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AMÉRICA LATINA: INAUGURACIÓN DEL
CENTRO PARA LA NUEVA EVANGELIZACIÓN 07/25/2012 L'Osservatore Romano
CON LA ALEGRÍA DE LOS PRIMEROS MISIONEROS
07/25/2012 L'Osservatore Romano +
Se inauguró ayer, martes 24, en Colombia, Bogotá, El Observatorio de la nueva evangelización en América Latina. La ceremonia, en Roma participaron a través de teleconferencia, el arzobispo Rino Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización. Se llevó a cabo en la reunión de los directores de departamento obispos del Consejo Episcopal Latinoamericano.
Sobre el tema de la nueva evangelización se publica una intervención del Arzobispo Secretario de la Congregación del Vaticano. El Papa Juan Pablo II en su encíclica se refiere a la importancia y la urgencia del mandato misionero, comienza con una afirmación contundente: "La misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, aún lejos de ser una realidad "(Redemptoris missio, 1).
No sólo todavía hay millones de hombres y mujeres que no conocen el mensaje del Evangelio, sino también muchos de los que han sido bautizados no se identifican con el mensaje de la Iglesia, o no viven una vida coherente con su fe.
De ahí el llamamiento urgente que la Iglesia no sólo lleva a cabo la misión de "ir y hacer discípulos" (Mateo, 28, 19), sino también la necesidad de tomar
en cuenta los desafíos de la contingencia actual.
en cuenta los desafíos de la contingencia actual.
La actividad que pretende llevar a cabo la nueva evangelización es, por tanto, dar una respuesta a la difícil situación de la Iglesia, en la que muchos bautizados están alejados de la Iglesia.
Y para ello, Benedicto XVI ha querido dar gran impulso, colocándolo en la parte superior de la agenda del ministerio de la Iglesia entera.
NUEVA EVANGELIZACION Y AMERICA LATINA-
MONS.RINO FISICHELLA
(Conferencia a los Embajadores de América Latina ante la Santa Sede) Roma, 21 de junio de 2012
S.E.R. Mons. Rino Fisichella Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización
El interés que la institución del Pontificio Consejo ha suscitado en el mundo es verdaderamente extraordinario, y la expectativa creada manifiesta, una vez más, la intuición “profética” de Benedicto XVI.
Utilizo intencionalmente el término “profético”, con toda la fuerza de su connotación teológica: en efecto, aspira ante todo a hacer reflexionar sobre el presente de la vida de la Iglesia.
El tiempo que vivimos nos exige una mirada llena de realismo, para comprender la responsabilidad que cada uno tiene que asumir. Al mismo tiempo, “profético” significa mirar el futuro con grandeza de alma, para que no nos encuentre desprevenidos ni pasivos, sino capaces de una reacción libre, consecuencia de una fe vigilante y atenta.
La decisión de Benedicto XVI de instituir el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización se hizo pública durante la celebración de las Primeras Vísperas de la Solemnidad de los santos Pedro y Pablo.
En la basílica de San Pablo Extra Muros, durante la homilía el Santo Padre manifestó: “he decidido crear un nuevo organismo, en la forma de «Consejo pontificio», con la tarea principal de promover una renovada evangelización en los países donde ya resonó el primer anuncio de la fe y están presentes Iglesias de antigua fundación, pero que están viviendo una progresiva secularización de la sociedad y una especie de «eclipse del sentido de Dios», que constituyen un desafío a encontrar medios adecuados para volver a proponer la perenne verdad del Evangelio de Cristo”.
El nacimiento oficial del nuevo Dicasterio, con la carta Apostólica Ubicumque et semper, corresponde al 21 de septiembre de 2010, fiesta litúrgica de San Mateo apóstol y evangelista.
La elección es simbólica y posee un significado claro: la nueva evangelización está en continuidad con el mandato de Cristo de enviar a sus apostóles por el mundo entero, y este mandato encuentra en el Evangelio su punto fundamental.
El Papa quiere infundir nueva fuerza al espíritu misionero de la Iglesia, especialmente en aquellos lugares donde la fe parece debilitarse cada vez más, acosada por las consecuencias del secularismo.
SIGNIFICADO TEOLÓGICO Y PASTORAL DE LA NUEVA EVANGELIZACION POR LOS LAICOS
S.E.R. Mons. Rino Fisichella
Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización
Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización
Que la expresión “nueva evangelización” pueda aparecer como una fórmula abstracta no es, en efecto, un riesgo peregrino. Para evitarlo, es necesario clarificarla, otorgándole contenidos que permitan captar su sentido y finalidad.
Dos expresiones me parecen útiles para aportar mayor claridad.
La primera indica el contenido, mientras que la segunda, la metodología.
La “nueva evangelización” toma fuerza del texto de la carta a los Hebreos: “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre” (Hb. 13,8).
No hay ninguna posibilidad de cambio ni modificación.
El contenido del anuncio permanece idéntico como el primer día de nuestro arribo a la fe.
Resulta interesante prestar atención al contexto inmediato del texto, para entrar mejor en el mérito de la cuestión.
El autor se muestra particularmente interesado en la cohesión de la comunidad y dice: “Recordad a vuestros superiores, que os han anunciado la Palabra de Dios, considerando atentamente el desenlace de su vida, imitad su fe” (v. 7).
A diferencia de los numerosos textos de las Cartas donde aparece frecuentemente el término “sacerdote” (presbyteroi) o también “obispo” (episkopoi), aquí, en cambio, encontramos el raro caso de hegoumenoi es decir, “superiores”, aquellos de quienes Jesús, utilizando el mismo término en el Evangelio, dice que deben “servir” mientras esperan su retorno (cf. Lc. 22,26).
El horizonte que se abre puede ayudar a reflexionar. A los discípulos que discuten acerca de quién es el más grande, Jesús responde que el que gobierna debe ser como el que sirve.
Viniendo a nuestros días, esto significa que, en un momento como el nuestro, a menudo confuso y tendiente al predominio del poder, es necesario reafirmar el primado de un verdadero servicio, que los creyentes estamos llamados a desarrollar.
Esto no nos enorgullece ni nos hace mejores que los otros; sólo nos hace tomar conciencia de la responsabilidad que tenemos.
El texto de la carta, sin embargo, va más allá y muestra que la primera tarea reconocida a estos “superiores” es que han anunciado la palabra de Dios.
Justamente la predicación ha permitido la escucha y ésta ha llevado a la fe (cf. Rom 10,14), y por ende, a la construcción de la comunidad cristiana.
Como se vé, el anuncio resulta ser el primer deber del ministerio que los cristianos están llamados a ejercer; no se puede renunciar a él sin empobrecer la responsabilidad bautismal.
El autor sacro, en fin, agrega un dato para nada secundario, sobre todo si se considera, de nuevo, el momento histórico actual: el estilo de vida del creyente lleva a imitar la fe.
La carta a los Hebreos no deja dudas: la eficacia del ministerio no se agota en la predicación; ésta debe hacerse visible, testimoniarse para permitir la credibilidad.
En la unión de estos componentes -de los que no se puede separar la acción litúrgica, tan importante en la enseñanza de esta carta- se configura la lógica de la fe. Prescindir de estos aspectos o separarlos, anularía el contenido de la evangelización y de la misma fe.
En fin, creer no es la adhesión a un teorema, sino compromiso de vida que llega hasta la entrega de sí mismo, porque se ha encontrado a Jesucristo en una comunidad viva, que lo anuncia de manera creíble.
Llegados aquí, después de haber visto el contexto, el pasaje central permite dar un paso más. El versículo especifica en qué consiste el núcleo de la fe recibida por la predicación del apóstol: la persona de Jesucristo.
La expresión utilizada por el autor es perentoria: “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre”. No deja lugar a ninguna vacilación ni neutralidad.
En los tres adverbios se atestigua la solidez de la revelación de Jesús; él es la “piedra angular” (Mt. 21,42), la “roca” (Mt. 7,24-25), el fundamento sobre el cual construir la propia vida. Lo fué “ayer”, en el momento en que se ha creído en él; lo es “hoy”, cuando se anuncia su Palabra y se celebra el misterio de su muerte y resurrección, y lo será “para siempre” hasta el fin de los tiempos. En una palabra, Cristo es siempre el mismo.
Por otra parte, la Carta agrega algo más en el versículo siguiente: “No os dejéis desviar por doctrinas diversas y extrañas, porque es bueno que el corazón permanezca fortalecido por la gracia” (v. 9).
Pareciera que el autor sagrado estuviese viendo más allá de su propio tiempo –ciertamente no menos fácil que el nuestro- y mirando al futuro de los creyentes, cuando distintas filosofías e ideologías atentarán contra la estabilidad e integridad de la fe. Nada nuevo desde este punto de vista.
Un recorrido por las cartas del Nuevo Testamento no hace más que confirmar la misma preocupación. Pablo, la mayoría de las veces, invita a no dejarse sacudir por vientos de doctrina (Ef. 4,14), a no seguir las prescripciones y doctrinas de los hombres (Col. 2,22), incluso pone en guardia contra las “doctrinas diabólicas” (1 Tim. 4,1) y contra quienes predican un Evangelio distinto del suyo (Gal. 1,7-9).
No se queda atrás Pedro, que habla de “falsos profetas” (2 Pe. 2,1), mientras que Juan agrega también “muchos seductores” (2 Jn 2,7). Tal vez, la advertencia que requiere mayor vigilancia en nuestros días es propiamente ésta.
La seducción de predicadores que sin espesor intelectual tocan las cuerdas de los sentimientos, ofreciendo utopías que prometen sueños de felicidad, pero que provocan una mayor soledad. La voz de las sirenas no pertenece a tiempos pasados, sino al nuestro. Taparse los oídos parecería facilitar las cosas, pero dejaría todo en una mera ilusión. Tener la fuerza de Ulises y permanecer atado al mástil es de pocos, y sin embargo es el camino para superar Escila y Caribdis.
No se puede hacer nueva evangelización sin nuevos evangelizadores. No es una tautología, sino una evidencia, que sin embargo, no puede darse por supuesta.
En la carta de San Pablo a los Romanos está escrito: “todo el que invoque el nombre del Señor será salvado. Pero, ¿cómo podrán invocarlo sin haber primero creído en él? ¿y cómo podrán creer sin haber escuchado hablar de él? ¿y cómo escucharán sin alguien que lo anuncie? ¿y cómo lo anunciarán si no son enviados? Como está escrito: ¡qué hermosos son los piés de quienes traen la buena noticia!” (Rom. 10,13-15).
Como puede verse, el apóstol subraya la relación entre la necesidad de invocar al Señor, tener fe, y ser enviado para anunciarlo, de modo que todos puedan creer.
El fundamento de esta misión es la llamada; ella se extiende de la invocación a la misión, porque reconoce que Jesús es el Señor de todo y de todos.
Por tanto, ser evangelizador es una vocación para que todos puedan escuchar el Evangelio de Jesús, creer en él e invocarlo. Vocación que nace el mismo día del bautismo, y llama a cada creyente en Cristo a testimoniar creíblemente la bella noticia contenida en su enseñanza.
Ser enviado es, por tanto, intrínseco a la vocación bautismal; para cada cristiano esto significa asumir en primera persona una responsabilidad que no admite delegación alguna.
El anuncio del Evangelio no puede ser delegado; reclama, en cambio, la conciencia propia del creyente de hacerse portador de Cristo donde quiera que vaya.
Existen testimonios de esta convicción incluso en los escritos más antiguos; el obispo de Jerusalén san Cirilo decía en sus catequesis: “Habiendo recibido su cuerpo y su sangre nos transformamos en portadores de Cristo”.
El cristiano es, entonces, por su propia naturaleza cristóforo, y sólo así alcanza a comprender las significativas palabras del Señor: “Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mi, porque soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt. 11,29-30). El yugo que menciona Jesús no es otro que la invitación a convertirse en discípulos suyos y a compartir su misma vida; es decir, invitación a tomar parte en su misión salvífica.
Sumamente particular es el rol que compete a los laicos.
Con este término incluyo toda la compleja y diferenciada realidad eclesial de bautizados llamados a vivir la experiencia de la fe en parroquias, asociaciones, movimientos y en la increíble galaxia constituida por acción del Espíritu, que constantemente opera en favor de la misión de la Iglesia de Cristo, y que no se deja limitar por nada.
Después de la articulada enseñanza del Concilio Vaticano II, los obispos retomaron el argumento para describir la vocación y misión de los laicos en la vida de la Iglesia.
El documento Christifideles laici (1988) constituye un verdadero patrimonio de teología y espiritualidad para comprender el rol insustituible que mujeres y hombres laicos poseen en este particular momento de la historia.
La constitución del Concilio sobre la Iglesia, Lumen gentium, posee una clave interpretativa del todo original y determinante para comprender el aporte de los laicos a la nueva evangelización. Se lee: “Los laicos están especialmente llamados a hacer presente y operante a la Iglesia en aquellos lugares y circunstancias en que sólo puede llegar a ser sal de la tierra a través de ellos” (LG 33).
Justamente la expresión “sólo a través de ellos” debería provocar una seria reflexión sobre el aporte original que los laicos están llamados a realizar. Con otras palabras, es obvio que algunos ambientes no pueden ser alcanzados sino por laicos y laicas que con su vida profesional están en condiciones de dar testimonio de la fe.
Su presencia en estos ambientes es insustituible y sólo ellos son capaces de realizar aquella primera forma de humanización que a menudo es preludio necesario para hablar de Jesucristo.
El documento del Sínodo parece ofrecer una explicación al respecto. Insertando el tema de la nueva evangelización en relación con la acción de los laicos dice: “Enteros países y naciones, en los que en un tiempo la religión y la vida cristiana fueron florecientes y capaces de dar origen a comunidades de fe viva y operativa, están ahora sometidos a dura prueba e incluso alguna que otra vez son radicalmente transformados por el continuo difundirse del indiferentismo, del secularismo y del ateísmo.
Se trata, en concreto, de países y naciones del llamado Primer Mundo, en el que el bienestar económico y el consumismo —si bien entremezclado con espantosas situaciones de pobreza y miseria— inspiran y sostienen una existencia vivida «como si no hubiera Dios».
Ahora bien, el indiferentismo religioso y la total irrelevancia práctica de Dios para resolver los problemas, incluso graves, de la vida, no son menos preocupantes y desoladores que el ateísmo declarado. Y también la fe cristiana —aunque sobrevive en algunas manifestaciones tradicionales y ceremoniales— tiende a ser arrancada de cuajo de los momentos más significativos de la existencia humana, como son los momentos del nacer, del sufrir y del morir.
De ahí proviene el afianzarse de interrogantes y de grandes enigmas, que, al quedar sin respuesta, exponen al hombre contemporáneo a inconsolables decepciones, o a la tentación de suprimir la misma vida humana que plantea esos problemas.
En cambio, en otras regiones o naciones todavía se conservan muy vivas las tradiciones de piedad y de religiosidad popular cristiana; pero este patrimonio moral y espiritual corre hoy el riesgo de ser desperdigado bajo el impacto de múltiples procesos, entre los que destacan la secularización y la difusión de las sectas.
Sólo una nueva evangelización puede asegurar el crecimiento de una fe límpida y profunda, capaz de hacer de estas tradiciones una fuerza de auténtica libertad.
Ciertamente urge en todas partes rehacer el entramado cristiano de la sociedad humana. Pero la condición es que se rehaga la cristiana trabazón de las mismas comunidades eclesiales que viven en estos países o naciones.
Los fieles laicos —debido a su participación en el oficio profético de Cristo— están plenamente implicados en esta tarea de la Iglesia.
En concreto, les corresponde testificar cómo la fe cristiana —más o menos conscientemente percibida e invocada por todos— constituye la única respuesta plenamente válida a los problemas y expectativas que la vida plantea a cada hombre y a cada sociedad.
Esto será posible si los fieles laicos saben superar en ellos mismos la fractura entre el Evangelio y la vida, recomponiendo en su vida familiar cotidiana, en el trabajo y en la sociedad, esa unidad de vida que en el Evangelio encuentra inspiración y fuerza para realizarse en plenitud” (CL 34).
En otras palabras, el camino de la nueva evangelización debe dar espacio al mundo laical con todas sus articulaciones y con la complejidad de sus actividades, para que los lugares que sólo ellos pueden alcanzar sean provocados por su presencia positiva.
Es obvio que su acción será tanto más eficaz en la medida en que pertenezcan a una comunidad que los anima a la misión, los sostiene en las dificultades y permanece como punto de referencia donde poder relatar las maravillas que el Señor cumple por medio de su apostolado.
Permítaseme, en este contexto, dedicar algunas palabras en particular a las mujeres laicas. Las mujeres tienen un rol determinante en la vida de la Iglesia y su servicio de genuina evangelización no sólo debe ser reconocido, sino sobre todo, sostenido y promovido. Como recordaba el apóstol: “el marido incrédulo se santifica por la mujer creyente y la mujer incrédula será santificada por el marido creyente” (1 Cor. 7,14-15).
La nueva evangelización tendrá eficacia en la medida en que la mujer asuma este servicio con todo su ser. No se hace retórica frente a este empeño cuando se vé su valiosa presencia en la vida de nuestras comunidades.
Sin ellas sería imposible tener una catequesis de preparación para los niños de primera comunión. Ellas tienen el lenguaje y la atención necesaria que les permite hacerse comprender. La acción pastoral en la preparación de las madres para el bautismo de sus hijos... Cuando llaman a la casa donde vive una familia para llevar la bella noticia de Jesús resucitado, su presencia trae seguridad y hace que las puertas se abran de par en par.
Que ninguno de nosotros tenga celos por los roles y ministerios que les pertenecen de modo especial y que sólo por medio de ellas logran la debida eficacia. Juan Pablo II, en su carta a las mujeres decía: “A este respecto, quiero manifestar una particular gratitud a las mujeres comprometidas en los más diversos sectores de la actividad educativa, fuera de la familia: asilos, escuelas, universidades, instituciones asistenciales, parroquias, asociaciones y movimientos [...]
En este cometido manifiestan una forma de maternidad afectiva, cultural y espiritual, de un valor verdaderamente inestimable, por la influencia que tiene en el desarrollo de la persona y en el futuro de la sociedad. ¿Cómo no recordar aquí el testimonio de tantas mujeres católicas y de tantas Congregaciones religiosas femeninas que, en los diversos continentes, han hecho de la educación, especialmente de los niños y de las niñas, su principal servicio? Cómo no mirar con gratitud a todas las mujeres que han trabajado y siguen trabajando en el campo de la salud, no sólo en el ámbito de las instituciones sanitarias mejor organizadas, sino a menudo en circunstancias muy precarias, en los Países más pobres del mundo, dando un testimonio de disponibilidad que a veces roza el martirio?” (Carta a las mujeres, 9).
Como puede verse, la presencia del laicado es determinante para la nueva evangelización, y no tomar conciencia de esto le quitaría eficacia al proceso de nueva evangelización.
Estamos frente al gran desafío que compete a la Iglesia en este momento histórico. Permitir que los cristianos recuperen la propia identidad y el sentido de pertenencia a la Iglesia.
Esto sucederá en la medida en que se comprenda la necesidad de insertarse en el camino bimilenario de la Iglesia y de su acción pastoral. Un primer elemento es la formación.
Comprende a todos, sin excluir a nadie.
La formación permite recuperar el patrimonio de fe y cultura que poseemos y que debemos transmitir a las generaciones futuras. Esto supone nuestra capacidad de entrar en la cultura, de conocerla y comprenderla pero también de transformarla a la luz del Evangelio.
La nuestra nunca podrá ser una presencia pasiva frente al desarrollo de la cultura en todas sus manifestaciones.
La presencia del cristiano es “siembra” y “fermento”; esto comporta una presencia activa en los ámbitos de la cultura sin ceder a una fuerte tendencia que se impone como “control del lenguaje”, al punto de impedir nuestras manifestaciones.
La formación toca al gran ámbito de la catequesis y alcanza también a la preparación de los futuros presbíteros y a la predicación de los sacerdotes.
Sólo con una sinergia que parte del Obispo, primer evangelizador, que se extiende al unum presbyterium, un solo presbiterio, que con él comparte la cura pastoral y reúne en torno a sí al entero pueblo de Dios, permitirá realizar una sólida acción evangelizadora.
Un lazo súmamente particular relaciona la nueva evangelización con la liturgia, que es la acción principal mediante la cual la Iglesia expresa su misma vida.
Desde los orígenes, ésta estuvo caracterizada por la acción litúrgica. Lo que la comunidad predicaba, anunciando el evangelio de la salvación, después lo hacía presente y vivo en la oración litúrgica.
La salvación, por tanto, no era sólo un anuncio hecho por hombres voluntariosos, sino sobre todo acción que el mismo Espíritu realizaba por la presencia de Cristo en medio a la comunidad creyente. Separar estos dos momentos equivaldría a no comprender la Iglesia.
La liturgia es linfa vital para su anuncio y éste, una vez realizado, retorna a la liturgia para su cumplimiento eficaz. La lex credendi y la lex orandi configuran una unidad total, donde es difícil encontrar el término de una y el comienzo de la otra.
Por tanto, la nueva evangelización deberá hacer de la liturgia su espacio vital para que tenga pleno significado el anuncio realizado. Hay que pensar no sólo en la oportunidad pastoral, sino en el valor significativo que poseen algunas celebraciones.
Del bautismo al funeral, todos advierten cuánta potencialidad tienen estos ritos para comunicar un mensaje que de otro modo no sería escuchado. ¡Cuántos “indiferentes” a la religión participan en estas celebraciones y cuántas personas a menudo en busca de una genuina espiritualidad están presentes!
En estas circunstancias, la palabra del sacerdote debería ser capaz de provocar la pregunta por el sentido de la vida, a partir del sacramento y de los signos que lo expresan.
La celebración no es un rito extraño a la vida cotidiana del hombre, sino que va dirigida a sus interrogantes, que esperan una respuesta a menudo buscada en vano en otra parte.
En la celebración de la eucaristía, la predicación y los signos están plenos de significados que van más allá de la persona del sacerdote. Aquí, de hecho, el vínculo con la acción del Espíritu permite verificar que los corazones se transforman y con su gracia son plasmados y se disponen a recibir el momento de la salvación.
La importancia del vínculo entre la nueva evangelización y la liturgia, y entre ésta y la acción del Espíritu Santo, provoca en el creyente una reflexión sobre la propia responsabilidad y sobre el testimonio que estamos llamados a manifestar con nuestro estilo de vida.
En particular, nosotros sacerdotes deberíamos reflexionar sobre una cuestión de extrema importancia, como es la de la homilía
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El rol que ésta desempeña en el anuncio, la comprensión del misterio y la vida cotidiana es tan evidente que no deja escapatorias.
Descuidar la preparación de la homilía, o peor aún, improvisarla, es una ofensa que en primer lugar se realiza a la Palabra de Dios, y además, una humillación a los fieles.
El tiempo dedicado a la preparación de la homilía no es tiempo perdido, sino condición para ejercitar el ministerio de modo fiel, coherente y eficaz.
También de esta manera realizamos un verdadero servicio de formación al laicado, dejando en cuántos nos escuchan el deseo de conocer siempre más la Palabra de Dios y los contenidos de la fe.
Por último, un espacio particular de la nueva evangelización es sin dudas el ámbito de la caridad.
Entrar en este horizonte equivale a focalizar los múltiples signos concretos que incansablemente la Iglesia sigue presentando al mundo.
Obedientes a la acción del Espíritu Santo, hombres y mujeres en el curso de estos dos mil años han individuado diferentes lugares en el intento de hacer visible y actual la palabra del Señor: “a los pobres los tendréis siempre con vosotros” (Jn 12,8).
La forma verbal acompañada del adverbio “siempre” subraya que la Iglesia no puede descuidar una atención del todo especial al testimonio de la caridad.
Aquí se juega su credibilidad en lo que constituye el corazón mismo de su anuncio: el amor.
Benedicto XVI con su primera encíclica Deus caritas est, ha mostrado con claridad el significado original del amor cristiano, su origen, su desarrollo, su peculiaridad y los riesgos de los que precaverse. La caridad, por lo pronto, se la vive.
En la circularidad que existe entre la fe y el amor es posible verificar la relación genuina con el Señor.
En la fe, se comprende cómo Dios ama; en la caridad se hace evidente como los cristianos son fieles a su palabra.
En un período como el nuestro, caracterizado a menudo por el encierro del individuo en sí mismo sin ninguna posibilidad de relación, donde se prefiere delegar en lugar de participar, la responsabilidad compromete a un testimonio que sabe hacerse cargo del hermano más necesitado.
Después de todo, ésta es nuestra historia. A partir de la Palabra del Señor nos hemos empecinado en privilegiar todo lo que el mundo rechaza, considerándolo inútil o poco eficiente.
El enfermo crónico, el moribundo, el marginado, el discapacitado y todo lo que representa para el mundo ausencia de futuro y de esperanza encuentran el empeño de los cristianos.
Abundan ejemplos que atestiguan la santidad de hombres y mujeres que han hecho de este programa el concreto anuncio del evangelio de Jesucristo, y de este modo han dado inicio a una auténtica revolución cultural.
Toda coartada cede ante esta santidad; la utopía deja paso a la credibilidad; la pasión por la verdad y la libertad encuentran su síntesis en el amor ofrecido sin pedir nada a cambio.
En este horizonte se hace consistente también el signo del voluntariado, como verdadero anuncio cristiano de quienes son capaces de relativizar todo absoluto que no considere seriamente la dignidad de la persona.
En una época en que pareciera que todo se puede comprar, deberían multiplicarse los signos que manifiestan que el amor y la solidaridad no tienen otro precio que el sacrificio personal. Estos testimonios enseñan que la vida personal encuentra su plena realización sólo cuando se pone en el horizonte de la gratuidad.
Pocos días antes de ser elegido Papa, en Subiaco, Benedicto XVI había dictado una conferencia sobre la situación de Europa.
En su lúcido análisis del momento presente, pronunció estas palabras que constituyen un programa para los nuevos evangelizadores: “En este momento de la historia tenemos necesidad de hombres que, a través de una fe iluminada y vivida, hagan creíble a Dios en este mundo...necesitamos hombres que tengan la mirada dirigida hacia Dios, aprendiendo de El la verdadera humanidad. Necesitamos hombres cuyo intelecto esté iluminado por Dios y a quienes Dios abra el corazón, de modo que su intelecto pueda hablar al intelecto de los otros y cuyo corazón pueda abrir el corazón de los otros. Solamente a través de hombres tocados por Dios, Dios podrá retornar junto a los hombres”.
La nueva evangelización por tanto, parte desde aquí: de la credibilidad de nuestra vida y de la convicción de que la gracia actúa y transforma hasta convertir el corazón. Un camino que todavía hoy compromete a los cristianos después de dos mil años de historia.
Lunes, 23 Julio 2012 20:03
LA RED DE NUEVA EVANGELIZACIÓN
PROYECTO MISIONERO Y PASTORAL
INICIATIVA DE LOS OBISPOS DIOCESANOS DE COLOMBIA
SINE – SISTEMA INTEGRAL DE NUEVA EVANGELIZACIÓN
La Red de Nueva Evangelización es un proyecto misionero y pastoral, de origen eclesiástico, constituida de acuerdo a las disposiciones canónica y a la legislación colombiana, para colaborar en la misión evangelizadora de la Iglesia.
La Red de Nueva Evangelización, se ha iniciado en Colombia oficialmente desde el año 2005; pero su origen se presentó en 1996, cuando Monseñor Fabio Suescún M. Obispo de Pereira se encontró con el SINE, y esta experiencia comenzó a difundirse a otras Jurisdicciones Eclesiásticas de manera paulatina.
La Red de Nueva Evangelización nace por iniciativa de un grupo de Obispos diocesanos deseosos de apoyarse mutuamente en el proceso de Nueva Evangelización en sus respectivas Iglesias particulares y es constituida formalmente como Fundación eclesiástica.
Tiene como finalidad apoyar la obra evangelizadora que viene adelantando la Iglesia Católica, a través de las diversas jurisdicciones eclesiásticas que lo requieran, prestando servicios de animación y formación, y favoreciendo la comunicación y el intercambio de experiencias entre los agentes de pastoral.
Al comienzo, solamente iniciaron esta experiencia cuatro Jurisdicciones, entre ellas Pereira, Manizales, Medellín, Villavicencio. En el año 2005, ya hacían parte de la Red de Nueva Evangelización 18 Jurisdicciones Eclesiásticas. Actualmente, son 42 Jurisdicciones las que han acogido esta propuesta pastoral apoyada en la líneas rectoras del Sistema Integral de Nueva Evangelización (SINE).
El SINE, no es una organización, ni un movimiento, ni asociación, ni es simplemente un método. El SINE, es un SISTEMA o DISEÑO PASTORAL PARA PARROQUIAS. Un diseño pastoral, básico e integral, orgánico e integrador, que pretende transformar la parroquia. De ser estación de servicios religiosos, sólo sacramentalista, a ser parroquia misionera: comunidad evangelizadora.
La Red de Nueva Evangelización, desde el SINE, quiere fortalecer los Planes de Pastoral Diocesanos, por ende, privilegiar la Parroquia como Comunidad Evangelizadora.
PARROQUIA:
Estructura fundamental y primera para la misión pastoral de la Iglesia, lugar por excelencia, en comunión Diocesana, donde se vive la vida cristiana y se cumple primariamente la misión de la Iglesia.
COMUNIDAD:
Siendo una verdadera comunión de comunidades. Un cuerpo eclesial donde se construye la comunidad en diversos niveles.
EVANGELIZADORA:
Cumpliendo así la misión esencial de la Iglesia; evangelizando y catequizando; misionera y discipuladora.
Teniendo como base una ECLESIOLOGÍA DE COMUNIÓN: Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo; Pueblo Sacerdotal, todo él, apostólico y ministerial. Parroquia donde se quiere cumplir integralmente toda la misión de la Iglesia, en todas sus dimensiones, organizada y planificadamente.
Nota esencial del SINE, Es la INTEGRALIDAD, entendida en tres niveles:
a.Ir a todos (buscando y queriendo llegar real y efectivamente a todos).
b.Involucrados todos (los ya evangelizados en los diversos campos apostólicos).
c.Darles todo (los elementos básicos de la vida cristiana y todas las dimensiones de la vida de la Iglesia).
Estas dimensiones que participan de la misión misma de Cristo Sacerdote, Profeta y Rey. Dimensiones con integración y complementariedad recíproca en los cuatro fundamentales ministerios:
PALABRA
(Proceso evangelizador en todas sus etapas, comenzando con el cimiento kerigmático y continuando con una formación catequética).
COMUNIÓN
(formando pequeñas comunidades, en el sector y en toda la parroquia, llegando a ser comunión de comunidades).
SACRAMENTOS
(fuente y cumbre de la vida cristiana y eclesial, como celebración con participación consciente, viva.
La Red de Nueva Evangelización que cimentada en el SINE, ofrece para los diversos planes pastorales, una serie de elementos esenciales que posibilita mediante procesos una transformación social y de sus estructuras, en el que el Evangelio es encarnado a través de:
1. TESTIMONIO DE VIDA: Radiante, gozoso, contagioso, individual y corporativo, testimonio de la comunidad eclesial
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2. TESTIFICACIÓN DE PALABRA: Comunicación de la experiencia personal del encuentro vivo con Jesucristo, su Salvación y Vida Nueva.
3. SALIDA MISIONERA: Llegar a todos y cada uno de los miembros de las familias del territorio parroquial, como Misiones Kerigmáticas intensivas y Visiteo Integral Permanente casa por casa, puerta a puerta.
4. KERIGMA EXPLÍCITO Y COMPLETO: En retiros de evangelización fundamental, el Kerigma como Primer Anuncio que lleva a la experiencia de un encuentro vivo con Cristo viviendo explícitamente todas las metas: Conversión inicial, Adhesión a Jesús, consagración a Jesús como Señor y recibir la efusión del Espíritu Santo.
5. COMUNIDADES: La comunidad es una vida, no una reunión, las reuniones son expresión de vida, desde allí construyen la comunidad. A partir de la convicción de que la Iglesia es comunión y que se debe expresar en todo nivel.
6. CATEQUESIS: Profundizando en la doctrina cristiana con enseñanza sistemática, programada y completa en sus diversas modalidades.
7. SACRAMENTOS: Vida litúrgica, de oración y vivencia de la Eucaristía como fuente, centro y cumbre de la vida cristiana y eclesial.
8. PASTORAL SOCIAL: Coordinación y animación de las fuerzas de la parroquia que trabajan en la promoción humana y asistencial de lo social.
9. INVOLUCRAMIENTO APOSTÓLICO: El campo propio e inmediato de los seglares para su compromiso apostólico es el mundo amplio de lo social, l política, la economía, la educación, las ciencias y las artes, los medios de comunicación, el trabajo y la familia.
10. SECTORES Y MINISTERIOS: En el sector se lleva el 95% del plan parroquial excepto los sacramentos, con una descentralización del templo se cumple cada elemento y paso de la misión y de la pastoral, los destinatarios son todos: familias y personas. En la línea del modelo del SINE se han establecido ministerios de actividades esenciales, permanentes y sistemáticas en la parroquia.
La Red de Nueva Evangelización lleva a cabo lo anterior desde diversos programas de formación como son los Institutos de formación organizados en 11 niveles, capacitación, Retiros, Asambleas Diocesanas, Encuentros, Congresos de Evangelización, Encuentro de Obispos y Vicarios de Pastoral dando como resultado:
1. posibilitar que se asuma la vocación misionera tanto en la Diócesis, como en cada una de las parroquias.
2. Permitir que se posibilite un encuentro personal con Cristo, que ha conducido a una conversión personal y pastoral; ello tanto para los laicos como para los ministros ordenados.
3. Hacer de la parroquia casa y escuela de comunión, con comunidades evangelizadas y evangelizadoras.
4. Lograr que las Diócesis y las parroquias, en su dimensión ministerial (Ministerios y Sectores), asuman su compromiso apostólico, desde los diversos carismas que favorecen una Iglesia renovada y capaz de transformar la sociedad con los valores del Reino de Dios.
5- Formar discípulos y proyectar apóstoles
Se cuenta con un material (Textos y Audiovisuales) que acompañan este proceso, el cual es revisado y aprobado por el Equipo Teológico Pastoral.
Para conocer más sobre la Red de Nueva Evangelizadora se puede ingresar a http://www.rednuevaevangelizacion.com/
EL PAPA DESIGNÓ A MONS. AGUER
MIEMBRO DEL PROXIMO SINODO
Mons. Héctor Aguer
Martes 18 Sep 2012 |
Buenos Aires (AICA): Con el tema “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”, tendrá lugar en el Vaticano, durante los días del 7 al 28 de octubre próximo, la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Además de los prelados que participarán en representación de los distintos episcopados del mundo, y que fueron oportunamente elegidos por sus pares, ahora el papa Benedicto XVI acaba de nombrar a otros 36 Padres sinodales para el próximo Sínodo: 12 cardenales, 20 arzobispos y obispos, y 4 sacerdotes. Entre los nombrados está monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata y otros 7 latinoamericanos.
Con el tema “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”, tendrá lugar en el Vaticano, durante los días del 7 al 28 de octubre próximo, la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos.
Además de los prelados que participarán en representación de los distintos episcopados del mundo, y que fueron oportunamente elegidos por sus pares, ahora el papa Benedicto XVI nombró otros 36 Padres sinodales para este próximo Sínodo: 12 cardenales, 20 arzobispos y obispos, entre los cuales a monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata y 7 latinoamericanos, y 4 sacerdotes.
Los cardenales son: Angelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio; Joachim Meisner, arzobispo de Colonia (Alemania); Vinko Pulji, arzobispo de Sarajevo-Vrhbosna (Bosnia-Herzegovina); Polycarp Pengo, arzobispo de Dar-es-Salaam (Tanzania) y Presidente del Symposium de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SCEAM); Christoph Schönborn OP, arzobispo de Viena (Austria); George Pell, arzobispo de Sydney (Australia); Josip Bozani, arzobispo de Zagreb (Croacia); Péter Erdo, arzobispo de Esztergom-Budapest (Hungría), y Presidente del Consilium de las Conferencias Episcopales Europea (CCEE); Agostino Vallini, Vicario General de Su Santidad para la diócesis de Roma; Lluis Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona (España); André Vingt-Trois, arzobispo de París (Francia); Oswald Gracias, arzobispo de Bombay (India), y secretario general de la Federación de Conferencias Episcopales de Asia (FABC).
Lo arzobispos son: Francesco Moraglia, Patriarca de Venecia (Italia); John Olorunfemi Onaiyekan, arzobispo de Abuja (Nigeria); Héctor Rubén Aguer, arzobispo de La Plata (Argentina); Antonio Arregui Yarza, arzobispo de Guayaquil (Ecuador) y Presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana; John Atcherley Dew, arzobispo de Wellington (Nueva Zelanda) y Presidente de la Federación de las Conferencias de Obispos Católicos de Oceanía (FCBCO); José Octavio Ruiz Arenas, arzobispo emérito de Villavicencio (Colombia) y Secretario del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización; José Horacio Gómez, arzobispo de Los Ángeles (Estados Unidos); Carlos Aguiar Retes, arzobispo de Tlalnepantla (México) y Presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (C.E.L.AM.); Bernard Longley, arzobispo de Birmingham (Gran Bretaña); Ricardo Antonio Tobón Restrepo, arzobispo de Medellín (Colombia); Luis Antonio G. Tagle, arzobispo de Manila (Filipinas); y Filippo Santoro, arzobispo de Taranto (Italia).
Los obispos son: Javier Echevarría Rodríguez, Prelado de la Prelatura personal del Opus Dei; Dominique Rey, obispo de Fréjus-Toulon (Francia); Menghesteab Tesfamariam MCCJ, Eparca de Asmara (Eritrea); Benedito Beni Dos Santos, obispo de Lorena (Brasil); Santiago Jaime Silva Retamales, obispo auxiliar de Valparaíso (Chile), y Secretario General del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM); Luigi Negri, obispo de San Marino-Montefeltro (Italia); Alberto Francisco María Sanguinetti Montero, obispo de Canelones (Uruguay); y Enrico Dal Covolo, SDB, Rector Magnífico de la Pontificia Universidad Lateranense de Roma.
Además los padres Julián Carrón, Presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación; Renato Salvatore MI, Superior General de los Clérigos Regulares Ministros de los Enfermos (Camilos); Heinrich Walter, Superior General de los Padres de Schönstatt; y Jose Panthaplamthottiyil, CMI, Prior General de los Carmelitas de la Bienaventurada Virgen María Inmaculada.
Delegados del episcopado argentino
Los obispos argentinos elegidos para participar en el Sínodo de octubre próximo son: monseñor Jorge Eduardo Lozano, obispo de Gualeguaychú; monseñor Carlos María Franzini, obispo de Rafaela; y monseñor Virginio Domingo Bressanelli SCJ, obispo de Neuquén; suplente, monseñor Eduardo Eliseo Martín, obispo de Villa de la Concepción del Río Cuarto.+
Además de los prelados que participarán en representación de los distintos episcopados del mundo, y que fueron oportunamente elegidos por sus pares, ahora el papa Benedicto XVI nombró otros 36 Padres sinodales para este próximo Sínodo: 12 cardenales, 20 arzobispos y obispos, entre los cuales a monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata y 7 latinoamericanos, y 4 sacerdotes.
Los cardenales son: Angelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio; Joachim Meisner, arzobispo de Colonia (Alemania); Vinko Pulji, arzobispo de Sarajevo-Vrhbosna (Bosnia-Herzegovina); Polycarp Pengo, arzobispo de Dar-es-Salaam (Tanzania) y Presidente del Symposium de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SCEAM); Christoph Schönborn OP, arzobispo de Viena (Austria); George Pell, arzobispo de Sydney (Australia); Josip Bozani, arzobispo de Zagreb (Croacia); Péter Erdo, arzobispo de Esztergom-Budapest (Hungría), y Presidente del Consilium de las Conferencias Episcopales Europea (CCEE); Agostino Vallini, Vicario General de Su Santidad para la diócesis de Roma; Lluis Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona (España); André Vingt-Trois, arzobispo de París (Francia); Oswald Gracias, arzobispo de Bombay (India), y secretario general de la Federación de Conferencias Episcopales de Asia (FABC).
Lo arzobispos son: Francesco Moraglia, Patriarca de Venecia (Italia); John Olorunfemi Onaiyekan, arzobispo de Abuja (Nigeria); Héctor Rubén Aguer, arzobispo de La Plata (Argentina); Antonio Arregui Yarza, arzobispo de Guayaquil (Ecuador) y Presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana; John Atcherley Dew, arzobispo de Wellington (Nueva Zelanda) y Presidente de la Federación de las Conferencias de Obispos Católicos de Oceanía (FCBCO); José Octavio Ruiz Arenas, arzobispo emérito de Villavicencio (Colombia) y Secretario del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización; José Horacio Gómez, arzobispo de Los Ángeles (Estados Unidos); Carlos Aguiar Retes, arzobispo de Tlalnepantla (México) y Presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (C.E.L.AM.); Bernard Longley, arzobispo de Birmingham (Gran Bretaña); Ricardo Antonio Tobón Restrepo, arzobispo de Medellín (Colombia); Luis Antonio G. Tagle, arzobispo de Manila (Filipinas); y Filippo Santoro, arzobispo de Taranto (Italia).
Los obispos son: Javier Echevarría Rodríguez, Prelado de la Prelatura personal del Opus Dei; Dominique Rey, obispo de Fréjus-Toulon (Francia); Menghesteab Tesfamariam MCCJ, Eparca de Asmara (Eritrea); Benedito Beni Dos Santos, obispo de Lorena (Brasil); Santiago Jaime Silva Retamales, obispo auxiliar de Valparaíso (Chile), y Secretario General del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM); Luigi Negri, obispo de San Marino-Montefeltro (Italia); Alberto Francisco María Sanguinetti Montero, obispo de Canelones (Uruguay); y Enrico Dal Covolo, SDB, Rector Magnífico de la Pontificia Universidad Lateranense de Roma.
Además los padres Julián Carrón, Presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación; Renato Salvatore MI, Superior General de los Clérigos Regulares Ministros de los Enfermos (Camilos); Heinrich Walter, Superior General de los Padres de Schönstatt; y Jose Panthaplamthottiyil, CMI, Prior General de los Carmelitas de la Bienaventurada Virgen María Inmaculada.
Delegados del episcopado argentino
Los obispos argentinos elegidos para participar en el Sínodo de octubre próximo son: monseñor Jorge Eduardo Lozano, obispo de Gualeguaychú; monseñor Carlos María Franzini, obispo de Rafaela; y monseñor Virginio Domingo Bressanelli SCJ, obispo de Neuquén; suplente, monseñor Eduardo Eliseo Martín, obispo de Villa de la Concepción del Río Cuarto.+
HACIA UNA NUEVA EVANGELIZACIÓN APORTES DESDE AMERICA LATINA Y EL CARIBE
S.E.R. Santiago Silva Retamales
Obispo Auxiliar de Valparaíso, Chile
Secretario General del CELAM
Obispo Auxiliar de Valparaíso, Chile
Secretario General del CELAM
El Consejo Episcopal Latinoamericano - CELAM publicó un libro en torno a la Nueva Evangelización con motivo de la reunión preparatoria de Obispos y delegados de las Conferencias Episcopales de América Latina y el Caribe que se realizó en la sede de la Conferencia Episcopal de Colombia, con los Obispos Sinodales latinoamericanos que van a participar en el mes de octubre en Roma, “HACIA UNA NUEVA EVANGELIZACIÓN, Aportes desde América Latina y El Caribe”. El Secretario General S.E.R. Santiago Silva Retamales, hace la presentación de este libro.
El Santo Padre Benedicto XVI nos sorprendió gratamente con la convocatoria a la XIII Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos, sobre un tema de mucha actualidad y urgencia en la Iglesia: “La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana”.
Ya antes el Papa había creado un nuevo Consejo Pontificio dedicado a la promoción de la Nueva Evangelización, destacando la necesidad de llegar hasta los más alejados.
El tema es además muy oportuno en el contexto de la celebración de los 50 años del Concilio Vaticano II, que marcó de manera decisiva la vida de la Iglesia en América Latina y El Caribe, como se puede ver muy bien expresado en la realización y puesta en práctica de las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano.
Estamos también celebrando el Año de la Fe a los veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica.
El Consejo Episcopal Latinoamericano - CELAM, como es su deber, se ha unido a esta convocatoria del Santo Padre, dentro de un espíritu de comunión y colaboración con las Iglesias locales, propiciando un espacio de encuentro para la preparación de los Obispos latinoamericanos y caribeños que van a participar en el próximo Sínodo.
En esta iniciativa que se realizó en Bogotá los días 27 a 30 de Julio último nos acompañó Monseñor Nikola Eterović, Secretario General del Sínodo de los Obispos. Su presencia fraterna, estimulante e iluminadora fue muy importante para crear un clima de comunión episcopal y de profunda espiritualidad.
El encuentro procuró “interiorizar la historia, naturaleza y dinámica de los Sínodos de los Obispos para que, compartiendo nuestras experiencias, desafíos y esperanzas sobre la Nueva Evangelización, nos preparemos, en un ambiente de oración y diálogo fraterno, a una fecunda participación en el Sínodo al que hemos sido convocados”, como rezaba el objetivo general.
En el encuentro se compartió en oración y fraternidad la vida ministerial y lo que significa la participación como “padre sinodal”; se reflexionó acerca del caminar sinodal de la Iglesia (historia, naturaleza, frutos); se compartieron los principales aportes que las Conferencias Episcopales de América Latina han hecho al Sínodo sobre la NE con base en los Lineamenta; y se profundizó en la dinámica y el contenido del próximo sínodo de Obispos, con base en el Instrumentum Laboris, con miras a la preparación de una participación propositiva en el mismo.
En este volumen de la Colección Documentos CELAM compartimos las reflexiones que se hicieron en el encuentro mencionado, además de otros aportes que nos parecen significativos en este caminar sinodal.
Esperamos que sea un instrumento de reflexión no solamente para los Padres Sinodales que participan por parte de América Latina y El Caribe, sino para todos los amables lectores que están comprometidos en la obra evangelizadora de la Iglesia.
ÍNDICE
PRESENTACIÓN
HOMILÍA DE S.E. MONS. NIKOLA ETEROVIĆ, SECRETARIO GENERAL DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS.
CONFERENCIAS
- SÍNODO DE LOS OBISPOS - UNA MIRADA HISTÓRICO-TEOLÓGICA.
S.E. Mons. Nikola Eterović, Secretario General del Sínodo de los Obispos.
S.E. Mons. Nikola Eterović, Secretario General del Sínodo de los Obispos.
- LA METODOLOGÍA SINODAL Y EL INSTRUMENTUM LABORIS DE LA XIII ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS.
S.E. Mons. Nikola Eterović, Secretario General del Sínodo de los Obispos.
S.E. Mons. Nikola Eterović, Secretario General del Sínodo de los Obispos.
- EVANGELIZAR COMO JESÚS, PARA TRANSMITIR LA FE CRISTIANA.
S.E. Mons. Santiago Silva Retamales, Obispo Auxiliar de Valparaíso, Chile y Secretario General del Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM.
- FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS Y PASTORALES DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN.
Padre Alvaro Cadavid Duque
- NUEVA EVANGELIZACIÓN: HACIA UNA RENOVADA FIDELIDAD A CRISTO.
S.E. Mons. Octavio Ruiz Arenas, Arzobispo emérito de Villavicencio y Secretario del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización
OTROS APORTES
- EN LA IGLESIA ESTÁ SOPLANDO EL VIENTO DEL SUR
América Latina: un nuevo Pentecostés para una nueva evangelización Diálogo teológico - pastoral con el Instrumentum Laboris del Sínodo 2012.
Padre Carlos María Galli - Buenos Aires – Argentina
El libro comienza con una introducción por el cardenal Marc Ouellet, PSS, prefecto de la Congregación para los Obispos, e incluye el texto de tres conferencias pronunciadas en el transcurso de la jornada de estudio: "Nueva Evangelización a la luz del Magisterio pontificio" por el arzobispo Salvatore Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, "De la Evangelización de Jesucristo para la Misión Continental como nuevo Evangelización "por Mons. Santiago Jaime Silva Retamales, secretario del Consejo Episcopal Latinoamericano, y" Nueva Evangelización en América Latina hoy: desafíos y prioridades "por Guzmán Carriquiry Lecour, secretario de la Pontificia Comisión para América Latina. A continuación aparece una lista de cuarenta y una recomendaciones para la nueva evangelización en el continente americano.
Los trabajos se enviarán a todos los miembros y consejeros de la comisión, a los obispos de América Latina y de los prefectos y presidentes de los diversos dicasterios y oficinas de la Curia romana.
Un comunicado de la comisión pontificia que acompaña a los estados actuales de publicación que el libro contiene "una serie de aportaciones útiles para que" la nueva evangelización ", que ha sido repetidamente invocado por Juan Pablo II y de Benedicto XVI, y que ... encontró una respuesta significativa en la "misión continental" lanzada durante la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y el Caribe celebrada en 2007 en Aparecida, Brasil. Esa misión está en proceso de ser cumplida ".
América Latina: un nuevo Pentecostés para una nueva evangelización Diálogo teológico - pastoral con el Instrumentum Laboris del Sínodo 2012.
Padre Carlos María Galli - Buenos Aires – Argentina
LIBRO
SOBRE LOS DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN EN AMÉRICA LATINA
PONTIFICIA COMISIÓN PARA LA AMÉRICA LATINA
10/03/2012
Ciudad del Vaticano, 10 de
marzo de 2012 (VIS) - La Pontificia Comisión para América Latina ha publicado
recientemente un trabajo titulado "Reflexiones sobre la Nueva
Evangelización en América Latina: desafíos y prioridades". El libro, de 130 páginas, es el resultado de una jornada de estudio organizada
por la comisión que tuvo lugar el 11 de noviembre de 2011.
El libro comienza con una introducción por el cardenal Marc Ouellet, PSS, prefecto de la Congregación para los Obispos, e incluye el texto de tres conferencias pronunciadas en el transcurso de la jornada de estudio: "Nueva Evangelización a la luz del Magisterio pontificio" por el arzobispo Salvatore Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, "De la Evangelización de Jesucristo para la Misión Continental como nuevo Evangelización "por Mons. Santiago Jaime Silva Retamales, secretario del Consejo Episcopal Latinoamericano, y" Nueva Evangelización en América Latina hoy: desafíos y prioridades "por Guzmán Carriquiry Lecour, secretario de la Pontificia Comisión para América Latina. A continuación aparece una lista de cuarenta y una recomendaciones para la nueva evangelización en el continente americano.
Los trabajos se enviarán a todos los miembros y consejeros de la comisión, a los obispos de América Latina y de los prefectos y presidentes de los diversos dicasterios y oficinas de la Curia romana.
Un comunicado de la comisión pontificia que acompaña a los estados actuales de publicación que el libro contiene "una serie de aportaciones útiles para que" la nueva evangelización ", que ha sido repetidamente invocado por Juan Pablo II y de Benedicto XVI, y que ... encontró una respuesta significativa en la "misión continental" lanzada durante la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y el Caribe celebrada en 2007 en Aparecida, Brasil. Esa misión está en proceso de ser cumplida ".
El
libro también "tiene como objetivo contribuir a las numerosas discusiones
y reflexiones que se están produciendo en vista de la próxima Asamblea General
del Sínodo de los Obispos en octubre, ... y al año siguiente de la fe".
EL PAPA PIDE UNA URGENTE NUEVA EVANGELIZACION EN AMERICA LATINA
El cardenal Jorge Bergoglio y Mons. Héctor Aguer, dos de los participantes de la Plenaria de la Pontificia Comisión para América Latina (CAL)
En la mañana del sábado 20 de enero el Papa Benedicto XVI recibió en Audiencia a los participantes (unos 40) de la Asamblea Plenaria de la Pontificia Comisión para América Latina (CAL) -entre los cuales se hallaban dos prelados argentinos: el cardenal Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, y monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata- a quienes les recordó la importancia de que los fieles de América Latina vivan una fe sólida arraigada en el corazón y alimentada por la oración y los sacramentos.
En su discurso, el primero que dirige a América Latina como región, el Papa hizo referencia a la próxima V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe –en la que también tendrán voz y voto obispos de los Estados Unidos, Canadá, España y Portugal-, que ha convocado e inaugurará personalmente en Aparecida el 13 de mayo.
Explicó que "en continuidad con las cuatro reuniones anteriores, ésta está llamada a dar un renovado impulso a la Evangelización en esa región del mundo eminentemente católica, en la que vive una gran parte de la comunidad de los creyentes", para lo cual "es preciso proclamar íntegro el Mensaje de la Salvación, que llegue a impregnar las raíces de la cultura y se encarne en el momento histórico latinoamericano actual, para responder mejor a sus necesidades y legítimas aspiraciones".
En su discurso, el primero que dirige a América Latina como región, el Papa hizo referencia a la próxima V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe –en la que también tendrán voz y voto obispos de los Estados Unidos, Canadá, España y Portugal-, que ha convocado e inaugurará personalmente en Aparecida el 13 de mayo.
Explicó que "en continuidad con las cuatro reuniones anteriores, ésta está llamada a dar un renovado impulso a la Evangelización en esa región del mundo eminentemente católica, en la que vive una gran parte de la comunidad de los creyentes", para lo cual "es preciso proclamar íntegro el Mensaje de la Salvación, que llegue a impregnar las raíces de la cultura y se encarne en el momento histórico latinoamericano actual, para responder mejor a sus necesidades y legítimas aspiraciones".
Hizo también un llamado a "reconocer y defender siempre la dignidad de cada ser humano como criterio fundamental de los proyectos sociales, culturales y económicos, que ayuden a construir la historia según el designio de Dios".
Los desafíos actuales de América Latina “son enormes”, como enumeró el Papa: cambio cultural generado por los medios de comunicación, flujos migratorios y sus repercusiones familiares y religiosas, interrogantes sobre cómo deben asumir los pueblos su memoria histórica y su futuro democrático, secularización, globalización, pobreza, violencia y narcotráfico, entre otros.
“Ante todo ello, se ve la necesidad urgente de una nueva Evangelización, que nos impulse a profundizar en los valores de nuestra fe, para que sean savia y configuren la identidad de esos amados pueblos que un día recibieron la luz del Evangelio», exhortó el Santo Padre.
"La V Conferencia ha de fomentar que todo cristiano se convierta en un verdadero discípulo de Jesucristo, enviado por Él como apóstol, y como decía Juan Pablo II, 'no de re-evangelización sino de una evangelización nueva. Nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión', a fin de que la Buena Noticia arraigue en la vida y en la conciencia de todos los hombres y mujeres de América Latina", dijo también el Pontífice.
Más adelante destacó que "para el futuro de la Iglesia en Latinoamérica y el Caribe es importante que los cristianos profundicen y asuman el estilo de vida propio de los discípulos de Jesús: sencillo y alegre, con una fe sólida arraigada en lo más íntimo de su corazón y alimentada por la oración y los sacramentos.
Los desafíos actuales de América Latina “son enormes”, como enumeró el Papa: cambio cultural generado por los medios de comunicación, flujos migratorios y sus repercusiones familiares y religiosas, interrogantes sobre cómo deben asumir los pueblos su memoria histórica y su futuro democrático, secularización, globalización, pobreza, violencia y narcotráfico, entre otros.
