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AUDIENCIA GENERAL 4 DE DICIEMBRE 2013
EN NUESTRO INTERIOR, UNA SEMILLA DE RESURRECCIÓN, UN DESTELLO DE ETERNIDAD.
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Como cada miércoles la caricia y la catequesis del Papa, hoy
dedicada a la resurrección de Cristo y nuestra
2013-12-04 Radio Vaticana
(RV).-(se actualizó con video) (Audio)mp3 La fría mañana romana no ha desalentado a
miles de fieles y peregrinos que han llegado hasta la Plaza de San Pedro para
encontrarse y escuchar al Vicario de Cristo.
La gran cantidad de personas -
unas 70 mil- ha hecho que la audiencia semanal con el Papa se desarrolle una
vez más “al aire libre” y no en el Aula Pablo VI, como habitualmente comienza a
hacerse en estas épocas de invierno europeo.
Luego de recorrer en papamóvil descubierto los diversos sectores de la Plaza deteniéndose a saludar, acariciar y bendecir a los fieles, especialmente niños y personas enfermas, Francisco ha vuelto a dedicar su catequesis a la “resurrección de la carne”, que no es fácil de entender -ha dicho- si estamos inmersos en este mundo.
En el Evangelio, explicó el Santo
Padre, encontramos la aclaración: el que Jesús haya resucitado es la prueba de
que la resurrección de los muertos existe. “Cristo está siempre con nosotros,
viene cada día y vendrá al final.
Entonces Él resucitará también nuestro cuerpo
en la gloria, no lo devolverá al mundo terrenal. Viviendo de esta fe, seremos
menos prisioneros de lo efímero, de lo pasajero.”
El Papa nos ha invitado a dar testimonio alegre de “esa condición de vida eterna hacia la que caminamos.” (RC-RV)
Resumen de su catequesis y saludo del Papa en nuestro idioma
Queridos hermanos y hermanas
Hoy volvemos sobre la afirmación: «Creo en la resurrección de la carne». Esto no es fácil de entender estando inmersos en este mundo, pero el Evangelio nos lo aclara: el que Jesús haya resucitado es la prueba de que la resurrección de los muertos existe. Ya la fe en Dios, creador y liberador de todo el hombre - alma y cuerpo- , abre el camino a la esperanza de la resurrección de la carne.
Esta esperanza
se cumple en la persona de Jesús, que es «la resurrección y la vida» (Jn
11,25); que nos ha tomado con él en su vuelta al Padre en el Reino glorioso. La
omnipotencia y la fidelidad de Dios no se detienen a las puertas de la muerte.
Cristo está siempre con nosotros, viene cada día y vendrá al final.
Entonces él resucitará también nuestro cuerpo
en la gloria, no lo devolverá al mundo terrenal. Viviendo de esta fe, seremos
menos prisioneros de lo efímero, de lo pasajero.
Esta
transfiguración de nuestro cuerpo se prepara ya en esta vida por el encuentro
con Cristo Resucitado, especialmente en la Eucaristía, en la que nos
alimentamos de su Cuerpo y de su Sangre.
En cierto modo,
ya ahora resucitamos, participamos por el Bautismo de una vida nueva, del
misterio de Cristo muerto y resucitado. Tenemos una semilla de resurrección, un
destello de eternidad, que hace siempre toda vida humana digna de respeto y de
amor.
Saludo con
afecto a los peregrinos de lengua española, venidos de España, Argentina, Perú,
Venezuela y otros países latinoamericanos. Que todos demos testimonio alegre de
esa condición de vida eterna hacia la que caminamos.
Texto completo de la catequesis del Papa en italiano
CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE:
LA RESURRECCIÓN DE CRISTO Y LA NUESTRA
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!:
CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE:
LA RESURRECCIÓN DE CRISTO Y LA NUESTRA
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!:
Quiero volver de nuevo hoy sobre la afirmación: "Creo en la resurrección de la carne. " Trata una verdad que no es simple, y menos aún obvia, porque, viviendo inmersos en este mundo, no es fácil entender las realidades del futuro. Pero el Evangelio nos ilumina: nuestra resurrección está estrechamente ligada a la resurrección de Jesús; el hecho de que Él resucitó es la prueba de que existe la resurrección de los muertos.
Quisiera presentar algunos aspectos que conciernen a la
relación entre la resurrección de Cristo y nuestra resurrección. ¡Él ha
resucitado! Y porque Él ha resucitado, también nosotros resucitaremos.
En primer lugar, la propia Sagrada Escritura contiene un camino hacia la plena fe en la resurrección de los muertos. Ésta se expresa como la fe en Dios Creador de todo hombre - cuerpo y alma - y como fe en Dios liberador, el Dios fiel a la alianza con su pueblo.
El profeta Ezequiel en una visión, contempla los sepulcros de los deportados
que se vuelven a abrir y los huesos secos vuelven a la vida gracias a la
infusión de un espíritu vivificante.
