+I. SÍNODO SOBRE LA FAMILIA.
4 AL 25 DE OCTUBRE 2015
«La vocación y la misión de la familia en la
Iglesia y en el mundo contemporáneo»
Oración a la Sagrada
Familia
Jesús, María y José
en vosotros
contemplamos
el esplendor del
verdadero amor,
a vosotros,
confiados, nos dirigimos.
Santa Familia de
Nazaret,
haz también de
nuestras familias
lugar de comunión y
cenáculo de oración,
auténticas escuelas
del Evangelio
y pequeñas Iglesias
domésticas.
Santa Familia de
Nazaret,
que nunca más haya en
las familias episodios
de violencia, de
cerrazón y división;
que quien haya sido
herido o escandalizado
sea pronto consolado
y curado.
Santa Familia de
Nazaret,
que el próximo Sínodo
de los Obispos
haga tomar conciencia
a todos
del carácter sagrado
e inviolable de la familia,
de su belleza en el
proyecto de Dios.
Jesús, María y José,
escuchad, acoged
nuestra súplica.
SÍNODO DE LOS
OBISPOS
MATERIAL
INFORMATIVO
Índice
1. Código de Derecho Canónico (cc. 342-348)
2. Código de los Cánones de las Iglesias Orientales (c. 46)
2. Código de los Cánones de las Iglesias Orientales (c. 46)
SÍNODO DE LOS
OBISPOS
________________________________________________________
XIV ASAMBLEA
GENERAL ORDINARIA
La vocación y la
misión de la familia
en la Iglesia y en el mundo contemporáneo
en la Iglesia y en el mundo contemporáneo
LINEAMENTA
Ciudad del
Vaticano
2014
ÍNDICE
La mirada fija en
Jesús y la pedagogía divina en la historia de la salvación
La familia en el designio salvífico de Dios
La familia en los documentos de la Iglesia
La indisolubilidad del matrimonio y el gozo de vivir juntos
Verdad y belleza de la familia
y misericordia para con las familias heridas y frágiles
La familia en el designio salvífico de Dios
La familia en los documentos de la Iglesia
La indisolubilidad del matrimonio y el gozo de vivir juntos
Verdad y belleza de la familia
y misericordia para con las familias heridas y frágiles
Anunciar el Evangelio
de la familia hoy, en los diversos contextos
Guiar a los prometidos en el camino de preparación al matrimonio
Acompañar en los primeros años de la vida matrimonial
Solicitud pastoral por quienes viven en el matrimonio civil o en convivencias
Cuidar de las familias heridas (separados, divorciados no vueltos a casar, divorciados vueltos a casar, familias monoparentales)
La atención pastoral por las personas con orientación homosexual
La transmisión de la vida y el desafío de la disminución de la natalidad
El desafío de la educación y el rol de la familia en la evangelización
Guiar a los prometidos en el camino de preparación al matrimonio
Acompañar en los primeros años de la vida matrimonial
Solicitud pastoral por quienes viven en el matrimonio civil o en convivencias
Cuidar de las familias heridas (separados, divorciados no vueltos a casar, divorciados vueltos a casar, familias monoparentales)
La atención pastoral por las personas con orientación homosexual
La transmisión de la vida y el desafío de la disminución de la natalidad
El desafío de la educación y el rol de la familia en la evangelización
La mirada fija en
Jesús y la pedagogía divina en la historia de la salvación
La familia en el designio salvífico de Dios
La familia en los documentos de la Iglesia
La indisolubilidad del matrimonio y el gozo de vivir juntos
Verdad y belleza de la familia y misericordia para con las familias heridas y frágiles
La familia en el designio salvífico de Dios
La familia en los documentos de la Iglesia
La indisolubilidad del matrimonio y el gozo de vivir juntos
Verdad y belleza de la familia y misericordia para con las familias heridas y frágiles
Anunciar el Evangelio
de la familia hoy, en los diversos contextos
Guiar a los prometidos en el camino de preparación al matrimonio
Acompañar en los primeros años de la vida matrimonial
Solicitud pastoral por quienes viven en el matrimonio civil o en convivencias
Cuidar de las familias heridas (separados, divorciados no vueltos a casar, divorciados vueltos a casar, familias monoparentales)
La atención pastoral por las personas con tendencia homosexual
La transmisión de la vida y el desafío de la disminución de la natalidad
El desafío de la educación y el rol de la familia en la evangelización
Guiar a los prometidos en el camino de preparación al matrimonio
Acompañar en los primeros años de la vida matrimonial
Solicitud pastoral por quienes viven en el matrimonio civil o en convivencias
Cuidar de las familias heridas (separados, divorciados no vueltos a casar, divorciados vueltos a casar, familias monoparentales)
La atención pastoral por las personas con tendencia homosexual
La transmisión de la vida y el desafío de la disminución de la natalidad
El desafío de la educación y el rol de la familia en la evangelización
PREFACIO
Al terminar la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los
Obispos sobre Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de
la evangelización, celebrada en el 2014, el Papa Francisco decidió dar a
conocer públicamente laRelatio Synodi, documento con el cual se
concluyeron los trabajos sinodales. Al mismo tiempo, el Santo Padre indicó que
este documento constituirá los Lineamenta para la XIV Asamblea
General Ordinaria sobre el tema La vocación y la misión de la misión de
la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo, que tendrá lugar del
4 al 25 de octubre de 2015.
La Relatio Synodi, que se envía como Lineamenta,
termina con estas palabras: “Las reflexiones propuestas, fruto del trabajo
sinodal que tuvo lugar en un clima de gran libertad y en un estilo de escucha
mutua, desean plantear cuestiones e indicar perspectivas que deberán ser
maduradas y precisadas por la reflexión de las Iglesias locales durante el año
que nos separa de la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos
prevista para octubre de 2015” (Relatio Synodi, n. 62).
A los Lineamenta se agrega una serie de preguntas para
conocer la recepción del documento y para estimular la profundización del
trabajo iniciado en el curso de la Asamblea Extraordinaria. Se trata de
“repensar con renovada frescura y entusiasmo lo que la revelación, transmitida
en la fe de la Iglesia, nos dice sobre la belleza y sobre la dignidad de la
familia” (Relatio Synodi, n. 4). En esta perspectiva, estamos llamados a
vivir un año “para madurar, con verdadero discernimiento espiritual, las ideas
propuestas y encontrar soluciones concretas a tantas dificultades e
innumerables desafíos que las familias deben afrontar” (Papa Francisco, Discurso conclusivo, 18 de octubre de
2014). El resultado de esta consultación junto con la Relatio Synodi constituirá
el material para el Instrumentum laboris de la XIV Asamblea
General Ordinaria del 2015.
Se invita a las Conferencias Episcopales a elegir las modalidades
adecuadas para tal finalidad implicando a todos los componentes de las iglesias
particulares e instituciones académicas, organizaciones, agregaciones laicas y
otras instancias eclesiales.
RELATIO SYNODI
de la
III Asamblea General Extraordinaria
de la
III Asamblea General Extraordinaria
(5 – 19 de octubre de 2014)
Introducción
1. El Sínodo de los Obispos reunido en torno al Papa dirige su pensamiento
a todas las familias del mundo con sus alegrías, fatigas y esperanzas. En
particular, siente el deber de agradecer al Señor la generosa fidelidad con la
cual tantas familias cristianas responden a su vocación y misión. Lo hacen con
alegría y con fe incluso cuando en el camino familiar encuentran obstáculos,
incomprensiones y sufrimientos. A estas familias va el aprecio, el
agradecimiento y el aliento de toda la Iglesia y de este Sínodo. En la vigilia
de oración celebrada en la Plaza de San Pedro el sábado 4 de octubre de 2014 en
preparación al Sínodo de la familia, el Papa Francisco evocó de manera simple y
concreta la centralidad de la experiencia familiar en la vida de todos,
expresándose así: «Cae ya la noche en nuestra asamblea. Es la hora en la que se
regresa a casa de buen grado para encontrarse en la misma mesa, en el espesor
de los afectos, del bien realizado y recibido, de los encuentros que enardecen el
corazón y lo hacen crecer, buen vino que anticipa en los días del hombre la
fiesta sin ocaso. Es también la hora más fuerte para quien se encuentra cara a
cara con su propia soledad, en el crepúsculo amargo de sueños y proyectos
destrozados: cuántas personas arrastran sus días en el callejón ciego de la
resignación, del abandono, si no del rencor; en cuántas casas ha faltado el
vino de la alegría y, por lo tanto, el sabor —la sabiduría misma— de la vida...
De unos y de otros nos hacemos voz esta noche con nuestra oración, una oración
para todos».
2. Regazo de alegrías y pruebas, de afectos profundos y de relaciones a
veces heridas, la familia es una auténtica “escuela de
humanidad” (cfr. Gaudium et Spes, 52), de la que se
percibe fuertemente la necesidad. A pesar de las numerosas señales de crisis de
la institución familiar en los diversos contextos de la “aldea global”, el
deseo de familia permanece vivo, especialmente entre los jóvenes, y esto motiva
a la Iglesia, experta en humanidad y fiel a su misión, a anunciar sin descanso
y con profunda convicción el “Evangelio de la familia” que le fue encomendado
con la revelación del amor de Dios en Jesucristo e ininterrumpidamente enseñado
por los Padres, los Maestros de espiritualidad y el Magisterio de la Iglesia.
La familia asume para la Iglesia una importancia del todo particular y en un
momento en que se invita a todos los creyentes a salir de sí mismos es
necesario redescubrir la familia como sujeto imprescindible para la
evangelización. El pensamiento va al testimonio misionero de tantas familias.
3. El Obispo de Roma invitó al Sínodo de los Obispos, reunido en su
Asamblea General Extraordinaria de octubre de 2014, a reflexionar sobre la
realidad de la familia, decisiva y preciosa, para profundizar después la
reflexión en la Asamblea General Ordinaria que tendrá lugar en octubre de 2015,
así como durante todo el año que transcurrirá entre los dos eventos sinodales.
«El convenire in unum alrededor del Obispo de Roma ya es un
evento de gracia, en el cual la colegialidad episcopal se manifiesta en un
camino de discernimiento espiritual y pastoral»: así describió el Papa
Francisco la experiencia sinodal, indicando como tarea escuchar tanto los
signos de Dios como los de la historia de los hombres, y vivir la consiguiente
doble y única fidelidad a ambos.
4. A la luz de este mismo discurso, hemos reunido los resultados de
nuestras reflexiones y conversaciones en las tres partes siguientes: la
escucha, para mirar la realidad de la familia hoy, en la complejidad de sus
luces y sombras; la mirada fija en Cristo para repensar con renovada frescura y
entusiasmo lo que la revelación, transmitida en la fe de la Iglesia, nos dice
sobre la belleza y sobre la dignidad de la familia; la confrontación con el
Señor Jesús a fin de discernir los caminos para renovar la Iglesia y la
sociedad en su compromiso por la familia basada en el matrimonio entre hombre y
mujer.
Primera parte
La escucha: el contexto y los desafíos de la familia
El contexto sociocultural
5. Fieles a las enseñanzas de Cristo miramos a la realidad de la familia
hoy en toda su complejidad, en sus luces y sombras. Pensamos en los padres, los
abuelos, los hermanos y hermanas, los familiares próximos y lejanos, y en el
vínculo entre dos familias que se crea con cada matrimonio. El cambio
antropológico-cultural hoy influye en todos los aspectos de la vida y requiere
un enfoque analítico y diversificado. Hay que subrayar ante todo los aspectos
positivos: la mayor libertad de expresión y el reconocimiento más amplio de los
derechos de la mujer y de los niños, al menos en algunas regiones. Pero, por
otra parte, también hay que considerar el creciente peligro que representa un
individualismo exasperado que desvirtúa los vínculos familiares y acaba por
considerar a cada componente de la familia como una isla, haciendo que
prevalezca, en ciertos casos, la idea de un sujeto que se construye según sus
propios deseos asumidos con carácter absoluto. A esto se añade la crisis de la
fe que afecta a tantos católicos y que a menudo está en el origen de las crisis
del matrimonio y de la familia.
6. Una de las mayores pobrezas de la cultura actual es la soledad, fruto de
la ausencia de Dios en la vida de las personas y de la fragilidad de las
relaciones. Asimismo, hay una sensación general de impotencia frente a la
realidad socioeconómica que a menudo acaba por aplastar a las familias. Esto se
debe a la creciente pobreza y precariedad laboral que a veces se vive como una
auténtica pesadilla, o a una fiscalidad demasiado alta que ciertamente no
alienta a los jóvenes a contraer matrimonio. Con frecuencia las familias se
sienten abandonadas por el desinterés y la poca atención de las instituciones.
Las consecuencias negativas desde el punto de vista de la organización social
son evidentes: de la crisis demográfica a las dificultades educativas, de la
fatiga a la hora de acoger la vida naciente al sentir la presencia de los
ancianos como un peso, hasta el difundirse de un malestar afectivo que a veces
llega a la violencia. El Estado tiene la responsabilidad de crear las
condiciones legislativas y laborales para garantizar el futuro de los jóvenes y
ayudarlos a realizar su proyecto de formar una familia.
7. Existen contextos culturales y religiosos que plantean desafíos
particulares. En algunas sociedades todavía está en vigor la práctica de la
poligamia y en algunos contextos tradicionales la costumbre del “matrimonio por
etapas”. En otros contextos permanece la práctica de los matrimonios
combinados. En los países en que la presencia de la Iglesia Católica es
minoritaria son numerosos los matrimonios mixtos y de disparidad de culto, con
todas las dificultades que conllevan respecto a la configuración jurídica, al
bautismo y a la educación de los hijos y al respeto mutuo desde el punto de
vista de la diversidad de la fe. Estos matrimonios corren el riesgo del
relativismo o de la indiferencia, pero a su vez pueden representar una buena
posibilidad para favorecer el espíritu ecuménico y el diálogo interreligioso en
una armoniosa convivencia de comunidades que viven en el mismo lugar. En
numerosos contextos, y no sólo occidentales, se está ampliamente difundiendo la
praxis de la convivencia que precede al matrimonio, así como convivencias no
orientadas a asumir la forma de un vínculo institucional. A esto se añade a
menudo una legislación civil que compromete el matrimonio y la familia. A causa
de la secularización en muchas partes del mundo la referencia a Dios ha
disminuido fuertemente y la fe ya no es un hecho socialmente compartido.
8. Son muchos los niños que nacen fuera del matrimonio, especialmente en
algunos países, y muchos los que después crecen con uno solo de los padres o en
un contexto familiar ampliado o reconstituido. El número de divorcios es
creciente y no es raro el caso de opciones determinadas únicamente por factores
de orden económico. Con frecuencia los niños son motivo de contienda entre los
padres y además los hijos son las verdaderas víctimas de las laceraciones
familiares. Los padres a menudo están ausentes —no sólo por causas
económicas— precisamente allí donde se percibe la necesidad de que ellos
asuman más claramente la responsabilidad de los hijos y de la familia. Todavía
es preciso defender y promover la dignidad de la mujer. En efecto, hoy en
muchos contextos ser mujer es objeto de discriminación, y con frecuencia se
penaliza el don de la maternidad en lugar de presentarlo como un valor. Tampoco
hay que olvidar los crecientes fenómenos de violencia de los que son víctimas
las mujeres, a veces lamentablemente también en el seno de las familias, ni la
grave y difundida mutilación genital de la mujer en algunas culturas. Por otro
lado, la explotación sexual de la infancia constituye una de las realidades más
escandalosas y perversas de la sociedad actual. Asimismo, en las sociedades
golpeadas por la violencia a causa de la guerra, del terrorismo o de la
presencia del crimen organizado, se dan situaciones familiares deterioradas y
sobre todo en las grandes metrópolis y en sus periferias crece el llamado
fenómeno de los niños de la calle. Las migraciones, por su parte, representan
otro signo de los tiempos que hay que afrontar y comprender con toda la carga
de consecuencias sobre la vida familiar.
La importancia de la vida afectiva
9. Frente al cuadro social delineado, en muchas partes del mundo, se
observa en los individuos una mayor necesidad de cuidar la propia persona, de
conocerse interiormente, de vivir mejor en sintonía con las propias emociones y
los propios sentimientos, de buscar relaciones afectivas de calidad. Esta justa
aspiración puede abrir al deseo de comprometerse en construir relaciones de
entrega y reciprocidad creativas, solidarias y que responsabilicen, como las
familiares. El peligro individualista y el riesgo de vivir en clave egoísta son
relevantes. El desafío para la Iglesia es ayudar a los esposos a una maduración
de la dimensión emocional y al desarrollo afectivo promoviendo el diálogo, la
virtud y la confianza en el amor misericordioso de Dios. El pleno compromiso
que se requiere en el matrimonio cristiano puede ser un fuerte antídoto a la
tentación de un individualismo egoísta.
10. En el mundo actual no faltan tendencias culturales que parece que
impongan una afectividad sin límites de la que se quieren explorar todos los
aspectos, incluso los más complejos. De hecho, la cuestión de la fragilidad
afectiva es de gran actualidad: una afectividad narcisista, inestable y
cambiante que no siempre ayuda a los sujetos a alcanzar una mayor madurez.
Preocupa una cierta difusión de la pornografía y de la comercialización del
cuerpo, favorecida entre otras cosas por un uso desequilibrado de Internet, al
igual que hay que denunciar la situación de las personas que se ven obligadas a
practicar la prostitución. En este contexto, a menudo los cónyuges se sienten
inseguros, indecisos y les cuesta encontrar los modos para crecer. Son
numerosos los que suelen quedarse en los estadios primarios de la vida
emocional y sexual. La crisis de los esposos desestabiliza la familia y a
través de las separaciones y los divorcios puede llegar a tener serias
consecuencias para los adultos, los hijos y la sociedad, debilitando al
individuo y los vínculos sociales. Asimismo, el descenso demográfico, debido a
una mentalidad antinatalista y promovido por las políticas mundiales de salud
reproductiva, no sólo determina una situación en la cual el sucederse de las
generaciones ya no está asegurado, sino que se corre el riesgo de que con el
tiempo lleve a un empobrecimiento económico y a una pérdida de esperanza en el
futuro. El avance de las biotecnologías también ha tenido un fuerte impacto
sobre la natalidad.
El desafío para la pastoral
11. En este contexto la Iglesia siente la necesidad de decir una palabra de
verdad y de esperanza. Es preciso partir de la convicción de que el hombre
viene de Dios y, por tanto, de que una reflexión capaz de volver a proponer las
grandes preguntas acerca del significado del ser hombres, encontrará un terreno
fértil en las expectativas más profundas de la humanidad. Los grandes valores
del matrimonio y de la familia cristiana corresponden a la búsqueda que
impregna la existencia humana también en este tiempo marcado por el individualismo
y el hedonismo. Hay que acoger a las personas con su existencia concreta, saber
sostener su búsqueda, alentar el deseo de Dios y la voluntad de sentirse
plenamente parte de la Iglesia, incluso en quien ha experimentado el fracaso o
se encuentra en las situaciones más disparatadas. El mensaje cristiano siempre
lleva en sí mismo la realidad y la dinámica de la misericordia y de la verdad,
que en Cristo convergen.
II Parte
La mirada fija en Cristo: el Evangelio de la familia
La mirada fija en Jesús y la pedagogía divina en la historia de la
salvación
12. A fin de «verificar nuestro paso en el terreno de los desafíos
contemporáneos, la condición decisiva es mantener fija la mirada en Jesucristo,
detenerse en la contemplación y en la adoración de su rostro [...]. En efecto,
cada vez que volvemos a la fuente de la experiencia cristiana se abren caminos
nuevos y posibilidades inesperadas» (Papa Francisco,Discurso del 4 de
octubre de 2014). Jesús miró a las mujeres y a los hombres con los que se encontró con
amor y ternura, acompañando sus pasos con verdad, paciencia y misericordia, al
anunciar las exigencias del Reino de Dios.
13. Puesto que el orden de la creación está determinado por la orientación a
Cristo, hay que distinguir sin separar los diversos grados mediante los cuales
Dios comunica a la humanidad la gracia de la alianza. En razón de la pedagogía
divina, según la cual el orden de la creación evoluciona en el de la redención
mediante etapas sucesivas, es necesario comprender la novedad del sacramento
nupcial cristiano en continuidad con el matrimonio natural de los orígenes. Así
aquí se entiende el modo de actuar salvífico de Dios, tanto en la creación como
en la vida cristiana. En la creación: puesto que todas las cosas fueron creadas
por medio de Cristo y para Cristo (cfr. Col 1,16), los
cristianos deben «descubrir gozosa y respetuosamente las semillas del Verbo latentes
en ellas; pero, al mismo tiempo, deben estar atentos a la profunda
transformación que se produce entre las gentes» (Ad Gentes, 11). En la vida
cristiana: en cuanto con el bautismo el creyente es introducido en la Iglesia
mediante la Iglesia doméstica, que es su familia, él emprende ese «proceso
dinámico, que avanza gradualmente con la progresiva integración de los dones de
Dios» (Familiaris Consortio, 9), mediante la
conversión continua al amor que salva del pecado y dona plenitud de vida.
14. Jesús mismo, refiriéndose al designio primigenio sobre el hombre y la
mujer, reafirma la unión indisoluble entre ellos, si bien diciendo que «por la
dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero,
al principio, no era así» (Mt 19,8). La indisolubilidad del
matrimonio («Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre»Mt 19,6),
no hay que entenderla ante todo como un “yugo” impuesto a los hombres sino como
un “don” hecho a las personas unidas en matrimonio. De ese modo, Jesús muestra
que la condescendencia divina acompaña siempre el camino humano, sana y
transforma el corazón endurecido con su gracia, orientándolo hacia su
principio, a través del camino de la cruz. De los Evangelios emerge claramente
el ejemplo de Jesús, que es paradigmático para la Iglesia. Jesús, en efecto,
asumió una familia, inició sus milagros en la fiesta nupcial en Caná, anunció
el mensaje concerniente al significado del matrimonio como plenitud de la
revelación que recupera el proyecto originario de Dios (cfr. Mt 19,3).
Sin embargo, al mismo tiempo puso en práctica la doctrina enseñada,
manifestando así el verdadero significado de la misericordia. Esto se ve
claramente en los encuentros con la samaritana (cfr. Jn 4,1-30)
y con la adultera (cfr. Jn 8,1-11) en los que Jesús, con una
actitud de amor hacia la persona pecadora, lleva al arrepentimiento y a la
conversión («Anda, y en adelante no peques más»), condición para el perdón.
La familia en el designio salvífico de Dios
15. Las palabras de vida eterna que Jesús dejó a sus discípulos comprendían
la enseñanza sobre el matrimonio y la familia. Esta enseñanza de Jesús nos
permite distinguir tres etapas fundamentales en el proyecto de Dios sobre el
matrimonio y la familia. Al inicio, está la familia de los orígenes, cuando
Dios creador instituyó el matrimonio primordial entre Adán y Eva, como sólido
fundamento de la familia. Dios no sólo creó al ser humano hombre y mujer
(cfr. Gén1,27), sino que los bendijo para que fueran fecundos y se
multiplicaran (cfr. Gén 1,28). Por esto, «abandonará el hombre
a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne» (Gén 2,24).
Esta unión, dañada por el pecado, se convirtió en la forma histórica de
matrimonio en el Pueblo de Dios, por lo cual Moisés concedió la posibilidad de
escribir un acta de divorcio (cfr. Dt 24, 1ss). Dicha forma
era predominante en tiempos de Jesús. Con su venida y la reconciliación del
mundo caído gracias a la redención que Él obró, terminó la era inaugurada con
Moisés.
16. Jesús, que reconcilió cada cosa en sí misma, volvió a llevar el
matrimonio y la familia a su forma original (cfr. Mc10,1-12). La
familia y el matrimonio fueron redimidos por Cristo (cfr. Ef 5,21-32),
restaurados a imagen de la Santísima Trinidad, misterio del que brota todo amor
verdadero. La alianza esponsal, inaugurada en la creación y revelada en la
historia de la salvación, recibe la plena revelación de su significado en
Cristo y en su Iglesia. De Cristo mediante la Iglesia, el matrimonio y la familia
reciben la gracia necesaria para testimoniar el amor de Dios y vivir la vida de
comunión. El Evangelio de la familia atraviesa la historia del mundo desde la
creación del hombre a imagen y semejanza de Dios (cfr. Gén 1,
26-27) hasta el cumplimiento del misterio de la Alianza en Cristo al final de
los siglos con las bodas del Cordero (cfr. Ap 19,9; Juan Pablo
II, Catequesis sobre el amor humano).
La familia en los documentos de la Iglesia
17. «A lo largo de los siglos, la Iglesia no ha dejado de ofrecer su
enseñanza constante sobre el matrimonio y la familia. Una de las expresiones
más altas de este Magisterio la propuso el Concilio Ecuménico Vaticano II, en
la Constitución pastoral Gaudium et Spes, que dedica un
capítulo entero a la promoción de la dignidad del matrimonio y la familia
(cfr. Gaudium et Spes, 47-52). Define el
matrimonio como comunidad de vida y de amor (cfr. Gaudium et Spes, 48),
poniendo el amor en el centro de la familia, mostrando, al mismo tiempo, la
verdad de ese amor frente a las diversas formas de reduccionismo presentes en
la cultura contemporánea. El “verdadero amor entre marido y mujer” (Gaudium et Spes, 49) implica la
entrega mutua, incluye e integra la dimensión sexual y la afectividad,
conformemente al designio divino (cfr. Gaudium et Spes, 48-49).
Además, Gaudium et Spes 48 subraya el
arraigo en Cristo de los esposos: Cristo Señor “sale al encuentro de los
esposos cristianos en el sacramento del matrimonio”, y permanece con ellos. En
la encarnación, Él asume el amor humano, lo purifica, lo lleva a plenitud, y
dona a los esposos, con su Espíritu, la capacidad de vivirlo, impregnando toda
su vida de fe, esperanza y caridad. De este modo, los esposos son consagrados
y, mediante una gracia propia, edifican el Cuerpo de Cristo y constituyen una
Iglesia doméstica (cfr.Lumen Gentium, 11), de manera
que la Iglesia, para comprender plenamente su misterio, mira a la familia
cristiana, que lo manifiesta de modo genuino» (Instrumentum Laboris, 4).
18. «Siguiendo las huellas del Concilio Vaticano II, el Magisterio
pontificio ha ido profundizando la doctrina sobre el matrimonio y la familia.
En particular Pablo VI, con la Encíclica Humanae Vitae, puso de relieve
el vínculo íntimo entre amor conyugal y engendramiento de la vida. San Juan
Pablo II dedicó especial atención a la familia mediante sus catequesis sobre el
amor humano, la Carta a las familias (Gratissimam Sane) y sobre todo con
la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio. En esos
documentos, el Pontífice definió a la familia “vía de la Iglesia”; ofreció una
visión de conjunto sobre la vocación al amor del hombre y la mujer; propuso las
líneas fundamentales para la pastoral de la familia y para la presencia de la
familia en la sociedad. En particular, tratando de la caridad conyugal (cfr.Familiaris Consortio, 13), describió el
modo como los cónyuges, en su mutuo amor, reciben el don del Espíritu de Cristo
y viven su llamada a la santidad» (Instrumentum Laboris, 5).
19. «Benedicto XVI, en la Encíclica Deus Caritas Est, retomó el tema de
la verdad del amor entre hombre y mujer, que se ilumina plenamente sólo a la
luz del amor de Cristo crucificado (cfr. Deus Caritas Est, 2). Él recalca
que: “El matrimonio basado en un amor exclusivo y definitivo se convierte en el
icono de la relación de Dios con su pueblo y, viceversa, el modo de amar de
Dios se convierte en la medida del amor humano” (Deus Caritas Est, 11). Además, en
la Encíclica Caritas in Veritate, pone de relieve
la importancia del amor como principio de vida en la sociedad (cfr. Caritas in Veritate, 44), lugar en el
que se aprende la experiencia del bien común» (Instrumentum Laboris, 6).
