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PAPA FRANCISCO JORNADA DE AYUNO Y ORACION POR LA PAZ DE SIRIA.
Desde ese día han llovido las adhesiones a una iniciativa
que ha sido aplaudida no sólo por los católicos sino por las otras confesiones
cristianas, por los pertenecientes a otras religiones, desde budistas a judíos
y musulmanes y también por aquellos que no pertenecen a religión alguna.
Se han
movilizado parroquias y asociaciones, Caritas y la Comunidad de San Egidio,
grupos de oración y órdenes religiosas como las Carmelitas descalzas de Tierra
Santa; alcaldes y presidentes de autonomías regionales, organizaciones por la
paz, la cooperación y el desarrollo, sindicatos, etc...
Al llamamiento se ha
adherido una larga lista de personalidades como el arquitecto italiano Renzo
Piano, el presidente del Parlamento Europeo Martin Schulz o el Gran Mufti de
Siria, lider espiritual de los sunís que esta tarde en Damasco ha invocado la
paz en la mezquita de los Omeyas con los jefes religiosos de su nación. En las
iglesias católicas de todo el mundo, desde Australia hasta Egipto, se ha
elevado esta tarde una oración por la paz.
Ya desde esta mañana la Plaza estaba abarrotada de
personas; entre ellas eran numerosas las que querían confesar, a partir de las
17,45 con alguno de los 50 sacerdotes instalados en el Brazo de Constantino y
bajo las columnatas, porque Francisco quería que en esta jornada estuvieran
presentes los confesores porque, “la verdadera paz nace del corazón del ser
humano reconciliado con Dios y con sus hermanos”.
A las 18,30 se han vuelto a
leer las palabras que el Papa pronunció el pasado domingo como introducción de
la Vigilia que ha comenzado a las 19 con el saludo del pontífice y el canto del
“Veni Creator”, al que ha seguido la entronización de la imagen de la Virgen
como “Salus Populi Romani”, llevada por cuatro Guardias Suizos
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El Papa ha comenzado entonces el rezo del Rosario; cada
misterio iba acompañado por la lectura de una poesía de Santa Teresita del Niño
Jesús y al final se invocaba a María: “Reina de la Paz, ruega por nosotros.
Discurso del Papa durante vigilia por la paz: La guerra es una derrota para la humanidad
2013-09-07 21:14:03
(click link para ver video)
Papa Francisco: La violencia no es un camino hacia la paz
2013-09-07 23:21:25
(click link para ver video)
Y vio Dios que era bueno» (Gn 1,12.18.21.25). El relato bíblico de los orígenes del mundo y de la humanidad nos dice que Dios mira la creación, casi como contemplándola, y dice una y otra vez: Es buena. Esto, queridísimos hermanos y hermanas, nos introduce así en el corazón de Dios y, de su interior, recibimos este mensaje.
Podemos
preguntarnos: ¿Qué significado tienen estas palabras? ¿Qué nos dicen a ti, a
mí, a todos nosotros?
1. Nos dicen
simplemente que nuestro mundo, en el corazón y en la mente de Dios, es “casa de
armonía y de paz” y un lugar en el que todos pueden encontrar su puesto y
sentirse “en casa”, porque “es bueno”.
Toda la creación forma un conjunto
armonioso, bueno, pero sobre todo los seres humanos, hechos a imagen y
semejanza de Dios, forman una sola familia, en la que las relaciones están
marcadas por una fraternidad real y no sólo de palabra: el otro y la otra son
el hermano y la hermana que hemos de amar, y la relación con Dios, que es amor,
fidelidad, bondad, se refleja en todas las relaciones humanas y confiere
armonía a toda la creación.
El mundo de Dios es un mundo en el que todos se
sienten responsables de todos, del bien de todos. Esta noche, en la reflexión,
con el ayuno, en la oración, cada uno de nosotros, todos, pensemos en lo más
profundo de nosotros mismos: ¿No es ése el mundo que yo deseo? ¿No es ése el
mundo que todos llevamos dentro del corazón? El mundo que queremos ¿no es un
mundo de armonía y de paz, dentro de nosotros mismos, en la relación con los
demás, en las familias, en las ciudades, en y entre las naciones? Y la
verdadera libertad para elegir el camino a seguir en este mundo ¿no es
precisamente aquella que está orientada al bien de todos y guiada por el amor?
