+
AUDIENCIA GENERAL 19 DE FEBRERO 2014.
__________________________________
Acercarse al sacramento de la Penitencia para recibir el abrazo de
la infinita misericordia del Padre, invitación del Papa Francisco durante la
audiencia general
La catequesis de hoy está centrada en el sacramento de la Reconciliación. Este sacramento brota directamente del Misterio Pascual. Jesús Resucitado se apareció a sus apóstoles y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo, a quienes perdonen los pecados, les quedarán perdonados».
La Confesión, que se realiza de forma personal y privada, no debe hacernos olvidar su carácter eclesial. En la comunidad cristiana es donde se hace presente el Espíritu Santo, que renueva los corazones en el amor de Dios y une a todos los hermanos en un solo corazón, en Jesucristo. Por eso, no basta pedir perdón al Señor interiormente; es necesario confesar con humildad los propios pecados ante el sacerdote, que es nuestro hermano, que representa a Dios y a la Iglesia. Nos puede hacer bien hoy, pensar, a cada uno, cuánto tiempo hace que no me confieso. Cada uno responda. Le puede hacer bien.
El ministerio de la Reconciliación es un auténtico tesoro, que en ocasiones corremos el peligro de olvidar, por pereza o por vergüenza, pero sobre todo por haber perdido el sentido del pecado, que en el fondo es la pérdida del sentido de Dios.
A través de los Sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, el hombre recibe la vida nueva en Cristo.
1- El Sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación – nosotros lo llamamos también de la Confesión - brota directamente del misterio pascual. En efecto, la misma tarde de Pascua el Señor se apareció a los discípulos, encerrados en el cenáculo, y luego de haberles dirigido el saludo “¡Paz a ustedes!”, sopló sobre ellos y les dijo: “Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen” (Jn. 20,21-23). Este pasaje nos revela la dinámica más profunda que está contenida en este Sacramento. Sobre todo, el hecho que el perdón de nuestros pecados no es algo que podemos darnos nosotros mismos: yo no puedo decir: “Yo me perdono los pecados”; el perdón se pide, se pide a otro, y en la Confesión pedimos perdón a Jesús. El perdón no es fruto de nuestros esfuerzos, sino es un regalo, es don del Espíritu Santo, que nos colma de la abundancia de la misericordia y la gracia que brota incesantemente del corazón abierto del Cristo crucificado y resucitado.
2- En el tiempo, la celebración de este Sacramento ha pasado de una forma pública – porque al inicio se hacía públicamente – ha pasado de esta forma pública a aquella personal, a aquella forma reservada de la Confesión. Pero esto no debe hacer perder la matriz eclesial, que constituye el contexto vital.
Quisiera preguntarles, pero no respondan en voz alta ¿eh?, cada uno se responda en su corazón: ¿cuándo ha sido la última vez que te has confesado? Cada uno piense. ¿Dos días, dos semanas, dos años, veinte años, cuarenta años? Cada uno haga la cuenta, y cada uno se diga a sí mismo: ¿cuándo ha sido la última vez que yo me he confesado? Y si ha pasado mucho tiempo, ¡no pierdas ni un día más! Ve hacia delante, que el sacerdote será bueno. Está Jesús, allí, ¿eh? Y Jesús es más bueno que los curas, y Jesús te recibe. Te recibe con tanto amor. Sé valiente, y adelante con la Confesión.
Queridos amigos, celebrar el Sacramento de la Reconciliación significa estar envueltos en un abrazo afectuoso: es el abrazo de la infinita misericordia del Padre. Recordemos aquella bella, bella Parábola del hijo que se fue de casa con el dinero de su herencia, despilfarró todo el dinero y luego, cuando ya no tenía nada, decidió regresar a casa, pero no como hijo, sino como siervo.
Llamado por Ucrania
Con ánimo preocupado sigo todo lo que en estos días está sucediendo en Kiev.
Aseguro mi cercanía al pueblo ucranio y rezo por las víctimas de las violencias, por sus familiares y por los heridos. Invito a todas las partes a cesar todo tipo de violencia y a buscar la concordia y la paz en el País.
(Traducción del italiano: Cecilia Mutual, RV)
2014-02-19 Radio Vaticana
(RV).- (Con audio) El Santo Padre
Francisco volvió a encontrarse con miles de fieles y peregrinos en la Plaza de
San Pedro para la audiencia semanal. La catequesis de este miércoles estuvo
centrada en el sacramento de la Reconciliación “auténtico tesoro, que en
ocasiones corremos el peligro de olvidar”.
El Obispo de Roma nos recordó que el
perdón de los pecados no es fruto de nuestro esfuerzo personal, sino don del
Espíritu Santo que nos purifica con la misericordia y la gracia del Padre.