20. «El Papa Francisco, en la Encíclica Lumen Fidei, al afrontar el
vínculo entre la familia y la fe, escribe: “El encuentro con Cristo, el dejarse
aferrar y guiar por su amor, amplía el horizonte de la existencia, le da una
esperanza sólida que no defrauda. La fe no es un refugio para gente pusilánime,
sino que ensancha la vida. Hace descubrir una gran llamada, la vocación al
amor, y asegura que este amor es digno de fe, que vale la pena ponerse en sus
manos, porque está fundado en la fidelidad de Dios, más fuerte que todas
nuestras debilidades” (Lumen Fidei, 53)» (Instrumentum Laboris, 7).
La indisolubilidad del matrimonio y el gozo de vivir juntos
21. El don recíproco constitutivo del matrimonio sacramental arraiga en la
gracia del bautismo, que establece la alianza fundamental de toda persona con
Cristo en la Iglesia. En la acogida mutua y con la gracia de Cristo los novios
se prometen entrega total, fidelidad y apertura a la vida, y además reconocen
como elementos constitutivos del matrimonio los dones que Dios les ofrece,
tomando en serio su mutuo compromiso, en su nombre y frente a la Iglesia. Ahora
bien, la fe permite asumir los bienes del matrimonio como compromisos que se
pueden sostener mejor mediante la ayuda de la gracia del sacramento. Dios
consagra el amor de los esposos y confirma su indisolubilidad, ofreciéndoles la
ayuda para vivir la fidelidad, la integración recíproca y la apertura a la
vida. Por tanto, la mirada de la Iglesia se dirige a los esposos como al
corazón de toda la familia, que a su vez dirige su mirada hacia Jesús.
22. En la misma perspectiva, haciendo nuestra la enseñanza del Apóstol según
el cual todo fue creado por Cristo y para Cristo (cfr. Col 1,16),
el Concilio Vaticano II quiso expresar su estima por el matrimonio natural y
por los elementos válidos presentes en las otras religiones (cfr. Nostra Aetate, 2) y en las
culturas, a pesar de sus límites e insuficiencias (cfr. Redemptoris Missio, 55). La presencia
de los semina Verbi en las culturas (cfr. Ad Gentes, 11) también se
podría aplicar, en ciertos aspectos, a la realidad matrimonial y familiar de
numerosas culturas y de personas no cristianas. Por tanto, también hay
elementos válidos en algunas formas fuera del matrimonio cristiano —siempre
fundado en la relación estable y verdadera entre un hombre y una mujer—, que en
cualquier caso consideramos orientadas a éste. Con la mirada puesta en la
sabiduría humana de pueblos y culturas, la Iglesia reconoce también esta
familia como la célula básica necesaria y fecunda de la convivencia humana.
Verdad y belleza de la familia y misericordia para con las familias
heridas y frágiles
23. Con íntimo gozo y profunda consolación, la Iglesia mira a las familias
que permanecen fieles a las enseñanzas del Evangelio, agradeciéndoles el
testimonio que dan y alentándolas. Gracias a ellas, en efecto, se hace creíble
la belleza del matrimonio indisoluble y fiel para siempre. En la familia, «que
se podría llamar Iglesia doméstica» (Lumen Gentium, 11), madura la
primera experiencia eclesial de la comunión entre personas, en la que se refleja,
por gracia, el misterio de la Santa Trinidad. «Aquí se aprende la paciencia y
el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y
sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de la propia
vida» (Catecismo de la
Iglesia Católica, 1657). En esto la Santa Familia de Nazaret es el modelo admirable, en
cuya escuela «se comprende la necesidad de tener una disciplina espiritual, si
se quiere seguir la doctrina del Evangelio y llegar a ser discípulos de Cristo»
(Pablo VI, Discurso en Nazaret, 5 de enero de
1964). El Evangelio de la familia, alimenta también estas semillas que todavía
esperan madurar, y tiene que hacerse cargo de los árboles que han perdido
vitalidad y necesitan que no se les descuide.
24. La Iglesia, maestra segura y madre atenta, aunque reconozca que para los
bautizados no hay otro vínculo nupcial que no sea el sacramental, y que toda
ruptura de éste va contra la voluntad de Dios, también es consciente de la
fragilidad de muchos de sus hijos, a los que les cuesta el camino de la fe.
«Por lo tanto, sin disminuir el valor del ideal evangélico, hay que acompañar
con misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas
que se van construyendo día a día. […]. Un pequeño paso, en medio de grandes
límites humanos, puede ser más agradable a Dios que la vida exteriormente
correcta de quien transcurre sus días sin enfrentar importantes dificultades. A
todos debe llegar el consuelo y el estímulo del amor salvífico de Dios, que
obra misteriosamente en cada persona, más allá de sus defectos y caídas» (Evangelii Gaudium, 44).
25. Respecto a un enfoque pastoral dirigido a las personas que han contraído
matrimonio civil, que son divorciados y vueltos a casar, o que simplemente
conviven, compete a la Iglesia revelarles la divina pedagogía de la gracia en
sus vidas y ayudarles a alcanzar la plenitud del designio que Dios tiene para
ellos. Siguiendo la mirada de Cristo, cuya luz alumbra a todo hombre
(cfr. Jn 1,9; Gaudium et Spes, 22) la Iglesia mira
con amor a quienes participan en su vida de modo incompleto, reconociendo que
la gracia de Dios también obra en sus vidas, dándoles la valentía para hacer el
bien, para hacerse cargo con amor el uno del otro y estar al servicio de la
comunidad en la que viven y trabajan.
26. La Iglesia guarda con preocupación a la desconfianza de tantos jóvenes
hacia el compromiso conyugal, sufre por la precipitación con la que tantos
fieles deciden poner fin al vínculo asumido, instaurando otro. Estos fieles,
que forman parte de la Iglesia, necesitan una atención pastoral misericordiosa
y alentadora, distinguiendo adecuadamente las situaciones. Es preciso alentar a
los jóvenes bautizados a no dudar ante la riqueza que el sacramento del
matrimonio procura a sus proyectos de amor, con la fuerza del sostén que
reciben de la gracia de Cristo y de la posibilidad de participar plenamente en
la vida de la Iglesia.
27. En ese sentido, una dimensión nueva de la pastoral familiar hodierna
consiste en prestar atención a la realidad de los matrimonios civiles entre
hombre y mujer, a los matrimonios tradicionales y, salvando las debidas
diferencias, también a las convivencias. Cuando la unión alcanza una
estabilidad notable mediante un vínculo público, está connotada de afecto
profundo, de responsabilidad por la prole, de capacidad de superar las pruebas,
puede ser vista como una ocasión de acompañamiento en la evolución hacia el
sacramento del matrimonio. En cambio, con mucha frecuencia, la convivencia no
se establece con vistas a un posible futuro matrimonio, sino más bien sin
ninguna intención de entablar una relación institucional.
28. Conforme a la mirada misericordiosa de Jesús, la Iglesia debe acompañar
con atención y cuidado a sus hijos más frágiles, marcados por el amor herido y
extraviado, dándoles de nuevo confianza y esperanza, como la luz del faro de un
puerto o de una antorcha llevada en medio de la gente para iluminar a quienes
han perdido el rumbo o se encuentran en medio de la tempestad. Conscientes de
que la mayor misericordia es decir la verdad con amor, vayamos más allá de la
compasión. El amor misericordioso, al igual que atrae y une, transforma y
eleva. Invita a la conversión. Así entendemos la enseñanza del Señor, que no
condena a la mujer adúltera, pero le pide que no peque más (cfr. Jn8,1-11).
III Parte
La confrontación: perspectivas pastorales
Anunciar el Evangelio de la familia hoy, en los diversos contextos
29. El diálogo sinodal se detuvo en algunas cuestiones pastorales más
urgentes que encomendar a la concretización en cada una de las Iglesias
locales, en la comunión cum Petro et sub Petro. El anuncio del
Evangelio de la familia constituye una urgencia para la nueva evangelización.
La Iglesia está llamada a darlo con ternura de madre y claridad de maestra
(cfr. Ef 4,15), en fidelidad a la kenosi misericordiosa
de Cristo. La verdad se encarna en la fragilidad humana no para condenarla,
sino para salvarla (cfr. Jn 3,16 -17).
30. Evangelizar es responsabilidad de todo el pueblo de Dios, cada uno según
su propio ministerio y carisma. Sin el testimonio gozoso de los cónyuges y de
las familias, Iglesias domésticas, el anuncio, aunque fuese correcto, corre el
riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras que caracteriza
nuestra sociedad (cfr. Novo Millennio Ineunte, 50). Los Padres
sinodales hicieron hincapié en más de una ocasión en que las familias
católicas, en virtud de la gracia del sacramento nupcial, están llamadas a ser
sujetos activos de la pastoral familiar.
31. Es decisivo resaltar la primacía de la gracia y, por tanto, las
posibilidades que el Espíritu dona en el sacramento. Se trata de hacer
experimentar que el Evangelio de la familia es alegría que «llena el corazón y
la vida entera», porque en Cristo somos «liberados del pecado, de la tristeza,
del vacío interior, del aislamiento» (Evangelii Gaudium, 1). A la luz de
la parábola del sembrador (cfr. Mt 13,3-9), nuestra tarea es
cooperar en la siembra: lo demás es obra de Dios. Tampoco hay que olvidar que
la Iglesia que predica sobre la familia es signo de contradicción.
32. Esto exige a toda la Iglesia una conversión misionera: es necesario no
quedarse en un anuncio meramente teórico y desvinculado de los problemas reales
de las personas. Nunca hay que olvidar que la crisis de la fe ha conllevado una
crisis del matrimonio y de la familia y, como consecuencia, a menudo se ha
interrumpido incluso la transmisión de la fe de padres a hijos. Ante una fe
fuerte la imposición de algunas perspectivas culturales que debilitan la
familia y el matrimonio no tiene incidencia.
33. Asimismo, se requiere la conversión del lenguaje a fin de que resulte
efectivamente significativo. El anuncio debe hacer experimentar que el
Evangelio de la familia responde a las expectativas más profundas de la persona
humana: a su dignidad y a la realización plena en la reciprocidad, en la
comunión y en la fecundidad. No se trata solamente de presentar una normativa,
sino de proponer valores, respondiendo a la necesidad que se constata hoy, incluso
en los países más secularizados, de tales valores.
34. La Palabra de Dios es fuente de vida y espiritualidad para la familia.
Toda la pastoral familiar deberá dejarse modelar interiormente y formar a los
miembros de la Iglesia doméstica mediante la lectura orante y eclesial de la
Sagrada Escritura. La Palabra de Dios no sólo es una buena nueva para la vida
privada de las personas, sino también un criterio de juicio y una luz para el
discernimiento de los diversos desafíos que deben afrontar los cónyuges y las
familias.
35. Al mismo tiempo, muchos Padres sinodales han insistido en un enfoque más
positivo respecto a las riquezas de las diferentes experiencias religiosas, sin
acallar las dificultades. En estas diversas realidades religiosas y en la gran
diversidad cultural que caracteriza a las naciones es oportuno apreciar primero
las posibilidades positivas y a la luz de éstas valorar los límites y
carencias.
36. El matrimonio cristiano es una vocación que se acoge con una adecuada
preparación en un itinerario de fe, con un discernimiento maduro, y no hay que
considerarlo sólo como una tradición cultural o una exigencia social o
jurídica. Por tanto, es preciso realizar itinerarios que acompañen a la persona
y a los esposos de modo que a la comunicación de los contenidos de la fe se una
la experiencia de vida ofrecida por toda la comunidad eclesial.
37. Se ha recordado repetidamente la necesidad de una renovación radical de
la praxis pastoral a la luz del Evangelio de la familia, superando los enfoques
individualistas que todavía la caracterizan. Por esto, se ha insistido en
varias ocasiones sobre la renovación de la formación de los presbíteros, los
diáconos, los catequistas y los demás agentes pastorales, mediante una mayor
implicación de las mismas familias.
38. Asimismo se ha subrayado la necesidad de una evangelización que denuncie
con franqueza los condicionamientos culturales, sociales, políticos y
económicos, como el espacio excesivo concedido a la lógica de mercado, que
impiden una auténtica vida familiar, determinando discriminaciones, pobreza,
exclusiones y violencia. Para ello, hay que entablar un diálogo y una
cooperación con las estructuras sociales, así como alentar y sostener a los
laicos que se comprometen, como cristianos, en el ámbito cultural y
sociopolítico.
Guiar a los prometidos en el camino de preparación al matrimonio
39. La compleja realidad social y los desafíos que la familia está llamada a
afrontar hoy requieren un compromiso mayor de toda la comunidad cristiana para
la preparación de los prometidos al matrimonio. Es preciso recordar la
importancia de las virtudes. Entre éstas, la castidad resulta condición
preciosa para el crecimiento genuino del amor interpersonal. Respecto a esta
necesidad, los Padres sinodales eran concordes en subrayar la exigencia de una
mayor implicación de toda la comunidad, privilegiando el testimonio de las
familias, además de un arraigo de la preparación al matrimonio en el camino de
iniciación cristiana, haciendo hincapié en el nexo del matrimonio con el bautismo
y los otros sacramentos. Del mismo modo, se puso de relieve la necesidad de
programas específicos para la preparación próxima al matrimonio que sean una
auténtica experiencia de participación en la vida eclesial y profundicen en los
diversos aspectos de la vida familiar.
Acompañar en los primeros años de la vida matrimonial
40. Los primeros años de matrimonio son un período vital y delicado durante
el cual los cónyuges crecen en la conciencia de los desafíos y del significado
del matrimonio. De aquí la exigencia de un acompañamiento pastoral que continúe
después de la celebración del sacramento (cfr. Familiaris Consortio, parte III).
Resulta de gran importancia en esta pastoral la presencia de esposos con
experiencia. La parroquia se considera el lugar donde los cónyuges expertos
pueden ofrecer su disponibilidad a ayudar a los más jóvenes, con el eventual
apoyo de asociaciones, movimientos eclesiales y nuevas comunidades. Hay que
alentar a los esposos a una actitud fundamental de acogida del gran don de los
hijos. Es preciso resaltar la importancia de la espiritualidad familiar, de la
oración y de la participación en la Eucaristía dominical, alentando a los
cónyuges a reunirse regularmente para que crezca la vida espiritual y la
solidaridad en las exigencias concretas de la vida. Liturgias, prácticas de
devoción y Eucaristías celebradas para las familias, sobre todo en el
aniversario del matrimonio, se citaron como ocasiones vitales para favorecer la
evangelización mediante la familia.
Solicitud pastoral por quienes viven en el matrimonio civil o en
convivencias
41. El Sínodo anuncia y promueve el matrimonio cristiano, a la vez que
alienta el discernimiento pastoral de las situaciones de tantas personas que ya
no viven esta realidad. Es importante entrar en diálogo pastoral con ellas a
fin de poner de relieve los elementos de su vida que puedan llevar a una mayor
apertura al Evangelio del matrimonio en su plenitud. Los pastores deben
identificar elementos que favorezcan la evangelización y el crecimiento humano
y espiritual. Una sensibilidad nueva de la pastoral hodierna, consiste en
identificar los elementos positivos presentes en los matrimonios civiles y,
salvadas las debidas diferencias, en las convivencias. Es preciso que en la
propuesta eclesial, aun afirmando con claridad el mensaje cristiano, indiquemos
también los elementos constructivos en aquellas situaciones que todavía no
corresponden o ya no corresponden a dicho mensaje.
42. Se observó también que en numerosos países un «creciente numero de
parejas conviven ad experimentum, sin matrimonio ni canónico, ni
civil» (Instrumentum Laboris, 81). En algunos
países esto sucede especialmente en el matrimonio tradicional, concertado entre
familias y con frecuencia celebrado en diversas etapas. En otros países, en
cambio, crece continuamente el número de quienes después de haber vivido juntos
durante largo tiempo piden la celebración del matrimonio en la Iglesia. La
simple convivencia a menudo se elige a causa de la mentalidad general contraria
a las instituciones y a los compromisos definitivos, pero también porque se
espera adquirir una mayor seguridad existencial (trabajo y salario fijo). En
otros países, por último, las uniones de hecho son muy numerosas, no sólo por
el rechazo de los valores de la familia y del matrimonio, sino sobre todo por
el hecho de que casarse se considera un lujo, por las condiciones sociales, de
modo que la miseria material impulsa a vivir uniones de hecho.
43. Es preciso afrontar todas estas situaciones de manera constructiva,
tratando de transformarlas en oportunidad de camino hacia la plenitud del
matrimonio y de la familia a la luz del Evangelio. Se trata de acogerlas y
acompañarlas con paciencia y delicadeza. Para ello es importante el testimonio
atractivo de auténticas familias cristianas, como sujetos de la evangelización
de la familia.
Cuidar de las familias heridas (separados, divorciados no vueltos a
casar, divorciados vueltos a casar, familias monoparentales)
44. Cuando los esposos experimentan problemas en sus relaciones, deben poder
contar con la ayuda y el acompañamiento de la Iglesia. La pastoral de la
caridad y la misericordia tratan de recuperar a las personas y las relaciones.
La experiencia muestra que, con una ayuda adecuada y con la acción de reconciliación
de la gracia, un gran porcentaje de crisis matrimoniales se superan de manera
satisfactoria. Saber perdonar y sentirse perdonados es una experiencia
fundamental en la vida familiar. El perdón entre los esposos permite
experimentar un amor que es para siempre y no acaba nunca (cfr. 1 Cor 13,8).
Sin embargo, a veces resulta difícil para quien ha recibido el perdón de Dios
tener la fuerza para ofrecer un perdón auténtico que regenere a la persona.
45. En el Sínodo resonó con claridad la necesidad de opciones pastorales
valientes. Reconfirmando con fuerza la fidelidad al Evangelio de la familia y
reconociendo que separación y divorcio siempre son una herida que provoca
profundos sufrimientos para los cónyuges que los viven y para los hijos, los
Padres sinodales señalaron la urgencia de caminos pastorales nuevos, que partan
de la realidad efectiva de las fragilidades familiares, sabiendo que con
frecuencia más bien son “soportadas” con sufrimiento que elegidas en plena
libertad. Se trata de situaciones diversas por factores tanto personales como
culturales y socioeconómicos. Hace falta una mirada que discierna bien las
situaciones, como sugería san Juan Pablo II (cfr. Familiaris Consortio, 84).
46. Ante todo, hay que escuchar a cada familia con respeto y amor,
haciéndose compañeros de camino como Cristo con los discípulos en el camino de
Emaús. Valen especialmente para estas situaciones las palabras del Papa
Francisco: «La Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos —sacerdotes,
religiosos y laicos— en este “arte del acompañamiento”, para que todos aprendan
siempre a quitarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro (cfr. Ex 3,5).
Tenemos que darle a nuestro caminar el ritmo sanador de projimidad, con una
mirada respetuosa y llena de compasión pero que al mismo tiempo sane, libere y
aliente a madurar en la vida cristiana» (Evangelii Gaudium, 169).
47. Un discernimiento particular es indispensable para acompañar
pastoralmente a los separados, los divorciados, los abandonados. Hay que acoger
y valorar especialmente el dolor de quienes han sufrido injustamente la
separación, el divorcio o el abandono, o bien, se han visto obligados por los
maltratos del cónyuge a romper la convivencia. El perdón por la injusticia
sufrida no es fácil, pero es un camino que la gracia hace posible. De aquí la
necesidad de una pastoral de la reconciliación y de la mediación, a través de
centros de escucha especializados que habría que establecer en las diócesis.
Asimismo, siempre hay que subrayar que es indispensable hacerse cargo de manera
leal y constructiva de las consecuencias de la separación o del divorcio sobre
los hijos, en cualquier caso víctimas inocentes de la situación. Los hijos no
pueden ser un “objeto” que contenderse y hay que buscar las mejores formas para
que puedan superar el trauma de la escisión familiar y crecer de la manera más
serena posible. En cada caso la Iglesia siempre deberá poner de relieve la
injusticia que con mucha frecuencia deriva de la situación del divorcio. Hay que
prestar especial atención al acompañamiento de las familias monoparentales; en
particular, hay que ayudar a las mujeres que deben llevar adelante solas la
responsabilidad de la casa y la educación de los hijos.
48. Un gran número de los Padres subrayó la necesidad de hacer más
accesibles y ágiles, posiblemente totalmente gratuitos, los procedimientos para
el reconocimiento de los casos de nulidad. Entre las propuestas se indicaron:
dejar atrás la necesidad de la doble sentencia conforme; la posibilidad de
determinar una vía administrativa bajo la responsabilidad del Obispo diocesano;
un juicio sumario a poner en marcha en los casos de nulidad notoria. Sin
embargo, algunos Padres se manifiestan contrarios a estas propuestas porque no
garantizarían un juicio fiable. Cabe recalcar que en todos estos casos se trata
de comprobación de la verdad acerca de la validez del vínculo. Según otras
propuestas, habría que considerar la posibilidad de dar relevancia al rol de la
fe de los prometidos en orden a la validez del sacramento del matrimonio,
teniendo presente que entre bautizados todos los matrimonios válidos son
sacramento.
49. Acerca de las causas matrimoniales, la agilización del procedimiento
—requerido por muchos— además de la preparación de suficientes agentes,
clérigos y laicos con dedicación prioritaria, exige resaltar la responsabilidad
del Obispo diocesano, quien en su diócesis podría encargar a consultores
debidamente preparados que aconsejaran gratuitamente a las partes acerca de la
validez de su matrimonio. Dicha función puede ser desempeñada por una oficina o
por personas calificadas (cfr. Dignitas Connubii, art. 113, 1).
50. Hay que alentar a las personas divorciadas que no se han vuelto a casar
—que a menudo son testigos de la fidelidad matrimonial— a encontrar en la
Eucaristía el alimento que las sostenga en su estado. La comunidad local y los
Pastores deben acompañar a estas personas con solicitud, sobre todo cuando hay
hijos o su situación de pobreza es grave.
51. Las situaciones de los divorciados vueltos a casar también exigen un
atento discernimiento y un acompañamiento con gran respeto, evitando todo lenguaje
y actitud que los haga sentir discriminados y promoviendo su participación en
la vida de la comunidad. Hacerse cargo de ellos, para la comunidad cristiana no
implica un debilitamiento de su fe y de su testimonio acerca de la
indisolubilidad matrimonial, es más, en ese cuidado expresa precisamente su
caridad.
52. Se reflexionó sobre la posibilidad de que los divorciados y vueltos a
casar accediesen a los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía. Varios
Padres sinodales insistieron en favor de la disciplina actual, en virtud de la
relación constitutiva entre la participación en la Eucaristía y la comunión con
la Iglesia y su enseñanza sobre el matrimonio indisoluble. Otros se expresaron
en favor de una acogida no generalizada a la mesa eucarística, en algunas
situaciones particulares y con condiciones bien precisas, sobre todo cuando se
trata de casos irreversibles y vinculados a obligaciones morales para con los
hijos, quienes terminarían por padecer injustos sufrimientos. El eventual
acceso a los sacramentos debería ir precedido de un camino penitencial bajo la
responsabilidad del Obispo diocesano. Todavía es necesario profundizar la
cuestión, teniendo bien presente la distinción entre situación objetiva de
pecado y circunstancias atenuantes, dado que «la imputabilidad y la
responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas e incluso suprimidas» a
causa de diversos «factores psíquicos o sociales» (Catecismo de la
Iglesia Católica, 1735).
53. Algunos Padres sostuvieron que las personas divorciadas y vueltas a
casar o convivientes pueden recurrir provechosamente a la comunión espiritual.
Otros Padres se preguntaron porque entonces no pueden acceder a la comunión
sacramental. Se requiere, por tanto, una profundización de la temática que haga
emerger la peculiaridad de las dos formas y su conexión con la teología del
matrimonio.
54. Las intervenciones de los Padres sinodales hicieron referencia a menudo
a las problemáticas relativas a los matrimonios mixtos. La diversidad de la
disciplina matrimonial de las Iglesias ortodoxas en algunos contextos plantea
problemas acerca de los cuales es necesario reflexionar en ámbito ecuménico.
Análogamente para los matrimonios interreligiosos será importante la
contribución del diálogo con las religiones.
La atención pastoral por las personas con orientación homosexual
55. Algunas familias viven la experiencia de tener en su seno personas con
orientación homosexual. Al respecto, la Asamblea se interrogó sobre qué
atención pastoral es oportuna frente a esta situación, refiriéndose a lo que
enseña la Iglesia: «No existe ningún fundamento para asimilar o establecer
analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de
Dios sobre el matrimonio y la familia». No obstante, los hombres y mujeres con
tendencias homosexuales deben ser acogidos con respeto y delicadeza. «Se
evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta» (Congregación
para la Doctrina de la Fe, Consideraciones acerca
de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas
homosexuales, 4).
56. Es del todo inaceptable que los Pastores de la Iglesia sufran presiones
en esta materia y que los organismos internacionales condicionen las ayudas
financieras a los países pobres a la introducción de leyes que instituyan el
“matrimonio” entre personas del mismo sexo.
La transmisión de la vida y el desafío de la disminución de la natalidad
57. No es difícil constatar que se está difundiendo una mentalidad que
reduce la generación de la vida a una variable de los proyectos individuales o
de los cónyuges. Los factores de orden económico ejercen un peso a veces
determinante, contribuyendo a la fuerte disminución de la natalidad que
debilita el tejido social, compromete la relación entre las generaciones y hace
más incierta la mirada sobre el futuro. La apertura a la vida es exigencia
intrínseca del amor conyugal. En esta perspectiva, la Iglesia sostiene a las
familias que acogen, educan y rodean con su afecto a los hijos diversamente
hábiles.
58. También en este ámbito es necesario partir de la escucha de las personas
y dar razón de la belleza y de la verdad de una apertura incondicional a la
vida, necesaria para que el amor humano sea vivido en plenitud. Sobre esta base
puede apoyarse una enseñanza adecuada sobre los métodos naturales para la
procreación responsable. Dicha enseñanza ayuda a vivir de manera armoniosa y
consciente la comunión entre los cónyuges, en todas sus dimensiones, junto a la
responsabilidad generativa. Es preciso redescubrir el mensaje de la
Encíclica Humanae Vitae de Pablo VI,
que hace hincapié en la necesidad de respetar la dignidad de la persona en la
valoración moral de los métodos de regulación de la natalidad. La adopción de
niños, huérfanos y abandonados, acogidos como hijos propios, es una forma
específica de apostolado familiar (cfr. Apostolicam
Actuositatem, 11), repetidamente recordada y alentada por el magisterio (cfr. Familiaris Consortio, 41; Evangelium Vitae, 93). La opción de
la adopción y de la acogida expresa una fecundidad particular de la experiencia
conyugal, no sólo cuando se ve marcada por la esterilidad. Esta opción es signo
elocuente del amor familiar, ocasión para testimoniar la propia fe y devolver
dignidad filial a quien ha sido privado de ella.
59. Es necesario ayudar a vivir la afectividad, también en el vínculo
conyugal, como un camino de maduración, siempre en la más profunda acogida del
otro y en una entrega cada vez más plena. En ese sentido, cabe subrayar la
necesidad de ofrecer itinerarios formativos que alimenten la vida conyugal y la
importancia de un laicado que ofrezca un acompañamiento a partir de un
testimonio vivo. Es de gran ayuda el ejemplo de un amor fiel y profundo lleno
de ternura y respeto, capaz de crecer en el tiempo y que en su apertura concreta
a la generación de la vida haga experiencia de un misterio que nos trasciende.