“Ante todo ello, se ve la necesidad urgente de una nueva Evangelización, que nos impulse a profundizar en los valores de nuestra fe, para que sean savia y configuren la identidad de esos amados pueblos que un día recibieron la luz del Evangelio», exhortó el Santo Padre.
"La V Conferencia ha de fomentar que todo cristiano se convierta en un verdadero discípulo de Jesucristo, enviado por Él como apóstol, y como decía Juan Pablo II, 'no de re-evangelización sino de una evangelización nueva. Nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión', a fin de que la Buena Noticia arraigue en la vida y en la conciencia de todos los hombres y mujeres de América Latina", dijo también el Pontífice.
Más adelante destacó que "para el futuro de la Iglesia en Latinoamérica y el Caribe es importante que los cristianos profundicen y asuman el estilo de vida propio de los discípulos de Jesús: sencillo y alegre, con una fe sólida arraigada en lo más íntimo de su corazón y alimentada por la oración y los sacramentos.
La fe cristiana se nutre sobre todo de la celebración dominical de la Eucaristía, en la cual se realiza un encuentro comunitario, único y especial con Cristo, con su vida y su palabra".
No dudó en alertar de la “vital labor” de obispos, sacerdotes y agentes de pastoral “cuando en la vida de las comunidades se produce un sentimiento como de orfandad respecto a Dios Padre”.
No dudó en alertar de la “vital labor” de obispos, sacerdotes y agentes de pastoral “cuando en la vida de las comunidades se produce un sentimiento como de orfandad respecto a Dios Padre”.
Pues “cuando la fe no se alimenta de la oración y meditación de la Palabra divina; cuando la vida sacramental languidece, entonces prosperan las sectas y los nuevos grupos pseudoreligiosos que provocan el alejamiento de la Iglesia por parte de muchos católicos”, recalcó.
La clave de la familia
La clave de la familia
Es “en la familia, en la comunidad parroquial y diocesana” donde el verdadero discípulo crece y madura –recordó el Papa- y se convierte en misionero “cuando anuncia la persona de Cristo y su Evangelio en todos los ambientes”.
En efecto, “en el hogar se custodia el patrimonio de la fe -confirmó-; en él los hijos reciben el don de la vida, se sienten amados tal como son y aprenden los valores que les ayudarán a vivir como hijos de Dios”.
Igualmente, “la familia, acogiendo el don de la vida, se convierte en el ambiente propicio para responder al don de la vocación, especialmente ahora en que se siente tanto la necesidad de que el Señor envíe obreros a su mies”, reconoció Benedicto XVI ante la Pontificia Comisión para América Latina.
Al finalizar, el Papa pidió a María, "modelo de madre en la Sagrada Familia y Madre de la Iglesia, Estrella de la Evangelización", que "guíe con su intercesión maternal a las comunidades eclesiales de Latinoamérica y el Caribe, y asista a los participantes en la V Conferencia para que encuentren los caminos más apropiados a fin de que aquellos pueblos tengan vida en Cristo y construyan, en el llamado 'Continente de la esperanza', un futuro digno para todo hombre y mujer".+
Al finalizar, el Papa pidió a María, "modelo de madre en la Sagrada Familia y Madre de la Iglesia, Estrella de la Evangelización", que "guíe con su intercesión maternal a las comunidades eclesiales de Latinoamérica y el Caribe, y asista a los participantes en la V Conferencia para que encuentren los caminos más apropiados a fin de que aquellos pueblos tengan vida en Cristo y construyan, en el llamado 'Continente de la esperanza', un futuro digno para todo hombre y mujer".+
AMERICA-CHILE.
“LA IGLESIA CATÓLICA FLORECERÁ EN LA MEDIDA QUE NUESTRA FE SE CONVIERTA EN OBRAS CONCRETAS EN FAVOR DE LOS DEMAS”
Concepción (Agencia Fides) – En vista de la inminente apertura del Año de la Fe proclamado por el Papa Benedicto XVI, el Arzobispo de Concepción, Monseñor Fernando Chomali, insta a la población chilena a vivirlo en los diferentes sectores de la vida social y pastoral.
“Ninguna parroquia, ninguna capilla, ninguna familia, ningún colegio, ninguna universidad, ni pastoral alguna, ha de quedarse fuera de esta invitación que se presenta luminosa y llena de esperanza en medio de tanta oscuridad y desesperanza” se lee en una nota del Arzobispo enviada a la Agencia Fides.
“Sin duda que esta invitación nos renovará a todos en nuestro empeño y nos dará más luces para continuar trabajando en la tarea evangelizadora que se nos ha encomendado”. “La fe – continúa Mons. Chomali - da un horizonte absolutamente nuevo a nuestra vida y a nuestro quehacer. La fe se presenta como un don y también como una tarea.
El Papa, nos invita a profundizar en lo que creemos mediante la lectura asidua de la Biblia y el estudio constante del Concilio Vaticano II, que cumple 50 años y el estupendo Catecismo de la Iglesia Católica que cumple 25 años, es una invitación para todos y cada uno de los católicos en un contexto muy adecuado, la 'Misión Joven’.
Es más los jóvenes son buscadores incansables de sentido para sus vidas y ese sentido está dado por Jesús. Desde El brotará toda vida nueva.” “Desde la fe el Papa nos invita a comprometernos a una vida centrada en los demás.
La Iglesia católica florecerá en la medida que nuestra fe se haga carne en obras concretas en favor de los demás” pone de manifiesto el Arzobispo. “Salir al encuentro del otro anunciando la Palabra, anunciando a Jesucristo, dando a conocer su enseñanza de salvación y de fraternidad y sirviendo a los demás, especialmente si necesitados, nos sitúa en el camino trazado por el mismo Señor” concluye Mons. Chomali. (AP) (6/10/2012 Agencia Fides)
LA MISIÓN DE LOS OBSERVATORIOS
PASTORALES EN EL CONTEXTO DE UNA NUEVA EVANGELIZACIÓN
En la Casa de Espiritualidad Pedro Legaria de Bogotá, del 1 al 4
de agosto de 2012, convocados por el Observatorio Pastoral-OBSEPAL y presididos
por Monseñor Santiago Silva Retamales, Secretario General del CELAM, sean
reunido los responsables de diversos observatorios pastorales y centros de
estudio vinculados a las Conferencias Episcopales y a algunas Universidades
Católicas de los países andinos (Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia).
Entre los invitados especiales estuvo Monseñor Octavio Ruiz Arenas, Secretario
del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización; y la Doctora Alicia
Casermeiro, Directora del Observatorio para la Deuda Social de la Universidad
Católica Argentina.
Las jornadas de reflexión se enmarcan en la serie de
encuentros que el Observatorio Pastoral del CELAM ha querido promover con el
fin de profundizar y potenciar la identidad y labor de los observatorios
pastorales en las distintas regiones de América Latina y del Caribe.
De modo especial, el contexto que ha determinado la dinámica de
este encuentro es la creciente preocupación de la Iglesia universal por la
Nueva Evangelización.
Somos conscientes que acontecimientos tales como la
creación de un dicasterio pontificio para promoverla, la celebración del 50o
aniversario del Concilio Vaticano II y la proclamación del Año de la Fe son
signos que marcan el escenario de la acción pastoral y se entrelazan con el
espíritu de la Misión Continental que viene animando la vida de las comunidades
eclesiales desde la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano
realizada en Aparecida.
Por esto, teniendo en cuenta los desafíos de la
realidad socio-cultural, económica, política y religiosa, se ha querido
compartir las experiencias de los observatorios pastorales con el fin de
examinar su misión y proponer los modos en que ellos pueden contribuir a
fortalecer los procesos eclesiales con miras a una Nueva Evangelización en el
Continente.
En archivo anexo encontrarán todo el documento fruto de la
reflexión y análisis de estos días de encuentro.
LA HOMILIA DE MONS.BERGOGLIO EN LA 38 PEREGRINACIÓN JUVENIL A LUJÁN
“MADRE ENSEÑANOS A TRABAJAR POR LA JUSTICIA”
Domingo 7 de Octubre de 2012 | 13:05
"Le pedimos a la Virgen que nos enseñe a trabajar por la Justicia"
El arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, pronunció la homilía en el marco de la misa de la 38 peregrinación a Luján.
"Hoy, en la casa de nuestra madre le venimos a hacer un pedido: que nos enseñe a trabajar por la Justicia. ¿Saben ustedes a quién se le ocurrió hacer este pedido? A ustedes mismos. Sí, porque en las oraciones que escriben cuando visitan Luján fue apareciendo esta oración que hoy es el lema:
Madre, enseñanos a trabajar por la justicia.
Es un lema que late en el corazón de los peregrinos de la Virgen y que se ha hecho oración.
Peregrinos que somos los hijos de esta querida patria nuestra. Luján es la Casa de todos los hijos de la Virgen y por eso estamos haciéndole este pedido: que nos enseñe a trabajar por la Justicia, y que nos enseñe a trabajar por ser personas justas en la vida.
"Posiblemente, este pedido, hecho aquí en Luján, haya surgido del corazón de tantos peregrinos después de haber sido recibidos y escuchados.
Porque aquí en Luján, a cada peregrino se lo recibe y se lo escucha. Y ser recibidos y escuchados es un gran acto de justicia, y gracias a todo esto estamos en paz, rezando y nos brotan cosas muy sinceras en el corazón, ocuparnos más y mejor unos de otros. Esto ya es ser justos.
Aquí en Luján aprendemos a ser personas justas, porque con el corazón sereno y perdonado, nos llenamos del amor de Dios, por eso la mirada es mucho más profunda. Es mirar la vida desde Dios, es mirar la vida con Dios, que es El justo, el gran Justo.
"Cuánto bien nos hace venir a Luján para aprender a ser buenos hijos, buenos hermanos, que se ocupan por el bien de los otros.
Por eso aquí hacemos este pedido para todos nosotros, para toda nuestra Patria. Es el mejor lugar para hacerlo.
Que aprendamos a trabajar todos por la justicia y para esto, que siempre tengamos el corazón abierto, el corazón grande que nos anime a hacer este pedido".
"Que a nadie le falte esa actitud del corazón, la de tener que aprender cada día a ser más justos en la vida.
Que se nos enseñe dónde habrá que poner una mirada más abierta y disponible, menos egoísta o interesada, que se nos enseñe a que no hagamos la nuestra, a que no se diga de cada uno de nosotros: "Este hace la suya" sino hacer una mirada , una gran mirada que nos haga hermanos, que nos preocupemos siempre por los demás".
"¿Y cómo puede ayudar la Virgen a trabajar por la Justicia? Lo vamos a pensar juntos durante esta misa y mirándola a Ella, en la puerta de la Basílica o mirando la Basílica.
Ustedes vinieron en peregrinación ofreciendo sus vidas por los otros, rezando por tantos necesidades, las de ustedes o esas que les pidieron que trajeran en el corazón hasta aquí los amigos, los vecinos, los familiares...
Ya que vas a Luján, llevá una intención mía, pedile a la Virgen por esto...Al llegar al Santuario vivimos esto tan lindo de ser recibidos, y esto es lo que nos llena el corazón, nos da esperanza, y así es como podemos continuar la vida: con la bendición de Jesús y de su Madre".
"Y de esta manera, con Jesús y con su Madre, es como podemos trabajar por la Justicia. Porque cuando nos reconocemos hijos y hermanos, es cuando en nuestro corazón nace esa actitud generosa por la vida y es cuando buscamos lo mejor y más grande para los otros. Jesús en la Cruz nos entrega su vida y le pide a la Virgen que nos cuide".
EL PRESIDENTE DEL CELAM PIDIÓ DAR UN SALTO CUALITATIVO
MONS. CARLOS AGUIAR RETES
Martes 16 Oct 2012 | 11:48 am
Mons. Carlos Aguiar Retes
Ciudad del Vaticano (AICA): “Ha llegado el momento del salto cualitativo. Si se sigue haciendo solamente lo mismo de siempre no seremos fieles al mandato de Cristo, los sacerdotes deben superar un estatus de confort y no basta una pastoral de conservación sino que es necesario reforzar la propia identidad evitando irenismos, lo que será además un antídoto a las sectas. Y armonizar movimientos y parroquias para potenciar la evangelización, así como la formación en los seminarios”, son algunos de los puntos expuestos en una rueda de prensa por monseñor Carlos Aguiar Retes, arzobispo de Tlalnepantla, presidente de la Conferencia Episcopal Mexicana, y presidente del Consejo Episcopal Latino Americano (CELAM).
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“Ha llegado el momento del salto cualitativo. Si se sigue haciendo solamente lo mismo de siempre no seremos fieles al mandato de Cristo, los sacerdotes deben superar un estatus de confort y no basta una pastoral de conservación sino que es necesario reforzar la propia identidad evitando irenismos, lo que será además un antídoto a las sectas. Y armonizar movimientos y parroquias para potenciar la evangelización, así como la formación en los seminarios”, son algunos de los puntos expuestos en una rueda de prensa por monseñor Carlos Aguiar Retes, arzobispo de Tlalnepantla, presidente de la Conferencia Episcopal Mexicana, y presidente del Consejo Episcopal Latino Americano (CELAM).
El prelado mexicano resaltó que la V Conferencia de Aparecida fue un fruto generado por el Concilio Vaticano II y “el dinamismo pastoral de Aparecida nace por haber entendido tres factores:
El prelado mexicano resaltó que la V Conferencia de Aparecida fue un fruto generado por el Concilio Vaticano II y “el dinamismo pastoral de Aparecida nace por haber entendido tres factores:
el cambio de época;
una conversión no sólo personal sino pastoral y porque se busca una misión continental: tenemos que misionar, no individualmente sino en efectiva comunión eclesial.
No de uno u otro sacerdote o movimiento, sino realizada en conjunto y en cuya cabeza está el Papa y para las Iglesias particulares están los obispos”.
Para lograr la Misión Continental, el presidente del CELAM recordó que es necesario “salir del gris del pragmatismo y de la burocracia” y que en Aparecida hubo conciencia de que “si seguimos haciendo solamente lo mismo de siempre no seremos fieles al mandato de Cristo. O sea hay que hacer más y los sacerdotes deben salir más allá de su confort. Y justamente en Aparecida “se reivindica que no basta la pastoral de conservación”.
La misión de las mujeres en América Latina
Monseñor Aguiar Retes resaltó la misión de las mujeres de América Latina en la Iglesia, ellas dan vida a la comunidad, como lo han indicado diversas intervenciones durante el sínodo.
El prelado añadió que en una reciente encuesta sobre la transmisión de la fe en América Latina y el Caribe registró que el 95% fue a través de la familia y la madre o sea la mujer. Resaltó también el rol femenino en el campo de la caridad, de la asistencia social y de la promoción de los más necesitados, para no hablar de los catequistas, cuyo 90% son mujeres.
Las sectas
Sobre el proselitismo de los nuevos cultos o movimientos sectarios, el arzobispo mexicano recordó que se contrarresta fortaleciendo la propia identidad católica y evitando una actitud irenista. En este sentido señaló un estudio realizado en el año 2000 de sociólogos de la Universidad Nacional de México en el cual preveían para 2010 que los católicos serían el 60% y para el 2050, menos del 40%. “A pesar del tsunami de la laicización hoy somos el 83%”, indicó.
Parroquia y movimientos
Monseñor Aguiar Retes habló sobre “armonizar el trabajo entre parroquia y movimientos” y para ello solicitó una planificación conjunta. Indicó que si un movimiento va a las puertas de la parroquia este crece y hace crecer a la misma. Sin olvidar que los movimientos -añadió el prelado- tienen la experiencia de mucho camino recorrido. Y el tercer paso es sumar fuerzas en torno a ciertos acontecimientos.
En ese sentido recordó cómo se especuló que el viaje de Benedicto XVI a México no iba a tener la respuesta que tuvo Juan Pablo II. Que una encuesta registró que antes del viaje de Benedicto XVI el 17% de la población se dijo identificada con él, y que después del mismo, gracias también a la sinergia de las comisiones varias, se registró el 86% de identificación.
“Que el sínodo coincida con el Año de la Fe es una gracia”, consideró el prelado, que consideró necesario “volver a replantear nuestra fe, pues no es lo mismo creer en Dios olvidando lo que nos reveló Cristo”
Sobre las reivindicaciones sociales existentes en Latinoamérica, recordó que es el continente en donde se registran mayores diferencias sociales, y consideró que “más que insistir sobre eso aunque es necesario, Aparecida indica que la condición de discípulos, el ser comunidad de comunidades, crea una conciencia que irá resolviendo desde esta sensibilidad las estructuras injustas”.
Formación sacerdotal
Formación de sacerdotes y seminarios menores, un tema que se trató varias veces en las intervenciones del sínodo. “En ese campo hay todo un reto, porque cuando los seminarios tienen muchos años de camino y cuentan con una disciplina es más difícil ordenarlos”. Por ello añadió el arzobispo, “fue un gran esfuerzo reorientar la formación sacerdotal”, la cual “cada vez más trata de ser integral”.
Precisó que en el seminario van mejor los jóvenes que hacen el descubrimiento de su vocación desde una experiencia de Iglesia, especialmente si son líderes entre los adolescentes, pues llegan comprometidos y entusiasmados.+
Para lograr la Misión Continental, el presidente del CELAM recordó que es necesario “salir del gris del pragmatismo y de la burocracia” y que en Aparecida hubo conciencia de que “si seguimos haciendo solamente lo mismo de siempre no seremos fieles al mandato de Cristo. O sea hay que hacer más y los sacerdotes deben salir más allá de su confort. Y justamente en Aparecida “se reivindica que no basta la pastoral de conservación”.
La misión de las mujeres en América Latina
Monseñor Aguiar Retes resaltó la misión de las mujeres de América Latina en la Iglesia, ellas dan vida a la comunidad, como lo han indicado diversas intervenciones durante el sínodo.
El prelado añadió que en una reciente encuesta sobre la transmisión de la fe en América Latina y el Caribe registró que el 95% fue a través de la familia y la madre o sea la mujer. Resaltó también el rol femenino en el campo de la caridad, de la asistencia social y de la promoción de los más necesitados, para no hablar de los catequistas, cuyo 90% son mujeres.
Las sectas
Sobre el proselitismo de los nuevos cultos o movimientos sectarios, el arzobispo mexicano recordó que se contrarresta fortaleciendo la propia identidad católica y evitando una actitud irenista. En este sentido señaló un estudio realizado en el año 2000 de sociólogos de la Universidad Nacional de México en el cual preveían para 2010 que los católicos serían el 60% y para el 2050, menos del 40%. “A pesar del tsunami de la laicización hoy somos el 83%”, indicó.
Parroquia y movimientos
Monseñor Aguiar Retes habló sobre “armonizar el trabajo entre parroquia y movimientos” y para ello solicitó una planificación conjunta. Indicó que si un movimiento va a las puertas de la parroquia este crece y hace crecer a la misma. Sin olvidar que los movimientos -añadió el prelado- tienen la experiencia de mucho camino recorrido. Y el tercer paso es sumar fuerzas en torno a ciertos acontecimientos.
En ese sentido recordó cómo se especuló que el viaje de Benedicto XVI a México no iba a tener la respuesta que tuvo Juan Pablo II. Que una encuesta registró que antes del viaje de Benedicto XVI el 17% de la población se dijo identificada con él, y que después del mismo, gracias también a la sinergia de las comisiones varias, se registró el 86% de identificación.
“Que el sínodo coincida con el Año de la Fe es una gracia”, consideró el prelado, que consideró necesario “volver a replantear nuestra fe, pues no es lo mismo creer en Dios olvidando lo que nos reveló Cristo”
Sobre las reivindicaciones sociales existentes en Latinoamérica, recordó que es el continente en donde se registran mayores diferencias sociales, y consideró que “más que insistir sobre eso aunque es necesario, Aparecida indica que la condición de discípulos, el ser comunidad de comunidades, crea una conciencia que irá resolviendo desde esta sensibilidad las estructuras injustas”.
Formación sacerdotal
Formación de sacerdotes y seminarios menores, un tema que se trató varias veces en las intervenciones del sínodo. “En ese campo hay todo un reto, porque cuando los seminarios tienen muchos años de camino y cuentan con una disciplina es más difícil ordenarlos”. Por ello añadió el arzobispo, “fue un gran esfuerzo reorientar la formación sacerdotal”, la cual “cada vez más trata de ser integral”.
Precisó que en el seminario van mejor los jóvenes que hacen el descubrimiento de su vocación desde una experiencia de Iglesia, especialmente si son líderes entre los adolescentes, pues llegan comprometidos y entusiasmados.+
RELACIÓN SOBRE AMÉRICA DEL CARD. CARLOS AGUIAR RETES.
PRESIDENTE DEL CELAM-
Posted on 8 octubre, 2012
Carlos AGUIAR RETES Arzobispo de Tlalnepantla (México)
Presidente de la Conferencia Episcopal
Presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM)
Presidente de la Conferencia Episcopal
Presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM)
Lunes, 8 de octubre de 2012
El gran desafío: el cambio de época y la fractura cultural (1 Cfr. Instrumentum laboris para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo, n. 47.)
La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (2 Celebrada en Aparecida, Brasil en mayo de 2007.) se ubica a sí misma en la continuidad del Concilio Vaticano II (3 La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y Caribeño es un nuevo paso en el camino de la Iglesia, especialmente desde el Concilio Ecuménico Vaticano II.
Ella da continuidad y, a la vez, recapitula el camino de fidelidad, renovación y evangelización de la Iglesia latinoamericana al servicio de sus pueblos. Documento de Aparecida (DA) n. 9.), y hace un llamado a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia la misión de la Iglesia en las nuevas y desafiantes circunstancias latinoamericanas y mundiales (4 Cfr. DA, n. 11.).
Considera necesario salir del gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia para recomenzar desde Cristo(5 Cfr. DA, n. 12.).
La Nueva Evangelización exige la Comunión Eclesial.
Para lograr la Nueva Evangelización y transmitir la fe a las nuevas generaciones la Iglesia debe plantearse con toda honestidad, un examen de conciencia sobre la manera de vivir la fe (6 La propuesta de un nuevo estilo de vida no es sólo para los Pastores, sino mas bien para todos los cristianos que viven en América.
A todos se les pide que profundicen y asuman la auténtica espiritualidad cristiana. “En efecto, espiritualidad es un estilo o forma de vivir según las exigencias cristianas, la cual es “La vida en Cristo” y “en el Espíritu”, que se acepta por la fe, se expresa por el amor y, en esperanza, es conducida a la vida dentro de la comunidad eclesial”.
Ecclesia in America (EIA), n. 29.). Es necesario examinar la vida eclesial (7 Cfr. Instrumentum laboris para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo, n. 95.) y el testimonio de ella en la sociedad actual (8
La pastoral de la Iglesia no puede prescindir del contexto histórico donde viven sus miembros. Su vida acontece en contextos socioculturales bien concretos.
Estas transformaciones sociales y culturales representan naturalmente nuevos desafíos para la Iglesia en su misión de construir el Reino de Dios. De allí nace la necesidad, en fidelidad al Espíritu Santo que la conduce, de una renovación eclesial, que implica reformas espirituales, pastorales y también institucionales. DA, n. 367.).
Ecclesia in America afirma: Ante un mundo roto y deseoso de unidad es necesario proclamar con gozo y fe firme que Dios es comunión, Padre, Hijo y Espíritu Santo, unidad en la distinción, el cual llama a todos los hombres a que participen de la misma comunión trinitaria … Esta comunión, existente en la Iglesia y esencial a su naturaleza, debe manifestarse a través de signos concretos (9 EIA, n. 33.).
Aunque indispensable no basta la organización institucional de la Iglesia (10 Gran parte de la humanidad de hoy no encuentra en la evangelización permanente de la Iglesia el Evangelio.
La Nueva Evangelización, conferencia del cardenal Joseph Ratzinger durante el jubileo de los catequistas y profesores de Religión celebrado el 10 de diciembre de 2000 en Roma. L ‘Osservatore Romano”, 19 de enero de 2001 (NEJR).), es necesario el testimonio de una espiritualidad de la comunión (11 Cfr. Novo Millennia Ineunte (NMI), n. 43.) que sea perceptible en la vida eclesial; para ello, es menester la participación y la comunión de los distintos miembros de la Iglesia en los diferentes niveles y desde las propias responsabilidades (12
La conversion pastoral requiere que las comunidades eclesiales sean comunidades de discípulos misioneros en torno a Jesucristo, Maestro y Pastor. De allí, nace la actitud de apertura, de diálogo y disponibilidad para promover la corresponsabilidad y participación efectiva de todos los fieles en la vida de las comunidades cristianas.
Hoy, más que nunca, el testimonio de comunión eclesial y la santidad son una urgencia pastoral. DA, n. 368.), dando testimonio del arte de vivir (13 Por eso, hace falta una nueva evangelización. Si se desconoce el arte de vivir, todo lo demás ya no funciona. Pero ese arte no es objeto de la ciencia; sólo lo puede comunicar quien tiene la vida, el que es el Evangelio en persona. NE. JR.).
La toma de conciencia para generar la comunión eclesial arranca con la conversión pastoral (14 La conversión pastoral es la clave para una evangelización nueva en su ardor), entendida como la aceptación de la llegada del Reino de Dios y el compromiso de incorporarse como discípulo de Cristo para darlo a conocer en el Mundo (15 Mc 1,15.), compromiso que exige la conversión personal (16
La conversion personal despierta la capacidad de someterla todo al servicio de la instauración del Reino de vida. Obispos, presbíteros, diaconos permanentes, consagrados y consagradas, laicos y laicas, estamos llamados a asumir una actitud de permanente conversión pastoral, que implica escuchar con atención y discernir “10 que el Espiritu esta diciendo a las Iglesias” (Ap 2,29) a traves de los signos de los tiempos en los que Dios se manifiesta. DA, n. 366.) permanente (17
La conversión en esta tierra nunca es una meta plenamente alcanzada: en el camino que el discípulo está llamado a recorrer siguiendo a Jesús, la conversión es un empeño que abarca toda la vida. EIA, n. 28.)
.
El camino incipiente y esperanzador de la Nueva Evangelización en América.
La renovación pastoral en América, iniciada como respuesta al Concilio Vaticano II, ha dinamizado la vida interna de la Iglesia, se han multiplicado los agentes de pastoral, se ha intensificado la formación en la fe, ha crecido la participación y la comunión eucarística de los fieles en la misa dominical, son muchos y variados los aspectos positivos de la renovación pastoral de la Iglesia (18 Cfr. DA, n. 99); sin embargo dicho crecimiento no ha sido proporcional al crecimiento demográfico de nuestros pueblos, por ello se constata enormes sectores de católicos distantes y tibios en su identidad cató1ica, pero ciertamente creyentes (19 Cfr. DA, n. 100, a).).
La religiosidad sigue viva y es la gran reserva potencial de nuestros pueblos (20 Una característica peculiar de América es la existencia de una piedad popular profundamente enraizada en sus diversas naciones.
Está presente en todos los niveles y sectores sociales, revistiendo una especial importancia como lugar de encuentro con Cristo para todos aquellos que con espíritu de pobreza y humildad de corazón buscan sinceramente a Dios (cf. Mt 11,25). EIA, n. 16.).
Ella, cuando ha sido guiada por la Palabra de Dios (21 “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (in 14,6). Con estas palabras Jesús se presenta como el único camino que conduce a la santidad. Pero el conocimiento concreto de este itinerario se obtiene principalmente mediante la Palabra de Dios que la Iglesia anuncia con su predicación. EIA, n. 31.) logra disponer el corazón del creyente y descubrir a Cristo (22 Cfr. Instrumentum laboris para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo, n. 21. Anunciar a Dios es introducir en la relación con Dios: enseñar a orar. NE. JR.), dejándose seducir por el Señor de la Vida (23
El encuentro con el Señor produce una profunda transformación de quienes no se cierran a El. El primer impulso que surge de esta transformación es comunicar a los demás la riqueza adquirida en la experiencia de este encuentro. EIA, n. 68.) y aceptando incorporarse con mayor conciencia a la Iglesia como miembro de una comunidad de discípulos misioneros, que practica una espiritualidad cristiana (24
El seguimiento de Cristo tiene una meta mucho más elevada: identjficarse can Cristo, es decir, lIegar a la unión con Dios. NE.JR.), que permite la santificación de sus miembros por la comunión con Dios Padre en el Espíritu Santo (25 La santidad es la meta del camino de conversión, pues esta “no es fin en sf misma, sino proceso hacia Dios, que es santo. Ser santos es imitar a Dios y glorificar su nombre en las obras que realizamos en nuestra vida (cf. Mt 5,16)”.EIA, n. 30.).
Las pequeñas comunidades relacionadas entre sí van aprendiendo la conveniencia de la comunicación y comunión.
La Parroquia se renueva manifestando un nuevo rostro de Iglesia que crece y se desarrolla con fuerza (26 Cfr. Instrumentum laboris para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo, nos. 80 y 107.), cuando la Parroquia se relaciona orgánicamente con las demás y juntas son conducidas como Diócesis bajo la guía de su Obispo (27 Una clave de renovación parroquial, especialmente urgente en las parroquias de las grandes ciudades, puede encontrarse quizás considerando la parroquia como comunidad de comunidades y de movimientos. EIA, n. 41.). Esta dinámica de comunión eclesial es más urgente e indispensable en las ciudades y en las grandes zonas urbanas de las metrópolis (28 Cfr. DA, n.517 y 518.).
La vida de la Iglesia expresada como comunidad de comunidades, en comunión y unidad, permite a cada cristiano descubrir que en el Siglo XXI es posible vivir como discípulo de Cristo en una comunidad de discípulos del Señor Jesús, y tomar conciencia como discípulo misionero de la urgente necesidad de dar testimonio creíble y confiable de la fe en el mundo actual (29 Anuncianda la conversión debemos ofrecer también una comunidad de vida, un espacio común del nuevo estilo de vida.
No se puede evangelizar sólo con palabras. El Evangelio crea vida, crea comunidad de camino. Una conversión puramente individual no tiene consistencia. NE. JR.).
Los procesos pastorales de planeación diocesana van abriendo los espacios para la formación del discípulo misionero y la misión continental.
La pastoral orgánica descrita en el Plan Diocesano de Pastoral va haciendo realidad lo indicado en NMI: En las Iglesias locales es donde se pueden establecer aquellas indicaciones programáticas concretas -objetivos y métodos de trabajo, de formación y valorización de los agentes y la búsqueda de los medios necesarios que permiten que el anuncio de Cristo llegue a las personas, modele las comunidades e incida profundamente mediante el testimonio de los valores evangélicos en la sociedad y en la cultura (30 NMI, n. 29.).
Por ello, me atrevo a expresar que la Nueva Evangelización, que se abre camino en América, parte. del encuentro con Cristo que la Iglesia ofrece alas fieles cristianos (31
Jesucristo es la “buena nueva” de la salvación comunicada a los hombres de ayer, de hoy y de siempre; pero al mismo tiempo es también el. primer y supremo evangelizador.
La Iglesia debe centrar su atención pastoral y su acción evangelizadora en Jesucristo crucificado y resucitado. “Todo lo que se proyecte en el campo eclesial ha de partir de Cristo y de su Evangelio “.EfA, n. 67.) y llega al descubrimiento y vivencia apasionada y comprometida de la vida discipular (32
El anuncio de Dios lleva a la comunión can Dios en la comunión fraterna, fundada y vivificada por Cristo. NE.JR.), expresión de la espiritualidad de la comunión.
De esta manera la vida diocesana y parroquial se acerca a la vida familiar (33 Cfr. Instrumentum laboris para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo, nos. 110 -113.), Iglesia doméstica (34 Para que la familia cristiana sea verdaderamente “iglesia doméstica”, está llamada a ser el ámbito en que los padres transmiten la fe, pues ellos “deben ser para sus hijos los primeros predicadores de la fe, mediante la palabra y el ejemplo”. EIA, n. 46.), fortaleciéndose mutuamente, y ayudando a poner bases para afrontar la emergencia educativa de nuestro tiempo (35 Lineamenta para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo, n. 20.).
Los protagonistas de la Nueva Evangelización.
La influencia de la fe en la sociedad para que la levadura del Evangelio permee y le dé sentido y sabor a la vida humana, depende en gran parte de la acción de los laicos.
Por ello EIA afirma que son principalmente ellos los protagonistas de la nueva evangelización: La renovación de la Iglesia en América no será posible sin la presencia activa de los laicos. Por eso, en gran parte, recae en ellos la responsabilidad del futuro de la Iglesia (36 EIA, n. 44.).
La vocación y misión propia y específica de los fieles laicos es la transformación de las estructuras temporales, para que la conducta social esté sustentada en los valores evangélicos (37 Cfr. Lumen gentium (LG), n. 31; EIA, n. 27.). De aquí deriva la importancia de la conciencia y formación laical para que acorde a su identidad, y de manera personal y comunitaria, exprese el testimonio de una vida coherente alas convicciones de fe en los propios ambientes de vida y laborales (38
Los ámbitos en los que se realiza la vocación de los fieles laicos son dos. El primero, y más propio de su condición laical, es el de las realidades temporales, que están llamados a ordenar según la voluntad de Dios.
En efecto, “con su peculiar modo de obrar, el Evangelio es llevado dentro de las estructuras del mundo y obrando en todas partes santamente consagran el mismo mundo a Dios”.
Gracias a los fieles laicos, “la presencia y la misión de la Iglesia en el mundo se realiza, de modo especial, en la diversidad de carismas y ministerios que posee el laicado.
La secularidad es la nota característica y propia del laico y de su espiritualidad que lo lleva a actuar en la vida familiar, social, laboral, cultural y política, a cuya evangelización es llamado. EIA, n. 44.).
Por ello es indispensable disponer de instancias para la promoción de la vocación laical y para el acompañamiento en su formación y misión en el mundo (39 Cfr. lnstrumentum laboris para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo, n. 118.).
La Nueva Evangelización y el diálogo con el mundo y las religiones.
En pleno Concilio el Papa Paulo VI afirmó en su primera Encíclica: La Iglesia debe ir hacia el diálogo con el mundo en que le toca vivir. La Iglesia se hace palabra; la Iglesia se hace mensaje; la Iglesia se hace coloquio (40 Ecclesiam Suam (ES), n. 27.).
Hoy día, en un mundo cada vez más plural, el diálogo se abre camino en diferentes ámbitos, los temas que aborda el diálogo en América son entre otros: la Palabra de Dios, la Dignidad Humana, la Familia, la Vida, la Educación, la Ética, la Economía, el Desarrollo de los Pueblos, la Movilidad Humana y en particular las Migraciones, la Solidaridad, la Ecología, la Justicia y la Paz.
En todos los temas la brújula es la Verdad (41 La fidelidad al hombre exige la fidelidad a la verdad, que es la única garantía de libertad (cf. in 8,32) y de la posibilidad de un desarrollo humano integral. Por eso la Iglesia la busca, la an uncia incansablemente y la reconoce allí donde se manifieste. Para la Iglesia, esta misión de verdad es irrenunciable. Caritas in Veritate, n.9.).
Las instituciones educativas (42 En el proyecto global de la nueva evangelización, el campo de la educación ocupa un lugar privilegiado.
Por ello, ha de alentarse la actividad de todos los docentes católicos, incluso de los que enseñan en escuelas no confesionales.
Así mismo, dirijo un llamado urgente a los consagrados y consagradas para que no abandonen un campo tan importante para la nueva evangelización …. La familia es el primer espacio educativo de la persona. EIA, n. 71.), sociales y culturales han sido estratégicamente instancias propicias para promover, coordinar y articular la participación de los laicos en el mundo.
Puntos medulares de la Nueva Evangelización.
Principal desafío de la Nueva Evangelización.
Anunciar a Jesucristo con el lenguaje y las formas culturales de las nuevas tecnologías de la comunicación social (43 Cfr.lnstrumentum laboris para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo, nos. 59 – 62.).
El eje teológico pastoral de la Nueva Evangelización.
Asumir la misión de la Iglesia como la prolongación del dinamismo del misterio de la Encarnación (44
En el misterio de la Encarnación están las bases para una antropología que es capaz de ir más allá de sus propios límites y contradicciones, moviéndose hacia Dios mismo, más aún, hacia la meta de la “divinización”, a través de la incorporación a Cristo del hombre redimido, admitido a la intimidad de la vida trinitaria. NMI, n. 23.) en el espíritu de la Gaudium et spes (45 Cfr. Gaudium et spes (GetSp), n. 1 y 4.) y según lo señalado en la NMI (46 MNI, n. 3.):
Cada Iglesia local, congregada en torno al propio Obispo, en la escucha de la Palabra, en la comunión fraterna y en la “fracción del pan” (cf. Hch 2,42), está “verdaderamente presente y actúa la Iglesia de Cristo, una, santa, cató1ica y apostólica”.
Es especialmente en la realidad concreta de cada Iglesia donde el misterio del único Pueblo de Dios asume aquella especial configuración que lo hace adecuado a todos los contextos y culturas. Este encarnarse de la Iglesia en el tiempo y en el espacio refleja, en definitiva, el movimiento mismo de la Encarnación.
Responsabilidad de los agentes de pastoral:
1. Conversión pastoral(47 Cfr.lnstrumentum laboris para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo, n. 88.) y cambio de mentalidad en el Clero, en la Vida Consagrada y en los agentes de pastoral, especialmente promovida por la conciencia de los actuales desafíos sociales y culturales (48 Vivimos un cambio de época, cuyo nivel más profundo es el cultural. Se desvanece la concepción integral del ser humano, su relación con el mundo y con Dios. DA, n. 44.), y acompañada por la asidua lectura y meditación de la Palabra de Dios (Lectio Divina) (49 Esta lectura de la Biblia, acompañada de la oración, se conoce en la tradición de la Iglesia con el nombre de Lectio divino, práctica que se ha de fomentar entre todos los cristianos. Para los presbíteros, debe constituir un elemento fundamental en la preparación de sus homilías, especialmente las dominicales. EIA, n.31.).
2. La preparación y celebración de la Eucaristía (50 La Eucaristía continúa siendo el centro vivo permanente en torno al cual se congrega toda la comunidad eclesial. Los diversos aspectos de este sacramento muestran su inagotable riqueza: es, al mismo tiempo, sacramento-sacrificio, sacramento-comunión, sacramento-presencia. La Eucaristía es el lugar privilegiado para el encuentro con Cristo vivo. EIA, n. 35.), de los todos servicios cultuales (51 Cfr. Instrumentum laboris para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo, n. 97.) y de las prácticas religiosas de la piedad popular para que sean espacios e instancias de encuentro con Jesucristo y con los hermanos (52 Cfr. EIA, n. 12.).
3. Pastoral orgánica en participación y comunión en las Diócesis (53 La Diócesis, presidida por el Obispo, es el primer ámbito de la comunión y la misión. Ella debe impulsar y conducir una acción pastoral orgánica renovada y vigorosa, de manera que la variedad de carismas, ministerios, servicios y organizaciones se orienten en un mismo proyecto misionero para comunicar vida en el propio territorio. Este proyecto, que surge de un camino de variada participación, hace posible la pastoral orgánica, capaz de dar respuesta a los nuevos desafíos. DA, n. 169.) y en las Provincias Eclesiásticas (54 Cfr. EIA, n. 36 y 37.).
Responsabilidad de la comunidad de fieles:
1. Asumir el Catecismo de la Iglesia Católica y el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia como fundamento de la formación de los fieles (55 Ante los graves problemas de orden social que, con características diversas, existen en toda América, el católico sabe que puede encontrar en la doctrina social de la Iglesia la respuesta de la que partir para buscar soluciones concretas. Difundir esta doctrina constituye, pues, una verdadera prioridad pastoral. EIA, n. 54.).
2. Expresar la vida cristiana comunitaria en la vida discipular de pequeñas comunidades en participación y comunión (56 La vocación al discipulado misionero es con-vocación a la comunión en su Iglesia. No hay discipulado sin comunión … La fe nos libera del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión. Esto significa que una dimensión constitutiva del acontecimiento cristiano es la pertenencia a una comunidad concreta, en la que podamos vivir una experiencia permanente de discipulado y de comunión con los sucesores de los Apóstoles y con el Papa. OA, n. 156.).
3. Definir y programar los procesos de formación cristiana (57 Cfr. EIA, n. 34 y 69.) para pedagógicamente conducir alas fieles en los caminos mistagógicos que permiten al creyente entrar en la experiencia del Misterio de Dios (58 Cfr. NMI, n. 32-34.).
Responsabilidad de los laicos en el Mundo:
1. Asociarse y apoyarse para que en sus propios ámbitos de vida social influyan dando testimonio (59 Cfr. Instrumentum laboris para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo, n. 158.) activo y pasivo de las convicciones de fe y de su identidad católica (60 Por consiguiente, “los fieles laicos -por su participación en el oficio profético de Cristo- están plenamente implicados en esta tarea de la Iglesia”, y por ello deben sentirse llamados y enviados a proclamar la Buena Nueva del Reino. Las palabras de Jesús: “Id también vosotros a mi viña” (Mt 20, 4) deben considerarse dirigidas no sólo a los Apostoles, sino a todos los que desean ser verdaderos discípulos del Señor. EIA, n.66.).
2. Procurar el diálogo con las instituciones públicas y privadas para colaborar en la búsqueda del bien común y para generar una cultura (61 Mi predecesor Pablo VI, can sabia inspiración, consideraba que “la ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda alguna el drama de nuestro tiempo”. Por ello, los Padres sinodales han considerado justamente que “la nueva evangelización pide un esfuerzo lúcido, serio y ordenado para evangelizar la cultura “. EIA, n. 70.) fundamentada en la dignidad humana (62 Conviene recordar que el fundamento sobre el que se basan todos los derechos humanos es la dignidad de la persona. EIA, n. 57.).
3. Utilizar las nuevas tecnologías de comunicación para dar a conocer la vida y misión de la Iglesia y para el diálogo con el mundo (63 Es fundamental para la eficacia de la nueva evangelización un profundo conocimiento de la cultura actual, en la cual los medios de comunicación social tienen gran influencia. Es por tanto indispensable conocer y usar estos medios, tanto en sus formas tradicionales como en las más recientes introducidas por el progreso tecnológico. EIA, n. 72.).
4. Aprovechar las redes sociales para ofrecer el pensamiento católico y sus respuestas actuales a los desafíos culturales, especialmente con las nuevas generaciones (64 En realidad, son muchos los jóvenes americanos que buscan el sentido verdadero de su vida y que tienen sed de Dios … La sensación de frustración que experimentan … los hace abandonar frecuentemente la búsqueda de Dios. Ante esta situación tan compleja, “la Iglesia se compromete a mantener su opción pastoral y misionera por los jóvenes para que puedan hoy encontrar a Cristo vivo”. EIA, n. 47.).
La Conversión Pastoral se prolonga en la Misión Continental, compromiso asumido en Aparecida por el Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Por eso en América, la Nueva Evangelización se identifica con la Misión Continental.
INTERVENCIÓN DE MONS. HÉCTOR RUBÉN AGUER, ARZOBISPO DE LA PLATA
Quinta Congregación General
S. E. R. Mons. Héctor Rubén AGUER
Arzobispo de La Plata
(Argentina)
Arzobispo de La Plata
(Argentina)
Miércoles, 10 de octubre de 2012
Entre las causas de la situación actual de la fe hay que considerar los errores teológicos y filosóficos que circulan en los centros académicos, seminarios y noviciados y que se divulgan mediante la predicación y la catequesis para confusión del pueblo de Dios.
La nueva evangelización requiere superar esos defectos que debilitan la certeza de la fe; para ello, cuidar que la formación de los agentes pastorales se ajuste al magisterio de la Iglesia.
Ante la emergencia de la cuestión antropológica, importa destacar la mediación de la filosofía, de una consideración metafísica de la persona que recoja y trascienda los válidos aportes científicos.
Desde allí, por vía de participación, se abre el acceso al fundamento absoluto, a Dios.
En el pensamiento cristiano se armonizan teocentrismo y centralidad del hombre, como alternativa al antropocentrismo radical que proponen algunas corrientes contemporáneas.
Se hace necesario desarrollar una nueva apologética, un discurso en favor de la fe cristiana, tanto de nivel académico cuanto catequístico-popular, que sea un itinerario propuesto a la inteligencia y al corazón de los hombres y las mujeres de hoy.
PRESIDENTE DEL CELAM.
LOS CATÓLICOS TIENEN QUE ATREVERSE A REFLEJAR LOS VALORES DE LA IGLESIA.
11 de noviembre, 2012. (Romereports.com) El presidente de la Conferencia Episcopal Latinoamericana, Carlos Aguiar, recordó en Roma que la Iglesia debe salir al encuentro de las personas, también de las personas divorciadas, y no quedarse de brazos cruzados esperando a que vengan.
INTERVENCIÓN DE MONS. JORGE LOZANO EN
EL SINODO DE LOS OBISPOS.
12 de octubre de 2012
"La Iglesia de América Latina vive y evangeliza en la
región más desigual del planeta.
El Papa Benedicto XVI nos alentó a confirmar con nueva fuerza la
opción por los pobres.
La brecha entre los más ricos y los más desfavorecidos es enorme
e infranqueable, evocando la parábola del pobre Lázaro que se alimentaba de las
migajas del suelo.
Hay países en los cuales la mitad de los pobres son niños.
En nuestro continente y en el mundo la pobreza no es un problema meramente
económico o sociológico sino evangélico, religioso y moral.
Una mínima parte de la población mundial acapara para sí los
bienes de la creación.
El consumismo derrochador y depredador está agotando los bienes
de la creación. Los rostros de los pobres y excluidos son rostros sufrientes de
Cristo.
En una cultura que pretende esconderlos, transformarlos en
invisibles o naturalizar la pobreza, la fe nos alienta a ponerlos en el centro
de nuestra atención pastoral.
No es posible pensar una nueva evangelización sin un anuncio de
la liberación integral de todo lo que oprime al hombre, el pecado y sus
consecuencias.
No puede haber una auténtica opción por los pobres sin un
compromiso firme por la justicia y el cambio de las estructuras de pecado.
Nuestra cercanía con los pobres no sólo es necesaria para que
nuestra predicación sea creíble sino también para que ella sea cristiana y no
“una campana que resuena o un platillo que retiñe” (1 Cor 13,1).
Cualquier olvido o postergación de los pequeños y humildes hace
que el mensaje deje de ser Buena Noticia para devenir en palabras vacías y
melancólicas, carentes de vitalidad y esperanza.
Hace falta mirar a los pobres, convertimos a ellos para servir
al Señor, a quien amamos."
PRESIDENTE DEL CELAM.
LOS CATÓLICOS TIENEN QUE ATREVERSE A REFLEJAR LOS VALORES DE LA IGLESIA.
11 de noviembre, 2012. (Romereports.com) El presidente de la Conferencia Episcopal Latinoamericana, Carlos Aguiar, recordó en Roma que la Iglesia debe salir al encuentro de las personas, también de las personas divorciadas, y no quedarse de brazos cruzados esperando a que vengan.
2012-11-11 08:00:00
MONS. CARLOS AGUIAR
Presidente, CELAM
“Ayudar a que los valores del Evangelio,
que son los valores de la promoción y formación humana, se hagan presentes en
todos los campos de la sociedad”.
El arzobispo mexicano invitó a los cristianos a mostrar estos valores en todos los ámbitos de la sociedad, no sólo en las iglesias. Por eso propuso buscar iniciativas que ayuden a los laicos a transmitir estos valores en sus trabajos, que es donde pasan la mayor parte de su tiempo.
“En los ámbitos de comunicación, otros en los campos de los hospitales, los médicos, enfermeras. Otros en el ámbito de las leyes, los abogados, otros los políticos, economistas, empresarios, los trabajadores asalariados. La escuela, los profesores, tenemos que tener una presencia más dinámica”.
Carlos Aguiar reconoce que la Iglesia no lo tiene fácil. Dice que uno de los principales campos de trabajo es la ayuda a las familias. Y por supuesto, también a las personas divorciadas.
“La Iglesia debe recordar a todos los casados y vueltos a casar que no están fuera de la Iglesia. Son parte de la Iglesia. No están excomulgados. Viven una situación irregular, pero esto no les impide caminar en la fe”.
La mayoría de los latinoamericanos son católicos. Pero Aguiar advierte de que incluso en los países de mayoría católica hay graves problemas. Dice que es peligroso que la gente crea sólo por tradición o costumbre, y no por la fe y por una decisión meditada. Por eso, recomienda a los católicos a vivir el Año de la Fe como un reto personal
La Exhortación Apostólica Postsinodal "Ecclesia in America", que da nombre a este encuentro, lleva la firma del Papa Juan Pablo II, y está fechada en Ciudad de México, el 22 de enero del año 1999, en el vigésimo primer año de su Pontificado. Está dirigida a los obispos, presbíteros y diáconos, a los consagrados y consagradas y a todos los fieles laicos sobre “el encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América”.
De la exhortación Apostólica del Beato Juan Pablo II, "Ecclesia in America" , citamos la
Y
esta inculturación, este trasvasamiento, ocurrió cuando menos podía esperarse,
cuando nuestra patria mestiza se debatía en atroces dolores de un parto que
amenazaba culminar en aborto, como aconteció en otras partes, donde la
población indígena quedó exterminada, pues no se veía posibilidad alguna de acuerdo
entre pueblos tan diversos; cuando indios y españoles se veían con miedo y rencor, deformada su perspectiva
por una total incomprensión mutua, ya que las culturas de ambos eran
humanamente incompatibles. Los españoles estaban convencidos que se enfrentaban
con Satanás en persona, de modo que toda
tolerancia equivaldría a una clara traición a Dios, y los indios estaban
convencidos que su ineludible deber esa ser fieles a su raíz, a lo que siempre
habían sido y, en especial, la versión del Evangelio que los misioneros les presentaban
les resultaba insultante e inaceptable, Dios, a través de su Madre Santísima,
supo resolver ese insoluble problema, sin desautorizar a sus enviados
españoles, sin reprobar los valores indios, sin cambiar a ninguno de los protagonistas
ni a sus conflictivas circunstancias.
Todos estos desafíos, aunque graves, no definen la misión de la Iglesia.
3. ¿Cuáles son los frutos de esta experiencia?
« En nuestra comunidad “Arca de la Alianza” de Biscegli, Italia, hemos recibido los cursos del programa de formación de la Escuela San Andrés y hemos comenzado a reproducirlos, porque si el Señor ha transformado nuestras vidas, tiene poder y fuerza para trasformar a otros, haciendo nuevas todas las cosas.
Sin embargo, lo especial es que hemos impartido estos cursos en dos conventos de religiosas de clausura, sin omitir dinámicas. Nosotros pensábamos que no sería fácil que ellas participaran, pero para nuestra sorpresa, ha sido sorprendente su participación durante los cursos.
Estamos viviendo un momento histórico, haciendo realidad lo que el Papa está pidiendo, de ser testigos de la fe con una nueva evangelización. Nueva en sus métodos y expresiones. Creemos que la Escuela san Andrés es un regalo de Dios para su Iglesia y nosotros podemos testificar los frutos de este regalo.
En nombre de la comunidad “Arca de la Alianza” doy gracias al Señor y bendigo a los hermanos que trabajan en esta Escuela de Evangelización para que cuiden este regalo. »
En la presentación de esta iniciativa que da respuesta a la convocatoria de Su Santidad Benedicto XVI para la celebración del Año de la Fe, iniciado el pasado 11 de octubre, participan un representante del Cardenal Norberto Rivera Carrera, Arzobispo Primado de México; Monseñor Víctor René Rodríguez Gómez, Obispo de Valle de Chalco y Ex Secretario General de la Conferencia Episcopal Mexicana; el Ing. Guillermo Bustamante Manilla, Coordinador General de Unión de Voluntades; el Ing. Juan Bosco Laris Rodríguez, Comunicador Católico y Empresario de la Radio y en la moderación y presentación Salvador Alejandro González, Comunicador Católico y Director de Un mensaje de Fe y de la Producción Especial “Los Sacramentos, Año de la Fe”, expertos en el área de difusión y profesionistas para dar respuesta a las inquietudes sobre los temas relacionados con el modo de vivir este Año de gracia, en sintonía con la Misión de la Iglesia en la Nueva Evangelización.
“Los Sacramentos, Año de la Fe”, en su conjunto, nace como respuesta por parte de la Iglesia católica ante “los momentos difíciles y especiales, que se están compartiendo a nivel global, tal como ha sido experimentado en varios momentos a lo largo de la historia”. De hecho los promotores recuerdan -a modo de ejemplo- que estos momentos han motivado en la vida de la Iglesia, la Celebración de Sínodos Especiales para atender los casos específicos de las Conferencias Episcopales Continentales; la XIII Asamblea General del Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización y la Celebración del Año de la Fe 2012-2013, la Exhortación de Su Santidad Benedicto XVI, y todo esto en la búsqueda de intensificar los trabajos de la Nueva Evangelización.
Por otra parte,, desde la perspectiva de la Nueva Evangelización, se hace hincapié en las palabras del Papa Juan Pablo II cuando, en el Jubileo del año 2000, afirmó que en Europa se alcanzó “una pérdida de la Memoria Cristiana”, en abierta alusión a la pérdida de las raíces cristianas.
Patricia L. Jáuregui Romero – Radio Vaticano / @pjuregui
La importante y sorprendente decisión de S.S. Benedicto XVI, de renunciar a su Ministerio como Sucesor de Pedro, y por tanto, como Cabeza visible de la Iglesia Católica, refleja la personalidad el Papa Benedicto XVI como un hombre de fe, que tiene una gran confianza en la presencia del Espíritu Santo que conduce la Iglesia, conforme la promesa de Jesucristo a sus Apóstoles, y permite también que descubramos su profundo amor a la Iglesia.El Papa ha explicado claramente que su decisión la ha discernido en oración y teniendo en cuenta las exigencias del Ministerio Petrino, y al mismo tiempo con gran realismo, consciente de la constante disminución de sus fuerzas físicas debida a su avanzada edad, y al natural y comprensible desgaste que implica su cotidiana tarea como Papa.
Veo al Papa Benedicto XVI en esta decisión: a un hombre de fe, de amor a la Iglesia, valiente, firme, decidido, que corre los riesgos de interpretaciones erróneas y quizá incomprendidas, incluso por los mismos fieles.
Es muy loable reconocer y agradecer que a lo largo de su fructífero Pontificado, el Papa mostró: cómo se deben afrontar los problemas de la Iglesia a través del diálogo constructivo y permanente con todas las corrientes del pensamiento, con todas las naciones, con todas las Iglesias y confesiones religiosas.
A casi un año de su visita a México, queda el recuerdo que dirigió a los infantes: “Ustedes, mis pequeños amigos, no están solos; cuentan con la ayuda de Cristo y de su Iglesia”, y el ánimo que generó en todos los mexicanos, insistiendo que el mal no puede tanto, y que siempre la victoria del bien está garantizada en el proyecto salvífico de Jesucristo, consumado en la cruz y en la resurrección.
Su exquisita y delicada bondad la llevaremos en nuestros corazones, confiando que Dios Nuestro Señor lo acompañara en esta etapa final de su vida, dedicada al silencio, la meditación y la oración.Hoy, el Papa Benedicto XVI lanza a la feligresía católica y a los hombres de buena voluntad un claro ejemplo de fortaleza y dignidad, de honestidad y clarividencia, al asumir la decisión de su retiro.