“La
Confesión, que se realiza de forma personal y privada, no debe hacernos olvidar
su carácter eclesial”. “No basta pedir perdón al Señor interiormente; es
necesario confesar con humildad los propios pecados ante el sacerdote, que
representa a Dios y a la Iglesia”, puntualizó el Papa, quien invitó a todos a
acercarse al sacramento de la Penitencia y recibir así el abrazo de la infinita
misericordia del Padre, “que está siempre dispuesto a acogernos.” (RC-RV)
La catequesis de hoy está centrada en el sacramento de la Reconciliación. Este sacramento brota directamente del Misterio Pascual. Jesús Resucitado se apareció a sus apóstoles y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo, a quienes perdonen los pecados, les quedarán perdonados».
Así pues, el perdón de los
pecados no es fruto de nuestro esfuerzo personal, sino es un regalo, un don del
Espíritu Santo que nos purifica con la misericordia y la gracia del Padre.
La Confesión, que se realiza de forma personal y privada, no debe hacernos olvidar su carácter eclesial. En la comunidad cristiana es donde se hace presente el Espíritu Santo, que renueva los corazones en el amor de Dios y une a todos los hermanos en un solo corazón, en Jesucristo. Por eso, no basta pedir perdón al Señor interiormente; es necesario confesar con humildad los propios pecados ante el sacerdote, que es nuestro hermano, que representa a Dios y a la Iglesia. Nos puede hacer bien hoy, pensar, a cada uno, cuánto tiempo hace que no me confieso. Cada uno responda. Le puede hacer bien.
El ministerio de la Reconciliación es un auténtico tesoro, que en ocasiones corremos el peligro de olvidar, por pereza o por vergüenza, pero sobre todo por haber perdido el sentido del pecado, que en el fondo es la pérdida del sentido de Dios.
Cuando nos dejamos reconciliar por Jesús, encontramos una paz
verdadera.
Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los participantes en el Curso Internacional de Animación Misionera, así como a los grupos provenientes de España, México, Argentina y otros países latinoamericanos. Invito a todos a acercarse con frecuencia al sacramento de la Penitencia, a confesarse y recibir así el abrazo de la infinita misericordia del Padre, que nos está esperando para darnos un fuerte abrazo. Gracias.
Texto completo de la catequesis del Papa en español
Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los participantes en el Curso Internacional de Animación Misionera, así como a los grupos provenientes de España, México, Argentina y otros países latinoamericanos. Invito a todos a acercarse con frecuencia al sacramento de la Penitencia, a confesarse y recibir así el abrazo de la infinita misericordia del Padre, que nos está esperando para darnos un fuerte abrazo. Gracias.
Texto completo de la catequesis del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas, ¡Buenos días!
A través de los Sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, el hombre recibe la vida nueva en Cristo.
Ahora,
todos lo sabemos, esta vida, nosotros la llevamos “en vasos de barro” (2
Cor 4,7), estamos todavía sometidos a la tentación, al sufrimiento, a
la muerte y, a causa del pecado, podemos incluso perder la nueva vida. Por
esto, el Señor Jesús, ha querido que la Iglesia continúe su obra de salvación
también hacia sus propios miembros, en particular, con el Sacramento de la
Reconciliación y el de la Unción de los enfermos, que pueden estar unidos bajo
el nombre de “Sacramentos de sanación”.
El sacramento de la reconciliación es
un sacramento de sanación. Cuando yo voy a confesarme, es para sanarme: sanarme
el alma, sanarme el corazón por algo que hice no está bien. El ícono bíblico
que los representa mejor, en su profundo vínculo, es el episodio del perdón y
de la curación del paralítico, donde el Señor Jesús se revela al mismo tiempo
médico de las almas y de los cuerpos (Mc 2,1-12 / Mt 9,1-8; Lc
5,17-26).
1- El Sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación – nosotros lo llamamos también de la Confesión - brota directamente del misterio pascual. En efecto, la misma tarde de Pascua el Señor se apareció a los discípulos, encerrados en el cenáculo, y luego de haberles dirigido el saludo “¡Paz a ustedes!”, sopló sobre ellos y les dijo: “Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen” (Jn. 20,21-23). Este pasaje nos revela la dinámica más profunda que está contenida en este Sacramento. Sobre todo, el hecho que el perdón de nuestros pecados no es algo que podemos darnos nosotros mismos: yo no puedo decir: “Yo me perdono los pecados”; el perdón se pide, se pide a otro, y en la Confesión pedimos perdón a Jesús. El perdón no es fruto de nuestros esfuerzos, sino es un regalo, es don del Espíritu Santo, que nos colma de la abundancia de la misericordia y la gracia que brota incesantemente del corazón abierto del Cristo crucificado y resucitado.
