiento que elimine el virus mortal del egoísmo, de la envidia y del odio. Hay que luchar contra la explotación de los pobres, el comercio ilícito, las leyes injustas en cuanto a la inmigración, la violencia urbana, la desintegración familiar, y muchas otras dolencias. Cristo Redentor responde a estos desafíos mediante nuestro compromiso por la justicia y la solidaridad fundado en la gracia de la conversión y de la penitencia. Que los cristianos de América estemos, pues, en las primeras líneas de combate, para que el testimonio de nuestra fe no sea desmentido por nuestra indiferencia y por la falta de coherencia en nuestras vidas.

Queridos amigos, pongamos en las manos de Santa María de Guadalupe, Nuestra Madre, las esperanzas y los proyectos que nacen de este encuentro en Roma, 15 años después del Sínodo sobre América. Ante las inmensas necesidades de la Nueva Evangelización, nuestras posibilidades son pobres, pero nuestra fe es grande. Que esa fe aumente aún más hoy y en cada comunión con el Cuerpo de Cristo resucitado que nos hace partícipes de su victoria.

Y oí una gran voz en el cielo: “Ahora se estableció la victoria,y el poder y el reino de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo ¡Amén!

Card. Marc Ouellet
Prefecto de la Congregación para los Obispos
Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina



UNA EXPERIENCIA DE NUEVA EVANGELIZACIÓN BASADA EN EL KERYGMA, EL CARISMA Y LA COMUNIÓN.






El proyecto de las “Escuelas de Evangelización San Andrés” es una estrategia formativa que, a través de una metodología y una visión propias, busca formar nuevos evangelizadores kerygmaticos para la Nueva Evangelización, respondiendo al llamado y al envío del Señor: “Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16,15)
El nacimiento de las Escuelas Kerygmáticas coincide con el surgimiento de una nueva inquietud en el corazón de la Iglesia: La Nueva Evangelización. En efecto, Juan Pablo II decía que la evangelización hoy debía ser “nueva en su ardor, nueva en sus métodos y nueva en sus experiencias.”

En 1.980, gracias a la inciativa de José H. Prado Flores, el P. Salvador Carrillo Alday y Bill Finke (pastor pentecostal) nace la primera Escuela Kerygmática de Evangelización en México, llamada en ese entonces “Escuela de Apóstoles”. Lo que al comienzo era un solo curso, llamado “Pablo. Formación de evangelizadores”, se ha convertido hoy en todo un programa orgánico de formación de evangelizadores que se ha replicado en 66 países a través de los cinco continentes.

A lo largo de los años, este proyecto pastoral ha venido consolidando su identidad propia y ha fortalecido su organización logística, todo con un objetivo: una Iglesia evangelizada y evangelizadora que evangelice con grande poder, anunciando a Jescuristo Salvador y Señor, con la fuerza del Evangelio y la parresía del Espíritu Santo a fin de construir el Cuerpo de Cristo.


1. ¿Por qué es una experiencia de nueva evangelización?

Las Escuelas de Evangelización San Andrés son, en su esencia, una respuesta explícita a la invitación de Jesús a proclamar el evangelio; invitación que sigue resonando en las circunstancias particulares de nuestro mundo y que la Iglesia hace propia llamando a todos sus miembros para que busquen nuevos caminos que permitan a los hombres encontrar a Cristo Salvador.

Es una experiencia de nueva evangelización porque su columna vertebral está compuesta por tres realidades fundamentales que hacen parte del fuego evangelizador desde los comienzos de la Iglesia. La primera es el “Kerygma”, el primer anuncio de Jesús muerto, resucitado y glorificado como Salvador, Señor y Mesías. La segunda es el “Karisma”, es decir, los signos de la fidelidad de Dios que permiten experimentar que Dios está vivo entre nosotros, lo cual impulsa a evangelizar con poder. La tercera es la “Koinonia”, la experiencia de una comunidad evangelizada y evangelizadora que muestre la presencia del Reino de Dios en el mundo. Estas “tres llamas del Espíritu” se resumen en la expresión KEKAKO.

Lo es también porque la fuente y la fuerza de este proyecto es la Palabra de Dios. Una razón ulterior radica en el carácter profundamente eclesial de la experiencia, no sólo porque todos los bautizados pueden participar de ella, sino también porque busca formar multiplicadores, de modo que quien sea evangelizado se transforme al mismo tiempo en evangelizador, tal y como lo expresa Pablo a Timoteo: “Tú, hijo mío, cuanto me has oído en presencia de muchos testigos, confíalo a hombres fieles que sean capaces, a su vez, de instruir a otros” (2Tim 2,1-2). Así, el fruto abundante que se espera de este “hacer evangelizador el evangelziado” es la réplica permanente del mensaje del evangelio.


2. ¿Cómo lo hacen?

En las Escuelas Kerymaticas existe la conciencia de que el mensaje no se debe cambiar, pero sí es posible encontrar mejores maneras para transmitirlo. La metodología adoptada es sencilla pero eficaz y busca “enseñar a aprender” y “enseñar a enseñar”. Son cinco las características fundamentales de este aprendizaje:

- Activo participativa: se trata de un círculo donde cada uno de los alumnos participa activamente en la enseñanza - aprendizaje. Tanto cuanto más activo sea el alumno, tanto mejor aprende. El alumno se convierte en participante, y es quien marca el ritmo del proceso enseñanza - aprendizaje. Esto lo aplicamos en cada Curso en lo que llamamos: Laboratorio o Taller, Dinámicas, Actividades de los participantes.
- Aprendizaje significativo: El nuevo conocimiento se construye en la plataforma de los conocimientos ya adquiridos, y se fija mediante la aplicación a los intereses vitales.

- Personalizado con visión comunitaria: Se forma a la persona como miembro de la comunidad, del Cuerpo de Cristo, al servicio del Reino de los Cielos.

- Principio teológico: "Yo planté, Apolo regó, mas es Dios quien da el crecimiento": 1Cor 3,6. Se trabaja en equipo y en comunidad, pero el protagonista de la evangelización es el Espíritu Santo.

- Principio pedagógico: “Nada existe en el entendimiento
que no haya entrado a través de los sentidos" (Aristóteles). En el proceso enseñanza-aprendizaje se hace uso de los sentidos usando ambos hemisferios del cerebro.

Estos principios animan los diversos cursos de formación, los cuales están organizados de manera progresiva, sistemática e integral. Una primera etapa la conforman los cursos de vida cristiana. En la segunda etapa, los cursos van dirigidos a que los evangelizados aprendan a evangelizar. La tercera etapa está dedicada a la formación de evangelizadores. Cada etapa posee unos cursos específicos, con una temática y dinámica propias, arraigadas siempe en la Palabra de Dios.

Por ejemplo, en la primera etapa existe un curso llamado “Emaús” cuyo objetivo es ofrecer una visión panorámica de la Palabra de Dios y presentar, sea los efectos que ella produce, sea las actitudes del cristiano en relación a la Revelación. En la segunda, en cambio, varios cursos parten de la figura del apóstol Pablo para ayudar a descubrir su “secreto” evangelizador y para aprender a predicar como él.

El Programa de Formación cuenta con 21 cursos, divididos en las 3 etapas mencionadas; además existen algunos cursos optativos. Todos los cursos son reproducibles porque a evangelizar se aprende evangelizando.



3. ¿Cuáles son los frutos de esta experiencia?

Gracias a la acción del Espíritu Santo, las Escuelas de Evangelización San Andrés han logrado que muchas personas se hayan encontrado con Jesucristo y lo hayan confesado con sus labios como Señor, Salvador y Mesías.

En sus 30 años de existencia, esta experiencia se ha extendido a los cinco continentes. Hoy las escuelas cuentan con su Oficina Internacional en Guadalajara, México y Oficinas Nacionales en Argentina, Brasil, Canadá, Colombia, Hungría, Italia, México, Polonia, Portugal, Ucrania y Estados Unidos. Son más de 2.000 Escuelas de Evangelización en 66 países de los cinco continentes y por ellas han pasado arzobispos, obispos, Sacerdotes, religiosas/os y, por supuesto, muchos laicos que se han beneficiado – y tambièn comprometido – con esta aventura evangelizadora.

En Colombia, por ejemplo, los Cursos de la Escuela se transmiten también a través de la radio, permitiendo llegar a los rincones más alejados del país. Allí mismo empezará un Diplomado y un Curso sobre los Programa de Formación en la Universidad Pontificia Javeriana.