La Iglesia Católica, con esta decisión del Papa Benedicto XVI se fortalecerá en la Fe, en la Esperanza y la infinita confianza del Amor de Dios.
Tlalnepantla – México, febrero 12 de 2013.
El arzobispo mexicano invitó a los cristianos a mostrar estos valores en todos los ámbitos de la sociedad, no sólo en las iglesias. Por eso propuso buscar iniciativas que ayuden a los laicos a transmitir estos valores en sus trabajos, que es donde pasan la mayor parte de su tiempo.
“En los ámbitos de comunicación, otros en los campos de los hospitales, los médicos, enfermeras. Otros en el ámbito de las leyes, los abogados, otros los políticos, economistas, empresarios, los trabajadores asalariados. La escuela, los profesores, tenemos que tener una presencia más dinámica”.
Carlos Aguiar reconoce que la Iglesia no lo tiene fácil. Dice que uno de los principales campos de trabajo es la ayuda a las familias. Y por supuesto, también a las personas divorciadas.
“La Iglesia debe recordar a todos los casados y vueltos a casar que no están fuera de la Iglesia. Son parte de la Iglesia. No están excomulgados. Viven una situación irregular, pero esto no les impide caminar en la fe”.
La mayoría de los latinoamericanos son católicos. Pero Aguiar advierte de que incluso en los países de mayoría católica hay graves problemas. Dice que es peligroso que la gente crea sólo por tradición o costumbre, y no por la fe y por una decisión meditada. Por eso, recomienda a los católicos a vivir el Año de la Fe como un reto personal
Impresiona la frecuencia con que el documento de Aparecida –
documento conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano, que tuvo lugar en Aparecida (Brasil), en mayo de 2007 – ha
sido citado como referencia importante en el aula de los trabajos de la
Asamblea general ordinaria del Sínodo mundial de Obispos.
La gran mayoría de
Padres sinodales provenientes de los más diversos países latinoamericanos han
citado este documento. No se trata por cierto ni de casualidad ni de una
estrategia eclesiástica pre-establecida. Es, esos sí, una demostración del muy
profundo impacto que este documento ha tenido en la Iglesia de América Latina,
cuyos Obispos lo han acogido con gratitud porque especialmente iluminante y
orientador para la misión eclesial en las circunstancias actuales de nuestro
continente.
Además, el tema de esa V Conferencia General – “...discípulos y
misioneros de Jesucristo...” – está muy consonancia con el tema sinodal de la
“nueva evangelización para la transmisión de la fe”, ofreciendo aportes muy
importantes para el desarrollo de las reflexiones sinodales.
Precisamente por la atención que ha merecido este frecuente
referencia, el Cardenal Marc Ouellet, en su calidad de Presidente de la
Comisión Pontificia para América Latina, con el acuerdo gozoso del Presidente
del CELAM, Mons. Carlos Aguiar, ha puesto a disposición de los Padres sinodales
interesados la publicación de la traducción italiana del documento de
Aparecida.
Esta publicación ha sido emprendida por la Comisión Pontificia en el
quinto aniversario de conmemoración de la Conferencia de Aparecida.
CONGRESO INTERNACIONAL
“ECCLESIA IN
AMERICA”
Tras las huellas de la EXHORTACIÓN
APOSTÓLICA POST-SINODAL ECCLESIA IN AMERICA, bajo
la guía de NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE Madre de las
Américas, Estrella de la Nueva Evangelización
9–12 diciembre de 2012
Iniciativa promovida y organizada por la Pontificia Comisión
para América Latina y los Caballeros de Colón,con la colaboración del Instituto
de Estudios Guadalupanos
OBJETIVOS
1. Conmemorar el 15º aniversario de la Asamblea Especial del
Sínodo de Obispos para América, retomando la intuición profética de esta
iniciativa pontificia para desarrollarla en clave de estrategia pastoral,
misionera y cultural.
2. Profundizar algunos temas cruciales sobre la nueva
evangelización en el continente americano, especialmente a la luz de las
enseñanzas de la Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in
America.
3. Ayudar a “redescubrir el camino de la fe”, confesándola “con
plenitud y con renovada convicción, con confianza y esperanza”, a la luz del
50º aniversario del Concilio ecuménico Vaticano II y del 20º aniversario del
Catecismo de la Iglesia Católica, como ha sido solicitado para el “Año de la
Fe”, convocado por S.S. Benedicto XVI.
4. Favorecer relaciones de amistad, comunión y colaboración
entre los fieles católicos de los países latinoamericanos, Estados Unidos y
Canadá.
5. Promover el compartir experiencias y reflexiones de la
Iglesia de Dios en América con la Curia Romana.
6. Manifestar la fidelidad y devoción que se profesa por el
Sucesor de Pedro y por el magisterio pontificio en el continente americano.
7. Confiar todos estos objetivos y trabajos a Nuestra Señora de
Guadalupe y pedir su potente intercesión para la Iglesia de Dios en el
continente americano y para toda la Iglesia universal.
PROGRAMA
Domingo, 9 de diciembre
18.00 Celebración eucarística en la Capilla del Altar de la
Cátedra de la Basílica de San Pedro. Oración de consagración a nuestra Señora
de Guadalupe, en la Festividad de San Juan Diego (ingreso al Vaticano por
el Portón del Sant’Uffizio y a la Basílica por la puerta que se encuentra en
frente a la “Domus Sanctae Marthae”).preside: Card. Marc Ouellet, Presidente de la Pontificia
Comisión para América Latina
Al final de la Celebración Eucarística, SU
SANTIDAD BENDITO XVI SE HARÁ PRESENTE EN LA BASÍLICA y pronunciará un breve
mensaje de saludo..
19.30 Recepción en el atrio del Aula Paulo VI.
Lunes, 10 de diciembre (Aula
del Sínodo)
08.45 Laudes
09.00 Palabras de bienvenida e introducción (Card. Marc
Ouellet)
09.15 Conferencia: “El acontecimiento guadalupano, en el origen
de la evangelización del Nuevo Mundo americano”. (R.P. Eduardo Chávez,
Director del Instituto de Estudios Guadalupanos)
10.15 Pausa café
10.45 Conferencia: “La Exhortación apostólica postsinodal
Ecclesia in America: profecía, enseñanzas y
compromisos”. (Prof. Guzmán Carriquiry, Secretario de la Pontificia
Comisión para América Latina)
12.00 Conferencia: “La Exhortación Apostólica Ecclesia in
America, bajo la intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe, estrella de la
nueva evangelización y madre de la civilización del amor”. (Prof. Carl
Anderson, Caballero Supremo de los Caballeros de Colón)
12.45 Indicaciones sobre la organización para el trabajo en
grupos.
15.30 Trabajo en grupos divididos según los siguientes temas
(Aula Pablo VI):
1. “Una evangelización nueva. Nueva en su ardor, en sus métodos,
en su expresión”: significado, implicaciones y tareas en el
continente americano (cfr. Ecclesia in America, nn. 2, 6,
66-74).
Presidencia: Card. Juan Sandoval Íñiguez, Arzobispo
emérito de Guadalajara.
Introducción: S.E.R. Mons. Gérald Lacroix, Arzobispo
de Québec
Lenguas utilizadas: español, portugués
2. “El encuentro de Jesús por medio de María”: experiencias de filiación
y discipulado en los pueblos americanos (cfr.Ecclesia in America, nn.
8-13).
Presidencia: S.E.R. Mons. William Edward Lori,
Arzobispo de Baltimore
Introducción: S.E.R. Mons. Samuel Joseph Aquila,
Arzobispo de Denver
Lengua utilizada: inglés
3. ¿ Qué significa ser, para la Iglesia, sacramento de comunión
y reconciliación a escala del continente americano ? (cfr.Ecclesia in
America, nn. 33-45).
Presidencia: Card. Nicolás de Jesús López Rodríguez,
Arzobispo de Santo Domingo
Introducción: Prof. Rodrigo Guerra, docente del
Centro de Investigación Social Avanzada, miembro del equipo teológico-pastoral
del CELAM
Lengua utilizada: español
4. Desafíos para la familia cristiana, la dignidad de la mujer y
la esperanza de los jóvenes en el continente americano (cfr.Ecclesia in
America, nn. 45-49).
Presidencia: Card. Thomas Christopher Collins,
Arzobispo de Toronto
Introducción: Dra. Vicky Thorn, Directora Project
Rachel
Lengua utilizada: inglés
5.¿ Qué dicen las Iglesias americanas, sobre “su amplia
presencia en el campo de la educación” y, de modo especial, en el mundo
universitario? (cfr. Ecclesia in America, n. 18, 71, 72).
Presidencia: S.E.R. Mons. Ricardo Ezzati Andrello,
S.D.B., Arzobispo de Santiago de Chile
Introducción: Prof. Alfredo García Quesada, docente
de la Universidad Católica San Pablo
Lengua utilizada: español
6. Unidad de los cristianos y reto de las sectas (cfr. Ecclesia
in America, nn. 49, 73).
Presidencia: S.E.R. Mons. José María Arancedo,
Arzobispo de Santa Fe, Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina.
Introducción: S.E.R. Mons. Thomas James Olmsted,
Obispo de Phoenix
Lengua utilizada: español
7. Caridad y solidaridad desde un “amor preferencial por los
pobres y marginados” (cfr. Ecclesia in America, nn. 52-60).
Presidencia: Card. Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga,
Arzobispo de Tegucigalpa
Introducción: Dra. Edelmira Flores González,
coordenadora del grupo latinoamericano de sociedades mariológicas
Lenguas utilizadas: inglés, español
8. Algunos graves y comunes problemas sociales: corrupción,
drogas, carrera de armamentos, cultura de la muerte, situación de los indígenas
y afroamericanos, problemática de los inmigrados (cfr. Ecclesia in
America, nn. 60-65).
Presidencia: S.E.R. Mons. Leonardo Ulrich Steiner, O.F.M.,
Secretario General de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil
Introducción: S.E.R. Mons. James Anthony Tamayo,
Obispo de Laredo
Lenguas utilizadas: español, portugués
NOTA: Cada grupo de trabajo será precedido por una
introducción de 15 minutos y elige un Secretario encargado de recoger,
sintetizar y exponer los aportes del grupo en la sesión plenaria.
18.00 Conclusión del trabajo de grupos.
18.15 conferencia: “El significado del Año de la
Fe”. (S.E.R. Mons. Luis Francisco Ladaria, S.I., Secretario de la
Congregación para la Doctrina de la Fe
Martes, 11 de diciembre
08.45 Laudes
09.00 Presentación de los informes de los grupos de trabajo
(Aula del Sínodo).
10.30 Pausa Café
11.30 Recitación del Santo Rosario en los
jardines vaticanos delante de la escultura de Nuestra Señora de Guadalupe con
San Juan Diego, intercalando los distintos misterios con la lectura de los
textos del “Nican Mopohua”.
Presidencia:
S.E.R. Mons. Antonio Arregui Yarza,
Arzobispo de Guayaquil
S.E.R. Mons. James Conley,
Obispo de Lincoln
S.E.R. Mons. Juan Vicente Córdoba Villota,
S.I., Obispo de Fontibón
16.00 Esplendor de belleza en la imagen de Nuestra Señora de
Guadalupe. Investigaciones científicas sobre la “tilma”, junto con el
canto de himnos guadalupanos. (Aula S. Pío X, Via della Conciliazione, 5).
(Preside: R.P. Eduardo Chávez, Director del Instituto de Estudios
Guadalupanos)
Miércoles, 12 de diciembre
10.00 Participación en la Audiencia pública de S.S. Benedicto
XVI
15.30 Conferencia: “Escenarios y propuestas para la comunión y
colaboración entre las Iglesias del continente americano y para la solidaridad
entre sus pueblos” (Aula del Sínodo). (Card. Sean Patrick O’Malley, O.F.M.
Cap., Arzobispo de Boston)
16.15 Debate. Intervenciones libres en reunión plenaria.
17.30 Síntesis conclusiva (Card. Marc Ouellet)
18.30 Solemne Celebración Eucarística en la Festividad de
Nuestra Señora de Guadalupe (Iglesia de Santa Maria in Traspontina, via della
Conciliazione) (Preside: Card. Marc Ouellet)
20.00 Recepción (Aula S. Pío X, Via della Conciliazione, 5)
CONGRESO INTERNACIONAL “ECCLESIA IN
AMERICA”
ORACIÓN POR LAS FAMILIAS DE AMÉRICA.
(RV).- Este 4 de diciembre en la Sala de Prensa de la Santa Sede
se presentó el Congreso Internacional “Ecclesia in America” sobre la
Iglesia en el Continente Americano que se desarrollará en la Ciudad del
Vaticano del 9 al 12 de diciembre, es decir, inicia en el segundo domingo de
Adviento, fiesta de san Juan Diego Cuauhtlatoatzin, el fiel vidente de las
apariciones de la Santísima Madre de Dios en el Tepeyac, (1474 – 1548), y
finaliza el día en que la Iglesia celebra la fiesta litúrgica de la Virgen de
Guadalupe, Patrona de las Américas.
Este Congreso es promovido por la
Pontificia Comisión para América Latina y por los Caballeros de Colón. En la
presentación a la prensa de este encuentro que arroja luz sobre la actualidad
de la vida de la Iglesia en el Continente Americano intervendrán el Card. Marc
Ouellet, Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, el Profesor
abogado Guzmán Carriquiry, Secretario de la Pontificia Comisión para América
Latina; y el Dr. Carl Anderson, Caballero Supremo de los Caballeros de Colón.
La Exhortación Apostólica Postsinodal "Ecclesia in America", que da nombre a este encuentro, lleva la firma del Papa Juan Pablo II, y está fechada en Ciudad de México, el 22 de enero del año 1999, en el vigésimo primer año de su Pontificado. Está dirigida a los obispos, presbíteros y diáconos, a los consagrados y consagradas y a todos los fieles laicos sobre “el encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América”.
De la exhortación Apostólica del Beato Juan Pablo II, "Ecclesia in America" , citamos la
“Oración a Jesucristo por las familias de América”, con el
siguiente prefacio con el que el Papa concluye su documento, y que lleva el
número 76:
Por tanto, invito a todos los católicos de América a tomar parte activa en las iniciativas evangelizadoras que el Espíritu Santo vaya suscitando a lo largo y ancho de este inmenso Continente, tan lleno de posibilidades y de esperanzas para el futuro.
Por tanto, invito a todos los católicos de América a tomar parte activa en las iniciativas evangelizadoras que el Espíritu Santo vaya suscitando a lo largo y ancho de este inmenso Continente, tan lleno de posibilidades y de esperanzas para el futuro.
De modo especial invito a las familias católicas a ser «
iglesias domésticas », donde se vive y se transmite a las nuevas generaciones
la fe cristiana como un tesoro, y donde se ora en común. Si las familias
católicas realizan en sí mismas el ideal al que están llamadas por voluntad de
Dios, se convertirán en verdaderos focos de evangelización.
Al concluir esta
Exhortación Apostólica, con la que he recogido las propuestas de los Padres
sinodales, acojo gustoso su sugerencia de redactar una oración por las familias
en América. Invito a cada uno, a las comunidades y grupos eclesiales, donde dos
o más se reúnen en nombre del Señor, para que a través de la oración se
refuerce el lazo espiritual de unión entre todos los católicos americanos.
Que
todos se unan a la súplica del Sucesor de Pedro, invocando a Jesucristo, «
camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América »:
Señor Jesucristo, te agradecemos que el Evangelio del Amor del Padre,
con el que Tú viniste a salvar al mundo,haya sido proclamado ampliamente en
América como don del Espíritu Santo que hace florecer nuestra alegría.
Te damos gracias por la ofrenda de tu vida, que nos entregaste amándonos
hasta el extremo, y nos hace hijos de Dios y hermanos entre nosotros.
Aumenta, Señor, nuestra fe y amor a ti, que estás presente
en tantos sagrarios del Continente.Concédenos ser fieles testigos de tu
Resurrección ante las nuevas generaciones de América, para que conociéndote te sigan y encuentren en ti su paz y su alegría. Sólo así podrán sentirse hermanos de todos los hijos de Dios dispersos por el mundo.Tú, que al hacerte hombre quisiste ser miembro de una familia humana, enseña a las familias las virtudes que resplandecieron en la casa de Nazaret.
Haz que permanezcan unidas, como Tú y el Padre sois Uno,
y sean vivo testimonio de amor, de justicia y solidaridad;
que sean escuela de respeto, de perdón y mutua ayuda,
para que el mundo crea; que sean fuente de vocaciones
al sacerdocio, a la vida consagrada y a las demás formas de intenso compromiso cristiano.
Protege a tu Iglesia y al Sucesor de Pedro, a quien Tú, Buen Pastor, has
confiado la misión de apacentar todo tu rebaño. Haz que tu Iglesia florezca en
América y multiplique sus frutos de santidad.Enséñanos a amar a tu Madre, María, como la amaste Tú. Danos fuerza para anunciar con valentía tu Palabra en la tarea de la nueva evangelización, para corroborar la esperanza en el
mundo.
¡Nuestra Señora de Guadalupe, Madre de América, ruega por nosotros!
Patricia L. Jáuregui Romero – Radio Vaticano
GUADALUPANA PROTAGONISTA DEL CONGRESO “ECCLESIA
IN AMERICA”
11 de diciembre de 2012 • 10:47 • actualizado
el 12 de diciembre de 2012 a las 01:01
La Virgen de Guadalupe fue protagonista
del congreso "Ecclesia in América", que reúne en el Vaticano a 250
participantes, quienes rezaron el rosario en español e inglés ante la escultura
de La Guadalupana
Santa Sede.-
La Virgen de Guadalupe fue hoy la protagonista del
congreso "Ecclesia in América", que reúne en el Vaticano a 250
participantes, de ellos un centenar de personalidades de ese continente, que
participaron en un rosario y asistieron a una charla sobre la imagen de la
patrona de América.
Los participantes en el foro y varios cientos de fieles
recitaron el rosario en los Jardines Vaticano, ante la escultura de Nuestra
Señora de Guadalupe con el indio san Juan Diego.
El grupo escultórico fue colocado en los Jardines Vaticanos en
1939 y muestra una imagen de Juan Diego Cuauhtlatoatzin, el indio al que se
apareció la virgen en 1531 y canonizado por Juan Pablo II durante su último
viaje a México en 2002, con la tilma o manto, en la que está impresa la imagen
de la Virgen Morena.
Del grupo forma también parte una imagen del arzobispo Juan de
Zumárraga, arrodillado ante la imagen de la virgen.
Encabezados por el cardenal Marc Ouellet, presidente de la
Pontificia Comisión para América Latina, los asistentes rezaron el rosario en
español e inglés y escucharon meditaciones sobre Nuestra Señora de Guadalupe.
La plegaria estuvo inspirada en el Nicam Mopohua, primer
documento que recoge los diálogos entre la virgen y Juan Diego en el cerro
mexicano del Tepeyac.
En la ceremonia se destacó el importante papel que tuvieron las
apariciones marianas al indio Juan Diego en la evangelización del continente
americano.
Tras el rezo del ángelus, la cantante italiana Filippa Giordano,
al piano, entonó el "Ave María y el himno "El Ángel del Cielo".
Después del rosario, los participantes en el congreso asistieron
a un acto cultural y de devoción en el que se presentaron vídeos sobre la
imagen de la virgen y se cantaron himnos guadalupanos.
Sobre la imagen de la virgen, el peruano afincado en México José
Aste, de 81 años, un ingeniero que desde 1979 estudia con ordenadores y lentes
de alta precisión los ojos de Nuestra Señora de Guadalupe, dijo hoy a Radio
Vaticano que en las córneas ha descubierto trece pequeñas imágenes sobre
escenas del milagro guadalupano.
Las mismas imágenes se ven en los dos ojos, precisó Aste, quien
las ha dividido en dos escenas.
En una, que llama "antes de la estampación" al
considerar que lo que se ve ocurrió antes de que la virgen quedara impresa en
la tilma del indio, se la ve a ella, al obispo Zumárraga, a Juan Diego que
extiende su manto para que quede impregnada la imagen, a un indígena y a una
mujer negra esclava que trabajaba para Zumárraga.
En la otra escena aparecen una mujer que lleva un bebé a la
espalda, el marido, otros dos niños y dos adultos.
"Ecclesia in América" concluye mañana con la
asistencia de los participantes a la audiencia pública del papa.
Este congreso se celebra quince años después del Sínodo de
Obispos para América, convocado por Juan Pablo II en 1997, y su objetivo es
intensificar la unidad y cooperación entre las iglesias americanas para afrontar
problemas y retos comunes.
DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI A LOS PARTICIPANTES EN EL CONGRESO INTERNACIONAL
«TRAS LAS HUELLAS DE LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL "ECCLESIA IN AMERICA", BAJO LA GUÍA DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE , MADRE DE TODA AMÉRICA, ESTRELLA DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN», ORGANIZADO POR
LA PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMÉRICA LATINA
Y LOS CABALLEROS DE COLÓN
«TRAS LAS HUELLAS DE LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL "ECCLESIA IN AMERICA", BAJO LA GUÍA DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE , MADRE DE TODA AMÉRICA, ESTRELLA DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN», ORGANIZADO POR
LA PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMÉRICA LATINA
Y LOS CABALLEROS DE COLÓN
Basílica Vaticana
Domingo 9 de diciembre de 2012
Domingo 9 de diciembre de 2012
[Vídeo]
Señores Cardenales,
Queridos Hermanos en el Episcopado y el Sacerdocio,
Apreciados Caballeros de Colón
Queridos Hermanos en el Episcopado y el Sacerdocio,
Apreciados Caballeros de Colón
Agradezco vivamente las palabras del Señor Cardenal Marc
Ouellet, Presidente de la Comisión Pontificia para América Latina, y me alegra
que, junto a los Caballeros de Colón, haya querido promover un Congreso
internacional para ahondar en la consideración y proyección de la Exhortación
apostólica postsinodal Ecclesia
in America, del beato Juan Pablo II, y que recoge las aportaciones
de la Asamblea especial del Sínodo de los Obispos para América.
Saludo cordialmente a los Señores Cardenales, Obispos, sacerdotes y personas consagradas, así como a los numerosos laicos venidos para participar en esta importante iniciativa. Vuestros rostros me traen nuevamente a la mente y al corazón los latidos del Continente americano, tan presente en la plegaria del Papa, y cuya devoción a la Sede Apostólica he podido gratamente experimentar, no sólo durante mis visitas pastorales a algunos de sus países, sino cada vez que encuentro aquí a pastores y fieles de esas queridas tierras.
Saludo cordialmente a los Señores Cardenales, Obispos, sacerdotes y personas consagradas, así como a los numerosos laicos venidos para participar en esta importante iniciativa. Vuestros rostros me traen nuevamente a la mente y al corazón los latidos del Continente americano, tan presente en la plegaria del Papa, y cuya devoción a la Sede Apostólica he podido gratamente experimentar, no sólo durante mis visitas pastorales a algunos de sus países, sino cada vez que encuentro aquí a pastores y fieles de esas queridas tierras.
Mi venerado Predecesor, el beato Juan Pablo II, tuvo la
clarividente intuición de incrementar las relaciones de cooperación entre las
Iglesias particulares de toda América, del Norte, del Centro y del Sur, y, a la
vez, suscitar una mayor solidaridad entre sus naciones. Hoy dichos propósitos
merecen ser retomados con vistas a que el mensaje redentor de Cristo se ponga
en práctica con mayor ahínco y produzca abundantes frutos de santidad y
renovación eclesial.
El tema que guió las reflexiones de aquella Asamblea sinodal
puede servir también de inspiración para los trabajos de estos días: "El
encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la
solidaridad en América". En efecto, el amor al Señor Jesús y la potencia
de su gracia han de arraigar cada vez más intensamente en el corazón de las
personas, las familias y las comunidades cristianas de vuestras naciones, para
que en éstas se avance con dinamismo por las sendas de la concordia y el justo
progreso.
Por eso, es un regalo de la Providencia que vuestro Congreso tenga lugar poco después de comenzar el Año de la fe y tras la Asamblea general del Sínodo de los Obispos dedicada a la nueva evangelización, pues vuestras deliberaciones contribuirán valiosamente a la ardua e imperiosa tarea de hacer resonar con claridad y audacia el Evangelio de Cristo.
Por eso, es un regalo de la Providencia que vuestro Congreso tenga lugar poco después de comenzar el Año de la fe y tras la Asamblea general del Sínodo de los Obispos dedicada a la nueva evangelización, pues vuestras deliberaciones contribuirán valiosamente a la ardua e imperiosa tarea de hacer resonar con claridad y audacia el Evangelio de Cristo.
La citada Exhortación apostólica apuntaba ya a retos y
dificultades que en la hora actual siguen presentes con singulares y complejas
características. En efecto, el secularismo y diferentes grupos religiosos se
expanden por todas las latitudes, dando lugar a numerosas problemáticas.
La educación y promoción de una cultura por la vida es una urgencia fundamental ante la difusión de una mentalidad que atenta contra la dignidad de la persona y no favorece ni tutela la institución matrimonial y familiar. ¿Cómo no preocuparse por las dolorosas situaciones de emigración, desarraigo o violencia, especialmente las causadas por la delincuencia organizada, el narcotráfico, la corrupción o el comercio de armamentos? ¿Y qué decir de las lacerantes desigualdades y las bolsas de pobreza provocadas por cuestionables medidas económicas, políticas y sociales?
La educación y promoción de una cultura por la vida es una urgencia fundamental ante la difusión de una mentalidad que atenta contra la dignidad de la persona y no favorece ni tutela la institución matrimonial y familiar. ¿Cómo no preocuparse por las dolorosas situaciones de emigración, desarraigo o violencia, especialmente las causadas por la delincuencia organizada, el narcotráfico, la corrupción o el comercio de armamentos? ¿Y qué decir de las lacerantes desigualdades y las bolsas de pobreza provocadas por cuestionables medidas económicas, políticas y sociales?
Todas estas importantes cuestiones requieren un esmerado
estudio. Sin embargo, más allá de su evaluación técnica, la Iglesia católica
tiene la convicción de que la luz para una solución adecuada sólo puede
provenir del encuentro con Jesucristo vivo que suscita actitudes y
comportamientos cimentados en el amor y la verdad. Ésta es la fuerza decisiva
para la transformación del Continente americano.
Queridos amigos, el amor de Cristo nos
urge a dedicarnos sin reservas a proclamar su Nombre en todos los rincones de
América, llevándolo con libertad y entusiasmo a los corazones de todos sus
habitantes. No hay labor más apremiante ni benéfica que ésta. No hay servicio
más grande que podamos prestar a nuestros hermanos. Ellos tienen sed de Dios.
Por ello es preciso asumir este cometido con convicción y gozosa entrega, animando a los sacerdotes, a los diáconos, los consagrados y los agentes de pastoral a purificar y vigorizar cada vez más su vida interior a través del trato sincero con el Señor y la participación digna y asidua en los sacramentos. A esto ayudará una adecuada catequesis y una recta y constante formación doctrinal, con fidelidad total a la Palabra de Dios y al Magisterio de la Iglesia y buscando dar respuesta a los interrogantes y anhelos que anidan en el corazón del hombre.
De este modo, el testimonio de vuestra fe será más elocuente e incisivo, y se acrecentará la unidad en el desempeño de vuestro apostolado. Un renovado espíritu misionero y el ardor y generosidad de vuestro compromiso serán una aportación insustituible que la Iglesia universal espera y necesita de la Iglesia en América.
Por ello es preciso asumir este cometido con convicción y gozosa entrega, animando a los sacerdotes, a los diáconos, los consagrados y los agentes de pastoral a purificar y vigorizar cada vez más su vida interior a través del trato sincero con el Señor y la participación digna y asidua en los sacramentos. A esto ayudará una adecuada catequesis y una recta y constante formación doctrinal, con fidelidad total a la Palabra de Dios y al Magisterio de la Iglesia y buscando dar respuesta a los interrogantes y anhelos que anidan en el corazón del hombre.
De este modo, el testimonio de vuestra fe será más elocuente e incisivo, y se acrecentará la unidad en el desempeño de vuestro apostolado. Un renovado espíritu misionero y el ardor y generosidad de vuestro compromiso serán una aportación insustituible que la Iglesia universal espera y necesita de la Iglesia en América.
Como modelo de disponibilidad a la gracia
divina y de total solicitud por los demás, resplandece en ese Continente la
figura de María Santísima, Estrella de la nueva evangelización, y a quien se
invoca en toda América bajo el glorioso título de Nuestra Señora de Guadalupe.
A la vez que encomiendo a su materna y amorosa protección este Congreso,
imparto a sus organizadores y participantes la Bendición Apostólica, prenda de
incesantes favores divinos.
PALABRAS DE BIENVENIDA E INTRODUCCIÓN AL CONGRESO
INTERNACIONAL “ECCLESIA IN AMERICA”
Card. Marc Ouellet
Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina
Comenzamos hoy los trabajos del Congreso internacional
organizado
conjuntamente por la Pontificia Comisión para América Latina y
los Caballeros deColón, con la colaboración del Instituto mexicano de Estudios
Guadalupanos, que se realiza en el Vaticano del 9 al 12 del corriente mes y que tiene
como tema central la Ecclesia in America.
No hemos podido tener mejor inauguración que la de ayer con la celebración eucarística en la Basílica de San Pedro y la presencia y el
mensaje que nos dirigió S.S. Benedicto XVI.
Si nuestro Congreso tiene como objetivo el de
intensificar los vínculos de comunión entre las Iglesias locales del continente
americano, esa misma comunión encuentra su fuente y su cumbre en la Eucaristía y
queda expresada y garantizada por la comunión afectiva y efectiva con el Sucesor
de Pedro, Pastor universal, que es signo, testigo y constructor de la unidad de
todos los fieles cristianos en la verdad y caridad.
El mensaje del Papa será para nuestro
Congreso referencia fundamental de iluminación y guía, de aliento y bendición para
nuestros trabajos.
“Ecclesia in America” es, como todos los sabemos, el título de
la Exhortación
apostólica pos-sinodal, publicada por el Beato Juan Pablo II el
22 de enero de 1999, como fruto maduro de la Asamblea especial del Sínodo para
América que concluía sus trabajos hace precisamente quince años.
El tema escogido por
este Papa para esta Asamblea sinodal y que sirvió de articulación para la Exhortación apostólica possinodal fue: “El
encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América”. Éste será también un eje
direccional para nuestras reflexiones y trabajos.
2
Nos interesará especialmente en este Congreso retomar las
intuiciones proféticasdel Beato Giovanni Paolo II y los contenidos fundamentales de la
Exhortación Ecclesia in America, así como intensificar las relaciones de
comunión y colaboración entre la Iglesia de Canadá y de Estados Unidos con las Iglesias
de América Latina para afrontar problemas y desafíos comunes que se plantean a la
misión de la Iglesia en el continente americano.
Para ello contamos con una participación de alto nivel.
Agradezco, en primer lugar, a los Señores Cardenales del Norte, Centro y Sur del
continente que nos honran con su presencia.
Y nuestra gratitud abraza también a los
numerosos Obispos de Canadá, Estados Unidos y casi todos los países de América Latina
que han acogido positivamente nuestra invitación.
Junto con todos Ustedes, nos
acompañan Señores Cardenales y Obispos de diversos dicasterios de la Curia Roma y
residentes en Roma, manifestando un vivo interés por nuestros trabajos, que nos
alienta de modo muy especial. Nuestra gratitud se dirige también a los Superiores
Religiosos y Superioras Religiosas, o sus Consejeros y Consejeras, norteamericanos o
latinoamericanos, que enriquecerán nuestras reflexiones y proposiciones.
Están también con nosotros delegados de movimientos y nuevas comunidades eclesiales, así
como Rectores y delegados de los distintos Colegios pontificios de residencia
sacerdotal que sirven a las Iglesias en América. Incluso muchas otras personas se han
interesado por nuestro Congreso, acogiéndolas con todo afecto.
Last but not least, estamos honrados por la presencia de Embajadores y colaboradores del cuerpo diplomático
de los diversos países del continente americano ante la Santa Sede.
A todos,
¡muchas gracias!, esperando que las reflexiones y eventos de este Congreso les
resulten espiritual,
cultural y pastoralmente estimulantes y que disfruten de su
estancia en Roma y especialmente en el centro de la catolicidad. 3
No es ciertamente por casualidad que este Congreso se realice en directa
conexión con dos grandes eventos contemporáneos de la
catolicidad. Me refiero, en primer lugar, al “Año de la Fe” convocado por Su Santidad
Benedicto XVI y recientemente inaugurado el 14 de octubre pasado.
Nos sentimos
algo orgullosos porque este Congreso es uno de los primeros grandes eventos en
el curso de este año lleno de gracias y de responsabilidades.
Nuestro Congreso quiere
ponerse en estrecha sintonía con lo señalado por la Carta apostólica Porta Fidei cuando plantea la exigencia de “redescubrir el camino de la fe para iluminar de
manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con
Cristo”.
Consideramos esto como una urgida invitación, también a las Iglesias en America, a “una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo” para
“confesar la fe en plenitud y con renovada convicción, confianza y esperanza”.
Al
mismo tiempo, cómo no advertir que este Congreso tiene lugar poco tiempo después de
realizada la Asamblea general del Sínodo mundial de Obispos que, en el mes de
octubre pasado,tuvo como tema: “La nueva evangelización para la transmisión de
la fe”.
Sin duda, nos enriqueceremos con los trabajos y proposiciones sinodales y, en
especial, con las extraordinarias homilías y alocuciones con las que el Santo
Padre acompañó e iluminó los trabajos sinodales y con las que está guiando el camino del
“Año de la Fe”.
El precioso patrimonio de fe cristiana, che está en el origen del
“Nuevo Mondo” americano y que anima la vida de sus pueblos, sometido a la
erosición provocada por fuertes corrientes de secularización, y specialmente por una
cultura global cada vez más lejana y hostil a la tradición cristiana, tiene necesidad de
ser siempre renovado, reactualizado, revitalizado.
El intercambio de dones y
experiencias entre las Iglesias del continente americano puede ser muy enriquecedor en esta
perspectiva.
Además, somos todos muy conscientes que en estos últimos quince
años se han ido planteando e incrementando muchas realidades y problemas comunes, a nivel inter-americano, que requieren mayor colaboración por parte de
las Iglesias. Me limito sólo a citar la importantísima presencia de los “hispano” en
Canadá y Estados Unidos, 4 la cuestión irresuelta y muchas veces dramática de la inmigración, la espiral de violencias por lo general alimentada por las redes del
narcotráfico y el aumento del consumo de drogas.
Todos estamos preocupados por la
contemporaneidad en todo el continente de agresiones a la cultura de la vida y a la
institución del matrimonio y la familia. Más que nunca resulta fundamental una contribución
auténticamente católica en la urgente responsabilidad educativa de las nuevas
generaciones.
Compartimos preocupaciones, aquí y allá, sobre la custodia de la libertad
religiosa, que está en la base de todas las libertades, solidaria con todas ellas. ¿Y cómo
no tener en cuenta que en nuestro continente conviven vastas realidades de pobreza,
marginación y exclusión con áreas de opulencia, como desigualdades a veces estridentes y
que claman al cielo?
Y todo ello se encuadra en el contexto de las actuales
relaciones políticas, económicas y culturales entre Estados Unidos, Canadá y América Latina, que
requieren un repensamiento en la búsqueda de mayor diálogo, de negociaciones
más abiertas y respetuosas, de la construcción de condiciones de mayor
solidaridad, paz, equidad y justicia en el continente.
Para afrontar estos problemas a la luz de la misión de la
Iglesia es fundamental que se viva en cada Iglesia local y en las relaciones entre
todas ellas un profundo sentido de comunión y pertenencia.
Este Congreso desea ser una
viva experiencia de esa comunión, creando y fortaleciendo vínculos de amistad entre
todos los participantes. Ojalá podamos concluir sus trabajos compartiendo y proponiendo renovadas modalidades y caminos para que se irradie esa comunión
eclesial en todo el continente americano, guiada y significada por sus Obispos, en comunión inquebrantable con el Sucesor de Pedro.
Que este Congreso se
realice en el Vaticano pone en resalto la solicitud universal de las Iglesias del
continente, que representan más del 50% de católicos de todo el mundo, y por eso dispuestas
a colaborar cada vez
más con el ministerio universal del Papa. 5
Hemos venido a Roma no sólo para escuchar óptimas conferencias
ni para
limitarnos a reflexionar y discutir juntos, sino también para
rezar juntos, para implorar la presencia del Espíritu Santo que, por la mediación de María
Santísima, nos convierta en más fieles discípulos y testigos de Cristo resucitado y haga más reconocible su Presencia en la vida de las personas, familias y
pueblos del continente americano.
Terminaremos este Congreso con otra celebración
eucarística,
precisamente en la festividad de Nuestra Señora de Guadalupe, invocación de la Santísima Virgen María como intercesora potente no sólo para México, para toda América, sino también para la Iglesia universal. Por eso, este
Congreso cuenta también con la fructuosa colaboración del Instituto Superior de Estudios
Guadalupanos.
Recordemos, en fin, que el Beato Juan Pablo II presentó la
Exhortación apostólicapos.sinodal Ecclesia in
America, depositándola a los pies de la imagen de NuestraSeñora de Guadalupe en su Santuario, en Ciudad de México.
También nuestro Congreso confía sus propósitos, trabajos y conclusiones a la
Patrona de las Américas,a la Estrella de la Nuova evangelización, a la Madre celeste de
la civilización del amor.
Martes,
04 Diciembre 2012, 16.53
LAS
CONFERENCIAS PRONUNCIADAS DURANTE EL CONGRESO INTERNACIONAL "ECCLESIA IN
AMERICA"
LA VIRGEN DE GUADALUPE, ESTRELLA DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
CANÓNIGO DR. EDUARDO CHÁVEZ
Postulador de la causa de canonización de san Juan Diego y
Director General del Instituto Superior de Estudios Guadalupanos
(ISEG)
Introducción
El Santo Padre, Juan Pablo II, afirmó que fue en México, a los
pies de la Virgen de Guadalupe, cuando vislumbró la manera de realizar su
Pontificado: “Visité –recuerda el Papa- el santuario de Guadalupe en enero de
1979, durante mi primera peregrinación apostólica. El viaje fue decidido como
respuesta a la invitación apostólica en la Asamblea de la Conferencia de los obispos
de América Latina (CELAM), en Puebla. Aquella peregrinación inspiró en cierto sentidos
todos los siguientes años del pontificado.”
¿Qué tendría esta devoción para que, de manera evidente, fuera
tan amada por el Papa?
¿Qué fue lo que vislumbró el Santo Padre para que además proclamara
Fiesta Litúrgica de Nuestra Señora de Guadalupe para todo el Continente
Americano, y declarara en aquella ocasión:
“La aparición de María al indio Juan Diego en la colina del
Tepeyac, el año de 1531, tuvo una repercusión decisiva para la evangelización.
Este influjo va más allá de los confines de la nación mexicana, alcanzando todo
el Continente.”(2)
Y que además y de manera explícita el Santo Padre declarara:
“América, que históricamente ha sido y es crisol de pueblos, ha reconocido «en
el rostro mestizo de la Virgen del Tepeyac, [...] en Santa María de Guadalupe,
[...] un gran ejemplo de evangelización perfectamente inculturada». Por eso, no
sólo en el Centro y en el Sur, sino también en el Norte del Continente, la
Virgen de Guadalupe es venerada como Reina de toda América.”(3)
¿Qué tendría esta
Devoción, como decía, para que explícitamente el Santo Padre proclamara todo
esto y más?
Como todo Acontecimiento Salvífico, el Guadalupano, si bien se
verifica en un momento histórico y en un lugar determinado, trasciende
fronteras, culturas, pueblos, costumbres, etc.; llega hasta lo más profundo del
ser humano; además, toma en cuenta la participación precisamente de este ser
humano, concreto e histórico, con sus defectos y virtudes, para que con su
intervención fuera más allá de lo que la humana naturaleza permitiría. Una de
las más claras manifestaciones de que en realidad se trata de un Acontecimiento
Salvífico es la conversión del corazón, es el mover, en un verdadero
arrepentimiento, al ser humano desde lo más profundo del alma, del espíritu y
la razón, para encontrase con Dios, quien siempre es el primero en tomar esta iniciativa;
haciendo realidad un cambio de vida pleno y total.
Veamos, aunque sean algunos pincelazos, los momentos más
significativos de esta historia que influye decididamente en la evangelización
de todo un Continente, como el mismo Santo Padre lo afirmó.
___________________
1.JUAN PABLO II, ¡Levantaos! ¡Vamos!, traducción Pedro Antonio
Urbina Torella, Ed. Plaza Janés, México 2004, pp. 58-59.
2. JUAN PABLO II,
Ecclesia in America, México 22 de enero de 1999, Ed. Libreria Editrice
Vaticana, Ciudad del Vaticano 1999, p. 20. El Santo Padre cita literalmente la
IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Santo Domingo a 12 de
Octubre de 1992, 24. Véase también en AAS, 85 (1993) p. 826. El Santo Padre también menciona la
declaración realizada por los obispos de los Estados Unidos de Norteamérica en:
NATIONAL CONFERENCE OF CATHOLIC BISHOPS, Behold Your Mother Woman of Faith,
Washington 1973, Nº 99: “In our own hemisphere we recall the apparition in 1531
of Our Lady of Guadalupe, «Queen of the Americas»."
3.JUAN PABLO II, Ecclesia in America, p. 20. 2
De la
Reconquista a la Conquista
Mientras que en el centro de Europa el movimiento Protestante
puso en crisis la relación con la Santa Sede, el pueblo español se manifestó
enteramente católico, fiel a la Iglesia y defensor de Cristo, ya que, gracias a
Él, había reconquistado su territorio y captaba como su misión histórica ser la
punta de lanza de la Cristiandad para todos los pueblos. El pueblo español, siendo
paladines de Cristo, pasó de la reconquista
a la conquista. Como afirmó Francisco Hernández de Gómara: “La mayor
cosa después de la creación del mundo y la muerte del que lo crió, es el
descubrimiento de las Indias [...] Nunca nación se extendió a tanto como la
española sus costumbres, su lenguaje y armas, ni caminó tan lejos por mar y
tierra, las armas a cuestas [...]
Comenzaron las conquistas de indios acabada la de moros, para
que siempre guerreasen españoles contra infieles.”(4).
Por otra parte, y al otro lado de su mundo, se encontraban
imperios inmensos: el “Tahuantisuyo” y el “Tlatocáyotl”, es decir, el imperio
Inca y el imperio Azteca. La belicosidad y su profunda religiosidad eran las
características esenciales de estos pueblos, que los llevaron a conquistar casi
todo lo que era su mundo.
Veinticinco años después del Descubrimiento de América, en 1517,
Francisco Hernández de Córdova descubrió, oficialmente, tierras mexicanas; al siguiente
año le siguió Juan de Grijalva; pero es hasta la llegada de Hernán Cortés, en
1519, cuando de una simple exploración se consumó una gran conquista.(5).
A inicios del siglo XVI,
el imperio Azteca era un conglomerado de, aproximadamente, 23 millones de
súbditos de diferentes tribus,
muchas de las cuales odiaban a
los aztecas por sanguinarios, y esto obedecía a que los aztecas se consideraban
llamados a preservar la vida del mundo, alimentándolo con los corazones y la
sangre obtenidos por los prisioneros en las llamadas “guerras floridas”;
prisioneros que eran sacrificados ritualmente, sacándoles sus corazones para ofrecerlos
en alimento a sus dioses y, de esta manera, preservar el ciclo de la vida.
Los indígenas estaban convencidos, por su mentalidad religiosa,
que se cumpliría una de las profecías más importantes y determinantes de su
existencia; en síntesis esta profecía decía que un caudillo-dios, llamado
“Quetzalcóatl” (“serpiente emplumada”), iba a regresar por el Oriente, y este
líder bueno tenía, extrañamente, las mismas
características de los europeos: blanco y barbado, con extrañas naves
que venían, precisamente, de Oriente; así que los indígenas estaban convencidos
de que eran testigos de la realización de esta profecía.
En solo dos años, de 1519 a 1521, contra toda expectativa
humana, los españoles conquistaron el imperio Azteca. Hernán Cortés, un hombre de
armas, un tanto ilustrado y militarmente religioso, como era la época, con un
carisma de liderazgo impresionante, usando su astucia y habilidad penetró hasta
el propio corazón del imperio, aliándose con las tribus sometidas por los
aztecas; bajo la confusión de la famosa profecía de la llegada del dios bueno “Quetzalcóatl”;
aunado todo esto con las poderosas armas y los caballos desconocidos para los indígenas,
lo cual fue clave para la conquista y, finalmente, las enfermedades, entre
ellas la viruela, que mató a la mitad de la población indígena.
El drama que los indígenas padecieron en esta derrota y la caída
de su Imperio, no fue sólo el desmoronamiento de su estructura militar, social,
económica, política, etc., sino de toda su estructura religiosa, la cual
sustentaba el sentido de toda su existencia. La tremenda depresión ante sus
propios dioses fue un drama incomparable, ya que el esperado dios bueno “Quetzalcóatl”,
sólo sembró la ruina y la muerte; ya no habían más sacrificios humanos ni corazones
que alimentaran a sus dioses y, sin embargo, el ciclo de la vida continuaba sin
mayor problema; los astros estaban ahí cumpliendo sus funciones como si nada;
se habían sacrificados a miles de seres humanos y ahora se daban cuenta que no
había servido de nada, absolutamente de nada; entonces ¿todo había sido una
burla infame de los dioses? La depresión fue tal que algunos indígenas optaron
por suicidarse.(6).
Mientras tanto, no eran
pocos los españoles que también presentaban una crisis de conciencia, pues se
cuestionaban hasta qué punto era de cristianos conquistar un territorio, el
cual no les pertenecía, y hacer de su propiedad bienes ajenos y hasta esclavizar
a sus propietarios; este cuestionamiento era fuertemente manifestado no sólo
por los misioneros, sino por españoles de conciencia recta, incluso se llevó
ante las aulas de las Universidades como la de Salamanca. La discusión sobre la
justificación de una invasión y toma de bienes ajenos ocuparon agrias disputas;
levándolas hasta el punto de poner en tela de juicio la racionalidad de los
indígenas, pues si los indios no demostraban su humanidad, entonces se podía
tomar de sus bienes, ya que no tendrían ningún derecho sobre ellos; y, además,
su “adoración” a los ídolos los hacían “culpables”.
Sin pretender menospreciar o desmeritar la labor de estos santos
varones, que en realidad eran de lo mejor que había producido una España,
deudora de Jesucristo, defensora de su Iglesia y misionera militante; pero ¿qué
era este puñado de inspirados misioneros ante los millones de ndígenas?, ante
las distancias impresionantes, las lenguas desconocidas, las mentalidades y culturas
tan distintas. Si bien, las conversiones se fueron dando, pero muy poco a poco
ante este reto gigantesco. Fray Toribio Motolinia, además de indicarnos que la gran labor de los franciscanos
había dado como resultado cierta cantidad de bautizos entre los indígenas, no
pudo negar que en los primeros años los indios permanecían reacios a
convertirse al catolicismo: “Anduvieron –declaraba el misionero– los mexicanos cinco años muy fríos”.(7).
Además, era consciente de
la insignificancia de sus recursos ante la enormidad del trabajo, sus terribles
problemas y la inseguridad de que fueran sinceras las conversiones;(8).el temor
de que la piedad india fuera idolatría larvada subsistió durante largo tiempo
en todos los misioneros y llegó a ser para algunos, como fray Diego de Durán,
una obsesión (9).
Además, esto se unía a los problemas internos de los mismos
españoles, que llegaron a ser tan ásperos que el primer obispo de México, fray
Juan de Zumárraga, conciente de que no había ninguna salida ante los abusos de
sus paisanos, en 1529 declaró al rey: “Asimismo me parece es bien informar a
Vuestra Serenísima Majestad de lo que a la fecha en ésta pasa, porque es cosa
de tanta calidad, porque si Dios no provee con remedio de su mano está la
tierra en punto de perderse totalmente.”(10)
En este contexto histórico es cuando se produce uno de los
eventos más importantes y evangelizadores, el llamado: Acontecimiento
Guadalupano, iniciando una importante historia de la Salvación; el encuentro de
la Virgen de Guadalupe con un indígena llamado Juan Diego,(11) quien fue
canonizado por el papa Juan Pablo II el 31 de julio de 2002.(12)
Se inicia una
evangelización que lleva a una verdadera conversión.
Santa María de Guadalupe, Estrella de la Evangelización,
aparecida del 9 al 12 de diciembre de 1531, apenas a diez años después de la
conquista, retoma lo bueno de los indígenas y lo bueno de los españoles, dos
culturas profundamente religiosas y profundamente distintas, en un choque
violento y cruento; es ella, la Madre de Dios que se manifiesta como portadora
del
Amor, sagrario inmaculado de Dios y, cuya voluntad claramente la sabemos por medio de san Juan
Diego, y esta era: que se le edificara un templo para dar en él ese Amor que es
el Hijo de Dios a todo ser humano; templo que debería contar con la aprobación
de la cabeza de la Iglesia, el obispo de México, que en aquel entonces, como
decíamos, era el obispo fray Juan de Zumárraga.
Este mensaje se manifestó también con una imagen impresa en el manto o tilma de
este indio humilde, Juan Diego. La imagen mestiza de esta Virgen Madre envuelta
de sol con la luna bajo sus pies con manto tachonado de estrellas y cuyo
mensaje y voluntad es la entrega del Amor maternal en un templo aprobado por la
cabeza de la Iglesia. Una Virgen Madre que al mismo tiempo los españoles la
conocían como una Purísima Concepción; y los indígenas como la Tonantzin”, que
significa “nuestra Madrecita”.(13).
En este Acontecimiento salvífico se manifiesta, de manera patente, la intervención de Dios en
una evangelización conducida por María para una verdadera conversión, como se
expresa en el trozo del Evangelio de san Juan (Jn 2, 5): cuando, en las bodas
de Caná, María, la madre de Dios, dirige con firmeza al ser humano: “hagan todo
lo que Él les diga”.
Esta es una maravillosa historia de donde surge la
evangelización para todo el Continente Americano y más allá de sus fronteras,
bajo la dirección y cauce de la Iglesia Católica.
_________________________________
4.FRANCISCO LÓPEZ DE GÓMARA, Historia General de las Indias,
Biblioteca Ayacucho, Caracas 1979, Dedicatoria, pp. 7-8.
5.Cfr. FERNANDO BENÍTEZ, La ruta de Hernán Cortés, Ed. FCE,
México 4.1974. También SILVIO ZAVALA, «Hernán Cortés ante la justificación de
su conquista», en Revista de Historia Americana, 92 (1981), pp. 49-69. También
en la obra escrita por un soldado del mismo Hernán Cortés: BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, Historia Verdadera de la Conquista
de la Nueva España, Ca. 1560-1568, Ed. Porrúa (= Col. Biblioteca Porrúa Nos 6 y
7), México 1977, 2 Vols. 3
6.Cfr. MIGUEL LEÓN-PORTILLA, El reverso de la conquista, Ed.
Joaquín Mortiz, México 1964. También del mismo autor MIGUEL LEÓN-PORTILLA,
Visión de los vencidos, UNAM (= Col. Biblioteca del Estudiante Universitario N°
81), México 4 1969. 4
7. FRAY TORIBIO MOTOLINIA, Historia de los Indios, p. 78.
8. De hecho, algunos frailes misioneros, como Sahagún y Durán, se dieron a la tarea de investigar,
de manera meticulosa, la cultura india, para poder combatir mejor cualquier
idolatría, que pudiera perjudicar a sus recién convertida grey: “El médico no
puede acertadamente aplicar las medicinas al enfermo sin que primero conozca
qué humor o de qué causas procede la enfermedad [...] para predicar contra
estas cosas, y aun para saber si las hay, menester es saber cómo las usaban.”
FRAY BERNARDINO DE SAHAGÚN, Historia General, p. 17. Esta fue la actitud general.
Sin embargo, ciertamente hubo casos de excepción como Fray Jacobo de Testera,
quien escribió: “a nosotros los religiosos, cuando entramos en esta tierra, no
nos espantó ni desconfió su idolatría, mas habiendo compasión de su ceguedad,
tuvimos muy gran confianza que todo aquello y mucho más harían en servicio de
nuestro Dios, cuando lo conociesen”. Carta de fray Jacobo de Testera.
Huejotzingo, el 6 de mayo de 1533, en Cartas de Indias, Madrid, 1877, p. 66.
9. Cfr. FRAY DIEGO DURÁN, Historia de las Indias de Nueva España
e Islas de Tierra Firme, terminada en 1591, Ed. Porrúa (= Col. Biblioteca
Porrúa Nos. 36 y 37), México 1967.
10. Carta de fray Juan de Zumárraga al rey de España, México a
27 de agosto a 1529, Archivo de Simancas, Bibl. Miss., III, 339, carta 13.
Copia en Colección Muñoz, T. 78, f. 314v.
11.Cfr. FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, EDUARDO CHÁVEZ SÁNCHEZ Y JOSÉ
LUIS GUERRERO ROSADO, El encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego, Ed.
Porrúa, México 1999, 4 2002, 604 pp.
12. Una biografía de Juan Diego la publiqué en México: Cfr.
EDUARDO CHÁVEZ SÁNCHEZ, Juan Diego. Una vida de Santidad que marcó la historia,
Ed. Porrúa, México 2002, 228 pp. Este momento importante lo recuerda el Papa
Juan Pablo II en su libro: JUAN PABLO II, ¡Levantaos! ¡Vamos!, traducción Pedro
Antonio Urbina Torella, Ed. Plaza Janés, México 2004, p. 60. 5
13. Cfr. JOSÉ CASTILLO Y
PIÑA, Tonantzin Nuestra Madrecita la Virgen de Guadalupe, Imp. Manuel L.
Sánchez, México 1945, 274 pp. También MIGUEL LEÓN-PORTILLA, Tonantzin Guadalupe. Pensamiento náhuatl y
mensaje cristiano en el “Nican Mopohua”, Eds. Colegio Nacional y FCE, México
2000, 202 pp
Historia
de un encuentro salvífico
Juan Diego Cuauhtlatoatzin (14) fue el vidente en las
Apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe, que tuvieron lugar del 9 al 12 de
diciembre de 1531. A este importante evento se le conoce como el Acontecimiento
Guadalupano.
Juan Diego, de la etnia indígena de los chichimecas, nació en
torno al año 1474, en Cuauhtitlán, en el barrio de Tlayácac, región que
pertenecía al reino de Texcoco; fue bautizado en torno a 1524,(15) por los
primeros franciscanos que llegaron de España al territorio del antiguo Imperio
Azteca, imperio que fue derrotado y conquistado en 1521. En el tiempo de las
Apariciones, Juan Diego era un hombre maduro, como de unos 57 años de edad, y
tenía apenas dos años de viudo ya que su mujer María Lucía había muerto en
1529.