El desafío de la educación y el rol de la familia en la evangelización
60. Uno de los desafíos fundamentales frente al que se encuentran las
familias de hoy es seguramente el desafío educativo, todavía más arduo y
complejo a causa de la realidad cultural actual y de la gran influencia de los
medios de comunicación. Hay que tener en debida cuenta las exigencias y
expectativas de familias capaces de ser en la vida cotidiana, lugares de
crecimiento, de concreta y esencial transmisión de las virtudes que dan forma a
la existencia. Esto indica que los padres puedan elegir libremente el tipo de
educación que dar a sus hijos según sus convicciones.
61. La Iglesia desempeña un rol precioso de apoyo a las familias, partiendo
de la iniciación cristiana, a través de comunidades acogedoras. Se le pide, hoy
más que nunca, tanto en las situaciones complejas como en las ordinarias, que
sostenga a los padres en su empeño educativo, acompañando a los niños,
muchachos y jóvenes en su crecimiento mediante itinerarios personalizados, que
introduzcan al sentido pleno de la vida y susciten decisiones y
responsabilidad, vividas a la luz del Evangelio. María, en su ternura,
misericordia, sensibilidad materna puede alimentar el hambre de humanidad y
vida; por eso la invocan las familias y el pueblo cristiano. La pastoral y una
devoción mariana son un punto de partida oportuno para anunciar el Evangelio de
la familia.
Conclusión
62. Las reflexiones propuestas, fruto del trabajo sinodal que tuvo lugar en
un clima de gran libertad y en un estilo de escucha mutua, desean plantear
cuestiones e indicar perspectivas que deberán ser maduradas y precisadas por la
reflexión de las Iglesias locales durante el año que nos separa de la Asamblea
General Ordinaria del Sínodo de los Obispos prevista para octubre de 2015,
dedicada a la vocación y misión de la familia en la Iglesia y en el mundo
contemporáneo. No se trata de decisiones tomadas ni de perspectivas fáciles.
Sin embargo, el camino colegial de los Obispos y la implicación de todo el
pueblo de Dios bajo la acción del Espíritu Santo, con la mirada puesta en el
modelo de la Santa Familia, podrán guiarnos a encontrar caminos de verdad y de
misericordia para todos. Es el deseo que nos expresó el Papa Francisco desde el
inicio de nuestros trabajos, invitándonos a la valentía de la fe y a la acogida
humilde y honrada de la verdad en la caridad.
Preguntas sobre la recepción
y
la profundización
de la
Relatio Synodi
y
la profundización
de la
Relatio Synodi
Pregunta previa referida a
todas las secciones de la Relatio Synodi
¿La descripción de la realidad de la familia presente en la Relatio Synodi corresponde
a lo que se observa en la Iglesia y en la sociedad de hoy? ¿qué aspectos
ausentes pueden integrarse?
Primera parte
La escucha: el contexto y los desafíos de la familia
La escucha: el contexto y los desafíos de la familia
Tal como se indica en la introducción (núms. 1-4), el Sínodo
extraordinario deseaba dirigirse a todas las familias del mundo, quería
participar de sus alegrías, fatigas y esperanzas. A las numerosas familias
cristianas fieles a su vocación, el Sínodo dirigió una mirada especial de
reconocimiento, alentándolas a participar todavía con más decisión en esta hora
de la “Iglesia en salida”, redescubriéndose como sujeto imprescindible de la evangelización,
sobre todo cuando se trata de alimentar para ellas mismas y para las familias
con dificultades el “deseo de familia”, que permanece siempre vivo y que es el
fundamento de la convicción de cuán necesario es “volver a partir de la
familia” para anunciar con eficacia el núcleo del Evangelio.
El renovado camino trazado por el Sínodo extraordinario se inserta en el
contexto eclesial más amplio indicado en la exhortación Evangelii Gaudium del Papa
Francisco, es decir, partiendo de las “periferias existenciales”, con una
pastoral caracterizada por la “cultura del encuentro”, capaz de reconocer la
obra libre del Señor incluso fuera de nuestros esquemas habituales y de asumir,
sin avergonzarse, la condición de “hospital de campo”, tan beneficiosa para al
anuncio de la misericordia de Dios. A dichos desafíos responden los números de
la primera parte de la Relatio Synodidonde están expuestos los
aspectos que forman el marco de referencia más concreto sobre la situación real
de las familias dentro del cual proseguir la reflexión.
Las preguntas que se proponen a continuación, con expresa referencia a
los aspectos de la primera parte de la Relatio Synodi, desean
facilitar el debido realismo en la reflexión de cada episcopado, evitando que
sus respuestas puedan ser dadas según esquemas y perspectivas propias de una
pastoral meramente aplicativa de la doctrina, que no respetaría las
conclusiones de la Asamblea sinodal extraordinaria, y que alejaría su reflexión
del camino ya trazado.
El contexto sociocultural (núms. 5-8)
1. ¿Cuáles son las iniciativas en acto y las programadas respecto a los
desafíos que plantean a la familia las contradicciones culturales (cfr. núms.
6-7): aquellas iniciativas orientadas a despertar la presencia de Dios en la
vida de las familias; aquellas dirigidas a educar y establecer relaciones
interpersonales sólidas; aquellas que favorecen políticas sociales y económicas
útiles a la familia; aquellas que alivian las dificultades relacionadas con la
atención a los niños, los ancianos y los familiares enfermos; aquellas que
afrontan el contexto cultural más específico en el que se compromete la Iglesia
local?
2. ¿Qué instrumentos de análisis se están empleando, y cuáles son los
resultados más significativos respecto a los aspectos (positivos y negativos)
del cambio antropológico cultural? (cfr. núm. 5). Entre tales resultados ¿se
percibe la posibilidad de encontrar elementos comunes en el pluralismo
cultural?
3. Además de anunciar y denunciar, ¿cuáles son las modalidades elegidas
para estar presentes como Iglesia junto a las familias en las situaciones
extremas? (cfr. núm. 8). ¿Cuáles son las estrategias educativas para
prevenirlas? ¿Qué se puede hacer para sostener y reforzar las familias
creyentes, fieles al vínculo?
4. ¿Cómo la acción pastoral de la Iglesia reacciona ante la difusión del
relativismo cultural en la sociedad secularizada y ante el consiguiente rechazo
de parte de muchas personas del modelo de familia formado por un hombre y una
mujer unidos en el vínculo matrimonial y abierto a la procreación?
La importancia de la vida afectiva (núms. 9-10)
5. ¿De qué modo, con qué actividades las familias cristianas contribuyen a
testimoniar a las nuevas generaciones el progreso en la maduración afectiva?
(cfr. núms. 9-10). ¿Cómo se podría mejorar la formación de los ministros
ordenados respecto a estos temas? ¿Qué figuras de agentes de pastoral específicamente
calificados se consideran más urgentes?
El desafío para la pastoral (núm. 11)
6. ¿En qué proporción, y con qué medios, la pastoral familiar ordinaria se
dirige a las personas lejanas? (cfr. núm. 11). ¿Qué líneas operativas se han
predispuesto para suscitar y valorizar el “deseo de familia” que el Creador
sembró en el corazón de cada persona, y está presente especialmente en los
jóvenes, incluso en quien se encuentra en situaciones de familias no
correspondientes a la visión cristiana? ¿Qué respuesta efectiva se tiene de la
misión dirigida a ellos? Entre los no bautizados ¿cuán fuerte es la presencia
de matrimonios naturales, incluso en relación al deseo de familia de los
jóvenes?
II Parte
La mirada fija en Cristo: el Evangelio de la familia
La mirada fija en Cristo: el Evangelio de la familia
El Evangelio de la familia, que la Iglesia ha custodiado fielmente en la
línea de la Revelación cristiana escrita y transmitida, exige ser anunciado en
el mundo actual con renovada alegría y esperanza, dirigiendo constantemente la
mirada a Jesucristo. La vocación y la misión de la familia se configuran
plenamente en el orden de la creación que evoluciona en el de la redención,
sintetizado así en el deseo del Concilio: «Los propios cónyuges, finalmente,
hechos a imagen de Dios vivo y constituidos en el verdadero orden de personas,
vivan unidos, con el mismo cariño, modo de pensar idéntico y mutua santidad,
para que, habiendo seguido a Cristo, principio de vida, en los gozos y
sacrificios de su vocación por medio de su fiel amor, sean testigos de aquel
misterio de amor que el Señor con su muerte y resurrección reveló al mundo» (Gaudium et Spes, 52; cfr. Catecismo de la
Iglesia Católica, 1533-1535).
Desde esta óptica, la finalidad de las preguntas que derivan de la Relatio
Synodi es suscitar respuestas fieles y valientes en los Pastores y en
el pueblo de Dios para un renovado anuncio del Evangelio de la familia.
La mirada fija en Jesús y la pedagogía divina en la historia de la
salvación (núms. 12-14)
Aceptando la invitación del Papa Francisco, la Iglesia mira a Cristo en
su permanente verdad e inagotable novedad, que ilumina también a cada familia.
«Cristo es el “Evangelio eterno” (Ap 14,6), y es “el mismo ayer y
hoy y para siempre” (Hb 13,8), pero su riqueza y su hermosura son
inagotables. Él es siempre joven y fuente constante de novedad» (Evangelii Gaudium, 11).
7. La mirada fija en Cristo abre nuevas posibilidades. «En efecto, cada vez
que volvemos a la fuente de la experiencia cristiana se abren caminos nuevos y
posibilidades inesperadas» (núm. 12). ¿Cómo se utiliza la enseñanza de la
Sagrada Escritura en la acción pastoral con las familias? ¿En qué medida esta
mirada alimenta una pastoral familiar valiente y fiel?
8. ¿Cuáles son los valores del matrimonio y de la familia que ven
realizados en sus vidas los jóvenes y los cónyuges? ¿Y en qué forma?¿Hay
valores que podamos poner de relieve? (cfr. núm. 13) ¿Qué dimensiones de pecado
hay que evitar y superar?
9. ¿Qué pedagogía humana es preciso considerar —en sintonía con la
pedagogía divina— para comprender mejor qué se le pide a la pastoral de la
Iglesia frente a la maduración de la vida de la pareja, hacia el futuro
matrimonio? (cfr. núm. 13)
10. ¿Qué hacer para mostrar la grandeza y belleza del don de la
indisolubilidad, a fin de suscitar el deseo de vivirla y de construirla cada
vez más? (cfr. núm. 14)
11. ¿De qué modo se podría ayudar a comprender que la relación con Dios
permite vencer las fragilidades inscritas también en las relaciones conyugales?
(cfr. núm. 14). ¿Cómo testimoniar que la bendición de Dios acompaña todo
verdadero matrimonio? ¿Cómo manifestar que la gracia del sacramento sostiene
los esposos en todo el camino de su vida?
La familia en el designio salvífico de Dios (núms. 15-16)
La vocación creatural al amor entre hombre y mujer recibe su forma
completa del evento pascual de Cristo Señor, que se entrega sin reservas,
haciendo de la Iglesia su Cuerpo místico. El matrimonio cristiano —que se
alimenta de la gracia de Cristo— se convierte así, para aquellos que están
llamados a esta vocación, en el camino que transitan hacia la perfección del
amor, que es la santidad.
12. ¿Cómo se podría hacer comprender que el matrimonio cristiano corresponde
a la disposición originaria de Dios y, por tanto, es una experiencia de
plenitud y no de límite? (cfr. núm. 13)
13. ¿Cómo concebir la familia como “Iglesia doméstica” (cfr. LG 11), sujeto y
objeto de la acción evangelizadora al servicio del Reino de Dios?
14. ¿Cómo promover la conciencia del compromiso misionero de la familia?
La familia en los documentos de la Iglesia (núms. 17-20)
El Pueblo de Dios debería conocer mejor el magisterio eclesial en toda
su riqueza. La espiritualidad conyugal se nutre de la enseñanza constante de
los Pastores, que cuidan de su rebaño, y madura gracias a la escucha incesante
de la Palabra de Dios, de los sacramentos de la fe y de la caridad.
15. La familia cristiana vive ante la mirada amorosa del Señor y en la
relación con Él crece como verdadera comunidad de vida y de amor. ¿Cómo
desarrollar la espiritualidad de la familia, y cómo ayudar a las familias a ser
lugar de vida nueva en Cristo? (cfr. núm. 21)
16. ¿Cómo desarrollar y promover iniciativas de catequesis que den a conocer
y ayuden a vivir las enseñanzas de la Iglesia sobre la familia, favoreciendo la
superación de la distancia posible entre lo que se vive y lo que se profesa, y
promoviendo caminos de conversión?
La indisolubilidad del matrimonio y el gozo de vivir juntos (núms.
21-22)
«El genuino amor conyugal es asumido en el amor divino y se rige y
enriquece por la virtud redentora de Cristo y la acción salvífica de la Iglesia
para conducir eficazmente a los cónyuges a Dios y ayudarlos y fortalecerlos en
la sublime misión de la paternidad y la maternidad. Por ello los esposos
cristianos, para cumplir dignamente sus deberes de estado, están fortificados y
como consagrados por un sacramento especial, con cuya virtud, al cumplir su
misión conyugal y familiar, imbuidos del espíritu de Cristo, que satura toda su
vida de fe, esperanza y caridad, llegan cada vez más a su propia perfección y a
su mutua santificación, y, por tanto, conjuntamente, a la glorificación de
Dios» (Gaudium et Spes, 48).
17. ¿Cuáles son las iniciativas para comprender el valor del matrimonio
indisoluble y fecundo como camino de plena realización personal? (cfr. núm. 21)
18. ¿Cómo proponer la familia como lugar, único en muchos aspectos, para
realizar la alegría de las personas?
19. El Concilio Vaticano II quiso expresar su estima por el matrimonio
natural, renovando una antigua tradición eclesial. ¿En qué medida las
pastorales diocesanas saben valorizar también esta sabiduría de los pueblos,
como fundamental para la cultura y la sociedad común? (cfr. núm. 22).
Verdad y belleza de la familia y misericordia para con las familias
heridas y frágiles (núms. 23-28)
Después de haber considerado la belleza de los matrimonios que proceden
bien y de las familias sólidas, y de haber apreciado el testimonio generoso de quienes
han permanecido fieles al vínculo aun abandonados por el cónyuge, los pastores
reunidos en el Sínodo se preguntaron —de modo abierto y valiente, no sin
preocupación y cautela— qué mirada debe tener la Iglesia para los católicos que
están unidos sólo con vínculo civil, para los que todavía conviven y para
aquellos que, después de un válido matrimonio, se han divorciado y vuelto a
casar civilmente.
Conscientes de los límites evidentes y de las imperfecciones presentes
en situaciones tan distintas, los Padres asumieron positivamente la perspectiva
indicada por el Papa Francisco, según la cual «sin disminuir el valor del ideal
evangélico, hay que acompañar con misericordia y paciencia las etapas posibles
de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día» (Evangelii Gaudium, 44).
20. ¿Cómo ayudar a entender que nadie queda excluido de la misericordia de
Dios y cómo expresar esta verdad en la acción pastoral de la Iglesia para con
las familias, en particular las heridas y frágiles? (cfr. núm. 28)
21. ¿Cómo pueden los fieles mostrar, con las personas que todavía no tienen
una plena comprensión del don de amor de Cristo, una actitud de acogida y
acompañamiento confiado, sin renunciar nunca al anuncio de las exigencias del
Evangelio? (cfr. núm. 24)
22. ¿Qué se puede hacer para que en las diversas formas de unión —en las
cuales pueden descubrirse valores humanos— el hombre y la mujer adviertan el
respeto, la confianza y el aliento a crecer en el bien, de parte de la Iglesia
y sean ayudados a alcanzar la plenitud del matrimonio cristiano? (cfr. núm. 25)
III Parte
La confrontación: perspectivas pastorales
La confrontación: perspectivas pastorales
Al profundizar la tercera parte de la Relatio Synodi, es
importante dejarse guiar por el viraje pastoral que el Sínodo extraordinario ha
comenzado a delinear, hundiendo sus raíces en el Vaticano II y en el magisterio
del Papa Francisco. A las Conferencias Episcopales compete seguir
profundizándolo —llamando a participar de la manera más oportuna a
todos los componentes eclesiales— y concretizándolo en su contexto
específico. Es necesario hacer todo lo posible para que no se vuelva a empezar
de cero, sino que se asuma el camino recorrido en el Sínodo extraordinario como
punto de partida.
Anunciar el Evangelio de la familia hoy, en los diversos contextos
(núms. 29-38)
A la luz de la necesidad de la familia y, al mismo tiempo, de los
múltiples y complejos desafíos presentes en nuestro mundo, el Sínodo ha
subrayado la importancia de un compromiso renovado para un anuncio, franco y
significativo, del Evangelio de la familia.
23. En la formación de los presbíteros y de otros agentes pastorales ¿cómo
se cultiva la dimensión familiar? ¿Se implica a las familias?
24. ¿Somos conscientes de que la rápida evolución de nuestra sociedad exige
una constante atención al lenguaje en la comunicación pastoral? ¿Cómo
testimoniar eficazmente la prioridad de la gracia, de manera que la vida
familiar se proyecte y se viva como acogida del Espíritu Santo?
25. Al anunciar el Evangelio de la familia ¿cómo se pueden crear las
condiciones para que cada familia sea como Dios la quiere y sea reconocida
socialmente en su dignidad y misión? ¿Qué “conversión pastoral” y qué
ulteriores profundizaciones hay que llevar a cabo en esta dirección?
26. ¿La colaboración al servicio de la familia con las instituciones
sociales y políticas, se percibe en toda su importancia? De hecho, ¿cómo se
pone en práctica? ¿En qué criterios inspirarse? ¿Qué rol pueden desempeñar en
este sentido las asociaciones familiares? ¿Cómo puede sostener dicha
colaboración la denuncia franca de los procesos culturales, económicos y
políticos que minan la realidad familiar?
27. ¿Cómo favorecer una relación entre familia, sociedad y política que
beneficie a la familia? ¿Cómo promover el sostén a la familia de parte de la
comunidad internacional y de los Estados?
Guiar a los prometidos en el camino de preparación al matrimonio (núms.
39-40)
El Sínodo reconoció los pasos que se han dado en estos últimos años para
favorecer una adecuada preparación de los jóvenes al matrimonio. Sin embargo,
subrayó la necesidad de un mayor compromiso de toda la comunidad cristiana no
sólo en la preparación sino también en los primeros años de vida familiar.
28. ¿Cómo proponer los itinerarios de preparación al matrimonio de forma que
pongan de relieve la vocación y la misión de la familia según la fe en Cristo?
¿Se llevan a cabo ofreciendo una auténtica experiencia eclesial? ¿Cómo
renovarlos y mejorarlos?
29. ¿Cómo la catequesis de iniciación cristiana presenta la apertura a la
vocación y la misión de la familia? ¿Qué pasos se consideran más urgentes?
¿Cómo proponer la relación entre bautismo, eucaristía y matrimonio? ¿En qué
modo poner de relieve el carácter de catecumenado y mistagógico que los
itinerarios de preparación al matrimonio asumen a menudo? ¿Cómo lograr que la
comunidad participe en esta preparación?
Acompañar en los primeros años de la vida matrimonial (núm. 40)
30. Tanto en la preparación como en el acompañamiento de los primeros años
de vida matrimonial ¿se valora adecuadamente la importante contribución de
testimonio y de sostén que pueden dar familias, asociaciones y movimientos
familiares? ¿Qué experiencias positivas se pueden referir en este campo?
31. La pastoral de acompañamiento de los cónyuges en los primeros años de
vida familiar —se observó en el debate sinodal— necesita un ulterior
desarrollo. ¿Cuáles son las iniciativas más significativas ya realizadas? ¿Qué
aspectos hay que incrementar a nivel parroquial, a nivel diocesano o en el
ámbito de asociaciones y movimientos?
Solicitud pastoral por quienes viven en el matrimonio civil o en
convivencias (núms. 41-43)
En el debate sinodal se recordó la diversidad de situaciones, debida a
múltiples factores culturales y económicos, praxis arraigadas en la tradición,
dificultad de los jóvenes a tomar decisiones que comprometan para toda la vida.
32. ¿Cuáles deben ser los criterios para un correcto discernimiento pastoral
de cada situación a la luz de la enseñanza de la Iglesia, según la cual los
elementos constitutivos del matrimonio son unidad, indisolubilidad y apertura a
la procreación?
33. ¿La comunidad cristiana es capaz de comprometerse pastoralmente en estas
situaciones? ¿Cómo ayuda a discernir estos elementos positivos y aquellos
negativos de la vida de personas unidas en matrimonios civiles a fin de
orientarlas y sostenerlas en el camino de crecimiento y de conversión hacia el
sacramento del matrimonio? ¿Cómo ayudar a quienes conviven a decidirse por el
matrimonio?
34. En particular, ¿qué respuestas dar a las problemáticas planteadas por la
permanencia de las formas tradicionales de matrimonio a etapas o arreglado
entre familias?
Cuidar de las familias heridas (separados, divorciados no vueltos a
casar, divorciados vueltos a casar, familias monoparentales) (núms. 44-54)
En el debate sinodal se puso de relieve la necesidad de una pastoral
inspirada en el arte del acompañamiento, dando «a nuestro caminar
el ritmo sanador de projimidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión
pero que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana»
(Evangelii Gaudium, 169).
35. ¿La comunidad cristiana está preparada para hacerse cargo de las
familias heridas para hacerles experimentar la misericordia del Padre? ¿Cómo
comprometerse para eliminar los factores sociales y económicos que a menudo las
determinan? ¿Qué pasos se han dado y qué pasos hay que dar para que crezca esta
acción y la conciencia misionera que la sostiene?
36. ¿Cómo promover la definición de líneas pastorales compartidas a nivel de
Iglesia particular? ¿Cómo desarrollar al respecto el diálogo entre las diversas
Iglesias particulares“cum Petro y sub Petro”?
37. ¿Cómo hacer más accesibles y ágiles, a ser posible gratuitos, los
procedimientos para el reconocimiento de los casos de nulidad? (núm. 48).
38. La pastoral sacramental dirigida a los divorciados vueltos a casar
necesita una mayor profundización, que valore también la praxis ortodoxa y
tenga presente «la distinción entre situación objetiva de pecado y
circunstancias atenuantes» (núm. 52). ¿Cuáles son las perspectivas en las que
moverse? ¿Qué pasos se pueden dar? ¿Qué sugerencias para eludir formas de
impedimentos no debidas o no necesarias?
39. ¿La normativa actual permite dar respuestas válidas a los desafíos que plantean
los matrimonios mixtos y los inter-confesionales? ¿Hace falta tener en cuenta
otros elementos?
La atención pastoral por las personas con tendencia homosexual (núms.
55-56)
La atención pastoral por las personas con tendencia homosexual plantea
hoy nuevos desafíos, debidos también a la manera en que se proponen socialmente
sus derechos.
40. ¿Cómo dirige la comunidad cristiana su atención pastoral a las familias
en las que hay personas con tendencia homosexual? Evitando toda injusta
discriminación, ¿de qué modo ofrecer el cuidado a las personas en estas
situaciones a la luz del Evangelio? ¿Cómo proponerles las exigencias de la
voluntad de Dios en su situación?
La transmisión de la vida y el desafío de la disminución de la natalidad
(núms. 57-59)
La transmisión de la vida es un elemento fundamental de la
vocación-misión de la familia: «En el deber de transmitir la vida humana y de
educarla, lo cual hay que considerar como su propia misión, los cónyuges saben
que son cooperadores del amor de Dios Creador y como sus intérpretes» (Gaudium et Spes, 50).
41. ¿Cuáles son los pasos más significativos que se han dado para anunciar y
promover eficazmente la apertura a la vida y la belleza y la dignidad humana de
ser madre o padre, a la luz por ejemplo de la Humanae Vitae del beato
Paolo VI? ¿Cómo promover el diálogo con las ciencias y las tecnologías
biomédicas de manera que se respete la ecología humana del engendrar?
42. Una maternidad/paternidad generosa necesita estructuras e instrumentos.
¿La comunidad cristiana vive una efectiva solidaridad y subsidiaridad? ¿Cómo?
¿Es valiente en la propuesta de soluciones válidas también a nivel
sociopolítico? ¿Cómo alentar a la adopción y la acogida como signo altísimo de
generosidad fecunda? ¿Cómo promover el cuidado y el respeto de los jóvenes?
43. El cristiano vive la maternidad/paternidad como respuesta a una
vocación. ¿En la catequesis se subraya suficientemente esta vocación? ¿Qué
itinerarios formativos se proponen a fin de que dicha vocación guíe
efectivamente las conciencias de los esposos? ¿Se tiene conciencia de las
graves consecuencias de los cambios demográficos?
44. ¿Cómo lucha la Iglesia contra la plaga del aborto, promoviendo una
cultura de la vida eficaz?
El desafío de la educación y el rol de la familia en la
evangelización (núms. 60-61)
45. Llevar adelante la misión educadora no siempre es sencillo para los
padres: ¿encuentran solidaridad y sostén en la comunidad cristiana? ¿Qué
itinerarios formativos hay que sugerir? ¿Qué pasos hay que dar para que la
tarea educativa de los padres sea reconocida también a nivel sociopolítico?
46. ¿Cómo promover en los padres y en la familia cristiana la conciencia del
deber de la transmisión de la fe como dimensión intrínseca a la misma identidad
cristiana?
SÍNODO DE LOS
OBISPOS
________________________________________________________
XIV ASAMBLEA
GENERAL ORDINARIA
Carta del
Secretario general
a las Conferencias episcopales para la transmisión de los Lineamenta
a las Conferencias episcopales para la transmisión de los Lineamenta
Ciudad del Vaticano, 12 de diciembre de 2014
Prot. 14270
Eminencia / Excelencia Reverendísima:
Me complazco en dirigirme a Vuestra Eminencia / Excelencia en calidad de
Secretario General del Sínodo de los Obispos, habiéndose concluida la III
Asamblea General Extraordinaria sobre Los desafíos pastorales de la
familia en el contexto de la evangelización, celebrada en el pasado
mes de octubre.
Como es de público conocimiento el documento conclusivo de esta Asamblea
sinodal extraordinaria, la Relatio Synodi, constituye el
documento de preparación o Lineamenta de la XIV
Asamblea General Ordinaria sobre el tema La vocación y la misión
de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo, que tendrá lugar
del 4 al 25 de octubre de 2015. De este modo, las dos Asambleas sinodales,
centradas en la temática de la familia, resultan integradas en un único proceso
sinodal, que incluye no sólo dos etapas celebrativas, sino también el tiempo
intersinodal, tiempo de reflexión sobre la recepción del primo sínodo y de
profundización teológico-pastoral en vista del segundo sínodo.
Con la presente se envía a las Conferencias Episcopales, a los Sínodos
de las Iglesias Orientales Católicas sui iuris, a la Unión de los
Superiores Generales y a los Dicasterios de la Curia Romana, el texto de
los Lineamenta (Anexo),
constituido por la Relatio Synodi, a la cual se
agrega una serie de preguntas sobre la recepción de tal documento y sobre la
profundización de los temas para continuar el camino sinodal ya iniciado y
preparar adecuadamente elInstrumentum laboris de la próxima
Asamblea sinodal.
Se invita a los Organismos eclesiales mencionados a elegir las
modalidades más adecuadas para tal finalidad suscitando el interés de todos los
componentes de la Iglesias particulares y de las instituciones académicas,
organizaciones, agregaciones laicas y otras instancias eclesiales, con el
objetivo de promover una amplia consultación a todo el Pueblo de Dios sobre la
familia según la orientación del proceso sinodal. Una vez concluida dicha
consultación a nivel local, cada Organismo interesado deberá enviar a la
Secretaría General del Sínodo de los Obispos una síntesis de los resultados
obtenidos después de Pascua, antes del 15 de abril de 2015.