El número, la extensión de la experiencia y su poder multiplicar son algunos de los signos con los que es posible ver que esta obra es del Espíritu de Dios. Al fin y al cabo, es a Él a quien pertenece el don de poder encontrar en la fe al Hijo de Dios.

Con las ayuda de Dios se espera lograr que cada parroquia de la Iglesia Católica pueda tener una escuela de evangelización.

N. B. El Equipo del Observatorio agradece la presentación de esta experiencia a Laura Victoria Luna, directora de EESA en Colombia.
Si deseas conocer más de esta experiencia de nueva evangelización y de todas las iniciativas que en este campo vienen adelantando las EESA puedes consultar el sitio web: www.evangelizacion.com

Testimonios

Dando lo recibido

« En nuestra comunidad “Arca de la Alianza” de Biscegli, Italia, hemos recibido los cursos del programa de formación de la Escuela San Andrés y hemos comenzado a reproducirlos, porque si el Señor ha transformado nuestras vidas, tiene poder y fuerza para trasformar a otros, haciendo nuevas todas las cosas. 

Nuestra vocación evangelizadora ha recibido un fuerte impulso, más KErygmático, KArismático y Komunitario a través de la ESCUELA DE EVANGELIZACION SAN ANDRES y lo que gratuitamente recibimos, lo estamos compartiendo también gratuitamente en un hospital psiquiátrico y con novios que se preparan para el matrimonio. 

Sin embargo, lo especial es que hemos impartido estos cursos en dos conventos de religiosas de clausura, sin omitir dinámicas. Nosotros pensábamos que no sería fácil que ellas participaran, pero para nuestra sorpresa, ha sido sorprendente su participación durante los cursos.
Estamos viviendo un momento histórico, haciendo realidad lo que el Papa está pidiendo, de ser testigos de la fe con una nueva evangelización. Nueva en sus métodos y expresiones. Creemos que la Escuela san Andrés es un regalo de Dios para su Iglesia y nosotros podemos testificar los frutos de este regalo.

En nombre de la comunidad “Arca de la Alianza” doy gracias al Señor y bendigo a los hermanos que trabajan en esta Escuela de Evangelización para que cuiden este regalo. »

Leonardo Trione
Coordinador Comunidad Arca dell' Alleanza
Biscegli, Italia

Una diócesis comprometida con la Nueva Evangelización

Hace unos seis o siete años, cuando yo era Vicario de Pastoral de nuestra Arquidiócesis de Managua, tenía como objetivo desarrollar un trabajo de evangelización con gran impacto. Para iniciar dicha tarea, convoqué a todos los movimientos de laicos que tenían mucha experiencia en evangelización. A pesar de varios intentos no llegamos a concretar nada. No obstante, en el fondo de mi corazón estaba seguro que algún día El Señor nos iba a ayudar a realizar esta misión.

En Enero del año 2000, siendo Obispo Auxiliar, conocí la experiencia de las Escuelas de Evangelización San Andrés, de Guadalajara, a través del padre Alberto Villotti, sacerdote Comboniano, misionero en Casares, un pequeño pueblo de nuestro país. Inmediatamente hice contacto con la Escuela San Andrés y empezamos esta gran aventura evangelizadora. En el año 2001, iniciamos con el curso "Nueva Vida" y "Pablo", porque teníamos la necesidad de preparar a los evangelizadores de cara al año Misionero 2003, a celebrarse en todo Centroamérica. Nuestro principal reto era formar a los misioneros que de casa irían a llevar la palabra de Dios a cada rincón de nuestra Arquidiócesis. 

Para ello se elaboró un plan con la metodología y el contenido de la Escuela San Andrés adaptado a nuestra realidad, por una comisión nombrada por el Arzobispo Cardenal Miguel Obando y Bravo.

Esta experiencia fue maravillosa, puesto que para alcanzar nuestro objetivo nos basamos en la estrategia de "Formar Formadores" utilizada por Pablo: "Y cuanto me has oído en presencia de muchos testigos, confíalo a hombres fieles, que sean capaces a su vez de instruir a otros": 2 Tim 2,2. Los frutos fueron sorprendentes, puesto que nuestra meta inicial era formar 8,500 misioneros y llegamos a 22,000.

El resultado se logró gracias a la estrategia de trabajar con el factor multiplicador. Iniciamos transmitiendo esta visión al equipo Arquidiocesano, éste a su vez lo transmitió a cinco equipos zonales que de manera simultánea impartieron los cursos a los equipos de sus Parroquias Escuelas (20 en total) las cuales a su vez capacitaron a los equipos de las 103 parroquias de la Arquidiócesis. Posteriormente cada una de ellas formó de manera directa a sus evangelizadores que llevaron La Palabra de Dios de casa en casa.

Consientes del mandato que el Señor nos ha dado de "Id a Evangelizar" estamos caminando hacia una misión permanente. A partir de Octubre de 2003, con ayuda de Escuela San Andrés, hemos ampliado nuestra visión hacia llegar a tener una escuela de evangelización en cada parroquia de nuestra Arquidiócesis. 

Una nueva estrategia fue elaborada y aprobada por nuestras autoridades eclesiásticas para empezar a trabajar hombro a hombro obispos, sacerdotes y laicos a partir de enero de 2004.
Es importante que la palabra corra, pero que corra velozmente,
¡Ay de mí si no evangelizara!

Mons. Jorge Solórzano Pérez.
Obispo Auxiliar y Vicario General
Arquidiócesis de Managua



LATINOAMERICA LANZA LA CAMPAÑA TELEVISIVA “LOS SACRAMENTOS EN EL AÑO DE LA FE”


2013-01-08 Radio Vaticana
(RV).- De cara a los eventos que marcan la vida social, económica, política y cultural, en la celebración del Año de la Fe, la Arquidiócesis Primada de México, la Conferencia del Episcopado Mexicano y el CELAM han desarrollado una campaña especial mediante una iniciativa televisiva titulada “Los Sacramentos, viáticos necesarios para alcanzar el Reino de los Cielos, Año de la fe”, cuya presentación a los medios de información tiene lugar este 8 de enero, y que se difundirá con la colaboración de medios católicos en decenas de Países y también en medios comerciales.

En la presentación de esta iniciativa que da respuesta a la convocatoria de Su Santidad Benedicto XVI para la celebración del Año de la Fe, iniciado el pasado 11 de octubre, participan un representante del Cardenal Norberto Rivera Carrera, Arzobispo Primado de México; Monseñor Víctor René Rodríguez Gómez, Obispo de Valle de Chalco y Ex Secretario General de la Conferencia Episcopal Mexicana; el Ing. Guillermo Bustamante Manilla, Coordinador General de Unión de Voluntades; el Ing. Juan Bosco Laris Rodríguez, Comunicador Católico y Empresario de la Radio y en la moderación y presentación Salvador Alejandro González, Comunicador Católico y Director de Un mensaje de Fe y de la Producción Especial “Los Sacramentos, Año de la Fe”, expertos en el área de difusión y profesionistas para dar respuesta a las inquietudes sobre los temas relacionados con el modo de vivir este Año de gracia, en sintonía con la Misión de la Iglesia en la Nueva Evangelización.

“Los Sacramentos, Año de la Fe”, en su conjunto, nace como respuesta por parte de la Iglesia católica ante “los momentos difíciles y especiales, que se están compartiendo a nivel global, tal como ha sido experimentado en varios momentos a lo largo de la historia”. De hecho los promotores recuerdan -a modo de ejemplo- que estos momentos han motivado en la vida de la Iglesia, la Celebración de Sínodos Especiales para atender los casos específicos de las Conferencias Episcopales Continentales; la XIII Asamblea General del Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización y la Celebración del Año de la Fe 2012-2013, la Exhortación de Su Santidad Benedicto XVI, y todo esto en la búsqueda de intensificar los trabajos de la Nueva Evangelización. 

Por otra parte,, desde la perspectiva de la Nueva Evangelización, se hace hincapié en las palabras del Papa Juan Pablo II cuando, en el Jubileo del año 2000, afirmó que en Europa se alcanzó “una pérdida de la Memoria Cristiana”, en abierta alusión a la pérdida de las raíces cristianas. 

Sin embargo por lo que corresponde al Continente Americano, también se ha verificado un alejamiento de la Iglesia con el olvido de la Piedad Cristiana; mientras que en África, Asia y otros lugares del mundo existe una feroz “persecución religiosa”, uno de los temas particularmente destacados por Su Santidad Benedicto XVI el pasado 7 de enero (2013) el en marco de su encuentro con los representantes del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede. Los promotores de “Los sacramentos en el Año de la Fe” , recuerdan también que, bajo el supuesto de la existencia de derechos humanos de ‘segunda y tercera generación’, es que se han lacerado sensiblemente el derecho a la vida y los conceptos reales de matrimonio, familia y sociedad.