Juan Diego era profundamente piadoso, acudía todos los sábados y
domingos a Tlatelolco, un barrio de la Ciudad de México, donde aún no había
convento, pero sí una llamada “doctrina”, donde se celebraba la Santa Misa y se
conocían “las cosas de Dios que les enseñaban sus amados sacerdotes”; para
esto, tenía que salir muy temprano del pueblo de Tulpetlac, que era donde en
ese momento vivía, y caminar hacía el sur hasta bordear el cerro del Tepeyac.
El sábado 9 de diciembre de 1531 sería un día muy especial, pues
al pasar a lo largo de la colina del Tepeyac, escuchó que provenía de ella un
maravilloso canto y una dulce voz lo llamaba desde lo alto de la cumbre:
“Juanito, Juan Dieguito”. Llegando a la cima, encontró a una hermosa Doncella
que estaba ahí de pie, envuelta en un vestido reverberante como el sol. En este
encuentro, el cual es narrado de una manera maravillosa en el llamado Nican Mopohua ya se comprueba la madurez
cristiana que tenía Juan Diego, pues antes de que Ella se presente, él la
reconoce como Madre de Dios al decirle que va “a su casita de México
Tlaltilolco a seguir las cosas divinas” que imparten “la imágenes de Nuestro
Señor”,(16) o sea los sacerdotes españoles. A su vez,Ella se presenta como
Madre de Dios en forma inconfundiblemente clara para cualquier indio mexicano,
pues no sólo dice que es la “Madre del verdaderísimo Dios”, sino que repite la
palabra “Dios” en náhuatl y en castellano: “Téotl Dios” y cita cuatro nombres
inconfundibles para ellos: Ipalnemohuani = “Aquel por Quien se vive”, Tloque
Nahuaque = “Dueño del cerca y del junto”, Teyocayani = “Creador de las
personas” e Ilhuicahua Tlaltipaque = “Señor del Cielo y de la Tierra”.(17).
María se presenta de una manera clara y sencilla,nítida y transparente,
con naturalidad y sencillez para los desconfiados españoles y para los
desconcertados indígenas. La voluntad de la Inmaculada Virgen María de
Guadalupe era el que se levantara un templo en aquel lugar para dar todo su
amor a todo ser humano, por lo que le pide que sea su mensajero para llevar su
voluntad al obispo.
Juan Diego se dirigió al obispo, fray Juan de Zumárraga, y
después de una larga y paciente espera, el indio mensajero le comunicó todo lo
que había admirado, contemplado y escuchado, y le dijo puntualmente el mensaje
de la Señora del Cielo, la Madre de Dios, que le había enviado y cual era su
voluntad que se le erija un templo para, desde ahí, dar todo su amor.
El Obispo escuchó al indio incrédulo de sus palabras, y
reflexionando sobre este extraño mensaje.
Juan Diego regresó al
cerrillo ante la Señora del Cielo, y le expuso cómo había sido su encuentro con
el jefe de la Iglesia en México. Juan Diego entendió que el obispo pensaba que
le mentía o que fantaseaba, y con toda humildad le dijo a la Señora del Cielo
que mejor enviara a algún noble o alguna persona importante ya que él era un
hombre de campo, un simple cargador, una persona común sin importancia, y con
toda sencillez le dijo: «Virgencita mía, Hija mía menor, Señora, Niña;por favor
dispénsame: afligiré con pena tu rostro, tu corazón; iré a caer en tu enojo, en
tu disgusto, Señora Dueña mía».”(18).
La Reina del Cielo escuchó
con ternura y bondad, y con firmeza le respondió al indio: “«Escucha, el más
pequeño de mis hijos, ten por cierto que no son escasos mis servidores, mis
mensajeros, a quien encargue que lleven mi aliento, mi palabra, para que
efectúen mi voluntad; pero es necesario que tú, personalmente, vayas, ruegues,
que por tu intercesión se realice, se lleve a efecto mi querer, mi voluntad. Y
mucho te ruego, hijo mío el menor, y con rigor te mando, que otra vez vayas
mañana a ver al Obispo. Y de mi parte hazle saber, hazle oír mi querer, mi
voluntad, para que realice, haga mi templo que le pido. Y bien, de nuevo dile
de qué modo yo, personalmente, la siempre Virgen Santa María, yo, que soy la
Madre de Dios, te mando».”(19).
Así que al día siguiente regresó ante el obispo para nuevamente
darle el mensaje de la Virgen y el Obispo le pide una señal que confirme su
mensaje. Juan Diego al regresar abatido a su casa se encuentra con que su tío
se encuentra gravemente enfermo y ante la eminente muerte le pide a su sobrino
que vaya a la Ciudad de México para que buscara un sacerdote para que le diera
los últimos auxilios, así que el 12 de diciembre, muy de mañana Juan Diego
corrió hacia el convento de los franciscanos en Tlatelolco, pero al acercarse
al lugar donde se había encontrado con la hermosa Doncella, reflexionó con
candidez, que era mejor desviar sus pasos por otro camino, rodeando el cerro
del Tepeyac por la parte Oriente y, de esta manera, no entretenerse con Ella y
poder llegar lo más pronto posible al convento de Tlatelolco, pensando que más
tarde podría regresar ante la Señora del Cielo para cumplir con llevar la señal
al Obispo.
Pero María Santísima
salió al encuentro de Juan Diego y le dijo: “«¿Qué pasa, el más pequeño de mis
hijos? ¿A dónde vas, a dónde te diriges?»”.(20).
El indio quedó
sorprendido, confuso, temeroso y avergonzado, y le comunicó con turbación la
pena que llevaba en el corazón: su tío estaba a punto de morir y tenía que ir
por un sacerdote para que lo auxiliara. María Santísima escuchó la disculpa del
indio con apacible semblante; comprendía, perfectamente, el momento de gran
angustia, tristeza y preocupación que vivía Juan Diego; y es precisamente en
este momento en donde la Madre de Dios le dirige unas de las más bellas palabras,
las cuales penetraron hasta lo más profundo de su ser: “«Escucha, ponlo en tu
corazón, Hijo mío el menor, que no es nada lo que te espantó, lo que te
afligió; que no se perturbe tu rostro, tu corazón; no temas esta enfermedad ni
ninguna otra enfermedad, ni cosa punzante aflictiva. ¿No estoy aquí yo, que soy
tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu
alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes
necesidad de alguna otra cosa?»”(21).
Y la Señora del Cielo le aseguró:
“«Que ninguna otra cosa te aflija, te perturbe; que no te apriete con pena la
enfermedad de tu tío, porque de ella no morirá por ahora. Ten por cierto que ya
está bueno».”(22).
Y efectivamente, en ese preciso momento, María Santísima se
encontró con el tío Juan Bernardino dándole la salud, de esto se enteraría más
tarde Juan Diego.
Juan Diego tuvo fe total en lo que le aseguraba María Santísima,
la Reina del Cielo, así que consolado y decidido le suplicó inmediatamente que
lo mandara a ver al Obispo, para llevarle la señal de comprobación, para que
creyera en su mensaje.
La Virgen Santísima le mandó que subiera a la cumbre del
cerrillo, en donde antes se habían encontrado; y le dijo: “«Allí verás que hay
variadas flores: córtalas, reúnelas, ponlas todas juntas: luego baja aquí; tráelas
aquí, a mi presencia».”(23).
Juan Diego inmediatamente subió al cerrillo, no obstante que
sabía que en aquel lugar no habían flores, ya que era un lugar árido y lleno de
peñascos, y sólo había abrojos, nopales, mezquites y espinos; además, estaba
haciendo tanto frío que helaba; pero
cuando llegó a la cumbre, quedó admirado ante lo que tenía delante de él, un
precioso vergel de hermosas flores variadas, frescas, llenas de rocío y
difundiendo un olor suavísimo; y comenzó a cortar cuantas flores pudo abarcar
en el regazo de su tilma. Inmediatamente bajó el cerro llevando su hermosa carga
ante la Señora del Cielo. María
Santísima tomó en sus manos las flores colocándolas nuevamente en el hueco de
la tilma de Juan Diego y le dijo: “«Mi hijito menor, estas diversas flores son
la prueba, la señal que llevarás al Obispo; de mi parte le dirás que vea en
ellas mi deseo, y que por ello realice mi querer, mi voluntad; y tú ..., tú que
eres mi mensajero... en ti absolutamente se deposita la confianza.”(24).
Después de un largo tiempo de espera pudo estar delante del
Obispo, y en cuanto lo oyó, comprendió que Juan Diego portaba la prueba para
convencerlo, para poner en obra lo que solicitaba la Virgen por medio del
humilde indio. Y en ese momento, Juan Diego entregó la señal de María Santísima
extendiendo su tilma, cayendo en el suelo las preciosas flores; y se vio en ella,
admirablemente pintada, la Imagen de María Santísima, como se ve el día de hoy,
y se conserva en su sagrada casa. El Obispo Zumárraga, junto con su familia y
la servidumbre que estaba en su entorno, sintieron una gran emoción, no podían
creer lo que sus ojos contemplaban, una hermosísima Imagen de la Virgen, la
Madre de Dios, la Señora del Cielo. La veneraron como cosa celestial. El Obispo
“con llanto, con tristeza, le rogó, le pidió perdón por no haber realizado su
voluntad, su venerable aliento, su venerable palabra.”(25).
Además, el obispo confirmó
también la salud del tío Juan Bernardino, quien declaró que en ese presido
momento a él también se le había aparecido la Virgen, exactamente en la misma
forma como la describía su sobrino, y que la hermosa Doncella le había dicho su
nombre: “LA PERFECTA VIRGEN SANTA MARÍA DE GUADALUPE.” (26).
Desde ese momento Juan Diego proclamó el milagro y el mensaje de
Nuestra Señora de Guadalupe, un mensaje que proclamaba la unidad, la armonía el
inicio de una nueva vida.
Todos contemplaron con asombro la Sagrada Imagen. “Y
absolutamente toda esta ciudad, sin faltar nadie, se estremeció cuando vino a
ver, a admirar su preciosa Imagen.
Venían a reconocer su carácter divino. Venían a presentarle sus plegarias. Mucho admiraron en qué milagrosa manera se había aparecido puesto
que absolutamente ningún hombre de la tierra pintó su amada Imagen.” (27).
____________________________
14. “Cuauhtlatoatzin”, nombre indígena de Juan Diego que
significa “Águila que habla”. Cfr. CARLOS DE SIGÜENZA Y GÓNGORA, Piedad Heroica de D. Fernando Cortés,
Talleres de la Librería Religiosa, segunda edición de “La Semana Católica”,
México 1898, p. 31. También: XAVIER ESCALADA, S. J., Ed. Enciclopedia
Guadalupana, México 1997, T. V.
15. «Testimonio del P. Luis Berrera Tanco», en Informaciones
Jurídicas de 1666, Traslado original del 14 de abril de 1666, AHBG, Ramo
Historia, f. 158r; publicado el facsímile del Traslado Original en EDUARDO
CHÁVEZ SÁNCHEZ, La Virgen de Guadalupe y Juan Diego en las Informaciones
Jurídicas de 1666, Eds. BG, Imp. Ángel Servín, México 2002: “y habiéndose
Bautizado [Juan Diego] en el año de mil y quinientos veinte y cuatro, que fue
cuando vinieron los religiosos del Señor San Francisco (de cuya feligresía era)
es constante haberse Bautizado de cuarenta y ocho años de edad.” 6
16.ANTONIO
VALERIANO, Nican Mopohua,
traducción del náhuatl al castellano del P. Mario Rojas Sánchez, Ed. Fundación
La Peregrinación, México 1998, v. 24.
17.ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, v. 26.
18.ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, vv. 55-56.
19.ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, vv. 58-62. 7
20.ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, v. 107.
21.ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, vv. 118-119.
22.ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, v. 120.
23.ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, v. 126. 8
24.ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, v. 137-139.
25.ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, v. 187.
26.ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, v. 208.
27.ANTONIO VALERIANO, Nican Mopohua, vv. 214-218. 9
La
evangelización de Santa María de Guadalupe hace realidad una gran conversión
Inmediatamente el mensaje y la imagen de Santa María de
Guadalupe fueron captados y entendidos de tal manera que se verificó una
impresionante conversión en masa tanto de los indígenas como de los españoles;
de tal forma que son los mismos misioneros quienes quedaron desconcertados ante
estas conversiones y fueron estimulados a cumplir con su labor como instrumentos
sacramentales de esta apoteótica conversión.
Ciertamente, un signo concreto, claro y objetivo de la importancia
del Acontecimiento Guadalupano fue la conversión de los indígenas, que a partir
de este momento se cuentan por millares. Y esto se constata por medio de las
fuentes históricas; por ejemplo: fray Toribio Motolinia, además de indicarnos
que la gran labor de los franciscanos había dado como resultado cierta cantidad
de bautizos a indígenas, no pudo negar
que en los primeros años los indios permanecían reacios a convertirse al
catolicismo: “Anduvieron –declaraba el misionero– los mexicanos cinco años muy
fríos”.(28). Además, era consciente de la insignificancia de sus recursos ante
la enormidad del trabajo, sus terribles problemas y la inseguridad de que
fueran sinceras las conversiones;(29) el temor de que la piedad india fuera
idolatría larvada subsistió durante largo tiempo en todos los misioneros y
llegó a ser para algunos, como fray Diego de Durán, una obsesión.(30).
Sin embargo, después de esos primeros años, Motolinia nos da
noticia de las grandes cantidades de indígenas que pedían el bautismo, y que en
aquel momento, inexplicablemente, se contaban por miles, como se lo había
informado un confraterno, decía: “fray Juan de Perpiñán y fray Francisco de
Valencia, los que cada uno de estos bautizó pasaron de cien mil; de los sesenta
que al presente son en este año de 1536”;(31) Motolinia siguió haciendo cuentas
de los miles y miles que se habían bautizado y llegó a la conclusión que en total
en ese año de 1536: “serán –decía– hasta hoy día bautizados cerca de cinco
millones”(32).
Por su parte fray Juan de
Torquemada en su obra Monarquía Indiana nos informa que “se bautizaban tantos
mil en un día.”(33).
Los mismos frailes estaban sorprendidos de esta conversión
masiva, otro misionero e historiador, fray Gerónimo de Mendieta señalaba: “Al
principio comenzaron a ir de doscientos en doscientos, y de trescientos en
trescientos, y siempre fueron creciendo y multiplicándose, hasta venir a
millares; unos de dos jornadas, otros de tres, otros de cuatro, y de más lejos;
cosa a los que lo veían de mucha admiración. Acudían chicos y grandes, viejos y
viejas, sanos y enfermos.
Los bautizados viejos traían a sus hijos para que se los
bautizasen, y los mozos bautizados a sus padres; el marido a la mujer, y la
mujer al marido.”(34).
Los indios se quedaban en
los monasterios aprendiendo la doctrina, daban mil vueltas a las oraciones para
aprenderlas de memoria en latín.
“Y al tiempo que los bautizaban, muchos recibían aquel sacramento
con lágrimas ¿Quién podía atreverse a decir que estos venían sin fe, pues de
tan lejos tierras venían con tanto trabajo, no los compeliendo nadie, a buscar
el sacramento del bautismo?”(35).
Algunos indígenas, como decía Mendieta, hacían grandes esfuerzos
para llegar al monasterio en donde les pudieran administrar el sacramento del
bautismo; por ejemplo, para llegar al monasterio de Guacachula, los indígenas
debían atravesar sierras y barrancos, casi sin comida. Esta afluencia de
indígenas no se dio como un fenómeno pasajero, ya que continuaron llegando de
lejanas tierras y con todas estas dificultades durante meses; continuaba
Mendieta: “afirma un religioso siervo de Dios, que pasó por allí huésped, que
en cinco días que allí estuvo bautizaron él y otro sacerdote por cuenta catorce
mil y doscientos y tantos. Y aunque el trabajo no era poco (porque a todos
ponía óleo y crisma), dice que sentía en lo interior un no sé qué de contento
en bautizar aquellos más que a otros; porque su devoción y fervor de aquellos
ponía al ministro espíritu y fuerzas para los consolar a todos, y para que
ninguno se les fuese desconsolado. Y cierto fue cosa de notar y maravillar, ver
el ferviente deseo que estos nuevos convertidos traían al bautismo, que no se
leen cosas mayores en la primitiva Iglesia. Y no sabe hombre de qué se
maravillar más, o de ver así venir a esta nueva gente, o de ver cómo Dios los traía.
Aunque mejor diremos, que de ver cómo Dios los traía y recibía al gremio de su
santa Iglesia. Después de bautizados, era cosa notable verlos ir tan consolados,
regocijados y gozosos con sus hijuelos a cuestas, que parecía no caber en sí de
placer.”(36).
Cuando esta conversión adquirió dimensión masiva, se reflexionó
sobre la mejor manera de administrar el bautismo y se buscó una guía segura
escribiendo al Papa para conocer las soluciones que se pudieran dar a este
caso, y mientras llegaban las disposiciones de Roma, los frailes tuvieron que
suspender momentáneamente los bautismos en gran masa; esto propició que los
frailes vieran testimonios que les partían el corazón, la gente estaba ansiosa
de tener el sacramento, con actitudes que conmovían y sorprendían a los
misioneros, por ejemplo, el mismo Mendieta nos informa sobre estos indígenas a
quienes no les importaban distancias, temporales, hambres, etc. con tal de
tener el bautismo; y que, por supuesto, no les importaba esperar todo el tiempo
que fuera necesario hasta conseguir su objetivo. Tanto en el convento de
Guacachula como en el de Tlaxcala, se contaron cerca de 2,000 indígenas que pacientemente
esperaban en los patios, y rogaban a cuanto misionero veían para que los bautizaran.
Los misioneros fueron testigos de que, cuando se les despedía sin darles el
sacramento, los indios volvían a sus casas, “llorando y quejándose, y diciendo
mil lástimas, que eran para quebrar los corazones, aunque fueran de piedra.”(37).
Y lo mismo dígase de los indígenas que trataban de confesarse: “Acaecía –decía Mendieta– por los
caminos, montes y despoblados, seguir a los religiosos mil y dos mil indios y indias,
sólo para confesarse, dejando desamparadas
sus casas y hacienda; y muchas de ellas mujeres preñadas, y tanto que
algunas parían por los caminos, y casi todas cargadas con sus hijos a cuestas.
Otros viejos y viejas que apenas se podían tener en pie con sus báculos, y
hasta ciegos, se hacían llevar de quince y veinte leguas a buscar confesor. De
los sanos muchos venían de treinta leguas, y otros acaecía andar de monasterio
en monasterio más de ochenta leguas buscando quien confesase. Porque como en
cada parte había tanto que hacer, no hallaban entrada.
Muchos de ellos llevaban sus mujeres e hijos y su comidilla,
como si fueran de propósito a morar a otra parte. Y acaecía estarse un mes y
dos meses esperando confesor, o lugar para confesarse.” (38).
Uno de los sacramentos que más dificultades había presentado para
la aceptación indígena era el Matrimonio, ya que el dejar a sus mujeres y tener sólo una, no era cosa fácil, en un esquema
de familia que incluso en algunos lugares de México rige todavía. Los
indígenas, pueblo entregado a la guerra y a los sacrificios humanos como parte
de la armonía del cosmos, no podían imaginar el no tener muchos hijos,
integrantes fundamentales de esta armonía sagrada.
Por lo que, si bien ya era de sorprender la conversión en masa
que se dio poco después del gran Acontecimiento Guadalupano, y sabiendo los
misioneros la resistencia que ofrecían los indios al sacramento del matrimonio
con una sola mujer; resulta aun más admirable que, precisamente después del
Acontecimiento Guadalupano, éstos llegaran a pedir con gran fervor el matrimonio
cristiano.
Fray Toribio Motolinia nos informa sobre este proceso de cambio.
Después de muchos esfuerzos y fatigas, el primer matrimonio cristiano tuvo
lugar el 14 de octubre de 1526, cuando se casaron ocho parejas, entre los que
se encontraba don Hernando, hermano del señor de Texcoco; Motolinia alude a
este primer matrimonio en la tierra del Anáhuac, señalando esta fecha como
punto de referencia debido a que los matrimonios eran muy escasos, y nos
informa también la razón de esto: “los señores tenían las más mujeres, no las
querían dejar, ni ellos [los frailes misioneros] se las podían quitar, ni
bastaba ruegos, ni sermones, ni otra cosa que con ellos se hiciese, para que
dejadas todas se casasen con una sola en faz de la Iglesia; y respondían que también
los españoles tenían muchas mujeres, y si les decíamos que las tenían para su
servicio, decían que ellos también la tenían para lo mismo; y así aunque estos
indios tenían muchas mujeres con quien según su costumbre eran casados, también
las tenían por manera de granjería, porque las hacían a todas tejer y hacer
mantas y otros oficios.” (39).
Pero, en 1536 Motolinia comprueba
y es testigo de que después de 1531 las cosas cambiaron radicalmente,
continuaba: “ha placido a Nuestro Señor que de su voluntad de cinco a seis años
a esta parte comenzaron algunos a dejar la muchedumbre de mujeres que tenían y
a contentarse con una sola, casándose con ella como lo manda la Iglesia; y con
los mozos que de nuevo se casan son ya tantos, que hinchan las iglesias, porque
hay días de desposar cien pares; y días de doscientos y de trescientos y días
de quinientos.”(40).
Por su parte Mendieta decía: “Y era mucho de ponderar la fe de
los indios, que les acaecía a muchos haber dejado las mujeres legítimas, porque
no les tenían amor, y andar revueltos con las mancebas a quienes estaban
aficionados, y tener en ellas tres o cuatro hijos, y por cumplir lo que se les
mandaba, dejaban éstas en quien tenían puesta su afición, e iban a buscar las
otras, quince y veinte leguas, porque no les negasen el bautismo.” (41).
Los mismos misioneros estaban desconcertados de este radical
cambio, de tantas y tantas sorpresivas conversiones; y trataban de razonar este
fenómeno diciendo que, en parte, había sido resultado de su predicación y
testimonio; como hemos dicho, no cabe duda que esto ciertamente influyó en las
conversiones iniciales; sin embargo, la masiva conversión dejaba a los
seráficos misioneros con admiración y con expresiones de asombro, como decía
Mendieta: “fue cosa de notar y maravillar”, “de mucha admiración”.
El documento histórico llamado
Nican Motecpana también corrobora y confirma este cambio desde el
corazón indígena, que se manifestó en la aceptación de la fe; a su modo y en estilo
por esta importante fuente se nos dice que los indios: “sumidos en profundas
tinieblas, todavía aman y servían a falsos diosecillos, obras manuales e imágenes
de nuestro enemigo el demonio, aunque ya había llegado a sus oídos la fe, desde
que oyeron que se apareció la Santa Madre de Nuestro Señor Jesucristo, y desde
que vieron y admiraron su perfectísima imagen, que no tiene arte humano; con lo
cual abrieron mucho los ojos, cual si de repente hubiera amanecido para ellos.”
(42).
Fue tal la conversión,
que muchos de ellos tiraron, con sus propias manos, los antiguos ídolos: “Y luego
(según los viejos dejaron pintado) algunos nobles, lo mismo que sus criados
plebeyos, de buena voluntad echaron fuera de sus casas, arrojaron y esparcieron
las imágenes del demonio y empezaron a creer y venerar Nuestro Señor Jesucristo y su preciosa Madre.”
(43).
Uno de los aspectos claves en esta conversión es que María viene
a traernos a su Hijo Jesucristo; es decir, que la Imagen de Nuestra Señora de
Guadalupe es Cristocéntrica, ya que coloca a su Hijo en el lugar que le
corresponde, en el centro de la Imagen, en la flor de cuatro pétalos, que para
los indígenas representa el movimiento, la vida, el único Dios verdadero que es
vida y da la vida: Ometéotl. La Doncella-Madre embarazada que espera a
Jesucristo, que lo porta en su vientre, como el tesoro que nos ofrece.
Esto es confirmado también por el Nican motecpana: “En lo que se realizó que no
solamente vino a mostrarse la Reina del cielo, nuestra preciosa Madre de
Guadalupe, para socorrer a los naturales en sus miserias mundanas, sino más bien,
porque quiso darles su luz y auxilio, a fin de que conocieran al verdadero y
único Dios y por él vieran y conocieran la vida del cielo.” (44).
Del mismo modo, Ella no
desprecia el trabajo de los misioneros, sino que lo asume en el trabajo
evangelizador; se expresa en el Nican motecpana: “Para hacer esto, ella misma
vino a introducir y fortalecer la fe, que ya habían comenzado a repartir los
reverendos hijos de San Francisco.” (45).
El Acontecimiento Guadalupano no sólo convierte a los indígenas
sino a los mismos españoles; uno de los ejemplos más explícitos de esto son los
variados testimonios de los testigos en la llamada Información de 1556; donde explícitamente se
hace referencia a grandes peregrinaciones de españoles a la ermita del Tepeyac,
de milagros, de conversiones y del gran amor a Santa María de Guadalupe
logrando grandes conversiones no sólo de los indígenas sino también de
españoles.(46).
Dice el testimonio de
Juan de Salazar que “la gran devoción que toda esta ciudad ha tomado a esta
bendita Imagen, y los indios también, y cómo van descalzas señoras principales
y muy regaladas, y a pie con sus bordones en las manos, a visitar y encomendar
a nuestra Señora y de estos los naturales han recibido grande ejemplo y siguen
lo mismo [...] muchas señoras de este pueblo y doncellas, así de calidad como
de edad, iban descalzas y con sus bordones en las manos a la dicha ermita de
nuestra Señora y que así este testigo lo ha visto, porque ha ido muchas veces a
la dicha ermita, de que este testigo no poco se ha maravillado, por haber visto
muchas viejas y doncellas ir a pie con sus bordones en las manos, en mucha
cantidad a visitar la dicha Imagen”.(47) Y añade este mismo testigo que incluso
llegó a tal punto la devoción que “ya no se platica otra cosa en la tierra, si
no es ¿dónde queréis que vayamos? vamos a nuestra Señora de Guadalupe”.(48)
Otro testigo, el bachiller Francisco de Salazar juraba: “no solamente
las personas que sin detrimento de su salud y sin vejación de su cuerpo pueden,
van a pie; pero mujeres y hombres de edades mayores y enfermos, con esta devoción
van a la dicha ermita”.(49).
En su testimonio, Juan de Masseguer nos dice: “Que todo el pueblo a una tiene gran devoción en
la dicha Imagen de Nuestra Señora de todo género de gente, nobles ciudadanos e indios”.(50).
Mientras que Alvar Gómez testificó: “que es verdad que ha ido allá una vez, y que topó muchas
señoras de calidad que iban a pie, y otras personas, hombres y mujeres de toda
suerte, a la ida y a la venida, y que allá vio dar limosnas hartas, y que a su
parecer que era con gran devoción, y que no vio cosa que le pareciese mal, sino
para provocar a devoción de Nuestra Señora, y que a este testigo, viendo a los
otros con tanta devoción, le provocaron más; y que le parece que es cosa que se
debe favorecer y llevar adelante, especial que en esta tierra no hay otra
devoción señalada, donde la gente haya tomado tanta devoción, y que con esta
Santa devoción se estorban muchos de ir a las huertas, como era costumbre en
esta tierra, y ahora se van allí donde no hay aparejos de huertas ni otros
regalos ningunos, mas de estar delante de Nuestra Señora en contemplación y en
devoción”.(51)
En palabras sencillas, el culto a la Virgen de Guadalupe se
manifiesta como una verdadera evangelización; (52) los misioneros observaron
que con el mensaje y la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe la esencia del
Evangelio era entendido y movía de tal forma las almas que la conversión hacia
Jesucristo era una manifestación patente de ello.
Ciertamente es sorprender este cambio, que tuvo su origen en las profundidades del corazón y
esta nueva actitud que revela una luz de esperanza, la cual permitió que se
llevara a cabo la evangelización de un pueblo que estaba como tierra bien
preparada para recibir el mensaje de la Salvación. De hecho, se inicia una
devoción que nadie podrá detener, y que aun más se fue profundizando y
extendiendo durante los diversos periodos
históricos que tuvieron lugar en México.
_________________________
28. FRAY TORIBIO MOTOLINIA, Historia de los Indios, p. 78.
29. De hecho, algunos frailes misioneros, como Sahagún y Durán, se dieron a la tarea de investigar,
de manera meticulosa, la cultura india, para poder combatir mejor cualquier
idolatría, que pudiera perjudicar a sus recién convertida grey: “El médico no
puede acertadamente aplicar las medicinas al enfermo sin que primero conozca
qué humor o de qué causas procede la enfermedad [...] para predicar contra
estas cosas, y aun para saber si las hay, menester es saber cómo las usaban.”
FRAY BERNARDINO DE SAHAGÚN, Historia General, p. 17. Esta fue la actitud general.
Sin embargo, ciertamente hubo casos de excepción como Fray Jacobo de Testera,
quien escribió: “a nosotros los religiosos, cuando entramos en esta tierra, no
nos espantó ni desconfió su idolatría, mas habiendo compasión de su ceguedad,
tuvimos muy gran confianza que todo aquello y mucho más harían en servicio de
nuestro Dios, cuando o conociesen”. Carta de fray Jacobo de Testera.
Huejotzingo, el 6 de mayo de 1533, en Cartas de Indias, Madrid, 1877, p. 66.
30. Cfr. FRAY DIEGO DURÁN, Historia de las Indias de Nueva
España e Islas de Tierra Firme, terminada en 1591, Ed. Porrúa (= Col.
Biblioteca Porrúa Nos. 36 y 37), México 1967.
31. FRAY TORIBIO MOTOLINIA, Historia de los Indios, p. 85.
32. FRAY TORIBIO MOTOLINIA, Historia de los Indios, p. 85.
33. FRAY JUAN DE TORQUEMADA, Monarquía Indiana, Ed. Porrúa (= Col. Biblioteca Porrúa No43), introducción
de MIGUEL LEÓN-PORTILLA, México 5 1986, T. III, p. 140.
34. FRAY GERÓNIMO DE MENDIETA, Historia Eclesiástica, p. 276.
35. FRAY GERÓNIMO DE MENDIETA, Historia Eclesiástica, p. 276.10
36.FRAY GERÓNIMO DE MENDIETA, Historia Eclesiástica, p. 277.
37.FRAY GERÓNIMO DE MENDIETA, Historia Eclesiástica, p. 278.
38.FRAY GERÓNIMO DE MENDIETA, Historia Eclesiástica, pp.
282-283. 11
39.FRAY TORIBIO MOTOLINIA, Historia de los Indios, p. 98.
40.FRAY TORIBIO MOTOLINIA, Historia de los Indios, p. 98.
41.FRAY GERÓNIMO DE MENDIETA, Historia Eclesiástica, p. 300. 12
42.FERNANDO DE ALVA IXTLILXÓCHITL, Nican Motecpana, p. 307.
43.FERNANDO DE ALVA IXTLILXÓCHITL, Nican Motecpana, p. 307.
44.FERNANDO DE ALVA IXTLILXÓCHITL, Nican Motecpana, p. 307.
45.FERNANDO DE ALVA IXTLILXÓCHITL, Nican Motecpana, p. 307.
46.Cfr. Información de 1556 ordenada realizar por Alonso de
Montúfar, arzobispo de México, en ERNESTO DE LA TORRE VILLAR Y RAMIRO NAVARRO
DE ANDA, Testimonios Históricos Guadalupanos, Ed. FCE, México 1982. 13
47 «Testimonio de Juan de Salazar», en Información de 1556, p.
51.
48.«Testimonio de Juan de Salazar», en Información de 1556, p.
53.
49.«Testimonio de Francisco de Salazar», en Información de 1556,
p. 59.
50.«Testimonio de Juan de Masseguer», en Información de 1556, p.
71.
51.«Testimonio de Alvar Gómez de León», en Información de 1556,
p. 67.
52.Cfr. MARIANO CUEVAS, El culto Guadalupano del Tepeyac. Sus
orígenes y sus críticos en el siglo XVI, Apéndice: La información de 1556 sobre
el sermón del provincial franciscano Bustamante, Ed. Centro de Estudios Fray Bernardino
de Sahagún, México 1978.
Modelo
de Evangelización perfectamente inculturada
Cuando hablo de “cultura” me refiero a algo netamente humano y
muy complejo, como expresó el cardenal Paul Poupard: la cultura es “la manera
peculiar en que los hombres, en un determinado pueblo, cultivan su relación con
la naturaleza, consigo mismos y con Dios, a fin de alcanzar un nivel verdadera
y plenamente humano”.(53).
La Conferencia del
Episcopado Latinoamericano (CELAM) expresó en el Documento de Puebla de una
manera elocuente lo que es la “inculturación” y que es lo que prácticamente el Acontecimiento
Guadalupano marca la pauta, así lo expresan los obispos latinoamericanos: “En efecto,
la fe transmitida por la Iglesia es vivida a partir de una cultura presupuesta,
esto es, por creyentes «vinculados profundamente a una cultura y la construcción
del Reino no puede por menos de tomar los elementos de la cultura y de las
culturas humanas» (Cfr. EN 20). Por otra parte permanece válido, en el orden
pastoral, el principio de encarnación formulado por san Ireneo: «Lo que no es
asumido no es redimido». El principio general de encarnación se concreta en
diversos criterios particulares: Las culturas no son terreno vacío, carente de
auténticos valores.
La Evangelización de la Iglesia no es un proceso de destrucción,
sino de consolidación y de fortalecimiento de dichos valores; una contribución
al crecimiento de los «gérmenes del Verbo» presentes en las culturas (Cfr. GS
57d,f). (…) Todo esto implica que la Iglesia -obviamente la Iglesia
particular-, se esmere en adaptarse, realizando el esfuerzo de un
trasvasamiento del mensaje evangélico al lenguaje antropológico y a los
símbolos de la cultura en la que se inserta
(Cfr. EN 53, 62, 63; GS 58a,b; DT 420-423) (…) De este modo, por
la evangelización, la Iglesia busca que las culturas sean renovadas, elevadas y
perfeccionadas por la presencia activa del Resucitado, centro de la historia, y
de su Espíritu (EN 18, 20, 23; GS 58d; 61a).” (54).
Es decir, que quienes
queramos proclamar el Evangelio a gentes diversas de nosotros mismos, debemos
hacer el esfuerzo al evangelizar a los gentiles: exponer y compartir nuestra Fe
a partir de los conocimientos y sentimientos de los otros, no sólo de los
nuestros, obteniendo así ambos un doble enriquecimiento, pues ninguno tendría
que renunciar a sus propios valores y tradiciones para adoptar los del otro,
sino uno y otro adoptar, asimilar y depurar los de los dos.
Supo, en una palabra, confirmar la predicación de sus enviados
inculturando su mensaje a la mente india. Y con esto no sólo obtuvo su
conversión entusiastamente masiva e instantánea, sino que se aceptaran unos a
otros tan efectivamente que nacimos ese pueblo nuevo, hijo y heredero de ambos:
el pueblo mestizo que somos hoy México.
Este anhelo, que hoy por primera vez es sincero y universal,
topa sin embargo con la miseria humana, ante la que se estrellan todos los
esfuerzos, y vemos abortar cuantos intentos se hacen ya no digamos para que se
reconcilien, sino simplemente dejen de matarse pueblos hermanos.
Y no sólo tenemos esa imagen, sino que dos pueblos, del todo
diferentes, divididos por una incomprensión abismal, no sólo dejaron de
masacrarse, sino que, al acoger el amor que les ofreció; Dios a través de su
Madre Santísima, se aceptaron y fusionaron tan de veras que nació de ellos un
pueblo heredero de las grandezas y miserias de los dos, pero genuinamente
nuevo, síntesis y reconciliación de lo aparentemente irreconciliable, lo que el
Santo Padre en persona definió como "un gran ejemplo de evangelización
perfectamente inculturada." Que tiene, obviamente, que continuar tocando
corazones para que se realice una verdadera conversión cada día.
___________________________
53.PAUL POUPARD, Intervención en la 7a. Congregación General,
presente el Santo Padre, el 20 de noviembre de 1997, en JAVIER GARCÍA GONZÁLEZ,
“Historia del Sínodo de América”, Ed. Nueva Evangelización, México 1999, p. 190.
54.Documento de Puebla, Nos. 400-401; 404; 407. 15
La
Santa Sede reconoce a la Estrella de la Evangelización: Santa María de Guadalupe
La Santa Sede a lo largo de la historia confirmó la importante
evangelización que se dio gracias al culto Guadalupano, veamos sólo algunas de
las intervenciones más significativas.
Remontándonos al siglo XVI, podemos contemplar en el Archivo
Secreto Vaticano, el documento más antiguo que se conoce en donde el papa Gregorio
XIII, en 1573 (tan sólo 42 años después de la aparición), otorgó gracias
especiales a la remota y humilde ermita de “Santa María de Guadalupe de
Tepeaquilla in provincia messicana” según las modalidades acostumbradas, indulgencia
plenaria y otras indulgencias.(55)
.
Si bien, muchos Pontífices otorgaron beneficios y gracias al
Santuario Guadalupano de México, uno de los más importantes en este tema fue el
papa Benedicto XIV, quien en 1754, concedió Misa y Oficio litúrgico a la
Guadalupana. “La Congregación de Ritos hizo saber [...] que, examinados todos
los documentos que había presentado, quedaba plenamente demostrada la verdad
histórica de la Aparición [...] El 24 de Abril de 1754 dio la Congregación de
Ritos el decreto con que aprobaba el Oficio y Misa propia en honor de la Virgen
de Guadalupe; y mandaba que dicho Oficio se rezase el 12 de Diciembre con rito
doble de primera clase y con Octava.” (56).
Pío XI en Carta Apostólica del 16 de julio de 1935 declaró a la
Virgen de Guadalupe de México Patrona de las Islas Filipinas.(57).
En la época actual, tenemos varias intervenciones de los Sumos
Pontífices, entre las más significativas están las palabras del papa Pío XII,
quien el 12 de octubre de 1945 ofreció una Alocución transmitida por Radio, por
el cincuentenario de la coronación pontificia de la Imagen de Nuestra Señora de
Guadalupe de México: “Y así sucedió –decía el Santo Padre–, al sonar la hora de
Dios para las dilatadas regiones del Anáhuac. Acaban apenas de abrirse al
mundo, cuando a las orillas del lago de Texcoco floreció el milagro. En la
tilma del pobrecito Juan Diego –como refiere la tradición– pinceles que no eran
de acá abajo dejaban pintada una imagen dulcísima, que la labor corrosiva de
los siglos maravillosamente respetaría.”(58).
El papa Juan XXIII, el 12
octubre de 1961, en la celebración del cincuentenario del Patronato de la
Virgen de Guadalupe sobre toda América Latina, declaró: “«la siempre Virgen Santa
María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive», derrama su ternura y
delicadeza maternal en la colina del Tepeyac, confiando al indio Juan Diego con
su mensaje unas rosas que de su tilma caen, mientras en ésta queda aquel
retrato suyo dulcísimo que manos humanas no pintan. Así quería Nuestra Señora
continuar mostrando su oficio de Madre: Ella, con cara de mestiza entre el
indio Juan Diego y el Obispo Zumárraga, como para simbolizar el beso de dos razas
[...] Primero Madre y Patrona de México, luego de América y de Filipinas;(59).
el sentido histórico de su mensaje iba cobrando así plenitud, mientras abría sus brazos a todos los horizontes
en un anhelo universal de amor.”(60).
El papa Pablo VI, en otro 12 de octubre pero del año 1970, en el
75º. Aniversario de la coronación pontificia de la Imagen, exclamó “La devoción
a la Virgen Santísima de Guadalupe, tan profundamente enraizada en el alma de
cada mexicano y tan íntimamente unida a más de cuatro siglos de vuestra
historia patria, sigue conservando entre vosotros su vitalidad y su valor, y
debe ser para todos una constante y particular exigencia de auténtica
renovación cristiana”.(61).
Como decía al inicio de esta Conferencia, el papa Juan Pablo II
siempre ha declarado la gran importancia del Acontecimiento Guadalupano, luz
para la evangelización que ha dado frutos de salvación. Desde su primera visita
pastoral a México, en 1979, Juan Pablo II fue directo y preciso al hablar sobre
Santa María de Guadalupe como la Estrella que iluminó el camino de la evangelización;
dijo el Santo Padre en aquella ocasión: “Nuestra Señora de Guadalupe, venerada en
México y en todos los países como Madre de la Iglesia en América Latina, es
para mí un motivo de alegría y una fuente de esperanza. «Estrella de la Evangelización»,
sea ella vuestra guía.”(62).
El Papa reafirmó la importancia del mensaje de Dios por medio de
la Estrella de la Evangelización, María de Guadalupe, y su fiel, humilde y
verdadero mensajero Juan Diego; momento histórico para la evangelización de los
pueblos, “La aparición de María al indio Juan Diego –reafirmó el Santo Padre–
en la colina del Tepeyac, el año de 1531, tuvo una repercusión decisiva para la
evangelización. Este influjo va más allá de los confines de la nación mexicana,
alcanzando todo el Continente.”(63).
El Santo Padre continuó expresando con gran fuerza la importancia
del Acontecimiento Guadalupano comunicado por el Juan Diego y confirmó la evangelización
que nos ha sido donada por Nuestra Madre, María de Guadalupe; “Y América,
–declaró el Papa– que históricamente ha
sido y es crisol de pueblos, ha reconocido «en el rostro mestizo de la Virgen del
Tepeyac, [...] en Santa María de Guadalupe, [...] un gran ejemplo de
evangelización perfectamente inculturada». Por eso, no sólo en el Centro y en
el Sur, sino también en el Norte del Continente, la Virgen de Guadalupe es
venerada como Reina de toda América.”(64).
_____________________________
55. En el Archivo Secreto Vaticano se conservan dos índices
cronológicos, uno sobre las comisiones expedidas de 1569 a 1571, otro sobre los
breves expedidos entre 1569 y 1575. Se registra las indulgencias pontificias a
favor del Santuario de “Nuestra Señora de Guadalupe de Tepeaquilla in provincia
mexicana”. Febrero, 1573. ASV, Secc. Brev. Lat. 81, p. 165.
56. [ESTEBAN ANTICOLI], La Virgen del Tepeyac, Patrona principal
de la nación mexicana. Compendio HistóricoCrítico, por un sacerdote residente
en esta arquidiócesis, Tip. de Ancira y Hno, Guadalajara, México, 1884, pp. 196
y 199.
57. PÍO XI, Carta
Apostólica: «B. V. Maria sub titulo de Guadalupa insularum Philippinarum
coelestis Patrona declaratur», se declara a la Virgen de Guadalupe Patrona de
las Islas Filipinas, Roma a 16 de julio de 1935, en AAS, XXVIII (1936) 2, pp.
63-64. 16
58. PÍO XII, «Alocución Radiomensaje», 12 de octubre de 1945, en
AAS, XXXVII (1945) 10, pp. 265-266.
59. Nuestra Señora de Guadalupe es declarada Patrona de
Filipinas el 16 de julio de 1935. Cfr. PÍO
XI, Carta Apostólica «B. V. Maria sub titulo de Guadalupa Insularum
Philippinarum Coelestis Patrona Declaratur», en AAS, XXVIII (1936) 2, pp.
63-64.
60. JUAN XXIII, «Ad
christifideles qui ex ómnibus Americae nationibus Conventui Mariali secundo
Mexici interfuerunt», por el 50° aniversario del, Roma a 12 de octubre de 1961,
en AAS, LIII (1961) 12, pp. 685-687.
61. PABLO VI, «Mensaje Radiotelevisivo», 12 de octubre de 1970,
en AAS, LXII (1970) 10, p. 681.
62.JUAN PABLO II, «Alocución», en AAS, LXXI (1979) 3, p. 205. 17decisiva para la
evangelización. Este influjo va más allá de los confines de la nación mexicana,
alcanzando todo el Continente.”
63.JUAN PABLO II, Ecclesia in America, p. 20.
64. JUAN PABLO II, Ecclesia in America, p. 20.
A
manera de conclusión
Por ello, es importante recalcar la importancia del Acontecimiento
Guadalupano en la evangelización de todo un Continente y más allá de sus
confines; a un mundo que tanto necesita de la unidad, de la paz, de la
solidaridad y del amor, una verdadera conversión. Porque del hombre sencillo,
humilde, de buena voluntad, lleno de ese amor de Dios que nos trae María en su regazo,
pueden surgir las cosas más maravillosas a favor de una nueva humanidad.
Esto es lo que señala el mismo Santo Padre cuando con alegría y
gratitud declaró:
“Volvamos a Guadalupe. En el año 2002 tuve la gracia de celebrar
en aquel santuario la canonización de Juan Diego. Fue una estupenda ocasión
para dar gracias a Dios. Juan Diego, después de haber recibido el mensaje
cristiano, sin renunciar a su identidad indígena, descubrió la profunda verdad
de la nueva humanidad, en la que todos estamos llamados a ser hijos de Dios en Cristo:
«Te doy gracias, Padre [...], porque has escondido estas cosas a los sabios y
entendidos, y se las has revelado a las gentes sencillas» (Mt 11, 25). Y, en
este misterio, María ha tenido un papel del todo singular.”(65).
Asimismo, desde el inicio de su pontificado, el papa Juan Pablo
II nos ha expresado con gran fuerza: “no tengan miedo, no tengan miedo, abran
las puertas a Cristo”. Por ello, quiero terminar con uno de los párrafos más
bellos del diálogo entre la Virgen de Guadalupe y san Juan Diego, el cual nos
anima para continuar con la misión evangelizadora que nos ha sido encomendada:
“«Escucha, ponlo en tu corazón, Hijo mío el menor, que no es nada lo que te espantó,
lo que te afligió; que no se perturbe tu rostro, tu corazón, no tengas miedo,
[...] ¿No estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo?
¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el
cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?»”(66).
______________________________
65. JUAN PABLO II, ¡Levantaos! ¡Vamos!, p. 60.
66. ANTONIO
VALERIANO, Nican Mopohua,
traducción del náhuatl al castellano del P. Mario Rojas Sánchez, Ed. Fundación
La Peregrinación, México 1998, vv. 118-119.
LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POS-SINODAL “ECCLESIA IN
AMERICA”
profecía, enseñanzas, compromisos
Dr. Guzmán M.
Carriquiry Lecour
Secretario Comisión
Pontificia para América Latina
Una
iniciativa inédita
Hace quince años
concluía la Asamblea especial del Sínodo de Obispos para América. La
sorprendente iniciativa fue planteada por primer vez en el discurso pontificio
de inauguración de la IV Conferencia General del Episcopado latinoamericano, en
Santo Domingo, el 12 de octubre de 1992, en el cuadro de las celebraciones del
V centenario de la evangelización del continente americano. Entonces, el Beato Juan
Pablo II señalaba que “la Iglesia, ya a las puertas del tercer milenio cristiano
y en unos tiempos en que han caído muchas barreras y fronteras ideológicas,
siente como un deber ineludible unir espiritualmente aún más a todos los
pueblos que forman este gran Continente y, a la vez, desde la misión religiosa
que le es propia, impulsar un espíritu solidario entre todos ellos”.
Se trataba de una
iniciativa inédita, singular, que causó no poca sorpresa e incluso
desconciertos. El documento final de aquella IV Conferencia General del
Episcopado latinoamericano desarrolló el tema y la aspiración de la integración
latinoamericana, reactualizando el ideal de la “Patria Grande” y de esa “unidad
deseada”, prestando muy escasa atención al novedoso planteamiento del Papa en
su discurso inaugural. Incluso habló sólo de una “sugerencia” del Papa.
Dos años más tarde,
en la Carta apostólica Tertio Millennio Adveniente, del 10 de noviembre de
1994, el Beato Juan Pablo II vuelve a
retomar la iniciativa al anunciar una sucesión de sínodos “continentales” para
tomarle el pulso a la Iglesia católica en el “camino de adviento” hacia el Gran
Jubileo del 2000 y a su ingreso en el nuevo milenio.
Años después, el proceso de preparación del
Sínodo americano no provocó una vasta movilización de energías, ni circulación
intensa de ideas, ni grandes debates. Nada que se asemejara, ni de lejos, a la
intensidad apasionada, crítica y fecunda, de la amplia participación que
preparó la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en Puebla de
los Angeles (1979) y, en menor medida, de Santo Domingo (1992). Hubo poco más
que las requeridas y habituales contribuciones
de las Conferencias Episcopales nacionales y algunos aportes de
instituciones católicas. El interés no superó las fronteras eclesiásticas. Escasa
fue la atención prestada a niveles políticos, culturales, intelectuales y
mediáticos.
De la
incomunicación al encuentro
Es que los
antecedentes de relaciones entre las Iglesias de los países latinoamericanos y
las Iglesias de Estados Unidos y Canadá eran más bien escasos, esporádicos,
fragmentarios. Si puede afirmarse que hubo un origen común en la primera
evangelización del “Nuevo Mundo”, desde mediados del siglo XVIII hasta los
tiempos del Concilio Ecuménico Vaticano II hubo un largo período de
incomunicación eclesiástica. Las sucesivas sesiones del Concilio Vaticano II
fueron ocasión providencial para que los Obispos de las distintas naciones del
continente se conocieran y, en algunos casos, estrecharan vínculos de amistad.
Sólo desde 1969 se da comienzo a las reuniones episcopales inter-americanas,
con algunos pocos delegados designados por el CELAM y por las Conferencias episcopales
de Estados Unidos y Canadá. Desde 1971, con periodicidad trienal, que se ha ido
espaciando en el tiempo, también se han ido reuniendo dirigentes de la Conferencia Latinoamericana de Religiosos con
las Conferencias nacionales de religiosos de los países norteamericanos. A ello
habría que agregar la presencia significativa de sacerdotes, misioneros y
cooperadores estadounidenses y canadienses en Iglesias de América Latina y a la
irradiación de su experiencia latinoamericana una vez vueltos a sus países de
origen. Canales de comunicación han sido también las ayudas económicas para
América Latina de organismos eclesiásticos de Estados Unidos y Canadá. No faltó
tampoco una cierta red de contactos en Canadá y Estados Unidos de exponentes de
punta de la “teología de la liberación”.
Incluso durante la década del ’80, en ámbitos eclesiásticos
norteamericanos se manifestó una mayor sensibilidad hacia las explosivas
situaciones centroamericanas y por ayudar a la Iglesia en Cuba, lo que estrechó
algo más las relaciones. En todo caso, se trataba de relaciones y vínculos sin
la tradición e intensidad de la comunión y colaboración entre las Iglesias locales
de América Latina, animadas por el CELAM y
ni siquiera entre éstas y las Iglesias de diferentes países europeos,
sobre todo latinomediterráneos (aunque también con Alemania y Bélgica).
Puede afirmarse que
esta novedad de la Asamblea especial del Sínodo de los Obispos para América,
celebrada en el Vaticano del 16 de noviembre al 12 de diciembre de 1997, asumió
durante sus sesiones carácter exploratorio. Fue un valioso lugar de encuentros
y diálogos, de vínculos de conocimiento y amistad entre Obispos de todo el
continente, muchos de los cuales no se conocían entre sí. Trabajar juntos
en una perspectiva “continental”, de
intercomunicación para la comunión, evangelización y cooperación, fue una
experiencia significativa de aprendizaje. Su mayor fruto fue la Exhortación
apostólica pos-sinodal Ecclesia in
America, publicada por el Beato Juan Pablo II el 22 de enero de 1999, como guía
recapituladora de los trabajos sinodales, orientadora e incitadora para que 4las
Iglesias del continente asumieran toda la responsabilidad que les compete
recorriendo esa senda abierta de relaciones. El Consejo especial pos-sinodal
del Secretariado del Sínodo para América dio continuidad a dichos frutos.
Nuevos
escenarios inter-americanos
Si no fue fácil poner
a las Iglesias dentro de esta perspectiva de intercomunicación, los nuevos
escenarios mundiales y americanos lo estaban requiriendo. Caído el muro de
contraposición en la dialéctica Este-Oeste, según la perspectiva “geopolítica”
del pontificado de S.S. Juan Pablo II otros
muros iban a caer en consecuencia. La construcción de un auténtico nuevo orden
internacional – tema acuciante y lleno
de esperanza en comienzos de la década del ’90 – planteaba ahora la
auspiciada caída del muro entre Norte y Sur a nivel mundial. Este desafío
capital había irrumpido en la catolicidad desde la emergencia de las Iglesias
del entonces llamado “Tercer Mundo” o
mundo “subdesarrollado”, y se planteaba en el magisterio pontificio desde los
tiempos de las encíclicas Mater et Magistra(Juan XXIII, 1961), Pacem in Terris (Juan XXIII, 1963) y, sobre
todo, Populorum Progressio (Pablo VI, 1968). Estaba muy presente también en numerosos
documentos y alocuciones en el pontificado del Beato Juan Pablo II. Pues bien,
el continente americano resultaba ser, para este Papa, un lugar decisivo para
ir afrontando esta grave cuestión, existiendo y conviviendo en él situaciones
de desarrollo muy diversas y grandes asimetrías de poder y riqueza. No es
casualidad que haya querido dar a la convocación del Sínodo de Obispos para América
una acentuación especial con referencia a “los problemas de justicia y las
relaciones económicas internacionales entre las naciones de América, teniendo
en cuenta las enormes desigualdades entre Norte, Centro y Sur”.
No hay que olvidar
que desde comienzos de la década del ’90 se advierten cambios significativos en
las relaciones inter-americanas. La política
exterior de las sucesivas administraciones norteamericanas se había caracterizado,
en general, desde las primeras décadas del siglo XX, en la consideración de
América Latina como su “patio trasero” y se reducía a la custodia de los
intereses de sus empresas y a sus injerencias políticas y militares, también en
el cuadro de su zona de seguridad según la dialéctica bipolar. La bien
intencionada “Alianza para el Progreso” se había desinflado no apenas lanzada y
dejaba el paso a la brutalidad de las armas.
Ello incubó en vastos sectores latinoamericanos sentimientos
“antiyankees”, en la acusación obsesiva del imperialismo y la denuncia de su dependencia.
El derrumbe del socialismo real y la crisis de crediblidad del marxismo-leninismo
cambian los escenarios políticos e ideológicos. No puede olvidarse que el
presidente George Bush (padre) lanza, el 27 de junio de 1990, la Iniciativa
para las Américas y el presidente Bill Clinton, en 1994, el Area de Libre
Comercio de las Américas (ALCA), aunque hayan tenido carácter bastante efímero
como propuestas y no hayan faltado muchas
críticas y rechazos. Comenzaban por entonces a cambiar las relaciones
inter-americanas, aunque persistían las sospechas y resistencias latinoamericanas
en las relaciones con Estados Unidos. Más allá de las responsabilidades
objetivas, a veces muy graves, de la política norteamericana, cierta imaginería
latinoamericana descargaba la pretensión de justificar sus propios límites,
fracasos y frustraciones. Dentro de ese nuevo clima tuvo lugar la convocatoria
y realización del Sínodo de Obispos para América, así como la publicación de
la Ecclesia in America, auspiciando una
nueva solidaridad entre sus naciones para la construcción de relaciones más
respetuosas, justas y equitativas.