Ruego a Vuestra Eminencia / Excelencia quiera tener a bien distribuir
este Documento en las Diócesis, invitando a difundirlo
capilarmente en los decanatos y en las parroquias con la finalidad de obtener
el aporte de todos los componentes del Pueblo de Dios para preparar el Instrumentum
laboris.
Además, le quedaría muy agradecido si en ocasión de la próxima fiesta de
la Sagrada Familia, que se celebrará el 28 del corriente mes, se invitara a las
diversas instancias eclesiales de vuestra competencia a promover momentos de
oración y de celebración para la familia y para la próxima Asamblea sinodal.
Con tal propósito será útil la oración del Santo
Padre por el Sínodo sobre la Familia que se encuentra en la página
web del Vaticano.
Confiando en su particular atención sobre lo expuesto en relación
al próximo Sínodo Ordinario, aprovecho la circunstancia para hacerle llegar mi
cordial y fraterno saludo en el Señor
Lorenzo Card. Baldisseri
Secretario General
Secretario General
SÍNODO DE LOS
OBISPOS
___________________________________________________________
XIV ASAMBLEA
GENERAL ORDINARIA
LA VOCACIÓN Y LA
MISIÓN DE LA FAMILIA
EN LA IGLESIA Y EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO
EN LA IGLESIA Y EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO
INSTRUMENTUM
LABORIS
CIUDAD DEL VATICANO
2015
ÍNDICE
El contexto
sociocultural
El cambio antropológico
Las contradicciones culturales
Las contradicciones sociales
Fragilidad y fuerza de la familia
El cambio antropológico
Las contradicciones culturales
Las contradicciones sociales
Fragilidad y fuerza de la familia
La familia recurso
insustituible de la sociedad
Políticas en favor de la familia
El desafío de la soledad y la precariedad
El desafío económico
El desafío de la pobreza y la exclusión social
El desafío ecológico
Políticas en favor de la familia
El desafío de la soledad y la precariedad
El desafío económico
El desafío de la pobreza y la exclusión social
El desafío ecológico
La tercera edad
El desafío de la viudez
La última etapa de la vida y el luto en familia
El desafío de la discapacidad
El desafío de las migraciones
Algunos desafíos peculiares
La familia y los niños
El papel de las mujeres
El desafío de la viudez
La última etapa de la vida y el luto en familia
El desafío de la discapacidad
El desafío de las migraciones
Algunos desafíos peculiares
La familia y los niños
El papel de las mujeres
La importancia de la
vida afectiva
La formación de la afectividad
Fragilidad e inmadurez afectivas
El desafío bioético
El desafío para la pastoral
La formación de la afectividad
Fragilidad e inmadurez afectivas
El desafío bioético
El desafío para la pastoral
La mirada fija en
Jesús y la pedagogía divina en la historia de la salvación
La Palabra de Dios en la familia
La pedagogía divina
Matrimonio natural y plenitud sacramental
Jesús y la familia
La indisolubilidad: don y tarea
El estilo de la vida familiar
La familia en el designio salvífico de Dios
Unión y fecundidad de los cónyuges
La familia imagen de la Trinidad
La Palabra de Dios en la familia
La pedagogía divina
Matrimonio natural y plenitud sacramental
Jesús y la familia
La indisolubilidad: don y tarea
El estilo de la vida familiar
La familia en el designio salvífico de Dios
Unión y fecundidad de los cónyuges
La familia imagen de la Trinidad
La familia en los
documentos de la Iglesia
La dimensión misionera de la familia
La familia camino de la Iglesia
La medida divina del amor
La familia en oración
Familia y fe
Catequesis y familia
La indisolubilidad del matrimonio y el gozo de vivir juntos
La dimensión misionera de la familia
La familia camino de la Iglesia
La medida divina del amor
La familia en oración
Familia y fe
Catequesis y familia
La indisolubilidad del matrimonio y el gozo de vivir juntos
El misterio creatural
del matrimonio
Verdad y belleza de la familia y misericordia para con las familias heridas y frágiles
El íntimo vínculo entre Iglesia y familia
La familia don y tarea
Ayudar a alcanzar la plenitud
Los jóvenes y el miedo a casarse
La misericordia es verdad revelada
Verdad y belleza de la familia y misericordia para con las familias heridas y frágiles
El íntimo vínculo entre Iglesia y familia
La familia don y tarea
Ayudar a alcanzar la plenitud
Los jóvenes y el miedo a casarse
La misericordia es verdad revelada
Anunciar el Evangelio
de la familia hoy, en los diversos contextos
Ternura en la familia – ternura de Dios
La familia sujeto de la pastoral
La liturgia nupcial
La familia obra de Dios
Conversión misionera y lenguaje renovado
La mediación cultural
La Palabra de Dios fuente de vida espiritual para la familia
La sinfonía de las diferencias
Ternura en la familia – ternura de Dios
La familia sujeto de la pastoral
La liturgia nupcial
La familia obra de Dios
Conversión misionera y lenguaje renovado
La mediación cultural
La Palabra de Dios fuente de vida espiritual para la familia
La sinfonía de las diferencias
La preparación al
matrimonio
La formación de los futuros presbíteros
La formación del clero y de los agentes pastorales
Familia e instituciones públicas
El compromiso sociopolítico en favor de la familia
Indigencia y riesgo de usura
Guiar a los prometidos en el camino de preparación al matrimonio
Acompañar en los primeros años de la vida matrimonial
La formación de los futuros presbíteros
La formación del clero y de los agentes pastorales
Familia e instituciones públicas
El compromiso sociopolítico en favor de la familia
Indigencia y riesgo de usura
Guiar a los prometidos en el camino de preparación al matrimonio
Acompañar en los primeros años de la vida matrimonial
Solicitud pastoral por
quienes viven en el matrimonio civil o en convivencias
En camino hacia el sacramento nupcial
Cuidar de las familias heridas (separados, divorciados no vueltos a casar, divorciados vueltos a casar, familias monoparentales)
El perdón en el seno de la familia
«El gran río de la misericordia»
El arte del acompañamiento
Los separados y los divorciados fieles al vínculo
Dios nunca abandona
Agilización de los procedimientos e importancia de la fe en las causas de nulidad
La preparación de los agentes y el incremento de los tribunales
Líneas pastorales comunes
La integración de los divorciados vueltos a casar civilmente en la comunidad cristiana
El camino penitencial
La participación espiritual en la comunión eclesial
Matrimonios mixtos y con disparidad de culto
La peculiaridad de la tradición ortodoxa
La atención pastoral por las personas con orientación homosexual
En camino hacia el sacramento nupcial
Cuidar de las familias heridas (separados, divorciados no vueltos a casar, divorciados vueltos a casar, familias monoparentales)
El perdón en el seno de la familia
«El gran río de la misericordia»
El arte del acompañamiento
Los separados y los divorciados fieles al vínculo
Dios nunca abandona
Agilización de los procedimientos e importancia de la fe en las causas de nulidad
La preparación de los agentes y el incremento de los tribunales
Líneas pastorales comunes
La integración de los divorciados vueltos a casar civilmente en la comunidad cristiana
El camino penitencial
La participación espiritual en la comunión eclesial
Matrimonios mixtos y con disparidad de culto
La peculiaridad de la tradición ortodoxa
La atención pastoral por las personas con orientación homosexual
La transmisión de la
vida y el desafío de la disminución de la natalidad
La responsabilidad procreadora
Adopción y acogida
La vida humana misterio intangible
El desafío de la educación y el rol de la familia en la evangelización
La responsabilidad procreadora
Adopción y acogida
La vida humana misterio intangible
El desafío de la educación y el rol de la familia en la evangelización
SIGLAS
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AG
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CCC
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CiV
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DC
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Consejo Pontificio para los Textos Legislativos, Instrucción Dignitas Connubii (25 de
enero de 2005)
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DCE
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DeV
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GS
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EdE
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EG
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EN
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FC
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IL
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III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, Los desafíos
pastorales de la familia en el contexto de la evangelización. Instrumentum
Laboris (24 de junio de 2014)
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LF
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LG
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RM
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PRESENTACIÓN
Ya se acerca el fin del período intersinodal, durante el cual el Santo
Padre Francisco ha confiado a la Iglesia entera la tarea de «madurar, con
verdadero discernimiento espiritual, las ideas propuestas y encontrar
soluciones concretas a tantas dificultades e innumerables desafíos que las
familias deben afrontar» (Discurso para la
conclusión de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, 18 de octubre de
2014).
Después de haber reflexionado, en la III Asamblea General Extraordinaria
del Sínodo de los Obispos de octubre de 2014, sobre Los desafíos
pastorales de la familia en el contexto de la evangelización, la XIV
Asamblea General Ordinaria, que tendrá lugar del 4 al 25 de octubre de 2015,
tratará el tema La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y
en el mundo contemporáneo. Así pues, tres momentos íntimamente relacionados
marcan el camino sinodal: la escucha de los desafíos de la
familia, el discernimiento de su vocación y la reflexión sobre
su misión.
A la Relatio Synodi, fruto madurado en
la última Asamblea, se agregó una serie de preguntas para conocer la recepción
del documento y para solicitar su profundización. En esto consistían los Lineamenta,
que fueron enviados a los Sínodos de las Iglesias Orientales Católicas sui
iuris, a las Conferencias Episcopales, a los Dicasterios de la Curia Romana
y a la Unión de los Superiores Generales.
Todo el Pueblo de Dios fue invitado a participar en el proceso de
reflexión y profundización, al que contribuyó el Santo Padre, quien con sus
catequesis semanales sobre la familia en las Audiencias generales, y en otras
varias ocasiones, acompañó el camino común. Confirma el renovado interés por la
familia, suscitado por el Sínodo, una amplia atención reservada a ella no sólo
en ambientes eclesiales, sino también de parte de la sociedad civil.
A las Respuestas provenientes de los organismos con el
derecho a responder, se sumaron otras aportaciones, llamadasObservaciones,
de parte de muchos fieles (individuos, familias y grupos). Varios componentes
de las Iglesias particulares, organizaciones, agregaciones laicas y otras
instancias eclesiales ofrecieron importantes sugerencias. Universidades,
instituciones académicas, centros de investigación y estudiosos enriquecieron
—y siguen haciéndolo—la profundización de las temáticas sinodales con sus
propias Contribuciones —a través de simposios, congresos y
publicaciones—, señalando también nuevos aspectos, como solicitaba la “pregunta
previa” de los Lineamenta.
El presente Instrumentum Laboris está compuesto por el
texto definitivo de la Relatio Synodi integrado con
la síntesis de las Respuestas, las Observaciones y
las Contribuciones de estudio. Para facilitar la lectura, se
debe tener presente que la numeración contiene tanto el texto de la Relatio como
las integraciones. El texto original de la Relatio se reconoce
por el número entre paréntesis y por el carácter cursivo.
El documento se articula en tres partes, que muestran la continuidad
entre las dos Asambleas: La escucha de los desafíos que afronta la
familia (I parte) evoca más
directamente el primer momento sinodal; El discernimiento de la
vocación familiar (II parte) y La
misión de la familia hoy (III parte) introducen en el
tema del segundo momento, con el propósito de ofrecer a la Iglesia y al mundo
contemporáneo estímulos pastorales para una renovada evangelización.
Lorenzo Card. Baldisseri
Secretario General del Sínodo de los Obispos
Secretario General del Sínodo de los Obispos
Vaticano, 23 de junio de 2015
INTRODUCCIÓN
1. (1)El Sínodo de los Obispos reunido en
torno al Papa dirige su pensamiento a todas las familias del mundo con sus
alegrías, fatigas y esperanzas. En particular, siente el deber de agradecer al
Señor la generosa fidelidad con la cual tantas familias cristianas responden a
su vocación y misión. Lo hacen con alegría y con fe incluso cuando en el camino
familiar encuentran obstáculos, incomprensiones y sufrimientos. A estas
familias va el aprecio, el agradecimiento y el aliento de toda la Iglesia y de
este Sínodo. En la vigilia de oración celebrada en la Plaza de San Pedro el
sábado 4 de octubre de 2014 en preparación al Sínodo de la familia, el Papa
Francisco evocó de manera simple y concreta la centralidad de la experiencia
familiar en la vida de todos, expresándose así: «Cae ya la noche en nuestra
asamblea. Es la hora en la que se regresa a casa de buen grado para encontrarse
en la misma mesa, en el espesor de los afectos, del bien realizado y recibido,
de los encuentros que enardecen el corazón y lo hacen crecer, buen vino que anticipa
en los días del hombre la fiesta sin ocaso. Es también la hora más fuerte para
quien se encuentra cara a cara con su propia soledad, en el crepúsculo amargo
de sueños y proyectos destrozados: cuántas personas arrastran sus días en el
callejón ciego de la resignación, del abandono, si no del rencor; en cuántas
casas ha faltado el vino de la alegría y, por lo tanto, el sabor —la sabiduría
misma— de la vida... De unos y de otros nos hacemos voz esta noche con nuestra
oración, una oración para todos».
2. (2) Regazo de alegrías y pruebas, de
afectos profundos y de relaciones a veces heridas, la familia es una auténtica
“escuela de humanidad”(cfr. GS, 52), de la que se percibe
fuertemente la necesidad. A pesar de las numerosas señales de crisis de la institución
familiar en los diversos contextos de la “aldea global”, el deseo de familia
permanece vivo, especialmente entre los jóvenes, y esto motiva a la Iglesia,
experta en humanidad y fiel a su misión, a anunciar sin descanso y con profunda
convicción el “Evangelio de la familia” que las fue encomendado con la
revelación del amor de Dios en Jesucristo e ininterrumpidamente enseñado por
los Padres, los Maestros de espiritualidad y el Magisterio de la Iglesia. La
familia asume para la Iglesia una importancia del todo particular y en un
momento en que se invita a todos los creyentes a salir de sí mismos es
necesario redescubrir la familia como sujeto imprescindible para la
evangelización. El pensamiento va al testimonio misionero de tantas familias.
3. (3)El Obispo de Roma invitó al Sínodo de
los Obispos, reunido en su Asamblea General Extraordinaria de octubre de 2014,
a reflexionar sobre la realidad de la familia, decisiva y preciosa, para
profundizar después la reflexión en la Asamblea General Ordinaria que tendrá
lugar en octubre de 2015, así como durante todo el año que transcurrirá entre
los dos eventos sinodales. «El convenire in unum alrededor
del Obispo de Roma ya es un evento de gracia, en el cual la colegialidad
episcopal se manifiesta en un camino de discernimiento espiritual y pastoral»:
así describió el Papa Francisco la experiencia sinodal, indicando como tarea
escuchar tanto los signos de Dios como los de la historia de los hombres, y
vivir la consiguiente doble y única fidelidad a ambos.
4. (4). A la luz de este mismo discurso,
hemos reunido los resultados de nuestras reflexiones y conversaciones en las
tres partes siguientes: la escucha, para mirar la realidad de la familia hoy,
en la complejidad de sus luces y sombras; la mirada fija en Cristo para
repensar con renovada frescura y entusiasmo lo que la revelación, transmitida
en la fe de la Iglesia, nos dice sobre la belleza y sobre la dignidad de la
familia; la confrontación con el Señor Jesús a fin de discernir los caminos
para renovar la Iglesia y la sociedad en su compromiso por la familia basada en
el matrimonio entre hombre y mujer.
5. Conservando el valioso fruto de la Asamblea anterior, el nuevo paso que
nos espera parte de la escucha de las desafíos que debe afrontar la familia
para dirigir la mirada a su vocación y misión en la Iglesia y en el mundo
contemporáneo. La familia, además de tener que responder a las problemáticas
hodiernas, ante todo está llamada por Dios a tomar conciencia, siempre nueva,
de su identidad misionera de Iglesia doméstica, también ella “en salida”. En un
mundo a menudo marcado por la soledad y la tristeza, el “Evangelio de la
familia” es verdaderamente una buena noticia.
I PARTE
LA ESCUCHA DE LOS DESAFÍOS
QUE AFRONTA LA FAMILIA
QUE AFRONTA LA FAMILIA
Capítulo I
La familia y el contexto antropológico-cultural
La familia y el contexto antropológico-cultural
El contexto sociocultural
6. (5) Fieles a las enseñanzas de Cristo
miramos a la realidad de la familia hoy en toda su complejidad, en sus luces y
sombras. Pensamos en los padres, los abuelos, los hermanos y hermanas, los
familiares próximos y lejanos, y en el vínculo entre dos familias que se crea
con cada matrimonio. El cambio antropológico-cultural hoy influye en todos los
aspectos de la vida y requiere un enfoque analítico y diversificado. Hay que
subrayar ante todo los aspectos positivos: la mayor libertad de expresión y el
reconocimiento más amplio de los derechos de la mujer y de los niños, al menos
en algunas regiones. Pero, por otra parte, también hay que considerar el
creciente peligro que representa un individualismo exasperado que desvirtúa los
vínculos familiares y acaba por considerar a cada componente de la familia como
una isla, haciendo que prevalezca, en ciertos casos, la idea de un sujeto que
se construye según sus propios deseos asumidos con carácter absoluto. A esto se
añade la crisis de la fe que afecta a tantos católicos y que a menudo está en
el origen de las crisis del matrimonio y de la familia.
El cambio antropológico
7. En la sociedad hodierna se observan disposiciones diferentes. Sólo una
minoría vive, sostiene y propone las enseñanzas de la Iglesia Católica sobre el
matrimonio y la familia, reconociendo en estas la bondad del proyecto creador
de Dios. Los matrimonios, ya sean religiosos o no, diminuyen y crece el número
de separaciones y divorcios.
Se van difundiendo el reconocimiento de la dignidad de toda persona,
hombre, mujer y niños, y la toma de conciencia de la importancia de las
diferentes etnias y de las minorías; aspectos, estos últimos, que —ya
generalizados en numerosas sociedades, no sólo occidentales— se están
consolidando en varios otros países.
Se observa, en los más diversos contextos culturales, el miedo de los
jóvenes a asumir compromisos definitivos, como el de formar una familia. Más en
general, se observa el difundirse de un individualismo extremo centrado en la
satisfacción de deseos que no llevan a la plena realización de la persona.
El desarrollo de la sociedad de consumo ha separado sexualidad y
procreación. Esta es también una de la causas de la creciente disminución de la
natalidad. En algunos contextos está vinculada a la pobreza o a la
imposibilidad de acudir la prole; en otros a la dificultad de querer asumirse
responsabilidades y a la percepción de que los hijos podrían limitar la libre
expansión de uno mismo.
Las contradicciones culturales
8. Las contradicciones culturales que inciden en la familia no son pocas.
Se la sigue imaginando como el puerto seguro de los afectos más íntimos y
gratificantes, pero las tensiones inducidas por una exasperada cultura
individualista de la posesión y del placer generan en ella dinámicas de
impaciencia y de agresividad a veces ingobernables. También se podría mencionar
una cierta visión del feminismo, que considera la maternidad un pretexto para
la explotación de la mujer y un obstáculo a su plena realización. Por otra
parte, se observa una tendencia creciente a concebir la generación de un hijo
como un instrumento para la afirmación de sí mismos, que hay que obtener con
cualquier medio. Por último, cabe recordar las teorías según las cuales se debe
afirmar la identidad personal y la intimidad afectiva en una dimensión
radicalmente desvinculada de la diversidad biológica entre varón y mujer.
Al mismo tiempo, sin embargo, se quiere reconocer a la estabilidad de
una pareja instituida independientemente de la diferencia sexual la misma
titularidad de la relación matrimonial intrínsecamente vinculada a los roles
paterno y materno, definidos a partir de la biología de la generación. La
confusión no ayuda a definir la especificidad social de dichas uniones,
mientras que pone en las manos de la opción individualista el vínculo especial
entre diferencia, generación e identidad humana. Ciertamente es necesaria una
mejor profundización humana y cultural, no sólo biológica, de la diferencia
sexual, con la conciencia de que «la remoción de la diferencia […] es el
problema, no la solución» (Francisco, Audiencia general, 15 de abril de
2015).
Las contradicciones sociales
9. Eventos traumáticos como los conflictos bélicos, la eliminación de los
recursos, los procesos migratorios, inciden de manera creciente en la calidad
afectiva y espiritual de la vida familiar y ponen en riesgo las relaciones
dentro de la familia. Sus energías materiales y espirituales, con frecuencia,
se llevan hasta el umbral de la disolución.
Asimismo se debe hablar, en general, de las graves contradicciones
generadas por el peso de políticas económicas desconsideradas, al igual que de
la insensibilidad de políticas sociales, incluso en las llamadas sociedades del
bienestar. En particular, el peso cada vez mayor del mantenimiento de los
hijos, así como el enorme agravamiento de las tareas subsidiarias del cuidado
social de enfermos y ancianos, de hecho delegados a las familias, constituyen
una auténtica y enorme carga que pesa sobre la vida familiar.
Si se añaden los efectos de una coyuntura económica desfavorable, de
naturaleza bastante ambigua, y el creciente fenómeno de la acumulación de
riqueza en manos de pocos y de la distracción de recursos que deberían ir
destinados al proyecto familiar, el cuadro de empobrecimiento de la familia se
perfila todavía más problemático. La dependencia del alcohol, las drogas o el
juego de azar a veces es expresión de estas contradicciones sociales y del
consiguiente malestar en la vida de las familias.
Fragilidad y fuerza de la familia
10. La familia, comunidad humana fundamental, hoy muestra como nunca antes,
precisamente mediante su crisis cultural y social, cuántos sufrimientos
procuran su debilitamiento y su fragilidad. Y cuánta fuerza puede encontrar, en
sí misma, para encarar la inadecuación y la inoperancia de las instituciones
por lo que se refiere a la formación de la persona, la calidad del vínculo
social y el cuidado de las personas más vulnerables. Por tanto, es
particularmente necesario apreciar adecuadamente la fuerza de la familia, para
poder sostener sus fragilidades.
Capítulo II
La familia y el contexto socioeconómico
La familia y el contexto socioeconómico
La familia recurso insustituible de la sociedad
11. La familia sigue siendo hoy, y será siempre, el pilar fundamental e
irrenunciable de la vida social. En efecto, en ella conviven múltiples
diferencias, mediante las cuales se estrechan relaciones, se crece confrontándose
y acogiéndose mutuamente entre generaciones. Precisamente de este modo la
familia representa un valor fundante y un recurso insustituible para el
desarrollo armónico de toda sociedad humana, según afirma el Concilio: «La
familia es una escuela de humanidad más rica [...] es el fundamento de la
sociedad» (GS, 52). En las relaciones familiares, conyugales, filiales y
fraternas todos los miembros de la familia establecen vínculos fuertes y
gratuitos, con concordia y respeto recíproco, que permiten superar los riesgos
del aislamiento y de la soledad.
Políticas en favor de la familia
12. Se subraya que, puesto que la familia es protagonista de la edificación
de la ciudad común y no una realidad privada, son necesarias políticas
familiares adecuadas, que la sostengan y la promuevan. Además, se sugiere
considerar la relación entre la asistencia social y la acción compensatoria de
la familia. Respecto a políticas familiares y a sistemas de asistencia social
inadecuados, dicha acción compensatoria redistribuye recursos y tareas para el
bien común, contribuyendo a reequilibrar los efectos negativos de la falta de
equidad social.
El desafío de la soledad y la precariedad
13. (6) Una de las mayores pobrezas de la
cultura actual es la soledad, fruto de la ausencia de Dios en la vida de las
personas y de la fragilidad de las relaciones. Asimismo, hay una sensación
general de impotencia frente a la realidad socioeconómica que a menudo acaba
por aplastar a las familias. Esto se debe a la creciente pobreza y precariedad
laboral que a veces se vive como una auténtica pesadilla, o a una fiscalidad
demasiado alta que ciertamente no alienta a los jóvenes a contraer matrimonio.
Con frecuencia las familias se sienten abandonadas por el desinterés y la poca
atención de las instituciones. Las consecuencias negativas desde el punto de
vista de la organización social son evidentes: de la crisis demográfica a las
dificultades educativas, de la fatiga a la hora de acoger la vida naciente al
sentir la presencia de los ancianos como un peso, hasta el difundirse de un
malestar afectivo que a veces llega a la violencia. El Estado tiene la
responsabilidad de crear las condiciones legislativas y laborales para
garantizar el futuro de los jóvenes y ayudarlos a realizar su proyecto de formar
una familia.
El desafío económico
14. La vida familiar concreta está en estrecha conexión con la realidad
económica. Muchos observan que, en nuestros días, la familia fácilmente sufre
múltiples vulnerabilidades. Desde el punto de vista de la economía, los
problemas más relevantes son los relacionados con salarios insuficientes,
desempleo, inseguridad económica, falta de un trabajo digno y de seguridad en
el puesto de trabajo, trata de personas humanas y esclavitud.
En la familia se refleja de modo particularmente agudo el efecto de la
falta de equidad económica, que les impide crecer: falta una casa propia; no se
engendran hijos; cuando se tienen encuentran dificultades para cursar sus
estudios y llegar a ser independientes; se les impide poder hacer planes para
el futuro con tranquilidad. A fin de superar esta situación es necesario un
cambio estructural de perspectiva de parte de toda la sociedad, como nos
recuerda el Papa: «El crecimiento en equidad exige algo más que el crecimiento
económico, aunque lo supone, requiere decisiones, programas, mecanismos y
procesos específicamente orientados a una mejor distribución del ingreso, a una
creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres que
supere el mero asistencialismo» (EG, 204). Una renovada solidaridad
intergeneracional comienza con la atención a los pobres del presente, antes que
a los del futuro, teniendo en cuenta en particular las necesidades de las
familias.
El desafío de la pobreza y la exclusión social
15. Representan un desafío especialmente importante los grupos sociales, a
veces muy numerosos, caracterizados por situaciones de pobreza, no sólo
económica sino a menudo cultural, que impiden la realización de un proyecto de
vida familiar adecuado a la dignidad de la persona. Es preciso reconocer
también que, a pesar de las enormes dificultades, numerosas familias pobres
tratan de llevar una vida cotidiana digna, confiando en Dios, que no defrauda y
no abandona.
Se ha observado, además, que el sistema económico actual produce
diversas formas de exclusión social. Las categorías de personas que se sienten
excluidas son varias. Una característica común es que a menudo los “excluidos”
son “invisibles” a los ojos de la sociedad. No pocas veces la cultura
dominante, los medios de comunicación, las mayores instituciones contribuyen a
mantener —o incluso a empeorar— esta “invisibilidad” sistemática. Al respecto,
el Papa Francisco se pregunta: «¿Por qué […] nos acostumbramos a ver cómo se
destruye el trabajo digno, se desahucia a tantas familias, se expulsa a los
campesinos, se hace la guerra y se abusa de la naturaleza?». Y responde:
«Porque en este sistema se ha sacado al hombre, a la persona humana, del centro
y se lo ha reemplazado por otra cosa. Porque se rinde un culto idolátrico al
dinero. Porque se ha globalizado la indiferencia» (Discurso a los
participantes en el Encuentro mundial de los Movimientos populares, 28 de octubre de
2014).
La exclusión social debilita la familia y llega a ser una seria amenaza
para la dignidad de sus miembros. Es especialmente preocupante la condición de
los hijos, los cuales es como si a priori fueran castigados a causa de la
exclusión y, con frecuencia, trágicamente marcados de por vida por privaciones
y sufrimientos. Se trata de auténticos “huérfanos sociales”.
El desafío ecológico
16. Desde el punto de vista de la ecología, los problemas relevantes derivan
de un acceso insuficiente al agua de parte de muchas poblaciones, degradación
del medio ambiente, hambre y malnutrición, terrenos incultos o devastados,
cultura del “usar y tirar”. Las situaciones descritas inciden, con frecuencia
duramente, en las dinámicas de la vida familiar y su serenidad.