En segundo lugar, nos recuerda que
sólo si nos dejamos reconciliar en el Señor Jesús con el Padre y con los hermanos
podemos estar verdaderamente en paz. Y ésto lo hemos sentido todos, en el
corazón, cuando vamos a confesarnos, con un peso en el alma, un poco de
tristeza. Y cuando sentimos el perdón de Jesús, ¡estamos en paz! Con aquella
paz del alma tan bella, que sólo Jesús puede dar, ¡sólo Él!
2- En el tiempo, la celebración de este Sacramento ha pasado de una forma pública – porque al inicio se hacía públicamente – ha pasado de esta forma pública a aquella personal, a aquella forma reservada de la Confesión. Pero esto no debe hacer perder la matriz eclesial, que constituye el contexto vital.
En
efecto, es la comunidad cristiana el lugar en el cual se hace presente el
Espíritu, el cual renueva los corazones en el amor de Dios y hace de todos los
hermanos una sola cosa, en Cristo Jesús.
He aquí por qué no basta pedir perdón
al Señor en la propia mente y en el propio corazón, sino que es necesario
confesar humildemente y confiadamente los propios pecados al ministro de la
Iglesia.
En la celebración de este Sacramento, el sacerdote no representa
solamente a Dios, sino a toda la comunidad, que se reconoce en la fragilidad de
cada uno de sus miembros, que escucha conmovida su arrepentimiento, que se
reconcilia con Él, que lo alienta y lo acompaña en el camino de conversión y de
maduración humana y cristiana.
Alguno puede decir: “Yo me confieso solamente
con Dios”. Sí, tú puedes decir a Dios: “Perdóname”, y decirle tus pecados. Pero
nuestros pecados son también contra nuestros hermanos, contra la Iglesia y por
ello es necesario pedir perdón a la Iglesia y a los hermanos, en la persona del
sacerdote. “Pero, padre, ¡me da vergüenza!”. También la vergüenza es buena, es
‘salud’ tener un poco de vergüenza.
Porque cuando una persona no tiene
vergüenza, en mi País decimos que es un ‘senza vergogna’ un ‘sinvergüenza’. La
vergüenza también nos hace bien, nos hace más humildes. Y el sacerdote recibe
con amor y con ternura esta confesión, y en nombre de Dios, perdona.
También
desde el punto de vista humano, para desahogarse, es bueno hablar con el
hermano y decirle al sacerdote estas cosas, que pesan tanto en mi corazón: uno
siente que se desahoga ante Dios, con la Iglesia y con el hermano. Por eso, no
tengan miedo de la Confesión. Uno, cuando está en la fila para confesarse
siente todas estas cosas – también la vergüenza – pero luego, cuando termina la
confesión sale libre, grande, bello, perdonado, blanco, feliz. Y esto es lo
hermoso de la Confesión.
Quisiera preguntarles, pero no respondan en voz alta ¿eh?, cada uno se responda en su corazón: ¿cuándo ha sido la última vez que te has confesado? Cada uno piense. ¿Dos días, dos semanas, dos años, veinte años, cuarenta años? Cada uno haga la cuenta, y cada uno se diga a sí mismo: ¿cuándo ha sido la última vez que yo me he confesado? Y si ha pasado mucho tiempo, ¡no pierdas ni un día más! Ve hacia delante, que el sacerdote será bueno. Está Jesús, allí, ¿eh? Y Jesús es más bueno que los curas, y Jesús te recibe. Te recibe con tanto amor. Sé valiente, y adelante con la Confesión.
Queridos amigos, celebrar el Sacramento de la Reconciliación significa estar envueltos en un abrazo afectuoso: es el abrazo de la infinita misericordia del Padre. Recordemos aquella bella, bella Parábola del hijo que se fue de casa con el dinero de su herencia, despilfarró todo el dinero y luego, cuando ya no tenía nada, decidió regresar a casa, pero no como hijo, sino como siervo.
Tanta
culpa había en su corazón, y tanta vergüenza. Y la sorpresa fue que cuando
comenzó a hablar y a pedir perdón, el Padre no lo dejó hablar: ¡lo abrazó, lo
besó e hizo una fiesta!
Y yo les digo, ¿eh? ¡Cada vez que nos confesamos, Dios
nos abraza, Dios hace fiesta!
Vayamos adelante por este camino. Que el Señor
los bendiga.
Llamado por Ucrania
Con ánimo preocupado sigo todo lo que en estos días está sucediendo en Kiev.
Aseguro mi cercanía al pueblo ucranio y rezo por las víctimas de las violencias, por sus familiares y por los heridos. Invito a todas las partes a cesar todo tipo de violencia y a buscar la concordia y la paz en el País.
(Traducción del italiano: Cecilia Mutual, RV)
No hay comentarios:
Publicar un comentario