+
AUDIENCIA GENERAL 1° DE OCTUBRE 2014.
__________________________________
Un carisma es un don de Dios para ponerlo al servicio de otros con
la gratuidad y amor con que se lo ha recibido
2014-10-01 Radio Vaticana
Hablando sobre los dones con los que el Señor edifica y hace más fecunda a la Iglesia, en la catequesis del miércoles 1 de octubre de 2014, el Obispo de Roma dijo que entre estos dones de Dios están los carismas.
Y explicó que “un
carisma es más que un talento o una cualidad personal. Es una gracia, un don
que Dios da por medio del Espíritu Santo. No porque alguien sea mejor que los
demás, sino para que lo ponga al servicio de los demás con la misma gratuidad y
amor con que lo ha recibido”.
El Sucesor de Pedro puso dos ejemplos.
El Sucesor de Pedro puso dos ejemplos.
Relato que antes de la Catequesis
recibió a una asociación para minusválidos y dijo que el carisma de estos
hombres y mujeres es el de cuidar a tantos niños inválidos.
Y refiriéndose a la
celebración litúrgica de la fecha: santa Teresita del Niño Jesús manifestó:
esta santa que murió a los 24 años quería ser misionera y quería todos los
carismas. Pero cuando fue a la oración sintió: “en el corazón de la Iglesia yo
seré el amor”.
Este carisma -dijo el Papa- lo tenemos todos, la capacidad de
amar. Pidamos a santa Teresita esta capacidad de amar tanto a la Iglesia y
aceptar los carismas como hijos de la Iglesia.
El Vicario de Cristo invitó a los miles de fieles y peregrinos del mundo reunidos en la plaza del santuario de san Pedro: “Pregúntese cada uno: ¿Qué carisma me ha dado el Señor? ¿Cómo vivo este carisma? ¿Lo asumo con generosidad, poniéndolo al servicio de todos, o acaso lo tengo descuidado o quizás olvidado?”.
Y agregó: “Los diversos carismas y dones con los que el
Padre colma a la Iglesia son para crecer en armonía, en la fe y en su amor,
como un cuerpo solo, el Cuerpo de Cristo, donde tenemos necesidad los unos de
los otros, y donde cada don recibido se verifica plenamente al ser compartido
con los hermanos.
Así resplandece la belleza y la fuerza sobrenatural de la fe
para que juntos podamos entrar en el corazón del Evangelio y seguir a Jesús”.
Para tu Radio, jesuita Guillermo Ortiz de RADIO VATICANA
Texto completo de la catequesis del Papa
La Iglesia
Los carismas: diversidad e unidad
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
Desde el inicio el Señor ha colmado a la Iglesia con los dones de su Espíritu, haciéndola así siempre viva y fecunda, con los dones del Espíritu Santo.
Entre
estos dones, se distinguen algunos que resultan particularmente preciosos para
la edificación y el camino de la comunidad cristiana: se trata de los carismas.
En esta catequesis sobre la Iglesia nos preguntamos: ¿qué es exactamente un
carisma? ¿Cómo podemos reconocerlo y recibirlo? Y sobre todo: ¿el hecho que en
la Iglesia haya una diversidad y una multiplicidad de carismas, debe ser visto
en sentido positivo, como una bella cosa o más bien como un problema?
En el lenguaje común, cuando se habla de “carisma” se entiende a menudo un talento, una habilidad natural. Se dice “esta persona tiene un especial carisma para enseñar”. Es un talento que tiene. Así, frente a una persona particularmente brillante y cautivante, se usa decir: ”es una persona carismática”. ¿Qué significa? No sé, pero es carismática. Y así decimos. No sabemos que decimos pero decimos “es carismática”.
Pero, en la perspectiva cristiana, el carisma es mucho más que una cualidad personal, que una predisposición con la cual se puede estar dotados: el carisma es una gracia, un don prodigado por Dios Padre, a través la acción del Espíritu Santo.
Y es un don que es dado a alguien no porque sea más bueno que los otros
o porque se lo haya merecido: es un regalo que Dios le hace para que, con la
misma gratuidad y el mismo amor, lo pueda poner al servicio de la entera
comunidad, para el bien de todos.
Hablando un poco en modo humano, se dice así:
Dios da esta cualidad, este carisma a esta persona pero no para sí misma sino
para que esté al servicio de toda la comunidad.
Hoy antes de llegar a la plaza,
he recibido tantos, tantos niños minusválidos, en el aula Pablo VI.
Había
tantos. Una asociación que se dedica al cuidado de estos niños. ¿Qué es? Esta
asociación, estos hombres, estas mujeres tienen el carisma de cuidar a los
niños discapacitados. Esto es un carisma.
Una cosa importante que debe ser inmediatamente subrayada es el hecho que uno no puede entender solo si tiene un carisma y cuál.
Pero tantas veces nosotros
hemos escuchado personas que dicen “yo tengo esta cualidad, yo sé cantar muy
bien”. Y nadie tiene el coraje de decirle: “¡mejor que estés callado, porque
nos atormentas a todos cuando tú cantas!” ¡Nadie puede decir “yo tengo este
carisma”! Es al interno de la comunidad que brotan y florecen los dones con los
cuales nos colma el Padre; y es en el seno de la comunidad que se aprende a
reconocerlos como un signo de su amor por todos sus hijos.