Por tales razones, y gracias también al impulso del Papa Francisco, la
Iglesia promueve y colabora en vista de un profundo replanteamiento de la
orientación del sistema mundial, mediante una cultura ecológica capaz de
elaborar un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida
y una espiritualidad. Puesto que todo está íntimamente conexo, es necesario
profundizar los aspectos de una “ecología integral” que incluya tanto las
dimensiones medio ambientales como las humanas, sociales y económicas, para el
desarrollo sostenible y la salvaguardia de la creación.
Capítulo III
Familia e inclusión
Familia e inclusión
La tercera edad
17. Muchos destacan la condición de las personas en edad avanzada en el seno
de las familias. En las sociedades evolucionadas el número de ancianos tiende a
aumentar, mientras que decrece la natalidad. El recurso que representan los
ancianos no siempre se aprecia de manera adecuada. Como recordó el Papa
Francisco: «El número de ancianos se ha multiplicado, pero nuestras sociedades
no se han organizado lo suficiente para hacerles espacio, con justo respeto y
concreta consideración a su fragilidad y dignidad. Mientras somos jóvenes,
somos propensos a ignorar la vejez, como si fuese una enfermedad que hay que
mantener alejada; cuando luego llegamos a ancianos, especialmente si somos
pobres, si estamos enfermos y solos, experimentamos las lagunas de una sociedad
programada a partir de la eficiencia, que, como consecuencia, ignora a los
ancianos. Y los ancianos son una riqueza, no se pueden ignorar» (Audiencia general, 4 de marzo de
2015).
18. La condición de los abuelos en la familia requiere una atención
peculiar. Ellos constituyen el anillo de conjunción entre las generaciones, que
asegura la transmisión de tradiciones y de costumbres en las cuales los más
jóvenes pueden encontrar sus propias raíces. Además, con frecuencia, de manera
discreta y gratuita, garantizan una preciosa ayuda económica a los esposos
jóvenes y se hacen cargo de los nietos, a los que también transmiten la fe.
Muchas personas, especialmente en nuestros días, pueden reconocer que
precisamente a sus abuelos deben su iniciación a la vida cristiana. Esto
testimonia que en la familia, en el sucederse de las generaciones, la fe se
comunica y se custodia, lo que la convierte en una herencia insustituible para
los nuevos núcleos familiares. A los ancianos corresponde, por tanto, un
sincero tributo de reconocimiento, de aprecio y de hospitalidad, de parte de
los jóvenes, de las familias y de la sociedad.
El desafío de la viudez
19. La viudez es una experiencia particularmente difícil para quien ha
vivido la elección matrimonial y la vida familiar como un don en el Señor. Sin
embargo, a los ojos de la fe también presenta algunas posibilidades para
valorar. Así por ejemplo, algunos, cuando les toca vivir esta dolorosa
experiencia, muestran que saben volcar sus energías todavía con más entrega en
los hijos y los nietos, y encuentran en esta experiencia de amor una nueva
misión educativa. El vacío que deja el cónyuge fallecido, en cierto sentido, se
colma con el afecto de los familiares, quienes valoran a las personas viudas y
les permiten de este modo custodiar la preciosa memoria de su matrimonio. En
cambio, en el caso de quienes no cuentan con la presencia de familiares a los
que dedicarse y de los cuales recibir afecto y cercanía, la comunidad cristiana
debe sostenerlos, con particular atención y disponibilidad, sobre todo si son
personas viudas en condiciones de indigencia.
La última etapa de la vida y el luto en familia
20. Las personas en edad avanzada son conscientes de que se encuentran en la
última fase de la existencia. Su condición repercute en toda la vida familiar.
El hecho de tener que afrontar la enfermedad, que con frecuencia acompaña el
prolongarse de la vejez, y sobre todo la muerte, sentida como próxima y
experimentada en la pérdida de las personas más queridas (el cónyuge, los
familiares, los amigos) constituyen los aspectos críticos de esta edad, que
exponen a la persona y a toda la familia a la redefinición de su equilibrio.
Valorar la fase conclusiva de la vida hoy es todavía más necesario, ya
que —por lo menos en los países ricos— se trata de cancelar de todos los modos
posibles el momento del tránsito. Frente a una visión negativa de este período
—que considera sólo los aspectos de decadencia y progresiva pérdida de
capacidades, autonomías y afectos—, se puede afrontar los últimos años
valorizando el sentido del cumplimiento y la integración de toda la existencia.
Así también es posible descubrir una nueva declinación de lo que significa
generar, ofreciendo una herencia ante todo moral a las nuevas generaciones. La
dimensión de la espiritualidad y de la trascendencia, unida a la cercanía de
los miembros de la familia, constituyen recursos esenciales para que también la
vejez esté llena de un sentido de dignidad y de esperanza.
Por otra parte, exigen una atención especial las familias que pasan por
la prueba de la experiencia del luto. Cuando la pérdida concierne a niños y
jóvenes, el impacto sobre la familia es particularmente lacerante.
El desafío de la discapacidad
21. Es preciso dirigir una mirada especial a las familias de las personas
con discapacidad, en las cuales dicho handicap —que irrumpe improvisamente en
la vida— genera un desafío, profundo e inesperado, y desbarata los equilibrios,
los deseos y las expectativas. Esto determina emociones contrastantes que hay
que gobernar y elaborar, a la vez que impone tareas, urgencias y necesidades
nuevas, funciones y responsabilidades diferentes. La imagen familiar y todo su
ciclo vital se ven profundamente turbados. Sin embargo, la familia podrá descubrir,
junto con la comunidad cristiana a la que pertenece, habilidades distintas,
competencias imprevistas, nuevos gestos y lenguajes, formas de comprensión y de
identidad, en el largo y difícil camino de acogida y cuidado del misterio de la
fragilidad.
22. Este proceso, de por sí extraordinariamente complejo, llega a ser
todavía más arduo en las sociedades en las que sobreviven formas despiadadas de
estigma y de prejuicio, que impiden el encuentro fecundo con la discapacidad y
el florecer de la solidaridad y el acompañamiento comunitario. En realidad este
encuentro puede constituir, para cada uno y para toda la comunidad, una ocasión
preciosa para crecer en la justicia, el amor y la defensa del valor de toda
vida humana, a partir del reconocimiento de un profundo sentido de comunión en
la vulnerabilidad. Cabe esperar que, en una comunidad realmente acogedora, la
familia y la persona con necesidades especiales no se sientan solas y
descartadas, sino que reciban alivio y sostén, especialmente cuando las energías
y los recursos familiares disminuyen.
23. A este propósito, hay que considerar el desafío llamado del “después de
nosotros”: pensamos en las situaciones familiares de pobreza y soledad, o en el
reciente fenómeno según el cual, en las sociedades económicamente más
avanzadas, el aumento de la esperanza de vida permitirá a las personas con
discapacidad, con una alta probabilidad, sobrevivir a sus padres. Si la familia
logra aceptar con los ojos de la fe la presencia de personas con discapacidad,
podrá también ayudarles a no vivir su discapacidad solamente como un límite y a
reconocer su valor diferente y original. De este modo, se garantizará,
defenderá y valorará la calidad posible de toda vida, individual y familiar,
con sus necesidades, su derecho a igual dignidad y oportunidades, a servicios y
cuidados, a compañía y afectividad, a espiritualidad, belleza y plenitud de
sentido, en cada fase de la vida, desde su concepción hasta el envejecimiento y
su fin natural.
El desafío de las migraciones
24. Despierta preocupación en muchos el efecto sobre la familia del fenómeno
migratorio, que atañe, en modalidades diversas, a poblaciones enteras en varias
partes del mundo. El acompañamiento de los migrantes exige una pastoral
específica, dirigida tanto a las familias en migración como a los miembros de
los núcleos familiares que permanecen en los lugares de origen; esto se debe
llevar a cabo respetando sus culturas, así como la formación religiosa y humana
de la que provienen. Hoy el fenómeno migratorio conlleva trágicas heridas para
masas de individuos y familias en “excedencia” de distintas poblaciones y
territorios, que buscan legítimamente un futuro mejor, un “nuevo nacimiento”,
cuando se da el caso de que donde nacieron no es posible vivir.
25. Las varias situaciones de guerra, persecución, pobreza, desigualdad,
habitualmente motivo de la migración, junto con las peripecias de un viaje que
a menudo pone en peligro incluso la vida, marcan traumáticamente a las personas
y sus sistemas familiares. El proceso migratorio, en efecto, inevitablemente
lacera las familias de los migrantes por las múltiples experiencias de abandono
y división: en numerosos casos el cuerpo familiar se ve dramáticamente
desmembrado entre quien se marcha para abrir camino y quien se queda a la
espera de un regreso o de una reunificación. Quienes se marchan extrañan su
tierra y su cultura, su lengua, los vínculos con la familia ampliada y con la
comunidad, el pasado y el tradicional desarrollo del propio camino de vida.
26. El encuentro con un nuevo país y una nueva cultura es todavía más
difícil cuando no encuentran condiciones de auténtica acogida y aceptación, que
respeten los derechos de todos y ofrezcan una convivencia pacífica y solidaria.
El sentido de desorientación, la nostalgia de los orígenes perdidos y las
dificultades de una auténtica integración —que pasa por la creación de nuevos
vínculos y la planificación de una vida que enlace pasado y presente, culturas
y geografías, lenguas y mentalidades diferentes—hoy, en muchos contextos, no se
han superado y desvelan sufrimientos nuevos incluso en la segunda y tercera
generación de familias inmigrantes, alimentando fenómenos de fundamentalismo y
de rechazo violento de la cultura del país de acogida.
Un recurso muy valioso para superar estas dificultades es precisamente
el encuentro entre familias, y con frecuencia un papel clave en los procesos de
integración lo desempeñan las madres, compartiendo la experiencia del
crecimiento de sus hijos.
27. Por otra parte, las experiencias migratorias resultan especialmente
dramáticas y devastadoras, tanto para las familias como para las personas,
cuando tienen lugar fuera de la legalidad, cuando las sostienen los circuitos
internacionales de la trata de personas, cuando conciernen a los niños no
acompañados, cuando obligan a paradas prolongadas en lugares intermedios entre
un país y otro, entre el pasado y el futuro, y a permanencias en campos de
prófugos o centros de acogida, en los cuales no es posible iniciar un camino de
arraigo ni delinear el propio nuevo porvenir.
Algunos desafíos peculiares
28. (7) Existen contextos culturales y
religiosos que plantean desafíos particulares. En algunas sociedades todavía
está en vigor la práctica de la poligamia y en algunos contextos tradicionales
la costumbre del “matrimonio por etapas”. En otros contextos permanece la
práctica de los matrimonios combinados. En los países en que la presencia de la
Iglesia Católica es minoritaria son numerosos los matrimonios mixtos y de
disparidad de culto, con todas las dificultades que conllevan respecto a la
configuración jurídica, al bautismo y a la educación de los hijos y al respeto
mutuo desde el punto de vista de la diversidad de la fe. Estos matrimonios
corren el riesgo del relativismo o de la indiferencia, pero a su vez pueden
representar una buena posibilidad para favorecer el espíritu ecuménico y el
diálogo interreligioso en una armoniosa convivencia de comunidades que viven en
el mismo lugar. En numerosos contextos, y no sólo occidentales, se está
ampliamente difundiendo la praxis de la convivencia que precede al matrimonio,
así como convivencias no orientadas a asumir la forma de un vínculo
institucional. A esto se añade a menudo una legislación civil que compromete el
matrimonio y la familia. A causa de la secularización en muchas partes del
mundo la referencia a Dios ha disminuido fuertemente y la fe ya no es un hecho
socialmente compartido.
La familia y los niños
29. (8) Son muchos los niños que nacen fuera
del matrimonio, especialmente en algunos países, y muchos los que después
crecen con uno solo de los padres o en un contexto familiar ampliado o
reconstituido. El número de divorcios es creciente y no es raro el caso de
opciones determinadas únicamente por factores de orden económico. Con
frecuencia los niños son motivo de contienda entre los padres y además los
hijos son las verdaderas víctimas de las laceraciones familiares. Los padres a
menudo están ausentes —no sólo por causas económicas— precisamente allí donde
se percibe la necesidad de que ellos asuman más claramente la responsabilidad
de los hijos y de la familia. Todavía es preciso defender y promover la
dignidad de la mujer. En efecto, hoy en muchos contextos ser mujer es objeto de
discriminación, y con frecuencia se penaliza el don de la maternidad en lugar de
presentarlo como un valor. Tampoco hay que olvidar los crecientes fenómenos de
violencia de los que son víctimas las mujeres, a veces lamentablemente también
en el seno de las familias, ni la grave y difundida mutilación genital de la
mujer en algunas culturas. Por otro lado, la explotación sexual de la infancia
constituye una de las realidades más escandalosas y perversas de la sociedad
actual. Asimismo, en las sociedades golpeadas por la violencia a causa de la
guerra, del terrorismo o de la presencia del crimen organizado, se dan
situaciones familiares deterioradas y sobre todo en las grandes metrópolis y en
sus periferias crece el llamado fenómeno de los niños de la calle. Las
migraciones, por su parte, representan otro signo de los tiempos que hay que
afrontar y comprender con toda la carga de consecuencias sobre la vida
familiar.
El papel de las mujeres
30. Desde diversas partes se ha observado que los procesos de emancipación
de la mujer han puesto muy bien de relieve su papel determinante en el crecimiento
de la familia y de la sociedad. Sin embargo, sigue siendo cierto que la
condición femenina en el mundo está sujeta a grandes diferencias que derivan
principalmente de factores culturales. No se puede pensar que situaciones
problemáticas se resuelvan fácilmente con el fin de la emergencia económica y
la llegada de una cultura moderna, como demuestran las difíciles condiciones de
las mujeres en varios países de reciente desarrollo.
En los países occidentales la emancipación femenina requiere una redefinición
de las tareas de los cónyuges en su reciprocidad y en la común responsabilidad
respecto a la vida familiar. En los países en vías de desarrollo, a la
explotación y la violencia ejercidas sobre el cuerpo de las mujeres y a la
fatiga que se les impone incluso durante el embarazo, a menudo se añaden
abortos y esterilizaciones forzadas, así como las consecuencias extremadamente
negativas de prácticas conexas con la procreación (por ejemplo, alquiler del
útero o mercado de los gametos embrionales). En los países avanzados, el deseo
del hijo “a toda costa” no ha llevado a relaciones familiares más felices y
sólidas, sino que en muchos casos de hecho ha agravado la desigualdad entre
mujeres y hombres. La esterilidad de la mujer representa, según los prejuicios
presentes en varias culturas, una condición socialmente discriminatoria.
Puede contribuir al reconocimiento del papel determinante de las mujeres
una mayor valorización de su responsabilidad en la Iglesia: su intervención en
los procesos de decisión; su participación, no sólo formal, en el gobierno de
algunas instituciones; su participación en la formación de los ministros
ordenados.
Capítulo IV
Familia, afectividad y vida
Familia, afectividad y vida
La importancia de la vida afectiva
31. (9) Frente al cuadro social delineado, en
muchas partes del mundo, se observa en los individuos una mayor necesidad de
cuidar la propia persona, de conocerse interiormente, de vivir mejor en
sintonía con las propias emociones y los propios sentimientos, de buscar
relaciones afectivas de calidad. Esta justa aspiración puede abrir al deseo de
comprometerse en construir relaciones de entrega y reciprocidad creativas,
solidarias y que responsabilicen, como las familiares. El peligro
individualista y el riesgo de vivir en clave egoísta son relevantes. El desafío
para la Iglesia es ayudar a los esposos a una maduración de la dimensión
emocional y al desarrollo afectivo promoviendo el diálogo, la virtud y la
confianza en el amor misericordioso de Dios. El pleno compromiso que se
requiere en el matrimonio cristiano puede ser un fuerte antídoto a la tentación
de un individualismo egoísta.
La formación de la afectividad
32. Se requiere que las familias se sientan responsables directamente de la
formación afectiva de las generaciones jóvenes. La velocidad con la cual tienen
lugar los cambios de la sociedad contemporánea hace más difícil el
acompañamiento en la formación de la afectividad para la maduración de toda la
persona. Este hecho exige también agentes pastorales que estén formados
apropiadamente, que posean no sólo un conocimiento en profundidad de la
Escritura y de la doctrina católica, sino que a su vez estén dotados de
instrumentos pedagógicos, psicológicos y médicos adecuados. El conocimiento de
la psicología de la familia será una ayuda para transmitir la visión cristiana
de modo eficaz: se debe comenzar este esfuerzo educativo ya con la catequesis
de la iniciación cristiana.
Fragilidad e inmadurez afectivas
33. (10). En el mundo actual no faltan
tendencias culturales que parece que impongan una afectividad sin límites de la
que se quieren explorar todos los aspectos, incluso los más complejos. De
hecho, la cuestión de la fragilidad afectiva es de gran actualidad: una
afectividad narcisista, inestable y cambiante que no siempre ayuda a los
sujetos a alcanzar una mayor madurez. Preocupa una cierta difusión de la
pornografía y de la comercialización del cuerpo, favorecida entre otras cosas
por un uso desequilibrado de Internet, al igual que hay que denunciar la
situación de las personas que se ven obligadas a practicar la prostitución. En
este contexto, a menudo los cónyuges se sienten inseguros, indecisos y les
cuesta encontrar los modos para crecer. Son numerosos los que suelen quedarse
en los estadios primarios de la vida emocional y sexual. La crisis de los
esposos desestabiliza la familia y a través de las separaciones y los divorcios
puede llegar a tener serias consecuencias para los adultos, los hijos y la
sociedad, debilitando al individuo y los vínculos sociales. Asimismo, el
descenso demográfico, debido a una mentalidad antinatalista y promovido por las
políticas mundiales de salud reproductiva, no sólo determina una situación en
la cual el sucederse de las generaciones ya no está asegurado, sino que se
corre el riesgo de que con el tiempo lleve a un empobrecimiento económico y a
una pérdida de esperanza en el futuro. El avance de las biotecnologías también
ha tenido un fuerte impacto sobre la natalidad.
El desafío bioético
34. Desde varias partes se señala que la llamada revolución biotecnológica
en el campo de la procreación humana ha introducido la posibilidad técnica de
manipular el acto de engendrar, convirtiéndolo en independiente de la relación
sexual entre hombre y mujer. De este modo, la vida humana así como la
paternidad y la maternidad se han convertido en realidades componibles y
descomponibles, sujetas principalmente a los deseos de los individuos o de las
parejas, no necesariamente heterosexuales y regularmente casadas. En los
últimos tiempos este fenómeno se ha presentado como una novedad absoluta en el
escenario de la humanidad, y está adquiriendo una difusión cada vez mayor. Todo
esto tiene profundas repercusiones en la dinámica de las relaciones, en la
estructura de la vida social y en los ordenamientos jurídicos, que intervienen para
tratar de regular prácticas que ya están en curso y situaciones diferenciadas.
El desafío para la pastoral
35. (11) En este contexto la Iglesia siente la
necesidad de decir una palabra de verdad y de esperanza. Es preciso partir de
la convicción de que el hombre viene de Dios y, por tanto, de que una reflexión
capaz de volver a proponer las grandes preguntas acerca del significado del ser
hombres, encontrará un terreno fértil en las expectativas más profundas de la
humanidad. Los grandes valores del matrimonio y de la familia cristiana
corresponden a la búsqueda que impregna la existencia humana también en este
tiempo marcado por el individualismo y el hedonismo. Hay que acoger a las
personas con su existencia concreta, saber sostener su búsqueda, alentar el
deseo de Dios y la voluntad de sentirse plenamente parte de la Iglesia, incluso
en quien ha experimentado el fracaso o se encuentra en las situaciones más
disparatadas. El mensaje cristiano siempre lleva en sí mismo la realidad y la
dinámica de la misericordia y de la verdad, que en Cristo convergen.
36. En la formación a la vida conyugal y familiar, los agentes pastorales
deberán tener en cuenta la pluralidad de las situaciones concretas. Por una
parte, es preciso promover realidades que garanticen la formación de los
jóvenes al matrimonio, pero por otra, es preciso seguir a quienes viven sin
formar un nuevo núcleo familiar y con frecuencia permanecen vinculados a la
familia de origen. También los esposos que no pueden tener hijos deben ser
objeto de una atención pastoral particular de parte de la Iglesia, que los
ayude a descubrir el designio de Dios sobre su situación, al servicio de toda
la comunidad.
Hay una solicitud, ampliamente compartida, de que se precise que con la
categoría de “lejanos” no cabe entender una realidad de excluidos o de
alejados: se trata de personas amadas por Dios y a ellas la Iglesia desea
llegar con su acción pastoral. Es necesario tener hacia todos una mirada de
comprensión, considerando que las situaciones de distancia de la vida eclesial
no siempre son queridas, con frecuencia son inducidas y a veces incluso
sufridas, a causa de los comportamientos de terceros.
II PARTE
EL DISCERNIMIENTO DE LA VOCACIÓN FAMILIAR
Capítulo I
Familia y pedagogía divina
Familia y pedagogía divina
La mirada fija en Jesús y la pedagogía divina en la
historia de la salvación
37. (12) A fin de «verificar nuestro paso en
el terreno de los desafíos contemporáneos, la condición decisiva es mantener la
mirada fija en Jesucristo, detenerse en la contemplación y en la adoración de su
rostro [...]. En efecto, cada vez que volvemos a la fuente de la experiencia
cristiana se abren caminos nuevos y posibilidades inesperadas» (Papa
Francisco, Discurso del 4 de
octubre de 2014). Jesús miró a las mujeres y a los hombres con los
que se encontró con amor y ternura, acompañando sus pasos con verdad, paciencia
y misericordia, al anunciar las exigencias del Reino de Dios.
La Palabra de Dios en la familia
38. Dirigir la mirada a Cristo significa ante todo escuchar su Palabra: la
lectura de la Sagrada Escritura, no sólo en las comunidades, sino también en
las casas, ayuda a percibir la centralidad de los esposos y de la familia en el
proyecto de Dios, y permite reconocer que Dios entra en los aspectos concretos
de la vida familiar haciéndola más bella y vital.
A pesar de las diversas iniciativas, sin embargo, en las familias
católicas todavía se observa la falta de un contacto más directo con la Biblia.
En la pastoral de la familia siempre es preciso hacer hincapié en el valor
central del encuentro con Cristo, que emerge naturalmente si hay un arraigo a
la Sagrada Escritura. Por eso, sería deseable que sobre todo en las familias se
aliente a una relación vital con la Palabra de Dios, que oriente a un auténtico
encuentro personal con Jesucristo. Como modalidad para acercarse a la Escritura
se aconseja la “lectio divina”, que representa una lectura orante
de la Palabra de Dios y una fuente de inspiración para el actuar cotidiano.
La pedagogía divina
39. (13) Puesto que el orden de la creación
está determinado por la orientación a Cristo, hay que distinguir sin separar
los diversos grados mediante los cuales Dios comunica a la humanidad la gracia
de la alianza. En razón de la pedagogía divina, según la cual el orden de la
creación evoluciona en el de la redención mediante etapas sucesivas, es
necesario comprender la novedad del sacramento nupcial cristiano en continuidad
con el matrimonio natural de los orígenes. Así aquí se entiende el modo de
actuar salvífico de Dios, tanto en la creación como en la vida cristiana. En la
creación: puesto que todas las cosas fueron creadas por medio de Cristo y para
Cristo (cfr. Col 1,16), los cristianos deben «descubrir gozosa y
respetuosamente las semillas del Verbo latentes en ellas; pero, al mismo
tiempo, deben estar atentos a la profunda transformación que se produce entre
las gentes» (AG, 11). En la vida cristiana: en cuanto con el bautismo el creyente
es introducido en la Iglesia mediante la Iglesia doméstica, que es su familia,
él emprende ese «proceso dinámico, que avanza gradualmente con la progresiva
integración de los dones de Dios» (FC, 9), mediante la conversión continua
al amor que salva del pecado y dona plenitud de vida.
Matrimonio natural y plenitud sacramental
40. Teniendo presente que las realidades naturales se deben comprender a la
luz de la gracia, no se ha de olvidar que el orden de la redención ilumina y cumple
el de la creación. El matrimonio natural, por tanto, se comprende plenamente a
la luz de su cumplimiento sacramental; sólo fijando la mirada en Cristo se
conoce profundamente la verdad de las relaciones humanas. «En realidad, el
misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. […]
Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su
amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la
grandeza de su vocación» (GS, 22). En esta perspectiva, resulta
particularmente oportuno comprender en clave cristocéntrica las propiedades
naturales del matrimonio, que son ricas y múltiples.
Jesús y la familia
41. (14) Jesús mismo, refiriéndose al designio
primigenio sobre el hombre y la mujer, reafirma la unión indisoluble entre
ellos, si bien diciendo que «por la dureza de vuestro corazón os permitió
Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero, al principio, no era así» (Mt 19,8).
La indisolubilidad del matrimonio («Lo que Dios ha unido, que no lo separe el
hombre» Mt 19,6), no hay que entenderla ante todo como un “yugo” impuesto a los
hombres sino como un “don” hecho a las personas unidas en matrimonio. De ese
modo, Jesús muestra que la condescendencia divina acompaña siempre el camino
humano, sana y transforma el corazón endurecido con su gracia, orientándolo
hacia su principio, a través del camino de la cruz. De los Evangelios emerge
claramente el ejemplo de Jesús, que es paradigmático para la Iglesia. Jesús, en
efecto, asumió una familia, inició sus milagros en la fiesta nupcial en Caná,
anunció el mensaje concerniente al significado del matrimonio como plenitud de
la revelación que recupera el proyecto originario de Dios (cfr. Mt 19,3). Sin
embargo, al mismo tiempo puso en práctica la doctrina enseñada, manifestando
así el verdadero significado de la misericordia. Esto se ve claramente en los
encuentros con la samaritana (cfr. Jn 4,1-30) y con la adultera (cfr. Jn
8,1-11) en los que Jesús, con una actitud de amor hacia la persona pecadora,
lleva al arrepentimiento y a la conversión («Anda, y en adelante no peques
más»), condición para el perdón.
La indisolubilidad: don y tarea
42. El testimonio de esposos que viven con plenitud el matrimonio cristiano
muestra el valor de esta unión indisoluble y suscita el deseo de emprender
siempre nuevos caminos de fidelidad conyugal. La indisolubilidad representa la
respuesta del hombre al deseo profundo de amor mutuo y duradero: un amor “para
siempre” que es una elección y un don de cada uno de los cónyuges al otro, de
la pareja respecto a Dios mismo y a cuantos Dios les confía. En esta
perspectiva, es importante celebrar en la comunidad cristiana los aniversarios
de matrimonio para recordar que en Cristo es posible y bello vivir juntos para
siempre.
El Evangelio de la familia ofrece un ideal de vida que debe tener en
cuenta la sensibilidad de nuestro tiempo y las efectivas dificultades para
mantener los compromisos para siempre. Aquí es preciso un anuncio que dé
esperanza y que no aplaste: que toda familia sepa que la Iglesia nunca la
abandona, en virtud del «vínculo indisoluble de la historia de Cristo y de la
Iglesia con la historia del matrimonio y de la familia humana»
(Francisco, Audiencia general, 6 de mayo de
2015).
El estilo de la vida familiar
43. Desde varias partes llega la invitación a promover una moral de la
gracia que permita descubrir y hacer florecer la belleza de las virtudes
propias de la vida matrimonial, entre las cuales: respeto y confianza mutuas,
acogida y gratitud recíprocas, paciencia y perdón. En la puerta de entrada de
la vida de la familia, afirma el Papa Francisco, «están escritas tres palabras
[…]: “permiso”, “gracias”, “perdón”. En efecto, estas palabras abren camino
para vivir bien en la familia, para vivir en paz. Son palabras sencillas, pero
no tan sencillas de llevar a la práctica. Encierran una gran fuerza: la fuerza
de custodiar la casa, incluso a través de miles de dificultades y pruebas; en
cambio si faltan, poco a poco se abren grietas que pueden hasta hacer que se
derrumbe» (Francisco, Audiencia general, 13 de mayo de
2015). El sacramento del matrimonio, en definitiva, abre un dinamismo que
incluye y sostiene los tiempos y las pruebas del amor, que requieren una
maduración gradual alimentada por la gracia.
La familia en el designio salvífico de Dios
44. (15) Las palabras de vida eterna que Jesús
dejó a sus discípulos comprendían la enseñanza sobre el matrimonio y la
familia. Esta enseñanza de Jesús nos permite distinguir tres etapas
fundamentales en el proyecto de Dios sobre el matrimonio y la familia. Al
inicio, está la familia de los orígenes, cuando Dios creador instituyó el
matrimonio primordial entre Adán y Eva, como sólido fundamento de la familia.
Dios no sólo creó al ser humano hombre y mujer (cfr. Gén 1,27), sino que los bendijo
para que fueran fecundos y se multiplicaran (cfr. Gén 1,28). Por esto,
«abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los
dos una sola carne» (Gén 2,24). Esta unión, dañada por el pecado, se convirtió
en la forma histórica de matrimonio en el Pueblo de Dios, por lo cual Moisés
concedió la posibilidad de escribir un acta de divorcio (cfr. Dt 24, 1ss).
Dicha forma era predominante en tiempos de Jesús. Con su venida y la
reconciliación del mundo caído gracias a la redención que Él obró, terminó la
era inaugurada con Moisés.
Unión y fecundidad de los cónyuges
45. Se ha señalado que la valorización de la enseñanza contenida en la
Sagrada Escritura podría ayudar a mostrar como, desde el Génesis, Dios imprimió
en la pareja su imagen y semejanza. En esta línea, el Papa Francisco ha
recordado que «no sólo el hombre en su individualidad es imagen de Dios, no
sólo la mujer en su individualidad es imagen de Dios, sino también el hombre y
la mujer, como pareja, son imagen de Dios. La diferencia entre hombre y mujer
no es para la contraposición, o subordinación, sino para la comunión y la
generación, siempre a imagen y semejanza de Dios» (Audiencia general, 15 de abril de
2015). Algunos ponen de relieve que en el designio creador está inscrita la
complementariedad del carácter unitivo del matrimonio con el procreativo: el
unitivo, fruto de un libre consenso consciente y meditado, predispone a la
realización del procreativo. Además, la acción de engendrar se debe comprender
en la perspectiva de la procreación responsable y del compromiso a hacerse
cargo de los hijos con fidelidad.
La familia imagen de la Trinidad
46. (16) Jesús, que reconcilió cada cosa en sí
misma, volvió a llevar el matrimonio y la familia a su forma original (cfr. Mc
10,1-12). La familia y el matrimonio fueron redimidos por Cristo (cfr. Ef
5,21-32), restaurados a imagen de la Santísima Trinidad, misterio del que brota
todo amor verdadero. La alianza esponsal, inaugurada en la creación y revelada
en la historia de la salvación, recibe la plena revelación de su significado en
Cristo y en su Iglesia. De Cristo mediante la Iglesia, el matrimonio y la
familia reciben la gracia necesaria para testimoniar el amor de Dios y vivir la
vida de comunión. El Evangelio de la familia atraviesa la historia del mundo
desde la creación del hombre a imagen y semejanza de Dios (cfr. Gén 1, 26-27)
hasta el cumplimiento del misterio de la Alianza en Cristo al final de los
siglos con las bodas del Cordero (cfr. Ap 19,9; Juan Pablo II, Catequesis sobre
el amor humano).
Capítulo II
Familia y vida de la Iglesia
Familia y vida de la Iglesia
La familia en los documentos de la Iglesia
47. (17) «A lo largo de los siglos, la Iglesia
no ha dejado de ofrecer su enseñanza constante sobre el matrimonio y la
familia. Una de las expresiones más altas de este Magisterio la propuso el
Concilio Ecuménico Vaticano II, en la Constitución pastoral Gaudium et Spes, que dedica un
capítulo entero a la promoción de la dignidad del matrimonio y la familia
(cfr. GS, 47-52). Define el matrimonio como comunidad de vida y de amor
(cfr. GS, 48), poniendo el amor en el centro de la familia,
mostrando, al mismo tiempo, la verdad de ese amor frente a las diversas formas
de reduccionismo presentes en la cultura contemporánea. El “verdadero amor entre
marido y mujer” (GS, 49) implica la entrega mutua, incluye e integra la
dimensión sexual y la afectividad, conformemente al designio divino (cfr. GS,
48-49). Además, Gaudium et Spes 48 subraya el
arraigo en Cristo de los esposos: Cristo Señor “sale al encuentro de los
esposos cristianos en el sacramento del matrimonio”, y permanece con ellos. En
la encarnación, Él asume el amor humano, lo purifica, lo lleva a plenitud, y
dona a los esposos, con su Espíritu, la capacidad de vivirlo, impregnando toda
su vida de fe, esperanza y caridad. De este modo, los esposos son consagrados
y, mediante una gracia propia, edifican el Cuerpo de Cristo y constituyen una
Iglesia doméstica (cfr. LG, 11), de manera que la Iglesia,
para comprender plenamente su misterio, mira a la familia cristiana, que lo
manifiesta de modo genuino» (IL, 4).
La dimensión misionera de la familia
48. A la luz de las enseñanzas conciliares y magisteriales sucesivas, se
sugiere profundizar en la dimensión misionera de la familia como Iglesia
doméstica, arraigada en el sacramento del Bautismo y que realiza desempeñando
el propio servicio ministerial en la comunidad cristiana. La familia es por
naturaleza misionera y acrece su fe dándola a los demás. Para emprender
recorridos de valorización del papel misionero que les ha sido confiado, es
urgente que las familias cristianas redescubran la llamada a dar testimonio del
Evangelio con la vida sin esconder aquello en lo que creen. El hecho mismo de
vivir la comunión familiar es una forma de anuncio misionero. Desde este punto
de vista, es necesario promover la familia como sujeto de la acción pastoral
mediante algunas formas de testimonio, entre las cuales: la solidaridad con los
pobres, la apertura a la diversidad de las personas, la custodia de la
creación, el compromiso por la promoción del bien común a partir del territorio
en el cual la familia vive.
La familia camino de la Iglesia
49. (18) «Siguiendo las huellas del Concilio
Vaticano II, el Magisterio pontificio ha ido profundizando la doctrina sobre el
matrimonio y la familia. En particular Pablo VI, con la Encíclica Humanae Vitae, puso de relieve
el vínculo íntimo entre amor conyugal y engendramiento de la vida. San Juan
Pablo II dedicó especial atención a la familia mediante sus catequesis sobre el
amor humano, la Carta a las familias (Gratissimam
Sane) y sobre todo con la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio. En esos
documentos, el Pontífice definió a la familia “camino de la Iglesia”; ofreció
una visión de conjunto sobre la vocación al amor del hombre y la mujer; propuso
las líneas fundamentales para la pastoral de la familia y para la presencia de
la familia en la sociedad. En particular, tratando de la caridad conyugal
(cfr. FC, 13), describió el modo como los cónyuges, en su mutuo amor, reciben
el don del Espíritu de Cristo y viven su llamada a la santidad» (IL, 5).
La medida divina del amor
50. (19) «Benedicto XVI, en la Encíclica Deus Caritas Est, retomó el tema de
la verdad del amor entre hombre y mujer, que se ilumina plenamente sólo a la
luz del amor de Cristo crucificado (cfr. DCE, 2). Él
recalca que: “El matrimonio basado en un amor exclusivo y definitivo se
convierte en el icono de la relación de Dios con su pueblo y, viceversa, el
modo de amar de Dios se convierte en la medida del amor humano” (DCE,
11). Además, en la EncíclicaCaritas in Veritate, pone de relieve
la importancia del amor como principio de vida en la sociedad (cfr. CiV, 44), lugar
en el que se aprende la experiencia del bien común» (IL, 6).
La familia en oración
51. Las enseñanzas de los Pontífices invitan a profundizar en la dimensión
espiritual de la vida familiar a partir del redescubrimiento de la oración en
familia y de la escucha en común de la Palabra de Dios, de las que brota el
compromiso de caridad. Para la vida de la familia es de fundamental importancia
redescubrir el día del Señor, como signo de su profundo arraigo en la comunidad
eclesial. Además, se debe proponer un acompañamiento pastoral adecuado para
hacer crecer una espiritualidad familiar encarnada, en respuesta a las
preguntas que nacen de la vida cotidiana. Se considera útil que la
espiritualidad de la familia sea alimentada por fuertes experiencias de fe y,
en particular, por la participación fiel a la Eucaristía, «fuente y cumbre de
toda la vida cristiana» (LG, 11).
Familia y fe
52. (20) «El Papa Francisco, en la
Encíclica Lumen Fidei, al afrontar el
vínculo entre la familia y la fe, escribe: “El encuentro con Cristo, el dejarse
aferrar y guiar por su amor, amplía el horizonte de la existencia, le da una
esperanza sólida que no defrauda. La fe no es un refugio para gente pusilánime,
sino que ensancha la vida. Hace descubrir una gran llamada, la vocación al
amor, y asegura que este amor es digno de fe, que vale la pena ponerse en sus
manos, porque está fundado en la fidelidad de Dios, más fuerte que todas
nuestras debilidades” (LF, 53)» (IL, 7).
Catequesis y familia
53. Muchos consideran necesaria una renovación de los itinerarios
catequísticos para la familia. Al respecto, han de ser valorados los cónyuges
como sujetos activos de la catequesis, especialmente respecto a los propios
hijos, en colaboración con sacerdotes, diáconos y personas consagradas. Dicha
colaboración ayuda a considerar la vocación al matrimonio como una realidad
importante, para la que es necesario prepararse adecuadamente durante un
congruente período de tiempo. La integración de familias cristianas sólidas y
ministros fiables hace creíble el testimonio de una comunidad que se dirige a
los jóvenes en camino hacia las grandes decisiones de la vida.
La comunidad cristiana debe renunciar a ser una agencia de servicios,
para convertirse, en cambio, en el lugar en el cual las familias nacen, se
encuentran y se confrontan juntas, caminando en la fe y compartiendo caminos de
crecimiento y de intercambio mutuo.
La indisolubilidad del matrimonio y el gozo de
vivir juntos
54. (21)El don recíproco constitutivo del
matrimonio sacramental arraiga en la gracia del bautismo, que establece la
alianza fundamental de toda persona con Cristo en la Iglesia. En la acogida
mutua y con la gracia de Cristo los novios se prometen entrega total, fidelidad
y apertura a la vida, y además reconocen como elementos constitutivos del
matrimonio los dones que Dios les ofrece, tomando en serio su mutuo compromiso,
en su nombre y frente a la Iglesia. Ahora bien, la fe permite asumir los bienes
del matrimonio como compromisos que se pueden sostener mejor mediante la ayuda
de la gracia del sacramento. Dios consagra el amor de los esposos y confirma su
indisolubilidad, ofreciéndoles la ayuda para vivir la fidelidad, la integración
recíproca y la apertura a la vida. Por tanto, la mirada de la Iglesia se dirige
a los esposos como al corazón de toda la familia, que a su vez dirige su mirada
hacia Jesús.
55. El gozo del hombre es expresión de la realización plena de la propia
persona. Para proponer la unicidad del gozo que viene de la unión de los
cónyuges y de la formación de un nuevo núcleo familiar, es oportuno presentar
la familia como un lugar de relaciones personales y gratuitas, algo que no
sucede en otros grupos sociales. El don recíproco y gratuito, la vida que nace
y el cuidado de todos sus miembros, desde los pequeños a los ancianos, son sólo
algunos de los aspectos gracias a los cuales la familia posee una belleza
única. Es importante hacer madurar la idea de que el matrimonio es una elección
para toda la vida que no limita nuestra existencia, sino que la hace más rica y
plena, incluso en las dificultades.
A través de esta elección de vida, la familia edifica la sociedad no
como suma de habitantes de un territorio, ni como conjunto de ciudadanos de un
Estado, sino como auténtica experiencia de pueblo, y de Pueblo de Dios.
Capítulo III
Familia y camino hacia su plenitud
Familia y camino hacia su plenitud
El misterio creatural del matrimonio
56. (22) En la misma perspectiva, haciendo
nuestra la enseñanza del Apóstol según el cual todo fue creado por Cristo y
para Cristo (cfr. Col 1,16), el Concilio Vaticano II quiso
expresar su estima por el matrimonio natural y por los elementos válidos
presentes en las otras religiones (cfr. NA, 2) y en las culturas, a
pesar de sus límites e insuficiencias (cfr. RM, 55). La presencia
de los semina Verbi en las culturas (cfr. AG, 11)
también se podría aplicar, en ciertos aspectos, a la realidad matrimonial y
familiar de numerosas culturas y de personas no cristianas. Por tanto, también
hay elementos válidos en algunas formas fuera del matrimonio cristiano —siempre
fundado en la relación estable y verdadera entre un hombre y una mujer—, que en
cualquier caso consideramos orientadas a éste. Con la mirada puesta en la
sabiduría humana de pueblos y culturas, la Iglesia reconoce también esta
familia como la célula básica necesaria y fecunda de la convivencia humana.
57. La Iglesia es consciente del alto perfil del misterio creatural del
matrimonio entre hombre y mujer. Por tanto, desea valorar la gracia originaria
creatural que envuelve la experiencia de una alianza conyugal sinceramente
intencionada a corresponder a esta vocación original, y a practicar su
justicia. La seriedad de la adhesión a este proyecto y la valentía que requiere
se dejan apreciar de modo especial precisamente hoy, ya que el valor de esta
inspiración, que concierne a todos los vínculos construidos por la familia, se
pone en duda, o incluso es censurado y eliminado.
Por eso, aun en el caso en que la maduración de la decisión de llegar al
matrimonio sacramental de parte de convivientes o casados civilmente todavía se
encuentre en un estado virtual, incipiente, o de aproximación gradual, se pide
que la Iglesia no falte a la tarea de alentar y sostener este desarrollo. Al
mismo tiempo, será bueno que muestre aprecio y amistad respecto del compromiso
ya adquirido, del cual reconocerá los elementos de coherencia con el designio
de la creación de Dios.
Se señala la importancia de desarrollar una solicitud pastoral adecuada
para las familias compuestas por uniones conyugales con disparidad de culto,
cuyo número está creciendo, tanto en los territorios de misión como en los
países de larga tradición cristiana.
Verdad y belleza de la familia y misericordia para
con las familias heridas y frágiles
58. (23) Con íntimo gozo y profunda
consolación, la Iglesia mira a las familias que permanecen fieles a las
enseñanzas del Evangelio, agradeciéndoles el testimonio que dan y alentándolas.
Gracias a ellas, en efecto, se hace creíble la belleza del matrimonio
indisoluble y fiel para siempre. En la familia, «que se podría llamar Iglesia
doméstica» (LG, 11), madura la primera experiencia eclesial de la comunión entre
personas, en la que se refleja, por gracia, el misterio de la Santa Trinidad.
«Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el
perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de
la oración y la ofrenda de la propia vida» (CCC, 1657). En esto la Santa
Familia de Nazaret es el modelo admirable, en cuya escuela «se comprende la
necesidad de tener una disciplina espiritual, si se quiere seguir la doctrina
del Evangelio y llegar a ser discípulos de Cristo» (Pablo VI,Discurso en Nazaret, 5 de enero de
1964). El Evangelio de la familia, alimenta también estas semillas que todavía
esperan madurar, y tiene que hacerse cargo de los árboles que han perdido
vitalidad y necesitan que no se les descuide.
El íntimo vínculo entre Iglesia y familia
59. La bendición y la responsabilidad de una nueva familia, sellada en el
sacramento eclesial, conlleva la disponibilidad a ser en el seno de la
comunidad cristiana defensores y promotores del carácter general de la alianza
entre hombre y mujer: en el ámbito del vínculo social, de la generación de los
hijos, de la protección de los más débiles, de la vida común. Esta
disponibilidad requiere una responsabilidad que tiene derecho a ser sostenida,
reconocida y apreciada.
En virtud del sacramento cristiano cada familia se convierte, a todos
los efectos, en un bien para la Iglesia, que por su parte pide ser considerada
un bien para la misma familia que nace. En esta perspectiva ciertamente será un
don precioso, para el hoy de la Iglesia, la humilde disposición a considerar
más equitativamente esta reciprocidad del “bonum ecclesiae”: la Iglesia es un
bien para la familia, la familia es un bien para la Iglesia. La custodia del
don sacramental del Señor afecta a la responsabilidad de la pareja cristiana por
un lado y a la de la comunidad cristiana por otro, cada una en el modo que le
compete. Al surgir la dificultad, incluso grave, de salvaguardar la unión
matrimonial, la pareja deberá profundizar lealmente —con la ayuda de la
comunidad— el discernimiento de los respectivos cumplimientos y los relativos
incumplimientos, a fin de comprender, evaluar y reparar lo que fue omitido o
descuidado por ambas partes.
60. (24) La Iglesia, maestra segura y madre
atenta, aunque reconozca que para los bautizados no hay otro vínculo nupcial
que no sea el sacramental, y que toda ruptura de éste va contra la voluntad de
Dios, también es consciente de la fragilidad de muchos de sus hijos, a los que
les cuesta el camino de la fe. «Por lo tanto, sin disminuir el valor del ideal
evangélico, hay que acompañar con misericordia y paciencia las etapas posibles
de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día. […]. Un
pequeño paso, en medio de grandes límites humanos, puede ser más agradable a
Dios que la vida exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin
enfrentar importantes dificultades. A todos debe llegar el consuelo y el
estímulo del amor salvífico de Dios, que obra misteriosamente en cada persona,
más allá de sus defectos y caídas» (EG, 44).
La familia don y tarea
61. La actitud de los fieles respecto a las personas que todavía no han
llegado a la comprensión de la importancia del sacramento nupcial debe
expresarse sobre todo mediante una relación de amistad personal, acogiendo al
otro tal como es, sin juzgarlo, respondiendo a sus necesidades fundamentales y
al mismo tiempo testimoniando el amor y la misericordia de Dios. Es importante
tener conciencia de que todos somos débiles, pecadores como los demás, sin por
ello renunciar a sostener los bienes y los valores del matrimonio cristiano.
Además, es preciso adquirir la conciencia de que la familia en el designio de
Dios no es un deber sino un don, y que hoy la decisión de acceder al sacramento
no es algo ya dado desde el inicio, sino un paso a madurar y una meta a
alcanzar.
Ayudar a alcanzar la plenitud
62. (25)Respecto a un enfoque pastoral
dirigido a las personas que han contraído matrimonio civil, que son divorciados
y vueltos a casar, o que simplemente conviven, compete a la Iglesia revelarles
la divina pedagogía de la gracia en sus vidas y ayudarles a alcanzar la
plenitud del designio que Dios tiene para ellos. Siguiendo la mirada de Cristo,
cuya luz alumbra a todo hombre (cfr. Jn 1,9; GS, 22)
la Iglesia mira con amor a quienes participan en su vida de modo incompleto,
reconociendo que la gracia de Dios también obra en sus vidas, dándoles la
valentía para hacer el bien, para hacerse cargo con amor el uno del otro y
estar al servicio de la comunidad en la que viven y trabajan.
63. La comunidad cristiana debe mostrarse acogedora respecto a las parejas
que pasan por dificultades, entre otras cosas mediante la proximidad de
familias que viven el matrimonio cristiano. La Iglesia camina al lado de los
cónyuges que corren el riesgo de llegar a la separación, para que redescubran
la belleza y la fuerza de su vida conyugal. En el caso de que se llegue a un
doloroso fin de la relación, la Iglesia siente el deber de acompañarles en ese
momento de sufrimiento, para que no estallen contraposiciones ruinosas entre los
cónyuges y, sobre todo, los hijos sufran lo menos posible.
Sería deseable que en las Diócesis se promuevan itinerarios de
participación progresiva para las personas convivientes o unidas civilmente. A
partir del matrimonio civil, se debería llegar al matrimonio cristiano después
de un período de discernimiento que lleve al final a una decisión
verdaderamente consciente.
64. (26) La Iglesia ve con preocupación la
desconfianza de tantos jóvenes hacia el compromiso conyugal, sufre por la
precipitación con la que tantos fieles deciden poner fin al vínculo asumido,
instaurando otro. Estos fieles, que forman parte de la Iglesia, necesitan una
atención pastoral misericordiosa y alentadora, distinguiendo adecuadamente las
situaciones. Es preciso alentar a los jóvenes bautizados a no dudar ante la
riqueza que el sacramento del matrimonio procura a sus proyectos de amor, con
la fuerza del sostén que reciben de la gracia de Cristo y de la posibilidad de
participar plenamente en la vida de la Iglesia.
Los jóvenes y el miedo a casarse
65. Muchos jóvenes tienen miedo de fracasar ante la perspectiva matrimonial,
entre otras cosas a causa de numerosos casos de fracaso matrimonial. Por eso,
es necesario discernir más atentamente las motivaciones profundas de la
renuncia y del desaliento. En efecto, hay que pensar que, en muchos casos, esas
motivaciones dependen precisamente de la conciencia de un objetivo, que —aunque
sea apreciado e incluso deseado— parece desproporcionado respecto a un cálculo
razonable de las propias fuerzas, o de la duda insuperable respecto a la
constancia de los propios sentimientos. Más que un rechazo de la fidelidad y la
estabilidad del amor, que siguen siendo objeto de deseo, con frecuencia es la
ansiedad —o incluso la angustia— de no poderlas asegurar lo que induce a
desistir. La dificultad, de por sí superable, se aduce como prueba de la
imposibilidad radical. Por otra parte, a veces aspectos de conveniencia social
y problemas económicos relacionados con la celebración de las nupcias influyen
en la decisión de no casarse.
66. (27) En ese sentido, una dimensión nueva
de la pastoral familiar hodierna consiste en prestar atención a la realidad de
los matrimonios civiles entre hombre y mujer, a los matrimonios tradicionales
y, salvando las debidas diferencias, también a las convivencias. Cuando la
unión alcanza una estabilidad notable mediante un vínculo público, está
connotada de afecto profundo, de responsabilidad por la prole, de capacidad de
superar las pruebas, puede ser vista como una ocasión de acompañamiento en la
evolución hacia el sacramento del matrimonio. En cambio, con mucha frecuencia,
la convivencia no se establece con vistas a un posible futuro matrimonio, sino
más bien sin ninguna intención de entablar una relación institucional.
67. (28) Conforme a la mirada misericordiosa
de Jesús, la Iglesia debe acompañar con atención y cuidado a sus hijos más
frágiles, marcados por el amor herido y extraviado, dándoles de nuevo confianza
y esperanza, como la luz del faro de un puerto o de una antorcha llevada en
medio de la gente para iluminar a quienes han perdido el rumbo o se encuentran
en medio de la tempestad. Conscientes de que la mayor misericordia es decir la
verdad con amor, vayamos más allá de la compasión. El amor misericordioso, al
igual que atrae y une, transforma y eleva. Invita a la conversión. Así
entendemos la enseñanza del Señor, que no condena a la mujer adúltera, pero le
pide que no peque más (cfr. Jn8,1-11).
La misericordia es verdad revelada
68. Para la Iglesia se trata de partir de las situaciones concretas de las
familias de hoy, necesitadas todas de misericordia, comenzando por las que más
sufren. En la misericordia, en efecto, resplandece la soberanía de Dios, con la
que Él es fiel siempre de nuevo a su ser, que es amor (cfr. 1 Jn 4,
8), y a su alianza. La misericordia es la revelación de la fidelidad y de la
identidad de Dios consigo mismo y así, al mismo tiempo, demostración de la
identidad cristiana. Por eso, la misericordia no quita a nada a la verdad. Ella
misma es verdad revelada y está estrechamente vinculada a las verdades
fundamentales de la fe —la encarnación, la muerte y resurrección del Señor— y
sin ellas caería en la nada. La misericordia es «el centro de la revelación de
Jesucristo» (MV, 25).
III PARTE
LA MISIÓN DE LA FAMILIA HOY
Capítulo I
Familia y evangelización
Familia y evangelización
Anunciar el Evangelio de la familia hoy, en los
diversos contextos
69. (29) El diálogo sinodal se detuvo en
algunas cuestiones pastorales más urgentes que encomendar a la concretización
en cada una de las Iglesias locales, en la comunión cum Petro et sub Petro. El
anuncio del Evangelio de la familia constituye una urgencia para la nueva
evangelización. La Iglesia está llamada a darlo con ternura de madre y claridad
de maestra (cfr. Ef 4,15), en fidelidad a la kenosi
misericordiosa de Cristo. La verdad se encarna en la fragilidad humana no para
condenarla, sino para salvarla (cfr. Jn 3,16 -17).
Ternura en la familia – ternura de Dios
70. Ternura quiere decir dar con alegría y suscitar en el otro el gozo de
sentirse amado. Se expresa, en particular, en dirigirse con atención exquisita
a los límites del otro, especialmente cuando se presentan de manera evidente.
Tratar con delicadeza y respeto significa curar las heridas y volver a dar
esperanza, a fin de avivar de nuevo en el otro la confianza. La ternura en las
relaciones familiares es la virtud cotidiana que ayuda a superar los conflictos
interiores y de relación. Al respecto, el Papa Francisco nos invita a
reflexionar: «¿Tenemos el coraje de acoger con ternura las situaciones
difíciles y los problemas de quien está a nuestro lado, o bien preferimos
soluciones impersonales, quizás eficaces pero sin el calor del Evangelio?
¡Cuánta necesidad de ternura tiene el mundo de hoy! Paciencia de Dios, cercanía
de Dios, ternura de Dios» (Homilía con ocasión de
la Santa Misa de la Noche en la Solemnidad de la Natividad del Señor, 24 de diciembre
de 2014).
71. (30) Evangelizar es responsabilidad de
todo el pueblo de Dios, cada uno según su propio ministerio y carisma. Sin el
testimonio gozoso de los cónyuges y de las familias, Iglesias domésticas, el
anuncio, aunque fuese correcto, corre el riesgo de ser incomprendido o de
ahogarse en el mar de palabras que caracteriza nuestra sociedad (cfr. NMI, 50). Los
Padres sinodales hicieron hincapié en más de una ocasión en que las familias
católicas, en virtud de la gracia del sacramento nupcial, están llamadas a ser
sujetos activos de la pastoral familiar.
La familia sujeto de la pastoral
72. La Iglesia debe infundir en las familias un sentido de pertenencia
eclesial, un sentido del “nosotros” en el cual ningún miembro es olvidado. Hay
que alentar a todos a desarrollar sus capacidades y a realizar el proyecto de
la propia vida al servicio del Reino de Dios. Cada familia, insertada en el
contexto eclesial, ha de redescubrir el gozo de la comunión con otras familias
para servir al bien común de la sociedad, promoviendo una política, una
economía y una cultura al servicio de la familia, usando también las redes
sociales y los medios de comunicación.
Sería bueno crear pequeñas comunidades de familias como testigos vivos
de los valores evangélicos. Sería necesario preparar, formar y responsabilizar
a algunas familias que puedan acompañar a otras a vivir cristianamente.
Asimismo hay que recordar y alentar a las familias que se muestran dispuestas a
vivir la misión “ad gentes”. Por último, se señala la importancia de que exista
una conexión entre la pastoral juvenil y la pastoral familiar.
La liturgia nupcial
73. La preparación de las nupcias ocupa durante largo tiempo la atención de
los novios. A la celebración del matrimonio, que sería preferible vivir en la comunidad
a la que pertenece uno de ellos o a la que pertenecen ambos, hay que conferir
la debida atención, resaltando sobre todo su carácter propiamente espiritual y
eclesial. A través de una participación cordial y llena de gozo, la comunidad
cristiana, invocando el Espíritu Santo, acoge en su seno a la nueva familia
para que, como Iglesia doméstica, se sienta parte de la gran familia eclesial.