El don
mayor y los riesgos de su erosión
Por supuesto, no
compete a la Iglesia concentrar su atención en cuestiones políticas y
económicas ni pretender proponer soluciones en dichos ámbitos. El tema escogido
por el Papa para esa Asamblea sinodal fue de jerarquizada y ordenada articulación,
que marcaba claramente sus prioridades: “El encuentro con Jesucristo vivo,
camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América”. No en
vano, la Asamblea sinodal y la Exhortación apostólica se colocan “dentro del
marco de la nueva evangelización”. Las relaciones más intensas de comunión y cooperación entre las Iglesias
tiene como objetivo fundamental la promoción
de la “nueva evangelización” en todo el continente americano. En efecto, “el
mayor don que América ha recibido del Señor – se lee en la Ecclesia in America,
n. 14 -, es la fe, que ha ido forjando su identidad cristiana”. La tradición
católica se fue transmitiendo sea en Canadá, que en Estados Unidos y en América
Latina, por vías muy diversas y conforme a modalidades muy distintas de
inculturación. Se puede afirmar que ella constituye un patrimonio de gran valor
para la vida y la cultura de los pueblos de todo el continente. Sin embargo,
sabemos bien que no se vive más de rentas de dicho patrimonio, pues éste ha ido
sufriendo un intenso proceso de erosión. Por una parte, fuertes corrientes de
secularismo recorren la red urbana de toda América, impactan especialmente en
ciertos sectores políticos, intelectuales, empresariales y periodísticos y se
difunden por doquier por efecto de la dominante cultura global de la sociedad
del consumo y el espectáculo, con sus virus de relativismo y hedonismo. Masas de
americanos, del Norte, del Centro y del Sur, viven como si Dios no existiese.
Por otra parte, comunidades “evangélicas” y neo-pentecostales atraen
migraciones de bautizados en la Iglesia católica, de muy escasa formación y
prácticas cristianas, allí donde no son bien atendidos desde un 7punto de vista
espiritual, pastoral y misionero. Se difunden también variadas sectas. Y abundan fenómenos espirituales y literatura
religiosa, de tendencias sincréticas, exotéricas, como complementos
superficiales del materialismo reinante o píldoras reconstituyentes contra el
“estrés” de la vida.
Todos estos desafíos, aunque graves, no definen la misión de la Iglesia.
La cuestión crucial para la Iglesia, ayer, hoy y siempre, es la
fidelidad a su Señor, o sea, el modo en que vive, confiesa, celebra, da
testimonio y anuncia la fe en Jesucristo, el Verbo de Dios hecho carne, muerto
por nuestros pecados y resucitado por el poder de Dios, que prolonga su presencia
en todo tiempo y lugar mediante su Cuerpo, la Iglesia, la compañía de los
apóstoles y discípulos, sacramento de unidad y salvación del género humano. En
este sentido, los Obispos latinoamericanos tuvieron la libertad evangélica de
incorporar en el documento conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano, en Aparecida (mayo de 2007),
unas duras palabras pronunciadas por el
entonces Cardenal Joseph Ratzinger en Guadalajara, en mayo de 1996, que
habría que tener muy presentes: “la mayor amenaza (…) es el gris pragmatismo de
la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad,
pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad”.
Recomenzar
desde Cristo
La cuestión
prioritaria y fundamental es, pues, suscitar y renovar un encuentro personal y
comunitario con Jesucristo, tal como lo propone la Exhortación apostólica
Ecclesia in America y lo destaca luego
la Encíclica Dives caritas est de S.S.
Benedicto XVI, cuando afirma que “no se comienza a ser cristiano por una
decisión ética o por una gran idea, sino por el encuentro con un
Acontecimiento, con una Persona, que da nuevo horizonte a la vida y, con ello,
una orientación decisiva” (n. 1). Este encuentro con el Señor fue también el
eje fundamental de todo el documento conclusivo de la V Conferencia General del
Episcopado latinoamericano en Aparecida (mayo de 2007). Este encuentro no puede
nunca darse por descontado, sino experimentado siempre de nuevo. Todos estamos
llamados a vivir la fe como nuevo inicio, como esa novedad sorprendente,
esplendor de verdad y promesa de felicidad, que reenvía al acontecimiento que
la hace posible y que continuamente la regenera. No es accidental que el
pontificado de Juan Pablo II se haya inaugurado con la invitación a “abrir las
puertas a Cristo” y se haya concluido con la invitación a “recomenzar desde
Cristo”, a fijar la mirada sobre su rostro, descubriendo toda la densidad y
belleza de su misterio presente, confiados mendicantes en su gracia. En efecto,
no hay otra vía que la de “recomenzar desde Cristo”, para que su Presencia sea percibida y encontrada,
amada y seguida con la misma realidad, novedad y actualidad, con el mismo poder
de persuasión y afecto, experimentados por sus primeros discípulos 2000 años ha
o por los “juandiego” del “Nuevo Mundo” hace 500 años. Sólo en el estupor y
fascinación de este encuentro, superior a todas las expectativas pero percibido
y vivido como plena respuesta a los
anhelos de verdad y felicidad del “corazón” de toda persona, el cristianismo
no se reduce a una lógica abstracta, sino que hace carne en propia existencia.
Por ello, la primera y más sincera actitud humana y cristiana es pedir,
invocar, como pobres pecadores suplicantes, que el misterio de Dios se manifiesta
en la propia vida, que nos haga reconocer la presencia de Cristo, que suscite nuestro
obediente fiat, como el de la Santísima Virgen María, para acoger su designio de salvación para
nuestra vida. Este encuentro, que adviene por medio de aquéllos que hacen
transparente su Presencia, con toda su fuerza suave de atracción, se realiza
plenamente en la participación a los sacramentos, que son los gestos con los
cuales Jesucristo abraza y transforma la vida de los fieles; encuentro que se
gusta, se profundiza y que impregna toda la vida por medio de la oración
perseverante, en una disciplina de vida espiritual.
La evangelización no
es otra cosa que comunicar a los demás el don del encuentro con Cristo, que ha
llenado la propia vida de alegría, verdad y esperanza. “Para que sea eficaz, el
anuncio de la fe – dijo S.S. Benedicto XVI, el 13 de junio de 2012 en la
Basílica de San Juan de Letrán – debe partir de un corazón que cree, que
espera, que ama, un corazón que adora a Cristo y cree en la fuerza del Espíritu
Santo”. Tal es la condición fundamental para el “redescubrimiento de la fe” al
que nos invita el Santo Padre en este
“Año de la Fe” y para todo ardor e ímpetu de “nueva evangelización” en el
continente americano.
Santidad
de ayer y de hoy
En esa perspectiva,
no puede extrañar que la Exhortación apostólica Ecclesia in America dedique algunas páginas a los santos, como
los mejores frutos de la evangelización americana, como testigos irradiantes de
su identidad cristiana, modelos heroicos de vida cristiana, compañía intercesora
de quienes aún peregrinan por tierras del continente. ¡Cómo no recordar a lo
largo de nuestra geografía americana, entre muchos otros, a santas místicas
como Rosa de Lima, Mariana de Quito, Teresita de los Andes, santos obispos como
Toribio de Mogrovejo, Guízar y Valencia, Luis Ceferino Moreau, santos misioneros
como Luis Beltrán, Francisco Solano, José de Anchieta, Roque González,
Junípero Serra y Francisca Cabrini,
santos indígenas como Juan Diego y Kateri
Tekakwitha, santos 10campeones de la caridad hacia los más pobres como
Pedro Claver, Martín de Porres, Juan Macías, Alberto Hurtado Marianne Coppe y
Catalina Drexel, a conversos santos como Elizabeth Ann Seton…. ¡Que sean todos ellos,
y entre ellos muchos mártires de la primera
evangelización y de la persecución mexicana, patrimonio común para la
comunión, la edificación y la devoción en las Iglesias de todo el continente
americano. ¡Y cómo no invocar, con afecto filial, sobre todo, a la Santísima
Virgen María, la primera y más perfecta discípula, la que se hizo reconocer en
toda América como Nuestra Señora de Guadalupe, pedagoga de la fe y estrella de
la evangelización! La emulación entre las Iglesias del continente tiene que estar
dada por los testimonios de santidad, de
ayer pero también de la santidad de hoy a la que están llamados todos católicos
americanos.
Camino
de conversión
Ese encuentro con
Jesucristo vivo es “camino de conversión”, nos señala la Exhortación apostólica
Ecclesia in America (nn. 26 y ss.) ¡Qué resonancia, responsabilidad y desafío
tiene para las multitudes de bautizados en el continente aquélla invitación
urgida del Evangelio: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca:
convertíos y creed en la Buena Nueva” (Mc. 1,15); o aquéllas palabras de la Epístola a los Romanos (3,11): “Es ya hora
de levantaros del sueño, que la salvación está más cerca de nosotros de cuando
abrazamos la fe”. ¡Cuántos son los cristianos que han sepultado su bautismo bajo
una capa de indiferencia y olvido, cuánta confesión cristiana sin ninguna
influencia en el entramado de la propia vida,
cuántas devociones sin encuentro con Cristo en los sacramentos, con qué frecuencia predominan los “mix”
arbitrarios de creencias sin referencia fiel al Credo, al Catecismo, a las
enseñanzas doctrinales y morales de la Iglesia, cuánto abandono del sacramento
de la reconciliación y superficialidad en la participación eucarística! La “conversión
permamente” que la Ecclesia in America
urge a todos los americanos conduce a la vida nueva “en Cristo”, por gracia de
su Espíritu, confiados en el amor misericordioso del Padre, para llegar a ser
discípulos y testigos, reflejos de su Presencia, no obstante todos nuestros límites,
opacidades y miserias. Incluso hasta llegar a exclamar, como el Apóstol: “ya no
soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal. 2.20).
Ese encuentro con
Cristo ha de estar acompañado y proseguido con una catequesis “que debe ser
presentada explícitamente en toda su amplitud y riqueza (cfr. Ecclesia in
America n. 69). Hay mucha ignorancia religiosa, sobre todo entre las nuevas
generaciones, y deficiencias de formación cristiana entre muchos fieles de
nuestras Iglesias. No es exagerado destacar que aún estamos viviendo
situaciones muy frecuentes de crisis de una auténtica educación católica, de
una catequesis superficial, de dificultades notorias en la formación de
personalidades sólidas y maduras en la fe, de adhesión más integral a las
verdades propuestas por la Iglesia. Esto es particularmente grave porque el
bombardeo de los medios de comunicación social incrementa la dificultad de
darse referencias y juicios para una formación cristiana que sea unitaria,
sistemática y fiel. Por ello, resulta fundamental repensar a fondo la formación
cristiana de los fieles, sea la de la iniciación o reiniciación cristiana que
la que conduce a la formación de personas maduras en su fe. Referencia
fundamental al respecto es “Catecismo de la Iglesia católica”, ya indicada por
la exhortación apostólica, cuyo vigésimo aniversario de promulgación se está
ahora celebrando en el cuadro del “Año de la fe”. En el documento Porta Fidei
se nos pide “confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y
esperanza”.
La catequesis es
tarea fundamental para las parroquias y para las familias cristianas, que
tienen que ser más alentadas y ayudadas en este propósito. La Exhortación
apostólica pos-sinodal recuerda también que existe una vasta red de escuelas y
Universidades católicas por todo el continente, cuyos frutos parecen en general
exiguos en proporción a los recursos espirituales, humanos y materiales
“invertidos”. Hay una “emergencia educativa”, también en la Iglesia, a la que
no se responde suficientemente. Quince años después de la Asamblea del Sínodo
para América urge repensar a fondo la pastoral educativa, alentar y sostener
con los medios adecuados la identidad católica como hilo conductor de vida y estudios
en los institutos de enseñanza, “invertir” nuevas fuerzas vivas en esa tarea y
relanzar una nueva evangelización en las propias Universidades católicas. Y
ello teniendo en cuenta que la presencia evangelizadora en las instituciones
escolásticas no confesionales, sobre todo universitarias, forma parte más de la
“missio ad gentes”, en tierras de frontera, que de la “nueva evangelización”.
Camino
de comunión
El encuentro con
Jesucristo vivo es también “camino de comunión”, se lee también la Exhortación
apostólica pos-sinodal Ecclesia in America (nn. 33 y siguientes). Es camino de
comunión trinitaria, eclesial y social. En la Iglesia, sacramento de unidad de
nuestros pueblos dentro de la dimensión católica
de la comunión, ha de ser mucho más fuerte lo que nos une en la fe, esperanza y
caridad de lo que nos separa en las diversidades, contradicciones y
desgarramientos que se viven a nivel del continente. Por supuesto, no queremos
una unidad indiferenciada e irénica a nivel continental, sino la que brota y se
deriva de la comunión eclesial. La Iglesia cumple, por eso, una preciosa tarea
reconciliadora. Sin embargo, para ello 13es necesario reconstruir y educar
siempre el sensus ecclesiae, a la luz de la comunión vertical y horizontal que
está en su propio ser.
Gracias a Dios, las
Iglesias en el continente americano han ido dejando atrás la frecuencia de
contestaciones, manipulaciones, crisis de comunión, que se arremolinaron en los
tiempos huracanados de la primera fase
del pos-concilio, en la que críticas, experimentaciones y novedades cayeron bajo
fuertes influjos de corrientes de hiper-politización e ideologización. No
faltan aún, ni faltarán, tales crisis, porque el Príncipe de este mundo, el diablo,
siembra la división. Es necesario, pues, que nuestras Iglesias sigan educando a
un profundo y fiel sentido de pertenencia a su misterio de comunión, a su
sacramentalidad, centrados en la fuente y vértice de esa comunión que es la
Eucaristía. Y que ayuden a los fieles a experimentarlo en comunidades
cristianas conformes al ser de la Iglesia, signos y reflejos de su misterio,
casas y escuelas de comunión que abracen y sostengan la vida cristiana de todos
los bautizados. También gracias a Dios, no falta, en general, salvo lamentables
excepciones, un espíritu de comunión con los Obispos, ministros de la unidad en
sus Iglesias particulares, y de éstos, junto a la devoción de los fieles, con
el Sucesor de Pedro, testigo y garante de la unidad, en la verdad y caridad, de
toda la Iglesia católica. Este Congreso es ocasión providencial para proclamar
una vez más la inquebrantable y firme comunión afectiva y efectiva de las
Iglesias del continente americano con el Sucesor de Pedro.
Desde tales premisas,
la Exhortación apostólica pos-sinodal Ecclesia in America alienta signos
concretos de esa comunión a nivel continental, como “la oración en común de
unos por otros, el impulso a las relaciones entre las Conferencias Episcopales,
los vínculos entre Obispo y Obispo, las relaciones de hermandad entre las
diócesis y las parroquias y la mutua comunicación de agentes pastorales para acciones
misionales específicas” (n. 33). En ese orden de sugerencias, la exhortación
indica aún “fortalecer las reuniones interamericanas” promovidas por las
Conferencias episcopales de diversas naciones y “crear comisiones específicas
para temas comunes”. Más importante aún es enriquecer la recíproca comunión edificándose
con los dones y experiencias de unas y otras Iglesias en el continente. Por
ejemplo, los católicos latinoamericanos tienen mucho que aprender del profundo
y concreto sentido de pertenencia de los católicos de Estados Unidos a su
comunidad parroquial y diocesana, desde la alta participación litúrgica
dominical hasta el sostén material de sus comunidades y obras. Los católicos de
Estados Unidos y Canadá, por su parte, pueden enriquecerse mucho con el
profundo sentido de trascendencia, de presencia del Misterio en la propia vida,
que expresa la religiosidad popular de los latinoamericanos. Ante el incremento impresionante de los hispanos
en Estados Unidos y Canadá - la gran mayoría de ellos de confesión católica -
se puede dar allí un laboratorio de encuentros e intercambios entre diversas
formas de inculturación de la fe, incluso para dar lugar a una más completa
síntesis católica.
Sabemos bien que cuando entra en crisis la
comunión, la Iglesia tiende a replegarse sobre sí, a ocuparse más de asuntos
eclesiásticos que del testimonio al que está llamada a dar, a alimentar
problematizaciones inhibitorias de energías evangelizadoras y solidarias en la
vida de los pueblos. En cambio, si el encuentro con Jesucristo vivo ha llenado de gratitud y alegría la
propia vida, y la caridad rebosa en la comunión de sus discípulos y testigos,
entonces el “corazón” urge por comunicar este don a todos, por amor a su vida y
destino.
Caminos
de solidaridad
El encuentro con
Jesucristo vivo, en la comunión de la Iglesia, desata energías de solidaridad
entre los pueblos. Esta es la perspectiva desde la que la Iglesia presta un
servicio invalorable a la vida pública
de las naciones. Hay todavía mucha ignorancia y prejuicios que obstaculizan el incremento
de sentimientos de fraternidad entre latinoamericanos y estadounidenses. La
Iglesia cumple una función de verdad cuando educa la opinión pública
norteamericana a superar una actitud de indiferencia, a veces mezclada de
temores y rechazos, respecto de los latinoamericanos.
Hay que dejar atrás una “leyenda negra” anti-latinoamericana,
que lo es también anti-católica, cuando se presenta a los latinoamericanos como
afectos de pereza, violencia e ignorancia congénitas, que amenazan la convivencia
en los Estados Unidos a través de la “invasión” de los hispanos. Por su parte,
los latinoamericanos tienen que conocer más y mejor al pueblo norteamericano,
su profundo sustrato religioso, su arraigado amor por la libertad, más allá de
eslóganes superficiales o lentejuelas ideológicas que impiden comprender
cabalmente su compleja realidad. Un cambio profundo de actitudes favorece, sin
duda, la solidaridad para afrontar cuestiones comunes.
En verdad, hay
cuestiones comunes que hoy plantean problemas y desafíos mucho más graves que los de hace quince años.
Paso revista sintética de algunos de ellos.
El
problema de la inmigración hispana, sobre todo a Estados Unidos, desata
prejuicios, injusticias y violencias cuando no está bien afrontado. Es impresionante
tener en cuenta los millares de centroamericanos que recorren toda la geografía
mexicana, de sur a norte, hacia esa meta, sufriendo toda clase de vejaciones y
violencias. En Estados Unidos se levantan no sólo muros físicos, electrónicos y militares en la
frontera con México – país con el que tiene pactado el “libre comercio” – sino
que también se impone a menudo la separación de las familias de los hispanos inmigrados
y la deportación a muchos hispanos “indocumentados” que viven desde hace mucho
tiempo en el país, incluso nacidos en el mismo. Honra a la Conferencia
Episcopal de Estados Unidos haber
siempre considerado a los hispanos, no como problema, sino como aporte “providencial” para la vida
nacional. Y son muy importantes las periódicas reuniones que sobre la
inmigración reúnen a Obispos de las Conferencias de Estados Unidos y Canadá
junto con las de México, Centroamérica y el Caribe, así como declaraciones
bilaterales de las Conferencias de Estados Unidos y México. La Iglesia católica
no puede desentenderse de la tarea de “humanizar” la cuestión migratoria,
respetando la legítima legislación de los Estados al respecto, pero
considerando a los inmigrantes con espíritu de caridad y servicio,
atendiéndolos también desde un punto de vista pastoral y evangelizador.
La violencia urbana es
una realidad que está azotando la convivencia civil en muchas regiones del
continente. Involucra especialmente a sectores juveniles. Ha adquirido una
extensión, intensidad y crueldad impresionantes por obra de las redes del
narcotráfico y del siempre creciente consumo de drogas. En general, ésta está
vinculada al comercio y tráfico de armas y al blanqueo de capitales. El círculo
vicioso entre oferta y demanda de drogas es muy difícil de romper. Las Iglesias
del continente americano no sólo manifiestan su viva preocupación ante esta
realidad, sino que están en primera fila en la atención y cura de los drogadictos, en la condena de toda
violencia y en la perseverancia de un
trabajo educativo que sólo puede rescatar a las personas y pacificar la
convivencia civil.
Existe
contemporáneamente en todos los países
del continente agresiones contra
la vida y la institución matrimonial y familiar, sostenidas por fuertes poderes
transnacionales, campañas mediáticas y lobbies locales, muchas veces estampadas
en las legislaciones estatales. La custodia y promoción de una cultura de la
vida y la defensa de la institución familiar son motivo urgente y necesario del
compromiso de los cristianos, sea en la propia vida familiar que en su
participación en la vida pública de las naciones.
La Iglesia tiene que jugar al respecto una fundamental tarea educativa para
ayudar a que las familias sean comunidades de amor y de vida, fundadas en el
matrimonio entre varón y mujer, conformes a su naturaleza y a la mejor
tradición cultural de nuestros pueblos.
Vastos sectores de
juventud en el continente quedan excluidos de la instrucción y del trabajo,
sufren las descompensaciones afectivas de la desintegración familiar, están
confusos y desconcertados ante el bombardeo incesante de la revolución de las
comunicaciones, son como huérfanos sin padres y maestros, tentados por la
violencia, el alcohol y las drogas, los placeres efímeros, los nuevos “opios
del pueblo”. Afrontar la tarea de su verdadera educación es responsabilidad fundamental
y urgente de nuestras Iglesias. La Jornada Mundial de los Jóvenes es ocasión
providencial de evangelización de sectores significativos de las nuevas
generaciones.
¡Y qué decir de los
vastos mundos de pobreza e indigencia que existen por doquier en el continente
americano, conviviendo con áreas de opulencia! Los rostros de los pobres, de
los ancianos solos, de los enfermos sin cuidados, de las mujeres abandonadas, de los inmigrantes y
refugiados, de los desocupados, de los drogadictos, de las multitudes miserables
de las periferias ciudadanas, de las comunidades indígenas, interpelan la
caridad y solidaridad de los cristianos. Sufren lo que falta a la pasión de
Cristo, que en ellos se hace presente.
Y esta anotación nos
exige levantar la mirada para
considerar, en ámbitos más vastos, las relaciones económicas y políticas al
interno del continente americano. Una auténtica solidaridad continental
requiere pasar de la dialéctica de la sospecha, del rechazo y las acusaciones a
una actitud de respeto, de diálogo y negociaciones, de sincera búsqueda común de mayores condiciones de
libertad y democracia, de justicia y equidad, para todos los americanos.
La Iglesia católica
exige a los poderes públicos sólo condiciones de libertad – y la libertad
religiosa está al origen y es solidaria de todas las libertades – para cumplir
sus propia misión evangelizadora al servicio de las personas, las familias y
los pueblos en el continente. Requiere de los laicos católicos una asimilación
y propuesta creativa de la doctrina social de la Iglesia para promover nuevos
modelos de desarrollo de las naciones.
La Iglesia católica aprecia los nuevos caminos que se están
abriendo de unidad de los cristianos en cuanto al testimonio evangélico y al
servicio de caridad a las personas y a los pueblos, de los que la Declaración de Manhattan, la acción de
“Evangelicals and Catholics together” y la custodia común de la libertad
religiosa y de la cultura “pro-life” son manifestaciones notorias en Estados
Unidos, mientras crecen positivas experiencias de encuentro y colaboración en
algunos países latinoamericanos. Ella confía también en la tradición y el ethos
cristiano que están en el humus cultural de las naciones y que animan muchos
hombres de recta conciencia y buena voluntad.
Una
solicitud apostólica universal
¿Cómo no concluir con
el dato ineludible de que más del 50% de los católicos de todo el mundo están
en la “ecclesia in America”? Es un porcentaje destinado a crecer en las próximas
décadas. Se trata, pues, no sólo de una gran responsabilidad respecto al
destino de los pueblos y naciones en los que viven, sino de toda la
catolicidad. De la Iglesia en América, de su misión evangelizadora, dependerá
en gran medida, al menos para las
próximas décadas, el futuro de sus pueblos y, a la vez, de toda la Iglesia
católica. Su solicitud apostólica tiene que alentar una ardorosa y nueva
evangelización de los pueblos del
continente, que abra caminos de vida nueva para todos los americanos,
creciendo a la vez la conciencia y el compromiso de su contribución en la
missio ad gentes, en comunión, fidelidad y colaboración con el ministerio del
Pastor universal.
El Papa Juan Pablo II
quiso poner la exhortación apostólica Ecclesia in America a los pies de la
imagen de Nuestra Señora de Guadalupe en su santuario de Ciudad de México y
confiar a su poderosa intercesión la protección de los pueblos del continente y
su nueva evangelización. A Ella confiemos hoy las intenciones del Papa, de
nuestros Episcopados, de nuestros trabajos.
Dr.
Guzmán M. Carriquiry Lecour
Secretario
Comisión Pontificia para América Latina
LA IGLESIA EN AMÉRICA A LA LUZ DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE
ESTRELLA DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN Y MADRE DE LA CIVILIZACIÓN DEL
AMOR-
Pro.
Carl Anderson
Caballero
Supremo de Caballeros de Colón.
10 de
diciembre 2012.
UNA
CUESTIÓN DE CAMINOS
El 12 de diciembre de 1531, el último día de las apariciones de
Nuestra Señora de Guadalupe, cuando San Juan Diego tomó un camino diferente con
el fin de encontrar un sacerdote para su tío moribundo, la Virgen le encontró
en el desvío y plantea las siguientes preguntas: "Mi hijo menor, ¿que está
pasando? ¿A dónde vas? ¿De dónde eres y diriges? "
Hoy, durante este Congreso, le pedimos las mismas preguntas: ¿Qué
está pasando? Dónde estamos? ¿Hacia dónde vamos?
Al igual que la Nueva España a principios de los 16ª siglo,
nosotros también enfrentamos en muchos aspectos, un gran choque de
civilizaciones-en nuestro tiempo, se hace más preocupante por el acelerado
proceso de globalización.
De Chile a Canadá, las grandes mayorías aún se consideran a sí
mismos cristianos. Y sin embargo ... los países y culturas construidas sobre la
fe cristiana muestran grandes fracasos de la caridad, la dignidad y la verdad;
fracasos incompatibles con ser discípulos del Dios que es amor. No es simultáneamente
una familiaridad con Cristo y la ignorancia de Cristo, que en muchos lugares se
ha traducido en una caracterización errónea de Cristo y de la misión de la
Iglesia.
La tierra a la que estamos llamados a evangelizar en un
sentido nuevo e importante: no es ni cristiana ni pre-Cristiana- es la primera
vez en la historia una tierra frente a un horizonte que es post-cristiana.
Las personas que alguna vez conocieron a Cristo y lo siguieron
tanto a nivel personal como cultural ahora en demasiadas maneras no lo
reconocen, ya sea en el rostro de su Iglesia o en el rostro de los pobres.
¿A
dónde vamos?
Al reflexionar sobre la situación de la Iglesia en América, algo
que resuena en nosotros es la respuesta de Juan Diego a la Virgen: "Aunque
me entristece, aunque voy a causar angustia en la cara y el corazón, Tengo que
decirte ... que uno de tus siervos ... está muy enfermo. Una terrible
enfermedad se ha apoderado de él, que lo hará seguramente morir pronto. "
Juan Diego habló de la plaga que estaba matando a su tío. Hoy nos
enfrentamos a otra enfermedad, tan así como mortal. Y como Juan Diego, que es el cuidado de la familia humana, que
nos trae hoy aquí. Esta intervención puede venir justo a tiempo. La sabiduría
de la Iglesia en América es evidente.
ECCLESIA
IN AMERICA
Ecclesia in America es el modelo para la nueva evangelización.
Al hablar de "América" en lugar de "las
Américas", la exhortación apostólica propone un sistema unificado un camino
para todo nuestro hemisferio, no un continente o el otro no, uno u otro país,
sino como un todo como una unidad. Esto es también en un sentido radical
contracultural y uniforme. A pesar de la creciente globalización, ninguna otra institución
presenta una visión única de todo el hemisferio para superar los problemas muy
variados en cada país.
Aunque es consciente de y con ganas de rectificar las muchas
enfermedades en los Estados Unidos, la exhortación apostólica no comunica una visión política sino eclesial, no
es una visión de sistemas, sino una visión de la humanidad que se encuentra con
Cristo. En otras palabras, se presenta una visión de una evangelización
"inculturada" en la que
nuestra diversidad es santificada y purificada en su comunión en la Iglesia,
orientanda hacia Cristo y por lo tanto, también a nuestros hermanos.
Siguiendo a Cristo, quien describió su papel soberano como"testimonio
de la Verdad", Ecclesia in America correctamente centra la evangelización
católica en lo más importante:
"Al aceptar esta misión [de la nueva evangelización], todo
el mundo debe tener en cuenta que el núcleo vital de la nueva evangelización
debe ser un anuncio claro e inequívoco de la persona de Jesucristo, es decir,
la predicación de su nombre, su enseñanza, su vida, su promesas y del Reino que
Él nos ha conquistado a través de su misterio pascual ".
La verdad expresada en la nueva evangelización no cambia, sólo
la forma en que se comunica al pueblo de Estados Unidos.
Recientemente, el Santo Padre presenta cómo debemos considerar
el "contenido" de la nueva evangelización.
"En la catequesis permanente para el Año de la Fe, que
ahora consideramos la cuestión de cómo vamos a hablar de Dios a nuestros
contemporáneos, la comunicación de la fe cristiana se presenta como una respuesta
a las aspiraciones más profundas del corazón humano. Esto significa que lo que
el Dios de Jesucristo a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Se designa un
tranquilo y humilde presenciar todos los días hasta el núcleo del mensaje
evangélico. Esta es la Buena Noticia de Dios que es Amor, que se ha acercado a
nosotros en Cristo Jesús hasta la cruz, y que en la Resurrección nos trae la
esperanza y la promesa de la vida eterna.
Jesús nos dio un ejemplo: por su amorosa preocupación
por la gente pregunta, luchas y necesidades, los condujo al Padre. En la tarea
de llevar a Dios a nuestros contemporáneos, las familias juegan un papel
privilegiado, porque en ellas la vida de fe se vive diariamente en la alegría,
el diálogo, el perdón y el amor.
Hace cinco siglos, nuestro hemisferio se dio el ejemplo perfecto
de una evangelización inculturada cuando María se le apareció a San Juan Diego.
Su mensaje de la reconciliación, la unidad y el amor dado a luz a la gran
evangelización de todo un hemisferio. Por su sola presencia, Nuestra Señora de
Guadalupe se convirtió en el modelo primero y grande de la unidad cristiana
presentó a todos los pueblos y por encima de lo nacional y de la étnica y del partidismo.
Como la Virgen mestiza del Tepeyac se llamaba a sí misma la madre compasiva de
"toda las personas que conviven en esta tierra, y también de todos los
otros linajes diferentes de los hombres ".
Y sin embargo, la "estrella de la nueva
evangelización" es un evangelista como ningún otro. Ella no es, en el momento
de encuentro con Juan Diego, la elaboración de su propia salvación. Ella es el
par evangelista por excelencia, en parte porque ella entra en el mundo, por así
decirlo, de la visión beatífica, un estado de suprema cercanía a Dios. Su
ejemplo y la maternidad continua de
todos los pueblos es un camino seguro hoy en día para la nueva evangelización.
El
encuentro con Cristo en las Américas: Cultura de Guerra, Cultura de la Muerte.
Una similitud entre la cultura de Nuestra Señora de Guadalupe
entró, y nuestra cultura de hoy, es la expectativa de la guerra.
El Papa Benedicto XVI recordó a los obispos de los Estados
Unidos a principios de este año, "En el corazón de cada cultura, ya sea
percibida o no, es un consenso sobre la naturaleza de la realidad y del bien
moral, y por lo tanto sobre las condiciones para el florecimiento humano.
"(1)
El corazón de la cultura mesoamericana en el momento de las
apariciones incluye una expectativa de la guerra y la necesidad distorsionada
para el sacrificio. La Cultura azteca constantemente remite de nuevo a la
desolación: "La guerra y la muerte marcó el tono de cada conferencia y
ceremonia que acompañaría a los indígenas durante toda su vida. "(2).
Al ser literal, su percepción de la realidad, articulado a
través de su religión, hizo la guerra, la muerte y el sacrificio condiciones
para el florecimiento humano. En esta visión del mundo la libertad de vivir se
activa sólo por la guerra y la muerte.
La expectativa de la guerra y la necesidad de la muerte para
algunos era el requisito previo al día de lo humano florecimiento de la cultura
azteca.
Y sin embargo, hoy en día, a pesar de haber abandonado las
premisas de la religión azteca hace mucho tiempo -la cultura contemporánea
sigue siendo influenciada por las distorsiones similares en relación con los
requisitos de recursos humanos floreciendo. No nos encontramos en la sociedad y
en ciertas políticas públicas una suposición tácita de que ciertas muertes son
condiciones para el florecimiento humano?
¿No vemos en nuestra cultura contemporánea, una cultura que, en
palabras de Evangelium Vitae ", que se puede hablar en cierto sentido de
una guerra de los poderosos contra los débiles? "No vemos también con el Beato Juan Pablo
II "una estructura de pecado" en una cultura que llega a la conclusión
de que "una vida que exigiría mayor aceptación, amor y cuidado es tenida
por inútil, o considerada como un peso insoportable, y se rechaza por lo tanto
en una forma u otra. Y concluye que "una persona que, a causa de
enfermedad, discapacidad o más simplemente, su misma presencia pone en
discusión el bienestar y el estilo de vida de aquellos que son más favorecidos tiende
a ser visto como un enemigo que hay que defenderse o a quien eliminar. " (3).
Esta es la definición misma de una cultura de la muerte y el
beato Juan Pablo II no dudó en decirnos así.(4)
El encuentro con esta cultura es fundamental para la nueva
evangelización, y es fundamental para la futuro del cristianismo en nuestro
hemisferio.
Y, sin embargo - en Caritas in Veritate, el Papa Benedicto XVI
nos recuerda que la semilla de la esperanza todavía existe en la vocación
permanente, universal compartida por todas las personas. Él dijo: "Todos
los hombres perciben el impulso interior de amar de auténtica; amor y verdad
nunca los abandonan completamente, porque son la vocación que Dios puso en el
corazón y la mente de cada persona humana. "Y debido a esto, es posible
que podamos ser" compañeros de trabajo "con el Beato Juan Pablo II y
el Papa Benedicto XVI al hablar sobre la posibilidad de una nueva cultura, una
cultura que ellos llaman "la civilización del amor" y que el Beato
Juan Pablo II reconoció en Ecclesia in America que es provocada por aquellos
que son "capaces de amar con el amor de Dios."(5)
La civilización del amor no puede ser impuesta desde arriba o
desde fuera de una particular histórica cultura. Este es el punto de partida
para una auténtica evangelización, nueva inculturada. Y es precisamente ¿por
qué tenemos que dirigir nuestra mirada siempre a Nuestra Señora de
Guadalupe-Estrella de la Nueva Evangelización. Y esta es la razón por la que
también se puede ver a Nuestra Señora de Guadalupe, en virtud de otro título,
así, Madre de la civilización del amor.
1.Benedicto XVI, Discurso a los Obispos de los Estados Unidos de
América en su visita "ad limina", 19 de enero de 2012.
2.Pg. 56
3. Juan Pablo II, Evangelium Vitae, n. 12 (1995).
4.Ibid. 4
5.Ecclesia in America, n. 10.
María
de Guadalupe como modelo para todos los cristianos
En Puebla, en 1979 el beato Juan Pablo II describió los tres
pilares necesarios para "el presente y el futuro de la evangelización
"Estos tres pilares son" la verdad acerca de Jesús el Salvador.
"," la verdad sobre la Iglesia ", y" la verdad sobre el
hombre y su dignidad ".(6).
Pero si queremos volver a esas tres verdades, el Papa Benedicto
XVI ha señalado en el pasado, "es necesario remontarse a María".
Parece entonces imprescindible para profundizar nuestra
reflexión de por qué llamamos a María bajo la advocación de Nuestra Señora de
Guadalupe "la estrella de la nueva evangelización." Hace quinientos
años, Nuestra Señora de Guadalupe apareció a los pueblos indígenas de América
como la proclamación perfectamente inculturada del Evangelio.
La joven que recibió la Palabra en el silencio y le permitió dar
fruto en ella era lejos una evangelizadora
más eficaz que los predicadores que habían intentado convertir un continente
vasto y nuevo.
Lo que necesitamos ahora, en este momento crítico en la historia,
es un retorno radical a la fuente, que es el Señor, y el retorno no puede tener
lugar sin algo parecido a lo que sucedió en los primeros comienzos de la
proclamación de la Palabra y de lo que la Virgen de Guadalupe puntualizó.
En las representaciones icónicas muchos de Pentecostés, vemos a
la Iglesia como lo fue, es, y debe continuamente llegar a ser. Vemos a la
Iglesia en su realidad teológica, los apóstoles se reunieron alrededor de la Madre
de Dios, a la espera del don del Espíritu, que permitirá a la Palabra de Dios
para ser perfectamente inculturada no sólo en una lengua o en un continente,
sino en todas las culturas y de los pueblos de la tierra.
María, el núcleo santa e inmaculada de la Iglesia creyente, nos enseña
lo que significa recibir la Palabra de Dios, para contemplar, y que le permita
dar fruto en nuestras vidas. En ella, vemos los medios para pedir y recibir el
"inteligente", la transformación y la renovación de fuego que en las
palabras de nuestro Santo Padre nos permite llegar a ser "luz en
Dios."
María es la "estrella de la nueva evangelización",
porque ella es el amor contemplativo, presencia compasiva, siempre fiel que
permitió que la Iglesia llegue a existir no como una obra del hombre, sino como
un don de Dios que es amor.
María conduce a Cristo, no a sí misma. El Beato Juan Pablo II describe
las bodas de Caná: "la Madre de Cristo se presenta como portavoz de la
voluntad del Hijo, indicadora de aquellas exigencias que se debe hacer para que
el poder salvífico del Mesías se manifieste. "En esto ella camina en el
espíritu de los profetas judíos, por así decirlo, en el que, como Juan el
Bautista, señaló a las almas a "prepararen el camino del Señor, [y]
enderecen sus senderos ".
Esta claridad de propósito de proclamar la persona de
Jesucristo, es evidente una vez más en Nuestra Señora en la aparición
guadalupana. Su petición inicial a San Juan Diego es la construcción de una iglesia
en la que puede mostrar a su hijo a todas las personas. Ella dice que, según el
Nican Mopohua: "Me gustaría mucho construir mi casita sagrada aquí, en la que yo
lo demuestre, me lo ensalzaré en hacer lo manifiesto, yo lo dedicaré a toda la
gente en todo mi personal amor, Él que es mi mirada compasiva, a Él que es mi
auxilio, él es mi salvación."
6.Juan Pablo II, Discurso al III Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano, 28 de enero de 1979. 5
Auténtica
evangelización inculturada.
En Nuestra Señora de Guadalupe, los indígenas vieron un fiel
reflejo de sí mismos y al mismo tiempo
una expresión perfecta de una nueva inculturación de la fe cristiana. Ella comunicaba
las verdades eternas y universales en el lengüaje y las costumbres de los
pueblos indígenas. Sus palabras, según consta en el Nican Mopohua, muestran
también cómo se afirmó en las semillas de la verdad en aquellos elementos de su
cultura y su historia: su aprecio por la verdad, la creencia en un creador y un
maestro divino de los cielos y la tierra. Ella también --en un movimiento que
subvierte las tendencias recientes para hablar sólo del "Cristo
histórico"-- abandonó su identidad histórica propia, ella asumió la forma
de la mestiza, hija de los habitantes, y habló en la lengua náhuatl con su rico
lenguaje variado y formal.
La nueva evangelización, al igual que toda la evangelización,
debe ser inculturada.
Vivir en el mundo sin ser del mundo "es una guía precisa de
la verdadera inculturación. Incluye reconocer la verdad en las culturas, así
como diferenciar entre la verdad y el idioma en el que la verdad que se
comunica. Es decir: la inculturación de la comunicación y de la tradición, no
una fusión de moral valores.
Vale la pena señalar que el Beato Juan Pablo II vio la importancia
de la no-esencial religioso experiencias en la comunicación y alimentar la fe
de los católicos americanos. Llamó a la piedad popular ", una forma de la
inculturación de la fe católica. "Y él insistió en “considerar prudentemente, que también puede
proporcionar indicaciones válidas para una mayor inculturación del Evangelio
".
Una evangelización inculturada se dirige al individuo y pone de
manifiesto la relevancia que como Papa Juan Pablo dijo en Ecclesia in America,
"Jesucristo es ... la respuesta definitiva a la cuestión del sentido de la
vida, y a los interrogantes fundamentales que asedian también hoy a tantos
hombres y mujeres en el Continente americano".
Aquí me gustaría mencionar dos áreas específicas: el papel de
los laicos y el testimonio de caridad.
El
Papel de los Laicos.
La lectura de los signos de vida dentro de la Iglesia, creo que
todos podemos reconocer que nuestro hemisferio está en un momento crucial en la
historia. Al igual que la reforma interna de la 13ª siglo ocupado sobre todo
por los Franciscanos y dominicos, cuya forma de vida constituye un retorno a los
principios evangélicos, hoy Los católicos se ven llamados a la evangelización,
que en sí mismo constituye un tipo de reforma de la forma que católicos viven.
Esta evangelización reconoce la contribución vital de los laicos.
Esto no quiere conceder a los laicos una nueva misión, sino que despierta a los
laicos en la misión de Bautismo - la vocación de santidad y de la vocación para
evangelizar.
Es significativo que Juan Diego y su tío eran laicos. Su
dedicación a la fe es evidente en Juan Diego iba a menudo a la capilla lejos de
la instrucción, así como su insistencia en poner primero la salvación de su tío
moribundo.
Los laicos también tenían un papel más importante en la
evangelización después de las apariciones de Nuestra Señora. En la difusión palabra,
de la aparición y de la fe que dio un encuentro con Dios compasivo, laicos y
mujeres ayudaron para la conversión de
millones.
En nuestros días, un aspecto central de la labor de los laicos
es su papel como guardianes
de la familia cristiana y por tanto de la Iglesia doméstica.
Debido a la importancia central de la familia, no sólo en
relación a sus miembros individuales,
sino también a la sociedad y la cultura, la nueva evangelización debe contener
en su núcleo la recuperación de una comprensión
sacramental del matrimonio cristiano. Si la nueva evangelización ha de ser una
proclamación encarnada de la belleza de Dios, que es comunión y de la Iglesia,
que es el sacramento de la comunión, no puede pero tiene en su centro la
iglesia doméstica. Esto es así no sólo porque la familia es el "lugar
modelo" donde la fe se transmite a las nuevas generaciones, o donde se
viven los valores cristianos.
Nuestra fe nos enseña que Dios es una unidad en la comunión, una
Trinidad, que es el amor. Dios hizo un don irrevocable de sí mismo a nosotros
en su Hijo Jesucristo, que es su pacto con su creación. Y porque el hombre está
hecho a imagen de Dios, "es incomprensible para él, su vida está privada
de sentido" sino se encuentra con este amor.(7).
Millones de personas que todavía no han encontrado el amor de
Dios necesita la familia cristiana para
ser un icono de Dios que es comunión.
Necesitan ver todos los elementos de la vida humana para encontrar plenitud en
el Hijo de Dios hecho hombre. Tienen que ver a las familias que son verdaderas
comunidades humanas, que de este modo pueden señalar a sus hermanos y hermanas
creyentes a la belleza del Dios que es amor.
Esta es la razón por el Beato Juan Pablo II nos enseñó que la
familia es esencialmente misionera. Su misión, que brota de su ser, precede a
todas las actividades exteriores de la evangelización para que las familias
cristianas puedan comprometerse. Toda esta actividad da frutos auténticos,
evangélico cuando fluye desde el misión fundacional que sitúa a la familia
fundada en el matrimonio sacramental en el corazón de la misión de la Iglesia.
En las palabras del beato Juan Pablo II, "la familia recibe
la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor "- el amor que es un
reflejo de la comunión trinitaria y acciones que en" Dios el amor por la
humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia su esposa ".(8).
Sólo cuando el cristiano se fortalece en esta su
misión más básica preservar la familia puede ocupar su lugar en el corazón de la
tarea de la evangelización de la Iglesia.
No podemos, en el cumplimiento de la misión de la nueva evangelización,
proclamar "la verdad sobre el hombre y su dignidad "a menos que
proclamemos con valentía y convicción la verdad sobre el matrimonio y la familia.
De lo que se acaba de decir, es obvio que el principal de estos
bloques de construcción de la nueva evangelización es el llamado universal del
Concilio Vaticano II a la santidad.(9).
La llamada es verdaderamente universal, que abarca todos
los estados de vida y todos los pueblos de la tierra. Me parece necesario hacer
hincapié tanto en la presente convocatoria de Dios y nuestra respuesta a ella
como algo fundamental para la Nueva Evangelización.(10). y en
esto vemos un ejemplo extraordinario en la vida de San Juan Diego.
En el mensaje de Nuestra Señora de Guadalupe y en la vida de San
Juan Diego es evidente que esta exigen una nueva asimilación y proclamación del
Evangelio abarca la Iglesia en su conjunto, y cada pueblo y nación en la que
está presente.
Lo que se necesita no es simplemente nuevas iniciativas
pastorales a los que ya no abrazan Cristianismo, aunque tal extensión es de
imperativo curso. La nueva evangelización debe ser más amplia y también más
positiva en su alcance. Mientras que puede ser provocada por, no puede
determinarse simplemente por la crisis de nuestra época.
Este impulso renovado de evangelización implica una reasignación
fundamental de nuestra fe por la Iglesia entera, y una proclamación a fondo
encarnado de ella a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Lo requiere lo que
podríamos describir como un "radical" retorno a la Fuente -la vida
renovada de la plenitud de la fe. En otras palabras, lo que se necesita es lo
que vemos en la vida de San Juan Diego: un valiente testimonio de la santidad.
Es de esta manera que el Beato Juan Pablo II afirmó en Christifedeles Laici,
los laicos tienen un "papel esencial e insustituible" en la obra de
la nueva evangelización.(11).
La santidad de vida formada y fortalecida por los sacramentos y
vivida en la fidelidad total a la Iglesia y en el compromiso con Jesucristo es
la única manera de reconstruir una identidad católica. Es el única manera de
que la Iglesia puede dar un testimonio creíble, en sus instituciones y en cada
uno de sus miembros, a un mundo mortalmente hambriento de la presencia del Dios
vivo.
5.Ecclesia in America, n. 10.
6.Juan Pablo II, Discurso al III Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano, 28 de enero de 1979. 5
7.Juan Pablo II, Redemptor Hominis, n. 10 (1979).
8. Juan Pablo II, Familiaris Consortio, n. 17 (1981).
9.El Concilio Vaticano II, Constitución dogmática sobre la
Iglesia, Lumen gentium, cap. 5 (1962). 7
La
caridad que evangeliza.
Finalmente, el método que habla más fuerte de Cristo es el amor,
en todas sus formas, empezando por la familia y se extiende a la preocupación
más general, pero urgente, sin embargo, para aquellos que son pobres y que
sufren.
El Hemisferio Occidental es un terreno fértil para la semilla de
la caridad. Todos nuestros países están experimentando un cierto grado de
confusión. Cristo mismo explicó: los pobres vamos a tener hasta el final de la mundo,
y sus muchos tipos de pobreza que reconocemos. También existe la agitación
silenciosa de complaciente olvido de los demás, de la obsesión con el
materialismo, que los corazones ciegos de ver lo que el Dios de Jesucristo nos
ha revelado: es decir, "nuestra grandeza como personas redimidas por el
amor y la llama, en la Iglesia, para renovar la ciudad del hombre, por lo que
puede convertirse en la ciudad de Dios. "Sólo mediante la construcción de
una civilización del amor pueden los católicos ayudar a construir la auténtica
solidaridad que se describe en Ecclesia in America.
Nuestra Señora de Guadalupe visión de futuro de la capilla se comunica
el calor benéfico de la Iglesia -un calor benéfico que se llama a todos en la Iglesia
de extender. Como el Santo Padre escribió en Deus Caritas Est, "La Iglesia
es la familia de Dios en el mundo. En esta familia no debe haber nadie que sin las
necesidades de la vida. "Y al mismo tiempo nos recuerda que" la
caritas-agapé supera las fronteras de la Iglesia ".(12).
Más que nada, la vida sin Dios o la vida sin una comprensión
auténtica de Dios, encuentra sufrimiento a la pregunta sin respuesta. La nueva
evangelización necesita una renovada experiencia de sacrificio, ligada a la
comprensión del sufrimiento redentor, así como la solidaridad del corazón con los
que sufren. De esta manera también, la nueva evangelización nos llama a
"una caridad que evangeliza".(13).
Cristo dijo que el mundo sabría que somos cristianos por la forma
en que se aman. Debemos estar dispuestos a dejar que la caridad sea nuestra
medida de la nueva evangelización. En el primer capítulo de Ecclesia in América,
el Beato Juan Pablo II recordó las palabras de su predecesor en la clausura del
Concilio Vaticano II Consejo: "en el rostro de cada ser humano,
especialmente si se ha de lágrimas y sufrimientos, podemos y debemos reconocer
el rostro de Cristo ".(14)
Esta es una condición previa para una nueva
evangelización. Pero tal vez se nos permite añadir que la nueva evangelización
nos llama a una realización aún más: que todos los seres humanos siendo especialmente
cuando está marcado por las lágrimas y el sufrimiento, debe ser capaz de ver el
rostro de Cristo en el cuidado aquellos a los que ha llamado a seguirlo.
Para terminar, permítanme una observación más sobre la
nueva evangelización, en un momento de la globalización. El choque de las
civilizaciones que se produjo en el continente americano entre los españoles y los
nativos americanos en cierto modo puso de relieve los aspectos más negativos de
cada cultura. El español fue testigo de los sacrificios humanos brutales de los
aztecas, mientras que los aztecas fueron testigos de algunas de las autoridades
españolas que se comportaron brutalmente
hacia ellos, e incluso amenazando al obispo Zumárraga. Fue en este contexto de conflicto
cultural que la Virgen de Guadalupe se le apareció como una mestiza - la personificación
de ambas culturas,y como una apelación a lo que era mejor en ambos.
Esto fue lo que el Papa Juan Pablo II llamó en Ecclesia in
America "perfectamente inculturada evangelización ". (11) Fue el
primer paso hacia la unión de dos culturas diferentes bajo el manto de Nuestra
Señora de Guadalupe y el Evangelio de su Hijo, Jesucristo. No sólo la Virgen de
Guadalupe aparecen como una mezcla de las dos carreras, pero al hombre que se
le apareció: Juan Diego, era un indígena humilde. Sin embargo, no basta con que
se le apareció, ni siquiera que ella dejó su imagen. Para el trabajo de la
evangelización y echar raíces en los Estados Unidos requiere que igual que Juan
Diego - un indígena mexicano - el trabajo con el obispo Zumárraga – un Español
para difundir su mensaje de amor y reconciliación.
En cierto modo, no es de extrañar que la Virgen de
Guadalupe reuniría a las culturas, mientras que lleva a la gente a su hijo.
Desde los primeros días del cristianismo, e incluso durante la vida de Cristo,
estaba claro que su mensaje de salvación no era sólo para un grupo, sino para
todos los que estaban abiertos a ella. Donde quiera que puede haber llegado
desde un principio, los primeros cristianos encontraron una unidad en Cristo
que trasciende toda cultura y diferencias. Y Nuestra Señora de Guadalupe ha
ayudado a su hijo a hacer lo mismo en Estados Unidos.
A medida que trabajamos para una nueva evangelización,
esta lección es importante. No podemos acercarnos a otra cultura desde un punto
de vista relativista. No podemos decir que todos los aspectos de cada cultura
es igual de bueno. Ni debemos ser desdeñoso de las culturas de formas diferentes
a las nuestras o ver las diferencias como algo necesariamente negativo.
Es decir, se debe tener cuidado para evitar lo que el Papa
Benedicto presentado como dos riesgos que resultan de la "La
comercialización del aumento del intercambio cultural": 1) eclecticismo
cultural, y 2) la nivelación cultural.
En ecleticismo cultural, grupos culturales "están
superpuestas unas a otras, sustancialmente equivalentes e intercambiables
", a menudo con el efecto de que se mantengan por separado con ninguno auténtico
diálogo ni integración. Se ve culturas relativista y por lo tanto elimina la necesidad
aprender unos de otros, para escuchar la canción en particular de la verdad
expresada en una cultura. El segundo peligro, nivelación cultural ",
acepta indiscriminadamente tipos de conducta y modos de vida, perdiendo de
vista la profunda importancia de la cultura ... y las tradiciones de los
diversos pueblos, por el cual la persona se enfrenta a las cuestiones
fundamentales de la vida. "
El resultado suele ser que una cultura es subsumida por otra,
convirtiéndose en sordos a la propia historia y estan en silencio en el diálogo
cultural. El Papa Benedicto XVI llega a la conclusión de que "¿Qué
nivelación eclecticismo y culturales tienen en común la separación de la cultura de la naturaleza
humana. Así, las culturas ya no puede definir sí mismos en una naturaleza que
las transciende [63], y el hombre termina por reducirse a un mero culturales estadística.
Cuando esto ocurre, la humanidad corre nuevos riesgos de sometimiento y
manipulación ".
Como personas de fe, debemos trazar un rumbo diferente.
Debemos aprovechar la oportunidad para encontrar la unidad cultural a través de una identidad común religiosa y de
sistema de valores. La verdad que la Iglesia tiene que ofrecer al mundo no
entorpece la creación cultural, la cumple. Pero en la predicación a las
culturas que no conocen a Cristo o han olvidado de él, el testimonio de Juan
Diego es muy importante. En un contexto cultural en el que la Iglesia es vista
como la predicación de "fuera" de la cultura, el testimonio de los
laicos y de todos los cristianos dentro de la cultura es crítica. Este fue el
testimonio de los primeros cristianos que despertaron su interés por el
cristianismo en esta muy ciudad en lo que podríamos llamar la primera ola de
evangelización. Este es el modelo que convierte al Continente americano entero.
Y este es el modelo para la Nueva Evangelización, así, no sólo en América, sino
en todo el mundo.
Ecclesia in America cierra con las palabras que encarnan
acertadamente el significado de nuestra reunión de hoy:
"Enséñanos a amar a su Madre, María, ya que la amaba. Danos
fuerza para anunciar su palabra con valor en la obra de la nueva evangelización,
para que el mundo conozca una nueva esperanza. Nuestra Señora de Guadalupe,
ruega por nosotros!
10.Ecclesia in America, n. 33.
11.Juan Pablo II, Christifedeles laici, n. 7 (1988).
12.Benedicto XVI, Deus caritas est n. 25 (b) (2005). 8
13. Juan Pablo II, Ecclesia in Europa, n. 33 (2003).
14. Ecclesia in America, n º 12. 9
EL
AÑO DE LA FE
+Luis
F. Ladaria
Una
mirada a la situación actual
Vivimos en un momento en el que, en muchas partes del mundo, se
ha producido un creciente abandono de la fe y un alejamiento de la Iglesia y
aun de Dios.
La situación es desde muchos puntos de vista dramática en muchos
países y regiones de Europa, sobre todo en la Europa occidental, pero no ha
dejado de afectar y sigue afectando a la América del Norte y también del Centro
y del Sur. Es un creciente fenómeno de secularización, que elimina la
trascendencia del horizonte vital de las personas, y trae como consecuencia
graves problemas personales y sociales. Sabemos bien que la muerte de Dios es
la muerte del hombre (cf. Gaudium et Spes, 20:
Juan Pablo II, Dominum et vivificantem 38). Ya en la encíclica Dives in
misericordia, del lejano año 1980, el papa Juan Pablo II, siguiendo el concilio
Vaticano II (cf. Gaudium et Spes 10) habla de una inquietud fundamental que
asalta al hombre contemporáneo, que no
se resuelve con los medios provisionales que tenemos a nuestro alcance, sino
que toca los problemas fundamentales de la existencia humana, vinculada con el
sentido mismo del hombre y del mundo. Cuando se contempla la profunda situación
de injusticia en que vive la humanidad, tanto dolor inocente, tanta desigualdad
entre las naciones y entre las personas, no puede menos de entrar una sensación
de desaliento y, en los casos positivos,
de remordimiento (Dives inmisericordia, 11). Se ha hablado con frecuencia de una crisis
del sentido. ¿Por qué?
Buscamos el porqué no solo de las cosas, sino del mundo, de la
humanidad, de mí mismo. La inquietud e insatisfacción del hombre, que no ve
sentido a la vida, está ligada en muchas ocasiones a una crisis de la fe.
Efectivamente, nos podemos preguntar cual es el sentido del hombre y de la
existencia si falta toda referencia al Trascendente.
En este contexto se
coloca la llamada del Papa a este Año de la Fe que se pone en relación con
diversos acontecimientos y situaciones eclesiales. Ante todo veamos el presente
y el futuro inmediato: este Año de la Fe se coloca en concomitancia con el sínodo
de la nueva evangelización que está a punto de celebrarse. El impulso de la nueva
evangelización viene, como es bien sabido, de Juan Pablo II que habló de la necesidad
de un nuevo movimiento evangelizador que no va a cambiar evidentemente los
contenidos de la evangelización primera, pero que tiene que ser nueva en sus métodos,
en sus expresiones, y (diría yo sobre todo) en su ardor. En esta misma línea se
coloca la creación de un nuevo dicasterio romano, precisamente el Pontifici Consejo para la Nueva Evangelización, que nace de la
preocupación por el abandono de la fe en los países de vieja cristiandad.
El Papa
Benedicto XVI ha hablado en ocasiones diversas de un cierto “analfabetismo”
religioso. Para hacer frente a estos problemas se nos invita a dirigir la mirada a dos acontecimientos fundamentales
de la historia de la Iglesia en el siglo XX, no para hacer simplemente memoria
del pasado sino para sacar luz y fuerzas para la tarea que nos espera: en
primer lugar el concilio Vaticano II, inaugurado el 11 de octubre de 1962, de
cuyo comienzo se cumplirán este año 50 años. La importancia del Concilio para
la vida de la Iglesia en el siglo pasado y en el presente ha sido expresada de diversos modos por todo el magisterio
posterior. Merece la pena citar algunas afirmaciones del beato Juan Pablo II
que me parecen especialmente significativas: «Podemos decir que en su rico magisterio
el concilio Vaticano II contiene precisamente todo aquello “que el Espíritu dice
a las Iglesias” (Ap 2,29; 3,6.13.22) en orden de la presente fase de la
historia de la salvación» (Dominum et Vivificantem 26) (1).
. No se puede decir más en menos palabras y no hace falta
multiplicar las citas ni los comentarios. El Concilio contiene o que el
Espíritu Santo dice a las Iglesias en el concreto contexto histórico en que nos
hallamos. Un segundo acontecimiento es la promulgación, el 11 de octubre de 1992,
treinta años después de la apertura del Concilio, del Catecismo de la Iglesia Católica,
del cual hablaremos más detenidamente mañana. Es un fruto del Concilio aunque
no sea directo ni inmediato. De este evento se cumplen ahora veinte años. De ahí
que el Papa Benedicto XVI haya querido juntar la conmemoración de estos dos eventos
en este Año de la Fe que está por iniciar. Ya el Papa Pablo VI en 1967, casi inmediatamente
después de la finalización del concilio Vaticano II convocó un año de la fe
(entre 1968 y1969) para conmemorar el XIX centenario del martirio de los santos
apóstoles Pedro y Pablo.
El Papa anunció la
celebración de este Año de la Fe el día 16 de octubre de 2011, durante la Santa
Misa que celebró con los participantes en la plenaria del Pontificio Consejo
para la Nueva Evangelización. Objetivo de este Año es dar un impulso renovado a
toda la Iglesia para conducir a los hombres, del desierto en que muchas veces
se encuentran, al lugar de la vida, a la amistad con Cristo que nos da la vida
en plenitud.
__________________________________
1.Ideas repetidas en Novo millenio ineunte, 57: «El Concilio [es]
la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el s. XX. El él se nos
ofrece una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que se abre»
(cit. en PF 5). Benedicto XVI insiste en el mismo lugar, si entendemos el
Concilio en una justa hermenéutica será una gran fuerza para la renovación de
la Iglesia
La
Carta Apostólica en forma de Motu proprio Porta Fidei. El principio
fundamental la fe
abierta a todos.
Aunque su aparición, como
normalmente ocurre, tuvo lugar algunos días más tarde, con fecha del 11 de
octubre de 2011, el Papa Benedicto XVI firmó la Carta apostólica en forma de
Motu proprio, Porta fidei con la cual se
convoca el año de la fe. Todos Vds. disponen de un esquema de los contenidos
fundamentales u una guía de lectura del texto. Por ello yo no lo voy repetir.
Tomaré algunos puntos de referencia de la carta apostólica para
profundizar algunos aspectos que me
parecen importantes.
El Papa toma como punto de partida el texto de Hch 14,26,
que dice así: «Al llegar [Pablo y Bernabé], reunieron a la Iglesia, les
contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos, y cómo había abierto a los
gentiles la puerta de la fe». La fe, decía el concilio de Trento, «es el
principio de la salvación humana, fundamento y raíz de toda justificación, “sin
la cual es imposible agradar a Dios” (Heb 11,6) y llegar a la comunión de sus
hijos» (Decr. de iustificatione, cap. 8, DS 1532).
Por ello, además de la
directa inspiración bíblica, es muy adecuada la metáfora de la puerta para
hablar de la fe, porque a través de ella se inicia un camino que consiste en
dejarse transformar por la gracia, que comienza con el bautismo que nos hace
hijos de Dios, y nos permite llamar a Dios Padre en virtud del Espíritu (cf.
Rom 8,15-16; Gál 4,4-6), y concluye con el paso a la vida eterna que nos ha
abierto Jesucristo con su resurrección, con la que nos hace partícipes de su
misma vida, nos da la gloria misma que el Padre le ha dado (cf. Jn 17,22). El
Santo Padre hace en seguida una alusión al misterio trinitario al que hace
explícita referencia la fórmula bautismal: «…bautizándolos en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19).
Ser bautizados significa ser introducidos en la vida del Dios
uno y trino. La puerta de la fe que se abre delante de nosotros nos coloca en
comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, el Dios amor del que ya el
Papa nos habla desde el comienzo de este motu proprio(2) y por tanto desde el
comienzo de este Año de la Fe. El Dios en quien creemos es el Dios uno y trino
que nos revela Jesús, que, a la vez que nos lo revela, nos introduce en su
vida. El Padre que ha enviado a su Hijo, Jesús el Hijo que nos ha redimido, el
Espíritu Santo, Espíritu del Padre y del Hijo, el don de Jesús muerto y
resucitado y ascendido el cielo que nos lo manda de parte del Padre (cf. Jn 14,26;
15,26).
El misterio de la
Trinidad es el primero de los misterios de nuestra fe y el fundamento de todos
los demás (CEC 234; 261). De Dios Padre, Hijo y Espíritu viene todo. Porque Él
es en sí mismo eterno intercambio de amor puede amarnos a nosotros. El Año de
la Fe no puede olvidar el misterio central de la fe cristiana, sino que lo
tiene que tener siempre presente. En este Dios creemos, en él esperamos, a él nos
confiamos. No olvidemos que, además de la fórmula bautismal, las antiguas interrogaciones
bautismales, que seguimos practicando, tienen una estructura trinitaria. Y a
partir de ellas se han desarrollado los Credos, el apostólico, el Niceno constantinopolitano,
que, como es bien sabido, tienen una estructura trinitaria.
Tengamos bien presente que si ya en el primer número de Porta
Fidei el Papa nos habla de la Trinidad, esto no es una coincidencia casual. El
Dios de los cristianos, en su especificidad, el Dios en quien creemos, es el
Dios uno y trino. El cristianismo no es un monoteísmo más. Este es un punto
fundamental.
_____________________
2.No olvidemos el título de su primera encíclica, Deus caritas
est
Los
contenidos de la fe y la aceptación personal de la misma
Y después de haber
comentado este número primero del motu propio, de tan rico contenido teológico,
entraremos en una distinción fundamental a la que el Santo Padre hace alusión
en su Carta. Comenzaremos con un texto de san Agustín (Trin.XIII 2,5): «Aliud
suntea quae creduntur, aliud fides qua creduntur (una cosa son las cosas que se
creen, otra la fe con la cual se creen)»(3). De este texto y otros semejantes ha sacado la teología católica una distinción
fundamental entre la fides quae creditur, las verdades que son creídas, y la
fides qua creditur, la fe con la cual estas verdades son creídas. La verdad
objetiva por una parte, y por otra la actitud subjetiva con la cual la aceptamos
y hacemos nuestra. En los dos casos se habla de fe. Las dos cosas necesariamente
se entrecruzan.
El concilio Vaticano II, recogiendo y profundizando las
perspectivas del concilio Vaticano I nos dice:
«A Dios que revela se le ha de prestar la obediencia de la fe (Rom
16,26; cf. Rom 1,5; 2 Cor 10,5-6), por la que el hombre se confía libre y
totalmente a Dios, prestando “a Dios revelador el homenaje de su entendimiento
y de su voluntad” (Vat. I, Const Dei
Filius, DH 3008) y asintiendo voluntariamente a la revelación hecha por Él.
Para profesar esta fe es necesaria la gracia de Dios que previene y ayuda…».
Dei Verbum 5.
El Catecismo de la Iglesia Católica indica que la fe «es ante
todo una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo e inseparablemente
el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado» (n. 150) Una cosa
es la verdad que creemos y otra cosa es la fe con que creemos, dice san
Agustín, y sin duda tiene razón. No es lo mismo el contenido de la revelación
divina que la actitud con la cual nosotros la acogemos.
Pero las dos cosas están en relación: la adhesión personal y el
asentimiento a las verdades son inseparables. El contenido de la revelación,
según la mima constitución Dei Verbum 2, es Dios mismo y el misterio de su voluntad,
por el cual los hombres, mediante Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre
en el Espíritu Santo y se hacen partícipes de la naturaleza divina (cf. DV 2).
Y en DV 6 la idea se repite: «Mediante
la revelación divina quiso Dios manifestarse a sí mismo y los eternos decretos
de su voluntad acerca de la salvación de los hombres, “para comunicarles los bienes
divinos que superan totalmente la comprensión de la inteligencia humana” (conc.
Vaticano I, const Dei Filius, DH 3005)».
Queda entonces claro que
la revelación no tiene como objeto cualquier contenido, sino Dios mismo y el
misterio de la salvación que nos ofrece. Dios mismo es el objeto de nuestra
esperanza, decía San Agustín. El contenido por tanto de la revelación no es
algo que nos interese marginalmente, sino que es nuestra misma plenitud en
Cristo. De ahí que nuestra acogida de la revelación solo pueda tener lugar en
la obediencia de la fe, en el religioso obsequio de nuestra voluntad y de
nuestra inteligencia, en la actitud de aceptación de los designios de Dios
sobre nosotros.
El conocimiento y la contemplación de los misterios de nuestra
fe, resumidos en “Dios y nuestra salvación”
(fides quae) será cada vez más profundo si los acogemos con nuestro
corazón abierto (fides qua). Y a la vez, nuestro corazón se abrirá más a Dios si
nos acercamos más al misterio de su ser y de su
acción salvadora. Las dos dimensiones de la fe van necesariamente
juntas, en su distinción.
El Año de la Fe nos invita a un mejor conocimiento de
los contenidos de la revelación y a una mayor acogida de Dios en quien creemos
en nosotros. El Papa lo ha dicho expresamente en su motu proprio: «Redescubrir
los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada y reflexionar
sobre el mismo acto con el que se cree es un compromiso que In ep. Joh. 6 (PL
35, 2007-2008). 5 todo creyente debe hacer propio, sobre todo en este Año» (PF
9).
Y poco después «Existe una unidad
profunda entre el acto con el cual se cree y los contenidos a los que damos
nuestro asentimiento» (PF 10). A partir
de la relación mutua entre estos dos aspectos, que se han de distinguir pero no
separar, hay que entender las afirmaciones fundamentales del motu proprio. Todos
tenemos que considerar como dirigida a nosotros la palabra de Jesús en el evangelio
de Juan: «La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado» (Jn 6,29,
citado en PF 3). Y comenta a continuación Benedicto XVI: «Creer en Jesucristo
es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación».
_________________________
3.In ep. Joh. 6 (PL 35, 2007-2008).
La fe
en Cristo, único salvador del mundo
La renovación de la
Iglesia en este Año de la Fe pasa por el testimonio de los creyentes. Cristo es
el cordero sin mancha (Heb 7,26; cf. 2 Cor 5,21), pero la Iglesia, que es santa
porque recibe del Espíritu la santidad, según el concilio Vaticano II (LG 8), necesita de una continua purificación
(sancta et semper purificanda). Con la continua conversión de los creyentes
crecerá su testimonio (cf. n. 8).
Se trata de una auténtica y renovada
conversión al Señor, cualificado por el Santo Padre, como «único Salvador del
mundo» (n. 6). El tema está solamente insinuado, pero vale la pena que lo
desarrollemos brevemente.
Hemos hecho referencia a la verdad fundamental de la
fe, el Dios uno y trino, a la que el Papa alude en el n. 1. El misterio trinitario,
el misterio de Dios en su vida más íntima, nos es conocido por la revelación de
Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, venido a este mundo para salvarnos.
Solo Dios nos puede revelar a Dios en profundidad, a Dios no lo
ha visto nadie pero el Hijo unigénito nos lo ha revelado (cf. Jn 1,18). Sólo
Dios nos puede dar a conocer a Dios. Decíamos que en la revelación Dios se da
a conocer a sí mismo. Esto acontece en
Jesucristo el Hijo, visibile Patris Filius, como decía Ireneo(4) ¿Pero cómo nos da a conocer Jesucristo a
Dios? Decíamos que la revelación tiene como objeto a Dios y sus designios de
salvación. Jesús nos da a conocer a Dios, con sus obras y sus palabras
(Vaticano II, Dei Verbum 4), en cuanto nos trae la salvación, en
cuanto comunicándonos la vida divina con su cruz y su resurrección nos revela
al Dios amor, Padre, Hijo y Espíritu.
En el inmenso amor que él nos muestra,
«los amó hasta el extremo» (Jn 13,1), se nos muestra el amor del Padre: «tanto
amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito, para que todo el que crea en él
no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo
para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él» (Jn 3,16-17). En
la fe aceptamos a nuestro Salvador, verdadero Dios y verdadero hombre, que con su
muerte nos da la vida. Y lo aceptamos como único salvador del mundo. Este
inciso es importante. Dios es el Dios de todos, y, consiguientemente, Cristo es
el salvador de todos. Es especialmente importante en estos tiempos de
pluralismo y de relativismo reafirmar este punto fundamental(5).
. Esta verdad esencial está relacionada íntimamente con nuestro testimonio
cristiano y con la evangelización. ¿Qué
sentido tiene dar a conocer a Cristo si hay otros salvadores, si los
hombres pueden llegar a Dios por otros caminos?
Este punto, que hoy crea
dificultades a muchos, es esencial en el contexto de la evangelización, sea la
nueva sea la primera. Es el presupuesto de la misma. Hemos dicho que la
estructura trinitaria de la profesión de
fe nos muestra la importancia central que el misterio de Dios uno y trino tiene
para los cristianos. A la vez sabemos que estas profesiones de fe desarrollan
especialmente su parte cristológica. Jesús vino al mundo «propter nos homines
et propter nostram salutem, por nosotros los hombres y por nuestra salvación»
(Credo nicenoconstantinopolitano, DH 150).
Esto responde igualmente a la
fundamental importancia de Jesús salvador, mediador único entre Dios y los hombres
(cf. 1 Tim 2,5). No hay más plenitud humana que la participación en la vida de
Dios mismo a la que tenemos acceso mediante Cristo en el Espíritu.
________________________
4.Adv. Haer. IV 6,6.
5.Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Dominus Iesus. 6
Los
tres puntos cardinales del Año de la Fe: la confesión, la celebración, el testimonio
El Papa señala tres
aspectos que deberán ser tenidos en cuenta especialmente por todos los
católicos en este Año de la Fe: la confesión, la celebración, el testimonio (PF
9). Tratemos de reflexionar sobre cada uno de estos tres puntos.
1) La
fe confesada
Sin duda el Año de la Fe es un momento propicio para la
confesión de la misma. Recordemos, como hace Benedicto XVI, que Pablo VI, en el
Año de la Fe al que ya nos hemos referido, formuló un “Credo del Pueblo de
Dios”. Benedicto XVI nos exhorta a la
confesión con una cita del importante texto di Rom 10,10.
Citaremos nosotros
también el versículo precedente, una de las profesiones de fe más antiguas que
nos ofrece el Nuevo Testamento: «Porque si profesas con tus labios que Jesús es
Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás
salvo.
Pues con el corazón se cree para alcanzar la justicia y con los
labios se profesa para alcanzar la salvación» (Rom 10,9-10). El motivo de Jesús
Señor, al cual nos tenemos que convertir, ha aparecido ya en nuestra
exposición. Aquí, como en otros lugares del Nuevo Testamento (cf. Flp 2,11), el
señorío de Jesús se une a su resurrección. En ella Jesús ha sido constituido
Hijo de Dios en potencia (cf. Rom 1,4), Señor de vivos y muertos (Rom
14,9).
Pero esta confesión no es
solamente un acto externo. Parte del corazón, de lo más íntimo de nuestro ser.
La confesión con los labios no tiene sentido si no brota del corazón. Ahí debe
empezar nuestra fe que, por supuesto, también tiene que confesarse con los
labios.
El Papa ve ejemplificado este recorrido interno que empieza con el
corazón del hombre en Lidia, la vendedora de púrpura de la que nos hablan los
Hechos de Apóstoles (16,14): «El Señor le abrió el corazón, para que aceptara
lo que decía Pablo». Y comenta el Santo Padre: «San Lucas enseña que el
conocimiento de los contenidos que se han de creer no es suficiente si luego el corazón,
autentico sagrario de la persona no es abierto por la gracia que permite tener
7 ojos para mirar con profundidad y comprender que lo que ha sido anunciado es
la Palabra de Dios» (n. 10). El hombre tiene que abrirse a la acción del
Espíritu para poder ser transformado
mediante la fe del corazón. La fe es una decisión de estar con el Señor,
y este estar con él «nos lleva a comprender las razones por las que se
cree» (ib.). Benedicto XVI no desarrolla
en este momento este punto que solo
insinúa.
Volveremos nosotros sobre él dentro de un instante.
Esta confesión de fe, que
debe comenzar con el corazón sin dejar de lado la inteligencia, a la vez que un
acto libre y personal de cada creyente, es a la vez un acto eminentemente
eclesial.
El Papa se refiere aquí al Catecismo de la Iglesia Católica,, que en
su número 167 hace ver la relación que existe entre estos dos aspectos inseparables:
« “Yo creo”; es la fe de la Iglesia profesada personalmente por cada creyente,
sobre todo en el momento del Bautismo. “Nosotros creemos” es la fe de la Iglesia
confesada por los Obispos reunidos en concilio, o, más generalmente, por la asamblea
litúrgica de los fieles. “Yo creo”: es también la Iglesia nuestra madre la que responde
a Dios con su fe y nos enseña a decir “Yo creo”, “Nosotros creemos”» (PF 10).
Efectivamente,
el acto de fe es siempre personal, porque cada uno se entrega a Dios en la
obediencia (ya hemos visto que la obediencia es la característica fundamental
de la fe), y en el obsequio religioso del intelecto y de la voluntad. Nadie puede
“creer” por mí, el acto de fe es un acto eminentemente personal que me compromete
completamente.
Nadie puede creer por mí, como nadie puede, p. ej., ser bautizado
en mi lugar. Pero a la vez el acto de fe es un acto eclesial. En realidad cada uno
acepta la fe que le es propuesta por la Iglesia y en la Iglesia. No tenemos una
fe según el capricho de cada cual. La adhesión y la obediencia a Dios se
concreta en la comunión con la Iglesia y en la Iglesia.
El asenso personal se
da a lo que la Iglesia nos presenta. El Santo Padre cita un texto esencial de
san Agustín sobre la reditiosymboli, la entrega del Credo a los neófitos: «El
símbolo del sacrosanto misterio que recibisteis todos a la vez y que hoy habéis
recitado uno a uno, no es otra cosa que las palabras en las que se apoya
sólidamente la fe de la Iglesia, nuestra madre, sobre la base inconmovible que
es Cristo el Señor»(6)
La razón de esta dimensión eclesial es muy clara: la revelación
no se dirige a cada uno de nosotros individualmente, sino que ha sido confiada
a la Iglesia en su conjunto. Ella tiene un papel esencial en la transmisión de
la revelación. El bautismo nos introduce en la Iglesia, que es la comunidad de
los creyentes. Por ello nos dice Benedicto XVI: «El conocimiento de la fe
introduce en la totalidad del misterio salvador revelado por Dios.
El
asentimiento que se presta implica por consiguiente que, cuando se cree, se
acepta libremente todo el misterio de la fe, porque el garante de su verdad es
Dios mismo, que se revela y nos permite conocer su misterio de amor» (n. 10).
Nos indica el Papa que este conjunto de verdades que la Iglesia nos presenta se
encuentra contenido en el Catecismo de la Iglesia Católica, instrumento precioso
e indispensable.
Dejo entre paréntesis este punto, porque es el objeto de nuestra
otra exposición. Resumimos simplemente diciendo que la profesión de la fe, que
nace del corazón y se pronuncia con los labios, ha de ser un momento esencial
del Año de la Fe. Profesión de fe personal, sí, pero profesión de la fe de la
Iglesia, garante de la divina revelación. Lo resumiría en esta fórmula:
adhesión personal y libre a la fe de la Iglesia, que es la fe de los Apóstoles.
____________________
6. S. Agustín, Sermo 215,1, cit. en Porta Fidei 9. 8
2) La
fe celebrada.
La fe se vive en todos
los momentos de la vida, pero de una manera especial en la celebración
litúrgica. Por ello nos dice el Santo Padre que se debe intensificar la celebración
de la fe, especialmente en la Eucaristía. «La liturgia es la cumbre a la cual
tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana
toda su fuerza» (SC 7, citado en PF 9) (7).
El Concilio precisa
todavía en la misma constitución
Sacrosanctum Concilium: «De la liturgia, sobre todo de la eucaristía, mana
hacia nosotros la gracia como de su fuente, y so obtiene con la máxima eficacia
aquella santificación de los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios,
a la cual las demás obras de la Iglesia tienden como a su fin» (SC 10). Sin la
liturgia y los Sacramentos, nos dice Benedicto XVI, «la profesión de fe no
tendría eficacia, porque faltaría la gracia que sostiene el testimonio de los
cristianos» (PF 11).
En la exhortación postsinodal Sacramentum Caritatis se pone también de
relieve la relación entre la fe y la eucaristía: La eucaristía es, por excelencia, “misterio
de la fe”: “es el compendio y el resumen de nuestra fe” (CEC 1327). La fe de la
Iglesia es esencialmente fe eucarística y se alimenta de modo particular en la mesa
de la Eucaristía. La fe y los sacramentos son dos aspectos complementarios de
la vida eclesial.
Suscitada por el anuncio de la Palabra de Dios, la fe se
alimenta y crece en el encuentro de gracia con el Señor resucitado que se
realiza en los Sacramentos […] Por eso el Sacramento del altar está siempre en
el centro de la vida eclesial; «gracias a la eucaristía la Iglesia renace
siempre de nuevo». Cuanto más viva es la fe eucarística en el Pueblo de Dios
más profunda es su participación en la vida eclesial mediante la adhesión
convencida a la misión que Cristo ha confiado a sus discípulos(8).
Por otra parte sabemos
bien que la profesión de fe se hace en el contexto de la celebración de los
sacramentos. Por una parte en el momento del bautismo. Por otra en la
eucaristía dominical, cuando uniendo el “yo creo” y el “nosotros creemos”, la
fe de cada uno que es la fe de la Iglesia se profesa en el contexto de la
proclamación de la Palabra y como respuesta a ésta, antes de hacer memoria
viva, de representar el sacrificio de Jesús en la cruz. 7.Cf. SC 7 : «Toda
celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es
la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo
título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia
Sin duda nuestra
profundización en los contenidos de nuestra fe y en nuestra adhesión a Dios que
nos los revela nos hará participar más consciente y profundamente en la
liturgia de la Iglesia y en particular en la eucaristía. Y viceversa, una más
consciente celebración de los santos misterios ayudará a los fieles cristianos a
crecer en la fe.
_____________________________
7.Cf. SC 7: «Toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo
sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia,
cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna
otra acción de la Iglesia».
8.Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis, 1. 9
3) La
fe testimoniada.
Pasamos a este tercer
punto enunciado por Benedicto XVI: «Al mismo tiempo esperamos que el testimonio
de vida de los creyentes sea cada vez más creíble» (PF 9). Este testimonio se
articula en diversos aspectos que vale la pena recorrer:
a) El
testimonio de vida de los creyentes.
Ocupa sin duda el primer
lugar. Sin él los demás aspectos que recordaremos resultarían vanos: «La
renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la
vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos
están llamados efectivamente a hacer resplandecer la palabra de la verdad» (PF
9).
Ningún aspecto o dimensión de la vida de los cristianos queda fuera de este
deber de dar testimonio de la verdad. La vida de Cristo tiene que manifestarse
en todo momento en nuestros cuerpos (cf. 2 Cor 4,10-11). Este es el primero y
fundamental testimonio cristiano, el de la vida cotidiana en todos sus momentos
y dimensiones, según el estado y la vocación de cada creyente.
b) Dar
razón de nuestra esperanza.
El Papa alude en su Carta
Apostólica a otro aspecto muy importante del testimonio: «comprender las
razones por las que se cree» (PF 10). Esta comprensión, y no creo alejarme con
esta interpretación de la mente del Papa, lleva a hacer partícipes a los otros de estas razones. Resuena aquí sin duda
el texto fundamental de 1 Pe 3,15-16, que no se cita explícitamente:
«…dispuestos siempre a dar explicación a todo el que os pida una razón de
vuestra esperanza, pero con delicadeza y con respeto, teniendo buena
conciencia…». Benedicto XVI alude en otros momentos a la necesidad de entender
siempre mejor las razones por las que creemos. Se refiere a las personas que,
sin haber recibido de Dios el don de la fe, buscan el sentido último y la verdad
definitiva de su existencia.
Esta búsqueda,
nos dice el Papa, es un “preámbulo” de la fe, porque conduce a Dios, ya
que la misma razón humana lleva en sí la exigencia de buscar lo que vale y
permanece para siempre (cf. PF 10) ¿No seremos capaces los creyentes de ayudar
a estas personas a encontrar al Señor, siendo cada vez más conscientes de la
razón (lógos) de nuestra esperanza, para que también los no creyentes se abran
al Señor, al que no buscarían si Dios no hubiera ya venido a su encuentro?
«Esta exigencia constituye una invitación permanente, inscrita indeleblemente
en el corazón humano, a ponerse en camino para encontrar a Aquel que no
buscaríamos si no hubiera ya venido» (PF 10).
Todavía en otro momento
alude Benedicto XVI a este peculiar testimonio. Es la convicción de los
creyentes de que no puede haber oposición entre la fe y la ciencia, porque, por
caminos distintos, tienden una y otra a la verdad (cf. n. 12) (9)
¿No es esta afirmación del Papa una invitación al buen testimonio
que pueden dar los científicos
cristianos, mostrando que la fe no es un impedimento para la ciencia, sino una
ayuda para que ésta se desarrolle al servicio del hombre y de su plenitud, y no
al servicio de intereses no siempre nobles?
El reciente magisterio de la Iglesia se ha ocupado de estos
problemas en otras ocasiones. Recordaremos solamente un pasaje de la encíclica
Fides et Ratio de Juan Pablo II: «[La fe] privada de la razón, ha subrayado el
sentimiento, la experiencia, corriendo el riesgo de no ser una propuesta
universal» (FR 48) (10).
. El testimonio de los cristianos, en la plena conciencia de la
validez de las razones para creer, ha de ser universal, no puede conocer
fronteras, ya que Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento de la verdad y Cristo es el único salvador de todos (cf. 1 Tim
2,3-5).
La universalidad del testimonio, accesible a todos porque coherente con
la razón, es un tema no desarrollado, pero claramente insinuado en la carta apostólica
Porta Fidei.
______________________
9. En nota cita el Santo Padre a Juan Pablo II, encíclica Fides
et Ratio, 31-32; 86-87.
10. Cf. también ib. 53. Benedicto XVI, Caritas in veritate, 56 :
«La religión necesita siempre ser purificada por la razón, para mostrar su
auténtico rostro humano»
c) El
testimonio del amor
Todavía tenemos que tratar de otro aspecto de este testimonio,
en un cierto sentido el decisivo porque es el que da forma y contenido a todos
los otros aspectos que podamos considerar: el testimonio de la caridad.
De él
habla Benedicto XVI en diferentes momentos. Nos recuerda la palabra de San
Pablo en 1 Cor 13,13: «Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, pero
la mayor de ellas es la caridad». Y nos recuerda también las palabras con que
nos amonesta la carta de Santiago: «De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir
que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá
acaso salvarlo la fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos de
alimento diario y alguno de vosotros les dice “Id en paz, abrigaos y saciaos
…” [… ] Así es también la fe, si no tiene obras, está muerta por dentro…»
(St 2,14-18). (PF 14).
Del creyente han de brotar espontáneamente las obras del
amor como del buen árbol brotan espontáneamente los buenos frutos. La fe no se
puede vivir separada de las otras virtudes teologales.
Por ello nos recuerda el
Santo Padre que la fe sin caridad no da fruto. Pero, ¿es necesaria la fe para
la verdadera caridad? Tal vez estaríamos
tentados de decir que no. ¿Por qué debemos creer en Dios para amar a nuestro
prójimo y al necesitado que encontramos en nuestro camino? No podemos dudar del
sincero amor a los otros de muchas personas que no profesan nuestra fe. Pero debemos
escuchar la advertencia del Santo Padre: «la caridad sin fe sería un
sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan
mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino» (PF 14). Ya san
Pablo nos amonesta: «realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las
cosas hacia él, que es la cabeza,
Cristo» (Ef 4,15).
Solamente la fe cristiana, y en concreto el misterio de la encarnación,
nos hace ver en profundidad la relación íntima que existe entre el amor de Dios
y el amor del prójimo.
Gracias a la fe sabemos que en quien está solo o excluido se
refleja el rostro de Cristo.
En virtud de este hecho muchos cristianos han dedicado y dedican
sus vidas a los pobres o enfermos. El recuerdo de Mt 25,31-45 es fundamental en
este contexto: «cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más
pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40; cf. Mt 25,45) (cf. PF 14).
Pero todavía hace el Papa
otro llamamiento a la caridad a partir de las palabras paulinas «Caritas
Christi urget nos, nos apremia el amor de Cristo» (2 Cor 5,14). Es el amor
apremiante de Cristo el que impulsa a la evangelización, a llevar el evangelio a
todos los confines de la tierra, según el mandato del Señor resucitado. La evangelización
viene del amor de Jesucristo por todos nosotros, y de este amor saca fuerza el
compromiso de los creyentes: «También hoy es necesario un compromiso eclesial
más convencido a favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría
de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe.
El compromiso
misionero de los creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de
su amor, que nunca puede faltar. La fe, en efecto, crece cuando se vive como
experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y
gozo» (PF 7)(11).
. La Congregación para la Doctrina de la Fe concluye la Nota
con indicaciones pastorales para el Año de la Fe con estas palabras:
«Las indicaciones aquí ofrecidas tienen el objetivo de invitar a todos los miembros de la Iglesia a
comprometerse para que este año sea una ocasión privilegiada para compartir lo
más valioso que tiene el cristiano: Jesucristo, Redentor del hombre, Rey del
universo, “iniciador y consumador de nuestra fe” (Heb12,2)». Solamente a partir
del amor de Cristo que nos urge es posible emprender la tarea de la nueva evangelización en la que la Iglesia está empeñada, que no puede
separarse del primer anuncio de Cristo a quienes no lo conocen. Juan Pablo II
decía: «La misión renueva la Iglesia, da vigor a la fe y a la identidad
cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. La fe se refuerza dándola. La nueva
evangelización de los pueblos cristianos encontrará inspiración y sostén en el
compromiso por la misión universal»(12).
El testimonio cristiano
al que el Año de la Fe nos llama tiene como vemos muchas facetas. Fundamental
es, evidentemente, el testimonio de la propia vida, que implica a todos por
igual. No podemos olvidar el deber de dar razón de la esperanza, del esfuerzo
continuo por mostrar que la fe no se opone a la razón y al progreso humano,
sino que les ayuda a seguir el recto camino al servicio del hombre.
El
testimonio de la caridad hacia los necesitados nos coloca en el corazón de la vida cristiana.
Pero quien no conoce a Cristo es también un “necesitado” de dar sentido a la
vida, del conocimiento de la verdad que nos hace libres. El amor de Cristo nos apremia
para que comuniquemos al mundo la verdad de la salvación.
________________________
11.Señala todavía Benedicto XVI un poco después (PF 9): «Así la
fe solo se fortalece creyendo, no hay otra posibilidad para poseer la certeza
sobre la propia vida que abandonarse, en un in crescendo continuo, en las manos
de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en
Dios».
12. Juan Pablo II, Redemptoris missio 2. 12
.
La
historia de la fe
El capítulo 11 de la
carta a los Hebreos comienza con una
bien conocida definición de la fe: «La fe es fundamento de lo que se espera y
garantía de lo que no se ve» (Heb 11,1). La fe nos da la seguridad de lo que
todavía no tenemos, pero que ya anticipadamente poseemos.
El autor de la carta
pasa revista a continuación a los grandes personajes del Antiguo Testamento,
que han vivido y obrado ya en la fe en Dios si haber conocido ni haber visto
todavía a Jesús; no se explicita con claridad la relación que ésta fe sin duda
alguna tiene con Cristo.
Desfilan ante nuestros ojos los grandes personajes del
Antiguo Testamento: Abel, Henoc, Noé, Abraham, Sara, Isaac, Jacob, José,
Moisés, Rajab, los jueces de Israel. «Pero todos estos, aun acreditados por su
fe, no consiguieron lo prometido, porque Dios tenía preparado algo mejor a favor
nuestro, para que ellos no llegaran sin nosotros a la perfección» (Heb
11,39-40).
Todas estas figuras son, con todo, para el cristiano, «una nube
ingente de testigos» para que con más
constancia corramos en la carrera que nos toca (Heb 12,1). Pero nuestra fe» (Heb
12,2). Este texto, que es el punto de llegada del cap. 11 de la carta a los
Hebreos que nos habla de las ilustres figuras del Antiguo Testamento, es el
punto de partida del n. 13 del motu
proprio Porta Fidei. Este número 13, dicho sea con todas las debidas
distinciones, forma una especie de díptico con el citado capítulo de Hebreos.
El pasaje de Heb 12,2, podríamos decir, es como el gozne que abre y cierra este díptico. En
Cristo, que los justos vetero testamentarios no llegaron a ver pero que
nosotros conocemos, tienen cumplimiento pleno los anhelos del corazón humano:
La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el
dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida
ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su
Encarnación [de Cristo], de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la
debilidad humana para transformarla con el poder de su resurrección. En él,
muerto y resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos
de fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de salvación
(PF 13).
Los ejemplos de fe que se
iluminan a partir de Cristo son mencionados a continuación: se empieza con
María, que por la fe acogió la palabra del ángel, dio a luz a Jesús manteniendo
su virginidad, ha sido bienaventurada porque ha creído (cf. Lc 1,45), siguió al
Señor en su peregrinación y hasta el Calvario y vivió también la resurrección
(cf. PF 13). Sigue la mención de los apóstoles, que por la fe lo dejaron todo
para seguir a su Maestro, creyeron en él y anunciaron a todo el mundo la
alegría de la resurrección, de la que
habían sido testigos (cf. ib.). Por la fe los discípulos crearon la primera
comunidad en torno a los apóstoles. Se mencionan a continuación los mártires,
que han llegado al máximo don del amor perdonando a sus perseguidores; los que
han consagrado la vida a Cristo para vivir en los consejos evangélicos, y
finalmente los hombres y mujeres de toda condición cuyos nombres están escritos
en el libro de la vida.
La Iglesia de hoy,
después de dos mil años, tiene presente esta nube de testigos, que se une y
prolonga la que nos propone el cap. 11 de la carta a los Hebreos y continúa
esta historia: «También nosotros vivimos por la fe, para el reconocimiento vivo
del Señor Jesús, presente en nuestras vidas y
en la historia» (PF 13, final).
También nosotros vivimos por la fe. Podemos recordar la palabra
de Pablo: «[En el Evangelio] se revela la justicia de Dios de fe en fe, como
está escrito: El justo por la fe vivirá (Hab 2,4)» (Rom 1,17; cf. también Gál 3,11).
No hay otro camino para conseguir la justificación. Alentados por esta nube de
testigos del Antiguo y del Nuevo Testamento y fijos los ojos en Jesús, también
nosotros tenemos que correr con constancia hacia la meta que nos ha sido
propuesta.
Final:
buscar la fe
Nos exhorta el Papa a
“buscar la fe”, como san Pablo decía a su discípulo Timoteo: «Busca la
justicia, la fe, el amor, la paz, junto con los que invocan al señor con
corazón limpio» (2 Tm 2,22); y también: «Tú, en cambio, permanece en lo que aprendiste
y creíste, consciente de quiénes lo aprendiste, y que desde niño conoces las Sagradas
Letras: ellas pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación por medio de
la fe en Cristo Jesús» (2 Tm 3,14-15).
Estos dos pasajes, a los que Benedicto
XVI alude en PF 15, nos pueden dar la pauta de nuestra participación en el Año
de la Fe: por un lado debemos permanecer en la fe recibida, en lo que hemos
aprendido y creído: «No es así como habéis aprendido a Cristo, si es que lo
habéis oído a él y habéis sido
adoctrinados en él, conforme a la verdad que hay en Jesús» (Ef 4,20-21).
En otros pasajes del Nuevo Testamento se nos avisa de no prestar oídos a falsas doctrinas, que
son incluso enseñanzas de demonios (cf. 1 Tm 4,1), o prescripciones y enseñanzas
humanas (cf. Col 2,22); que no nos dejemos sacudir por las olas o vientos de
doctrinas (cf. Ef 4,14), o que no se crea en otro evangelio distinto del que ha
sido predicado (cf. Gál 1,7-9). Por una parte por lo tanto tenemos que estar
anclados y fundados en la fe que hemos recibido. Por otra parte se nos exhorta
a “buscar la fe”.
Buscar la fe que ciertamente tenemos, pero en la que podemos
siempre crecer.
También nosotros podemos decir al Señor: «Creo, pero ayuda a mi
falta de fe» (Mc 9,24), o como los Apóstoles, «Auméntanos la fe» (Lc 17,5).
Pablo habla del «progreso en la alegría y en la fe» de la comunidad de Filipos
(Flp 1,25); expresa el deseo «que Cristo habite por la fe en vuestros corazones»
(Ef 3,17), en un contexto en que se habla del crecimiento en la vida cristiana;
dice a los corintios que nos les ha podido dar manjar sólido (cf. 1 Cor 2,1-2),
y el tema se repite en la carta a los Hebreos: «Debiendo ser vosotros ser ya
maestros, por razón del tiempo, seguís 14 necesitando que alguien os vuelva a
enseñar los primeros rudimentos de los oráculos divinos; y estáis necesitados
de leche, y no de alimento sólido» (Heb 5,12). Se puede crecer en la fe como en
todas las virtudes y en todos los aspectos de la vida cristiana.
¿En
qué sentido se puede crecer en la fe?
Se puede crecer de un modo
que llamaríamos “extensivo” (13), es
decir, un mejor conocimiento de las verdades de la fe, de la fides quae. Pero
también puede haber un crecimiento “intensivo”, en la fides qua, un mayor
aceptación interna de las verdades y
de Dios mismo, un mayor asenso y religioso obsequio a lo que Dios nos propone, una
más perfecta “obediencia de la fe”.
Como ya hemos señalado, los dos aspectos se
pueden distinguir pero no separar. Desde antiguo se ha hablado del credo ut intelligam e intelligo ut credam, de
la mutua interacción de fe y conocimiento (14)
La fe nos proporciona una
íntima penetración en las verdades, se ha hablado en la historia del pensamiento
cristiano de los “ojos de la fe”, lo cual por supuesto no significa que aquellas
se hagan evidentes a la razón o que dejen de encerrar un misterio. Y a la vez, esta
mayor comprensión lleva a un crecimiento en nuestra confianza y apertura a Dios
y a la revelación de los misterios de salvación que en su bondad nos regala.
El
crecimiento en la fides qua es ante todo
un proceso personal, pero la dimensión eclesial está también en él bien
presente, ya que este proceso tiene siempre lugar en relación con la
participación en los sacramentos, especialmente en la eucaristía, y en la
comunión con todos los creyentes.
El crecimiento en el conocimiento de las verdades
de la fe tiene también estos dos aspectos. Cada uno puede progresar en él mediante
el estudio personal y la reflexión. Pero también hay un crecimiento y un progreso
en el conocimiento de la Iglesia. El concilio Vaticano II se ha expresado en estos
términos:
Esta Tradición, que deriva de los apóstoles, progresa en la
Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo, puesto que va creciendo la
comprensión de las cosas y de las palabras transmitidas, ya por la
contemplación y el estudio de los creyentes, que las meditan en su corazón (cf.
Lc 2,19.51); ya por la inteligencia íntima que experimentan de las cosas
espirituales; ya por el anuncio de aquellos que con la sucesión del episcopado
recibieron el carisma cierto de la verdad. Es decir, la Iglesia, en el decurso
de los siglos, tiende constantemente a la plenitud de la verdad divina, hasta
que en ella se cumplan las palabras de Dios» (DeiVerbum 8)
Ya el concilio Vaticano
I, citando a San Vicente de Lerins,(15)
había afirmado algo
semejante: «Crezca, pues, y mucho e intensamente, la inteligencia, ciencia y sabiduría
de todos y de cada uno, ora de cada hombre particular, ora de la Iglesia universal,
de las edades y de los siglos; pero solamente en su propio género, es decir, en
el mismo dogma, en el mismo sentido, en la misma sentencia» (DH 3020).
Este crecimiento en la
fe, de cada uno de nosotros y de la Iglesia entera, puede y debe ser un fruto
del Año de la Fe que está para empezar. Ésta es por otra parte una tarea que no
encuentra nunca fin. Siempre podemos “buscar la fe”.
Esta invitación, hecha
originariamente a Timoteo, se nos dirige a cada uno de nosotros, para que no
seamos “perezosos en la fe”. «Ella es compañera de vida, que nos permite
distinguir con ojos siempre nuevos las
maravillas que Dios hace por nosotros.
Tratando de percibir los signos
de los tiempos en la historia actual, nos compromete a cada uno a convertirnos
en un signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo. Lo que el
mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que,
iluminados en la mente y el corazón por la palabra del Señor, son capaces de
abrir el corazón y la mente al deseo de Dios y de la vida verdadera, la que no tiene fin» (PF 15). Por esto desea el Santo Padre que «la Palabra del Señor siga
avanzando y sea glorificada» (2 Ts 3,1). En este Año de la Fe, nos recomienda,
tenemos que hacer más fuerte nuestra relación a Cristo (cf. PF 15). No en vano
nos decía Pablo que «nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que
es Jesucristo» (1 Cor 3,11).
Benedicto XVI por su parte cita las palabras de la
primera carta de Pedro: «Por eso os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer
un poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa
que el oro […] merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo;
sin haberlo visto amáis, y sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os
alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe,
la salvación de vuestras almas» (Pe 1,6-9).
La vida cristiana conoce a la vez
la alegría y el sufrimiento, como los santos nos enseñan. Pero esta
participación en los sufrimientos de Cristo es preludio de la participación en
su resurrección. Con la certeza de que Jesús ha vencido el mal y la muerte nos
encomendamos a él. La Iglesia permanece siempre como signo de la reconciliación
definitiva con el Padre.
El Señor resucitado ha
dado a la Iglesia el Espíritu Santo, en el cual los cristianos llamamos a Dios
“Padre” (cf. Rom 8,15; Gál 4,5) y a Cristo “Señor” (cf. 1 Cor 12,3). Que el
Espíritu nos guíe a todos en este Año y nos introduzca y nos haga penetrar más,
a cada uno de nosotros y a la Iglesia entera, en las profundidades de Dios (cf.
1 Cor 2,10-12) para que así podamos anunciar mejor a todos los hombres la fe
salvadora en Cristo Jesús.
________________________
13.Cf. sobre esta terminología. D. Hercsik, Der Glaube. Eine katholische Theologie des Glaubensaktes, Würzburg 2007, 331.
14.A este doble movimiento dedica Juan Pablo II los capítulos 2
y 3 de su encíclica Fides et Ratio (nn. 16-23 y 24-35).
15.Commonitorium primum 23,3 (CCL 64, 177-178). 15
CONFERENCIA SOBRE LA COLABORACIÓN ENTRE LAS IGLESIAS
DE LAS AMÉRICAS.
Card- Sean O’Malley, O.F.M. Cap.,
Arzobispo de Boston
12
Diciembre 20l2
El año en que entré en el seminario menor fue elegido Papa Juan XXIII.
Nos quedamos asombrados de tener un Papa tan gordo. Pero pronto comenzamos a
amar su humanidad, su calidez, su gentileza y su infalible sentido del humor.
Corrieron muchas anécdotas sobre él. Mi favorita era una sobre Angelo Roncalli
cuando era nuncio en París, tras la guerra, y decano del cuerpo diplomático. Al
ser el nuncio tenía que asistir a muchas fiestas, celebraciones y banquetes
formales. En una de ellas, Monseñor Roncalli estaba sentado frente a una señora
joven que llevaba un vestido parisino muy corto de tela. Todos los asistentes
tenían sus ojos fijos en el nuncio para ver su reacción. El santo Obispo alargó
su mano hacia un frutero que había en la mesa, tomó una manzana y se la ofreció
a la joven dama diciendo: "Señora,
Eva no se dio cuenta de que estaba desnuda, hasta que comió la manzana."
Fue este mismo y maravilloso Juan XXIII, con su gran corazón de pastor, quien
reconoció las necesidades pastorales de los pueblos de Latinoamérica. Por esa
razón, propuso que la Iglesia de Estados Unidos y el Canadá dieran el
"diezmo", es decir, que enviaran una décima parte de sus sacerdotes y
religiosos a trabajar en Latinoamérica. Su petición fue muy parecida a la del
Papa Pio XII en Dona fide. Aunque yo era sólo un joven seminarista, sentía que
el Santo Padre me estaba hablando a mí, y comencé a prepararme para el día en
que pudiera ir a trabajar a Latinoamérica. En aquellos tiempos de Veterum
Sapientia, teníamos latín hasta que se nos salía por las orejas, así que aprender
español no era gran problema. Tras mi ordenación diaconal, recibí una carta de
nuestro padre general en Roma pidiendo que, tras mi ordenación sacerdotal,
fuera a la isla de Pascua, donde acompañaría a un capuchino alemán que había
estado trabajando allí sólo por cuarenta años.
Estaba muy emocionado y comencé a estudiar rapanui, el lenguaje indio
que se habla allí además del español. No obstante, antes de mi ordenación, el
Cardenal O'Boyle, que era el Arzobispo de Washington, habló con mi provincial.
El Cardenal le dijo al padre provincial que la arquidiócesis tenía sólo un
sacerdote hispano hablante y que estaban llegando miles de refugiados de Centroamérica;
así que insistió en que el Hermano Sean permaneciera en Washington para
trabajar con su creciente población hispana. En este caso, los deseos del Cardenal
prevalecieron sobre los del padre general. Me destinaron a Washington, donde me
convertí en el director del Centro Católico Hispano, en el que tratábamos de
cubrir las necesidades pastorales y materiales de miles de refugiados que huían
de las guerras de America Central.
Durante
mi primera semana en el Centro Católico Hispano, tuve una experiencia que nunca
olvidaré. Un campesino de El Salvador pidió ver al sacerdote. Se sentó frente a
mí en mi despacho, me dio una carta y empezó a llorar como una Magdalena. Abrí
la carta y la leí. Era de su esposa, que estaba en El Salvador y que le acusaba
de haber abandonado a ella y a sus seis hijos. Decía que se habían estado
muriendo de hambre durante los primeros seis meses mientras esperaban noticias de
el y apoyo económico para su familia. Aquel hombre me dijo que había sido
granjero en El Salvador, pero que con la guerra el cultivo se había hecho imposible.
Así que pagó a un coyote para que le hiciera cruzar la frontera y le trajera a
Washington, DC. Dijo que compartía una habitación con otros diez hombres de El
Salvador que estaban en condiciones similares. Lavaba platos en dos
restaurantes. Comía los restos de los platos sucios para no gastar dinero en
comida.
Iba caminando al trabajo para no gastar dinero en transporte. Me
dijo que cada semana ponía todo el dinero que había ganado en un sobre y se lo
enviaba fielmente a su esposa, pero que hasta ahora, seis meses mas tarde, ella
no había recibido ninguna de sus cartas. Le pregunté si había enviado cheques
normales o giros postales. Me dijo que siempre lo enviaba en metálico. Le pregunté si lo llevaba a la oficina de
correos o a algún servicio privado. Me dijo: "No, Padre, simplemente pongo
el dinero en un sobre con la dirección de mi esposa, con los sellos que me
dijeron que necesitaba, y lo echo en ese buzón de correos azul de la
esquina". Mirando por la ventana pude ver el buzón de correos azul. El
problema era que no se trataba de un buzón de correos, sino que era un original
cubo de basura. El triste episodio me hizo ver claro lo difícil que es ser un
extranjero en tierra extraña, donde no hablas la lengua ni conoces las
costumbres, donde todo es nuevo y diferente y donde todo el ambiente puede ser
muy hostil. Ese hombre, como tantos otros emigrantes de Latinoamérica, estaba
dispuesto a sufrir indignidades inimaginables para poder mantener a sus seres
queridos. Porque en El Salvador, como en muchos otros países de America Latina,
la mayoría del producto interior bruto viene del dinero que envía esta gente
fregando platos, trabajando en fábricas donde se les explota, recogiendo
tomates y, en general, trabajando muy duramente en los Estados Unidos por
salarios muy bajos.
Durante veinte años he trabajado en Washington con los inmigrantes hispanos, la mayoría refugiados
indocumentados de América Central. Otro
grupo grande e importante que componía nuestra comunidad era la gran
cohorte de trabajadores domésticos que venían a Washington para prestar servicio en las muchas embajadas ante
la Casa Blanca y en las embajadas ante la Organización de los Estados
Americanos, así como para trabajar en las casas de los empleados de las
numerosas organizaciones internacionales que disfrutan de status diplomático en
la capital de los Estados Unidos (Banco Mundial, Banco de Desarrollo Inter-Americano,
Junta de Defensa Inter Americana y otras organizaciones internacionales diversas).
Fue aquí en lo que primero experimenté algo parecido al tráfico de seres
humanos, porque muchas de estas mujeres eran explotadas económica y sexualmente
por empleadores sin escrúpulos. Cuando
cumplía con la desagradable tarea de enfrentar a estos diplomáticos, siempre me
decían: "Padre, somos muy católicos" y "la tratamos como a un
miembro de nuestra familia". Mi respuesta era siempre: "Me alegro de
no ser un miembro de tu familia”. Entonces ellos me decían lo que pensaban de
mis antepasados y me llamaban comunista. Así mi experiencia pastoral me mostró
cuán dura es la vida del inmigrante.
La comunidad hispana continúa creciendo en Washington y hoy suma
casi la mitad de la población católica de aquella arquidiócesis. Tuve el privilegio de trabajar allí durante
veinte años, lo que yo llamo la luna de miel de mi sacerdocio y mi vida como
religioso. La fe, la alegría, el sentido
de celebración, la centralidad de la familia y la comunidad, el sentido de
generosidad y sacrificio, la religiosidad popular y la piedad mariana
enriquecieron ciertamente mi vida y mi vocación, y creo que también la vida de
toda la arquidiócesis. Así que para mí el tema de esta conferencia no es algo
extraño o abstracto, sino algo que siento apasionadamente.
Al sur de la frontera hay un dicho: "Pobre Méjico, tan
lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos." Latinoamérica está cerca
y continúa acercándose. Nuestra tarea es asegurarnos de que todos nos acercamos
a Dios y unos a otros. (Una canción de inmigrantes irlandeses decía: “Fui a Estados Unidos porque me dijeron que
las calles estaban pavimentadas de oro… ¡pero no estaban pavimentadas y me
tocaba a mí hacerlo!).
Desde el Concilio Vaticano II, cientos de sacerdotes y
religiosos de los Estados Unidos han ido a trabajar para la Iglesia en
Latinoamérica. Nunca fue el 10% que el buen Papa Juan pidió, pero fue un número
significativo. Por otro lado, las diócesis de Estados Unidos recogieron los
beneficios de los misioneros que regresaron, que pronto se convirtieron en la
columna vertebral del ministerio hispano en Estados Unidos. Fue un resultado
inesperado, pero muy importante, del plan de ayudar a la Iglesia en Latinoamérica.
Hoy en día, el número de misioneros que regresan es muy inferior.
El fenómeno nuevo es la llegada de sacerdotes y religiosos de Latinoamérica a
Estados Unidos. México y Colombia son los países de Latinoamérica que envían
mas. Hay hoy más de 500 sacerdotes mexicanos prestando servicio en los Estados
Unidos, y más de 350 sacerdotes de Colombia.
Muy pronto la mayoría de los católicos en Estados Unidos serán
hispanos. Aunque casi la mitad de los católicos del país son hispanos, de los
cuarenta y siete mil sacerdotes católicos que
hay en Estados Unidos, sólo dos mil setecientos son hispanos, muchos de
los cuales como se dijo, llegaron de México, Colombia y España.
Latinoamérica no sólo esta enviándonos muchos buenos sacerdotes,
que tienden a ser mas jóvenes que la media del clero americano; sino que sus
iglesias nos están también enviando muchos seminaristas, que están estudiando
para servir en diócesis de Estados Unidos. México es el país que más
seminaristas ha enviado, caso dos mil en los últimosdiez años. Colombia ha
enviado unos mil seminaristas en los últimos diez años. Uno de las experiencias
más interesantes es el seminario de Nuestra Señora de Guadalupe, cerca de la
Ciudad de México, que forma seminaristas
mexicanos que serán ordenados en diócesis de Estados Unidos. El Cardenal
Rivera, de México, y el Arzobispo Gómez, de Los Ángeles, han jugado un papel
fundamentalpara establecer esta maravillosa institución. Yo tuve la oportunidad
de visitarlo y tengo dos sacerdotes trabajando en Boston que fueron formados
allí.
De alguna forma, este Seminario es una buena respuesta al Seminario
de Montezuma, en el Estado de New Mexico, que fue establecido por los obispos
americanos para ayudar a la Iglesia de México durante las terribles décadas de
persecución religiosa en ese país. EI Seminario funcionó durante treinta y
cinco años, durante los que formó a tres mil estudiantes, de los cuales mil
setecientos siete fueron ordenados sacerdotes, lo que representaba una quinta
parte de los sacerdotes diocesanos de México en ese momento. Dieciséis de ellos
se convertirían en obispos de México.
En pocos años, los católicos hispanos serán mayoría en la
Iglesia Católica de los Estados Unidos.
Necesitamos desesperadamente ayuda para poder atenderles y
estamos muy agradecidos a las diócesis y comunidades religiosas que con
generosidad nos envían jóvenes agentes de
pastoral, llenos de entusiasmo..
Las conferencias de obispos deben trabajar unidas para
establecer protocolos para la selección, formación y apoyo de estos sacerdotes
y religiosos que vienen a trabajar a Canadá y a los Estados Unidos. El choque
cultural es muy grande a veces, y un sacerdote se puede sentir muy solo y
abrumado por su nuevo entorno. Lo mismo se puede decirde los seminaristas
latinoamericanos que están siendo seleccionados para estudiar en vista del
servicio en diócesis de los Estados Unidos o Canadá. Si no se cuida bien a
estos sacerdotes y seminaristas, puede haber graves repercusiones en sus
vocaciones y en las comunidades que han venido a servir.
Necesitamos también buscar maneras de conectar las iglesias que envían con las que reciben.
Aquellas diócesis que tengan un gran número de emigrantes viviendo
en los Estados Unidos o Canadá, tienen que cultivar una relación con las diócesis
que los han recibido. Debido a las pautas de emigración, la gente tiende a ir a
los mismos sitios. En Boston tenemos miles y miles de brasileños de Minas
Gerais. Cuando trabajaba en Washington, muchos de mis parroquianos venían de
las mismas parroquias y ciudades de El Salvador, Nicaragua y Guatemala.
Teníamos tantos de un mismo lugar, que a veces formaban equipos de futbol y les
daban nombres como ciudad de Intipuca. Por una rara coincidencia, muchos de mis
parroquianos en Washington, DC, venían de una aldea de El Salvador, llamada
Chirilagua, donde el párroco era un sacerdote diocesano de la diócesis de
Cleveland. Había sido el cura de mi parroquia, donde yo había crecido y
acostumbraba a ayudarle en la Misa. Varios años después, compartíamos una parroquia
flotante, la mitad de los parroquianos estaban en Chirilagua y la otra mitad en
Columbia Road, en Washington, DC. Los catequistas llegaban con una carta de
presentación, listos para prestar servicio a nuestra familia parroquial de
Washington… hasta que la “Migra” los
devolviera a El Salvador. Cuando había alguna dificultad con las
familias inmigrantes, era muy fácil para mí ponerme en contacto con el sacerdote
y su comunidad de El Salvador.
El documento Ecclesia in America habla a menudo de la necesidad
de promover la amistad entre los católicos
del hemisferio. En la Última Cena, cuando Jesús lavó los pies de sus discípulos
para darnos ejemplo a todos, nos dio el gran mandamiento: "Que nos amemos
los unos alos otros como El nos ama". El amor y la unidad que deben
caracterizar nuestra vida de discípulos ("en esto conocerán todos que
ustedes son mis discípulos, si tienen amor unos por otros", dijo Jesús)
son esenciales para la tarea de la evangelización.
Ecclesia in America nos recuerda que el fruto de la conversión
es la comunión y la solidaridad. El documento llama a "la solidaridad
reciproca y a compartir los dones espirituales y los bienes materiales con los
que Dios los ha bendecido, promoviendo en las personas una disponibilidad para
trabajar donde se les necesite, tomando el Evangelio como punto de partida; hay
que promover una cultura de solidaridad, capaz de inspirar iniciativas oportunas
de ayuda a los pobres y marginados, especialmente los refugiados obligados a
dejar sus pueblos y tierras para huir de la violencia” (n.52).
Los obispos de las diócesis fronterizas entre
México y los Estados Unidos se han reunido a menudo para hablar de los
problemas de la emigración. Es esencial una seria y continua comunicación entre
nuestras conferencias episcopales si queremos ser capaces de promover una
legislación de inmigración justa y prestar servicio a la enorme multitud de emigrantes
que cruzan nuestras fronteras cada ano.
En nuestros países respectivos, los
obispos y los líderes católicos deben ser las voces de los pobres y representar
sus intereses ante los poderes de nuestros gobiernos.
En el año 2000, cuando se realizaba en Roma la Jornada Mundial
de la Juventud, estaba yo con el Cardenal Darío Castrillón contemplando las
decenas de millares de jóvenes de todo
el mundo formando una gran fila serpenteante a través de la puerta santa de la Basílica de San Pedro. El Cardenal
comentó: "Todos visten igual" . Yo levante la vista y, para mi
sorpresa, era verdad. Los jóvenes de África, Asia, Latinoamérica, Europa y los
Estados Unidos y Canadá, todos ellos con deportivas, pantalones vaqueros
azules, camisetas, gorras de beisbol,
mochilas. ¡Qué gran diferencia de cuando yo fui a Roma por primera vez en l9ó3. En aquellos tiempos, una mirada superficial
revelaba inmediatamente de qué lugar del mundo venían, a través de sus ropas,
de su corte de pelo, de los zapatos y las gafas. La globalización se ha llevado
por delante muchas diferencias regionales y culturales. Es a la vez un reto y
una oportunidad.
Ecclesia in America
habla muy elocuentemente sobre la necesidad de hacerse eco del magisterio de
las iglesias acerca del respeto incondicional y
dedicación total en cuanto a la vida humana, desde el momento de la
concepción hasta la muerte natural, y de resistir a la cultura de muerte que promueve constantemente el aborto
y la eutanasia. Para poder sostener las enseñanzas de la ley divina y la ley
natural es esencial promover el conocimiento de la enseñanza social de la
Iglesia y trabajar para que los valores de la vida y la familia sean reconocidos
y defendidos en las costumbres sociales y en la ordenación jurídica.
Nos
enfrentamos todos a una secularización creciente de nuestras culturas, con su
individualismo extremo que está erosionando los valores cristianos que han sido
las bases de nuestros países. Ciertamente, una de las áreas donde tenemos que
colaborar es en nuestros esfuerzos para promover el Evangelio de la vida y la
familia, que es el 7 santuario de la vida.
Ante el secularismo de nuestra época, necesitamos una nueva apologética
que responda a las preguntas que la gente se plantea actualmente. En
Inglaterra, antes de la visita del Papa Benedicto a ese país, hubo un gran
movimiento para sabotear completamente el acontecimiento. Un grupo de laicos
católicos se reunió y ofreció tratar con la
prensa para contrarrestar dicha campaña.
Prepararon a hombres y mujeres con facilidad de palabra para
responder a las preguntas y ataques que precedieron la visita papal. De todo
esto surgió un grupo denominado "voces católicas", que ha realizado
un trabajo extraordinario en la expresión la fe católica. Ellos personifican lo
que es lanueva evangelización, llegando a aquéllos cuya fe cristiana se ha
enfriado.
En una de sus alocuciones a los obispos americanos, el Papa Benedicto
dijo: "aquí vemos de nuevo la necesidad de un laicado católico
comprometido, articulado y bien formado, dotado de un fuerte sentido crítico ante la cultura dominante y con el valor de enfrentarse
a un secularismo reductor que trata de deslegitimar la participación de la
Iglesia en el debate publico sobre temas que están determinando el futuro de la
sociedad americana. La preparación de líderes laicos comprometidos y la
presentación de una articulación convincente de la visión cristiana del hombre
y de la sociedad sigue siendo una tarea primaria de la Iglesia en su
país."
Los Hechos de los Apóstoles cuentan como, bajo la inspiración
del Espíritu Santo, la Iglesia ordenó a siete hombres de buena reputación para ser
nuestros primeros diáconos permanentes. Estados Unidos es ahora el país con el mayor número de diáconos. Los diáconos y
sus esposas aportan mucho a la vida pastoral de nuestra Iglesia. Según creo, muchos
países de Latinoamérica no han hecho tanto por implementar la restauración del
diaconado permanente porque, cuando esto se convirtió en una opción con el
Concilio Vaticano II, muchos de estos países ya habían desarrollado una
vocación muy definida de catequistas.
En muchos países de Latinoamérica, los catequistas
son los líderes parroquiales, con un fuerte sentido de identidad y una clara
misión de servir a la gente. Ésta es ciertamente un área donde podemos aprender
mucho unos de otros. En los Estados Unidos, nuestra experiencia del
ministerio de los diáconos permanentes
es muy prometedora, pero no hemos configurado el tipo de vocación catequista
que ha surgido en
Latinoamérica.
Un intercambio recíproco de ideas, experiencias y
programas de formación podría enriquecernos mutuamente. Desde l967, ha habido reuniones de los
obispos americanos de todo el hemisferio, donde han participado obispos, con su
personal ejecutivo, representando a Canadá, Estados Unidos y el Consejo
Episcopal latinoamericano (CELAM). Estos encuentros han sido un vehículo muy importante
de comunicación y han hecho mucho para promover el espíritu de solidaridad y colaboración.
Los obispos intercambiaron ideas sobre los tratados de libre comercio,
emigración, tráfico de drogas, captación agresiva por parte de algunos grupos
evangélicos y otros temas dentro de una amplia gama. Los encuentros ofrecieron
oportunidades a los obispos de conocerse mutuamente y compartir experiencias e
ideas sobre asuntos que preocupaban a todos.
Por muchos motivos, la conferencia patrocinada por el Centro
Nacional Católico de Bioética y por los Caballeros de Colón, que siempre tiene
lugar en Dallas, Texas, es una de las mejores oportunidades para que se reúnan
los obispos del hemisferio. Los Caballeros de Colón convocan a obispos de los
países de El Caribe, México, Centroamérica, los Estados Unidos y Canadá para estudiar
cuestiones teológicas y éticas de mucha importancia a las que se enfrenta la
Iglesia en el mundo de hoy. No conozco ninguna otra reunión de obispos que haga
más para promover la comunión entre los obispos del hemisferio. Tal vez se
podría invitar cada año también a
algunos de Sudamérica.
Las Jornadas Mundiales de la Juventud son también una oportunidad
“de oro” para reunir a los obispos y a los jóvenes del hemisferio en una
maravillosa experiencia de la catolicidad de la Iglesia, reunida en torno al
Santo Padre. Dentro de seis meses, muchos de nosotros estaremos en Rio de
Janeiro junto con miles de jóvenes de nuestros países. Debemos aprender a
promover oportunidades para que nuestros jóvenes puedan relacionarse unos con
otros. El lenguaje es a menudo una barrera, pero la música y la celebración
ayudan a transcender las barreras del lenguaje y de la cultura. Las Jomadas
Mundiales de la Juventud proporcionan a nuestros jóvenes la oportunidad de
experimentar la universalidad de la Iglesia, la familia de Cristo.
Históricamente, los pueblos de Norte, Centro y Sudamérica se han
visto separados por el lenguaje y la geografía. Hoy la realidad es muy
diferente. El mundo se ha hecho mas pequeño debido a los medios modernos de
transporte y, en especial, al ciberespacio. Estos fenómenos modernos han reducido
mucho la distancia que nos separa de nuestros vecinos del sur. Hubo además un
tiempo en que el lenguaje era un obstáculo para la mayoría de la gente. No
obstante, esto ha cambiado en cierto modo. Estados Unidos es el quinto país de
hispano hablantes del mundo y como dijo
una vez el profesor Berlitz: "el lenguaje más hablado del planeta es el
inglés chapurreado". La realidad es que millones de personas en
Norteamérica hablan español y millones
de personas en Sudamérica hablan inglés.
No es un secreto que en la última década la Iglesia de Estados
Unidos y Canadá se ha visto sacudida par el escándalo de los abusos sexuales
por parte del clero. En tres de las cuatro diócesis en que he servido como
obispo, han surgido muy serios problemas que han causado incontables sufrimientos
no sólo a las víctimas y a sus familias, sino a toda la comunidad eclesial. Los
sacerdotes quedaron completamente desmoralizados y desanimados. Los padres sentían enojo, desconfianza,
dolorosamente decepcionados por su iglesia. Lo que salió a la luz es que,
durante cuatro décadas, la Iglesia había estado improvisando al enfrentarse a
los retos de los abusos sexuales. Lo que la crisis nos ha enseñado es que la
protección de los niños debe ser una prioridad total para la Iglesia Católica.
Mucho de nuestro ministerio implica tratar con niños y familias, así como
comunicarles la fe.
Es fundamental tener protocolos que nos permitan tratar las
situaciones que surjan en casos de abusos sexuales. Si no se han implementado
normas claras y racionales, cuando surja un incidente vamos a cometer muchos
errores que causarán daños indecibles.
La Santa Sede ha pedido a las
conferencias episcopales de todo el mundo que desarrollen políticas de protección
de los niños. Creo que la Iglesia de Estados Unidos podría enseñar mucho al
respecto a nuestras iglesias hermanas del hemisferio.
Hemos aprendido una dura
lección, pero Dios saca bien del mal y creo que mucho bien puede salir de
nuestras experiencias. La selección y la formación de los sacerdotes,
seminaristas, religiosos, catequistas y todos aquéllos a quienes les confiamos nuestros
preciosos hijos, es esencial. Necesitamos
también políticas claras y efectivas que la comunidad en pleno entienda.
Quienes dejen de implementar políticas para la protección de los niños están
poniendo una bomba de relojería bajo su lecho. Tarde o temprano estallará y
habrá muchas fatalidades.
En la Norteamérica de habla inglesa, así como en Sudamérica, hay
escasez de católicos comprometidos en la vida política y en los medios de
comunicación. Éstas son dos profesiones y ámbitos esenciales para los católicos
comprometidos, si queremos tener éxito en evangelizar la cultura.
El Cardenal
López Trujillo reunió en varias ocasiones a legisladores a favor de la vida. El
problema que tenemos es que no hay suficientes legisladores a favor de la vida,
aunque haya muchos políticos católicos en nuestros países que son legisladores.
Todos hemos visto el daño causado cuando los llamados políticos católicos
apoyan el aborto, el matrimonio homosexual y la eutanasia. Algunos dicen que no
tienen más remedio, porque no hacerlo supondría imponer sus creencias
religiosas a los ciudadanos de sus países. Esto manda a los católicos el sutil
mensaje de 10 que se puede ser un fiel católico sin defender el evangelio de la
vida. Hay mucha ignorancia y mucha confusión en las mentes de la gente; hasta
que no tengamos listo un laicado católico elocuente y bien formado, las cosas
solo irán de mal en peor. En algunos casos, los llamados católicos “liberals”
han tenido la tendencia de sumarse a la agenda social de la Iglesia en temas como
justicia económica, derechos de los emigrantes, derechos de los trabajadores,
temas relacionados con la mujer y la importancia de tener una vivienda digna,
educación y cuidado sanitario.
Los mismos católicos, sin embargo, no se
preocupan de defender los derechos de los no nacidos, el matrimonio tradicional
y las enseñanzas de la Iglesia sobre el final de la vida. Algunos de los
denominados católicos tradicionales, por otra parte, hacen exactamente lo
opuesto. Debemos convencer a nuestra gente de que el evangelio social de la
Iglesia no es una cosa u otra, sino ambas.
El proceso de secularización esta mucho más avanzado en el norte
de nuestro hemisferio, pero como dijo un buen amigo mío mexicano: "Cuando
los gringos estornudan, nosotros pillamos la neumonía." El magnífico
evangelio social de la Iglesia Católica, basado en la dignidad de la persona
humana, hecha a imagen y semejanza de Dios
y llamada a una vida de santidad y comunión, es capaz de inspirar a los
jóvenes de América para que acojan su herencia católica con un sentimiento de
alegría y orgullo. Si fracasamos en
preparar líderes católicos, veremos la continua erosión de la libertad
religiosa, de la justicia social y de la moral pública.
El Papa Benedicto XVI
describe esta situación, señalando que la sociedad está cerrando la puerta a la
presencia de Dios y su luz está disminuyendo.
El CELAM, juntamente con las conferencias episcopales de Norteamérica,
debiera formar una comisión para estudiar y promover estrategias concretas
parar preparar espiritual e intelectualmente a católicos comprometidos para la
vocación de ser políticos católicos, que actúen como levadura en el servicio
público.
Para lograr esto se necesitan,
por ejemplo, retiros espirituales, seminarios, asociaciones
profesionales, convenios internacionales, en una formación permanente en el evangelio social
de la Iglesia.
Los pocos católicos comprometidos que desempeñan cargos públicos
muchas veces se sienten abandonados por sus obispos, al igual que los obispos nos
sentimos abandonados por la generalidad de los políticos católicos.
Lo mismo se puede decir de la presencia de católicos
comprometidos en el importantísimo mundo de los medios de comunicación. Los medios tienen una influencia
inmensa en la cultura popular, en la formación de la opinión pública y en el
adoctrinamiento de los jóvenes en una cultura de consumismo e individualismo
extremos. Los medios suelen trivializar la religión y presentar a la gente de
fe que está a favor de la vida o del matrimonio como extremistas y
fundamentalistas.
El Cardenal Collins siempre dice que los humanistas seculares
presentan historias y nosotros publicamos documentos que nadie lee. En nuestra
reciente batalla en Massachusetts contra el suicidio asistido por médico, los
expertos en comunicación que nos ayudaban decían: "Ellos tienen un
eslogan, nosotros tenemos una narración; y es mucho mas fácil dar a la gente la
melodía que la letra”.
Los medios de comunicación son el Areópago, con altares a muchos
falsos dioses, pero nosotros tenemos que estar presentes para hablarles de la
belleza del Dios desconocido, del Dios
olvidado que les ama inmensamente y que es la fuente de todo bien,
belleza y verdad.
De la misma forma que tenemos una urgente necesidad de preparar
hombres y mujeres que aspiren a cargos públicos, debemos también trabajar
unidos para preparar católicos competentes
y elocuentes que puedan presentar las enseñanzas de la Iglesia de una forma
convincente y atractiva.
Nuestras conferencias de obispos, en colaboración con las
universidades católicas, deberían ser capaces de desarrollar programas y
seminarios que ayuden a formar un fuerte grupo de hombres y mujeres católicos
que lleven la voz de la Iglesia a la plaza pública. La Iglesia tiene que estar presente en el
mundo de los medios de comunicación para evangelizar la cultura.
Además de colaborar en las áreas de protección de niños y en la
formación de candidatos a cargos públicos y de líderes para el mundo de los
medios de comunicación, creo que se puede hacer mucho para promover mayor
comunión entre los católicos del hemisferio, invitando a cada diócesis a
establecer puentes de amistad con una diócesis de otro país. En muchos lugares
del mundo es muy común en grandes ciudades grandes y lugares que reciben a
inmigrantes adoptar ciudades hermanas de sus naciones de origen y luego tratar
de cultivar una relación especial entre sus respectivas poblaciones. Podría ser para nosotros un
modelo interesante para intentar construir un sentimiento de comunidad entre
los pueblos católicos de America.
Lo que estoy imaginando aquí no es tanto el emparejamiento para
ofrecer apoyo económico, aunque creo que eso podría ser un resultado al
establecer una relación especial entre dos diócesis.
Dos diócesis de este hemisferio que entablaran esta relación que
yo llamo "puente de amistad", podrían tratar de establecer puntos de
contacto entre los obispos de ambas diócesis, intercambiando visitas y
experiencias.
Además de eso, algunos miembros de estas diócesis podrían estar
en contacto: me refiero a los miembros de consejos presbiterales, rectores y
directores espirituales de seminarios, dirigentes de instituciones católicas de
salud, ministros laicos, miembros de comunidades religiosas y de otras
comunidades eclesiales, estudiantes de escuelas católicas, trabajadores de los
campus universitarios, etc.
Los medios de comunicación social, gracias a Skype
y a portales de Internet, así como en el
intercambio de publicaciones, podrían promover un sentimiento de pertenencia a
la Iglesia universal y ayudar a borrar las barreras culturales y lingüísticas
que desaparecieron en el primer Pentecostés.
Creo que el testimonio mutuo dado por los católicos de diócesis hermanas
enriquecería verdaderamente la fe de nuestra gente e incrementaría nuestra
consciencia de ser parte de la misma familia, la familia de Jesús, la Iglesia
Católica.
Para José Vasconcelos América es el hogar de la "Raza Cósmica":
una mezcla de europeos, indígenas
descendientes de asiáticos y
africanos. Para nosotros la Raza
Cósmica es el Pueblo nacido en la pila bautismal con todos los ruiseñores
cantando, hijos e hijas de la Virgen Mestiza que escuchó las palabras de Jesús
en la Cruz: "He aquí a tu hijo." Y ahora ella nos dice a nosotros:
"He aquí a tus hermanos, no son gemelos, pero sí, son
hermanos, hijos de un solo Padre, una sola fe, un solo bautismo y una sola
América”.
No cabe duda de que sólo la Fe es capaz de superar las
fronteras, las ideologías, el racismo, las divisiones de clase, las
desigualdades económicas, el individualismo
extremo propagado por el secularismo.
Dios llamó a la puerta de la Humanidad y Maria en nuestro nombre
la abrió. Y ahora es ella, la Virgen de
Tepeyac, la Madre de América, que nos ayudará a abrir la porta fidei, la puerta
de la fe.
La primera palabra de Marta en el Evangelio es su fiat, su sí a
Dios. La última palabra de María que aparece en el Evangelio es: "Haced lo
que El os diga" (mi lema episcopal). Con eso María nos está diciendo que
juntos tenemos que decir sí a Dios y abrir esa puerta de par en par.
MISA DE CLAUSURA DEL CONGRESO INTERNACIONAL ”ECCLESIA
IN AMERICA”
CARD. MARC OUTLLET
Santa Maria in
Traspontina
12 de diciembre 2012
“Bendita tú eres entre todas las mujeres y
bendito el fruto de tu seno!
¿Y cómo es que se viene a mí la madre de mi Señor?”
¿Y cómo es que se viene a mí la madre de mi Señor?”
Queridos amigos,
El día en que María de Nazaret, recibió el anuncio del ángel
Gabriel y consintió a su maternidad divina, la historia del mundo se volcó
hacia el abismo de la gracia divina, mientras siguió desarrollándose como un
tejido cotidiano de pequeños y grandes eventos.
El Evangelio nos dice que María fue deprisa a un pueblo de las
montañas de Judea para visitar a su prima Isabel que, como sabía por
revelación, estaba esperando un hijo. Desde el primer momento de su
encuentro, el Espíritu Santo hizo estremecer de alegría a los niños y a sus
madres. Isabel exclamó “¡Bendita tú que has creído las
palabras que te fueron dichas por el Señor!” María respondió con su canto de
acción de gracias que se ha convertido en el canto de fe cotidiano de
la Iglesia: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi
Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava”.
Cuando Dios quiso abrir América al Evangelio, puso su mirada
sobre un campesino pobre y humilde, Juan Diego, quien recibió, él también, una
visitación y un mensaje del cielo. Atraído hacia la montaña por un canto
celestial del cual ignoraba la fuente, vio una Dama noble, radiante, de
inimaginable perfección, vestida de sol, según el relato del Nican
Mopohua.
Ella se presentó como la Madre del Dios verdadero y le pidió
que fuera donde el Obispo para decirle que construyera una Capilla sobre el
monte Tepeyac. Fueron necesarios tres intentos y tres milagros para
convencer al Obispo: el milagro de las rosas de Castilla, que florecieron
en invierno sobre la montaña, completamente fuera de temporada; el milagro de
la tilma; y la curación milagrosa de Juan Bernardino, el tío de Juan Diego.
Finalmente la gracia prevaleció sobre la prudencia episcopal y sobre la
incredulidad humana, y la capilla fue construida con los resultados que
conocemos.
Queridos amigos, los días benditos que hemos vivido se han
desarrollado entre los dos misterios de la Anunciación y de la
Visitación. Somos testigos de que el Pueblo de Dios que camina en América
está diciendo “sí” a la llamada de este Año de la Fe. Hemos venido a toda
prisa a este encuentro para reavivar el don de la fe que hemos recibido hace
500 años, y queremos ser testigos de ello en la unidad, ya que este don es
la herencia más preciosa que une el Sur y el Norte de América desde sus
orígenes.
Hemos venido guiados por la Estrella de la primera y de la
nueva evangelización: Nuestra Señora de Guadalupe, Emperatriz de las Américas,
cuya fiesta litúrgica celebramos hoy. Como unos “Magos del Occidente”, creíamos
conocer bien a esta noble Señora, pero los acontecimientos de este Congreso,
las conferencias, las oraciones y los testimonios, nos han ayudado a
redescubrirla. Por eso nuestra alma glorifica al Señor con Ella, porque Él ha
mirado a los pobres, que somos nosotros, y por su intercesión materna nos ha
tocado y renovado. Estamos listos para llevar el mensaje del Evangelio con
nuevo ardor, con nuevos métodos y en un nuevo lenguaje.
Nunca repetiremos suficientemente que la aparición de la Virgen
María a Juan Diego fue determinante para la transmisión de la fe a los pueblos
de América. Esto marcó el momento de despegue de la evangelización. Esto
permitió la reconciliación de los opositores y la penetración del Evangelio en
el corazón y en la cultura de los nativos. También frenó el apetito de los
conquistadores y aventureros. Bendito sea Dios por ese rostro de ternura y de
misericordia que llevó a la gente de América a la adoración del único Salvador
Jesucristo.
El canto de alabanza y acción de gracias que se eleva desde
nuestros corazones al final de este Congreso es una muestra de que el
Espíritu Santo nos ha tocado y nos insta a reemprender el camino tras la Madre
del Amor Hermoso y de la santa Esperanza. Hemos recibido gracias insignes
al lado de la tumba de los apóstoles Pedro y Pablo en este Año de la Fe; nos
vamos más conscientes de nuestra dignidad de hijos de Dios, que nos hace
gritar: “¡Abba! ¡Padre! ¡Venga tu reino!”
Fortificados y confirmados por la bendición del Sucesor de
Pedro, vayamos hacia nuestros hermanos y hermanas; en el poder del Espíritu
demos testimonio de la verdad del Evangelio y de la unidad de la Iglesia
Católica que trasciende las fronteras de toda raza, cultura y condición
social. El continente que ha crecido bajo el signo de Cristo Rey y
bajo el cayado de Pedro debe transmitir y difundir su fe para ser fiel a sí
mismo. Los pobres esperan ansiosamente este testimonio que debe pasar por
la caridad sincera, la fraternidad y la solidaridad efectiva con los más
desfavorecidos.
Que los bautizados de América se conviertan así en “discípulos
misioneros” en el poder del Espíritu, Quien les envía hacia una Misión
Continental que debe abrazar todo el continente. Que todos los bautizados se
levanten y proclamen su fe con orgullo, en el respeto de la libertad de los
demás, pero conscientes de que tienen que pasar la antorcha de la fe a las
nuevas generaciones de la cultura digital. Que surja sobre todo un nuevo
florecimiento de hombres santos y de mujeres santas para la Nueva
Evangelización. La vocación a la santidad es para toda la Iglesia y no existe
ningún obstáculo insuperable para la santidad, sea cual sea nuestro estado de
vida. Basta un acto de fe del tamaño de un grano de mostaza para mover una
montaña, nos dice el Evangelio.
A finales del siglo XVII, la Iglesia canonizó a Santa
Rosa de Lima, la primera americana indígena en subir a los altares. Cuenta la
leyenda que cuando se le propuso al Papa beatificarla, él respondió que, aunque
cayera una lluvia de rosas sobre el Vaticano, no creería en la santidad de una
india. En seguida llovieron pétalos de rosa sobre Roma. En 1671, la
canonización de Rosa de Lima, proclamada patrona de Perú, después de toda
América del Sur, de la India y de las Filipinas, dio lugar a muy grandes
solemnidades, no sólo en Lima y Roma, sino también en París (Véase la historia
de los santos y de la santidad cristiana, Volumen 8, p. 251).
A mediados de octubre de este Año de la Fe, en pleno Sínodo
sobre la Nueva Evangelización, celebramos con gran alegría la canonización de
Kateri Tekakwhita, una joven nativa de América del Norte, que murió a los 24
años de edad y que tuvo que huir de su familia y de su tribu para mantener su
pasión virginal por Cristo. Amada igualmente en Canadá y Estados Unidos, Santa
Kateri ahora pertenece a la Iglesia universal y por lo tanto se convierte en
una figura mediadora para la reconciliación de los pueblos y la recepción del
Evangelio.
Que estas dos hijas privilegiadas de Nuestra Señora de Guadalupe
se den la mano desde lo alto del cielo, no sólo para unir el Norte y el Sur del
continente americano, sino para irradiar la fe católica en el mundo
entero. Una muchedumbre de otros santos y santas nos precede en el camino
del Evangelio en América; invoquémosles de un solo corazón para que su pasión
de amor, la pasión por Cristo, siga conquistando a las almas sedientas de
esperanza y de liberación.
Los muchos males sociales que aquejan a América reclaman de
parte de los discípulos de Cristo un tratamiento que elimine el virus mortal
del egoísmo, de la envidia y del odio. Hay que luchar contra la explotación de
los pobres, el comercio ilícito, las leyes injustas en cuanto a la inmigración,
la violencia urbana, la desintegración familiar, y muchas otras dolencias.
Cristo Redentor responde a estos desafíos mediante nuestro compromiso por la
justicia y la solidaridad fundado en la gracia de la conversión y de la
penitencia. Que los cristianos de América estemos, pues, en las primeras líneas
de combate, para que el testimonio de nuestra fe no sea desmentido por nuestra
indiferencia y por la falta de coherencia en nuestras vidas.
Queridos amigos, pongamos en las manos de Santa María de
Guadalupe, Nuestra Madre, las esperanzas y los proyectos que nacen de este
encuentro en Roma, 15 años después del Sínodo sobre América. Ante las inmensas
necesidades de la Nueva Evangelización, nuestras posibilidades son pobres, pero
nuestra fe es grande. Que esa fe aumente aún más hoy y en cada comunión
con el Cuerpo de Cristo resucitado que nos hace partícipes de su victoria.
“Y oí una gran voz en el cielo: “Ahora se estableció la
victoria,y el poder y el reino de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo” ¡Amén!
Card. Marc Ouellet
Prefecto de la Congregación para los Obispos
Presidente de la Pontificia Comisión para
América LatinaPrefecto de la Congregación para los Obispos
UNA EXPERIENCIA DE NUEVA EVANGELIZACIÓN BASADA EN EL
KERYGMA, EL CARISMA Y LA COMUNIÓN.
El proyecto de las “Escuelas de Evangelización San Andrés” es
una estrategia formativa que, a través de una metodología y una visión propias,
busca formar nuevos evangelizadores kerygmaticos para la Nueva Evangelización,
respondiendo al llamado y al envío del Señor: “Vayan por todo el mundo y
proclamen la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16,15)
El nacimiento de las Escuelas Kerygmáticas coincide con el
surgimiento de una nueva inquietud en el corazón de la Iglesia: La Nueva
Evangelización. En efecto, Juan Pablo II decía que la evangelización hoy debía
ser “nueva en su ardor, nueva en sus métodos y nueva en sus experiencias.”
En 1.980, gracias a la inciativa de José H. Prado Flores, el P.
Salvador Carrillo Alday y Bill Finke (pastor pentecostal) nace la primera
Escuela Kerygmática de Evangelización en México, llamada en ese entonces
“Escuela de Apóstoles”. Lo que al comienzo era un solo curso, llamado “Pablo.
Formación de evangelizadores”, se ha convertido hoy en todo un programa
orgánico de formación de evangelizadores que se ha replicado en 66 países a
través de los cinco continentes.
A lo largo de los años, este proyecto pastoral ha venido
consolidando su identidad propia y ha fortalecido su organización logística,
todo con un objetivo: una Iglesia evangelizada y evangelizadora que evangelice
con grande poder, anunciando a Jescuristo Salvador y Señor, con la fuerza del
Evangelio y la parresía del Espíritu Santo a fin de construir el Cuerpo de
Cristo.
1. ¿Por qué es una experiencia de nueva
evangelización?
Las Escuelas de Evangelización San Andrés son, en su esencia,
una respuesta explícita a la invitación de Jesús a proclamar el evangelio;
invitación que sigue resonando en las circunstancias particulares de nuestro
mundo y que la Iglesia hace propia llamando a todos sus miembros para que
busquen nuevos caminos que permitan a los hombres encontrar a Cristo Salvador.
Es una experiencia de nueva evangelización porque su columna
vertebral está compuesta por tres realidades fundamentales que hacen parte del
fuego evangelizador desde los comienzos de la Iglesia. La primera es el
“Kerygma”, el primer anuncio de Jesús muerto, resucitado y glorificado como
Salvador, Señor y Mesías. La segunda es el “Karisma”, es decir, los signos de
la fidelidad de Dios que permiten experimentar que Dios está vivo entre
nosotros, lo cual impulsa a evangelizar con poder. La tercera es la “Koinonia”,
la experiencia de una comunidad evangelizada y evangelizadora que muestre la
presencia del Reino de Dios en el mundo. Estas “tres llamas del Espíritu” se
resumen en la expresión KEKAKO.
Lo es también porque la fuente y la fuerza de este proyecto es
la Palabra de Dios. Una razón ulterior radica en el carácter profundamente
eclesial de la experiencia, no sólo porque todos los bautizados pueden
participar de ella, sino también porque busca formar multiplicadores, de modo
que quien sea evangelizado se transforme al mismo tiempo en evangelizador, tal
y como lo expresa Pablo a Timoteo: “Tú, hijo mío, cuanto me has oído en
presencia de muchos testigos, confíalo a hombres fieles que sean capaces, a su vez, de
instruir a otros” (2Tim 2,1-2). Así, el fruto abundante que se espera de este
“hacer evangelizador el evangelziado” es la réplica permanente del mensaje del
evangelio.
2. ¿Cómo lo hacen?
En las Escuelas Kerymaticas existe la conciencia de que el
mensaje no se debe cambiar, pero sí es posible encontrar mejores maneras para
transmitirlo. La metodología adoptada es sencilla pero eficaz y busca “enseñar
a aprender” y “enseñar a enseñar”. Son cinco las características fundamentales
de este aprendizaje:
- Activo participativa: se trata de un círculo donde cada uno de
los alumnos participa activamente en la enseñanza - aprendizaje. Tanto cuanto
más activo sea el alumno, tanto mejor aprende. El alumno se convierte en
participante, y es quien marca el ritmo del proceso enseñanza - aprendizaje.
Esto lo aplicamos en cada Curso en lo que llamamos: Laboratorio o Taller,
Dinámicas, Actividades de los participantes.
- Aprendizaje significativo: El nuevo conocimiento se construye
en la plataforma de los conocimientos ya adquiridos, y se fija mediante la
aplicación a los intereses vitales.
- Personalizado con visión comunitaria: Se forma a la persona
como miembro de la comunidad, del Cuerpo de Cristo, al servicio del Reino de
los Cielos.
- Principio teológico: "Yo planté, Apolo regó, mas es Dios
quien da el crecimiento": 1Cor 3,6. Se trabaja en equipo y en comunidad,
pero el protagonista de la evangelización es el Espíritu Santo.
- Principio pedagógico: “Nada existe en el entendimiento
que no haya entrado a través de los sentidos" (Aristóteles). En el proceso enseñanza-aprendizaje se hace uso de los sentidos usando ambos hemisferios del cerebro.
que no haya entrado a través de los sentidos" (Aristóteles). En el proceso enseñanza-aprendizaje se hace uso de los sentidos usando ambos hemisferios del cerebro.
Estos principios animan los diversos cursos de formación, los
cuales están organizados de manera progresiva, sistemática e integral. Una
primera etapa la conforman los cursos de vida cristiana. En la segunda etapa,
los cursos van dirigidos a que los evangelizados aprendan a evangelizar. La
tercera etapa está dedicada a la formación de evangelizadores. Cada etapa posee
unos cursos específicos, con una temática y dinámica propias, arraigadas siempe
en la Palabra de Dios.
Por ejemplo, en la primera etapa existe un curso llamado “Emaús”
cuyo objetivo es ofrecer una visión panorámica de la Palabra de Dios y
presentar, sea los efectos que ella produce, sea las actitudes del cristiano en
relación a la Revelación. En la segunda, en cambio, varios cursos parten de la
figura del apóstol Pablo para ayudar a descubrir su “secreto” evangelizador y
para aprender a predicar como él.
El Programa de Formación cuenta con 21 cursos, divididos en las
3 etapas mencionadas; además existen algunos cursos optativos. Todos los cursos
son reproducibles porque a evangelizar se aprende evangelizando.
3. ¿Cuáles son los frutos de esta experiencia?
Gracias a la acción del Espíritu Santo, las Escuelas de
Evangelización San Andrés han logrado que muchas personas se hayan encontrado
con Jesucristo y lo hayan confesado con sus labios como Señor, Salvador y
Mesías.
En sus 30 años de existencia, esta experiencia se ha extendido a
los cinco continentes. Hoy las escuelas cuentan con su Oficina Internacional en
Guadalajara, México y Oficinas Nacionales en Argentina, Brasil, Canadá,
Colombia, Hungría, Italia, México, Polonia, Portugal, Ucrania y Estados Unidos.
Son más de 2.000 Escuelas de Evangelización en 66 países de los cinco
continentes y por ellas han pasado arzobispos, obispos, Sacerdotes,
religiosas/os y, por supuesto, muchos laicos que se han beneficiado – y tambièn
comprometido – con esta aventura evangelizadora.
En Colombia, por ejemplo, los Cursos de la Escuela se transmiten
también a través de la radio, permitiendo llegar a los rincones más alejados
del país. Allí mismo empezará un Diplomado y un Curso sobre los Programa de
Formación en la Universidad Pontificia Javeriana.
El número, la extensión de la experiencia y su poder multiplicar
son algunos de los signos con los que es posible ver que esta obra es del
Espíritu de Dios. Al fin y al cabo, es a Él a quien pertenece el don de poder
encontrar en la fe al Hijo de Dios.
Con las ayuda de Dios se espera lograr que cada parroquia de la
Iglesia Católica pueda tener una escuela de evangelización.
N. B. El Equipo del Observatorio agradece la presentación de
esta experiencia a Laura Victoria Luna, directora de EESA en Colombia.
Si deseas conocer más de esta experiencia de nueva
evangelización y de todas las iniciativas que en este campo vienen adelantando
las EESA puedes consultar el sitio web: www.evangelizacion.com
Testimonios
Dando lo recibido
« En nuestra comunidad “Arca de la Alianza” de Biscegli, Italia, hemos recibido los cursos del programa de formación de la Escuela San Andrés y hemos comenzado a reproducirlos, porque si el Señor ha transformado nuestras vidas, tiene poder y fuerza para trasformar a otros, haciendo nuevas todas las cosas.
Nuestra
vocación evangelizadora ha recibido un fuerte impulso, más KErygmático,
KArismático y Komunitario a través de la ESCUELA DE EVANGELIZACION SAN ANDRES y
lo que gratuitamente recibimos, lo estamos compartiendo también gratuitamente
en un hospital psiquiátrico y con novios que se preparan para el matrimonio.
Sin embargo, lo especial es que hemos impartido estos cursos en dos conventos de religiosas de clausura, sin omitir dinámicas. Nosotros pensábamos que no sería fácil que ellas participaran, pero para nuestra sorpresa, ha sido sorprendente su participación durante los cursos.
Estamos viviendo un momento histórico, haciendo realidad lo que el Papa está pidiendo, de ser testigos de la fe con una nueva evangelización. Nueva en sus métodos y expresiones. Creemos que la Escuela san Andrés es un regalo de Dios para su Iglesia y nosotros podemos testificar los frutos de este regalo.
En nombre de la comunidad “Arca de la Alianza” doy gracias al Señor y bendigo a los hermanos que trabajan en esta Escuela de Evangelización para que cuiden este regalo. »
Leonardo Trione
Coordinador Comunidad Arca dell' Alleanza
Biscegli, Italia
Coordinador Comunidad Arca dell' Alleanza
Biscegli, Italia
Una diócesis comprometida con la Nueva
Evangelización
Hace unos seis o siete años, cuando yo era Vicario de Pastoral
de nuestra Arquidiócesis de Managua, tenía como objetivo desarrollar un trabajo
de evangelización con gran impacto. Para iniciar dicha tarea, convoqué a todos
los movimientos de laicos que tenían mucha experiencia en evangelización. A
pesar de varios intentos no llegamos a concretar nada. No obstante, en el fondo
de mi corazón estaba seguro que algún día El Señor nos iba a ayudar a realizar
esta misión.
En Enero del año 2000, siendo Obispo Auxiliar, conocí la
experiencia de las Escuelas de Evangelización San Andrés, de Guadalajara, a
través del padre Alberto Villotti, sacerdote Comboniano, misionero en Casares,
un pequeño pueblo de nuestro país. Inmediatamente hice contacto con la Escuela
San Andrés y empezamos esta gran aventura evangelizadora. En el año 2001,
iniciamos con el curso "Nueva Vida" y "Pablo", porque
teníamos la necesidad de preparar a los evangelizadores de cara al año
Misionero 2003, a celebrarse en todo Centroamérica. Nuestro principal reto era
formar a los misioneros que de casa irían a llevar la palabra de Dios a cada
rincón de nuestra Arquidiócesis.
Para ello se elaboró un plan con la
metodología y el contenido de la Escuela San Andrés adaptado a nuestra
realidad, por una comisión nombrada por el Arzobispo Cardenal Miguel Obando y
Bravo.
Esta experiencia fue maravillosa, puesto que para alcanzar
nuestro objetivo nos basamos en la estrategia de "Formar Formadores"
utilizada por Pablo: "Y cuanto me has oído en presencia de muchos
testigos, confíalo a hombres fieles, que sean capaces a su vez de instruir a
otros": 2 Tim 2,2. Los frutos fueron sorprendentes, puesto que nuestra
meta inicial era formar 8,500 misioneros y llegamos a 22,000.
El resultado se logró gracias a la estrategia de trabajar con el
factor multiplicador. Iniciamos transmitiendo esta visión al equipo
Arquidiocesano, éste a su vez lo transmitió a cinco equipos zonales que de
manera simultánea impartieron los cursos a los equipos de sus Parroquias
Escuelas (20 en total) las cuales a su vez capacitaron a los equipos de las 103
parroquias de la Arquidiócesis. Posteriormente cada una de ellas formó de
manera directa a sus evangelizadores que llevaron La Palabra de Dios de casa en
casa.
Consientes del mandato que el Señor nos ha dado de "Id a
Evangelizar" estamos caminando hacia una misión permanente. A partir de
Octubre de 2003, con ayuda de Escuela San Andrés, hemos ampliado nuestra visión
hacia llegar a tener una escuela de evangelización en cada parroquia de nuestra
Arquidiócesis.
Una nueva estrategia fue elaborada y aprobada por nuestras
autoridades eclesiásticas para empezar a trabajar hombro a hombro obispos,
sacerdotes y laicos a partir de enero de 2004.
Es importante que la palabra corra, pero que corra velozmente,
¡Ay de mí si no evangelizara!
¡Ay de mí si no evangelizara!
Mons. Jorge Solórzano Pérez.
Obispo Auxiliar y Vicario General
Arquidiócesis de Managua
Obispo Auxiliar y Vicario General
Arquidiócesis de Managua
LATINOAMERICA LANZA LA CAMPAÑA TELEVISIVA “LOS
SACRAMENTOS EN EL AÑO DE LA FE”
2013-01-08
Radio Vaticana
(RV).- De cara a los eventos que marcan la vida social,
económica, política y cultural, en la celebración del Año de la Fe, la
Arquidiócesis Primada de México, la Conferencia del Episcopado Mexicano y el
CELAM han desarrollado una campaña especial mediante una iniciativa televisiva
titulada “Los Sacramentos, viáticos necesarios para alcanzar el Reino de los
Cielos, Año de la fe”, cuya presentación a los medios de información tiene
lugar este 8 de enero, y que se difundirá con la colaboración de medios
católicos en decenas de Países y también en medios comerciales.
En la presentación de esta iniciativa que da respuesta a la convocatoria de Su Santidad Benedicto XVI para la celebración del Año de la Fe, iniciado el pasado 11 de octubre, participan un representante del Cardenal Norberto Rivera Carrera, Arzobispo Primado de México; Monseñor Víctor René Rodríguez Gómez, Obispo de Valle de Chalco y Ex Secretario General de la Conferencia Episcopal Mexicana; el Ing. Guillermo Bustamante Manilla, Coordinador General de Unión de Voluntades; el Ing. Juan Bosco Laris Rodríguez, Comunicador Católico y Empresario de la Radio y en la moderación y presentación Salvador Alejandro González, Comunicador Católico y Director de Un mensaje de Fe y de la Producción Especial “Los Sacramentos, Año de la Fe”, expertos en el área de difusión y profesionistas para dar respuesta a las inquietudes sobre los temas relacionados con el modo de vivir este Año de gracia, en sintonía con la Misión de la Iglesia en la Nueva Evangelización.
“Los Sacramentos, Año de la Fe”, en su conjunto, nace como respuesta por parte de la Iglesia católica ante “los momentos difíciles y especiales, que se están compartiendo a nivel global, tal como ha sido experimentado en varios momentos a lo largo de la historia”. De hecho los promotores recuerdan -a modo de ejemplo- que estos momentos han motivado en la vida de la Iglesia, la Celebración de Sínodos Especiales para atender los casos específicos de las Conferencias Episcopales Continentales; la XIII Asamblea General del Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización y la Celebración del Año de la Fe 2012-2013, la Exhortación de Su Santidad Benedicto XVI, y todo esto en la búsqueda de intensificar los trabajos de la Nueva Evangelización.
Por otra parte,, desde la perspectiva de la Nueva Evangelización, se hace hincapié en las palabras del Papa Juan Pablo II cuando, en el Jubileo del año 2000, afirmó que en Europa se alcanzó “una pérdida de la Memoria Cristiana”, en abierta alusión a la pérdida de las raíces cristianas.
Sin embargo por lo que
corresponde al Continente Americano, también se ha verificado un alejamiento de
la Iglesia con el olvido de la Piedad Cristiana; mientras que en África, Asia y
otros lugares del mundo existe una feroz “persecución religiosa”, uno de los
temas particularmente destacados por Su Santidad Benedicto XVI el pasado 7 de
enero (2013) el en marco de su encuentro con los representantes del Cuerpo
Diplomático acreditado ante la Santa Sede. Los promotores de “Los sacramentos
en el Año de la Fe” , recuerdan también que, bajo el supuesto de la existencia
de derechos humanos de ‘segunda y tercera generación’, es que se han lacerado
sensiblemente el derecho a la vida y los conceptos reales de matrimonio,
familia y sociedad.
Patricia L. Jáuregui Romero – Radio Vaticano / @pjuregui
Carta
a las madres de sacerdotes y seminaristas y a cuántas ejercen con ellos la
maternidad espiritual, por el cardenal Piacenza
“Causa nostrae
Letitiae – ¡Causa de nuestra Alegría!”
El pueblo cristiano ha venerado siempre, con profunda gratitud,
a la Bienaventurada Virgen María, contemplando en Ella la Causa de toda nuestra
verdadera Alegría.
En efecto, acogiendo la Palabra Eterna en su seno inmaculado,
María Santísima dio a luz al Sumo y Eterno Sacerdote, Jesucristo, único
Salvador del mundo. En El, Dios mismo vino al encuentro del hombre, lo levantó
del pecado y le donó la Vida eterna, es decir Su misma Vida. Adhiriéndose a la
Voluntad de Dios, Dio, por tanto, María participó, de modo único e irrepetible,
en el misterio de nuestra redención, convirtiéndose así en Madre de Dios,
Puerta del Cielo y Causa de nuestra Alegría.
De modo análogo, la Iglesia toda mira, con admiración y profunda
gratitud, a todas las madres de los sacerdotes y de cuantos, recibida esta
altísima vocación, han emprendido el camino de formación, y con profunda
alegría me dirijo a ellas.
Los hijos, que ellas acogieron y educaron, fueron elegidos por
Cristo desde la eternidad, para convertirse en sus “amigos predilectos” y, así,
vivo e indispensable instrumento de su Presencia en el mundo. Por medio del
sacramento del orden, la vida de los sacerdotes es definitivamente asumida por
Jesús e inmenrsa en El, de modo que en ellos, es Jesús mismo el que pasa y
actúa entre los hombres.
Este misterio es tan grande que el sacerdote es también llamado
“alter Christus” –“otro Cristo”. Su pobre humanidad, elevada por la
fuerza del Espíritu Santo a una nueva y más alta unión con la persona de Jesús,
es ahora lugar del Encuentro con el Hijo de Dios, encarnado, muerto y
resucitado por nosotros. Cuando cada sacerdote enseña la fe de la Iglesia, es
Cristo el que habla en él, habla al Pueblo; cuando, prudentemente, guía a los
fieles a el confiados, es Cristo el que apacienta a las propias ovejas; cuando
celebra los sacramentos, en modo eminente la Santísima Eucaristía, es Cristo
mismo el que a través de sus ministros, obra la Salvación del hombre y se hace
realmente presente en el mundo.
La vocación sacerdotal, normalmente, tiene en la familia, en el
amor de los padres y en la primera educación en la fe, aquél terreno fértil en
el cual la disponibilidad a la voluntad de Dios puede radicarse y extraer la
indipensable nutrición. Al mismo tiempo, cada vocación es, incluso para la
misma familia en la que surge, una irreductible novedad, que huye a los
parámetros humanos y llama a todos, siempre, a la conversión.
En esta novedad, Cristo actúa en la vida de aquellos que ha
elegido y llamado, todos los familiares –y las personas más cercanas– están
implicadas pero es ciertamente única y especial la participación que
corresponde a la madre del sacerdote. Únicas y especiales son los consuelos
espirituales que le afluyen por haber llevado en su seno a quien se ha
convertido en ministro de Cristo.
Toda madre no puede sino alegrarse en ver la
vida del propio hijo, no sólo realizada sino investida de una especialísima
predilección divina que abraza y transforma para la eternidad.
Si aparentemente, en virtud de la vocación y la ordenación, se
produce una inesperada “distancia”, respecto a la vida del hijo,
misteriosamente más radical de toda otra separación natural, en realidad la
bimilenaria experiencia de la Iglesia enseña que la madre “recibe” al hijo
sacerdote en un modo totalmente nuevo e inesperado, tanto como para ser llamada
a reconocer en el fruto del propio seno, por voluntad de Dios, un “padre”,
llamado a generar y acompañar la vida eterna en una multitud de hermanos. Cada
madre de un sacerdote es misteriosamente “hija de su hijo”. Hacia él podrá
ejercer también una nueva “maternidad”, en la discreta, pero eficacísima e
inestimablemente valiosa, cercanía de la oración y en la ofrenda de la propia
existencia por el ministerio del hijo.
Esta nueva “paternidad”, a la que el seminarista se prepara, que
al sacerdote es donada y de la cual el Pueblo Santo de Dios se beneficia,
necesita ser acompañada por la oración asidua y por el personal sacrificio,
para que la libertad de adhesión a la voluntad divina se renueve y robustezca
continuamente, para que los sacerdotes no se cansen nunca, en la cotidiana
batalla de la fe y unan, cada vez más totalmente, la propia vida al sacrificio
de Cristo Señor.
Tal obra de auténtico sostén, siempre necesaria en la vida de la
Iglesia, parace hoy más urgente que nunca, sobre todo en nuestro Occidente
secularizado, que espera y pide un nuevo y radical anuncio de Cristo y las
madres de los sacerdotes y de los seminaristas son un verdadero “ejército” que,
desde la tierra eleva al Cielo oraciones y ofrendas y, todavía más numeroso,
desde el Cielo intercede para que cada gracia sea derramada sobre la vida de
los sacros pastores.
Por esta razón, deseo con todo el corazón animar y dirigir un
particularísimo agradecimiento a todas las madres de los sacerdotes y
seminaristas y –junto a ellas- a todas las mujeres, consagradas y laicas, que
han acogido, también por la invitación dirigida a ellas durante el Año
Sacerdotal, el don de la maternidad espiritual hacia los llamados al ministerio
sacerdotal, ofreciendo la propia vida, la oración, los propios sufrimientos y
las fatigas, como también las propias alegrías, por la fidelidad y la
santificación de los ministros de Dios, haciéndose así partícipes, a título
especial, de la maternidad de la Santa Iglesia, que tiene su modelo y su cumplimiento
en la divina maternidad de María Santísima.
Un especial agradecimiento, por último, se eleve hasta el Cielo,
a aquellas madres, que, llamadas ya de esta vida, contemplan ahora plenamente
el esplendor del Sacerdocio de Cristo, del cual sus hijos se ha convertido en
partícipes, y por ellos interceden, en modo único y, misteriosamente, mucho más
eficaz.
Junto a los más sentidos augurios por un Año Nuevo de gracia, de
corazón imparto a todas y a cada una la más afectuosa bendición, implorando
para vosotras de Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios y de los
sacerdotes, el don de una cada vez más radical identificación con Ella,
discípula perfecta e Hija de su Hijo.
Mauro Card. Piacenza
Prefecto de la Congregación para el Clero
CARTA DEL CARDENAL JORGE MARIO BERGOGLIO. PARA EL MIERCOLES DE CENIZA .
2013/02/13
A los sacerdotes, consagrados
y laicos de la Arquidiócesis.
Rasguen su corazón y no sus vestidos;
vuelvan ahora al Señor su Dios, porque Él es compasivo y clemente, lento
para la ira, rico en misericordia…
Poco a poco nos acostumbramos a oír y a ver, a través
de los medios de comunicación, la crónica negra de la sociedad contemporánea,
presentada casi con un perverso regocijo, y también nos acostumbramos a tocarla
y a sentirla a nuestro alrededor y en nuestra propia carne. El drama está en la
calle, en el barrio, en nuestra casa y, por qué no, en nuestro corazón.
Convivimos con la violencia que mata, que destruye familias, aviva guerras y
conflictos en tantos países del mundo. Convivimos con la envidia, el
odio, la calumnia, la mundanidad en nuestro corazón. El sufrimiento de
inocentes y pacíficos no deja de abofetearnos; el desprecio a los derechos de
las personas y de los pueblos más frágiles no nos son tan lejanos; el
imperio del dinero con sus demoníacos efectos como la droga, la corrupción, la
trata de personas - incluso de niños - junto con la miseria material y moral
son moneda corriente. La destrucción del trabajo digno, las emigraciones
dolorosas y la falta de futuro se unen también a esta sinfonía. Nuestros
errores y pecados como Iglesia tampoco quedan fuera de este gran panorama. Los
egoísmos más personales justificados, y no por ello más pequeños, la falta de
valores éticos dentro de una sociedad que hace metástasis en las familias, en
la convivencia de los barrios, pueblos y ciudades, nos hablan de nuestra
limitación, de nuestra debilidad y de nuestra incapacidad para poder
transformar esta lista innumerable de realidades destructoras.