Cada uno de nosotros, por lo tanto, es justo que se pregunte: “¿hay algún carisma que el Señor ha hecho nacer en mí, que el Señor ha hecho nacer en mí, en la gracia de su Espíritu, y que mis hermanos en la comunidad cristiana han reconocido y alentado? ¿Y cómo me comporto yo con respecto a este don: lo vivo con generosidad, poniéndolo al servicio de todos o bien lo descuido y termino por olvidarlo? O quizás ¿se transforma para mí en motivo de orgullo, al punto que me lamento siempre de los otros y pretendo que en la comunidad se haga a mi modo? Son preguntas que nos debemos hacer. Si hay un carisma en mí, si este carisma es reconocido por la Iglesia, y si estoy contento con este carisma o tengo un poco de celos de los carismas de otros y quiero tener aquel carisma. ¡No! El carisma es un don. Solamente Dios lo da.
Cada uno de nosotros, por lo tanto, es justo que se pregunte: “¿hay algún carisma que el Señor ha hecho nacer en mí, que el Señor ha hecho nacer en mí, en la gracia de su Espíritu, y que mis hermanos en la comunidad cristiana han reconocido y alentado? ¿Y cómo me comporto yo con respecto a este don: lo vivo con generosidad, poniéndolo al servicio de todos o bien lo descuido y termino por olvidarlo? O quizás ¿se transforma para mí en motivo de orgullo, al punto que me lamento siempre de los otros y pretendo que en la comunidad se haga a mi modo? Son preguntas que nos debemos hacer. Si hay un carisma en mí, si este carisma es reconocido por la Iglesia, y si estoy contento con este carisma o tengo un poco de celos de los carismas de otros y quiero tener aquel carisma. ¡No! El carisma es un don. Solamente Dios lo da.
La experiencia más bella, sin embargo, es descubrir de cuántos carismas diferentes y de cuántos dones de su Espíritu el Padre colma a su Iglesia.
Esto
no debe ser visto como un motivo de confusión, de malestar: son todos regalos
que Dios hace a la comunidad cristiana, para que pueda crecer armoniosa, en la
fe y en su amor, como un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo.
El mismo Espíritu
que da esta diferencia de carismas hace la unidad de la Iglesia: ¡el mismo
Espíritu! Ante esta multiplicidad de carismas, nuestro corazón debe abrirse al
gozo y debemos pensar: “¡Qué cosa tan bella! Tantos dones diferentes, porque
somos todos hijos de Dios y todos amados en un modo único”. ¡Ay, entonces, si
estos dones se convierten en motivo de envidia, de división, de celos! Como
recuerda el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios, capítulo 12,
todos los carismas son importantes ante los ojos de Dios y, al mismo tiempo,
ninguno es insustituible.
Esto significa que en la comunidad cristiana nosotros
necesitamos los unos de los otros, y todo don recibido se actúa plenamente
cuando es compartido con los hermanos, por el bien de todos. ¡Esta es la
Iglesia! Y cuando la Iglesia, en la variedad de sus carismas, se expresa en
comunión, no puede equivocarse: es la belleza y la fuerza del sensus fidei, de
aquel sentido sobrenatural de la fe, que es donado por el Espíritu Santo, para
que, juntos, todos podamos entrar en el corazón del Evangelio y aprender a
seguir a Jesús en nuestra vida. Hoy la Iglesia festeja la memoria de Santa
Teresa del Niño Jesús, esta santa que murió a los 24 años y que amaba tanto a
la Iglesia. Quería ser misionera, ¡pero quería tener todos los carismas! Ella
decía: yo quisiera hacer esto, esto y esto…¡quería todos los carismas! Fue a la
oración y sintió que su carisma, era el amor. Y dijo esta bella frase: ‘en el
corazón de la Iglesia yo seré el amor’. Este carisma, lo tenemos todos, ¡la
capacidad de amar!
Pidamos hoy a Santa Teresa del Niño Jesús, esta capacidad de
amar tanto a la Iglesia ¡de amarla tanto! Y de aceptar todos aquellos carismas,
con este amor de hijos de la Iglesia, de nuestra Santa Madre Iglesia
jerárquica.
Traducción del italiano: María Cecilia Mutual, Griselda Mutual - Radio Vaticana
Texto completo del resumen de la catequesis del Papa en nuestro idioma:
mp3
Queridos hermanos y hermanas:
Además de los dones con los que el Señor edifica y hace más fecunda a la Iglesia, están los carismas. Un carisma es más que un talento o una cualidad personal.
Es una gracia, un don que Dios da por medio del Espíritu Santo. No
porque alguien sea mejor que los demás, sino para que lo ponga al servicio de
los demás con la misma gratuidad y amor con que lo ha recibido.
Pregúntese cada uno: ¿Qué carisma me ha dado el Señor? ¿Cómo vivo este carisma? ¿Lo asumo con generosidad, poniéndolo al servicio de todos, o acaso lo tengo descuidado o quizás olvidado?
Los diversos carismas y dones con los que el Padre colma a la Iglesia son para crecer en armonía, en la fe y en su amor, como un cuerpo solo, el Cuerpo de Cristo, donde tenemos necesidad los unos de los otros, y donde cada don recibido se verifica plenamente al ser compartido con los hermanos.
Así resplandece la belleza y la fuerza sobrenatural de la fe para que juntos podamos entrar en el corazón del Evangelio y seguir a Jesús.
Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Argentina, México, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Ecuador, Paraguay, Colombia, Perú, Chile y otros países latinoamericanos. Saludo asimismo a Monseñor Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei, así como a los fieles de la Prelatura aquí presentes para dar gracias a Dios por la beatificación de Monseñor Álvaro del Portillo.
Que la intercesión y el ejemplo
del nuevo beato les ayude a responder con generosidad al llamado de Dios a la
santidad y al apostolado en la vida ordinaria, al servicio de la Iglesia y de
la humanidad entera.
Muchas gracias y que Dios les bendiga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario