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LAS BIENAVENTURANZAS.
25-06-2016
Antes de entrar en el tema les propongo que hagamos un esfuerzo primero para invocar la asistencia del Espíritu Santo y en segundo lugar poner: ilusión-entrega-y espíritu de caridad, para ver con claridad que quiere decirme el Señor hoy y aquí -el hic et nunc- para crecer en la fe, la esperanza y la caridad.
Para ello es necesario abrir nuestros corazones, abrir nuestras mentes y disponernos a subir la Montaña para escuchar el Sermón de la Montaña.
Al ver Jesús a las multitudes, subió al monte; se sentó y se le acercaron sus discípulos; y abriendo su boca les enseñaba diciendo: Bienaventurados los pobres de espíritu… (Mt 5,1 ss, Lc 6, 20-23).
1. Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
2. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra.
3. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
4. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos.
5. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
6. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
7. Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
8. Bienaventurados los que padecen persecución a causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
El Catecismo de la Iglesia Católica nos señala que las bienaventuranzas del Sermón de la Montaña están en el centro de la predicación de Jesús, y en ellas Dios nos llama a su propia bienaventuranza.
Aquí viene a mi memoria una vivencia. Cuando hice mi cursillo de cristiandad –abril 1973- llegamos a la casa de retiro, donde se iba a llevar a cabo el cursillo, en un micro. Era un día lluvioso. El micro no pudo llegar hasta la casa de retiro. Tuvimos que caminar unos metros para llegar. Para entrar a la casa de retiro tuvimos que cruzar una calle de tierra que estaba embarrada. Por qué les refiero esto.
Pasados los años al recordar aquella entrada, ese cruce bordeando el barro, me dí cuenta que efectivamente había cruzado de una vida a otra vida. Allí estaba Jesús esperándonos. Creo que El me espero desde siempre. Era yo quien tenía que cruzar y encontrarme con El.
En ese cursillo hubo un cambio total de mi vida. Una conversión. Un vuelco de 90°. En griego la metanoia. En suma, hubo un encuentro primero: consigo mismo, en segundo lugar un encuentro con Cristo luego un encuentro con mi hermano y finalmente un encuentro con la comunidad.
Es el proceso de evangelización en el que estamos inmersos todos y que dura toda la vida y todos los días lo debemos renovar. La conversión no acaba. Aquí tenemos que convertirnos todos los días. Es decir la opción es también diaria. Siempre vamos a tener que optar.
Ahora, recuerdo también que en una de las celebraciones que tuvimos el sacerdote inició la misa con el canto del Sermón de la Montaña:
Ven sube a la montaña a recibir la ley Reino. Jesús quiere grabarla sobre tu corazón.
1.Felices los humildes, su herencia es el Señor,
2.Felices los que lloran, tendrán consolación,
3.Felices los pacientes, tendrán consolación
4.Felices los sinceros porque verán a Dios,
5.Felices los misericordiosos porque obtendrán perdón,
6.Felices los que luchan por construir la paz, a ellos pertenece el Reino celestial
Realmente la grabó para siempre. Para toda mi vida. Él está en mi yo en El. Si caigo El me levanta como a la oveja perdida me pone sobre sus hombros y me vuelve a su camino. Su misericordia es infinita. Es rico en misericordia y jamás se cansa de esperarme y perdonarme. Es como aquel padre del hijo prodigo. Recuerdan, se asomaba y miraba a lo lejos, todos los días, a esperar a su hijo. El siempre estará esperándonos solo tenemos que levantarnos si caímos, arrepentirnos, pedir perdón sentirnos acariciados por su misericordia ser perdonados y seguir adelante todos unidos a la Casa del Padre.
El Papa Francisco dijo: «Un poco de misericordia hace al mundo menos frío y más justo. Necesitamos comprender bien esta misericordia de Dios, este Padre misericordioso que tiene tanta paciencia... Recordemos al profeta Isaías, cuando afirma que, aunque nuestros pecados fueran rojo escarlata, el Amor de Dios los volverá blancos como la nieve. Es hermoso, esto de la misericordia».
Ahora, tratemos de mirar un poco más en profundidad qué son las bienaventuranzas. Ante todo son “actitudes” y “disposiciones básicas” de la existencia, no coinciden exactamente con los Mandamientos, pero no se contraponen, sino que ambos se refieren al “bien” y a la “vida eterna”.
Las bienaventuranzas son esencialmente
PROMESAS de las que derivan indicaciones normativas de la vida moral.
Son una especie de AUTORETRATO DE CRISTO y precisamente por eso son una invitación a su seguimiento y a la comunión de vida con Él.
La FELICIDAD, bienaventuranza, sumo bien, fin último, se identifican. Este fin último es: completo, acabado, perfecto. Supone descanso, quietud, deleite, felicidad.
En nuestra vida es fundamental conocer nuestro FIN, es necesario saber: de dónde vengo, a dónde voy. Es norma y guía de toda moral y vida.
Pensemos, ¿realmente se puede peregrinar sin saber a dónde vamos? ¿podemos peregrinar sin conocer la meta?
El hombre ha sido creado por Dios para ser feliz. En el fondo de nuestras preocupaciones, trabajos, tribulaciones, caídas, se oculta el deseo de felicidad, de bienestar.
Es que como dijimos, Dios nos creó para ser felices. El pecado nos apartó de Dios. Pero en Cristo Jesús fuimos redimidos y hoy podemos volver a alcanzarla.
Aquí cabe preguntarnos: ¿realmente queremos ser felices? Tenemos que comprender que hay algo más grande que el dinero, que el bienestar material, que todo aquello que nos ofrece el mundo, todo eso que nos promete el pecado.
Existe una Suprema Felicidad: DIOS sin el cual todo pierde su valor, su significado.
No nos quedemos a mitad del camino. No es malo el dinero, ni la salud, ni el bienestar pero siempre que los ilumine Dios.
El deseo de ser felices es el motor de nuestras vidas. Queremos ser felices a toda costa. ¿Será vano este deseo? ¿No habrá un objeto en el que pueda descansar para siempre esta inquietud humana? ¿Y ese objeto estará en la esfera de nuestra posibilidad?
La razón nos dice primero que existe un SUMO BIEN. Este sumo bien es Dios. 2.Que es posible al hombre conseguirlo. Por el ENTENDIMIENTO se puede conocer la SUMA VERDAD y el SUMO BIEN.
Asimismo, la VOLUNTAD puede amar el sumo bien conocido por el entendimiento.
Esto, evidentemente, no contradice ni a la naturaleza del hombre, ni a la naturaleza de Creador, ni a la naturaleza de la ciencia.
Por su lado, la fe nos dice 1° que no es posible conseguir esta bienaventuranza natural. Pero como Dios no pudo dejar al hombre en estado de naturaleza, por eso lo elevó al orden sobrenatural.
En 2° lugar: Existe una Bienaventuranza para el hombre en el CIELO. CRISTO LO PROMETE A TODOS. (Mt 11, 28) Seremos como ángeles. (Mc 12, 25) Y, finalmente, 3° la fe nos dice que “podemos conseguirla”:
a)no en ésta vida porque excede nuestras fuerzas naturales y las luces de la fe. La bienaventuranza excluye todo mal y en esta vida eso no es posible. El deseo quedará plenamente satisfecho en la otra vida.
b)aquí solo podemos MERECERLA. Cristo nos ha dicho “Yo soy el camino, la verdad y la vida” “El que me sigue tendrá luz”.
Cristo nos dá la GRACIA. Como sabemos la Gracia es un don gratuito y si no se destruye, necesariamente y en justicia nos lleva a la VISIÓN DE DIOS.
Por La GRACIA MERECEMOS LA BIENAVENTURANZA.
Y, en consecuencia, por todo lo que aumenta la Gracia: los sacramentos, los dones del Espíritu Santo y las virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad.
En suma, a) la felicidad no consiste en los bienes creados, exteriores al hombre, en las riquezas, ni el honor, la fama, la posesión de bienes. LA FELICIDAD PLENA ESTÁ EN EL CIELO. Por eso es necesario que todo nos conduzca a Él. Pero tenemos que hacerlo carne: las cosas de la tierra SON CAMINOS HACIA DIOS, MEDIOS Y NO FINES. Pero si al contrario no nos llevan a Dios son como una desgracia.
Dice San Ignacio. ”¡Qué vil me parece la tierra cuando contemplo el cielo! No está aquí la felicidad: Felicidad sueño vano de un bien que no está en la tierra”.
b)tampoco la felicidad está en los bienes creados interiores al hombre. Los bienes del cuerpo no pueden darnos la felicidad: Qué bienes son estos?: la salud envidiable, la larga vida, la gran robustez de nuestro miembros, la plenitud física en todos los sentidos.
No consiste en ellos la felicidad porque no son bienes MÁXIMOS, SON SOLAMENTE BIENES ÚTILES. No son capaces de saciar plenamente el alma. Son perecederos. No son accesibles a todos.
Tampoco la felicidad radica en los bienes del alma. Las “potencias”: el gran talento, la fuerza de voluntad, la imaginación de artista, la memoria asombrosa. Los “hábitos”: ciencias, artes, facilidad de expresión, grandes habilidades prácticas.
Ni siquiera los placeres o bienes comunes al cuerpo y al alma.
En efecto, el mandato de Dios de vivir y propagarse; el placer, garantía de conservación del individuo, y de la especie. Son los fuertes, pero, realmente nos acercan a la felicidad?
No consiste en ellos la felicidad. Ello así porque son medios para facilitar el fin del hombre en la tierra. Son comunes, esto es, abarcan a todos buenos o malos. Nunca se sacian plenamente. No excluyen los males, sino que los ocasionan.
Para el individuo: destruye las fuerzas de la salud,
Para la familia: destruye la Paz,
Para la sociedad: el peor mal.
En suma, son incompatibles con la felicidad.
Nuestra Bienaventuranza no puede consistir en bienes:
Tan mezquinos como nuestros cuerpos,
Tan mezquinos y pasajeros,
Tan llenos de miseria y dolores.
En realidad, solo seremos felices cuando Dios nos seque las lágrimas de nuestros ojos.
Tenemos que proseguir incasables, la búsqueda, convencidos de la desilusión de las cosas, hacia algo más estable y eterno. No podemos ser esclavos de las cosas sino Señores de las cosas.
Nuestro goce pleno estará en la visión de Dios, cuando nos hundamos para siempre en el océano insondable de la divinidad.
Entonces, la felicidad se encuentra únicamente en Dios.
Las cosas de este mundo no nos satisfacen plenamente. ¡Cuántos ídolos han desaparecido ya de nuestras vidas! Y, sin embargo, las cosas nos tiran, nos arrastran. Muchas veces nos hemos peguntado a las cosas dónde está nuestra felicidad, y como san Agustín nos han respondido: MAS ARRIBA<.
Esto nos los dice la razón porque no se encuentran en las cosas. Las cosas perecederas pueden ocuparnos, pueden coparnos, pero realmente no pueden llenarnos.
Lo que realmente nos colme, nos de la felicidad radica solo en Dios porque es el BIEN INFINITO que contiene de manera superior TODOS LOS BIENES.
Además, nos lo asegura 1. La revelación. Solo DIOS ES BUENO Y SUAVE. Él nos hará felices. Dichoso el hombre que espera en Él. 2. Lo sostiene LA IGLESIA: Los bienaventurados ven a Dios cara a cara, y esa visión es lo que los hace felices,(Benedicto XII).
Dios creo al hombre principalmente para que le de culto, conozca y ame, y después goce en el cielo (Pio XI Casti Connubi).
San Agustín: «Nos has creado para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en ti». El reposo de Dios es creativo; no “anestésico”
Y, también, lo señala LA TEOLOGÍA. Sólo quien es superior a nosotros puede hacernos felices.
Todas las cosas son buenas. Pero la suma de todas sería un bien superior.
Esta suma sólo en Dios se puede dar de manera eminente.
Ahora, si nos preguntamos ¿qué haremos en el cielo? En el cielo se acabaron todas nuestras miserias, dolores. No hay más dolores de cayos. Veremos a Dios y en Él todas las verdades. Sumemos todas las bellezas de la tierra y serán una gota comparadas con la belleza de Dios.
Allí estarán todos los santos, nuestra familia reconstruida, las Santísima Virgen y, sobre todo, Dios. Somos hijos que no hemos visto al Padre, ni a nuestra Madre, ni a nuestro hermano Cristo. Pero veremos la grandeza de Dios y nuestra vida será un canto de alabanza. Y toda aquella alegría jamás acabará.
Hagamos otra pregunta: ¿qué significan las bienaventuranzas en nuestras vidas? Dice San Mateo que Jesús recorría toda la Galilea, enseñando y predicando. Su fama se extendía, curaba a los enfermos, afligidos, epilépticos, y paralíticos. Lo seguían grandes multitudes que llegaban de Galilea. de la Decapolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania.
Hagamos otra pregunta: ¿qué significan las bienaventuranzas en nuestras vidas? Dice San Mateo que Jesús recorría toda la Galilea, enseñando y predicando. Su fama se extendía, curaba a los enfermos, afligidos, epilépticos, y paralíticos. Lo seguían grandes multitudes que llegaban de Galilea. de la Decapolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania.
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