2. Pero
preguntémonos ahora: ¿Es ése el mundo en el que vivimos? La creación conserva
su belleza que nos llena de estupor, sigue siendo una obra buena. Pero también
hay “violencia, división, rivalidad, guerra”. Esto se produce cuando el hombre,
vértice de la creación, pierde de vista el horizonte de belleza y de bondad, y
se cierra en su propio egoísmo.
Cuando el hombre piensa sólo en sí mismo, en sus propios intereses y se pone en el centro, cuando se deja fascinar por los ídolos del dominio y del poder, cuando se pone en el lugar de Dios, entonces altera todas las relaciones, arruina todo; y abre la puerta a la violencia, a la indiferencia, al enfrentamiento.
Eso es exactamente lo que quiere hacernos comprender el pasaje
del Génesis en el que se narra el pecado del ser humano: El hombre entra en
conflicto consigo mismo, se da cuenta de que está desnudo y se esconde porque
tiene miedo (Gn 3,10), tiene miedo de la mirada de Dios; acusa a la mujer, que
es carne de su carne (v. 12); rompe la armonía con la creación, llega incluso a
levantar la mano contra el hermano para matarlo. ¿Podemos decir que de la
“armonía” se pasa a la “desarmonía”? ¿Podemos decir esto? ¿que de la harmonía
se pasa a la desarmonía? No, no existe la “desarmonía”: o hay armonía o se cae
en el caos, donde hay violencia, rivalidad, enfrentamiento, miedo…
Precisamente
en medio de este caos, Dios pregunta a la conciencia del hombre: «¿Dónde está
Abel, tu hermano?». Y Caín responde: «No sé, ¿soy yo el guardián de mi
hermano?» (Gn 4,9). Esta pregunta se dirige también a nosotros, y también a
nosotros nos hará bien preguntarnos: ¿Soy yo el guardián de mi hermano? Sí, tú
eres el guardián de tu hermano. Ser persona humana significa ser guardianes los
unos de los otros.
Sin embargo, cuando se pierde la armonía, se produce una
metamorfosis: el hermano que deberíamos proteger y amar se convierte en el
adversario a combatir, suprimir. ¡Cuánta violencia se genera en ese momento,
cuántos conflictos, cuántas guerras han jalonado nuestra historia! Basta ver el
sufrimiento de tantos hermanos y hermanas. No se trata de algo coyuntural, sino
que es verdad: en cada agresión y en cada guerra hacemos renacer a Caín. ¡Todos
nosotros! Y también hoy prolongamos esta historia de enfrentamiento entre los
hermanos, también hoy levantamos la mano contra quien es nuestro hermano.
También hoy
nos dejamos llevar por los ídolos, por el egoísmo, por nuestros intereses; y
esta actitud va a más: hemos perfeccionado nuestras armas, nuestra conciencia
se ha adormecido, hemos hecho más sutiles nuestras razones para justificarnos.
Como si fuese algo normal, seguimos sembrando destrucción, dolor, muerte. La
violencia, la guerra traen sólo muerte, hablan de muerte. La violencia y la
guerra utilizan el lenguaje de la muerte. Después del caos del Diluvio, ha
dejado de llover, se ve el arco iris y la paloma trae un ramo de oliva.
Pienso
también hoy a aquel olivo que los representantes de las diversas religiones
hemos plantado en Buenos Aires, en la Plaza de Mayo, en el 2000, pidiendo que
no haya más caos, pidiendo que no haya más guerra, pidiendo paz.
3. En estas
circunstancias, me pregunto: ¿Es posible seguir otro camino? ¿Podemos salir de
esta espiral de dolor y de muerte? ¿Podemos aprender de nuevo a caminar por las
sendas de la paz? Invocando la ayuda de Dios, bajo la mirada materna de la
Salus populi romani, Reina de la paz, quiero responder: Sí, es posible para
todos.
Esta noche me gustaría que desde todas las partes de la tierra
gritásemos: Sí, es posible para todos. Más aún, quisiera que cada uno de
nosotros, desde el más pequeño hasta el más grande, incluidos aquellos que
están llamados a gobernar las naciones, dijese: Sí, queremos. Mi fe cristiana
me lleva a mirar a la Cruz.
¡Cómo
quisiera que por un momento todos los hombres y las mujeres de buena voluntad
mirasen la Cruz! Allí se puede leer la respuesta de Dios: allí, a la violencia
no se ha respondido con violencia, a la muerte no se ha respondido con el
lenguaje de la muerte.
En el silencio de la Cruz calla el fragor de las armas y
habla el lenguaje de la reconciliación, del perdón, del diálogo, de la paz.
Quisiera pedir al Señor, esta noche, que nosotros cristianos, los hermanos de
las otras religiones, todos los hombres y mujeres de buena voluntad gritasen
con fuerza:
¡La violencia
y la guerra nunca son camino para la paz! Que cada uno mire dentro de su propia
conciencia y escuche la palabra que dice: Sal de tus intereses que atrofian tu
corazón, supera la indiferencia hacia el otro que hace insensible tu corazón,
vence tus razones de muerte y ábrete al diálogo, a la reconciliación; mira el
dolor de tu hermano ¡pienso en los niños: solamente ellos!… Mira el dolor
de tu hermano y no añadas más dolor, detén tu mano, reconstruye la armonía que se
ha perdido; y esto no con la confrontación, sino con el encuentro.
¡Que se acabe
el sonido de las armas! La guerra significa siempre el fracaso de la paz, es
siempre una derrota para la humanidad. Resuenen una vez más las palabras de
Pablo VI: «Nunca más los unos contra los otros; jamás, nunca más… ¡Nunca más la
guerra! ¡Nunca más la guerra!» (Discurso a las Naciones Unidas, 4 octubre 1965:
AAS 57 [1965], 881). «La Paz se afianza solamente con la paz; ¡la Paz se
afianza solamente con la paz! La paz no separada de los deberes de la justicia,
sino alimentada por el propio sacrificio, por la clemencia, por la
misericordia, por la caridad» (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1976:
AAS 67 [1975], 671).
Hermanos y hermanas, perdón, diálogo, reconciliación son
las palabras de la paz: en la amada nación siria, en Oriente Medio, en todo el
mundo.
Recemos esta
tarde por la reconciliación y por la paz, contribuyamos a la reconciliación y a
la paz, y convirtámonos todos, en cualquier lugar donde nos encontremos, en
hombres y mujeres de reconciliación y de paz. Así sea.
(RC-RV)
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(RC-RV)
Finalizada la meditación del Pontífice, se ha guardado silencio
mientras se preparaba el
altar para la exposición del Santísimo. Durante la adoración se ha leído una lectura bíblica sobre el tema de la paz, seguida de la oración de un Papa sobre ese mismo argumento,y de una invocación responsorial para pedirla.
altar para la exposición del Santísimo. Durante la adoración se ha leído una lectura bíblica sobre el tema de la paz, seguida de la oración de un Papa sobre ese mismo argumento,y de una invocación responsorial para pedirla.
Al final de cada uno de estos momentos, cinco
parejas de personas (en representación de Siria, Egipto, Tierra Santa, Estados
Unidos y Rusia) ofrecían incienso en el incensario a la derecha del altar.
La
oferta iba acompañada de una serie de invocaciones cuyo tema común era la paz,
entre ellas “Señor que amas la vida lleva a la paz allí donde se decide la
suerte de las naciones” y “Rompe con tu potencia creadora cualquier violencia
contra la vida humana”.
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A la adoración han seguido las lecturas, “en la forma más
larga prevista para una celebración de vigilia”; se ha leído el capítulo 20 del
Evangelio de San Juan. Después, alrededor de las 22,15 ha habido, hasta las
22,40, un tiempo prolongado de silencio para la oración personal.
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