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AUDIENCIA GENERAL 12 DE NOVIEMBRE 2014.
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La actitud de un ministro no puede ser nunca autoritaria, sino
misericordiosa y comprensiva
2014-11-13 Radio Vaticana
(RV).- A las
10.30 de este miércolesel Santo Padre celebró la tradicional audiencia general
en la Plaza de San Pedro ante la presencia de varios miles de fieles y
peregrinos procedentes de numerosos países, deseosos de escuchar su catequesis
y de recibir su bendición apostólica.
Al saludar a los peregrinos de lengua
española, el Pontífice aprovechó la oportunidad para expresar a los mexicanos
su cercanía “en este momento doloroso, de la legal desaparición, pero sabemos,
asesinato – dijo – de los estudiantes”. Y añadió que “se hace visible la
realidad, dramática, de toda la criminalidad que existe detrás del comercio y
tráfico de drogas. Estoy cerca de ustedes y de sus familias”.
También manifestó que le agradó ver a
un grupo de militares chilenos. “En estos días – afirmó el Papa – en que
estamos conmemorando el 30º aniversario de la firma del tratado de paz, de
Argentina y Chile.
Los límites ya están claros. No nos vamos a seguir peleando
por los límites. Nos vamos a pelear por otras cosas, pero no por eso. Pero hay
una cosa que quiero hacer notar: esto se dio gracias a la voluntad de diálogo.
Solamente cuando hay voluntad de diálogo se solucionan las cosas, y quiero
también elevar un pensamiento de gratitud a san Juan Pablo II y al cardenal
Samoré, que tanto hicieron para lograr esta paz entre nosotros”.
“Ojalá – concluyó
Francisco – todos los pueblos que tengan conflictos, de cualquier índole,
sean limítrofes, culturales, se animen a solucionarlos en la mesa del diálogo y
no en la crueldad de una guerra”.
Refiriéndose a lo que se pide a los
obispos, presbíteros y diáconos para que su servicio sea auténtico y fecundo en
la Iglesia, el Papa Francisco recordó que San Pablo enumera en sus cartas
algunas cualidades humanas, esenciales para estos ministerios: la acogida, la
sobriedad, la paciencia, la afabilidad y la bondad de corazón. Cualidades,
todas estas que hacen posible que su testimonio del Evangelio sea alegre y
creíble.
También destacó que el Apóstol
recomienda reavivar continuamente el don que han recibido por la imposición de
manos. Y afirmó que la conciencia de que todo es don, todo es gracia, los ayuda
a no caer en la tentación de ponerse en el centro y de confiar sólo en ellos
mismos. Porque como dijo el Obispo de Roma, “uno no es obispo, presbítero o
diácono porque sea más inteligente o tenga más talentos que los demás, sino en
virtud del poder del Espíritu Santo y para el bien del santo Pueblo de Dios”.
De modo que la actitud de un ministro
no puede ser nunca autoritaria, sino misericordiosa, humilde y
comprensiva. De ahí la invitación del Pontífice a dar gracias a Dios por las
personas que ejercen un ministerio de guía en la Iglesia y la hacen crecer en
santidad. “Recemos – dijo Francisco – para que sean siempre imagen viva del
amor de Dios”.
(María Fernanda
Bernasconi - RV).
Texto completo de la catequesis del Papa
La Iglesia: Obispos, presbíteros, diáconos
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos
días!
En la catequesis anterior hemos
evidenciado cómo el Señor continúa apacentando a su rebaño a través del
ministerio de los obispos, ayudados por los presbíteros y por los diáconos.
Es
en ellos que Jesús se hace presente, en la potencia de su Espíritu y continúa
sirviendo a la Iglesia, alimentando en ella la fe, la esperanza y el testimonio
de la caridad.
Estos ministerios constituyen, por lo tanto, un don grande del
Señor para toda comunidad cristiana y para la Iglesia entera, porque son un
signo vivo de su presencia y de su amor.
Hoy queremos preguntarnos: ¿qué
se pide a estos ministros de la Iglesia para que puedan vivir en modo auténtico
y fecundo el propio servicio?
En las “Cartas pastorales” enviadas a
sus discípulos Timoteo y Tito, el apóstol Pablo se detiene con atención sobre
la figura de los obispos, de los presbíteros y de los diáconos, también sobre
la figura de los fieles, de los ancianos, de los jóvenes.
Se detiene en una
descripción de cada cristiano de la Iglesia, delineando, para los obispos,
presbíteros y diáconos aquello a lo que ellos son llamados y las
prerrogativas que deben ser reconocidas en los que son elegidos e investidos
con estos ministerios.
Ahora, es emblemático como junto a las dotes
inherentes a la fe y la vida espiritual, que no pueden ser descuidadas en la
vida, sean enumeradas algunas cualidades exquisitamente humanas: la acogida, la
sobriedad, la paciencia, la afabilidad, la fiabilidad, la bondad de corazón.
Repito: la acogida, la sobriedad, la paciencia, la afabilidad, la fiabilidad,
la bondad de corazón.
¡Éste es el alfabeto, la gramática de base de todo
ministerio! ¡Debe ser la gramática de base de todo obispo, de todo sacerdote,
de todo diácono! Sí, porque sin esta predisposición bella y genuina a
encontrar, a conocer, a dialogar, a apreciar y a relacionarse con los hermanos
en modo respetuoso y sincero, no es posible ofrecer un servicio y un testimonio
de verdad alegría y creíble.