Patricia L. Jáuregui Romero – Radio Vaticano / @pjuregui
FUENTE: Unión de Voluntades - Arquidiócesis Primada de México



Carta a las madres de sacerdotes y seminaristas y a cuántas ejercen con ellos la maternidad espiritual, por el cardenal Piacenza



Causa nostrae Letitiae – ¡Causa de nuestra Alegría!”

El pueblo cristiano ha venerado siempre, con profunda gratitud, a la Bienaventurada Virgen María, contemplando en Ella la Causa de toda nuestra verdadera Alegría.

En efecto, acogiendo la Palabra Eterna en su seno inmaculado, María Santísima dio a luz al Sumo y Eterno Sacerdote, Jesucristo, único Salvador del mundo. En El, Dios mismo vino al encuentro del hombre, lo levantó del pecado y le donó la Vida eterna, es decir Su misma Vida. Adhiriéndose a la Voluntad de Dios, Dio, por tanto, María participó, de modo único e irrepetible, en el misterio de nuestra redención, convirtiéndose así en Madre de Dios, Puerta del Cielo y Causa de nuestra Alegría.

De modo análogo, la Iglesia toda mira, con admiración y profunda gratitud, a todas las madres de los sacerdotes y de cuantos, recibida esta altísima vocación, han emprendido el camino de formación, y con profunda alegría me dirijo a ellas.

Los hijos, que ellas acogieron y educaron, fueron elegidos por Cristo desde la eternidad, para convertirse en sus “amigos predilectos” y, así, vivo e indispensable instrumento de su Presencia en el mundo. Por medio del sacramento del orden, la vida de los sacerdotes es definitivamente asumida por Jesús e inmenrsa en El, de modo que en ellos, es Jesús mismo el que pasa y actúa entre los hombres.

Este misterio es tan grande que el sacerdote es también llamado “alter Christus” –“otro Cristo”. Su pobre humanidad, elevada por la fuerza del Espíritu Santo a una nueva y más alta unión con la persona de Jesús, es ahora lugar del Encuentro con el Hijo de Dios, encarnado, muerto y resucitado por nosotros. Cuando cada sacerdote enseña la fe de la Iglesia, es Cristo el que habla en él, habla al Pueblo; cuando, prudentemente, guía a los fieles a el confiados, es Cristo el que apacienta a las propias ovejas; cuando celebra los sacramentos, en modo eminente la Santísima Eucaristía, es Cristo mismo el que a través de sus ministros, obra la Salvación del hombre y se hace realmente presente en el mundo.

La vocación sacerdotal, normalmente, tiene en la familia, en el amor de los padres y en la primera educación en la fe, aquél terreno fértil en el cual la disponibilidad a la voluntad de Dios puede radicarse y extraer la indipensable nutrición. Al mismo tiempo, cada vocación es, incluso para la misma familia en la que surge, una irreductible novedad, que huye a los parámetros humanos y llama a todos, siempre, a la conversión.

En esta novedad, Cristo actúa en la vida de aquellos que ha elegido y llamado, todos los familiares –y las personas más cercanas– están implicadas pero es ciertamente única y especial la participación que corresponde a la madre del sacerdote. Únicas y especiales son los consuelos espirituales que le afluyen por haber llevado en su seno a quien se ha convertido en ministro de Cristo. 

Toda madre no puede sino alegrarse en ver la vida del propio hijo, no sólo realizada sino investida de una especialísima predilección divina que abraza y transforma para la eternidad.

Si aparentemente, en virtud de la vocación y la ordenación, se produce una inesperada “distancia”, respecto a la vida del hijo, misteriosamente más radical de toda otra separación natural, en realidad la bimilenaria experiencia de la Iglesia enseña que la madre “recibe” al hijo sacerdote en un modo totalmente nuevo e inesperado, tanto como para ser llamada a reconocer en el fruto del propio seno, por voluntad de Dios, un “padre”, llamado a generar y acompañar la vida eterna en una multitud de hermanos. Cada madre de un sacerdote es misteriosamente “hija de su hijo”. Hacia él podrá ejercer también una nueva “maternidad”, en la discreta, pero eficacísima e inestimablemente valiosa, cercanía de la oración y en la ofrenda de la propia existencia por el ministerio del hijo.

Esta nueva “paternidad”, a la que el seminarista se prepara, que al sacerdote es donada y de la cual el Pueblo Santo de Dios se beneficia, necesita ser acompañada por la oración asidua y por el personal sacrificio, para que la libertad de adhesión a la voluntad divina se renueve y robustezca continuamente, para que los sacerdotes no se cansen nunca, en la cotidiana batalla de la fe y unan, cada vez más totalmente, la propia vida al sacrificio de Cristo Señor.

Tal obra de auténtico sostén, siempre necesaria en la vida de la Iglesia, parace hoy más urgente que nunca, sobre todo en nuestro Occidente secularizado, que espera y pide un nuevo y radical anuncio de Cristo y las madres de los sacerdotes y de los seminaristas son un verdadero “ejército” que, desde la tierra eleva al Cielo oraciones y ofrendas y, todavía más numeroso, desde el Cielo intercede para que cada gracia sea derramada sobre la vida de los sacros pastores.

Por esta razón, deseo con todo el corazón animar y dirigir un particularísimo agradecimiento a todas las madres de los sacerdotes y seminaristas y –junto a ellas- a todas las mujeres, consagradas y laicas, que han acogido, también por la invitación dirigida a ellas durante el Año Sacerdotal, el don de la maternidad espiritual hacia los llamados al ministerio sacerdotal, ofreciendo la propia vida, la oración, los propios sufrimientos y las fatigas, como también las propias alegrías, por la fidelidad y la santificación de los ministros de Dios, haciéndose así partícipes, a título especial, de la maternidad de la Santa Iglesia, que tiene su modelo y su cumplimiento en la divina maternidad de María Santísima.

Un especial agradecimiento, por último, se eleve hasta el Cielo, a aquellas madres, que, llamadas ya de esta vida, contemplan ahora plenamente el esplendor del Sacerdocio de Cristo, del cual sus hijos se ha convertido en partícipes, y por ellos interceden, en modo único y, misteriosamente, mucho más eficaz.
Junto a los más sentidos augurios por un Año Nuevo de gracia, de corazón imparto a todas y a cada una la más afectuosa bendición, implorando para vosotras de Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios y de los sacerdotes, el don de una cada vez más radical identificación con Ella, discípula perfecta e Hija de su Hijo.

Mauro Card. Piacenza

Prefecto de la Congregación para el Clero
Traducido del italiano por N.S.M.


CARTA DEL CARDENAL JORGE MARIO BERGOGLIO. PARA EL MIERCOLES DE CENIZA .
2013/02/13

A los sacerdotes, consagrados y laicos de la Arquidiócesis.
Rasguen su corazón y no sus vestidos; vuelvan ahora al Señor su Dios, porque Él es compasivo y clemente, lento para la ira, rico en misericordia…

Poco a poco nos acostumbramos a oír y  a ver, a través de los medios de comunicación, la crónica negra de la sociedad contemporánea, presentada casi con un perverso regocijo, y también nos acostumbramos a tocarla y a sentirla a nuestro alrededor y en nuestra propia carne. El drama está en la calle, en el barrio, en nuestra casa y, por qué no, en nuestro corazón.

 Convivimos con la violencia que mata, que destruye familias, aviva guerras y conflictos en tantos países del  mundo. Convivimos con la envidia, el odio, la calumnia, la mundanidad en nuestro corazón. El sufrimiento de inocentes y pacíficos no deja de abofetearnos; el desprecio a los derechos de las  personas y de los pueblos más frágiles no nos son tan lejanos; el imperio del dinero con sus demoníacos efectos como la droga, la corrupción, la trata de personas - incluso de niños - junto con la miseria material y moral son moneda corriente. La destrucción del trabajo digno, las emigraciones dolorosas y la falta de futuro se unen también a esta sinfonía. Nuestros errores y pecados como Iglesia tampoco quedan fuera de este gran panorama. Los egoísmos más personales justificados, y no por ello más pequeños, la falta de valores éticos dentro de una sociedad que hace metástasis en las familias, en la  convivencia de los barrios, pueblos y ciudades, nos hablan de nuestra limitación, de nuestra debilidad y de nuestra incapacidad para poder transformar esta lista innumerable de realidades destructoras.

La trampa de la impotencia nos lleva a pensar: ¿Tiene sentido tratar de cambiar todo esto? ¿Podemos hacer algo frente a esta situación? ¿Vale la pena intentarlo si el mundo sigue su danza carnavalesca disfrazando todo por un rato? Sin embargo, cuando se cae la máscara, aparece la verdad y, aunque para muchos suene anacrónico decirlo, vuelve a aparecer el pecado, que hiere nuestra carne con toda su fuerza destructora torciendo los destinos del mundo y de la historia.

La Cuaresma se nos presenta como grito de verdad y de esperanza cierta que nos viene a responder que sí, que es posible no maquillarnos y dibujar sonrisas de plástico como si nada pasara. Sí, es posible que todo sea nuevo y distinto porque Dios sigue siendo “rico en bondad y misericordia, siempre dispuesto a perdonar” y nos anima a empezar una y otra vez. Hoy nuevamente somos invitados a emprender un camino pascual hacia la Vida, camino que incluye la cruz y la renuncia; que será incómodo pero no estéril. Somos invitados a reconocer que algo no va bien en nosotros mismos, en la sociedad o en la Iglesia, a cambiar, a dar un viraje, a convertirnos.

En este día, son fuertes y desafiantes las palabras del profeta Joel: 

Rasguen el corazón, no los vestidos: conviértanse al Señor su Dios. 
Son una invitación a todo pueblo, nadie está excluido.

Rasguen el corazón y no los vestidos de una penitencia artificial sin garantías de futuro.

Rasguen el corazón y no los vestidos de un ayuno formal y de cumpli-miento que nos sigue manteniendo satisfechos.

Rasguen el corazón y no los vestidos de una oración superficial y egoísta que no llega a las entrañas de la propia vida para dejarla tocar por Dios.

Rasguen los corazones para decir con el salmista: “hemos pecado”. “La herida del alma es el pecado: ¡Oh pobre herido, reconoce a tu Médico! Muéstrale las llagas de tus culpas. Y puesto que a Él no se le esconden nuestros secretos pensamientos, hazle sentir el gemido de tu corazón. Muévele a compasión con tus lágrimas, con tu insistencia, ¡importúnale! Que oiga tus suspiros, que tu dolor llegue hasta Él de modo que, al fin, pueda decirte: El Señor ha perdonado tu pecado.” (San Gregorio Magno) 

Ésta es la realidad de nuestra condición humana. Ésta es la verdad que puede acercarnos a la auténtica reconciliación… con Dios y con los hombres. No se trata de desacreditar la autoestima sino de penetrar en lo más hondo de nuestro corazón y hacernos cargo del misterio del sufrimiento y el dolor que nos ata desde hace siglos, miles de años… desde siempre.

Rasguen los corazones para que por esa hendidura podamos mirarnos de verdad.

Rasguen los corazonesabran sus corazones, porque sólo en un corazón rasgado y abierto puede entrar el amor misericordioso del Padre que nos ama y nos sana.

Rasguen los corazones dice el profeta, y Pablo nos pide casi de rodillas “déjense reconciliar con Dios”. Cambiar el modo de vivir es el signo y fruto de este corazón desgarrado y reconciliado por un amor que nos sobrepasa.
Ésta es la invitación, frente a tantas heridas que nos dañan y que nos pueden llevar a la tentación de endurecernos:Rasguen los corazones para experimentar en la oración silenciosa y serena la suavidad de la ternura de Dios.

Rasguen los corazones para sentir ese eco de tantas vidas desgarradas y que la indiferencia no nos deje inertes.

Rasguen los corazones para poder amar con el amor con que somos amados, consolar con el consuelo que somos consolados y compartir lo que hemos recibido.

Este tiempo litúrgico que inicia hoy la Iglesia no es sólo para nosotros, sino también para la transformación de nuestra familia, de nuestra comunidad, de nuestra Iglesia, de nuestra Patria, del mundo entero.  Son cuarenta días para que nos convirtamos hacia la santidad misma de Dios; nos convirtamos en colaboradores que recibimos la gracia y la posibilidad de reconstruir la vida humana para que todo hombre experimente la salvación que Cristo nos ganó con su muerte y resurrección.

Junto a la oración y a la penitencia, como signo de nuestra fe en la fuerza de la Pascua que todo lo transforma, también nos disponemos a iniciar igual que otros años nuestro “Gesto cuaresmal solidario”. Como Iglesia en Buenos Aires que marcha hacia la Pascua y que cree que el Reino de Dios es posible necesitamos que, de nuestros corazones desgarrados por el deseo de conversión y por el amor, brote la gracia y el gesto eficaz que alivie el dolor de tantos hermanos que caminan junto a nosotros. «Ningún acto de virtud puede ser grande si de él no se sigue también provecho para los otros... Así pues, por más que te pases el día en ayunas, por más que duermas sobre el duro suelo, y comas ceniza, y suspires continuamente, si no haces bien a otros, no haces nada grande». (San Juan Crisóstomo)

Este año de la fe que transitamos es también la oportunidad que Dios nos regala para crecer y madurar en el encuentro con el Señor que se hace visible en el rostro sufriente de tantos chicos sin futuro, en la manos temblorosas de los ancianos olvidados y en las rodillas vacilantes de tantas familias que siguen poniéndole el pecho a la vida sin encontrar quien los sostenga.

Les deseo una santa Cuaresma, penitencial y fecunda Cuaresma y, por favor, les pido que recen por mí. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide.

Paternalmente

Card. Jorge Mario Bergoglio s.j.

Buenos Aires, 13 de febrero de 2013, Miércoles de Ceniza


 LA IGLESIA EN AMÉRICA LATINA CELEBRÓ EL DÍA MUNDIAL DE LA RADIO




Jueves 14 Feb 2013 | 11:01 am
Bogotá (Colombia) (AICA)

El miércoles 13 se celebró el Día Mundial de la Radio. El Departamento de Comunicación del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) celebró con un momento de especial reflexión dedicado al más oral de los medios de comunicación.

El CELAM recordó que las estaciones sonoras son el medio tradicional de comunicación con que más cuenta la Iglesia en América Latina y el Caribe. “Cada emisión nos recuerda la presencia de Dios en medio de nosotros. Qué regalo más hermoso nos da la radio y que bella oportunidad poder comunicar a Jesucristo desde una experiencia que evangeliza al ser alternativa de desarrollo para sus localidades; herramienta que facilita la participación; agente de anuncio y denuncio”.

La secretaria ejecutiva del Departamento de Comunicación del CELAM, la uruguaya Susana Nuin, recordó el significado que la radio tiene y ha tenido en el desarrollo de América Latina para educar a muchos pueblos, comunicar a los lugares más recónditos de nuestras geografías y el valor de evangelización del que se la ha dotado.

“Ha sido un elemento alternativo, comunitario y ha tenido al mismo tiempo un carácter de promoción de la vida humana y el bien común. Es fundamental resignificar siempre el valor de este gran medio de comunicación que no pierde nunca vigencia. Esperamos que siga siendo siempre un instrumento de la evangelización para nuestros pueblos”, añadió la comunicadora.

“La radio es uno de los más bellos tesoros de la Iglesia –recordaron-. Los mensajes que desde allí se emiten penetran en la mente y el corazón de los escuchas y facilitan la comunicación, la comunión. Las expresiones mediáticas sonoras desde el contexto eclesial constituyen herramientas para la paz, el amor, la educación, la defensa de la vida”.

El departamento de comunicación del CELAM recordó, para la fecha, un fragmento del Mensaje del papa Pablo VI con motivo de la primera Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, celebrada el 7 de mayo de 1967: “Gracias a estas técnicas maravillosas, la convivencia humana ha adquirido nuevas dimensiones; el tiempo y el espacio han sido superados, y el hombre se ha convertido en ciudadano del mundo, copartícipe y testigo de los acontecimientos más remotos y de las vicisitudes de toda la humanidad. Como ha dicho el Concilio, podemos hablar de una verdadera transformación social y cultural que tiene también sus reflejos sobre la vida religiosa".

Finalmente, saludaron “a los hombres y mujeres católicos que en cada rincón de América Latina y el Caribe mantienen vivas las frecuencias evangelizadoras”, y felicitaron a quienes anuncian a Jesús a cada momento.

“La evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la interrelación reciproca que en el curso de los tiempos, se establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre”, indicaron desde el Consejo Episcopal Latinoamericano.+ 

CARTA DEL PRESIDENTE DEL CELAM, MONS CARLOS AGUIAR RETES, POR LA RENUNCIA DEL SANTO PADRE.
2013-02-14

(RV).- Publicamos la Carta del Presidente del CELAM, Mons. Carlos Aguiar Retes, Arzobispo de Tlalnepantla, México, con motivo de la renuncia del Santo Padre.

+Carlos Aguiar Retes Arzobispo de Tlalnepantla
Presidente del CELAM

La importante y sorprendente decisión de S.S. Benedicto XVI, de renunciar a su Ministerio como Sucesor de Pedro, y por tanto, como Cabeza visible de la Iglesia Católica, refleja la personalidad el Papa Benedicto XVI como un hombre de fe, que tiene una gran confianza en la presencia del Espíritu Santo que conduce la Iglesia, conforme la promesa de Jesucristo a sus Apóstoles, y permite también que descubramos su profundo amor a la Iglesia.El Papa ha explicado claramente que su decisión la ha discernido en oración y teniendo en cuenta las exigencias del Ministerio Petrino, y al mismo tiempo con gran realismo, consciente de la constante disminución de sus fuerzas físicas debida a su avanzada edad, y al natural y comprensible desgaste que implica su cotidiana tarea como Papa.

Veo al Papa Benedicto XVI en esta decisión: a un hombre de fe, de amor a la Iglesia, valiente, firme, decidido, que corre los riesgos de interpretaciones erróneas y quizá incomprendidas, incluso por los mismos fieles. 

Sin embargo hacer uso de un derecho que ningún Papa en casi seis siglos había ejercitado es una gran lección espiritual y eclesial para todos los creyentes y especialmente para tantos que nos sentimos indispensables en las funciones y tareas que recibimos en el nombre de Dios, Nuestro Padre.

Es muy loable reconocer y agradecer que a lo largo de su fructífero Pontificado, el Papa mostró: cómo se deben afrontar los problemas de la Iglesia a través del diálogo constructivo y permanente con todas las corrientes del pensamiento, con todas las naciones, con todas las Iglesias y confesiones religiosas.

A casi un año de su visita a México, queda el recuerdo que dirigió a los infantes: “Ustedes, mis pequeños amigos, no están solos; cuentan con la ayuda de Cristo y de su Iglesia”, y el ánimo que generó en todos los mexicanos, insistiendo que el mal no puede tanto, y que siempre la victoria del bien está garantizada en el proyecto salvífico de Jesucristo, consumado en la cruz y en la resurrección.

Su exquisita y delicada bondad la llevaremos en nuestros corazones, confiando que Dios Nuestro Señor lo acompañara en esta etapa final de su vida, dedicada al silencio, la meditación y la oración.Hoy, el Papa Benedicto XVI lanza a la feligresía católica y a los hombres de buena voluntad un claro ejemplo de fortaleza y dignidad, de honestidad y clarividencia, al asumir la decisión de su retiro. 

Por ello, ha señalado al final de su anuncio que orará y pedirá a Jesucristo, Nuestro Señor y a la Virgen María, Madre de la Iglesia su intervención para que los Cardenales electores elijan a quien pueda afrontar, de la mejor manera, los grandes desafíos del tiempo actual y conducir a la Iglesia Católica con la sabiduría del Espíritu conforme a la Voluntad de Dios, Nuestro Padre.

La Iglesia Católica, con esta decisión del Papa Benedicto XVI se fortalecerá en la Fe, en la Esperanza y la infinita confianza del Amor de Dios.

Tlalnepantla – México, febrero 12 de 2013. 



EL CARDENAL JORGE M. BERGOGLIO, MIEMBRO DE LA CAL.


Lunes 25 Feb 2013 | 12:08 pm


Buenos Aires (AICA): El Santo Padre Benedicto XVI designó miembro de la Pontificia Comisión para América Latina (CAL) al cardenal Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires. El purpurado porteño, que mañana partirá a Roma para participar del cónclave que elegirá al nuevo Papa, era hasta ahora consejero de la CAL. Otros argentinos que integran la Pontificia Comisión para América Latina son el cardenal Leonardo Sandri y monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, como consejeros, y monseñor Mario Antonio Cargnello, arzobispo de Salta, y monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, como miembros de la CAL.

El Santo Padre Benedicto XVI designó miembro de la Pontificia Comisión para América Latina (CAL) al cardenal Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires. El purpurado porteño, que mañana partirá a Roma para participar del cónclave que elegirá al nuevo Papa, era hasta ahora consejero de la CAL.

Otros argentinos que integran la Pontificia Comisión para América Latina son el cardenal Leonardo Sandri y monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, como consejeros, y monseñor Mario Antonio Cargnello, arzobispo de Salta, y monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, como miembros de la CAL.

La Pontificia Comisión para América Latina, que forma parte de la Congregación para los Obispos, fue instituida con el objetivo de estudiar de manera unitaria la realidad de la Iglesia en América Latina, favoreciendo la estrecha colaboración con los dicasterios, y con el fin de ayudar al Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).

El presidente de la CAL es el prefecto de la Congregación para los Obispos, actualmente el cardenal canadiense Marc Ouellet.+





CARD. OUELLET ESCRIBE A LOS OBISPOS DE AMÉRICA LATINA SOBRE EL PAPA FRANCISCO

Compartiendo la alegría del primer Pontífice de América Latina, cuyo ejemplo y palabras muestran lo que el Papa Francisco quiere «de todos los pastores latinoamericanos y del mundo», el Prefecto de la Congregación para los Obispos, el Cardenal Marc Oellet, que es también presidente de la Pontificia Comisión para América Latina – CAL – ha dirigido un Mensaje a todos los Episcopados latinoamericanos.

El intenso documento celebra el primer mes de Pontificado y alienta a responder a lo que «Francisco espera de todos nosotros: esa cercanía misericordiosa, muy compenetrada con las necesidades, sufrimientos y esperanzas de los pueblos, especialmente de los pobres y de los que sufren, para comunicarles la salvación que viene de Jesucristo, el Verbo hecho carne».


Mensaje a todos los Episcopados de América Latina

Al mes de la elección del Papa Francisco, deseo vivamente congratularme con todo el Episcopado latinoamericano. Compartimos la alegría ante el hecho inédito en la historia de la Iglesia del primer Pontífice que viene de América Latina. Las comunidades cristianas y los pueblos latinoamericanos han de sentirse muy especialmente cercanos a este hijo suyo y pastor que Dios ha llamado a ser Sucesor de Pedro.

Como respuesta a la reiterada solicitud del Papa de rezar por él, no dudo que se realizará en todo vuestro “continente de esperanza” una campaña de oraciones para que la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, por intercesión de su Madre Santísima, lo sostenga e ilumine en el ministerio que le ha sido confiado.La providencia de Dios ha colocado a la Iglesia en América Latina en una situación muy singular, que acrecienta sus exigencias y responsabilidades. 

El ejemplo y las palabras del Papa Francisco están ya mostrando lo que él quiere de todos los Pastores en América Latina y en el mundo entero. 

Espera de todos nosotros esa cercanía misericordiosa, muy compenetrada con las necesidades, sufrimientos y esperanzas de los pueblos, especialmente de los pobres y de los que sufren, para comunicarles la salvación que viene de Jesucristo, el Verbo hecho carne.

La Iglesia en América Latina, y especialmente sus Obispos, no pueden no plantearse a fondo la significación de un Papa latinoamericano para su vida y misión. ¿Qué significa para la “misión continental” que el Papa Francisco lleva ciertamente en su corazón? ¿Qué significa para el discipulado en vuestras comunidades cristianas? ¿Qué significa para el bien de vuestros pueblos y naciones? ¿Qué significa para la solicitud apostólica universal de la Iglesia latinoamericana y su colaboración con el ministerio universal del Sucesor de Pedro, para irradiar el Evangelio hacia todos los confines de la tierra? Son preguntas ineludibles que merecen suscitar una reflexión muy seria a nivel de cada Iglesia particular, del Episcopado a nivel nacional y del mismo CELAM. Me parece fundamental compartir hoy estas preguntas y reflexiones.

El Papa Francisco espera especialmente que se manifiesten renovados ímpetus de santidad y verdad, de comunión y evangelización, de caridad y solidaridad, como un salto de cualidad cristiana en todas las comunidades católicas latinoamericanas. Ello será la expresión más significativa de esa comunión afectiva y efectiva con el nuevo Pontífice.