La trampa de la impotencia nos lleva a pensar: ¿Tiene sentido
tratar de cambiar todo esto? ¿Podemos hacer algo frente a esta situación? ¿Vale
la pena intentarlo si el mundo sigue su danza carnavalesca disfrazando todo por
un rato? Sin embargo, cuando se cae la máscara, aparece la verdad y, aunque
para muchos suene anacrónico decirlo, vuelve a aparecer el pecado, que hiere
nuestra carne con toda su fuerza destructora torciendo los destinos del mundo y
de la historia.
La Cuaresma se nos presenta como grito de verdad y de esperanza
cierta que nos viene a responder que sí, que es posible no maquillarnos y
dibujar sonrisas de plástico como si nada pasara. Sí, es posible que todo sea
nuevo y distinto porque Dios sigue siendo “rico en bondad y misericordia,
siempre dispuesto a perdonar” y nos anima a empezar una y otra vez.
Hoy nuevamente somos invitados a emprender un camino pascual hacia la Vida,
camino que incluye la cruz y la renuncia; que será incómodo pero no estéril.
Somos invitados a reconocer que algo no va bien en nosotros mismos, en la
sociedad o en la Iglesia, a cambiar, a dar un viraje, a convertirnos.
En este día, son fuertes y desafiantes las palabras del profeta
Joel:
Rasguen el corazón, no los vestidos: conviértanse al Señor su Dios.
Rasguen el corazón, no los vestidos: conviértanse al Señor su Dios.
Son una invitación a todo pueblo,
nadie está excluido.
Rasguen el corazón y no los vestidos de una
penitencia artificial sin garantías de futuro.
Rasguen el corazón y no los vestidos de un
ayuno formal y de cumpli-miento que nos sigue manteniendo satisfechos.
Rasguen el corazón y no los vestidos de una
oración superficial y egoísta que no llega a las entrañas de la propia vida
para dejarla tocar por Dios.
Rasguen los corazones para
decir con el salmista: “hemos pecado”. “La herida del alma es el pecado: ¡Oh
pobre herido, reconoce a tu Médico! Muéstrale las llagas de tus culpas. Y
puesto que a Él no se le esconden nuestros secretos pensamientos, hazle sentir
el gemido de tu corazón. Muévele a compasión con tus lágrimas, con tu
insistencia, ¡importúnale! Que oiga tus suspiros, que tu dolor llegue hasta Él
de modo que, al fin, pueda decirte: El Señor ha perdonado tu pecado.” (San
Gregorio Magno)
Ésta es la realidad de nuestra condición humana. Ésta es la
verdad que puede acercarnos a la auténtica reconciliación… con Dios y con los
hombres. No se trata de desacreditar la autoestima sino de penetrar en lo más
hondo de nuestro corazón y hacernos cargo del misterio del sufrimiento y el
dolor que nos ata desde hace siglos, miles de años… desde siempre.
Rasguen los corazones para
que por esa hendidura podamos mirarnos de verdad.
Rasguen los corazones, abran
sus corazones, porque sólo en un corazón rasgado y abierto puede entrar el amor
misericordioso del Padre que nos ama y nos sana.
Rasguen los corazones dice
el profeta, y Pablo nos pide casi de rodillas “déjense reconciliar con Dios”.
Cambiar el modo de vivir es el signo y fruto de este corazón desgarrado y
reconciliado por un amor que nos sobrepasa.
Ésta es la invitación, frente a tantas heridas que nos dañan y
que nos pueden llevar a la tentación de endurecernos:Rasguen los
corazones para experimentar en la oración silenciosa y serena la
suavidad de la ternura de Dios.
Rasguen los corazones para
sentir ese eco de tantas vidas desgarradas y que la indiferencia no nos deje
inertes.
Rasguen los corazones para
poder amar con el amor con que somos amados, consolar con el consuelo que somos
consolados y compartir lo que hemos recibido.
Este tiempo litúrgico que inicia hoy la Iglesia no es sólo para
nosotros, sino también para la transformación de nuestra familia, de nuestra
comunidad, de nuestra Iglesia, de nuestra Patria, del mundo entero. Son
cuarenta días para que nos convirtamos hacia la santidad misma de Dios; nos
convirtamos en colaboradores que recibimos la gracia y la posibilidad de
reconstruir la vida humana para que todo hombre experimente la salvación que
Cristo nos ganó con su muerte y resurrección.
Junto a la oración y a la penitencia, como signo de nuestra fe
en la fuerza de la Pascua que todo lo transforma, también nos disponemos a
iniciar igual que otros años nuestro “Gesto cuaresmal solidario”. Como Iglesia
en Buenos Aires que marcha hacia la Pascua y que cree que el Reino de Dios es
posible necesitamos que, de nuestros corazones desgarrados por el deseo de conversión
y por el amor, brote la gracia y el gesto eficaz que alivie el dolor de tantos
hermanos que caminan junto a nosotros. «Ningún acto de virtud puede ser grande
si de él no se sigue también provecho para los otros... Así pues, por más que
te pases el día en ayunas, por más que duermas sobre el duro suelo, y comas
ceniza, y suspires continuamente, si no haces bien a otros, no haces nada
grande». (San Juan Crisóstomo)
Este año de la fe que transitamos es también la oportunidad que
Dios nos regala para crecer y madurar en el encuentro con el Señor que se hace
visible en el rostro sufriente de tantos chicos sin futuro, en la manos
temblorosas de los ancianos olvidados y en las rodillas vacilantes de tantas
familias que siguen poniéndole el pecho a la vida sin encontrar quien los
sostenga.
Les deseo una santa Cuaresma, penitencial y fecunda Cuaresma y,
por favor, les pido que recen por mí. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa
los cuide.
Paternalmente
Card. Jorge Mario Bergoglio s.j.
Buenos Aires, 13 de febrero de 2013, Miércoles de Ceniza
LA IGLESIA EN AMÉRICA LATINA CELEBRÓ EL DÍA MUNDIAL DE LA RADIO
Jueves 14 Feb 2013 | 11:01 am
Bogotá (Colombia) (AICA)
El miércoles 13 se celebró el Día Mundial de la Radio. El
Departamento de Comunicación del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM)
celebró con un momento de especial reflexión dedicado al más oral de los medios
de comunicación.
El CELAM recordó que las estaciones sonoras son el medio tradicional de comunicación con que más cuenta la Iglesia en América Latina y el Caribe. “Cada emisión nos recuerda la presencia de Dios en medio de nosotros. Qué regalo más hermoso nos da la radio y que bella oportunidad poder comunicar a Jesucristo desde una experiencia que evangeliza al ser alternativa de desarrollo para sus localidades; herramienta que facilita la participación; agente de anuncio y denuncio”.
La secretaria ejecutiva del Departamento de Comunicación del CELAM, la uruguaya Susana Nuin, recordó el significado que la radio tiene y ha tenido en el desarrollo de América Latina para educar a muchos pueblos, comunicar a los lugares más recónditos de nuestras geografías y el valor de evangelización del que se la ha dotado.
“Ha sido un elemento alternativo, comunitario y ha tenido al mismo tiempo un carácter de promoción de la vida humana y el bien común. Es fundamental resignificar siempre el valor de este gran medio de comunicación que no pierde nunca vigencia. Esperamos que siga siendo siempre un instrumento de la evangelización para nuestros pueblos”, añadió la comunicadora.
“La radio es uno de los más bellos tesoros de la Iglesia –recordaron-. Los mensajes que desde allí se emiten penetran en la mente y el corazón de los escuchas y facilitan la comunicación, la comunión. Las expresiones mediáticas sonoras desde el contexto eclesial constituyen herramientas para la paz, el amor, la educación, la defensa de la vida”.
El departamento de comunicación del CELAM recordó, para la fecha, un fragmento del Mensaje del papa Pablo VI con motivo de la primera Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, celebrada el 7 de mayo de 1967: “Gracias a estas técnicas maravillosas, la convivencia humana ha adquirido nuevas dimensiones; el tiempo y el espacio han sido superados, y el hombre se ha convertido en ciudadano del mundo, copartícipe y testigo de los acontecimientos más remotos y de las vicisitudes de toda la humanidad. Como ha dicho el Concilio, podemos hablar de una verdadera transformación social y cultural que tiene también sus reflejos sobre la vida religiosa".
Finalmente, saludaron “a los hombres y mujeres católicos que en cada rincón de América Latina y el Caribe mantienen vivas las frecuencias evangelizadoras”, y felicitaron a quienes anuncian a Jesús a cada momento.
“La evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la interrelación reciproca que en el curso de los tiempos, se establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre”, indicaron desde el Consejo Episcopal Latinoamericano.+
El CELAM recordó que las estaciones sonoras son el medio tradicional de comunicación con que más cuenta la Iglesia en América Latina y el Caribe. “Cada emisión nos recuerda la presencia de Dios en medio de nosotros. Qué regalo más hermoso nos da la radio y que bella oportunidad poder comunicar a Jesucristo desde una experiencia que evangeliza al ser alternativa de desarrollo para sus localidades; herramienta que facilita la participación; agente de anuncio y denuncio”.
La secretaria ejecutiva del Departamento de Comunicación del CELAM, la uruguaya Susana Nuin, recordó el significado que la radio tiene y ha tenido en el desarrollo de América Latina para educar a muchos pueblos, comunicar a los lugares más recónditos de nuestras geografías y el valor de evangelización del que se la ha dotado.
“Ha sido un elemento alternativo, comunitario y ha tenido al mismo tiempo un carácter de promoción de la vida humana y el bien común. Es fundamental resignificar siempre el valor de este gran medio de comunicación que no pierde nunca vigencia. Esperamos que siga siendo siempre un instrumento de la evangelización para nuestros pueblos”, añadió la comunicadora.
“La radio es uno de los más bellos tesoros de la Iglesia –recordaron-. Los mensajes que desde allí se emiten penetran en la mente y el corazón de los escuchas y facilitan la comunicación, la comunión. Las expresiones mediáticas sonoras desde el contexto eclesial constituyen herramientas para la paz, el amor, la educación, la defensa de la vida”.
El departamento de comunicación del CELAM recordó, para la fecha, un fragmento del Mensaje del papa Pablo VI con motivo de la primera Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, celebrada el 7 de mayo de 1967: “Gracias a estas técnicas maravillosas, la convivencia humana ha adquirido nuevas dimensiones; el tiempo y el espacio han sido superados, y el hombre se ha convertido en ciudadano del mundo, copartícipe y testigo de los acontecimientos más remotos y de las vicisitudes de toda la humanidad. Como ha dicho el Concilio, podemos hablar de una verdadera transformación social y cultural que tiene también sus reflejos sobre la vida religiosa".
Finalmente, saludaron “a los hombres y mujeres católicos que en cada rincón de América Latina y el Caribe mantienen vivas las frecuencias evangelizadoras”, y felicitaron a quienes anuncian a Jesús a cada momento.
“La evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la interrelación reciproca que en el curso de los tiempos, se establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre”, indicaron desde el Consejo Episcopal Latinoamericano.+
CARTA DEL PRESIDENTE DEL CELAM, MONS CARLOS AGUIAR RETES, POR LA RENUNCIA
DEL SANTO PADRE.
2013-02-14
(RV).- Publicamos la Carta del Presidente del CELAM, Mons.
Carlos Aguiar Retes, Arzobispo de Tlalnepantla, México, con motivo de la
renuncia del Santo Padre.
+Carlos Aguiar Retes Arzobispo de Tlalnepantla
Presidente del CELAM
Presidente del CELAM
La importante y sorprendente decisión de S.S. Benedicto XVI, de renunciar a su Ministerio como Sucesor de Pedro, y por tanto, como Cabeza visible de la Iglesia Católica, refleja la personalidad el Papa Benedicto XVI como un hombre de fe, que tiene una gran confianza en la presencia del Espíritu Santo que conduce la Iglesia, conforme la promesa de Jesucristo a sus Apóstoles, y permite también que descubramos su profundo amor a la Iglesia.El Papa ha explicado claramente que su decisión la ha discernido en oración y teniendo en cuenta las exigencias del Ministerio Petrino, y al mismo tiempo con gran realismo, consciente de la constante disminución de sus fuerzas físicas debida a su avanzada edad, y al natural y comprensible desgaste que implica su cotidiana tarea como Papa.
Veo al Papa Benedicto XVI en esta decisión: a un hombre de fe, de amor a la Iglesia, valiente, firme, decidido, que corre los riesgos de interpretaciones erróneas y quizá incomprendidas, incluso por los mismos fieles.
Sin embargo
hacer uso de un derecho que ningún Papa en casi seis siglos había ejercitado es
una gran lección espiritual y eclesial para todos los creyentes y especialmente
para tantos que nos sentimos indispensables en las funciones y tareas que
recibimos en el nombre de Dios, Nuestro Padre.
Es muy loable reconocer y agradecer que a lo largo de su fructífero Pontificado, el Papa mostró: cómo se deben afrontar los problemas de la Iglesia a través del diálogo constructivo y permanente con todas las corrientes del pensamiento, con todas las naciones, con todas las Iglesias y confesiones religiosas.
A casi un año de su visita a México, queda el recuerdo que dirigió a los infantes: “Ustedes, mis pequeños amigos, no están solos; cuentan con la ayuda de Cristo y de su Iglesia”, y el ánimo que generó en todos los mexicanos, insistiendo que el mal no puede tanto, y que siempre la victoria del bien está garantizada en el proyecto salvífico de Jesucristo, consumado en la cruz y en la resurrección.
Su exquisita y delicada bondad la llevaremos en nuestros corazones, confiando que Dios Nuestro Señor lo acompañara en esta etapa final de su vida, dedicada al silencio, la meditación y la oración.Hoy, el Papa Benedicto XVI lanza a la feligresía católica y a los hombres de buena voluntad un claro ejemplo de fortaleza y dignidad, de honestidad y clarividencia, al asumir la decisión de su retiro.
Por ello, ha señalado al final de su anuncio que orará y pedirá a
Jesucristo, Nuestro Señor y a la Virgen María, Madre de la Iglesia su
intervención para que los Cardenales electores elijan a quien pueda afrontar,
de la mejor manera, los grandes desafíos del tiempo actual y conducir a la
Iglesia Católica con la sabiduría del Espíritu conforme a la Voluntad de Dios,
Nuestro Padre.
La Iglesia Católica, con esta decisión del Papa Benedicto XVI se fortalecerá en la Fe, en la Esperanza y la infinita confianza del Amor de Dios.
Tlalnepantla – México, febrero 12 de 2013.
EL CARDENAL JORGE M. BERGOGLIO, MIEMBRO DE LA CAL.
Lunes
25 Feb 2013 | 12:08 pm
Buenos Aires (AICA): El Santo Padre Benedicto XVI designó
miembro de la Pontificia Comisión para América Latina (CAL) al cardenal Jorge
Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires. El purpurado porteño, que mañana
partirá a Roma para participar del cónclave que elegirá al nuevo Papa, era
hasta ahora consejero de la CAL. Otros argentinos que integran la Pontificia
Comisión para América Latina son el cardenal Leonardo Sandri y monseñor Marcelo
Sánchez Sorondo, como consejeros, y monseñor Mario Antonio Cargnello, arzobispo
de Salta, y monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, como miembros de la
CAL.
El Santo Padre Benedicto XVI designó miembro de la Pontificia
Comisión para América Latina (CAL) al cardenal Jorge Mario Bergoglio SJ,
arzobispo de Buenos Aires. El purpurado porteño, que mañana partirá a Roma para
participar del cónclave que elegirá al nuevo Papa, era hasta ahora consejero de
la CAL.
Otros argentinos que integran la Pontificia Comisión para América Latina son el cardenal Leonardo Sandri y monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, como consejeros, y monseñor Mario Antonio Cargnello, arzobispo de Salta, y monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, como miembros de la CAL.
La Pontificia Comisión para América Latina, que forma parte de la Congregación para los Obispos, fue instituida con el objetivo de estudiar de manera unitaria la realidad de la Iglesia en América Latina, favoreciendo la estrecha colaboración con los dicasterios, y con el fin de ayudar al Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).
El presidente de la CAL es el prefecto de la Congregación para los Obispos, actualmente el cardenal canadiense Marc Ouellet.+
+ Marc Card. Ouellet, Presidente
PAPA FRANCISCO A LOS MIEMBROS DEL CELAM
Río de Janeiro - JMJ -
Otros argentinos que integran la Pontificia Comisión para América Latina son el cardenal Leonardo Sandri y monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, como consejeros, y monseñor Mario Antonio Cargnello, arzobispo de Salta, y monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, como miembros de la CAL.
La Pontificia Comisión para América Latina, que forma parte de la Congregación para los Obispos, fue instituida con el objetivo de estudiar de manera unitaria la realidad de la Iglesia en América Latina, favoreciendo la estrecha colaboración con los dicasterios, y con el fin de ayudar al Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).
El presidente de la CAL es el prefecto de la Congregación para los Obispos, actualmente el cardenal canadiense Marc Ouellet.+
CARD. OUELLET ESCRIBE A LOS OBISPOS DE AMÉRICA LATINA SOBRE EL PAPA FRANCISCO
Compartiendo la alegría del primer Pontífice de América Latina,
cuyo ejemplo y palabras muestran lo que el Papa Francisco quiere «de todos los
pastores latinoamericanos y del mundo», el Prefecto de la Congregación para los
Obispos, el Cardenal Marc Oellet, que es también presidente de la Pontificia
Comisión para América Latina – CAL – ha dirigido un Mensaje a todos los
Episcopados latinoamericanos.
El intenso documento celebra el primer mes de Pontificado y
alienta a responder a lo que «Francisco espera de todos nosotros: esa cercanía
misericordiosa, muy compenetrada con las necesidades, sufrimientos y esperanzas
de los pueblos, especialmente de los pobres y de los que sufren, para
comunicarles la salvación que viene de Jesucristo, el Verbo hecho carne».
Mensaje a todos los Episcopados de América Latina
Al mes de la elección del Papa Francisco, deseo vivamente
congratularme con todo el Episcopado latinoamericano. Compartimos la alegría
ante el hecho inédito en la historia de la Iglesia del primer Pontífice que
viene de América Latina. Las comunidades cristianas y los pueblos
latinoamericanos han de sentirse muy especialmente cercanos a este hijo suyo y
pastor que Dios ha llamado a ser Sucesor de Pedro.
Como respuesta a la reiterada solicitud del Papa de rezar por
él, no dudo que se realizará en todo vuestro “continente de esperanza” una
campaña de oraciones para que la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, por
intercesión de su Madre Santísima, lo sostenga e ilumine en el ministerio que
le ha sido confiado.La providencia de Dios ha colocado a la Iglesia en América
Latina en una situación muy singular, que acrecienta sus exigencias y
responsabilidades.
El ejemplo y las palabras del Papa Francisco están ya
mostrando lo que él quiere de todos los Pastores en América Latina y en el
mundo entero.
Espera de todos nosotros esa cercanía misericordiosa, muy
compenetrada con las necesidades, sufrimientos y esperanzas de los pueblos,
especialmente de los pobres y de los que sufren, para comunicarles la salvación
que viene de Jesucristo, el Verbo hecho carne.
La Iglesia en América Latina, y especialmente sus Obispos, no
pueden no plantearse a fondo la significación de un Papa latinoamericano para
su vida y misión. ¿Qué significa para la “misión continental” que el Papa
Francisco lleva ciertamente en su corazón? ¿Qué significa para el discipulado
en vuestras comunidades cristianas? ¿Qué significa para el bien de vuestros
pueblos y naciones? ¿Qué significa para la solicitud apostólica universal de la
Iglesia latinoamericana y su colaboración con el ministerio universal del
Sucesor de Pedro, para irradiar el Evangelio hacia todos los confines de la
tierra? Son preguntas ineludibles que merecen suscitar una reflexión muy seria
a nivel de cada Iglesia particular, del Episcopado a nivel nacional y del mismo
CELAM. Me parece fundamental compartir hoy estas preguntas y reflexiones.
El Papa Francisco espera especialmente que se manifiesten
renovados ímpetus de santidad y verdad, de comunión y evangelización, de
caridad y solidaridad, como un salto de cualidad cristiana en todas las
comunidades católicas latinoamericanas. Ello será la expresión más
significativa de esa comunión afectiva y efectiva con el nuevo Pontífice.
En unión de oraciones y estima fraterna,
PAPA FRANCISCO A LOS MIEMBROS DEL CELAM
Río de Janeiro - JMJ -
AMÉRICA LATINA CIERRA EL AÑO DE LA FE A LOS PIES DE LA VIRGEN DE
GUADALUPE
Viernes 11 Oct 2013 | 11:57 am
Ciudad de México (AICA): Más de 80 prelados, de casi todos
los países del continente americano confirmaron su participación en la gran
Peregrinación y Encuentro “Nuestra Señora de Guadalupe, estrella de la nueva
evangelización en el continente americano”, que se realizará en el Santuario de
Nuestra Señora de Guadalupe, del 16 al 19 de noviembre, con el fin de dialogar
sobre los desafíos de la Nueva Evangelización e intercambiar experiencias de
mutuo enriquecimiento.
Más de 80 prelados, de casi todos los países del continente
americano confirmaron su participación en la gran Peregrinación y Encuentro
“Nuestra Señora de Guadalupe, estrella de la nueva evangelización en el
continente americano”, que se realizará en el Santuario de Nuestra Señora de
Guadalupe, del 16 al 19 de noviembre, con el fin de dialogar sobre los desafíos
de la Nueva Evangelización e intercambiar experiencias de mutuo
enriquecimiento.
Uno de los objetivos del Encuentro es poner las intenciones, recomendaciones y proposiciones de la Misión Continental a los pies de la Estrella de la Nueva Evangelización americana y Madre de la civilización del amor, implorando su intercesión y guía.
Se espera, además, más de 300 participantes entre sacerdotes, religiosas y religiosos, miembros de movimientos laicales y laicos de todo el continente, informó la Pontificia Comisión para América Latina (CAL), que organiza el Encuentro conjuntamente con la Basílica de Guadalupe, los Caballeros de Colón y el Instituto Superior de Estudios Guadalupanos.
La convocatoria a este congreso se da en el marco de las iniciativas de la CAL a favor de la Nueva Evangelización en América, como fue la Solemne Eucaristía celebrada el 12 de diciembre de 2010 por el papa emérito Benedicto XVI en la Plaza de San Pedro, con motivo del bicentenario de la Independencia de varios países latinoamericanos.
En esa misma línea, del 9 al 12 de diciembre de 2012, se realizó en el Vaticano el Congreso “Ecclesia in America”, con la participación de numerosos cardenales, obispos y fieles comprometidos de todos los países americanos, de donde nació la iniciativa de esta “Peregrinación y Encuentro” al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, que será el último gran acto del “Año de la Fe” antes de la ceremonia conclusiva, el 24 de noviembre.
El Encuentro será inaugurado por el cardenal Marc Ouellet, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, con palabras relativas al “significado del actual pontificado para el continente americano” y se espera un mensaje del santo padre Francisco para esta ocasión, señala un comunicado de la CAL.
La CAL informó que además de las tareas formales del Congreso, se tiene prevista la participación de otras 500 personas en las actividades generales, como son las cuatro conferencias centrales y celebraciones litúrgicas en la Basílica, así como el “Rosario guadalupano” y el “Rosario continental” por las intenciones del papa Francisco.+
Este video Mensaje se transmitió a las 17.00, hora de Roma.
Texto del video Mensaje del Santo Padre:
Queridos hermanos y hermanas, los saludo muy cordialmente, a ustedes que participan en esta peregrinación encuentro, organizada por la Pontificia Comisión para América Latina, al amparo de Nuestra Señora de Guadalupe.
Aparecida propone poner a la Iglesia en estado permanente de misión, realizar actos de índole misionera sí, pero en el contexto más amplio de una misionariedad generalizada: que toda la actividad habitual de las iglesias particulares tengan un carácter misionero y esto en la certeza de que la salida misionera, más que una actividad entre otras es paradigma, es decir, es el paradigma de toda la acción pastoral.
Hay que salir de la propia comunidad y atreverse a llegar a las periferias existenciales que necesitan sentir la cercanía de Dios. Él no abandona a nadie y siempre muestra su ternura y su misericordia inagotables, pues esto es lo que hay que llevar a toda la gente.
Un segundo punto: el objetivo de toda actividad pastoral siempre está orientado por el impulso misionero de llegar a todos, sin excluir a nadie y teniendo muy en cuenta la circunstancias de cada uno.
Tercero: quién conduce la pastoral en la Iglesia particular es el Obispo y lo hace como el pastor que conoce por nombre a sus ovejas, las guía con cercanía, con ternura, con paciencia, manifestando efectivamente la maternidad de la Iglesia y la misericordia de Dios.
Cuarto: estas actitudes del Obispo, han de calar muy hondo también en los demás agentes de pastoral, muy especialmente en los presbíteros. La tentación del clericalismo, que tanto daño hace a la Iglesia en América Latina, es un obstáculo para que se desarrolle la madurez y la responsabilidad cristiana de buena parte del laicado.
La cultura de hoy exige una formación seria, bien organizada, y yo me pregunto si tenemos la autocrítica suficiente como para evaluar los resultados de muy pequeños seminarios que carecen del personal formativo suficiente.
Quiero dedicar unas palabras a la vida consagrada. La vida consagrada en la Iglesia es un fermento. Un fermento de lo que quiere el Señor, un fermento que hace crecer la Iglesia hacia la última manifestación de Jesucristo.
Sigan adelante en esta fidelidad creativa al carisma recibido para servir a la Iglesia.
Queridos hermanos y hermanas, muchas gracias por lo que hacen por esta misión continental. Recuerden que han recibido el Bautismo y que los ha convertido en discípulos del Señor. Pero todo discípulo a la vez es misionero.
(Transcripción jesuita Guillermo Ortiz – Radio Vaticana).
JMP+Uno de los objetivos del Encuentro es poner las intenciones, recomendaciones y proposiciones de la Misión Continental a los pies de la Estrella de la Nueva Evangelización americana y Madre de la civilización del amor, implorando su intercesión y guía.
Se espera, además, más de 300 participantes entre sacerdotes, religiosas y religiosos, miembros de movimientos laicales y laicos de todo el continente, informó la Pontificia Comisión para América Latina (CAL), que organiza el Encuentro conjuntamente con la Basílica de Guadalupe, los Caballeros de Colón y el Instituto Superior de Estudios Guadalupanos.
La convocatoria a este congreso se da en el marco de las iniciativas de la CAL a favor de la Nueva Evangelización en América, como fue la Solemne Eucaristía celebrada el 12 de diciembre de 2010 por el papa emérito Benedicto XVI en la Plaza de San Pedro, con motivo del bicentenario de la Independencia de varios países latinoamericanos.
En esa misma línea, del 9 al 12 de diciembre de 2012, se realizó en el Vaticano el Congreso “Ecclesia in America”, con la participación de numerosos cardenales, obispos y fieles comprometidos de todos los países americanos, de donde nació la iniciativa de esta “Peregrinación y Encuentro” al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, que será el último gran acto del “Año de la Fe” antes de la ceremonia conclusiva, el 24 de noviembre.
El Encuentro será inaugurado por el cardenal Marc Ouellet, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, con palabras relativas al “significado del actual pontificado para el continente americano” y se espera un mensaje del santo padre Francisco para esta ocasión, señala un comunicado de la CAL.
La CAL informó que además de las tareas formales del Congreso, se tiene prevista la participación de otras 500 personas en las actividades generales, como son las cuatro conferencias centrales y celebraciones litúrgicas en la Basílica, así como el “Rosario guadalupano” y el “Rosario continental” por las intenciones del papa Francisco.+
VIDEO MENSAJE DEL PAPA POR LA PEREGRINACIÓN Y ENCUENTRO “NUESTRA
SEÑORA DE GUADALUPE, ESTRELLA DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN EN EL CONTINENTE
AMERICANO”
2013-11-16 Radio Vaticana
(RV).- (Con audio)mp3 Su
Santidad Francisco envió un video Mensaje con motivo de la peregrinación y
encuentro “Nuestra Señora de Guadalupe, Estrella de la Nueva Evangelización en
el Continente Americano”, organizado por el Año de la fe y convocado por la
Comisión Pontificia para América Latina, la Basílica de Nuestra Señora de
Guadalupe, los Caballeros de Colón y el Instituto Superior de Estudios
Guadalupanos en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, México, del 16 al
19 de noviembre.
Este video Mensaje se transmitió a las 17.00, hora de Roma.
Texto del video Mensaje del Santo Padre:
Queridos hermanos y hermanas, los saludo muy cordialmente, a ustedes que participan en esta peregrinación encuentro, organizada por la Pontificia Comisión para América Latina, al amparo de Nuestra Señora de Guadalupe.
Además
de transmitirles mi afecto, mi cercanía y las ganas que tengo de estar con
ustedes, quiero compartir brevemente algunas reflexiones, como ayuda a estos
días de encuentro.
Aparecida propone poner a la Iglesia en estado permanente de misión, realizar actos de índole misionera sí, pero en el contexto más amplio de una misionariedad generalizada: que toda la actividad habitual de las iglesias particulares tengan un carácter misionero y esto en la certeza de que la salida misionera, más que una actividad entre otras es paradigma, es decir, es el paradigma de toda la acción pastoral.
La intimidad de la Iglesia con Jesús es una
intimidad itinerante, supone un salir de sí, un caminar y sembrar siempre de
nuevo, siempre más allá. Vayamos a otra parte a predicar a las aldeas vecinas
porque para eso he venido, decía el Señor.
Es vital para la Iglesia no
encerrarse, no sentirse ya satisfecha y segura con lo que ha logrado. Si
sucediera esto, la Iglesia se enferma, se enferma de abundancia imaginaria, de
abundancia superflua, se empacha y se debilita.
Hay que salir de la propia comunidad y atreverse a llegar a las periferias existenciales que necesitan sentir la cercanía de Dios. Él no abandona a nadie y siempre muestra su ternura y su misericordia inagotables, pues esto es lo que hay que llevar a toda la gente.
Un segundo punto: el objetivo de toda actividad pastoral siempre está orientado por el impulso misionero de llegar a todos, sin excluir a nadie y teniendo muy en cuenta la circunstancias de cada uno.
Se ha de llegar a todos y compartir la
alegría de haberse encontrado con Cristo. No se trata de ir como quién impone
una nueva obligación, como quién se queda en el reproche o la queja ante lo que
se considera imperfecto o insuficiente.
La tarea evangelizadora supone mucha
paciencia, mucha paciencia, cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña. Y
también sabe presentar el mensaje cristiano de manera serena y gradual, con
olor a Evangelio como lo hacía el Señor. Sabe privilegiar en primer lugar lo
más esencial y más necesario, es decir, la belleza del amor de Dios que nos
habla en Cristo muerto y resucitado.
Por otra parte, debe esforzarse por ser
creativa en sus métodos, no podemos quedarnos encerrados en los tópicos del
“siempre se hizo así”.
Tercero: quién conduce la pastoral en la Iglesia particular es el Obispo y lo hace como el pastor que conoce por nombre a sus ovejas, las guía con cercanía, con ternura, con paciencia, manifestando efectivamente la maternidad de la Iglesia y la misericordia de Dios.
La actitud del verdadero pastor no es la del
príncipe o la del mero funcionario atento principalmente a lo disciplinar, a lo
reglamentario, a los mecanismos organizativos. Esto lleva siempre a una
pastoral distante de la gente, incapaz de favorecer y lograr el encuentro con
Jesucristo y el encuentro con los hermanos.
El pueblo de Dios que se le confía
necesita que el Obispo vele por Él cuidando sobre todo aquello que lo mantiene
unido y promueve la esperanza en los corazones. Necesita que el Obispo sepa
discernir, sin acallarlo, el soplo del Espíritu Santo que viene por donde
quiere, para el bien de la Iglesia y su misión en el mundo.
Cuarto: estas actitudes del Obispo, han de calar muy hondo también en los demás agentes de pastoral, muy especialmente en los presbíteros. La tentación del clericalismo, que tanto daño hace a la Iglesia en América Latina, es un obstáculo para que se desarrolle la madurez y la responsabilidad cristiana de buena parte del laicado.
El clericalismo entraña una postura auto-referencial,
una postura de grupo, que empobrece la proyección hacia el encuentro del Señor,
que nos hace discípulos y hacia el encuentro con los hombres que esperan el
anuncio.
Por ello creo que es importante, urge, formar ministros capaces de
projimidad, de encuentro, que sepan enardecer el corazón de la gente, caminar
con ellos, entrar en diálogo con sus ilusiones y sus temores. Este trabajo, los
Obispos no lo pueden delegar. Han de asumirlo como algo fundamental para la
vida de la Iglesia sin escatimar esfuerzos, atenciones y acompañamiento.
Además, una formación de calidad requiere estructuras sólidas y duraderas, que
preparen para afrontar los retos de nuestros días y poder llevar la luz del
Evangelio, a las diversas situaciones que encontrarán los presbíteros, los
consagrados, las consagradas y los laicos en su acción pastoral.
La cultura de hoy exige una formación seria, bien organizada, y yo me pregunto si tenemos la autocrítica suficiente como para evaluar los resultados de muy pequeños seminarios que carecen del personal formativo suficiente.
Quiero dedicar unas palabras a la vida consagrada. La vida consagrada en la Iglesia es un fermento. Un fermento de lo que quiere el Señor, un fermento que hace crecer la Iglesia hacia la última manifestación de Jesucristo.
Les pido a
los consagrados y consagradas, que sean fieles al carisma recibido, que en su
servicio a la Santa Madre Iglesia jerárquica no desdibujen esa gracia que el
Espíritu Santo dio a sus fundadores y que la deben transmitir en toda su
integridad. Y esa es la gran profecía de los consagrados, ese carisma dado para
el bien de la Iglesia.
Sigan adelante en esta fidelidad creativa al carisma recibido para servir a la Iglesia.
Queridos hermanos y hermanas, muchas gracias por lo que hacen por esta misión continental. Recuerden que han recibido el Bautismo y que los ha convertido en discípulos del Señor. Pero todo discípulo a la vez es misionero.
Benedicto XVI
decía que son las dos caras de una misma medalla. Les ruego, como padre y
hermano en Jesucristo, que se hagan cargo de la fe que recibieron en el
Bautismo. Y como lo hicieron la mamá y la abuela de Timoteo, transmitan la fe a
sus hijos y nietos, y no sólo a ellos. Este tesoro de la fe no es para uso
personal. Es para darlo, para transmitirlo, y así va a crecer. Hagan conocer el
nombre de Jesús. Y si hacen esto, no se extrañen de que en pleno invierno
florezcan rosas de Castilla. Porque saben, tanto Jesús como nosotros, tenemos
la misma Madre.
(Transcripción jesuita Guillermo Ortiz – Radio Vaticana).
FRANCISCO:
CONVERSIÓN, SORPRESA DEL ESPÍRITU Y REVOLUCIÓN
Guzmán Carriquiry Lecour
25 de Febrero, 2015
En dos oportunidades entrevisté con fines periodísticos al Dr. Guzmán Carriquiry
Lecour.
Una fue en Buenos Aires junto al Dr. Alberto Barlocci, en marzo del
2012, cuando la Universidad Católica Argentina le otorgó el Doctorado Honoris
Causa. Una gran alegría había en el ambiente aquella jornada y sus palabras
abrazaron con claridad y perspectiva la realidad latinoamericana. Compartimos
una charla que publicaron las revista Criterio y Ciudad Nueva de Argentina.
La otra fue bien distinta y tiene algo de novelesco. En tiempos de espera
del nuevo Papa, cuando las Congregaciones cardenalicias concitaban la atención
del mundo entero, en aquel lluvioso marzo del 2013 en Roma, Carriquiry me
recibió con corazón rioplatense en la sede de la Pontificia Comisión para
América Latina. Su opinión ante el nuevo escenario de la Iglesia global era
sustancial para entender hechos, personas, espacios y responsabilidades. En esa
media hora de conversación hubo buena información y análisis profundo pero lo
para mí extraordinario sucedió en la despedida.
Iban ya entrando las cámaras de Rome Reports que era el medio que seguía en su apretada agenda, cuando Carriquiry me dijo sin dudarlo: “Y no se olvide, Virginia, el próximo Papa es Bergoglio”.
Debo confesar sin rubores que sentí campanas en la cabeza y que por un largo rato me desbordaron la fuerza y la convicción de sus palabras.
Luego, siguió el día de trabajo y más diálogos (escuché otros pronósticos muy distintos también) para continuar comprendiendo esa inminente realidad que nos sorprendería a todos con la elección del cardenal Bergoglio como Francisco para el mundo.
Pero fue el Dr. Carriquiry Lecour el primero que puso en palabras la Iglesia que hoy racconta en un texto que nos completa en tanto lectores y contemporáneos de un pontificado que abraza hermanos, problemáticas, distancias, temores, esperanzas... y que partió justamente desde América Latina.
VIRGINIA BONARD
_______________________________
Reproducimos completo el texto aludido.
HACIA LOS DOS AÑOS DEL PONTIFICADO DEL PAPA FRANCISCO
Han pasado sólo dos años, pero han sido de tal densidad e intensidad, que el camino del pontificado del papa Francisco parece ya bien trazado. No faltarán, sin embargo, muchas otras sorpresas del Espíritu, aquellas sorpresas que el Papa acoge y discierne en sus largos tiempos de oración y de las cuales se hace portador para el bien de la Iglesia y de su servicio a los hombres.
Creo que nos encontramos frente al alba de una revolución evangélica. ¡Y esto no tiene nada de retórica superflua! Ya Benedicto XVI nos recordaba que el cristianismo es “la mutación más radical en la historia”.
Iban ya entrando las cámaras de Rome Reports que era el medio que seguía en su apretada agenda, cuando Carriquiry me dijo sin dudarlo: “Y no se olvide, Virginia, el próximo Papa es Bergoglio”.
Debo confesar sin rubores que sentí campanas en la cabeza y que por un largo rato me desbordaron la fuerza y la convicción de sus palabras.
Luego, siguió el día de trabajo y más diálogos (escuché otros pronósticos muy distintos también) para continuar comprendiendo esa inminente realidad que nos sorprendería a todos con la elección del cardenal Bergoglio como Francisco para el mundo.
Pero fue el Dr. Carriquiry Lecour el primero que puso en palabras la Iglesia que hoy racconta en un texto que nos completa en tanto lectores y contemporáneos de un pontificado que abraza hermanos, problemáticas, distancias, temores, esperanzas... y que partió justamente desde América Latina.
VIRGINIA BONARD
_______________________________
Reproducimos completo el texto aludido.
HACIA LOS DOS AÑOS DEL PONTIFICADO DEL PAPA FRANCISCO
Han pasado sólo dos años, pero han sido de tal densidad e intensidad, que el camino del pontificado del papa Francisco parece ya bien trazado. No faltarán, sin embargo, muchas otras sorpresas del Espíritu, aquellas sorpresas que el Papa acoge y discierne en sus largos tiempos de oración y de las cuales se hace portador para el bien de la Iglesia y de su servicio a los hombres.
Creo que nos encontramos frente al alba de una revolución evangélica. ¡Y esto no tiene nada de retórica superflua! Ya Benedicto XVI nos recordaba que el cristianismo es “la mutación más radical en la historia”.
Tras el agotamiento
y fracaso histórico de la tradición revolucionaria sin Dios, contra Dios,
sólo la Iglesia podía retomar con credibilidad el lenguaje de la revolución.
El
Papa Francisco nos llama a ser testigos y protagonistas de la “fuerza
revolucionaria del amor y de la verdad”, de la “revolución de la ternura y de
la compasión”, de la “revolución de la gracia”, sin duda la más revolucionaria
porque cambia radicalmente, ontológicamente, la persona e imprime sin cesar
dosis de amor y verdad, de solidaridad y fraternidad en la vida de los pueblos.
¿Cuál mensaje es más revolucionario que el sermón de la montaña, el discurso de
las Bienaventuranzas, que derriba todas las jerarquías e idolatrías mundanas?
Es “la fuerza irrefrenable” de la Resurrección, afirma papa Francisco en la
Exhortación apostólica “Evangelii Gaudium” (n. 276). Él nos guía hacia el
centro del Evangelio, rezado y meditado, proclamado, comentado y compartido, como
lo hace en sus homilías de cada día que nos sorprenden, sacuden y alimentan en
nuestra cotidianidad.
Desde el inicio de su pontificado, el papa Francisco ha puesto todos los medios ─oraciones, palabras, gestos, acciones y decisiones─, guiado por el Espíritu de Dios, por su propia experiencia pastoral y su temperamento personal, para llegar al corazón de las personas que tiene delante.
Desde el inicio de su pontificado, el papa Francisco ha puesto todos los medios ─oraciones, palabras, gestos, acciones y decisiones─, guiado por el Espíritu de Dios, por su propia experiencia pastoral y su temperamento personal, para llegar al corazón de las personas que tiene delante.
Ha querido conducir siempre a
concentrarse en la invitación “a cada cristiano, en cualquier lugar y situación
en que se encuentre ─escribe en su documento programático,
n. 3─ a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al
menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día
sin descanso”.
Por lo tanto, el papa Francisco afirma que nunca se cansará de
repetir las palabras de Benedicto XVI que llevan al centro del Evangelio: “No
se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el
encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a
la vida y, con ello, una orientación decisiva” (n. 7).
Él quiere sacudir
nuestro conformismo mundano, para llamarnos siempre de nuevo, a todos nosotros,
pecadores, a la conversión: sentir como Cristo, pensar como Cristo, vivir como
Cristo.
Quienes no captan el significado de esta centralidad en el pontificado
de papa Francisco terminan desorientados o, al menos, destacan de él cuestiones
que pueden ser importantes pero que son secundarias.
¡Qué sorpresa del Espíritu pasar en tan poco tiempo desde un clima de asedio, sufrido por la Iglesia como en declino, no obstante la mansedumbre y sabiduría del santo Papa Benedicto, a la fuerza atractiva, a la explosión de alegría y esperanza, que suscita por doquier el pontificado de Francisco! No se trata sólo ni mucho menos de un carisma mediático del Papa Francisco; hay algo mucho más profundo que Él hace emerger de las necesidades y anhelos de las personas. Se derrumban muros de prejuicios y resistencias muy fuertes, se plantean preguntas y expectativas incluso entre los que pensaban haber cerrado sus cuentas con la fe y con la Iglesia; para muchos es la hora del despertar de una fe adormecida, para otros es su nuevo florecimiento, para todos el renacer del “orgullo” sobre la dignidad y la belleza de confesarse cristianos.
La libertad, la fuerza y la determinación de papa Francisco están basadas, por una parte, en la conciencia serena y alegre del dejarse conducir por el Espíritu de Dios y, por otra, en el afecto que le expresa el pueblo de Dios, inspirado por su instinto evangélico, por el “sensus fidei”, pero que le manifiestan también, más allá de los fronteras eclesiásticas, todos los pueblos de la tierra (lo que lo ha convertido en sólo dos años en líder mundial en los escenarios dramáticos que se están viviendo).
La gente que llena desde el inicio la plaza de San Pedro ─como nunca hemos visto─ y las impresionantes muchedumbres que lo acogen y acompañan en sus viajes apostólicos nos ayudan a relativizar una mirada limitada y estrecha, a menudo reducida a los “palazzi romani”, a las vicisitudes de la burocracias o a los comentarios auto-referenciales de los “intelectuales”. El real, el verdadero “católico medio” ─título con el cual se ha presentado Messori en un reciente y polémico artículo de prensa─ se encuentra en todos los que siguen y quieren al Papa, atraídos por su testimonio y por el mensaje que Él comunica: un Evangelio con pocas glosas, según una “gramática de la sencillez”, pero radical, en un intercambio muy profundo de humanidad. ¡Qué lejanos estos “católicos medios”, sorprendidos, gratos y felices por el acontecimiento que les llega al corazón, del poner su ego como medida y juicio de la realidad!
Hay que tener en cuenta, sin embargo, algunas honestas perplejidades y desconciertos de quienes se sienten impactados por la nueva modalidad de ejercicio del papado y por su peculiar forma de conducción y comunicación.
¡Qué sorpresa del Espíritu pasar en tan poco tiempo desde un clima de asedio, sufrido por la Iglesia como en declino, no obstante la mansedumbre y sabiduría del santo Papa Benedicto, a la fuerza atractiva, a la explosión de alegría y esperanza, que suscita por doquier el pontificado de Francisco! No se trata sólo ni mucho menos de un carisma mediático del Papa Francisco; hay algo mucho más profundo que Él hace emerger de las necesidades y anhelos de las personas. Se derrumban muros de prejuicios y resistencias muy fuertes, se plantean preguntas y expectativas incluso entre los que pensaban haber cerrado sus cuentas con la fe y con la Iglesia; para muchos es la hora del despertar de una fe adormecida, para otros es su nuevo florecimiento, para todos el renacer del “orgullo” sobre la dignidad y la belleza de confesarse cristianos.
La libertad, la fuerza y la determinación de papa Francisco están basadas, por una parte, en la conciencia serena y alegre del dejarse conducir por el Espíritu de Dios y, por otra, en el afecto que le expresa el pueblo de Dios, inspirado por su instinto evangélico, por el “sensus fidei”, pero que le manifiestan también, más allá de los fronteras eclesiásticas, todos los pueblos de la tierra (lo que lo ha convertido en sólo dos años en líder mundial en los escenarios dramáticos que se están viviendo).
La gente que llena desde el inicio la plaza de San Pedro ─como nunca hemos visto─ y las impresionantes muchedumbres que lo acogen y acompañan en sus viajes apostólicos nos ayudan a relativizar una mirada limitada y estrecha, a menudo reducida a los “palazzi romani”, a las vicisitudes de la burocracias o a los comentarios auto-referenciales de los “intelectuales”. El real, el verdadero “católico medio” ─título con el cual se ha presentado Messori en un reciente y polémico artículo de prensa─ se encuentra en todos los que siguen y quieren al Papa, atraídos por su testimonio y por el mensaje que Él comunica: un Evangelio con pocas glosas, según una “gramática de la sencillez”, pero radical, en un intercambio muy profundo de humanidad. ¡Qué lejanos estos “católicos medios”, sorprendidos, gratos y felices por el acontecimiento que les llega al corazón, del poner su ego como medida y juicio de la realidad!
Hay que tener en cuenta, sin embargo, algunas honestas perplejidades y desconciertos de quienes se sienten impactados por la nueva modalidad de ejercicio del papado y por su peculiar forma de conducción y comunicación.
El
mismo Papa aprecia y agradece una ponderada libertad de crítica, incluso
respecto de sí. Pero sería muy difícil explicar bien a los millones de
personas que acompañaron al Papa en Copacabana, en Corea, en Sri Lanka y
Filipinas, en las parroquias de Roma y en las visitas pastorales en Italia, las
resistencias arraigadas, muchas veces la envidia y el orgullo, e incluso el
rechazo sistemático y lleno de prejuicios que se observan en algunas
reacciones, por cierto muy minoritarias, en la misma Iglesia.
¡Cuánta razón
tenía Benedicto XVI, en tiempos de persecución masiva, violenta y sangrienta de
los cristianos en el Medio Oriente, en Nigeria y en muchas partes del mundo,
cuando subrayaba que el peor enemigo para la Iglesia es el mal que la amenaza
desde su interior!
En este sentido, asombra la semejanza entre los que se
oponen abiertamente al papa Francisco, mostrando muy escasa comunión afectiva y
efectiva, con los fariseos, los saduceos y doctores de la ley frente a Jesús:
lo seguían con el ánimo malicioso, siempre prontos para ponerlo a la prueba,
tendiéndole trampas, escandalizados por sus encuentros con prostitutas y
publicanos, siempre malinterpretándole, esperando de poder vislumbrar alguna
mínima desviación acerca la Ley para juzgarlo, para condenarlo.
Por paradoja, los que se encierran en una reacción crítica y negativa, a saber los reaccionarios, concuerdan y se alimentan también con la figura mas bien distorsionada que pretenden difundir ciertos ambientes eclesiásticos y mediáticos de progresismo “liberal”.
Por paradoja, los que se encierran en una reacción crítica y negativa, a saber los reaccionarios, concuerdan y se alimentan también con la figura mas bien distorsionada que pretenden difundir ciertos ambientes eclesiásticos y mediáticos de progresismo “liberal”.
Los une la imagen, falseada, de un Papa
que quiere cambiar las enseñanzas doctrinales y morales de la Iglesia,
que se contrapone a sus predecesores en la sede de Pedro, figura como separada
de la realidad viva de la Iglesia, sea para denigrarla por parte de los
primeros y para exaltarla por parte de los segundos.
Ambos no escuchan, toman
selectivamente de los discursos pontificios, censuran todo lo que no esté de
acuerdo con su interpretación ideológica, con sus propios intereses, con sus
esquemas mentales y espirituales, con la imagen del Papa que quieren difundir.
Por eso, prefieren hablar poco o nada cuando el Papa señala la mundanidad come
pecado grave de los cristianos, cuando habla de las “insidias del
demonio” en acomodarse al “moderno”, cuando denuncia el neo-malthusianismo de
los nuevos “Herodes”, cuando se refiere al “colonialismo ideológico” contra la
familia, cuando denuncia la “teoría del gender”. Mejor callar para quedarse con
su propia interpretación y propagarla. Acabarán, ambas partes, en tratarle de
“populista”, concepto ideológico abusado y maltratado que sólo sirve para
confundir.
Contra estos esquemas reductivos y deformantes, se puede confiar en que el límpido y auténtico testimonio del Papa Francisco, la sencilla claridad de sus palabras y gestos, que impactan los “media”, puedan ser bien acogidas por fieles y pastores, por la gente, por los pueblos.
Contra estos esquemas reductivos y deformantes, se puede confiar en que el límpido y auténtico testimonio del Papa Francisco, la sencilla claridad de sus palabras y gestos, que impactan los “media”, puedan ser bien acogidas por fieles y pastores, por la gente, por los pueblos.
Sin embargo, no hay que
subestimar la perplejidad y el desconcierto provocados y difundidos por los que
siembran confusión y, por ello, desconciertos y división.
En algunas ocasiones,
la espontaneidad y expresividad en las palabras del Papa pueden también provocar
sentimientos variados, alimentados por la reacción parcial, a veces
instrumental, de la prensa que las manejan a su modo.
Tal vez la Providencia de
Dios permite que a las persecuciones “externas” se sumen algunas “internas”,
para moderar cualquier tentación de “triunfalismo” y recordar que la Cruz
cargada es siempre una muestra de auténtica experiencia cristiana y de
ministerio al servicio de Dios y de los pueblos.
En todo caso, el papa
Francisco mira siempre más allá de los corrillos y pujas eclesiásticas, a veces
nos “pega” fuerte pero siempre nos abraza, sin medio a todas nuestras
fragilidades e infidelidades, sin miedo al camino de la libertad, al igual que
el padre con el hijo pródigo.
Sin duda, la reforma de la Iglesia in capitis e in membris, para ser cada vez más fiel a su Señor y a la misión que le ha sido confiada – reforma que es obra del Espíritu Santo -, no puede depender de un hombre solo al comando.
Sin duda, la reforma de la Iglesia in capitis e in membris, para ser cada vez más fiel a su Señor y a la misión que le ha sido confiada – reforma que es obra del Espíritu Santo -, no puede depender de un hombre solo al comando.
Reforma in capitis implica y requiere conversión pastoral, la cual es
“conversión del papado”, ya en acto, pero también conversión de los Pastores, a
saber de los Obispos, de sus colaboradores en el ministerio, de todos los
operadores pastorales.
Las palabras del papa Francisco sobre los Obispos y los
sacerdotes son muy claras. Cada Pastor está llamado a un profundo examen de
conciencia y revisión de vida. Basta ver al Papa y seguirlo.
No hay reforma in
capitis si no se logra contar con personas, actitudes y estilos que sigan
verdaderamente al Papa en el servicio de la Curia Romana.
No hay verdadera
reforma sin una re-consagración que sacuda la vida de las comunidades de
religiosos y religiosas, de manera que su camino de santidad y misión se
muestre fascinante y atractivo.
No hay verdadera reforma si no es por medio de
una multiforme riqueza carismática y educativa que ayude a da un salto de
cualidad en la fe y piedad de los pueblos.
No hay verdadera reforma si no es en
una Iglesia en salida, hacia todas las periferias, cercana a la gente, llena de
misericordia, de ternura y de solidaridad.
No hay verdadera reforma si los
pobres, que están en el centro del Evangelio, no están también, efectivamente,
en el corazón de la Iglesia.
No hay verdadera reforma si el Evangelio no
desencadena nuevos y fuertes movimientos de dignidad, de justicia y de paz en la
vida de las naciones y en la comunidad internacional.
No hay verdadera reforma
si no inicia y se alimenta de rodillas, rezando. Sólo así el Espíritu Santo irá
sedimentando, consolidando e irradiando por todas partes las energías
cristianas que el papa Francisco está ayudando a reflorecer. Creo que son
estos los mayores desafíos que el pontificado tiene por delante.
Dr. Guzmán M. Carriquiry Lecour
Secretario encargado de la Vice-Presidencia de la Pontificia Comisión para América Latina
Ayuden a mantener siempre viva en la
Iglesia en América Latina la pasión por nuestros pueblos: el Papa al CELAM
Querido hermano, al transmitirle mis más cordiales saludos de
viva estima, imparto a todos los miembros y colaboradores del CELAM, y a todo
el episcopado latinoamericano y del Caribe, mi Bendición Apostólica, poniendo
en la tilma de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de América, todos estos
propósitos para que, por su intercesión, Nuestro Señor Jesucristo suscite
siempre nuevos y más santos discípulos misioneros en nuestras iglesias, y más
valientes constructores de paz y justicia en nuestras naciones.
Secretario encargado de la Vice-Presidencia de la Pontificia Comisión para América Latina
MENSAJE DE FRANCISCO AL CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO, CELAM
2015-10-30 Radio Vaticana
(RV).- El Papa Francisco
recibió en audiencia en la mañana de este viernes 30 de octubre a la
presidencia del Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM, encabezados por el
presidente, el cardenal Rubén Salazar Gómez, arzobispo de Bogotá. El Pontífice
dirigió un mensaje a los obispos del Consejo, que este año celebra su
sexagésimo aniversario, expresando su viva estima y uniéndose a ellos en acción
de gracias por los frutos que ha dado el servicio de su trabajo a la Iglesia en
Latinoamérica.
Carta del Santo Padre
Francisco al presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano
Texto completo del Mensaje del Papa
Querido Hermano:
Con ocasión de los 60 años del Consejo Episcopal Latinoamericano
(CELAM), deseo unirme en oración de acción de gracias por todo el bien que el
Señor ha ido sembrando y dando fruto por medio de su servicio a la Iglesia de
Dios en América Latina.
Espero que el CELAM, teniendo como prioridad la conversión
pastoral y misionera, sea cada vez más partícipe, sostén e ímpetu irradiante de
ese movimiento evangelizador hacia todos los ambientes y confines. Es
importante que nuestras comunidades sean «casa y escuela de comunión», que
atraigan por una sorprendente fraternidad fundada en el reconocimiento del
Padre común, y ayuden a mantener siempre viva en la Iglesia en América Latina
la pasión por nuestros pueblos, la asunción de sus sufrimientos y la capacidad
de discernimiento cristiano de las vicisitudes de su historia presente, para
abrir caminos de mayor equidad, paz y justicia.
La próxima apertura del Jubileo extraordinario de la
Misericordia será un acontecimiento de gracia en el que el CELAM ha de prestar
un servicio fundamental de animación, intercambio y celebración.
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