Esta visión expresa la esperanza en la
futura "resurrección de Israel ", es decir, en el renacimiento del
pueblo derrotado y humillado (cf. Ez 37:1-14).
Jesús en el Nuevo Testamento, lleva a cumplimiento esta revelación, y vincula la fe en la resurrección a su propia persona y dice: " Yo soy la resurrección y la vida" (Jn 11:25). De hecho, será el Señor Jesús quien resucitará el último día a los que han creído en Él. Jesús vino entre nosotros, se hizo hombre como nosotros en todo, menos en el pecado; y de esta manera nos ha tomado con él en su camino de regreso al Padre.
Jesús en el Nuevo Testamento, lleva a cumplimiento esta revelación, y vincula la fe en la resurrección a su propia persona y dice: " Yo soy la resurrección y la vida" (Jn 11:25). De hecho, será el Señor Jesús quien resucitará el último día a los que han creído en Él. Jesús vino entre nosotros, se hizo hombre como nosotros en todo, menos en el pecado; y de esta manera nos ha tomado con él en su camino de regreso al Padre.
Él, el
Verbo encarnado, muerto por nosotros y resucitado, da a sus discípulos el
Espíritu Santo como garantía de la plena comunión en su Reino glorioso, que
esperamos vigilantes.
Esta espera es la fuente y la razón de nuestra esperanza:
una esperanza que, si se cultiva y se custodia, nuestra esperanza si la
cultivamos y la custodiamos, se convierten en luz para iluminar nuestra
historia personal y también la historia comunitaria.
Recordémoslo
siempre: somos discípulos de Aquel que vino, que viene todos los días y vendrá
al final. Si somos capaces de tener más presente esta realidad, estaremos menos
fatigados ante lo cotidiano, menos prisioneros de lo efímero y más dispuestos a
caminar con un corazón misericordioso por el camino de la salvación.
Otro aspecto: ¿qué significa resucitar? La resurrección -¡la resurrección de todos nosotros, eh!- tendrá lugar el último día, en el fin del mundo, por la omnipotencia de Dios, que volverá a dar la vida a nuestro cuerpo reuniéndolo con el alma, en virtud de la resurrección de Jesús. Y ésta es la explicación fundamental: porque Jesús ha Resucitado, nosotros resucitaremos.
Nosotros
tenemos esperanza en la resurrección, porque Él nos ha abierto la puerta: nos
ha abierto la puerta a esta resurrección. Y esta transformación en espera, en
camino de resurrección, esta transfiguración de nuestro cuerpo viene preparada
en esta vida por la relación con Jesús, en los Sacramentos, especialmente en la
Eucaristía.
Nosotros
que en esta vida nos alimentamos de su Cuerpo y de su Sangre resucitaremos como
Él, con Él y por medio de Él. Como Jesús ha resucitado con su cuerpo, pero no
ha vuelto a la vida terrenal, así también nosotros resurgiremos con nuestros
cuerpos que serán transformados en cuerpos gloriosos, cuerpos espirituales.
Pero esto no es una mentira, ¡eh! ¡Esto es cierto!
Nosotros
creemos que Jesús ha Resucitado, que Jesús está vivo en este momento. Pero,
¿ustedes creen que Jesús está vivo? ¿Qué vive? Ah, no lo creen, ¿eh?
(Responden: "¡Sí!") ¿Lo creen o no lo creen? (Responden:
"¡Sí!") Y si Jesús está vivo, ¿ustedes creen que Jesús nos dejará
morir y no nos hará resucitar? ¡No! Él nos espera. Y porque ha resucitado, la
fuerza de su resurrección nos resucitará a todos nosotros!
Y ya en esta vida tenemos una participación en la Resurrección de Cristo. Si bien es cierto que Jesús nos resucitará al final de los tiempos, también es verdad que, en un cierto sentido, con Él ya hemos resucitado.
¡La vida eterna comienza ya en este
momento! Comienza durante toda la vida, hacia aquel momento de la resurrección
final. Y ya estamos resucitados! De hecho, mediante el Bautismo, somos
incorporados en la muerte y resurrección de Cristo y participamos de la vida
nueva, que es la vida de Él.
Por lo
tanto, a la espera del último día, tenemos en nosotros mismos una semilla de
resurrección, como la anticipación de la resurrección plena que recibiremos en
herencia.
Por esta razón, también el cuerpo de cada uno de nosotros es
resonancia de eternidad, y por ello siempre debe ser respetado; y sobre todo se
debe respetar y amar la vida de los que sufren, para que sientan la cercanía
del Reino de Dios, aquella condición de vida eterna hacia la que caminamos ¡Y
este pensamiento nos da esperanza! Estamos en camino hacia la Resurrección.
Y esta es nuestra alegría: un día encontrar a Jesús, encontrarnos con Jesús
todos juntos, todos juntos - no aquí en la plaza, en otra parte - pero felices
con Jesús. ¡Y este es nuestro destino!
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