En unión de oraciones y estima fraterna,

+ Marc Card. Ouellet, Presidente 


PAPA FRANCISCO A LOS MIEMBROS DEL CELAM
Río de Janeiro - JMJ -





AMÉRICA LATINA CIERRA EL AÑO DE LA FE A LOS PIES DE LA VIRGEN DE GUADALUPE

Viernes 11 Oct 2013 | 11:57 am





Ciudad de México (AICA): Más de 80 prelados, de casi todos los países del continente americano confirmaron su participación en la gran Peregrinación y Encuentro “Nuestra Señora de Guadalupe, estrella de la nueva evangelización en el continente americano”, que se realizará en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, del 16 al 19 de noviembre, con el fin de dialogar sobre los desafíos de la Nueva Evangelización e intercambiar experiencias de mutuo enriquecimiento.

Más de 80 prelados, de casi todos los países del continente americano confirmaron su participación en la gran Peregrinación y Encuentro “Nuestra Señora de Guadalupe, estrella de la nueva evangelización en el continente americano”, que se realizará en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, del 16 al 19 de noviembre, con el fin de dialogar sobre los desafíos de la Nueva Evangelización e intercambiar experiencias de mutuo enriquecimiento.

Uno de los objetivos del Encuentro es poner las intenciones, recomendaciones y proposiciones de la Misión Continental a los pies de la Estrella de la Nueva Evangelización americana y Madre de la civilización del amor, implorando su intercesión y guía.

Se espera, además, más de 300 participantes entre sacerdotes, religiosas y religiosos, miembros de movimientos laicales y laicos de todo el continente, informó la Pontificia Comisión para América Latina (CAL), que organiza el Encuentro conjuntamente con la Basílica de Guadalupe, los Caballeros de Colón y el Instituto Superior de Estudios Guadalupanos.

La convocatoria a este congreso se da en el marco de las iniciativas de la CAL a favor de la Nueva Evangelización en América, como fue la Solemne Eucaristía celebrada el 12 de diciembre de 2010 por el papa emérito Benedicto XVI en la Plaza de San Pedro, con motivo del bicentenario de la Independencia de varios países latinoamericanos.

En esa misma línea, del 9 al 12 de diciembre de 2012, se realizó en el Vaticano el Congreso “Ecclesia in America”, con la participación de numerosos cardenales, obispos y fieles comprometidos de todos los países americanos, de donde nació la iniciativa de esta “Peregrinación y Encuentro” al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, que será el último gran acto del “Año de la Fe” antes de la ceremonia conclusiva, el 24 de noviembre.

El Encuentro será inaugurado por el cardenal Marc Ouellet, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, con palabras relativas al “significado del actual pontificado para el continente americano” y se espera un mensaje del santo padre Francisco para esta ocasión, señala un comunicado de la CAL.

La CAL informó que además de las tareas formales del Congreso, se tiene prevista la participación de otras 500 personas en las actividades generales, como son las cuatro conferencias centrales y celebraciones litúrgicas en la Basílica, así como el “Rosario guadalupano” y el “Rosario continental” por las intenciones del papa Francisco.+ 



VIDEO MENSAJE DEL PAPA POR LA PEREGRINACIÓN Y ENCUENTRO “NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE, ESTRELLA DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN EN EL CONTINENTE AMERICANO”

2013-11-16 Radio Vaticana


(RV).- (Con audio)mp3 http://es.radiovaticana.va/global_images/mp3_icon.gif Su Santidad Francisco envió un video Mensaje con motivo de la peregrinación y encuentro “Nuestra Señora de Guadalupe, Estrella de la Nueva Evangelización en el Continente Americano”, organizado por el Año de la fe y convocado por la Comisión Pontificia para América Latina, la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, los Caballeros de Colón y el Instituto Superior de Estudios Guadalupanos en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, México, del 16 al 19 de noviembre.

Este video Mensaje se transmitió a las 17.00, hora de Roma.

Texto del video Mensaje del Santo Padre:

Queridos hermanos y hermanas, los saludo muy cordialmente, a ustedes que participan en esta peregrinación encuentro, organizada por la Pontificia Comisión para América Latina, al amparo de Nuestra Señora de Guadalupe. 

Además de transmitirles mi afecto, mi cercanía y las ganas que tengo de estar con ustedes, quiero compartir brevemente algunas reflexiones, como ayuda a estos días de encuentro.

Aparecida propone poner a la Iglesia en estado permanente de misión, realizar actos de índole misionera sí, pero en el contexto más amplio de una misionariedad generalizada: que toda la actividad habitual de las iglesias particulares tengan un carácter misionero y esto en la certeza de que la salida misionera, más que una actividad entre otras es paradigma, es decir, es el paradigma de toda la acción pastoral. 

La intimidad de la Iglesia con Jesús es una intimidad itinerante, supone un salir de sí, un caminar y sembrar siempre de nuevo, siempre más allá. Vayamos a otra parte a predicar a las aldeas vecinas porque para eso he venido, decía el Señor. 

Es vital para la Iglesia no encerrarse, no sentirse ya satisfecha y segura con lo que ha logrado. Si sucediera esto, la Iglesia se enferma, se enferma de abundancia imaginaria, de abundancia superflua, se empacha y se debilita.

Hay que salir de la propia comunidad y atreverse a llegar a las periferias existenciales que necesitan sentir la cercanía de Dios. Él no abandona a nadie y siempre muestra su ternura y su misericordia inagotables, pues esto es lo que hay que llevar a toda la gente.

Un segundo punto: el objetivo de toda actividad pastoral siempre está orientado por el impulso misionero de llegar a todos, sin excluir a nadie y teniendo muy en cuenta la circunstancias de cada uno.

Se ha de llegar a todos y compartir la alegría de haberse encontrado con Cristo. No se trata de ir como quién impone una nueva obligación, como quién se queda en el reproche o la queja ante lo que se considera imperfecto o insuficiente. 

La tarea evangelizadora supone mucha paciencia, mucha paciencia, cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña. Y también sabe presentar el mensaje cristiano de manera serena y gradual, con olor a Evangelio como lo hacía el Señor. Sabe privilegiar en primer lugar lo más esencial y más necesario, es decir, la belleza del amor de Dios que nos habla en Cristo muerto y resucitado. 

Por otra parte, debe esforzarse por ser creativa en sus métodos, no podemos quedarnos encerrados en los tópicos del “siempre se hizo así”.

Tercero: quién conduce la pastoral en la Iglesia particular es el Obispo y lo hace como el pastor que conoce por nombre a sus ovejas, las guía con cercanía, con ternura, con paciencia, manifestando efectivamente la maternidad de la Iglesia y la misericordia de Dios. 

La actitud del verdadero pastor no es la del príncipe o la del mero funcionario atento principalmente a lo disciplinar, a lo reglamentario, a los mecanismos organizativos. Esto lleva siempre a una pastoral distante de la gente, incapaz de favorecer y lograr el encuentro con Jesucristo y el encuentro con los hermanos. 

El pueblo de Dios que se le confía necesita que el Obispo vele por Él cuidando sobre todo aquello que lo mantiene unido y promueve la esperanza en los corazones. Necesita que el Obispo sepa discernir, sin acallarlo, el soplo del Espíritu Santo que viene por donde quiere, para el bien de la Iglesia y su misión en el mundo.

Cuarto: estas actitudes del Obispo, han de calar muy hondo también en los demás agentes de pastoral, muy especialmente en los presbíteros. La tentación del clericalismo, que tanto daño hace a la Iglesia en América Latina, es un obstáculo para que se desarrolle la madurez y la responsabilidad cristiana de buena parte del laicado. 

El clericalismo entraña una postura auto-referencial, una postura de grupo, que empobrece la proyección hacia el encuentro del Señor, que nos hace discípulos y hacia el encuentro con los hombres que esperan el anuncio. 

Por ello creo que es importante, urge, formar ministros capaces de projimidad, de encuentro, que sepan enardecer el corazón de la gente, caminar con ellos, entrar en diálogo con sus ilusiones y sus temores. Este trabajo, los Obispos no lo pueden delegar. Han de asumirlo como algo fundamental para la vida de la Iglesia sin escatimar esfuerzos, atenciones y acompañamiento. 

Además, una formación de calidad requiere estructuras sólidas y duraderas, que preparen para afrontar los retos de nuestros días y poder llevar la luz del Evangelio, a las diversas situaciones que encontrarán los presbíteros, los consagrados, las consagradas y los laicos en su acción pastoral.

La cultura de hoy exige una formación seria, bien organizada, y yo me pregunto si tenemos la autocrítica suficiente como para evaluar los resultados de muy pequeños seminarios que carecen del personal formativo suficiente.

Quiero dedicar unas palabras a la vida consagrada. La vida consagrada en la Iglesia es un fermento. Un fermento de lo que quiere el Señor, un fermento que hace crecer la Iglesia hacia la última manifestación de Jesucristo. 