Frecuentemente, el celebrante tiene la oportunidad de dirigirse a una
asamblea compuesta de personas que participan poco en la vida eclesial o que
pertenecen a otra confesión cristiana o comunidad religiosa. Por tanto, se
trata de una ocasión preciosa de anuncio del Evangelio de la familia, que sea
capaz de suscitar, entre las familias presentes, el redescubrimiento de la fe y
del amor que vienen de Dios. La celebración nupcial también es una ocasión
propicia para invitar a muchos a la celebración del sacramento de la
Reconciliación.
La familia obra de Dios
74. (31) Es decisivo resaltar la primacía de
la gracia y, por tanto, las posibilidades que el Espíritu dona en el
sacramento. Se trata de hacer experimentar que el Evangelio de la familia es
alegría que «llena el corazón y la vida entera», porque en Cristo somos
«liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento» (EG, 1). A la luz
de la parábola del sembrador (cfr. Mt 13,3-9), nuestra tarea
es cooperar en la siembra: lo demás es obra de Dios. Tampoco hay que olvidar
que la Iglesia que predica sobre la familia es signo de contradicción.
75. El primado de la gracia se manifiesta en plenitud cuando la familia da
razón de su fe y los cónyuges viven su matrimonio como una vocación. Al
respecto, se sugiere: sostener y alentar el testimonio creyente de los cónyuges
cristianos; activar sólidos itinerarios de crecimiento de la gracia bautismal,
sobre todo en la fase juvenil; adoptar, en la predicación y en la catequesis,
un lenguaje simbólico, significativo y que haga referencia a la experiencia,
entre otras cosas mediante encuentros y cursos apropiados para los agentes
pastorales, a fin de alcanzar efectivamente a los destinatarios y educarlos a
invocar y reconocer la presencia de Dios entre los cónyuges unidos en el
sacramento, en un estado de continua conversión.
Conversión misionera y lenguaje renovado
76. (32) Esto exige a toda la Iglesia una
conversión misionera: es necesario no quedarse en un anuncio meramente teórico
y desvinculado de los problemas reales de las personas. Nunca hay que olvidar
que la crisis de la fe ha conllevado una crisis del matrimonio y de la familia
y, como consecuencia, a menudo se ha interrumpido incluso la transmisión de la
fe de padres a hijos. Ante una fe fuerte la imposición de algunas perspectivas
culturales que debilitan la familia y el matrimonio no tiene incidencia.
77. (33) Asimismo, se requiere la conversión
del lenguaje a fin de que resulte efectivamente significativo. El anuncio debe
hacer experimentar que el Evangelio de la familia responde a las expectativas
más profundas de la persona humana: a su dignidad y a la realización plena en
la reciprocidad, en la comunión y en la fecundidad. No se trata solamente de
presentar una normativa, sino de proponer valores, respondiendo a la necesidad
que se constata hoy, incluso en los países más secularizados, de tales valores.
78. El mensaje cristiano se debe anunciar favoreciendo un lenguaje que
suscite la esperanza. Es necesario adoptar una comunicación clara y
cautivadora, abierta, que no moralice, juzgue y controle, y dé testimonio de la
enseñanza moral de la Iglesia, permaneciendo sensible a la vez a las
condiciones de cada persona.
Puesto que muchos ya no comprenden el Magisterio eclesial sobre diversos
temas, se siente la urgencia de un lenguaje capaz de llegar a todos,
especialmente a los jóvenes, para transmitir la belleza del amor familiar y
hacer comprender el significado de términos como donación, amor conyugal,
fecundidad y procreación.
La mediación cultural
79. Para una transmisión más apropiada de la fe parece necesaria una
mediación cultural capaz de expresar con coherencia la fidelidad tanto al
Evangelio de Jesús como al hombre contemporáneo. Tal y como enseñaba el beato
Pablo VI: «A nosotros, Pastores de la Iglesia, incumbe especialmente el deber
de descubrir con audacia y prudencia, conservando la fidelidad al contenido,
las formas más adecuadas y eficaces de comunicar el mensaje evangélico a los
hombres de nuestro tiempo» (EN, 40).
Hoy, de modo particular, es necesario hacer hincapié en la importancia
del anuncio gozoso y optimista de las verdades de la fe sobre la familia,
utilizando también grupos especializados, expertos en comunicación, que sepan
tener en justa consideración las problemáticas derivadas de los estilos de vida
hodiernos.
La Palabra de Dios fuente de vida espiritual para la familia
80. (34) La Palabra de Dios es fuente de vida
y espiritualidad para la familia. Toda la pastoral familiar deberá dejarse
modelar interiormente y formar a los miembros de la Iglesia doméstica mediante
la lectura orante y eclesial de la Sagrada Escritura. La Palabra de Dios no
sólo es una buena nueva para la vida privada de las personas, sino también un
criterio de juicio y una luz para el discernimiento de los diversos desafíos
que deben afrontar los cónyuges y las familias.
81. A la luz de la Palabra de Dios, que pide discernimiento en las
situaciones más diversas, la pastoral debe tener en consideración que es
necesaria una comunicación abierta al diálogo y libre de prejuicios
particularmente respecto a los católicos que en materia de matrimonio y familia
no viven, o no están en condición de vivir, en pleno acuerdo con las enseñanzas
de la Iglesia.
La sinfonía de las diferencias
82. (35) Al mismo tiempo, muchos Padres
sinodales han insistido en un enfoque más positivo respecto a las riquezas de
las diferentes experiencias religiosas, sin acallar las dificultades. En estas
diversas realidades religiosas y en la gran diversidad cultural que caracteriza
a las naciones es oportuno apreciar primero las posibilidades positivas y a la
luz de éstas valorar los límites y carencias.
83. A partir de la constatación de la pluralidad religiosa y cultural, se
desea que el Sínodo custodie y valore la imagen de “sinfonía de las
diferencias”. Se hace hincapié en el hecho que la pastoral matrimonial y
familiar en conjunto necesita apreciar los elementos positivos que se
encuentran en las diversas experiencias religiosas y culturales, los cuales
representan una “praeparatio evangelica”. A través del encuentro con las
personas que han emprendido un camino de conciencia y responsabilidad respecto
a los auténticos bienes del matrimonio, se podrá establecer una colaboración
eficaz para la promoción y la defensa de la familia.
Capítulo II
Familia y formación
Familia y formación
La preparación al matrimonio
84. (36) El matrimonio cristiano es una
vocación que se acoge con una adecuada preparación en un itinerario de fe, con
un discernimiento maduro, y no hay que considerarlo sólo como una tradición
cultural o una exigencia social o jurídica. Por tanto, es preciso realizar
itinerarios que acompañen a la persona y a los esposos de modo que a la
comunicación de los contenidos de la fe se una la experiencia de vida ofrecida
por toda la comunidad eclesial.
85. Para que se comprenda la vocación al matrimonio cristiano es
indispensable mejorar la preparación al sacramento, y en particular la
catequesis prematrimonial —a veces pobre en contenidos— que forma parte
integrante de la pastoral ordinaria. Es importante que los esposos cultiven
responsablemente su fe, basada en las enseñanzas de la Iglesia presentadas de
modo claro y comprensible.
La pastoral de los novios también debe estar integrada en el compromiso
general de la comunidad cristiana a presentar de modo adecuado y convincente el
mensaje evangélico acerca de la dignidad de la persona, su libertad y el respeto
de los derechos humanos.
86. En el cambio cultural que estamos viviendo con frecuencia se presentan
—cuando no se imponen— modelos en contraste con la visión cristiana de la
familia. Por tanto, los cursos formativos deberán ofrecer itinerarios de educación
que ayuden a las personas a expresar adecuadamente su deseo de amor en el
lenguaje de la sexualidad. En el contexto cultural y social hodierno, en el que
a menudo se desvincula la sexualidad de un proyecto de amor auténtico, la
familia, aunque siga siendo el espacio pedagógico privilegiado, no puede ser el
único lugar de educación a la sexualidad. En consecuencia, es preciso
estructurar verdaderos itinerarios pastorales de soporte a las familias,
dirigidos tanto a las personas singularmente como a las parejas, prestando
especial atención a la edad de la pubertad y de la adolescencia, en los cuales
ayudar a descubrir la belleza de la sexualidad en el amor.
En algunos países se señala la presencia de proyectos formativos
impuestos por la autoridad pública que presentan contenidos en contraste con la
visión propiamente humana y cristiana: respecto a estos proyectos hay que
apoyar con decisión el derecho a la objeción de conciencia de parte de los
educadores.
La formación de los futuros presbíteros
87. (37) Se ha recordado repetidamente la
necesidad de una renovación radical de la praxis pastoral a la luz del
Evangelio de la familia, superando los enfoques individualistas que todavía la
caracterizan. Por esto, se ha insistido en varias ocasiones sobre la renovación
de la formación de los presbíteros, los diáconos, los catequistas y los demás
agentes pastorales, mediante una mayor implicación de las mismas familias.
88. La familia de origen es el seno de la vocación sacerdotal, que se nutre
de su testimonio. Muchos perciben una creciente necesidad de incluir a las
familias, en particular la presencia femenina, en la formación sacerdotal. Se
sugiere que los seminaristas, durante su formación, vivan períodos apropiados
con la propia familia y se les dirija a hacer experiencias de pastoral familiar
y a adquirir un conocimiento adecuado de la situación actual de las familias.
Además, cabe considerar que algunos seminaristas provienen de contextos
familiares difíciles. Se señala como benéfica la presencia de los laicos y de
las familias, también en las realidades de Seminario, para que los candidatos
al sacerdocio comprendan el valor de la comunión entre las diversas vocaciones.
En la formación al ministerio ordenado no se puede olvidar el desarrollo
afectivo y psicológico, incluso participando directamente en itinerarios
adecuados.
La formación del clero y de los agentes pastorales
89. En la formación permanente del clero y de los agentes pastorales sería
deseable que se siga cuidando con instrumentos apropiados la maduración de la
dimensión afectiva y psicológica, que les será indispensable para el
acompañamiento pastoral de las familias. Se sugiere que la Oficina diocesana
para la familia y las demás Oficinas pastorales intensifiquen su colaboración
con vistas a una acción pastoral más eficaz.
Familia e instituciones públicas
90. (38) Asimismo se ha subrayado la necesidad
de una evangelización que denuncie con franqueza los condicionamientos
culturales, sociales, políticos y económicos, como el espacio excesivo concedido
a la lógica de mercado, que impiden una auténtica vida familiar, determinando
discriminaciones, pobreza, exclusiones y violencia. Para ello, hay que entablar
un diálogo y una cooperación con las estructuras sociales, así como alentar y
sostener a los laicos que se comprometen, como cristianos, en el ámbito
cultural y sociopolítico.
91. Considerando que la familia es «la célula primera y vital de la
sociedad» (AA, 11), esta debe redescubrir su vocación a sostener la vida
social en todos sus aspectos. Es indispensable que las familias, agrupándose,
encuentren modalidades para interaccionar con las instituciones políticas,
económicas y culturales, a fin de edificar una sociedad más justa.
La colaboración con las instituciones públicas no siempre resulta fácil
en todos los contextos. De hecho, el concepto de familia de muchas
instituciones no coincide con el cristiano o con su sentido natural. Los fieles
viven en contacto con modelos antropológicos diversos, que a menudo influyen y
modifican radicalmente su modo de pensar.
Las asociaciones familiares y los movimientos católicos deberían
trabajar de modo conjunto, a fin de atraer la atención de las instituciones
sociales y políticas sobre los problemas reales de la familia y denunciar las
prácticas que comprometen su estabilidad.
El compromiso sociopolítico en favor de la familia
92. Los cristianos deben comprometerse de modo directo en el contexto
sociopolítico, participando activamente en los procesos de toma de decisiones y
llevando al debate institucional las instancias de la doctrina social de la
Iglesia. Dicho compromiso favorecería el desarrollo de programas adecuados para
ayudar a los jóvenes y a las familias necesitadas, que corren el riesgo del
aislamiento social y de la exclusión.
En los diversos contextos nacionales e internacionales es útil volver a
proponer la “Carta de los derechos de la familia”, subrayando su nexo con la
“Declaración universal de derechos humanos”.
Indigencia y riesgo de usura
93. Entre las diversas familias que se hallan en condiciones de indigencia
económica, a causa del desempleo o de la precariedad laboral, del número
elevado de hijos o de la falta de asistencia sociosanitaria, sucede a menudo
que algunos, al no tener acceso al crédito, caen víctimas de la usura. Al respecto,
se sugiere crear estructuras económicas de sostén adecuado para ayudar a dichas
familias.
Guiar a los prometidos en el camino de preparación
al matrimonio
94. (39) La compleja realidad social y los
desafíos que la familia está llamada a afrontar hoy requieren un compromiso
mayor de toda la comunidad cristiana para la preparación de los prometidos al
matrimonio. Es preciso recordar la importancia de las virtudes. Entre éstas, la
castidad resulta condición preciosa para el crecimiento genuino del amor
interpersonal. Respecto a esta necesidad, los Padres sinodales eran concordes
en subrayar la exigencia de una mayor implicación de toda la comunidad,
privilegiando el testimonio de las familias, además de un arraigo de la
preparación al matrimonio en el camino de iniciación cristiana, haciendo
hincapié en el nexo del matrimonio con el bautismo y los otros sacramentos. Del
mismo modo, se puso de relieve la necesidad de programas específicos para la
preparación próxima al matrimonio que sean una auténtica experiencia de
participación en la vida eclesial y profundicen en los diversos aspectos de la
vida familiar.
95. Se desea una ampliación de los temas formativos en los itinerarios
prematrimoniales, de tal manera que éstos lleguen a ser itinerarios de educación
a la fe y al amor. Deberían asumir la fisionomía de un camino orientado al
discernimiento vocacional personal y de pareja. Para este fin es necesario
crear una mejor sinergia entre los varios ámbitos pastorales —juvenil,
familiar, catequesis, movimientos y asociaciones—, que permita cualificar el
itinerario formativo en sentido mayormente eclesial.
Varias voces confirman la exigencia de una renovación de la pastoral de
la familia en el marco de una pastoral de conjunto, capaz de abrazar todas las
fases de la vida con una formación completa, que comprenda la experiencia y el
valor del testimonio. Los itinerarios de preparación al matrimonio deben ser
propuestos por parejas de casados capaces de acompañar a los novios antes de
las nupcias y en los primeros años de vida matrimonial, valorando así la
ministerialidad conyugal.
Acompañar en los primeros años de la vida
matrimonial
96. (40) Los primeros años de matrimonio son
un período vital y delicado durante el cual los cónyuges crecen en la
conciencia de los desafíos y del significado del matrimonio. De aquí la
exigencia de un acompañamiento pastoral que continúe después de la celebración
del sacramento (cfr. FC, parte III). Resulta de gran importancia
en esta pastoral la presencia de esposos con experiencia. La parroquia se
considera el lugar donde los cónyuges expertos pueden ofrecer su disponibilidad
a ayudar a los más jóvenes, con el eventual apoyo de asociaciones, movimientos
eclesiales y nuevas comunidades. Hay que alentar a los esposos a una actitud fundamental
de acogida del gran don de los hijos. Es preciso resaltar la importancia de la
espiritualidad familiar, de la oración y de la participación en la Eucaristía
dominical, alentando a los cónyuges a reunirse regularmente para que crezca la
vida espiritual y la solidaridad en las exigencias concretas de la vida.
Liturgias, prácticas de devoción y Eucaristías celebradas para las familias,
sobre todo en el aniversario del matrimonio, se citaron como ocasiones vitales
para favorecer la evangelización mediante la familia.
97. Con frecuencia, en los primeros años de vida conyugal, tiene lugar una
cierta introversión de la pareja, con la consecuencia del aislamiento del
contexto social. Por esta razón, es preciso hacer sentir la cercanía de la
comunidad a los jóvenes esposos. Es unánime la convicción de que compartir las
experiencias de vida matrimonial ayuda a las nuevas familias a madurar una
mayor conciencia de la belleza y de los desafíos del matrimonio. La
consolidación de la red relacional entre las parejas y la creación de vínculos
significativos son necesarias para la maduración de la dimensión familiar.
Puesto que a menudo son principalmente los movimientos y los grupos eclesiales
los que ofrecen y garantizan tales momentos de crecimiento y de formación, se
recomienda que sobre todo a nivel diocesano se multipliquen los esfuerzos
dirigidos a acompañar de manera constante a los jóvenes esposos.
Capítulo III
Familia y acompañamiento eclesial
Familia y acompañamiento eclesial
Solicitud pastoral por quienes viven en el
matrimonio civil o en convivencias
98. (41) El Sínodo anuncia y promueve el
matrimonio cristiano, a la vez que alienta el discernimiento pastoral de las
situaciones de tantas personas que ya no viven esta realidad. Es importante
entrar en diálogo pastoral con ellas a fin de poner de relieve los elementos de
su vida que puedan llevar a una mayor apertura al Evangelio del matrimonio en
su plenitud. Los pastores deben identificar elementos que favorezcan la
evangelización y el crecimiento humano y espiritual. Una sensibilidad nueva de
la pastoral hodierna, consiste en identificar los elementos positivos presentes
en los matrimonios civiles y, salvadas las debidas diferencias, en las
convivencias. Es preciso que en la propuesta eclesial, aun afirmando con
claridad el mensaje cristiano, indiquemos también los elementos constructivos
en aquellas situaciones que todavía no corresponden o ya no corresponden a
dicho mensaje.
99. El sacramento del matrimonio, como unión fiel e indisoluble entre un
hombre y una mujer llamados a acogerse mutuamente y a acoger la vida, es una
gracia grande para la familia humana. La Iglesia tiene el deber y la misión de
anunciar esta gracia a todos y en todos los contextos. Además, debe ser capaz
de acompañar a quienes viven el matrimonio civil o la convivencia en el
descubrimiento gradual de las semillas del Verbo que encierran, para
valorarlas, hasta la plenitud de la unión sacramental.
En camino hacia el sacramento nupcial
100. (42) Se observó también que en numerosos
países un «creciente número de parejas conviven ad experimentum,
sin matrimonio ni canónico, ni civil» (IL, 81). En algunos países esto
sucede especialmente en el matrimonio tradicional, concertado entre familias y
con frecuencia celebrado en diversas etapas. En otros países, en cambio, crece
continuamente el número de quienes después de haber vivido juntos durante largo
tiempo piden la celebración del matrimonio en la Iglesia. La simple convivencia
a menudo se elige a causa de la mentalidad general contraria a las
instituciones y a los compromisos definitivos, pero también porque se espera
adquirir una mayor seguridad existencial (trabajo y salario fijo). En otros
países, por último, las uniones de hecho son muy numerosas, no sólo por el
rechazo de los valores de la familia y del matrimonio, sino sobre todo por el
hecho de que casarse se considera un lujo, por las condiciones sociales, de
modo que la miseria material impulsa a vivir uniones de hecho.
101. (43) Es preciso afrontar todas estas
situaciones de manera constructiva, tratando de transformarlas en oportunidad
de camino hacia la plenitud del matrimonio y de la familia a la luz del
Evangelio. Se trata de acogerlas y acompañarlas con paciencia y delicadeza.
Para ello es importante el testimonio atractivo de auténticas familias cristianas,
como sujetos de la evangelización de la familia.
102. La elección del matrimonio civil o, en diversos casos, de la convivencia
con mucha frecuencia no está motivada por prejuicios o resistencias respecto a
la unión sacramental, sino por situaciones culturales o contingentes. En
numerosas circunstancias, la decisión de vivir juntos es signo de una relación
que desea estructurarse y abrirse a una perspectiva de plenitud. Esta voluntad,
que se traduce en un vínculo duradero, fiable y abierto a la vida, puede
considerarse una condición de la que partir para un camino de crecimiento
abierto a la posibilidad del matrimonio sacramental: un bien posible que debe
ser anunciado como don que enriquece y fortalece la vida conyugal y familiar,
más que como un ideal difícil de realizar.
103. Para hacer frente a esta necesidad pastoral, la comunidad cristiana,
sobre todo a nivel local, debe empeñarse en reforzar el estilo de acogida que
le es propio. Mediante la dinámica pastoral de las relaciones personales es
posible dar concreción a una sana pedagogía que, animada por la gracia y de
modo respetuoso, favorezca la apertura gradual de las mentes y los corazones a
la plenitud del plan de Dios. En este ámbito desempeña un papel importante la
familia cristiana que testimonia con la vida la verdad del Evangelio.
Cuidar de las familias heridas (separados,
divorciados no vueltos a casar, divorciados vueltos a casar, familias
monoparentales)
104. (44) Cuando los esposos experimentan
problemas en sus relaciones, deben poder contar con la ayuda y el
acompañamiento de la Iglesia. La pastoral de la caridad y la misericordia
tratan de recuperar a las personas y las relaciones. La experiencia muestra
que, con una ayuda adecuada y con la acción de reconciliación de la gracia, un
gran porcentaje de crisis matrimoniales se superan de manera satisfactoria.
Saber perdonar y sentirse perdonados es una experiencia fundamental en la vida
familiar. El perdón entre los esposos permite experimentar un amor que es para
siempre y no acaba nunca (cfr. 1 Cor 13,8). Sin embargo, a
veces resulta difícil para quien ha recibido el perdón de Dios tener la fuerza
para ofrecer un perdón auténtico que regenere a la persona.
El perdón en el seno de la familia
105. En el ámbito de las relaciones familiares la necesidad de la
reconciliación es prácticamente cotidiana, por varios motivos. Las
incomprensiones debidas a las relaciones con las familias de origen, el
conflicto entre costumbres arraigadas diversas; la divergencia acerca de la
educación de los hijos, el ansia por las dificultades económicas; la tensión
que surge como consecuencia de la pérdida del trabajo: estos son algunos de los
motivos corrientes que generan conflictos, y para superarlos es necesaria una
continua disponibilidad a comprender las razones del otro y a perdonarse
mutuamente. El difícil arte de la recomposición de la relación no sólo necesita
el sostén de la gracia, sino también la disponibilidad a pedir ayuda externa.
La comunidad cristiana debe estar verdaderamente lista para ello.
En los casos más dolorosos, como el de la traición conyugal, es
necesaria una auténtica obra de reparación a la cual se debe estar dispuesto.
Una alianza rota se puede restablecer: es preciso educarse a esta esperanza
desde la preparación al matrimonio.
Aquí cabe recordar la importancia de la acción del Espíritu Santo en el
cuidado de las personas y de las familias heridas y la necesidad de caminos
espirituales acompañados por ministros expertos. Es verdad, en efecto, que el
Espíritu , «que es llamado por la Iglesia “luz de las conciencias”, penetra y
llena “lo más íntimo de los corazones” humanos. Mediante esta conversión en el
Espíritu Santo, el hombre se abre al perdón» (DeV, 45).
«El gran río de la misericordia»
106. (45) En el Sínodo resonó con claridad la
necesidad de opciones pastorales valientes. Reconfirmando con fuerza la
fidelidad al Evangelio de la familia y reconociendo que separación y divorcio
siempre son una herida que provoca profundos sufrimientos para los cónyuges que
los viven y para los hijos, los Padres sinodales señalaron la urgencia de
caminos pastorales nuevos, que partan de la realidad efectiva de las
fragilidades familiares, sabiendo que con frecuencia más bien son “soportadas”
con sufrimiento que elegidas en plena libertad. Se trata de situaciones
diversas por factores tanto personales como culturales y socioeconómicos. Hace
falta una mirada que discierna bien las situaciones, como sugería san Juan
Pablo II (cfr. FC, 84).
107. Hacerse cargo de las familias heridas y hacerles experimentar la
infinita misericordia de Dios se considera, de parte de todos, un principio
fundamental. Sin embargo, es diferente la actitud respecto a las personas
implicadas. Por un lado, hay quien considera necesario alentar a quienes viven
uniones no matrimoniales a emprender el camino del regreso. Por otro, hay quien
sostiene a estas personas invitándolas a mirar hacia adelante, a salir de la
prisión de la rabia, de la desilusión, del dolor y de la soledad para ponerse
de nuevo en camino. Ciertamente, afirman otros, este arte del acompañamiento
requiere un discernimiento prudente y misericordioso, así como la capacidad de
captar en lo concreto la diversidad de cada situación.
108. No hay que olvidar que la experiencia del fracaso matrimonial siempre es
una derrota, para todos. Por eso, después de tomar conciencia de las propias
responsabilidades, cada uno necesita volver a encontrar confianza y esperanza.
Todos necesitan dar y recibir misericordia. En cualquier caso, hay que promover
la justicia respecto a todas las partes implicadas en el fracaso matrimonial
(cónyuges e hijos).
La Iglesia tiene el deber de pedir a los cónyuges separados y
divorciados que se traten con respeto y misericordia, sobre todo por el bien de
los hijos, a los cuales no hay que procurar más sufrimiento. Algunos piden que
también la Iglesia demuestre una actitud análoga respecto a quienes han roto la
unión. «Desde el corazón de la Trinidad, desde la intimidad más profunda del
misterio de Dios, brota y corre sin parar el gran río de la misericordia. Esta
fuente nunca podrá agotarse, sin importar cuántos sean los que a ella se
acerquen. Cada vez que alguien tendrá necesidad podrá venir a ella, porque la
misericordia de Dios no tiene fin» (MV, 25).
El arte del acompañamiento
109. (46) Ante todo, hay que escuchar a cada
familia con respeto y amor, haciéndose compañeros de camino como Cristo con los
discípulos en el camino de Emaús. Valen especialmente para estas situaciones
las palabras del Papa Francisco: «La Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos
—sacerdotes, religiosos y laicos— en este “arte del acompañamiento”, para que
todos aprendan siempre a quitarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro
(cfr. Ex 3,5). Tenemos que darle a nuestro caminar el ritmo sanador de
projimidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión pero que al mismo
tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana» (EG, 169).
110. Muchos han apreciado la referencia de los Padres sinodales a la imagen
de Jesús que acompaña a los discípulos de Emaús. Estar cerca de la familia como
compañera de camino significa, para la Iglesia, asumir una actitud sabia y
diferenciada. A veces, hay que permanecer al lado y escuchar en silencio;
otras, ponerse delante para indicar el camino por el que proceder; otras, estar
detrás para sostener y alentar. La Iglesia hace propios, compartiéndolos con
afecto, las alegrías y las esperanzas, los dolores y las angustias de cada
familia.
111. Se observa que, en este ámbito de la pastoral familiar, el mayor sostén
lo aportan los movimientos y las asociaciones eclesiales, en los cuales la
dimensión comunitaria se resalta y se vive mayormente. Al tiempo mismo, también
es importante preparar específicamente a los sacerdotes a este ministerio de la
consolación y de la solicitud. De varias partes llega la invitación a instituir
centros especializados donde sacerdotes y/o religiosos aprendan a hacerse cargo
de las familias, en particular de las familias heridas, y se comprometan a
acompañar su camino en la comunidad cristiana, la cual no siempre está
preparada para sostener esta tarea de modo adecuado.
Los separados y los divorciados fieles al vínculo
112. (47) Un discernimiento particular es
indispensable para acompañar pastoralmente a los separados, los divorciados,
los abandonados. Hay que acoger y valorar especialmente el dolor de quienes han
sufrido injustamente la separación, el divorcio o el abandono, o bien, se han
visto obligados por los maltratos del cónyuge a romper la convivencia. El
perdón por la injusticia sufrida no es fácil, pero es un camino que la gracia
hace posible. De aquí la necesidad de una pastoral de la reconciliación y de la
mediación, a través de centros de escucha especializados que habría que
establecer en las diócesis. Asimismo, siempre hay que subrayar que es
indispensable hacerse cargo de manera leal y constructiva de las consecuencias
de la separación o del divorcio sobre los hijos, en cualquier caso víctimas
inocentes de la situación. Los hijos no pueden ser un “objeto” que contenderse
y hay que buscar las mejores formas para que puedan superar el trauma de la
escisión familiar y crecer de la manera más serena posible. En cada caso la
Iglesia siempre deberá poner de relieve la injusticia que con mucha frecuencia
deriva de la situación del divorcio. Hay que prestar especial atención al
acompañamiento de las familias monoparentales; en particular, hay que ayudar a
las mujeres que deben llevar adelante solas la responsabilidad de la casa y la
educación de los hijos.
Dios nunca abandona
113. Desde diversas partes se señala que la actitud misericordiosa con
aquellos cuya relación matrimonial se ha roto requiere prestar atención a los
diferentes aspectos objetivos y subjetivos que han determinado la ruptura.
Muchas voces ponen de relieve que a menudo el drama de la separación llega al
final de largos períodos de conflictividad que, en el caso de que haya hijos,
han producido todavía mayores sufrimientos. A esto sigue además la prueba de la
soledad en la que se encuentra el cónyuge que ha sido abandonado o que ha tenido
la fuerza de interrumpir una convivencia caracterizada por continuos y graves
maltratos sufridos. Se trata de situaciones para las cuales se espera una
solicitud particular de parte de la comunidad cristiana, especialmente respecto
de las familias monoparentales, en las que a veces surgen problemas económicos
a causa de un trabajo precario, de las dificultades para mantener a los hijos o
de la falta de una casa.
La condición de quienes no emprenden una nueva unión, permaneciendo
fieles al vínculo, merece todo el aprecio y el sostén de parte de la Iglesia,
que tiene el deber de mostrarles el rostro de un Dios que nunca abandona y que
es siempre capaz de dar nuevamente fuerza y esperanza.
Agilización de los procedimientos e importancia de la fe en las causas
de nulidad
114. (48) Un gran número de los Padres subrayó
la necesidad de hacer más accesibles y ágiles, posiblemente totalmente
gratuitos, los procedimientos para el reconocimiento de los casos de nulidad.
Entre las propuestas se indicaron: dejar atrás la necesidad de la doble
sentencia conforme; la posibilidad de determinar una vía administrativa bajo la
responsabilidad del Obispo diocesano; un juicio sumario a poner en marcha en
los casos de nulidad notoria. Sin embargo, algunos Padres se manifiestan
contrarios a estas propuestas porque no garantizarían un juicio fiable. Cabe
recalcar que en todos estos casos se trata de comprobación de la verdad acerca
de la validez del vínculo. Según otras propuestas, habría que considerar la
posibilidad de dar relevancia al rol de la fe de los prometidos en orden a la
validez del sacramento del matrimonio, teniendo presente que entre bautizados
todos los matrimonios válidos son sacramento.
115. Se observa un amplio consenso sobre la oportunidad de hacer más accesibles
y ágiles, posiblemente gratuitos, los procedimientos para el reconocimiento de
los casos de nulidad matrimonial.
En cuanto a la gratuidad, algunos sugieren instituir en las Diócesis un
servicio estable de asesoramiento gratuito. Respecto a la doble sentencia
conforme, existe amplia convergencia en orden a abandonarla, salvando la
posibilidad de recurso de parte del Defensor del vínculo o de una de las
partes. Viceversa, no cosecha un consenso unánime la posibilidad de un
procedimiento administrativo bajo la responsabilidad del Obispo diocesano, ya
que algunos ven aspectos problemáticos. En cambio, hay mayor acuerdo sobre la
posibilidad de un proceso canónico sumario en los casos de nulidad patente.
Respecto a la relevancia de la fe personal de los novios para la validez
del consentimiento, se señala una convergencia sobre la importancia de la
cuestión y una variedad de enfoques en la profundización.
La preparación de los agentes y el incremento de los tribunales
116. (49) Acerca de las causas matrimoniales,
la agilización del procedimiento —requerido por muchos— además de la
preparación de suficientes agentes, clérigos y laicos con dedicación
prioritaria, exige resaltar la responsabilidad del Obispo diocesano, quien en
su diócesis podría encargar a consultores debidamente preparados que
aconsejaran gratuitamente a las partes acerca de la validez de su matrimonio.
Dicha función puede ser desempeñada por una oficina o por personas calificadas
(cfr. DC, art. 113, 1).
117. Se propone que en cada Diócesis se garanticen, de manera gratuita, los
servicios de información, asesoramiento y mediación relacionados con la
pastoral familiar, especialmente a disposición de personas separadas o de
parejas en crisis. Un servicio así cualificado ayudaría a las personas a
emprender el recorrido judicial, que en la historia de la Iglesia resulta ser
el camino de discernimiento más acreditado para verificar la validez real del
matrimonio. Además, de diversas partes, se pide un incremento y una mayor
descentralización de los tribunales eclesiásticos, dotándolos de personal
cualificado y competente.
Líneas pastorales comunes
118. (50) Hay que alentar a las personas
divorciadas que no se han vuelto a casar —que a menudo son testigos de la
fidelidad matrimonial— a encontrar en la Eucaristía el alimento que las
sostenga en su estado. La comunidad local y los Pastores deben acompañar a
estas personas con solicitud, sobre todo cuando hay hijos o su situación de
pobreza es grave.
119. Según distintas voces, la atención a los casos concretos debería ir
unida a la necesidad de promover líneas pastorales comunes. El hecho de que
falten contribuye a acrecer la confusión y la división, y produce un
sufrimiento intenso en quienes viven el fracaso del matrimonio, que a veces se
sienten juzgados injustamente. Por ejemplo, se observa que algunos fieles
separados, que no viven en una nueva unión, consideran pecaminosa la separación
misma, por lo que se abstienen de recibir los sacramentos. Además, se dan casos
de divorciados vueltos a casar civilmente que, al vivir en continencia por
diferentes razones, no saben que pueden acercarse a los sacramentos en un lugar
en que no se conozca su condición. Por otra parte hay situaciones de uniones
irregulares de personas que en su foro interno han elegido el camino de la
continencia y, por eso, pueden acceder a los sacramentos, prestando atención a
no suscitar escándalo. Se trata de ejemplos que confirman la necesidad de
ofrecer indicaciones claras de parte de la Iglesia, a fin de que aquellos de
sus hijos que se encuentran en situaciones particulares, no se sientan
discriminados.
La integración de los divorciados vueltos a casar civilmente en la
comunidad cristiana
120. (51) Las situaciones de los divorciados
vueltos a casar también exigen un atento discernimiento y un acompañamiento con
gran respeto, evitando todo lenguaje y actitud que los haga sentir
discriminados y promoviendo su participación en la vida de la comunidad.
Hacerse cargo de ellos, para la comunidad cristiana no implica un
debilitamiento de su fe y de su testimonio acerca de la indisolubilidad
matrimonial, es más, en ese cuidado expresa precisamente su caridad.
121. Se requiere desde muchas partes que la atención y el acompañamiento
respecto a los divorciados vueltos a casar civilmente se orienten hacia una
integración cada vez mayor en la vida de la comunidad cristiana, teniendo en
cuenta la diversidad de las situaciones de partida. Sin perjuicio de las
sugerencias de Familiaris Consortio 84, habría
que replantearse las formas de exclusión que se practican actualmente en los
campos litúrgico-pastoral, educativo y caritativo. Puesto que estos fieles no
están fuera de la Iglesia, se propone reflexionar acerca de la oportunidad de
dejar atrás estas exclusiones. Por otro lado, siempre para favorecer una mayor
integración de estas personas en la comunidad cristiana, habría que dirigir una
atención específica a sus hijos, dado el papel educativo insustituible de los
padres, en razón del preeminente interés del menor.
Es conveniente que estos caminos de integración pastoral de los
divorciados vueltos a casar civilmente vayan precedidos por un oportuno
discernimiento de parte de los pastores acerca de la irreversibilidad de la
situación y la vida de fe de la pareja en una nueva unión, que vayan
acompañados por una sensibilización de la comunidad cristiana en orden a la
acogida de las personas interesadas y que se realicen según una ley de
gradualidad (cfr. FC, 34), respetuosa de la maduración de las
conciencias.
El camino penitencial
122. (52) Se reflexionó sobre la posibilidad de
que los divorciados y vueltos a casar accediesen a los sacramentos de la
Penitencia y la Eucaristía. Varios Padres sinodales insistieron en favor de la
disciplina actual, en virtud de la relación constitutiva entre la participación
en la Eucaristía y la comunión con la Iglesia y su enseñanza sobre el
matrimonio indisoluble. Otros se expresaron en favor de una acogida no
generalizada a la mesa eucarística, en algunas situaciones particulares y con
condiciones bien precisas, sobre todo cuando se trata de casos irreversibles y
vinculados a obligaciones morales para con los hijos, quienes terminarían por
padecer injustos sufrimientos. El eventual acceso a los sacramentos debería ir
precedido de un camino penitencial bajo la responsabilidad del Obispo
diocesano. Todavía es necesario profundizar la cuestión, teniendo bien presente
la distinción entre situación objetiva de pecado y circunstancias atenuantes,
dado que «la imputabilidad y la responsabilidad de una acción pueden quedar
disminuidas e incluso suprimidas» a causa de diversos «factores psíquicos o
sociales» (CCC, 1735).
123. Para afrontar la temática apenas citada, existe un común acuerdo sobre
la hipótesis de un itinerario de reconciliación o camino penitencial, bajo la
autoridad del Obispo, para los fieles divorciados vueltos a casar civilmente,
que se encuentran en situación de convivencia irreversible. En referencia a
la Familiaris Consortio 84, se
sugiere un itinerario de toma de conciencia del fracaso y de las heridas que
este ha producido, con arrepentimiento, verificación de una posible nulidad del
matrimonio, compromiso a la comunión espiritual y decisión de vivir en
continencia.
Otros, por camino penitencial entienden un proceso de clarificación y de
nueva orientación después del fracaso vivido, acompañado por un presbítero
elegido para ello. Este proceso debería llevar al interesado a un juicio
honesto sobre la propia condición, en la cual el presbítero pueda madurar su
valoración para usar la potestad de unir y de desatar de modo adecuado a la
situación.
En orden a la profundización acerca de la situación objetiva de pecado y
la imputabilidad moral, algunos sugieren tomar en consideración la Carta a los Obispos de
la Iglesia Católica sobre la recepción de la Comunión eucarística por parte de
fieles divorciados vueltos a casar de la Congregación
para la Doctrina de la Fe (14 de septiembre de 1994) yla Declaración sobre la
admisibilidad a la santa Comunión de los divorciados vueltos a casar del Consejo
Pontificio para los Textos Legislativos (24 de junio de 2000).
La participación espiritual en la comunión eclesial
124. (53) Algunos Padres sostuvieron que las
personas divorciadas y vueltas a casar o convivientes pueden recurrir
provechosamente a la comunión espiritual. Otros Padres se preguntaron por qué
entonces no pueden acceder a la comunión sacramental. Se requiere, por tanto,
una profundización de la temática que haga emerger la peculiaridad de las dos
formas y su conexión con la teología del matrimonio.
125. El camino eclesial de incorporación a Cristo, iniciado con el Bautismo,
también para los fieles divorciados y vueltos a casar civilmente procede por
grados a través de la conversión continua. En este recorrido son diversas las
modalidades con las que son invitados a conformar su vida al Señor Jesús, que
con su gracia los guarda en la comunión eclesial. Como sugiere la Familiaris Consortio 84, entre
estas formas de participación se recomiendan la escucha de la Palabra de Dios,
la participación en la celebración eucarística, la perseverancia en la oración,
las obras de caridad, las iniciativas comunitarias en favor de la justicia, la
educación de los hijos en la fe, el espíritu de penitencia, todo ello sostenido
por la oración y el testimonio acogedor la Iglesia. Fruto de dicha
participación es la comunión del creyente con toda la comunidad, expresión de
la inserción real en el Cuerpo eclesial de Cristo. Por lo que concierne a la
comunión espiritual, hay que recordar que presupone la conversión y el estado
de gracia y que está enlazada con la comunión sacramental.
Matrimonios mixtos y con disparidad de culto
126. (54) Las intervenciones de los Padres
sinodales hicieron referencia a menudo a las problemáticas relativas a los
matrimonios mixtos. La diversidad de la disciplina matrimonial de las Iglesias
ortodoxas en algunos contextos plantea problemas acerca de los cuales es
necesario reflexionar en ámbito ecuménico. Análogamente para los matrimonios
interreligiosos será importante la contribución del diálogo con las religiones.
127. Los matrimonios mixtos y los matrimonios con disparidad de culto
presentan múltiples aspectos críticos que no tienen fácil solución, no tanto a
nivel normativo sino más bien a nivel pastoral. Véase, por ejemplo, la
problemática de la educación religiosa de los hijos; la participación en la
vida litúrgica del cónyuge, en el caso de matrimonios mixtos con bautizados de
otras confesiones cristianas; el hecho de compartir experiencias espirituales
con el cónyuge perteneciente a otra religión o incluso no creyente en búsqueda.
Por eso, haría falta elaborar un código de buena conducta, de modo que ningún
cónyuge sea un obstáculo al camino de fe del otro. Para esto, a fin de afrontar
de modo constructivo las diversidades en orden a la fe, es necesario prestar
particular atención a las personas que se unen en tales matrimonios, no sólo en
el período anterior a las nupcias.
128. Algunos sugieren que los matrimonios mixtos se consideren entre los
casos de “grave necesidad” en los cuales es posible a bautizados fuera de la
plena comunión con la Iglesia Católica, pero que comparten con ella la fe en la
Eucaristía, ser admitidos a la recepción de tal sacramento en falta de los
propios pastores (cfr. EdE, 45-46; Consejo Pontificio
para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, Directorio para la
Aplicación de los Principios y Normas sobre el Ecumenismo, 25 de marzo de
1993, 122-128), teniendo en cuenta también los criterios propios de
la comunidad eclesial a la cual pertenecen.
La peculiaridad de la tradición ortodoxa
129. La referencia que algunos hacen a la praxis matrimonial de las Iglesias
ortodoxas debe tener en cuenta la diversidad de concepción teológica de las
nupcias. En la Ortodoxia existe la tendencia a relacionar la práctica de
bendecir las segundas uniones con la noción de “economía” (oikonomia),
entendida como condescendencia pastoral respecto a los matrimonios fracasados,
sin poner en tela de juicio el ideal de la monogamia absoluta, o sea la
unicidad del matrimonio. Esta bendición es de por sí una celebración
penitencial para invocar la gracia del Espíritu Santo, a fin de que sane la
debilidad humana y lleve de nuevo a los penitentes a la comunión con la
Iglesia.
La atención pastoral por las personas con
orientación homosexual
130. (55) Algunas familias viven la experiencia
de tener en su seno personas con orientación homosexual. Al respecto, la
Asamblea se interrogó sobre qué atención pastoral es oportuna frente a esta
situación, refiriéndose a lo que enseña la Iglesia: «No existe ningún
fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las
uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia».
No obstante, los hombres y mujeres con tendencias homosexuales deben ser
acogidos con respeto y delicadeza. «Se evitará, respecto a ellos, todo signo de
discriminación injusta» (Congregación para la Doctrina de la Fe, Consideraciones acerca
de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas
homosexuales, 4).
131. Se confirma que toda persona, independientemente de la propia
orientación sexual, debe ser respetada en su dignidad y acogida con
sensibilidad y delicadeza, tanto en la Iglesia como en la sociedad. Sería
deseable que los proyectos pastorales diocesanos reservaran una atención
específica al acompañamiento de las familias en las que viven personas con
orientación homosexual y de estas mismas personas.
132. (56) Es del todo inaceptable que los
Pastores de la Iglesia sufran presiones en esta materia y que los organismos
internacionales condicionen las ayudas financieras a los países pobres a la
introducción de leyes que instituyan el “matrimonio” entre personas del mismo
sexo.
Capítulo IV
Familia, procreación, educación
Familia, procreación, educación
La transmisión de la vida y el desafío de la
disminución de la natalidad
133. (57) No es difícil constatar que se está
difundiendo una mentalidad que reduce la generación de la vida a una variable
de los proyectos individuales o de los cónyuges. Los factores de orden
económico ejercen un peso a veces determinante, contribuyendo a la fuerte
disminución de la natalidad que debilita el tejido social, compromete la
relación entre las generaciones y hace más incierta la mirada sobre el futuro.
La apertura a la vida es exigencia intrínseca del amor conyugal. En esta
perspectiva, la Iglesia sostiene a las familias que acogen, educan y rodean con
su afecto a los hijos diversamente hábiles.
134. Se señala que es preciso seguir divulgando los documentos del Magisterio
de la Iglesia que promueven la cultura de la vida frente a la cultura de
muerte, cada vez más extendida. Se hace hincapié en la importancia de algunos
centros que investigan sobre la fertilidad y la esterilidad humana, los cuales
favorecen el diálogo entre especialistas de bioética católicos y científicos de
las tecnologías biomédicas. La pastoral familiar debería tratar que los
especialistas católicos en materia biomédica participaran más en los cursos de
preparación al matrimonio y en el acompañamiento de los cónyuges.
135. Urge que los cristianos comprometidos en política promuevan opciones
legislativas adecuadas y responsables en orden a la promoción y a la defensa de
la vida. Al igual que la voz de la Iglesia se hace oír a nivel sociopolítico
sobre estos temas, es necesario que se multipliquen los esfuerzos por entrar en
concertación con los organismos internacionales y en las instancias de toma de
decisiones políticas, a fin de promover el respeto de la vida humana desde su
concepción hasta la muerte natural, dedicando especial cuidado a las familias
con hijos diversamente hábiles.
La responsabilidad procreadora
136. (58) También en este ámbito es necesario
partir de la escucha de las personas y dar razón de la belleza y de la verdad
de una apertura incondicional a la vida, necesaria para que el amor humano sea
vivido en plenitud. Sobre esta base puede apoyarse una enseñanza adecuada sobre
los métodos naturales para la procreación responsable. Dicha enseñanza ayuda a
vivir de manera armoniosa y consciente la comunión entre los cónyuges, en todas
sus dimensiones, junto a la responsabilidad generativa. Es preciso redescubrir
el mensaje de la Encíclica Humanae Vitae de Pablo VI,
que hace hincapié en la necesidad de respetar la dignidad de la persona en la
valoración moral de los métodos de regulación de la natalidad. La adopción de
niños, huérfanos y abandonados, acogidos como hijos propios, es una forma
específica de apostolado familiar (cfr. AA, 11), repetidamente recordada y
alentada por el magisterio (cfr. FC, 41; EV, 93). La
opción de la adopción y de la acogida expresa una fecundidad particular de la
experiencia conyugal, no sólo cuando se ve marcada por la esterilidad. Esta
opción es signo elocuente del amor familiar, ocasión para testimoniar la propia
fe y devolver dignidad filial a quien ha sido privado de ella.
137. Teniendo presente la riqueza de sabiduría contenida en la Humanae Vitae, en relación a las
cuestiones tratadas en el documento, surgen dos polos que deben ser
constantemente conjugados. Por una parte, el papel de la conciencia entendida
como voz de Dios que resuena en el corazón del hombre educado a escucharla; por
otra, la indicación moral objetiva, que impide considerar la procreación una
realidad sobre la cual decidir arbitrariamente, prescindiendo del designio
divino sobre la procreación humana. Cuando prevalece la referencia al polo
subjetivo, es fácil caer en opciones egoístas; en el otro caso, se percibe la
norma moral como un peso insoportable, que no responde a las exigencias y a las
posibilidades de la persona. La combinación de los dos aspectos, vivida con el
acompañamiento de un director espiritual competente, ayudará a los cónyuges a
escoger opciones plenamente humanizadoras y conformes a la voluntad del Señor.
Adopción y acogida
138. Para dar una familia a tantos niños abandonados, muchos han pedido
resaltar más la importancia de la adopción y de la acogida. Al respecto se pone
de relieve la necesidad de afirmar que la educación de un hijo debe basarse en
la diferencia sexual, así como la procreación. Por tanto, también ésta tiene su
fundamento en el amor conyugal entre un hombre y una mujer, que constituye la
base indispensable para la formación integral del niño.
Frente a situaciones en las que el hijo es querido a veces “para sí
mismos” y en cualquier modo —como si fuese una prolongación de los propios
deseos—, la adopción y la acogida entendidas correctamente muestran un aspecto
importante del ser padres y del ser hijos, en cuanto ayudan a reconocer que los
hijos, tanto naturales como adoptados o acogidos, son “otro respecto a mí” y
hace falta recibirlos, amarlos, hacerse cargo de ellos y no sólo “traerlos al
mundo”.
Partiendo de estos presupuestos, es preciso valorar y profundizar la
realidad de la adopción y de la acogida, incluso en el ámbito de la teología
del matrimonio y de la familia.
La vida humana misterio intangible
139. (59) Es necesario ayudar a vivir la
afectividad, también en el vínculo conyugal, como un camino de maduración,
siempre en la más profunda acogida del otro y en una entrega cada vez más
plena. En ese sentido, cabe subrayar la necesidad de ofrecer itinerarios
formativos que alimenten la vida conyugal y la importancia de un laicado que
ofrezca un acompañamiento a partir de un testimonio vivo. Es de gran ayuda el
ejemplo de un amor fiel y profundo lleno de ternura y respeto, capaz de crecer
en el tiempo y que en su apertura concreta a la generación de la vida haga
experiencia de un misterio que nos trasciende.
140. La vida es don de Dios y misterio que nos trasciende. Por esto, de
ningún modo se deben “descartar” sus inicios y su etapa final. Al contrario, es
necesario asegurar a estas fases una especial atención. Hoy, con demasiada
facilidad «se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que
se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del “descarte” que,
además, se promueve» (EG, 53). Al respecto, es tarea de la familia,
sostenida por toda la sociedad, acoger la vida naciente y hacerse cargo de su
última fase.
141. Respecto al drama del aborto, la Iglesia ante todo afirma el carácter
sagrado e inviolable de la vida humana y se compromete concretamente en favor
de ésta. Gracias a sus instituciones, ofrece asesoramiento a las embarazadas,
sostiene a las madres solteras, asiste a los niños abandonados, está cerca de
quienes han sufrido el aborto. A quienes trabajan en las estructuras sanitarias
se recuerda la obligación moral de la objeción de conciencia.
Del mismo modo, la Iglesia no sólo siente la urgencia de afirmar el
derecho a la muerte natural, evitando el ensañamiento terapéutico y la
eutanasia, sino que también se hace cargo de los ancianos, protege a las
personas con discapacidad, asiste a los enfermos terminales, consuela a los
moribundos.
El desafío de la educación y el rol de la familia
en la evangelización
142. (60) Uno de los desafíos fundamentales
frente al que se encuentran las familias de hoy es seguramente el desafío
educativo, todavía más arduo y complejo a causa de la realidad cultural actual
y de la gran influencia de los medios de comunicación. Hay que tener en debida
cuenta las exigencias y expectativas de familias capaces de ser en la vida
cotidiana, lugares de crecimiento, de concreta y esencial transmisión de las
virtudes que dan forma a la existencia. Esto indica que los padres puedan
elegir libremente el tipo de educación que dar a sus hijos según sus
convicciones.
143. Existe unánime consenso a la hora de afirmar que la primera escuela de
educación es la familia y que la comunidad cristiana representa un apoyo y una
integración de esta insustituible función formativa. Desde muchas partes, se
considera necesario individuar espacios y momentos de encuentro para alentar la
formación de los padres y la puesta en común de experiencias entre familias. Es
importante que los padres participen activamente en los itinerarios de
preparación a los sacramentos de la iniciación cristiana, en calidad de
primeros educadores y testigos de fe para sus hijos.
144. En las diversas culturas, los adultos de la familia conservan una función
educativa insustituible. Sin embargo, en muchos contextos, estamos asistiendo a
un progresivo debilitamiento del rol educativo de los padres, con motivo de una
presencia invasiva de los medios de comunicación dentro de la esfera familiar,
además que por la tendencia a delegar a otros sujetos este tarea. Se requiere
que la Iglesia aliente y sostenga a las familias en su obra de participación
atenta y responsable respecto a los programas escolares y educativos que atañen
a sus hijos.
145. (61) La Iglesia desempeña un rol precioso
de apoyo a las familias, partiendo de la iniciación cristiana, a través de
comunidades acogedoras. Se le pide, hoy más que nunca, tanto en las situaciones
complejas como en las ordinarias, que sostenga a los padres en su empeño educativo,
acompañando a los niños, muchachos y jóvenes en su crecimiento mediante
itinerarios personalizados, que introduzcan al sentido pleno de la vida y
susciten decisiones y responsabilidad, vividas a la luz del Evangelio. María,
en su ternura, misericordia, sensibilidad materna puede alimentar el hambre de
humanidad y vida; por eso la invocan las familias y el pueblo cristiano. La
pastoral y una devoción mariana son un punto de partida oportuno para anunciar
el Evangelio de la familia.
146. Pertenece a la familia cristiana el deber de transmitir la fe a los
hijos, fundado sobre el compromiso asumido en la celebración del matrimonio.
Este se debe poner en práctica a lo largo de la vida familiar con el apoyo de
la comunidad cristiana. De modo particular, las circunstancias de la
preparación de los hijos a los sacramentos de la iniciación cristiana son
preciosas ocasiones para redescubrir la fe de parte de los padres, que vuelven
al fundamento de su vocación cristiana, reconociendo en Dios la fuente de su amor,
que Él consagró con el sacramento nupcial.
El papel de los abuelos en la transmisión de la fe y de las prácticas
religiosas no se debe olvidar: son apóstoles insustituibles en las familias,
con el consejo sabio, la oración y el buen ejemplo. Mediante la participación
en la liturgia dominical, la escucha de la Palabra de Dios, la frecuencia en
los sacramentos y la caridad vivida los padres darán testimonio claro y creíble
de Cristo a sus hijos.
CONCLUSIÓN
147. El presente “Instrumentum Laboris” es el fruto del camino intersinodal
nacido de la creatividad pastoral del Papa Francisco, quien, en coincidencia
con el quincuagésimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II y de
la institución del Sínodo de los Obispos de parte del Beato Pablo VI, convocó a
distancia de un año dos diversas Asambleas sinodales sobre el mismo tema. La
III Asamblea General Extraordinaria de otoño de 2014 ayudó a la Iglesia entera
a concentrarse en “Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la
evangelización”, mientras que la XIV Asamblea General Ordinaria, en programa
para octubre de 2015, será llamada a reflexionar sobre “La vocación y la misión
de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”. Además no hay que
olvidar que la celebración del próximo Sínodo se sitúa en la luz del Jubileo
Extraordinario de la Misericordia convocado por el Papa Francisco, que
comenzará el 8 de diciembre de 2015.
También en este caso el gran número de aportaciones llegadas a la
Secretaría General del Sínodo de los Obispos ha demostrado el extraordinario
interés y la activa participación de todos los componentes del Pueblo de Dios.
Aunque la síntesis propuesta no llegue a manifestar plenamente la riqueza del material proveniente de cada continente, el texto es capaz de ofrecer un panorama fiable de la percepción y de las esperanzas de toda la Iglesia sobre el tema decisivo de la familia.
Aunque la síntesis propuesta no llegue a manifestar plenamente la riqueza del material proveniente de cada continente, el texto es capaz de ofrecer un panorama fiable de la percepción y de las esperanzas de toda la Iglesia sobre el tema decisivo de la familia.
Ponemos los trabajos de la próxima Asamblea sinodal bajo la protección
de la Santa Familia de Nazaret que «nos compromete a redescubrir la vocación y
la misión de la familia» (Francisco, Audiencia general, 17 de diciembre
de 2014).
Fin primera parte, continúa en la segunda parte.
JMP+
JMP+
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