Está luego una actitud de fondo que
Pablo recomienda a sus discípulos y, en consecuencia, a todos los que son
envestidos del ministerio episcopal, ya sean obispos, sacerdotes, presbíteros o
diáconos.
El apóstol exhorta a reanimar continuamente el don recibido (cfr 1 Tm
4,14; 2 Tm 1,6). Esto significa que debe ser siempre viva la conciencia de que
no se es obispos, sacerdotes o diáconos porque se es más inteligentes, más
buenos y mejores que los otros, sino sólo en virtud de un don, un don de amor
prodigado por Dios, en la potencia de su Espíritu, para el bien de su pueblo.
Esta conciencia es verdaderamente importante y constituye una gracia que hay
que pedir cada día.
De hecho, un pastor que es consciente de que su propio
ministerio proviene únicamente de la misericordia y del corazón de Dios, nunca
podrá asumir una actitud autoritaria, como si todos estuvieran a sus pies y la
comunidad fuera de su propiedad, su reino personal.
La conciencia de que todo es un don,
todo es don, todo es gracia, ayuda a un pastor también a no caer en la
tentación de ponerse en el centro de la atención y de confiar sólo en sí mismo:
son las tentaciones de la vanidad, del orgullo, de la suficiencia, de la
soberbia. Ay si un obispo, sacerdote o diácono pensase que lo sabe todo, que
siempre tiene la respuesta justa para cada cosa y que no necesita de nadie.
Por
el contrario, la conciencia de ser él, primero, objeto de la misericordia y de
la compasión de Dios debe llevar a un ministro de la Iglesia a ser siempre
humilde y comprensivo para con los demás.
Aún en la conciencia de ser llamado a
custodiar con valentía el depósito de la fe (1 Tim 6:20), él se pondrá en
escucha de la gente. Es consciente, de hecho, que siempre tiene algo que aprender,
incluso de aquellos que pueden estar todavía alejados de la fe y de la Iglesia.
Con sus propios hermanos, después, todo esto debe llevar a asumir una actitud
nueva, encaminada al compartir, a la corresponsabilidad y a la comunión.
Queridos amigos, debemos ser siempre
agradecidos al Señor, porque en la persona y el ministerio de los obispos, de
los sacerdotes y diáconos, continúa guiando y formando a su iglesia, haciéndola
crecer a lo largo del camino de la santidad.
Al mismo tiempo, tenemos que
seguir rezando para que los pastores de nuestras comunidades puedan ser imagen
viva de la comunión y del amor de Dios.
Gracias.
(Traducción del italiano: María
Cecilia Mutual, Griselda Mutual - RV)
Texto completo del resumen de la catequesis del Papa en nuestro
idioma:
Queridos
hermanos y hermanas:
En la catequesis
de hoy, nos preguntamos qué se pide a los obispos, presbíteros y diáconos para
que su servicio sea auténtico y fecundo.
San Pablo, en
sus cartas pastorales, además de una fe firme y una vida espiritual sincera,
que son la base de la vida, enumera algunas cualidades humanas, esenciales para
estos ministerios: la acogida, la sobriedad, la paciencia, la afabilidad, la
bondad de corazón… cualidades, que hacen posible que su testimonio del
Evangelio sea alegre y creíble.
El Apóstol
recomienda, además, reavivar continuamente el don que han recibido por la
imposición de manos.
La conciencia de que todo es don, todo es gracia, los
ayuda a no caer en la tentación de ponerse en el centro y de confiar sólo en
ellos mismos.
Uno no es obispo, presbítero o diácono porque sea más inteligente
o tenga más talentos que los demás, sino en virtud del poder del Espíritu Santo
y para el bien del santo Pueblo fiel de Dios.
La actitud de un
ministro no puede ser nunca autoritaria, sino misericordiosa, humilde y
comprensiva.
Saludo a los
peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de
España, Argentina, México, y quiero de alguna manera expresar a los mexicanos,
a los aquí presentes y a los que están en la patria, mi cercanía en este
momento doloroso, de la legal desaparición, pero sabemos, asesinato, de los
estudiantes.
Se hace visible
la realidad, dramática, de toda la criminalidad que existe detrás del comercio
y tráfico de drogas. Estoy cerca de ustedes y de sus familias.
Guatemala,
Chile. Me agradó ver a este grupo de militares chilenos. En estos días en
que estamos conmemorando el 30º aniversario de la firma del tratado de paz, de
Argentina y Chile.
Los límites ya
están claros. No nos vamos a seguir peleando por los límites. Nos vamos a
pelear por otras cosas, pero no por eso. Pero hay una cosa que quiero hacer
notar: esto se dio gracias a la voluntad de diálogo. Solamente cuando hay
voluntad de diálogo se solucionan las cosas, y quiero también elevar un
pensamiento de gratitud a san Juan Pablo II y al cardenal Samoré, que tanto
hicieron para lograr esta paz entre nosotros.
Ojalá todos los
pueblos que tengan conflictos, de cualquier índole, sean limítrofes,
culturales, se animen a solucionarlos en la mesa del diálogo y no en la
crueldad de una guerra.
Saludo a todos
los ciudadanos de los demás países latinoamericanos presentes.
Invito a todos a
dar gracias a Dios por las personas que ejercen un ministerio de guía en la
Iglesia y la hacen crecer en santidad. Recemos para que sean siempre imagen
viva del amor de Dios.
Muchas gracias.
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