Les pido a los consagrados y consagradas, que sean fieles al carisma recibido, que en su servicio a la Santa Madre Iglesia jerárquica no desdibujen esa gracia que el Espíritu Santo dio a sus fundadores y que la deben transmitir en toda su integridad. Y esa es la gran profecía de los consagrados, ese carisma dado para el bien de la Iglesia.

Sigan adelante en esta fidelidad creativa al carisma recibido para servir a la Iglesia.

Queridos hermanos y hermanas, muchas gracias por lo que hacen por esta misión continental. Recuerden que han recibido el Bautismo y que los ha convertido en discípulos del Señor. Pero todo discípulo a la vez es misionero. 

Benedicto XVI decía que son las dos caras de una misma medalla. Les ruego, como padre y hermano en Jesucristo, que se hagan cargo de la fe que recibieron en el Bautismo. Y como lo hicieron la mamá y la abuela de Timoteo, transmitan la fe a sus hijos y nietos, y no sólo a ellos. Este tesoro de la fe no es para uso personal. Es para darlo, para transmitirlo, y así va a crecer. Hagan conocer el nombre de Jesús. Y si hacen esto, no se extrañen de que en pleno invierno florezcan rosas de Castilla. Porque saben, tanto Jesús como nosotros, tenemos la misma Madre.

(Transcripción jesuita Guillermo Ortiz – Radio Vaticana).



FRANCISCO: CONVERSIÓN, SORPRESA DEL ESPÍRITU Y REVOLUCIÓN

Guzmán Carriquiry Lecour

25 de Febrero, 2015 



En dos oportunidades entrevisté con fines periodísticos al Dr. Guzmán Carriquiry Lecour.

Una fue en Buenos Aires junto al Dr. Alberto Barlocci, en marzo del 2012, cuando la Universidad Católica Argentina le otorgó el Doctorado Honoris Causa. Una gran alegría había en el ambiente aquella jornada y sus palabras abrazaron con claridad y perspectiva la realidad latinoamericana. Compartimos una charla que publicaron las revista Criterio y Ciudad Nueva de Argentina.

La otra fue bien distinta y tiene algo de novelesco. En tiempos de espera del nuevo Papa, cuando las Congregaciones cardenalicias concitaban la atención del mundo entero, en aquel lluvioso marzo del 2013 en Roma, Carriquiry me recibió con corazón rioplatense en la sede de la Pontificia Comisión para América Latina. Su opinión ante el nuevo escenario de la Iglesia global era sustancial para entender hechos, personas, espacios y responsabilidades. En esa media hora de conversación hubo buena información y análisis profundo pero lo para mí extraordinario sucedió en la despedida.

Iban ya entrando las cámaras de Rome Reports que era el medio que seguía en su apretada agenda, cuando Carriquiry me dijo sin dudarlo: “Y no se olvide, Virginia, el próximo Papa es Bergoglio”.

Debo confesar sin rubores que sentí campanas en la cabeza y que por un largo rato me desbordaron la fuerza y la convicción de sus palabras.

Luego, siguió el día de trabajo y más diálogos (escuché otros pronósticos muy distintos también) para continuar comprendiendo esa inminente realidad que nos sorprendería a todos con la elección del cardenal Bergoglio como Francisco para el mundo.

Pero fue el Dr. Carriquiry Lecour el primero que puso en palabras la Iglesia que hoy racconta en un texto que nos completa en tanto lectores y contemporáneos de un pontificado que abraza hermanos, problemáticas, distancias, temores, esperanzas... y que partió justamente desde América Latina.

VIRGINIA BONARD

_______________________________

Reproducimos completo el texto aludido.

HACIA LOS DOS AÑOS DEL PONTIFICADO DEL PAPA FRANCISCO

Han pasado sólo dos años, pero han sido de tal densidad e intensidad, que el camino del pontificado del papa Francisco parece ya bien trazado. No faltarán, sin embargo, muchas otras sorpresas del Espíritu, aquellas sorpresas que el Papa acoge y discierne en sus largos tiempos de oración y de las cuales se hace portador para el bien de la Iglesia y de su servicio a los hombres.

Creo que nos encontramos frente al alba de una revolución evangélica. ¡Y esto no tiene nada de retórica superflua! Ya Benedicto XVI nos recordaba que el cristianismo es “la mutación más radical en la historia”. 

Tras el agotamiento y  fracaso histórico de la tradición revolucionaria sin Dios, contra Dios, sólo la Iglesia podía retomar con credibilidad el lenguaje de la revolución. 

El Papa Francisco nos llama a ser testigos y protagonistas de la “fuerza revolucionaria del amor y de la verdad”, de la “revolución de la ternura y de la compasión”, de la “revolución de la gracia”, sin duda la más revolucionaria porque cambia radicalmente, ontológicamente, la persona e imprime sin cesar dosis de amor y verdad, de solidaridad y fraternidad en la vida de los pueblos.

¿Cuál mensaje es más revolucionario que el sermón de la montaña, el discurso de las Bienaventuranzas, que derriba todas las jerarquías e idolatrías mundanas? 

Es “la fuerza irrefrenable” de la Resurrección, afirma papa Francisco en la Exhortación apostólica “Evangelii Gaudium” (n. 276). Él nos guía hacia el centro del Evangelio, rezado y meditado, proclamado, comentado y compartido, como lo hace en sus homilías de cada día que nos sorprenden, sacuden y alimentan en nuestra cotidianidad.

Desde el inicio de su pontificado, el papa Francisco ha puesto todos los medios 
oraciones, palabras, gestos, acciones y decisiones, guiado por el Espíritu de Dios, por su propia experiencia pastoral y su temperamento personal, para llegar al corazón de las personas que tiene delante. 

Ha querido conducir siempre a concentrarse en la invitación “a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre escribe en su documento programático, n. 3  a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso”. 

Por lo tanto, el papa Francisco afirma que nunca se cansará de repetir las palabras de Benedicto XVI que llevan al centro del Evangelio: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (n. 7). 

Él quiere sacudir nuestro conformismo mundano, para llamarnos siempre de nuevo, a todos nosotros, pecadores, a la conversión: sentir como Cristo, pensar como Cristo, vivir como Cristo.

Quienes no captan el significado de esta centralidad en el pontificado de papa Francisco terminan desorientados o, al menos, destacan de él cuestiones que pueden ser importantes  pero que son secundarias.

¡Qué sorpresa del Espíritu pasar en tan poco tiempo desde un clima de asedio, sufrido por la Iglesia como en declino, no obstante la mansedumbre y sabiduría del santo Papa Benedicto, a la fuerza atractiva, a la explosión de alegría y esperanza, que suscita por doquier el pontificado de Francisco! No se trata sólo ni mucho menos de un carisma mediático del Papa Francisco; hay algo mucho más profundo que Él hace emerger de las necesidades y anhelos de las personas. Se derrumban muros de prejuicios y resistencias muy fuertes, se plantean preguntas y expectativas incluso entre los que pensaban haber cerrado sus cuentas con la fe y con la Iglesia; para muchos es la hora del despertar de una fe adormecida, para otros es su nuevo florecimiento, para todos el renacer del “orgullo” sobre la dignidad y la belleza de confesarse  cristianos.

La libertad, la fuerza y la determinación de papa Francisco están basadas, por una parte, en la conciencia serena y alegre del dejarse conducir por el Espíritu de Dios y, por otra, en el afecto que le expresa el pueblo de Dios, inspirado por su instinto evangélico, por el “sensus fidei”, pero que le manifiestan también, más allá de los fronteras eclesiásticas, todos los pueblos de la tierra (lo que lo ha convertido en sólo dos años en líder mundial en los escenarios dramáticos que se están viviendo).

La gente que llena desde el inicio la plaza de San Pedro
como nunca hemos visto y las impresionantes muchedumbres que lo acogen y acompañan en sus viajes apostólicos nos ayudan a relativizar una mirada limitada y estrecha, a menudo  reducida a los “palazzi romani”, a las vicisitudes de la burocracias o a los comentarios auto-referenciales de los “intelectuales”. El real, el verdadero “católico medio” título con el cual se ha presentado Messori en un reciente y polémico artículo de prensa se encuentra en todos los que siguen y quieren al Papa, atraídos por su testimonio y por el mensaje que Él comunica: un Evangelio con pocas glosas, según una “gramática de la sencillez”, pero radical, en un intercambio muy profundo de humanidad. ¡Qué lejanos estos “católicos medios”, sorprendidos, gratos y felices por el acontecimiento que les llega al corazón, del poner su ego como medida y juicio de la realidad!

Hay que tener en cuenta, sin embargo, algunas honestas perplejidades y desconciertos de quienes se sienten impactados por la nueva modalidad de ejercicio del papado y por su peculiar forma de conducción y comunicación. 

El mismo Papa aprecia y agradece una ponderada libertad de crítica, incluso respecto de sí.  Pero sería muy difícil explicar bien a los millones de personas que acompañaron al Papa en Copacabana, en Corea, en Sri Lanka y Filipinas, en las parroquias de Roma y en las visitas pastorales en Italia, las resistencias arraigadas, muchas veces la envidia y el orgullo, e incluso el rechazo sistemático y lleno de prejuicios que se observan en algunas reacciones, por cierto muy minoritarias, en la misma Iglesia. 

¡Cuánta razón tenía Benedicto XVI, en tiempos de persecución masiva, violenta y sangrienta de los cristianos en el Medio Oriente, en Nigeria y en muchas partes del mundo, cuando subrayaba que el peor enemigo para la Iglesia es el mal que la amenaza desde su interior! 

En este sentido, asombra la semejanza entre los que se oponen abiertamente al papa Francisco, mostrando muy escasa comunión afectiva y efectiva, con los fariseos, los saduceos y doctores de la ley frente a Jesús: lo seguían con el ánimo malicioso, siempre prontos para ponerlo a la prueba, tendiéndole trampas, escandalizados por sus encuentros con prostitutas y publicanos, siempre malinterpretándole, esperando de poder vislumbrar alguna mínima desviación acerca la Ley para juzgarlo, para condenarlo.

Por paradoja, los que se encierran en una reacción crítica y negativa, a saber los reaccionarios, concuerdan y se alimentan también con la figura mas bien distorsionada que pretenden difundir ciertos ambientes eclesiásticos y mediáticos de progresismo “liberal”. 

Los une la imagen, falseada, de un Papa que quiere cambiar las enseñanzas doctrinales y morales de la Iglesia,  que se contrapone a sus predecesores en la sede de Pedro, figura como separada de la realidad viva de la Iglesia, sea para denigrarla por parte de los primeros y para exaltarla por parte de los segundos. 

Ambos no escuchan, toman selectivamente de los discursos pontificios, censuran todo lo que no esté de acuerdo con su interpretación ideológica, con sus propios intereses, con sus esquemas mentales y espirituales, con la imagen del Papa que quieren difundir. Por eso, prefieren hablar poco o nada cuando el Papa señala la mundanidad come pecado grave de los cristianos, cuando habla  de las “insidias del demonio” en acomodarse al “moderno”, cuando denuncia el neo-malthusianismo de los nuevos “Herodes”, cuando se refiere al “colonialismo ideológico” contra la familia, cuando denuncia la “teoría del gender”. Mejor callar para quedarse con su propia interpretación y propagarla. Acabarán, ambas partes, en tratarle de “populista”, concepto ideológico abusado y maltratado que sólo sirve para confundir.

Contra estos esquemas reductivos y deformantes, se puede confiar en que el límpido y auténtico testimonio del Papa Francisco, la sencilla claridad de sus palabras y gestos, que impactan los “media”, puedan ser bien acogidas por fieles y pastores, por la gente, por los pueblos. 

Sin embargo, no hay que subestimar la perplejidad y el desconcierto provocados y difundidos por los que siembran confusión y, por ello, desconciertos y división. 

En algunas ocasiones, la espontaneidad y expresividad en las palabras del Papa pueden también provocar sentimientos variados, alimentados por la reacción parcial, a veces instrumental, de la prensa que las manejan a su modo. 

Tal vez la Providencia de Dios permite que a las persecuciones “externas” se sumen algunas “internas”, para moderar cualquier tentación de “triunfalismo” y recordar que la Cruz cargada es siempre una muestra de auténtica experiencia cristiana y de ministerio al servicio de Dios y de los pueblos. 

En todo caso, el papa Francisco mira siempre más allá de los corrillos y pujas eclesiásticas, a veces nos “pega” fuerte pero siempre nos abraza, sin medio a todas nuestras fragilidades e infidelidades, sin miedo al camino de la libertad, al igual que el padre con el hijo pródigo.

Sin duda, la reforma de la Iglesia in capitis e in membris, para ser cada vez más fiel a su Señor y a la misión que le ha sido confiada – reforma que es obra del Espíritu Santo -, no puede depender de un hombre solo al comando. 

Reforma  in capitis implica y requiere conversión pastoral, la cual es “conversión del papado”, ya en acto, pero también conversión de los Pastores, a saber de los Obispos, de sus colaboradores en el ministerio, de todos los operadores pastorales. 

Las palabras del papa Francisco sobre los Obispos y los sacerdotes son muy claras. Cada Pastor está llamado a un profundo examen de conciencia y revisión de vida. Basta ver al Papa y seguirlo. 

No hay reforma in capitis si no se logra contar con personas, actitudes y estilos que sigan verdaderamente al Papa en el servicio de la Curia Romana. 

No hay verdadera reforma sin una re-consagración que sacuda la vida de las comunidades de religiosos y religiosas, de manera que su camino de santidad y misión se muestre fascinante y atractivo. 

No hay verdadera reforma si no es por medio de una multiforme riqueza carismática y educativa que ayude a da un salto de cualidad en la fe y piedad de los pueblos. 

No hay verdadera reforma si no es en una Iglesia en salida, hacia todas las periferias, cercana a la gente, llena de misericordia, de ternura y de solidaridad. 

No hay verdadera reforma si los pobres, que están en el centro del Evangelio, no están también, efectivamente, en el corazón de la Iglesia. 

No hay verdadera reforma si el Evangelio no desencadena nuevos y fuertes movimientos de dignidad, de justicia y de paz en la vida de las naciones y en la comunidad internacional. 

No hay verdadera reforma si no inicia y se alimenta de rodillas, rezando. Sólo así el Espíritu Santo irá sedimentando, consolidando e irradiando por todas partes las energías cristianas que el papa Francisco está ayudando a reflorecer.  Creo que son estos los mayores desafíos que el pontificado tiene por delante.


Dr. Guzmán M. Carriquiry Lecour
Secretario encargado de la Vice-Presidencia de la Pontificia Comisión para América Latina




MENSAJE DE FRANCISCO AL CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO, CELAM

Ayuden a mantener siempre viva en la Iglesia en América Latina la pasión por nuestros pueblos: el Papa al CELAM


                     
2015-10-30 Radio Vaticana

(RV).- El Papa Francisco recibió en audiencia en la mañana de este viernes 30 de octubre a la presidencia del Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM, encabezados por el presidente, el cardenal Rubén Salazar Gómez, arzobispo de Bogotá. El Pontífice dirigió un mensaje a los obispos del Consejo, que este año celebra su sexagésimo aniversario, expresando su viva estima y uniéndose a ellos en acción de gracias por los frutos que ha dado el servicio de su trabajo a la Iglesia en Latinoamérica.


Carta del Santo Padre Francisco al presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano


Texto completo del Mensaje del Papa

Querido Hermano:

Con ocasión de los 60 años del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), deseo unirme en oración de acción de gracias por todo el bien que el Señor ha ido sembrando y dando fruto por medio de su servicio a la Iglesia de Dios en América Latina.

Espero que el CELAM, teniendo como prioridad la conversión pastoral y misionera, sea cada vez más partícipe, sostén e ímpetu irradiante de ese movimiento evangelizador hacia todos los ambientes y confines. Es importante que nuestras comunidades sean «casa y escuela de comunión», que atraigan por una sorprendente fraternidad fundada en el reconocimiento del Padre común, y ayuden a mantener siempre viva en la Iglesia en América Latina la pasión por nuestros pueblos, la asunción de sus sufrimientos y la capacidad de discernimiento cristiano de las vicisitudes de su historia presente, para abrir caminos de mayor equidad, paz y justicia.

La próxima apertura del Jubileo extraordinario de la Misericordia será un acontecimiento de gracia en el que el CELAM ha de prestar un servicio fundamental de animación, intercambio y celebración.

Querido hermano, al transmitirle mis más cordiales saludos de viva estima, imparto a todos los miembros y colaboradores del CELAM, y a todo el episcopado latinoamericano y del Caribe, mi Bendición Apostólica, poniendo en la tilma de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de América, todos estos propósitos para que, por su intercesión, Nuestro Señor Jesucristo suscite siempre nuevos y más santos discípulos misioneros en nuestras iglesias, y más valientes constructores de paz y justicia en nuestras naciones.






JMP+













  

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